—¡Él es el clon! –grité, mientras intentaba quitarme del cuello las manos del Otro.

Ella nos miraba, sin saber a cuál apuntar con la pistola temblorosa.

—¿Cuándo es nuestro aniversario? –preguntó.

Lancé una carcajada pensando que era broma, pero vi en su rostro que iba en serio. Me paralicé, entonces, al darme cuenta de que no lo recordaba.

Lo último que alcancé a ver, desangrándome en el piso, fue la sonrisa triunfante del Otro, abrazado a mi propia esposa.

Maldita sea mi mala memoria.

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