Un fétido olor


—Siempre te miraba de lejos y envidiaba esa sonrisa tan bella, ese amor que tanto notaba en ti para todos a tu alrededor y por disfrutar a tus padres amorosos. Mientras tanto yo tenía que trabajar para llevar a mi mesa un pedazo de pan que alguien por lástima me obsequiaba. Y tú teniendo maestros particulares. Cuando mi madre murió sufrí más de lo que en años había llorado, la llevé a una balsa vieja al lago y le prendí fuego a su cuerpo acompañado de madera mientras de la orilla la veía arder, ¿Te imaginas vivir esa experiencia siendo una niña de 12 años? fue cuando juré vengarme por todas esas personas  pudientes que NO hicieron nada por nosotras.

—Espera Martha, mis padres NO fueron culpables de la muerte de tu madre, mis padres nunca la conocieron porque de haberlo hecho estoy segura la hubieran ayudado como a ti. 

— ¡Cállate! Tus padres sabían que había gente muy pobre en el lugar y nunca les importó ofrecer ayuda. Por ese motivo gocé asesinarlos, por su felicidad, por su amor, por sus sonrisas, por amarte tanto y porque me enamoré de Ji. Todo lo que tú tenías sería mío y por ese motivo estás aquí. Te voy a matar con mis propias manos, tu empresa, tu casa, tu manantial y el amor de Ji serán míos.

— ¡Suéltame desgraciada asesina! ¡cobarde! te voy hacer pagar lo que le hiciste a mis padres, al Señor Ye. Mátame ahora mismo porque si no lo haces te juro que yo misma te mataré a la primera oportunidad. 

Se acercó a mí y con la mirada de odio y las manos fuertes por ese sentimiento. Me golpeó en el rostro, en el cuerpo hasta que se cansaron sus brazos, hasta que vió correr mi sangre por diferentes partes de mi, así perdí el conocimiento nuevamente envuelta en mi sangre, en mi furia amontonada. 

—¡Váyanse de aquí! ¿Qué me ven? Chismosos, entrometidos. No quiero que pruebe bocado, ni le den agua a beber, que se ahogue en su propia sangre, regresaré en dos días a matarla, pero antes debe firmar unos documentos. Más les vale que la cuiden bien ustedes dos. Más tarde la suben al otro cuartucho y la encadenan de pies y manos. 

Podía escucharla aun cuando sentí como me desvanecí perdiendo el conocimiento, no comprendía nada hasta que escuché sus voces. "Era necesario que sufrieras esto por un motivo que ya conocerás Angélica" Libérenme, debo vengarme de esa estúpida asesina. "No podemos hacerlo" "Pronto tú misma lo harás".

De repente sentí como era cargada por esos hombres y llevada a otro lugar dentro de la casa. Me encadenaron asegurándose de ser lo suficientemente ajustada para no liberarme. Me ardía el rostro de dolor, mis manos estaban desesperadas por soltarse, mi cuerpo respondía con furia salvaje, deseaba con todas mis fuerzas ahorcar a Martha, yo misma le haría pagar su delito. De repente escuché un sonido que provenía de alguna parte de arriba de dónde me encontraba, volví a escuchar como un lamento. Solo...  mmm, mmm, mmm, una y otra vez se escuchaba. Aseguraba cuando llegué a ese horrendo lugar que era la única persona que esperaban, escuchar ese sonido me desconcertaba, me asustaba. ¿A quién más tendrían torturando? 

— ¿Puedes escucharme?

—Mmm, mmm, mmm.

—Espera, sólo responde mi pregunta con un sólo mmm si es un sí y dos mmm, mmm, sí es un no. ¿Me entiendes?

—Mmm.

— ¿Te tienen cubierta la boca?

—Mmm.

—Te voy a buscar, pero primero debo liberarme de estas cadenas para ayudarte y escapemos juntos. ¿Eres mujer?

—Mmm, mmm.

Logré mirar un eslabón de una cadena enmohecida medio abierta, la jalé y ajusté en el tornillo de la pared donde era sujetada la cadena. La encajé y tiré de ella con todas mis fuerzas, era muy resistente, no tanto como mi sed de venganza, al paso de unas horas y con sangre sobre mis manos logré abrirla y separarla, mis manos estaban libres pero con las cadenas en mis manos, muy cerca había una trinche con el que muy seguramente habían traído la paja, allí encajé otro eslabón de la cadena que sujetaban mis pies y le di vueltas, vueltas hasta que trocé el eslabón y separé las cadenas. Había unas escaleras de madera que llevaban a un ático, enredé en mis brazos el resto de la cadena para no hacer ruido y ser descubierta, subí lentamente escuchando levemente el crujir de la madera vieja y apolillada. Me preguntaba ¿A quién tendrían torturando?

—Señor, haga ruido para encontrarlo, no lo veo y está oscureciendo. Solo se hacía cada vez más penetrante el fétido olor. 

Escuché su "mmm" a la derecha y caminé sigilosamente deseando ser una sombra para no ser descubierta. Tropecé con el cuerpo del hombre y sentí sus manos rasposas sobre mis piernas, me llevé las manos a la boca para intentar no emitir sonido de asombro y miedo que sentía. Es un hombre mayor vestido con harapos, sucio totalmente, esbelto en demasía, podría decir esquelético y con un fétido olor que emanaba de su cuerpo. Sentí compasión por ese hombre, sentía su dolor como mío, su sufrimiento que al parecer era de mucho tiempo. ¿Que le habría hecho él a Martha para tenerlo en esas miserables condiciones? nada, no se necesitaba hacerle algo a esa desquiciada loca. 

—No me tenga miedo, le voy a quitar el trapo con el que cubrieron su boca, ¿Está bien?

—Mmm.

Su cabello enmarañado, largo, sucio y canoso me hacía sentir algo muy especial, despertaba en mí no solo empatía, sino amor. 

—No se preocupe, ahora podremos escapar juntos, denunciar a esta loca ante las autoridades y hacer justicia para nosotros y otros que ya no están conmigo.

Bajé mi rostro entristecido con lágrimas en mis ojos, con sentimientos de tristeza y dolor, era como si una nube negra se apoderara de mi interior y transformara mi fortaleza en rencor, en venganza, en esos sentimientos desconocidos hasta el día hoy para mí. 

— ¿No vas abrazarme, hija?

—Tú no eres mi padre, no me llames hija. — Lo miré fijamente, retiré el cabello sobre su rostro para descubrir al padre de Ji.

Me dejé caer a sus brazos con amor profundo, sintiendo un inmenso dolor que se convertía en alegría también.

— ¿Cómo se atrevieron a golpearlo de esta manera? ¡Malditos sádicos!

—No, no maldigas. Tú no eres como ellos. Dime por favor ¿Cómo está mi hijo? ¿Se casaron? ¿Soy abuelo?

—Señor Ye... ¿Mis padres murieron? Su hijo está muy bien, se pondrá feliz al verlo. No estamos casados, después de la noticia del fallecimiento de mis padres y usted me comporté como una cobarde y me alejé de él y hasta hace poco nos encontramos nuevamente, no hay nietos y no sé si los habrá.

—Sí, hija tus padres murieron lamentablemente. Yo me salvé porque tu padre se detuvo para que fuera a orinar entre las montañas y cuando volví los habían asesinado, ya habían prendido fuego al automóvil, me descubrieron al regresar pero escapé y por la noche me capturaron entre las montañas y desde entonces he sobrevivido entre mis heces, mis orines, en ésta miserable vida, comiendo a veces una vez al día, bebiendo un vaso con agua cuando se les da la gana darme, siendo golpeado diariamente, sobajado a las peores de las humillaciones.

—Lo siento mucho, perdóneme por favor. Esto nunca debió ocurrir, no puedo comprender el odio de esa loca mujer, de ser víctima sin ser culpable solo por haber crecido con amor y ser feliz, algo a lo que todos tenemos derecho, por sentir la dicha de enamorarme de un hombre perfecto y ser correspondida, no acepto que una persona infeliz me destroce la vida. 

—No tengo nada que perdonarte, tú no eres culpable de los sentimientos de esa mujer, te agradezco ames a mi hijo porque sé que él te ama mucho más a ti. Siempre me lo decía, soñaba en convertirse en padre contigo. Deja que la justicia terrenal y divina se haga presente en la vida de Martha, porque será implacable por sus delitos cometidos.

—Suegro debemos marcharnos ahora para evitar ser descubiertos.

Al tratar de ponerlo en pie me di cuenta que sus pies estaban destrozados por los golpes que ha recibido, por las heridas que nunca fueron sanadas, de él provenía ese fétido olor que invadía la casa.

—No se ponga de pie suegro, déjeme ver sus pies.

Al levantar la túnica que llevaba puesta, ya roída por las ratas seguramente, mi asombro y dolor volvían nuevamente a mi ser opacando mi felicidad de haberlo encontrado con vida, si a eso le podía llamar vida. Sus pies estaban destrozados completamente, gangrenados, tenía gusanos, hormigas e insectos comiendo su piel. Tuve que contenerme para no colapsar frente a él. Mi odio, mi cólera crecía a gigantescos pasos por mi ser, solo quería cobrar cada golpe que le causaron sufrimiento a mi suegro.  Martha iba a pagar, esa loca y desquiciada mujer.

—No podrá caminar señor Ye, pero no lo voy a dejar, voy a llevarlo con su hijo y conmigo, lo vamos a cuidar y va a sanar, verá crecer a sus nietos porque pienso regalarle más de uno.

— ¿Tan mal me ves hija?

—No, no, perdóneme. Tengo cólera hacia esa mujer.

—Solo te voy a estorbar para que tú te salves y si te sucede algo no me lo voy a perdonar. Me sentí muy feliz de escuchar tu voz y una inmensa intranquilidad también al saber que te tenían. Vete por favor, busca ayuda y regresa por mí. Dile a mi hijo que lo amo.

—No, no me diga eso por favor. —Lloraba a mares con sus palabras, sacaba toda la tristeza contenida en el cofre olvidado de la melancolía— Me lo voy a llevar conmigo, lo prometo. No lo voy abandonar. Todo estará bien, vea mis ojos, le prometo que todo estará bien.

—Creo en ti hija. Pero no debo ser una carga para ti. 

—No, no lo es, no vuelva a repetir eso por favor. Voy a cargarlo y nos marcharemos de aquí sin hacer ruido, voy a cubrirlo totalmente con ésta cobija.

Jalé una cobija sucia del piso y lo cubrí completamente, sabía que su vida peligraba y nunca me perdonaría no salvarlo, el único pensamiento era que Ji tenía que abrazarlo, aun cuando me entristecía pensar que lo viera en esas condiciones, estaba segura que lo alegraría al devolverle a su padre por el tiempo que fuese. De la misma manera que yo pedía unos minutos para besar, abrazar a mis padres y repetirle mil veces cuanto los amo.

Gracias a su esbelto y casi cadavérico cuerpo lo podía cargar casi sin dificultad, bajé lentamente las escaleras, lo dejé sobre el piso y salí para ver donde se encontraban nuestros verdugos, no logré verlos en ninguna parte y supe que era el momento de correr a las montañas y confiar en mis hadas para que nos guíen camino a casa. No me abandonarían ahora que las necesito.

Atravesamos el camino de terracería escondiéndonos entre los árboles y la maleza, bajé un acantilado agotada y caminé por la orilla del lago suplicando no encontrar algún animal salvaje. Cuando estuve lo suficientemente lejos me detuve para lavarle las heridas a mi suegro en el lago y retirar los animales que le comían la poca piel que cubría sus débiles huesos. Terminaba de lavarla cuando escuché ruidos, eran 4 hombres que se acercaban con rifles en sus manos, el pánico me invadió, corría por mis venas con mi sangre.

—Buenas noches, ¿Están perdidos? Son fugitivos ¿Verdad?

—Sí, estamos perdidos. ¿Pueden ayudarnos? Nos tenían secuestrados por eso llevo estas cadenas. 

—Claro señorita.

Cargaron a mi suegro y nos ofrecieron mantas limpias, agua para beber y comida que sacaron de mochilas, los seguí hasta llegar a un puente que nos llevaba a una embarcación, mi suegro deliraba porque estaba ardiendo en fiebre. Lo cual era muy común para él y había aprendido a tranquilizar su cuerpo por medio de la meditación, pero no era suficiente necesitaba urgente atención médica. 

—Los llevaremos al pueblo más cercano, debemos llegar inmediatamente a un hospital, sino lo hacemos este señor morirá en el trayecto.

—Por favor dense prisa. No puedo perder a mi suegro. Debe ver a su hijo. 

Después de unas horas llegamos al puerto y nos subimos a un automóvil para ser trasladados al único hospital que había en el pueblo.

—Debo hacer una llamada. ¿Podría prestarme su teléfono celular, señor?

—Claro. Aquí lo tiene.

Dudaba a quién llamar primero si a Ji o al comandante Ortiz, pero sabía que Ji corría peligro y decidí llamar al comandante.

—Por favor podría comunicarme con el comandante Ortiz de parte de Angélica, es urgente.

— ¡Angélica! ¿Dónde te encuentras? ¿Estás bien? Te hemos estado buscando desde ayer, aquí están conmigo Ji y Gabriel. 

—Por favor escúcheme muy bien, Martha me secuestró, ella asesinó a mis padres, deben ir inmediatamente a arrestarla y proteger a Ji de ella, ahora vamos al hospital del pueblo, dígale a Ji que es urgente me alcance, acá los veo, dense prisa por favor. Suegro, ya viene en camino Ji, lo podrá ver, abrazar y decirle que lo ama, resista por favor. 

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