《Segunda parte》
Ojos marrones. Pelaje blanco y cuatro patas.
¡Ese era yo!
¡No! ¡Ese claramente no podía ser yo! ¿Qué demonios era lo que estaba pasando? Tenía que estar soñando porque claramente aquello no era posible.
—¡Christopher, arriba! ¡Se hace tarde para la universidad!—anunció mi madre entrando en mi habitación. Me quedé completamente quieto contemplándola y su ceño se frunció apenas se dio cuenta de mi presencia.—Hola, bonito. ¿Qué haces aquí?—cuestionó tomándome entre sus brazos.
—¡Mamá, soy yo! ¡Soy un gato!—le grité pero ella rio frotando mi cabeza y tengo que admitir que se sentía condenadamente bien. ¡Pero ese no era el punto!
—¡Christopher!—me llamó de nuevo sin soltarme avanzando hasta la puerta del baño. La golpeó un par de veces.
—¡Mamá!—grité de nuevo pero ella suspiró.
—Tranquilo ¿tienes hambre?—cuestionó sosteniéndome entre sus manos y colocándome a la altura de sus ojos.—¿Christopher, fuiste tú quién trajo este gato blanco a la casa? ¡Es muy lindo!—agregó en dirección a la puerta del baño.
—¡Mamá, por favor!—chillé entre sus manos.—Soy yo ¿Qué no te das cuenta?—reclamé y cuándo su mano derecha comenzó a rascar detrás de mis orejas solté un ronroneo.—¡Deja de hacer eso, por dios!—exclamé cerrando los ojos de placer.
—Bueno, en vista de que mi hijo parece ser que se fue temprano a la universidad, y que tú eres el nuevo integrante de esta familia...vayamos a desayunar—musitó mamá y yo negué un poco.
—¡Mamá!—le grité de nueva cuenta y ella rio.
—¿Y ese maullido? ¡Debes estar hambriento!—solté un chillido.
—Perdóname por esto, de verdad que no quiero hacerlo pero realmente no tengo otra opción—murmuré antes de clavarle las uñas en la palma de la mano. Me dejó caer de golpe al suelo. Lo raro del asunto es que el golpe no dolió. Ni siquiera lo sentí.
Suponía que después de todo tener cuatro patas servía para algo.
"Piensa rápido, Christopher. ¿Qué vas a hacer ahora?" me preguntaba a mí mismo. Hasta que por supuesto, la mejor idea posible llegó a mi cabeza.
(...)
Conocía el camino a la perfección pero para ser completamente sincero era mucho más práctico cuándo ibas encima de un auto. Caminar –aunque fuese en cuatro patas- era demasiado cansado.
Me quedé completamente quieto observando la casa de Alana, primero tendría que pensar cómo demonios iba a comunicarme con ella porque gracias a mi maldita suerte ahora era un estúpido gato y nadie me podía entender. Pero ese era el menor de todos mis problemas –por el momento-.
Lo que realmente me preocupaba era como demonios iba a subir hasta la habitación de Alana. Me senté lentamente sintiéndome totalmente raro, me gustaba más la forma tradicional con la silla incluida quiero decir, no con el trasero en el suelo.
Me concentré en el enorme tronco del altísimo árbol recordando la vez que lo había escalado para entrar de contrabando en la habitación de mi mejor amiga. Aunque claro, era mucho más practico cuándo podía utilizar las piernas y las manos.
—No puede ser tan malo—murmuré antes de comenzar a avanzar al árbol. Y no lo fue. De hecho fue totalmente sencillo escalar un árbol. —Ser un gato tiene sus ventajas—susurré y luego negué—Que estupideces estoy diciendo, por dios—me reprendí antes de saltar al alfeizar de la habitación de Ali.
La ventaba estaba abierta así que entré lentamente sin problemas y avancé por su ordenada habitación, salté a la cama donde ella estaba profundamente dormida y negué un poco dándome cuenta que Alana había aprobado todas las materias de manera satisfactoria y por eso no tenía que ir a la universidad para presentar ninguna prueba y...
¡Santa mierda! ¡El examen de literatura!
Ahora sí nada me podía salir peor. Era un gato...un gato reprobado.
Me acomodé a los pies de mi mejor amiga totalmente resignado a que cuándo todo volviese a la normalidad recibiría el peor regaño de mi madre y tendría que humillarme con la profesora para que me dejara volver a presentar el examen.
Abrí los ojos de golpe apenas un grito llenó el aire.—¡Ali!—le grité y sus ojos se abrieron de golpe al mismo tiempo que saltaba de la cama.
—¿Qué demonios...?—cuestionó asustada sin dejar de obsérvame fijamente.—Christopher, no sé cómo demonios entraste en mi habitación y como hiciste para traer este gato hasta aquí pero más vale que lo saques de una vez porque soy alérgica al pelo de los gatos—masculló y automáticamente mi corazón dejó de latir.
—¡Santa mierda! Eso es cierto—respondí y ella parpadeó un par de veces.
—¿Cómo demonios haces para que el gato abra la boca al tiempo que tú hablas?—preguntó en voz baja.
—¿Qué?—me puso de pie...o en cuatro patas, quiero decir—Espera un momento... ¿puedes entenderme?—cuestioné y como respuesta un cojín se estrelló contra mi.—¡Alana! ¡Deja de hacer eso!—la reté y ella se llevó las manos a la boca tratando de evitar un estornudo.
—Un gato me está hablando...—susurró—Dios mío, debo estar soñando, debo estar dormida o debo estar borracha—musitó cerrando los ojos al tiempo que un nuevo estornudo brotaba de sus labios—¡Joder!
—No estás ninguna de las tres, o al menos las dos primeras no—murmuré y ella se frotó los ojos con ambas manos.
—¡Estoy loca!—farfulló frotándose la nariz que de a poco comenzaba a ponerse roja—Dios mío...
—¡Ali escúchame, por favor!—pedí.—¡Soy yo, Christopher!—inquirí y ella dejó escapar el aire de sus pulmones.
—¿Qué rayos...?—musitó asustada—¿Qué demonios te pasó?—me gritó llena de sorpresa.
—¡Soy un gato, Ali!—le informé sentándome en la cama. Ella parpadeó un par de veces tratando de comprender qué demonios era lo que yo le estaba diciendo. Por supuesto que no debía ser fácil asimilar que un gato te hable pero por alguna extraña razón que todavía no comprendía ella era la única que podía entenderme.
Para mi madre cada vez que le hablaba no eran más que maullidos pero para Alana era diferente, me podía comunicar con ella aunque la hiciera estornudar cada vez que me acercaba a menos de un metro de distancia.
—Eso es lo que veo—musitó apartando la mirada cuando un nuevo estornudo estaba por llegar.
—¿Me crees?—pregunté estúpidamente y ella me miró un momento.
—Sí, bueno...te estoy viendo.—susurró—Lo que no entiendo es que demonios hiciste para terminar siendo un gato...
—Yo tampoco lo entiendo, créeme—hice una pausa—¡Tienes que ayudarme, Ali!—supliqué y de haber podido juntar mis manos para hacerlo más real lo hubiese hecho.
—Eres el tipo de chico que con sus acciones siempre me sorprendes pero esto definitivamente es otra cosa, Christopher—me dijo apretando sus ojos con fuerza.
—¡Por lo que más quieras, Alana! ¡Ayúdame!—repetí impaciente. Ella dio un paso al frente y automáticamente soltó un estornudo. Volvió a su postura anterior y negó un poco sin dejar de mirarme.
—Creo que esto va a ser muchísimo más complicado de lo que pensé...
(...)
—¡Me niego!—respondí odiando el hecho de no poder cruzarme de brazos.
—¡No es que tengas muchas opciones de todos modos, Christopher Vélez!—declaró Alana sin apartar sus ojos de los míos un momento.
—Me niego a ir en tu bolso—exclamé lanzándole una mirada tan mala como me fue posible.
—O vas en mi bolso o te quedas aquí mientras yo voy a biblioteca e investigo un poco—hizo una pausa—Y no es por presionarte pero sabes de la obsesión que tiene Lissa por los gatos—añadió mirándome.
Negué un poco totalmente frustrado antes de comenzar a caminar en dirección a su enorme bolso que permanecía abierto para que yo pudiese pasar. En cuanto me acerqué Alana estornudó y se tapó la nariz con la palma de su mano.
—¡Lo lamento!—anuncié y ella negó.
—¡Deja de decir que lo lamentas! Esta es la vez número...bien, en realidad ya he perdido la cuenta—susurra. —Vamos gato Chris, andando...
—¡Muy graciosa!—respondí ofendido.
—Entre más rápido nos pongamos a investigar más rápido vamos a encontrar una solución a esto para intentar volverte a la realidad—declaró dando un paso atrás cuando comencé a entrar en el bolso.
—Siento que he perdido la dignidad en el mismo momento en el que puse un pie...no, una pata dentro—Alana soltó una carcajada y negó un poco.
—¡Deja de quejarte que perdiste la dignidad desde hace mucho tiempo y no precisamente por entrar en mi bolso!—replicó y yo solté un suspiro que más bien pareció un ronroneo.—Oye Chris...—me llamó en el mismo momento en el que tomaba el bolso.
Por ende yo y todas las cosas que estábamos dentro nos desestabilizamos—¿Si?—cuestioné en un jadeo una vez que logré mantenerme en equilibrio.
—¿Se siente bien cuándo te rascan detrás de las orejas?—bromeó.
—¡Cállate!
El camino a la biblioteca fue ajetreado. Yo no paraba de hablar sacando la cabeza por la superficie del bolso de Alana para poder observar a las personas a nuestro alrededor y ella no paraba de empujar mi cabeza dentro con la palma de su mano provocando en el acto que muchas personas nos miraran.
—¿Puedes mantenerte quieto, por el amor a dios y a todas las cosas buenas?—inquirió deteniendo su caminata frente a la biblioteca de la ciudad.
—¿Por qué no me respondes?—pregunté ofendido.
—Porque ya me veo tonta llevando un gato en mi bolso. ¿Cómo crees tú que me voy a ver hablándole?—cuestionó mirándome fijamente.—Lo digo en serio, Christopher...tienes que mantenerte en silencio porque los animales no pueden entrar en las bibliotecas y lo sabes...no podemos darnos el lujo de que nos echen a patadas de aquí antes de siquiera haber entrado sólo porque no puedes ser capaz de contener tu diarrea verbal—se mofó.
—Si...mamá...
Podía escuchar a Ali hablándole a la bibliotecaria sobre el clima. Por un solo momento me sentí tentado en decirle que a quién mierda le importaba el clima cuándo había mejores cosas por hacer, pero recordando su advertencia preferí quedarme en silencio porque delatarnos definitivamente iba a ser un muy grave error. Me mantuve ocupado observando las cosas de Alana que me rodeaban; su cartera color café, un bolígrafo negro y una libreta morada, un pequeño paquete rosado que llamó la atención y de haber podido estoy completamente seguro que me hubiese sonrojado cuándo terminé de comprender de que rayos se trataba.
Pero los gatos no se sonrojan.
—Espero estés listo para comenzar con nuestra búsqueda exhaustiva para tratar de comprender porque demonios eres un gato...—informó Alana en voz baja e incluso aunque no la podía ver sabía que tenía esa increíble sonrisa que me desarmaba. Esa sonrisa que yo amaba.
—Oye Ali... ¿Te puedo hacer una pregunta?—cuestioné y ella suspiró.
—Pues te dije que te mantuvieses en silencio pero creo que una pregunta la puedo tolerar—musitó en un murmullo.
Ronroneé y volví a sacar la cabeza por la superficie del bolso para mirarla—¿Ese paquetito color rosa que tienes aquí... es esa cosa que usan las mujeres cada mes, verdad?—cuestioné para molestar.
Ella bajó la mirada hasta toparse con mis ojos y antes de que yo pudiese hacer cualquier movimiento, su bolso estaba moviéndose de un lado al otro haciéndome perder el equilibrio. Me reí -o ronroneé, la verdad es que aún no lo podía comprender- en voz baja y me recosté encima de la cartera.
—¡Deja de decir tonterías, por favor!
Me mantuve en silencio cuándo Alana colocó el bolso en una mesa al fondo de la biblioteca, el lugar más íntimo que pudo encontrar y se perdió por los pasillos del lugar abarrotados de libros de todas las clases.
Y volví a pensar en ello. Yo abriendo la puerta de la habitación de la casa de Valerie, Melinda en la cama con un sujeto, yo yéndome de la fiesta y pateando un gato, la pelea con Alana y luego la barra libre de un bar. Entrando en mi habitación y el estúpido gato negro en el cristal de la ventana.
Mi corazón se aceleró un momento comprendiendo un... realidad dos pequeños detalles.
¡El gato negro y la mala suerte!
—Encontré varios libros sobre cosas insólitas, no sé en sí cómo podría ayudarnos pero sí hay algún documento que hable sobre personas que se han convertido en animales creo que también podría haber algo más de cómo revertirlo y... ¿qué es lo qué te pasa?—cuestionó y aunque no la miré supe que me estaba observando.
—¿Recuerdas al gato negro de la noche de ayer?—pregunté y ella me miró fijamente.
—¿Al que pateaste?—añadió apretando la mandíbula—Lo recuerdo ¿por qué...?
—¡Era un gato negro!—exclamé.
—Y tú eres un gato blanco ¿qué tiene eso que ver?—negué.
—¡Qué los gatos negros son de la mala suerte! ¿Recuerdas que te dije sobre mi investigación...?—asintió lentamente.—Anoche cuándo llegué a la casa en la ventana de mi habitación había un gato negro contemplándome. Era...cómo sí me hubiese estado diciendo algo...
—No me vas a decir de verdad que estás pensando que el gato que viste en la ventana te embrujó o algo así ¿cierto?—cuestionó sin apartar sus ojos de los míos.
—¡Es que no encuentro otra explicación, Ali!—exclamé.
—¿No era que tú no creías en esas cosas?—se burló.
—Tal vez es hora de comenzar a creerlas...
_ _ _ _ _ _ _ _ _
No sé porque-e-e-e-e-e-e-e-e-e yo por gato me lo busqué, yo por gato me busqué. Ahre. JAJAJA
¡HOLILOLIIIIIIIIIIII! ¿Cómo anda todo el mundo? ¿Cómo les fue en su primer día de escuela?
Nos leemos más tarde –si es que no me quedo dormida, quiero decir.-
Muchos besos y pásenlo lindo.
Gloria, xx.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top