25.

El rastro los guió por un estrecho camino rocoso que desembocaba en un bosque, la noche se hizo presente y tuvieron que buscar un lugar donde poder descansar.

—No estoy de acuerdo con esto

—Malysa, estamos cansados por más que encontráramos a Nia no vamos a poder hacerle frente a los rufianes.

—Como antes —Zio interrumpió.

—Malysa puede con ellos sola, ustedes descansen si quieren

—Vinimos juntos, Astaroth, y no los dejaré a mitad de camino, ellos también quieren salvar a su hermana.

El demonio se acercó a ella —Ama, es el momento ideal para deshacernos de ellos. No se olvide que quieren matarla —susurró en su oído.

—Tu puedes hacer guardia —le ordenaron

—¿Yo? —el demonio se señaló.

—¿Quien más?

—Te haré compañía

—No, tú descansa tranquila.

—No voy a dejar solo a mi compañero —ella sonrió y buscaron un trapo para sentarse en la entrada de la cueva.

Rio y Zio no tardaron mucho en quedarse dormidos, luego de la batalla que habían dado hoy estaban realmente muy cansados, Malysa, por su parte no quería que su familiar se quedara solo, temiendo que con una herida termine matándola.

Si hay algo de lo que se había dado cuenta en este último tiempo es que a Astaroth no le importan las lesiones, es descuidado y se dirige directamente a la boca del lobo y luego piensa en las consecuencias. De esa forma, si ella no lo cuidaba él iba a terminar matándola y se lamentaría el resto de lo que le quedase de vida.

—La noche está hermosa ¿no crees? —ella se acomodó a su lado.

—Si, duerme si quieres, no dejaré que nada entre a esta cueva.

Malysa sonrió y se dispuso a averiguar si realmente el corazón de su demonio latia solo por ella.

Se estiró, bostezo y recostó su cabeza sobre su hombro.

—¿Qué haces?

—¿No dijiste que podía descansar?

—S-si —el corazón del demonio comenzó a latir algo nervioso, no por la situación en sí sino por recordar el tacto de ella aquella noche en la que terminaron ese conjuro de unión.

Ella sonrió triunfante, realmente su familiar... El corazón de ese demonio realmente latía por ella y si lo que su madre le dijo era verdad, que no lo dudaba, él la amaba.

—¿Encontraremos a Nia? —intentó evitar ese tema obvio.

—Lo haremos, y si tu no puedes hacerlo te juro que yo lo haré Malysa, no dejaré que le pase nada a tu hermana.

—¿Enserio lo juras?

—Lo juro, por que sé que es lo que más quisieras.

—Si, lo es —susurró.

—Mañana la hallaremos, y la llevaremos a casa con nosotros.

—Si, lo haremos —ella cerró sus ojos y se dejó envolver por el cansancio hasta quedar profundamente dormida. 

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