《Cuarta parte》

—¿Qué es lo que te pasa?—cuestioné luego de un par de minutos de silencio. Alana se mantenía en silencio sin dejar de mirar la calle y sin despegar las manos del volante del auto.

—No me pasa nada—respondió sin mirarme.

—¿Es por qué te dije que estoy enamorado de ti?—pregunté en voz baja.—No sé cómo pasó, no sé en qué momento crucé la delgada línea entre la amistad y el amor pero te prometo que es verdad...no intento lastimarte ni jugar contigo...por eso nunca te dije nada...—expliqué lentamente.

—¿Cuándo comenzaste tu relación con Melinda ya sabías que estabas enamorado de mí?—cuestionó en voz baja.

—Si—susurré y ella negó un poco—Nunca quise decir nada porque tú siempre me decías que era tu mejor amigo...no quería arruinar eso que teníamos...las amistades que se convierten en relaciones amorosas nunca terminan bien...por eso prefería callar...tenía la esperanza de que si tenía una relación con alguien más entonces el amor que sentía por ti volvería a ser el que un amigo le tiene a su amiga...Ali...—musité lentamente en voz baja.

—Sé que no justifica lo que ella te hizo pero...tú le hiciste lo mismo...—reclamó lanzándome una mirada fugaz.

—Lanny...—la llamé en voz baja.

—Te amé en silencio, Christopher...por años...—confesó lentamente y automáticamente mi corazón comenzó a latir descontroladamente dentro de mi pecho.

—¿Qué?

—¿Te imaginas lo que sentí cuándo me viniste a decir que le ibas a pedir a Melinda que fuese tu novia? ¿La manera en la que me sentí cuándo me dijiste que te ibas de vacaciones de invierno con ella? Me sentía terrible, sentía que el corazón se me partía en millones de pedazos porque estaba obligada a sonreírte y a desearte lo mejor siempre...porque eras mi mejor amigo aunque en el fondo estaba derrumbándome a pedazos...—me explicó y negué un poco.

—Lo siento tanto, Alana. No tenía ni idea que te sentías así...

—Escucha....discutamos esto después...justo ahora es lo que menos importa, tenemos otros problemas en los que deberíamos enfocarnos primero ¿no crees?—cuestionó lanzándome una mirada fugaz.

Me quedé completamente quieto observándola aun con el corazón en un puño—Creo que si...

—Bien, pensemos...sí tu acto de amor verdadero no es Melinda y tú crees que soy yo... ¿Qué se supone que tenemos que hacer?—cuestionó débilmente.

—¡Bésame!—pedí y ella parpadeó un par de veces.

—¡En tus sueños!—protestó de inmediato.—Ni siquiera puedo estar a menos de un metro de ti porque me provocas alergia...¿Cómo se supone que voy a besarte?—cuestionó en medio de un largo suspiro.

—Podemos ver a una psíquica—anuncié y ella rio.

—¿Una psíquica?—preguntó en voz baja.—¿Por qué una psíquica?

—Bueno, en la historia de Feles, él iba a ver a una bruja que vivía fuera de los territorios de su reino...ella le dijo que había hecho enfadar a Baset...

—Bastet—me corrigió de inmediato.

—Si, a ella—entorné los ojos.—¿Por qué no podría funcionar conmigo?—pregunté en voz baja.

—Bueno, porque básicamente esa historia puede ser o no ser ficción, porque no eres un rey y porque de dónde demonios vamos a sacar a una psíquica—replicó y yo sonreí. O por lo menos espero que ella haya entendido la sonrisa.

—Creo que podríamos comenzar una buena búsqueda en internet...—respondí.

—Supongo que si...—susurró.

—Y nunca te lo había dicho pero tu cama es realmente cómoda—anuncié y ella soltó una carcajada.—Y no es por molestarte o algo parecido pero me muero de hambre...

—Creo que podría comprarte una lata de comida para gatos...—declaró y yo por pura inercia la miré ofendido.

—¡Eso es asqueroso! ¡Yo no soy un gato!—me quejé.—Bueno, sí. Si soy un gato...pero sabes a lo que me refiero...

—Sé a lo que te refieres...

(...)

—¿Se puede saber por qué demonios trajiste a mi casa a esa cosa peluda?—cuestionó la madre de Alana apenas me vio sentado encima de un silla de madera junto al desayunador de mármol de la cocina.

—¡Déjalo en paz, mamá!—protestó mi amiga.—Es Christopher...

—¡Me parece una falta de respeto hacia Chris que le hayas puesto su nombre al gato!—agregó poniendo sus manos encima de su cintura. Le lanzó una mirada reprobatoria a Alana tal cómo las que ella me lanzaba a mi cuándo algo no le parecía.—Por favor saca a ese animal de mi casa...—pidió en medio de un suspiro.

—¿Puedo quedármelo?—cuestionó Alana con una enorme sonrisa en los labios tomando mi rostro entre sus manos.—Míralo, es la cosa más tierna del mundo...debería quedarse así para siempre...

—¡Muy graciosa!—protesté y ella estornudó. Otra vez.—¡Suéltame, Alana! No soy un peluche...—agregué y ella rio.

—¿Escuchas esos maullidos? Está diciendo que le encanta la idea de ser mi mascota—inquirió y luego estornudó.—Aunque pensándolo bien sería un verdadero lío.—un ronroneo salió de mi garganta y ella me miró mal—Vamos, Chris...vayamos a mi habitación...sé una buena mascota y obedece...

—¡Que graciosa eres!—me quejé subiendo las escaleras lentamente. Alana se quedó quieta observándome y luego rio.—¿De qué te ríes?

—¿Por qué no subes las escaleras corriendo como los gatos normales?—cuestionó con un deje de burla.

—Porque no soy un gato—mascullé de mala gana.

Una vez que entramos a la habitación de Alana me quedé quieto observando la fotografía que descansaba encima de su mesa de noche. Ella y yo, una fotografía del día de su cumpleaños—¿Qué tanto miras?—cuestionó y me giré de inmediato.

—Lo lindos que nos miramos ahí—respondí. Alana rio y se giró en su silla antes de abrir la computadora portátil.—La verdad es que siempre me gustó esa fotografía...

—Es linda—contestó ella sin mirarme. Solté un jadeo y salté de la cama para subir al escritorio. Tengo que admitir que después de todo tener cuatro patas servía para algo.

—¿Qué es lo que haces?—cuestioné observando la pantalla del ordenador. Alana estornudó y yo me alejé un poco.—¿Salud?

—Gracias—susurró frotándose la nariz—Estoy buscando algún sitio web sobre alguna psíquica o alguien que nos pueda ayudar—respondió frotándose la nariz con la palma de su mano.

—¿Crees que eso funcione?—pregunté en voz baja.

—Deberías de rezar para que así sea...—soltó un largo suspiro y se quedó completamente quieta sin apartar la mirada de la pantalla encendida.—Escucha esto...en Maincat Street hay...una psíquica. Se llama Amori Digatto. Es una psíquica italiana supongo por el nombre. Los comentarios en su página web dicen que es la mejor en todo Estados Unidos...creo que podríamos agendar una cita para poder verla...

—¿Y qué estamos esperando, entonces?—cuestioné en voz baja.

—Dame un segundo—pidió antes de comenzar a teclear furiosamente. Soltó una risita nerviosa y luego me miró a los ojos.—Listo—agregó lanzándome una sonrisa fugaz.

—¿De verdad?—pregunté en voz baja sintiendo el latir de mi corazón demasiado de prisa.

—Si—respondió girando en su silla y anclando su mirada en el techo.—Chris...ya sé que te hecho bullying todo el día con lo mismo...pero te das cuenta de lo que te pasó...te convertiste en un gato y la verdad es que dudo mucho que las personas vayan por la vida convirtiéndose en animales así como así...

—Se necesita encontrar un gato negro que augura mala suerte, enfadarte, patearlo y hacer enojar a la diosa de los gatos. Sólo eso, nada de otro mundo—comenté y ella rio posando su mirada en mi—Me encantas cuándo sonríes, Ali...

—A mí me encantas más cuándo eres un humano...no te ofendas pero siendo un gato me produces alergia—me eché a reír y luego suspiré.—Creo que deberíamos irnos de una vez, nunca sabes lo que puede pasar cuando haces enojar a una psíquica...puede lanzarte un hechizo para que en lugar de gato seas...un sapo para toda la vida...

—¿Antes podrías llamar a mamá y decirle que estoy bien? Que voy a quedarme con Richard el día de hoy para que no siga preocupada...—pedí en voz baja y ella asintió de inmediato.

—Me parece una buena idea...la llamamos de camino a Maincat.

(...)

—¿Estás completamente segura de esto?—cuestioné asomando mi cabeza por encima del bolso de Alana.

—Sí. No tenemos muchas opciones de todos modos ¿te das cuenta de eso, verdad?—murmuró.—Vamos, Chris. Ya estamos aquí...

Escuché un suspiro por parte de Ali y luego mi contenedor –su bolso- entró en movimiento. Solté un pequeño suspiro y me asomé de nueva cuenta por encima del bolso para encontrarnos a ambos avanzando por un enorme y largo pasillo totalmente oscuro con unas pequeñas farolas que apenas iluminaban lo suficiente.

—¡Esto se mira horrible!—me quejé y Alana negó un poco.

—No me pongas más nerviosa, Christopher—protestó al tiempo que doblaba en un esquina donde de inmediato un letrero de letras luminosas quedó a nuestra vista—Estamos aquí—susurró antes de que su puño cerrado se estrellara contra la madera de la puerta frente a nosotros.

Esperamos un par de minutos hasta que la puerta cedió. Una mujer medio baja con unos enormes aretes de aros de plata en las orejas, envuelta en una bata morada y un turbante rosado en la cabeza quedó a nuestra vista. Observó fijamente a Alana y luego posó sus ojos –una combinación de azul y verde- en mí y automáticamente una gran sonrisa se instaló en sus labios.

—Alana—la saludó como la sí la conociese de toda la vida. Ali asintió débilmente.—pasa, cariño. Es de mala educación dejar a las visitas en la puerta...

—Gracias—murmuró ella.

—En el correo que me enviaste me dijiste que era de suma importancia—agregó caminando lentamente hasta una mesa de mantel rojo en el centro del lugar.—Me imagino que esto se trata de Christopher...

—¿Qué?

—Antes de que tú llegaras aquí yo sabía que vendrías...es así con todos mis clientes, es como un sexto sentido...ahora, Christopher...vamos, amor. Sal del bolso—indicó y por pura inercia lo hice.

—¿Me entiende?—cuestioné y ella sonrió.

—Pues claro que te entiendo—respondió jugueteando con sus uñas barnizadas de color rojo.—Déjame decirte que no es la primera vez que pasa algo así...en realidad...es algo raro ¿sabes? Pero debes de ser una persona especial sí es que Bastet te eligió.—la miré totalmente atónito.

—¿Qué?

—El día de hoy ocurre un cieri feles—anunció y suspiró.—Por eso Feles está presente en ti...es...el vestigio de Valetine...amor verus actus...

—¿Qué es lo que está diciendo?—pregunté desesperadamente.

—Hoy ocurre un eclipse lunar llamado...Feles...—comenzó Alana sin mirarme—Feles está presente en ti...porque feles...feles es gato en latín y tú eres un gato. En el vestigio de Valentine...amor verus actus...—la miré lleno de duda—¡no puede ser!

—Eres muy inteligente, Alana—señaló la mujer—Las clases de Latín el año pasado han dado frutos...

—¡No entiendo nada!—me quejé.

—Es muy fácil, Chris...Bastet es la diosa de los gatos...o por lo menos es representada por una gata...el cieri feles es un eclipse lunar que ocurre hoy, el eclipse lunar gato, así es como se denominó por alguna razón...Feles, el rey...irónicamente se llamaba gato, y se convirtió en un gato...el vestigio de Valentine y amor verus actus es...es el acto de amor verdadero...—susurró la muchacha y mi corazón latió descontroladamente.

—El vestigio de Valentine es algo que sólo pasa cada cincuenta años durante el cieri feles...Bastet hace de las suyas, digámoslo de algún modo...por diversión. Le gusta jugar con los humanos y por alguna razón llamaste su atención...

—Pateó un gato ayer por la noche—le informó Alana y estoy completamente seguro que de haber podido me hubiese sonrojado.

—Eso lo explica todo—murmuró la mujer del turbante.

—¿Y que se supone que tengo que hacer para volver a la normalidad?—cuestioné mirándola fijamente.

—Tienes que tener un acto de amor verdadero...

—Alana—respondí de inmediato y ella negó.

—Estás enamorado de Alana...eso lo puedo ver a diez kilómetros de aquí pero tu acto de amor verdadero no es ella, Christopher. Vas más allá del amor...es...algo más elevado y complicado que el amor...

—¿Qué? ¿Algo como qué...?—hice una pausa—Sí ella no es mi acto de amor verdadero ¿entonces quién es?

—Melinda...

—¡Pero Melinda me engañó!—protesté.

—Y el perdón es un acto de amor verdadero...al prójimo. Va más allá de un amor de pareja o algo parecido...el perdón es un sentimiento mucho más elevado y complicado de entender que el amor propio...ella te engañó, sí. Pero tu acto de amor verdadero es meditar y perdonar...

—Guau.—susurró Alana.—Estaba...ahí. Siempre estuvo ahí...

—Ella no puede entenderme...

—Pues entonces tendrás que hacer que te entienda...—decidió la mujer.

—¿Y cómo voy a hacer eso?—cuestioné con frustración.

—Eso sólo tú lo sabrás, Christopher—sonrió—Y sólo te quedan tres horas antes de que el vestigio de Valentine y el cieri feles hayan terminado...

—¿Qué?—reclamé.

—¿Qué pasa si el tiempo concluye y no logra hacer que Melinda lo entienda? —cuestionó Alana débilmente.

—Entonces puedes despedirte de tu vida de humano, Christopher...


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top