2.
Una bola de luz salió de la su mano y se instaló en el medio de la habitación.
Lia se incorporó ansiosa, al fin Malysa lo había logrado, y de formas poco comunes.
Un demonio de cabellera oscura y ojos negros apareció. Inspeccionó el cuarto y sus ojos se detuvieron en Malysa.
Una cadena se extendía desde su pequeña muñeca hasta la de él.
—¿Georgina? —la gruesa voz de aquel demonio inundó la habitación.
—Malysa —Lia la sacudió asombrada —¡Lo haz logrado Malysa!
Las cadenas desaparecieron y aquel demonio se acercó.
—Lia, mamá necesita ayuda, están queriendo ingresar por los lados. —Nia interrumpió.
Aquel demonio alzó a Malysa y apartó el cabello de su rostro para poder verla mejor.
—Así que tu eres mi dueña ahora.
—¿Es una broma verdad? —habló Nia al ver qué Malysa al fin había logrado invocar a su familiar.
—No, ¿te preocupa mi dueña? —aquel demonio se puso a la defensiva y apretó su agarre.
Nia lo ignoró por completo. —Lia ¿ahora que haremos?
—Ya basta Nia, tenemos que ayudar a mamá.
Las gemelas estaban preocupadas, ahora su hermana tenia a alguien que cuidaba de ella, ¿cómo lograrían matarla?
Aquel demonio, aún con Malysa en brazos, observó por la ventana la batalla que se estaba llevando a cabo.
Él recostó a Malysa sobre unos almohadones para ir a ayudar con aquella batalla pero, al alejarse unos cinco metros de su dueña la cadena volvió a aparecer deteniéndolo.
—Esto es nuevo ¿Qué significará? —se preguntó mientras volvía al lugar donde se encontraba hace apenas unos minutos —. Tendrá que venir conmigo ama, prometo que no le pasará nada.
La alzó nuevamente y, para ahorrarse camino, extendió sus grandes alas negras y salió por la ventana llamando la atención de todo ser que se encontraba en aquella batalla.
Muchos al verlo comprendieron y se rindieron, otros al ver a Malysa tan vulnerable decidieron seguir intentando, pero en el fondo todos sabían. Ahora la primogénita tenía a su familiar, y él era el demonio que más terror y destrucción había dejado a su paso.
Encerrarlo fue una tarea de lo más complicada, se necesitó de millones de criaturas mágicas, e incluso, él se encontraba débil por aquella traición que nadie se atreve siquiera a recordar. El dolor que aquél demonio pasó al asesinar a su debilidad, a aquella persona que más amaba y más lo lastimó. Su madre.
—Astaroth creí que nunca volvería a verte —habló Justina sorprendida.
Los hermanos de Malysa miraban de reojo aquella situación, sus corazones llenos de envidia hervían de furia con solo pensar que ahora, tomar la vida de su inepta hermana, no sería tan fácil como lo habían pensado.
—Es un gusto Justina — Astaroth saludó.
—Malysa, ella no creo que pueda ayudarte, ¿por qué la metiste al campo de batalla?
—Por algún motivo no puedo alejarme de ella, solo tengo cinco metros permitidos —. Depositó el cuerpo aún inconsciente de su ama a una distancia de tres metros de ellos.
—Tendremos que averiguarlo, pero antes —hizo una pausa—. Si no me ayudas no creo poder resistir mucho más.
Astaroth, con solo sus alas y el fuego que liberó de su interior logró, en unos pocos minutos, sembrar el miedo necesario para que los atacantes se retiraran.
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