Capitulo 03.D
De manera encarecida, Lincoln pidió a sus padres que le pusieran una cerradura capaz de bloquearse en su habitación y aunque ellos se vieron bastante renuentes a hacerlo, la insistencia del chico les hizo entender que no era solo un capricho infantil. Lincoln era un niño transitando la pubertad después de todo.
Su padre, tan inocente y despistado como era, fue capaz de maquinar en su mente los eventos que ocurrirían en aquella habitación una vez que la puerta pudiera cerrarse y asegurarse. El fue joven también, después de todo. Pero lo veía necesario, pues teniendo hermanas mayores, prefería que Lincoln hiciera aquello en la intimidad y sin mostrarse de manera indebida y por equivocación a ellas.
De la misma forma, no quería que las más pequeñas vieran algo a lo que no estaban listas para entender, por lo que muy a regañadientes apoyó la petición de su único hijo varón. Existía también la posibilidad de que Lincoln invitara a aquella chica asiática con la que últimamente pasaba tanto tiempo, pero dudaba que él, siendo tan joven, haya llegado ya a intentar algo más que explorar su propio cuerpo, así como también dudaba que una niña tan centrada y bien educada como era esa tal Stella, fuera a dejarse engatusar por alguien tan suave como Lincoln.
Su madre, tan observadora y perspicaz como era, fue incapaz de concluir algo mas allá al hecho de que su hijo quería genuinamente un poco de privacidad. Lincoln era aun un niño pequeño, uno muy dulce y sobre todo muy inocente, por lo que ni por asomo le pasó por la mente la idea de que él quisiera aquella privacidad para hacer algo indebido, o bien, algo que no fuera propio de su edad. Seguramente el quería solo poder leer sus comics en ropa interior sin que nadie lo moleste, como siempre reclamaba.
Igual sabía que, por muchas medidas de seguridad que su hijo pusiera en aquella habitación, solo bastaba tocar a su puerta para que él amablemente abra su puerta y permita a quien sea entrar. Especialmente si son sus hermanas menores. Pero seguramente con aquello se evitaría que las pequeñas lo vean leyendo en ropa interior y se burlen, o bien que sean las mayores las que lo hagan. Por ello no discutió mucho cuando Lincoln lo pidió, menos aun cuando su padre le apoyó.
Fue una petición que se aprobó casi de inmediato, pero Lincoln no lo vio como una victoria. Debió pensar en hacer aquello mucho antes, ahora tenía esa incomoda y vergonzosa anécdota en la que la novia de su hermana lo vio siendo masturbado por una chica de su clase y él, presa del pánico al ser descubierto, terminó por correr en su dirección, completamente desnudo y con una erección bastante presente. Aun podía recordar el impacto que dio contra la puerta cuando Sam la cerró de un tirón antes de salir corriendo.
Era algo horrible, pues de vez en cuando Lincoln acompañaba a Luna y su banda en sus ensayos donde, por supuesto, Sam participaba. Tal como anticipó, su primer encuentro con la rubia después del incidente fue súper incomodo y muy bochornoso. Ninguno era capaz de encontrar su vista con la del otro y cuando estaban cerca era obvio para todos que algo había pasado entre ellos. No es que lo ocultaran mucho, pues Sam huía del chico como si temiera que él fuera a hacerle algún daño.
Pese a todo, ya en su segundo encuentro Sam actuó una vez más de manera normal, como si nada hubiera pasado, y aunque a Lincoln eso le costaba, se sorprendía de como la chica de hecho parecía haber olvidado aquel suceso completamente. Tenía sus dudas al respecto, pero concluyó que era por la diferencia de edad, seguramente Sam tomó aquello con mucha más madures y tomando en cuenta su edad, seguro que también había visto cosas parecidas antes. Probablemente Luna también.
Pensar en Luna en aquel contexto consiguió que Lincoln saliera de sus cavilaciones, notando una vez más a la rubia acercando su rostro lentamente, con la clara intención de besarlo una vez más. Trató de alejarse de nuevo, pero fue poco lo que consiguió pues ella lo tenía asido fuertemente del brazo.
—Hablo en serio, Sam— declaró Lincoln, tratando de sonar asertivo y contundente—. Debes detener esto, no está bien.
—¿Por qué no?— preguntó la rubia, ahora mostrándose picara ante sus ya de por si sugerentes actos.
—¡Tú tienes una novia!— exclamó Lincoln, casi escandalizado— Y no solo eso, yo soy el hermano de tu novia. ¿Por qué querrías hacer eso conmigo?
—No lo sé. Pensé que ahora que no está tu noviecita, seguro tendrías ganas de hacer cosas así— entonces ella le guiño el ojo—, y puedo ayudarte con eso.
—¡Pero ya has dicho algunas veces que no te interesan los hombres!
—Ya lo sé, pero no me puedes culpar. Aun así hay cosas que... ya sabes... me gustaría experimentar. Con un chico.
—¿Y crees que es una buena idea intentarlo con el hermano menor de tu novia?
—Pues, podría ir con alguien de la banda, o con algún tipo de esos que me coquetea cuando vamos al Kilkee...
—¡Por supuesto que no! Eso sería mucho peor...
—Entonces hazlo tú, conmigo.
—Si tanto interés tienes en hacer algo así, ¿Por qué no dejas a Luna y haces esas cosas con alguien que si te guste? Es horrible que trates de engañar a Luna.
—¡No voy a hacer eso!— reclamó molesta la rubia, incluso soltando a Lincoln para poder expresar su molestia cruzando sus brazos— ¿Por qué debería dejar a Luna? ¡Es mi chica ideal!
—Si Luna en verdad es tu chica ideal entonces no trates de engañarla con un chico cualquiera.
—¡Oye! No estoy intentando engañarla, solo tengo curiosidad sobre algunas cosas. Además no es con cualquier chico, es contigo.
—Hace un momento mencionaste a la banda...
—¡No lo decía en serio! Jamás me acostaría con Xnayer u Oiram. Son como mis hermanos mayores.
—¿Pero no vez problema en tratar de hacerlo con el hermano menor de tu novia?
—Pues... no es tan simple. Tú eres un niño muy dulce, y creo que también te veo como mi hermanito. Supongo que si voy a probar... eso, sería lindo que fuera contigo.
—¡Sam!— Lincoln levantó la voz— Dejando de lado el hecho de si yo acepto o no, de cualquier forma estas engañando a Luna por hacer todo esto. ¿Es que no lo entiendes?
—¡No lo digas! No hace falta que lo menciones tanto, por supuesto que se y me avergüenza bastante que sigas repitiéndolo. Pero en parte es tu culpa, deberías tomar la responsabilidad.
—¿Mi culpa? ¿Qué se supone que hice yo para que fuera mi culpa?
—Correr hacia mi desnudo y con esa cosa entre tus piernas toda... ya sabes— Sam de pronto había quedado completamente roja de la cara.
—Eso fue un accidente, Sam. Y ya te pedí disculpas por eso.
—¡Vamos, Lincoln! Solo será una vez, quiero saber que se siente y no lo volveré a hacer de nuevo. Igual planeo pasar el resto de mi vida con Luna. Le guste o no.
Lincoln enmudeció un momento, tratando de entender cómo es que la linda y amable chica que conoció como novia de su hermana se había convertido en esa pervertida y algo extraña chica que parecía estar tan fascinada por la idea de tener sexo con un chico, pese a las muchas veces que menciono no verse interesada en el sexo opuesto.
Pero él no era tan diferente. Un chico que ante su corazón roto dejó que una chica le doblegara hasta hacer con ella todo tipo de actos sucios. Y que para colmo al no tenerla más a su lado opto por empujar sus lascivos deseos a una de sus hermanas, a la más inocente de todas las mayores. No tenía cara para reclamarle nada a Sam, o al menos no la tendría si ella supiera sobre aquello. Afortunadamente ese no era el caso.
¿Valía la pena darle el gusto a Sam? No pensaba tener sexo con ella, pero si fuera algo parecido, ¿bastaría para ella? De hecho, y ahora que lo pensaba, ¿Qué es exactamente lo que ella quería? Sus palabras, aunque parecían dar a entender que quería tener relaciones sexuales, realmente nunca lo habían expresado de manera explícita.
—¿Qué es lo que quieres hacer exactamente, Sam?
—Tener sexo.
Lincoln se dio una palmada en la frente ante aquella respuesta tan directa y tan veloz. ¿Por qué le dio el beneficio de la duda? Era obvio que ella quería eso, nada menos.
—Lo siento, Sam. No hay manera de que yo tenga sexo contigo...
—¿Puede ser otra cosa?— le interrumpió la rubia, mostrándose agradecida de lo que parecía ser una buena disposición en el peliblanco.
Pensó al respecto, de manera concienzuda, pues si no era sexo, quizá no era tan malo. ¿Cierto? Además seria solo una vez, y hecho eso ambos podrían volver a ser como eran antes. Normales.
—Mmm. A... ¿a qué te refieres exactamente con "otra cosa"?
La chica pareció meditarlo profundamente, pero pese a eso su respuesta fue bastante veloz.
—Puedes... me gustaría... no sé cómo decirlo sin sonar como una pervertida.
—Hace ya mucho tiempo que no te bajo de ese nivel, Sam. Solo dilo.
—¿Puedo...? Déjame tocar tu pene. Hagamos lo mismo que hacías con esa chica en tu habitación.
Lincoln volvió a sentarse, no supo en qué momento se puso de pie, pero tras escuchar eso lo primero que pensó fue en tomar asiento. ¿Cómo terminó metido en esa situación? Esa pregunta no solo era referente a Sam, pensó en todo lo sucedido desde Ronnie al hacerse esa pregunta. Él solo quería estar con Ronnie el resto de su vida, y aunque entendía que eso era un pensamiento infantil y estúpido, aun lo deseaba. Pero de pronto Stella hizo su movimiento, y después aquellas necesidades le hicieron ver a Leni con otros ojos. Últimamente incluso a Luna no podía evitar verla de una forma inapropiada. Y ahora... Sam.
Levantó su mirada y la dirigió hacia ella sin decir nada. La miró con detenimiento y presto atención a todos esos detalles que si bien el ya conocía, no estaba de mas apreciar. Sus bonitos y muy expresivos ojos que tenían ese inusual, pero también discreto color grisáceo, su pequeña nariz, parecida a la de Luna, su enorme sonrisa que terminaba en un hoyuelo solo del lado derecho. La atractiva forma en que iba vestida gracias al concierto que dieron hace tan poco tiempo.
Lincoln no tuvo tiempo para pensar más en ello, con aquella agresividad en su actuar que era tan parecida a la de Luna, Sam se acercó a Lincoln y comenzó a besarlo una vez más. ¿Cuántas veces iban ya en tan poco tiempo? No muchas, pero tampoco importaba en realidad. No se alejó, tampoco interrumpió el beso, esta vez simplemente dejo que aquel fuerte pero delicioso sabor de papas fritas fuertemente condimentadas inundara su boca mientras la chica del mechón parecía alardear sobre su técnica para besar.
Sin perder tiempo, Sam puso su mano sobre la pierna de Lincoln y, frotando suavemente, comenzó a acercarse a su entrepierna. A pesar de todo, Lincoln podía notar como en cada movimiento que Sam hacía, la duda estaba presente, era como si sus deseos por hacer aquello fueran detenidos por momentos ante la realización del mal que representaban.
El aliento de Lincoln tenía un sabor mentolado, seguramente mastico un chicle o alguna pastilla para el aliento mientras recogía el solo. Sam lamentó no haber pensado en eso, pues recordaba que lo último que comió fueron aquellas apestosas, pero muy deliciosas papas fritas. Seguramente él deba estar pensando en su mal aliento y arrepintiéndose de darle aquella oportunidad para besarlo, pero no se detendría, al fin había conseguido lo que buscaba. Algo que ni ella misma entendía bien porque le urgía tanto.
Ante su inexperiencia, Sam abrió los ojos en mitad de aquel profundo beso, sintiéndose aliviada de ver que el chico mantenía los suyos cerrados, permitiéndole a ella bajar su mirada para intentar prestar atención a lo que haría. Su mano avanzo un poco más de lo que había estado haciéndolo sobre la pierna de Lincoln y, con cierta timidez, alcanzó la zona que ella buscaba. La sorpresa se hizo presente, pues a pesar de solo estarse besando y poco mas, el chico parecía realmente tener una erección, pues aquella área estaba algo abultada.
Usando toda la extensión de su palma, la rubia intentó tomar el miembro del chico, viéndose detenida por un momento ante el espasmo que el chico tuvo apenas hizo contacto con él. Lincoln no detuvo el beso, y por el contrario pareció más comprometido con aquella actividad mientras Sam al fin podía tocar de lleno aquello que le parecía tan curioso.
No era algo que no conociera y tampoco que no hubiera visto antes, pues como toda chica de su edad había recibido educación al respecto en la escuela, de la misma manera que como toda chica de su edad había dejado que su curiosidad le llevara a buscar material visual sobre aquel acto que a ella jamás le pareció interesante. Si tuviera que sincerarse, para ella el sexo le parecía vulgar y desagradable hasta hace muy poco tiempo, tanto como para en ese entonces no sentirse cómoda siquiera con la idea de auto explorarse.
Su curiosidad era simplemente por saber cómo era aquel grotesco acto del apareamiento humano, pues la mayor parte de su pubertad y adolescencia sintió aquel acto como ajeno a sus intereses. Y después conoció a Luna.
Siempre supo que tenía un interés especial por ella, era evidente, incluso algunos de sus amigos bromeaban al respecto cuando se conocieron ellas dos. Pero siempre pensó que era una increíble química que haría de su amistad una duradera y muy especial. Nunca pensó que pudiera tratarse de algo más. Hasta que Luna la invitó a salir y, al final de aquella cita bastante informal y normal, ella le dijo como se sentía, juntando el valor para incluso pedirle que fueran pareja.
Así como lo eran las relaciones sexuales, las relaciones románticas le parecían algo lejano y de poco interés. Si bien era capaz de sentirse atraída por algunas personas debido a su apariencia, lo cierto es que Sam jamás consideró que estuviera enamorada de nadie. Ni hombres ni mujeres. Llego a escuchar a algunas de aquellas arpías que solían molestarla por cómo se vestía o actuaba, decirle de manera despectiva que era una frígida, cosa que de cierta forma era real.
Pero cuando Luna estuvo frente a ella, completamente roja por la vergüenza, mostrando aquella actitud y semblante tímido tan alejado de su normalmente altivo y alocado ser, Sam sintió que entendía al fin cosas que hasta momentos antes le parecían tan diferentes. Cuando escucho a Luna decirle: "Me gustas", Sam sintió como si el razonamiento de que a ella también le gustaba Luna le golpeara con fuerza en la cabeza.
Un mes fue el tiempo que necesitaron salir para que Luna la convenciera de llegar muy lejos en su relación. Pero a pesar de todo Sam no puso demasiada resistencia. Jamás se imaginó a si misma teniendo sexo, mucho menos con otra chica, y más alejado estaba de sus ideas encontrar placer en esas cosas. Pero cuando veía a Luna, realmente sentía que era la indicada, pues su sonrisa la hacía sentirse enamorada como pensó que nunca llegaría a estarlo. Sus besos le hacían sentir placer y deseo que jamás pensó llegaría a experimentar. Sus manos al tacto sobre su cuerpo la hacían entender lo que la excitación era y porque parecía que a todos les gustaba.
Luna era, sin lugar a dudas, el amor de su vida y la persona con la que esperaba pasar el resto de la misma, pese a ello, ahí estaba Sam, besándose con el hermano menor de su novia, terminando de bajar el cierre de su pantalón y desabotonándolo, dejando a la vista aquel bulto debajo de la ropa interior del chico. Fue él mismo quien, con cierta prisa, tomó su ropa interior del elástico y la jaló hacia abajo, dejando salir aquella parte de su cuerpo que a los ojos de Sam, se veía tan diferente de los que en las películas que veía junto a Luna aparecían.
Era más pequeño y también mucho más pálido, aunque eso quizá era normal para Lincoln. Tampoco se mantenía completamente erguido, cual mástil, como en aquellos videos pornográficos lo hacían. A pesar de verse increíblemente firme, también caía suavemente en la misma dirección en que Lincoln se inclinaba para besarla, haciendo con ello que su pene pareciera apuntar a la rubia. Ella no lo tocó de inmediato, pues verlo en persona por vez primera le provocó cierto asco, pero notó como ante la expectación, aquel miembro respingaba un par de veces, como si pidiera de manera lastimera que ella hiciera algo.
Aventurándose a lo que seguía, ella tomó con cierta duda el pene de Lincoln, consiguiendo que el peliblanco tuviera un rápido espasmo al mismo tiempo que soltaba un pequeño y gracioso gemido. Era obvio que el tacto, al menos a él, le gustaba. Fue hasta ese momento que el beso entre ellos al fin se vio interrumpido mientras ambos dirigían su mirada hacia la entrepierna del chico.
Ella miró ahí con cierto desagrado ante la sensación que sujetar aquello le provocaba, pues además de estar muy caliente, el pene de Lincoln tenía una extraña mescla entre rigidez y suavidad que por alguna razón Sam consideró como desagradable. Pese a eso, ella asió con un poco mas de fuerza el miembro viril y algo horrorizada jaló con la mayor suavidad que pudo la piel en él, permitiendo al glande asomarse por completo al ser liberado del prepucio.
Ante el asco, y un poco el susto, ella apretó por reflejo su mano un poco más de lo que debía, haciendo que Lincoln soltara un quejido. Ni siquiera volteo a verlo, simplemente volvió a medir bien la fuerza con la que sujetaba aquello y, recordando como es que lo hacían en los videos, comenzó a masajear el pene de Lincoln. De arriba hacia abajo, pero con una cadencia lenta, muy lenta quizá, pues en medio del acto Lincoln habló.
—¿Podrías... hacerlo un poco más rápido— preguntó con cierta timidez el chico, que ya estaba bastante fuera de sus sentidos— y apretarlo un poco más fuerte?
Sam no respondió a lo que Lincoln le dijo, pero si le hizo caso. Mostrando aun mas asco ante la sensación, pudo sentir como aquello que sujetaba con su mano palpitaba de manera constante, como respondiendo al estimulo de la nueva fuerza y velocidad con que ella lo masajeaba. Era una sensación desagradable que incluso le hacía mostrar un rostro extraño sin que ella se diera cuenta, pero al mismo tiempo era una experiencia tan interesante y diferente, que no podía detenerse y de hecho la hacía sentir la necesidad de llegar hasta el final.
Viendo aquella parte de Lincoln ahora un poco mas enrojecida, se preguntó si realmente quería llegar más lejos con él. Volteo a verlo por curiosidad cuando notó como el emitía algunos gemidos y quejidos ocasionales, pero muy graciosos ante lo que pasaba. Su cabello corto y algo desarreglado, sus pecas, esa cara de tonto ante el placer y sus graciosos espasmos en el acto. El incluso tenía los ojos cerrados al igual que lo hacía Luna.
Recordar a Luna le hizo sentir un pequeño piquete en el pecho ante la realización de lo que estaba haciendo, pero también el impulso a seguir aun más. Después de todo Lincoln le parecía extrañamente atractivo, y ahora sabia que aquello ocurría por lo mucho que él y Luna se parecían. Ella se acercó a besarlo una vez mas mientras pensaba en si Luna se vería como Lincoln si fuera un hombre, restándole importancia al hecho de que la mano del chico había subido hasta su seno izquierdo y comenzó a acariciarlo.
Sam podía notar como incluso la forma en que Lincoln masajeaba su pecho era muy parecida a la forma en que Luna lo hacía, pero sin sentir el placer que su novia le provocaba al momento de intimar.
Un suave sonido de click hizo que Sam abriera sus ojos, dirigiendo la vista hacia donde escuchó aquello. Cuando supo que es lo que ese sonido había sido, de inmediato se separo del beso que sostenía con Lincoln y él, confuso por aquello y por el hecho de que Sam incluso dejó de masturbarlo, pese a lo cerca que se sentía de por fin terminar, mostró un rostro desorientado, justo antes de que un fuerte puñetazo le hiciera alejarse de ella, haciendo caer al peliblanco hacia atrás con fuerza y seguramente lastimándolo.
Una poderosa voz hizo eco en el garaje mientras Lincoln permanecía en el piso, incapaz de ocultar su intimidad, la cual rápidamente se ponía flácida ante el dolor que aquel puñetazo propinado cerca de su sien pero también consiguiendo impactar su quijada le lanzo hacia atrás. Mientras Sam, completamente asustada ante lo que veía, juntó sus manos frente a ella, justo por debajo de su mentón, incapaz de articular palabra para la pregunta que aquella voz había sembrado fuertemente en los tímpanos de todos los presentes.
—¿¡Qué demonios está pasando aquí!?— preguntó Luna.
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