Las Hadas
—Sí, no lo dudaría por un segundo en decirte mi respuesta. Eres bienvenido a tu casa. Me encanta la idea de que un hombre cocine para mí. Recuerda que no dijiste por cuanto tiempo, "Todas las tardes".
—Así será, todas las tardes. ¡Te acabaste tu porción! ¿Deseas que te sirva un poco más?
—No, muchas gracias. Solo deseo descansar.
Me arropé con una franela que estaba sobre el sillón y Ji se acercó recostándose sobre mis piernas, mientras yo acariciaba su tupido cabello negro.
—No quiero irme y dejarte sola.
—Yo tampoco quiero.
Dormimos horas en el sillón, hasta que me moví y se despertó.
—Vamos a la recámara para descansar. ¿Te parece?
—Sí, pero NO me cargues, yo puedo caminar.
—Lo que su majestad ordene.
Al llegar a mi recámara y desdoblar los cobertores sentía nervios al dormir a su lado, me preguntaba ¿Que pasaría entre nosotros?
—Debo quitarme este vestido, si quieres te presto un pantalón rosita para que duermas Ji, al igual que una camiseta, si no te importa el color.— Le dije entre risas.
—Sabes que un color no predomina el sexo, te lo agradezco y lo acepto. Me gusta el color rosa. Si no te importa deseo ducharme rápido, al menos tú lo hiciste en el manantial.
—¡Adelante, hazlo! —Mientras le señalé la puerta del baño yo me fui a mi closet vestidor a ponerme mi pijama, un lindo conjunto rosa aborregado. Saqué de mis cajones un pantalón rosita con búhos azules al igual que la camisa. Entré al baño diciéndole que le dejaría la ropa en el tocador, contemplé su perfecto cuerpo a través del cristal templado. Delgado, alto, con piernas tonificadas y muslos anchos marcados, sus brazos largos un tanto fornidos. En más de una ocasión deseaba entrar con él, hacerle el amor. Pero no debía hacerlo, no. Mejor decidí ir acostarme con mi inquietud en brazos. Realmente fue rápido su baño y cuando menos lo pensé ya estaba a mi lado hablándome.
— ¿Ya te dormiste? pequeña princesa.
—No, hombre perfecto. —Se sonrojó.
— ¿Te importa si duermo junto a ti? O prefieres lo haga en el sillón pequeño de aquella ventana que se ve bastante incómodo. —Hacía caras de sufrimiento y suplicando fuera lo contrario mientras su dedo señalaba el sillón.
—No. —Mis carcajadas hicieron eco en la recámara— Recuéstate junto a mí. —Se acercó a mi espalda y con su brazo me enlazó a su cuerpo, fui sintiendo su cálido aliento en mi cuello como en mis oídos y su varonil cuerpo erizar el mio.
—Cuando venía a verte todas las tardes no pensé que por las noches hiciera tanto frío, en el día es común el calor del verano, pero por las noches hace mucho frío como si fuera invierno.
— ¿Cuánto tiempo te quedabas? —Mientras me doy vuelta para ver esos ojos negros que podrían matarme cuando lo quisieran con solo un vistazo o llevarme al paraíso en la tierra con una sublime mirada— Cuéntamelo todo Ji, mientras escuchaba los latidos de su corazón.
—No había un día que no viniera, a cualquier hora lo hacía, te veía y deseaba correr abrazarte pero llegaba él y lo hacía y yo me marchaba. Te observaba un día cuando de repente cayó una fuerte lluvia y corriste a cubrirte en la casa de Bruno, me carcajeaba al verte dentro de su casita. Como cuando te caíste mientras jugabas con el aire o platicabas sola sonriendo. Cuando venía por las tardes te veía beber café con Gabriel mientras se mecían en la hamaca, deseaba ser yo cuando te abrazaba. Y una vez cuando se besaron... Aun así continúe regresando, no había nadie a quien le preguntara cómo estabas, si necesitabas algo, así que solo agradecía el poder verte feliz, el verte sana, eso me fortalecía. Solo en sueños te veía como estás ahora conmigo recostada sobre mi pecho, solo en sueños te hacía el amor, te besaba, te abrazaba tanto como te anhelaba cada día.
—Sabes que fue muy difícil la pérdida de mis padres, siempre he pensado que no fue un accidente de auto lo que les causó la muerte incluyendo a tu padre que los acompañaba, siempre he creído firmemente que fue un atentado aun cuando me viniera huyendo a refugiarme en mi soledad, en mi tristeza, en mi luto. Si no me hubiera encontrado Gabriel no sé qué fuera de mí, así como a mis amigos del manantial que me salvaron la vida. Me enfrasqué en mi dolor y te alejé de mi vida, fui inconsciente al no pensar en tu dolor, en tu pérdida, te pido perdón por eso, debíamos compartir nuestro duelo como nuestro amor, fui egoísta al abandonarte y abandonar el emporio de mis padres.
—No llores mi pequeña princesa.
Me aferré a su pecho llorando, recordando la muerte repentina de mis padres en un momento crucial en nuestras vidas, mi soledad me invadía y la tristeza al saber que era una huérfana. "Mi pequeña princesa" como me decían mis padres y me decía Ji al igualar el amor de ellos por mí, en diferente forma pero con la misma intensidad de amarme para toda la eternidad.
—Dime quienes son tus amigos de la pradera. ¿Cómo fue que te salvaron la vida?
— ¿Me das tu palabra que me vas a creer si te lo cuento?
—No dudaría de ti.
—Pero diste por hecho que era feliz y hasta tenía una relación con Gabriel.
—Los vi besarse, los veía abrazarse todos los días, siempre juntos. ¿Qué otra cosa podría pensar?
—Simplemente que éramos amigos. Que me estaba protegiendo. Que se preocupaba por una mujer sola que vive en una montaña desolada, bueno que él vive muy cerca de mí. Somos los únicos viviendo aquí. Nos cuidamos ambos, nos ocupamos de acompañarnos.
—Ahora lo entiendo y se lo agradezco, menos que te besara y tú le correspondieras.
—No fue así, quizás te fuiste antes de ver el final. La tarde que enterramos a mis padres me sentía sola, abrumada, desesperada, castigada por Dios, estaba sola. ¿Quién me protegería? ¿Quién me amaría como mis padres? No me importaba el poder de una empresa, el dinero, la clase social de los ricos y distinguidos. Cuándo todos se marcharon del entierro, cuando te pedí me dejaras sola... Me fui corriendo a la pradera, al manantial. No miraba por donde corría por mis lágrimas, tropecé con unas rocas y caí a un pequeño abismo, todo se cubrió de espesa niebla y perdí el conocimiento, desperté al sentir algo tibio en mi cuerpo que me daba calor, pensaba que era mi cobertor y quise jalarlo pensando que estaba en mi cama recostada, pero vi una luz brillante dorada, eran burbujas de agua que flotaban a mi alrededor, las acaricié y eran tibias, me estaban dando calor, pensé que estaba soñando, sentía paz y tranquilidad inmensa, me acurruqué entre las piedras y me dormí. Cuando volví a despertar ya estaban los rayos del sol encima de los árboles, descubrí que estaba en una gruta y salí para ver dónde estaba exactamente, si podía reconocer el lugar pero nunca había estado allí, era completamente desconocido. Era maravilloso, único, era el cielo mismo rodeado de agua cayendo del manantial, plantas y follajes de todo tipo, flores que nunca había visto y la densa niebla era como las nubes del cielo pero en mis manos. Entonces me pregunté ¿En dónde estoy? Fue la primera vez que escuché sus voces.
—No te asustes Angélica, caíste de una mediana altura pero mis hermanas (os) aligeraron tu caída. Te recostaron dentro de la gruta y te dieron calor para que no sintieras frío.
Era una voz tierna, angelical que retumbaba por todo ese bello lugar, no sabía si provenía de mi mente y yo la estaba inventando, creando, pero fue mentira cuando la vi flotando en el aire, un hada, una hermosa hada tan pequeña como los colibríes, tan colorida como las mariposas, tan viva como el agua del manantial.
— ¿Puedes hablarme? ¿Existes? ¿En verdad te estoy viendo? ¿Cómo te llamas? Gracias a tus hermanas por cuidar de mí, por darme calor, por protegerme.
—No es nada Angélica.
Giré bruscamente la cabeza detrás de mí para ver esas hermosas hadas volando por encima de mi cabeza, una, dos, tres, siete hadas hermosas. Que se hacían visibles cuando lo decidían y se volvían invisibles cuantas veces lo querían, me dejé caer en una piedra sujetando mi cabeza fuertemente con las manos, no podía dar pie a lo que veía pero están frente a mí. ¡Existen, me salvaron la vida!
— ¿Hay algo que yo pueda hacer por ustedes en agradecimiento por salvar mi vida?
—Si la hay, solo se feliz, sonríe, vive la vida. Tus padres están con nuestro padre, no te preocupes por ellos, debes continuar con tu destino, debes cumplir con lo que se espera de ti.
—No sé qué debo hacer, me siento muy triste por la pérdida de mis padres aun cuando ustedes me digan que están bien. Necesito tiempo para encontrarme con mi verdadero ser. ¿Puedo? ¿Qué esperan de mí y quien?
—Todo será como debe ser, en el tiempo indicado. Nosotras estaremos contigo si tú nos aceptas.
—Si, por supuesto que sí. Me transmiten amor, paz, y me siento feliz.
—Eso hacemos las hadas, ahora se acercara un joven que te ayudará a encontrarte con tu ser espiritual, te vamos a dejar dormida sobre el césped.
De repente estaba desorientada, me sentí sujetada y caminando sin utilizar mis pies, abrí los ojos y grité asustada al ver los ojos grandes color miel de un hombre que me llevaba cargando.
— ¿Quién eres? ¿Qué me hiciste? ¿Eres un mago?
El pobre hombre me veía desconcertado como se ve a una loca seguramente. En eso escuché sonrisitas y vi a las hadas detrás de él volando, no pude controlarme y grité aterrada golpeándolo en la cara.
— ¡Bájame! ¡Detente! ¿Adónde me llevas? Mira a esas hadas detrás de ti me están siguiendo, se están riendo de nosotros.
—Cálmate, te encontré desmayada en la gruta del manantial, al parecer caíste de un acantilado pero no sé cómo sobreviviste, te golpeaste la cabeza.
— ¿Cómo lo sabes?
—Tienes una herida en ella. Estabas sangrando y te puse una planta curativa nativa de la región, pero debo darte de comer y beber, te llevo a mi casa, no está lejos, ya casi llegamos. ¡Mírala, allá está!
A pesar que hablamos no dejábamos de caminar mientras observaba a las hadas revolotear alrededor de nosotros, miré al frente y estaba delante de mí el más hermoso atardecer que hubiera visto antes, el sol ocultándose entre las montañas parecía un botón pequeñito cambiando los colores a su antojo, iluminando los colores arena y café de los montañas. Lo verde de toda la variedad y tamaño de los árboles como de las plantas a través de sus agujeros de luz solar. ¡Que maravilloso espectáculo natural! ¡Que obsequio de la naturaleza!
Pude ver dos casitas a lo lejos y un gran, gran y extenso terreno sembrado que al estar siendo regado podías apreciar a la distancia como se formaba el arcoíris con los rayos del sol en el agua bañando cada planta.
— ¿Puedes caminar? ¿Cómo te llamas? Yo me llamo Gabriel.
—Sí puedo caminar, gracias por cargarme. Mi nombre es Angélica.
—Tus ojos son angelicales, debe ser por eso que te pusieron ese bello nombre tus padres. ¿De dónde eres? Nunca te había visto por aquí antes, y es raro porque el pueblo más cercano está a un día de distancia, solo está una empresa muy grande donde extraen minerales y dónde fabrican collares con piedras preciosas, he escuchado que los dueños son excelentes personas, les tienen casa a sus trabajadores y les dan mucho más prestaciones que otras empresas en su ramo. ¿Trabajas para ellos en la mina?
—No. No recuerdo nada. —Le mentía porque no deseaba recordar la muerte de mis padres.
—Debe ser por el golpe en la cabeza, ya recordaras con el tiempo, al menos recuerdas tu nombre. Si quieres te puedes quedar conmigo, tengo una casita que está sola, te la puedo prestar en lo que te recuperas y me puedes ayudar en el campo a cambio.
—Sí, acepto. Me gusta mucho la idea de vivir en el campo.
Al llegar a su casa Gabriel como todo caballero me preparó la ducha, amablemente me indicó dónde estaba el baño y ya estaba listo. Me decía que me diera todo el tiempo que quisiera, que él estaría afuera de la casa, al entrar al baño vi la tina llena con agua caliente y espumosa.
—Espera Gabriel, ¿Que tiene el agua? ¿Por qué tiene tanta espuma azul?
—Tiene sales espumosas, eso te hará sentir relajada. Solo las preparo de color azul para mí, después te prepararé unas rositas o en tu color favorito. Disfruta, relájate y descansa. Te dejaré sobre la cama un cambio de ropa, es todo lo que te puedo ofrecer, está fea pero limpia.
—Eres muy amable Gabriel, muchas gracias.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top