1._Luz


Todos los dioses de la destrucción son caprichosos, pero ella lo era todavía más. Incluso más que el dios del universo siete. Jerez tenía de hermosa lo que tenía de antojadiza y aunque con mucha frecuencia decía amar las cosas bellas, la cierto es que solo mostraba su aprecio hacia lo hermoso que estuviera por debajo de ella. En muchas ocasiones acabo con la existencia de criaturas que que considero más bellas que ella y a otras ofreció un trato para perdenarles la vida. Varias fueron las mujeres que debieron estropear sus rostros para que la diosa no las destruyera. Jerez era celosa de la belleza de otras mujeres, mientras que la de los hombres la consideraba una propiedad reclamando a los seres más bellos para su servicio y placer.

Sour era quien mejor conocía la caprichosa actitud de la diosa, pero siempre se mostró indiferente a ella. Indiferente a todo en realidad. De su familia él era el más distante de todos. Incluso su padre y su hermano Korn podían considerarse cercanos y afables en comparación a Sour. Pero su actitud no era relevante ni para él. Sour se limitaba a su deber, aunque su diosa en más de una ocasión lo arrastró a escenarios que hubieran sido insólitos para cualquier otro ángel. Es que en su universo Jerez era casi una celebridad y por extensión él también lo era. De modo que cuando la diosa visitaba algún planeta de su universo no era raro que le tomarán fotografías y hasta le pidieran algún autógrafo. Algo para lo que Sour se prestaba más por voluntad de Jerez que por la suya. Si le molestaba o no era imposible saber.

En una de esas incursiones en las que jamás pasaban inadvertidos, la diosa y el ángel llegaron a al teatro de un pequeño planeta donde se realizaría una obra que representaba la lucha de Jerez con una criatura que amenazó con destruir ese y otros mundos. El lugar estaba en medio de un bosque de un verde joven y fresco, sobre un manantial cuya agua era tan cristalina que creaba un efecto de espejo debido a los sedimentos. El cielo podía verse allí entre columnas de piedra de color marfil que rodeaban el área inundada separando las gradas de aquel estanque amplio y circular. Era sobre el agua que los artistas hacían sus representaciones, generalmente, durante las noches cuando el firmamento se reflejaba en la superficie del manantial y se creaba la ilusión de que los actores estaban en el espacio.

El palco reservado a la diosa no fue precisamente del agrado de esta, que le ordenó a su asistente que hiciera una rápida remodelación al lugar para sentirse cómoda. Mientras Sour se ocupaba de eso observó a una chica viéndole desde abajo, desde la transparente plataforma sobre la que se montaban los artistas. La gente de ese mundo no volaba ni caminaba sobre el agua, así que ponían un cristal sobre el manantial para desplazarse sobre el escenario. La muchacha no era muy alta, se veia delgada y tenía un largo cabello negro que se agitó por completo cuando corrió hacia las gradas desapareciendo de su vista.

-Esto está mucho mejor- exclamó Jerez tendiendose sobre el aterciopelado diván- Este tipo de prestaciones se disfrutan mejor con una buena bebida y aquí tienen una muy buena. Consígueme un poco de ese licor rojo ¿quieres amor?

Sour asintió con la cabeza y dejó el palco para ir en busca de algún empleado que le facilitara la bebida.

Caminando por el estrecho pasillo, viendo el verde bosque del lado de los apretados arcos de piedra que hacían de columnas y ventanas, Sour acabó llegando a una sala vacía donde parecían haber habido varias personas antes que usaron el sitio para cambiarse. No había nadie ahí, ni tampoco lo que buscaba, pero algo llamó su atención. Parecía haber sido parte de la escenografía o decoración del escenario, pero lo que sobrevivía era solo una luna creciente blanca y agrietada. Por qué un objeto tan simple llamó su atención, el ángel no se lo cuestionó. Tal vez se debió a que su pristino color resaltaba contra la piedra gris de los muros de la sala o porque en ella vio el reflejo de alguien que sabía estaba a su espalda. Lento se dio la vuelta para mirar a la muchacha que apretaba contra ella unos pergaminos. Tenía una piel clara, pero del tono del marfil. Ese blanco puro, menos frío que con el tiempo muta a un tenue amarillo como le pasaba a los adultos de ese mundo. Los ojos de la chica eran color caramelo, redondos y grandes, y estaban fijos en los de él que la reconoció como la muchacha que había visto un rato atrás.

-No debería estar aquí- le dijo y su voz se oyó muy clara, pero bajita, como si estuviera susurrando.

-¡Noir!- exclamó un hombre a la espalda de la muchacha que dio un pequeño brinco- Esa no es forma de dirigirte al señor Sour. Discúlpate con él.

Pronto estuvo ante la vista un hombre alto, más alto que él, vestido con una túnica de color bermellón. La mano del sujeto cayó sobre la cabeza de la chica quien le miró sin entender porque debía disculparse con ese individuo de túnica amarilla.

-Disculpela por favor. Noir viene de una aldea de las montañas y no está familiarizada con usted ni la diosa Jerez.

La palabra "diosa" pareció inquietar a la muchacha que en lugar de ofrecer una disculpa dejó caer los pergaminos y salió corriendo. El hombre de la túnica volvió a disculparse con él y Sour aprovecho de pedirle lo que había ido a buscar. Los actores presentarían un ensayo que de no contar con la aprobación de la diosa cancelaría la obra así que todos los actores estaban muy nerviosos y no escatimaban en esfuerzos por complacer a Jerez. Sour, como de costumbre, no tenía prisa por nada así que regreso con su ama a paso lento permitiendo, sin proponérselo, que Noir lo siguiera ocultandose en las curvas de la escalera ascendente. El ángel la sabia allí, pero continuaba su marcha como si nada y no se detuvo sino hasta que llegó con Jerez. No tuvo que asomarse a ver para saber, también, que esa chica se quedó afuera escondida entre las columnas.

-Parece que tienes una admiradora- le comento la diosa mientras el ángel vaciaba la bebida en una copa que ella sostenía- ¿Es bonita?

-Es solo una niña- respondió Sour de forma indiferente.

Jerez expreso un poco de fastidio ante tan apática respuesta, pero no perdió tiempo con el ángel y volvió su atención al escenario. El ensayo estaba por comenzar. A Sour el espectáculo no lo cautivo ni un poco, en cambio, la presencia de esa chica en el corredor si tenía su interés. Tanto así que acabó saliendo hacia el pasillo, aunque seguido por la mirada de la diosa. Tan pronto el ángel se asomó a ver, Noir volvió a escapar corriendo escaleras abajo.

-Espantaste a la chica- le dijo Jerez medio riendo. Él no contestó.

No era la primera vez que una mujer parecía estar interesada en verlo de cerca, pero esa muchacha parecía tener otra intención en su actuar. Sin embargo, pese a que la diosa no se lo impidió, Sour no fue tras ella y volvió a su posición habitual. El ensayo duró unos cuarenta minutos y Jerez observó todo con mucha atención, en especial la actualización de la actriz que tenía que la interpretó. Con suavidad, pero no complacida, la diosa descendió al escenario para compartir su honesta opinión y acabar concluyendo que no había nadie capaz de interpretarla a ella también como ella misma, así que ante la sorpresa y cierto temor de los actores, Jerez decidió actuaría junto a ellos haciendo de su propia persona. Obviamente nadie cuestionó esa decisión y el director acabo dándole las gracias y diciendo que era todo un honor más todas esas cosas que se usan para endulzar los oídos. De este modo, en las siguientes semanas, la diosa y el ángel continuaron volviendo al teatro. Jerez se sumergía tanto en su actuación que a menudo Sour se quedaba sentado en las gradas sin nada que hacer.

Una de tantas jornadas en las que el ángel veía como su diosa dramatizaba aquella pelea, vio a Noir en la grada de enfrente. Ella lo estaba mirando, pero apenas él le devolvió la mirada, Noir huyó. Paso lo mismo en otras tres ocasiones. La chica escapaba de Sour en cuanto este le ponía los ojos encima. La curiosidad despertó en el ángel y en la última ocasión decidió resolver sus dudas. Cuando Noir corrió hacia el escenario, pues en ese momento estaba en la sala común de los actores, Sour simplemente se le cruzó en el camino logrando, con su abrupta aparición, que Noir cayera sentada en el piso de cristal.

Noir parecía se veía muy joven. Tal vez era una adolescente. La gente de ese mundo era longeva, era difícil saber incluso para un ángel que edad tenían exactamente. El vestido blanco de la muchacha se humedecido con la delgada capa de agua que había sobre el cristal que reflejaba un cielo de ocaso rojo y naranja como el fuego. Sour se hincó sosteniendo su cetro enhiesto como un mástil. De forma lenta, el ángel, le extendió la mano a la muchacha que se le quedó viendo con una expresión ingenua y curiosa. Dudó bastante en tomar esos dedos y cuando lo hizo no fue para sujetarse. Noir sostuvo esa mano como si fuera la cosa más extraña que hubiera visto en el universo.

-¿De verdad eres un ángel?- le pregunto- ¿Por qué no tienes alas entonces? ¿Y por qué tu cabellos no está hecho de plumas?

Sour se le quedó viendo un instante y luego levantó la vista a la cumbre de los arcos que rodeaban ese estanque. Ahí había una escultura de como en ese mundo creían eran los angeles. Tenían un aspecto humanoide, eran muy altos, delgados y su espalda salían al menos cuatro pares grandes alas. Sus cabellos eran hileras de plumas, ojos no tenían pupila y una máscara metálica les cubría nariz y boca. Sus dedos eran largos y terminaban en uñas todavía más largas. Los ojos de Sour volvieron a la muchacha que seguía examinando su mano con atención.

-No soy ese tipo de ángel- le dijo poniéndose de pie y haciendo ella lo hiciera también.

-¿No?

-No-¿Estás perdida?- le preguntó Sour al verla con más detenimiento.

-No- respondió Noir e intentó liberar su mano del agarre del ángel.

Sour la sujetó sin fuerza, viéndola directamente a los ojos. El ocaso había acabado, la noche entró suavemente en aquel mundo y el espejo de agua reflejó el firmamento. Una bóveda oscura salpicada de millares de puntos blancos titilantes que dieron la ilusión de que ambos estaban en una burbuja de estrellas. La luna creciente se alzada en el norte enorme y marfilada como la piel de la muchacha que parecía algo tan frágil y vaporoso que un suspiro hubiera sido capaz de disiparla. El ki la mayoría de seres vivientes era algo pequeño tenue como partícula de polvo en el viento para un ángel. Era difícil para ellos detectar la desaparición de un individuo a menos que sucumbiera con todo su mundo, pero la presencia de esa joven era todavía más sutil. Ella no estaba ahí realmente. Sour estaba seguro de que lo que tenía ante sus ojos no era precisamente un mortal. Pronto la luna también fue visible en el espejo de agua y la chica quedó entre una lámpara redonda y blanca que colgaba del cielo y una que parecía estar sumergida en el estanque. La alba luz la bañaba dándole a su piel y vestido un resplandor delicado, etéreo que a Sour le pareció una de las cosas más hermosas que había visto en su vasta existencia.

-Noir- murmuró, pero no para llamar a la muchacha que seguía mirándole como si dudará de su existencia, sino porque le pareció un poco cómico que alguien tan blanca llevará ese vocablo por nombre y se sonrió separando los labio, mostrando los dientes, arrugando la piel al rededor de sus grandes ojos violeta. 

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