12.
—Debemos irnos, no podemos llegar tarde —el demonio aclaró mientras ayudaba a su ama a incorporarse de la cama.
—¿Tarde? ¿Ya empezó la clase? —intentó apresurarse, pero se encontraba algo mareada.
—No. Llevas dormida más de una semana —sonrió al ver el la expresión de asombro de Malysa —Y hoy empieza la competencia.
—¡Qué!
—Si, y si no nos apresuramos no vamos a llegar a tiempo.
Astaroth la alzó al ver que todavía no estaba del todo bien y comenzaron a dirigirse hacia la entrada del bosque.
La pelirroja en el camino utilizó un conjuro para cambiarse el pijama y verse algo más presentable.
Al llegar todos los miraron asombrados, creían que la primogénita había huido, o muerto.
Más de tres mil estudiantes, aspirantes a rey o reina del clan, estaban allí. Mirándola con odio
El demonio la agarró con fuerza, intentando que ella se sintiera segura.
—No dejare que te lastimen —susurró para que solo la pelirroja escuchara.
—Ahora que ya estamos todos —un profesor comenzó a hablar —Le daremos inicio a esta sagrada competencia. Recuerden, el que llegue a la torre será el ganador. En el transcurso pueden arreglárselas como lo necesiten, no hay reglas. Pueden matar a todo el que se interponga en su camino.
Malysa estaba nerviosa, la palabra "matar" dicha con tal facilidad, su hijo podría estar entre estos estudiantes. Y pensar en que su madre se pondría muy triste si solo regresara ella o si solo regresara uno de sus hijos, si es que tenemos la suerte. Ella estaría destrozada.
—Recuerden, el primer dia no pueden enfrentarse a nadie, solo es para que logren asentarse y reconocer el lugar —el profesor dio un sonoro aplauso —Ahora ¡Que el mejor gane!
Esas fueron las últimas palabras que dieron rienda suelta para ingresar en las profundidades de ese gran bosque.
Astaroth desprendió sus grandes alas y se propuso volar lo más cerca posible de esa torre, una vez allí los participantes irían llegando y le seria mas facil matarlos.
Pasaron unas dos horas hasta que el rostro de Malysa empezó a perder color.
—¿Estas bien? —la sacudió.
Ells no respondió.
La torre se veía unos kilómetros adelante, pero la salud de su ama era lo más importante.
Desde el cielo buscó una cueva para poder refugiarse, por unas horas.
La recostó en el suelo y notó su ropa llena de sangre.
Dio vuelta a Malysa y vió como su espalda estaba empapada de ella.
—¿Qué mierda pasó? —bramó el demonio aterrado.
Levantó la remera y notó dos grandes agujeros en la espalda, los cuales corresponden a sus dos grandes alas.
Ella al no poseer esa cualidad cuando desplegó sus alas causó dos grandes heridas, como cuando el corta su mano. Sin dolor.
—¿Por qué hicimos ese estúpido conjuro? —hablaba nervioso mientras le vedaba el cuerpo.
—No te preocupes —tosió —estaré bien.
—¿A esto llamas estar bien? —murmuró molesto.
—Tenemos que ganar, no tengo pensado morir —sonrió.
Él demonio al ver la determinación de ella solo podía pensar formas para llegar lo más cerca posible de la torre.
—Si llegamos antes que cualquiera —ella comenzó a explicar —no tendrá que morir nadie ¿cierto?
—No creo que sea así de fácil —aclaró.
—El maestro lo dijo, el primero que llegue será el rey o reina.
—Si, eso dijo.
—Entonces, si logramos llegar antes que todos vamos a evitar muchas muertes ¿a cuánto estamos de la torre?
—Caminando a una semana, corriendo a cuatro días y volando llegaríamos mañana al anochecer.
—Entiendo, corriendo eres mucho más veloz que lo normal, podríamos intentarlo.
—Hoy tienes que descansar y recuperar el color. Perdiste mucha sangre, no seas temeraria y descansa.
Malysa vió los trapos con los que él había limpiado y detenido el sangrado y sonrió.
—Consigue un frasco y escurre mi sangre de los trapos.
—¿Para que?
—Será más fácil, no tendrás que cortarte y yo no necesitaré perder más sangre, recuperarme me llevará tiempo, y no sabemos cuándo alguien puede llegar. Necesitamos utilizar la sangre que perdí para nuestro provecho.
Astaroth asintió asombrado, no parecía, pero ella realmente pensaba mucho las cosas. Lo que le estaba pidiendo hacer era lo más conveniente para la seguridad de ella y él no iba a perder un segundo más en llevarlo a cabo.
—Solo, me iré unos segundos si pasa algo... con una pequeña herida que te hacas en la mano me daré cuenta y vendré enseguida.
—Ve, no pasará nada.
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