Capítulo 35
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 35. Complétame
Tras la graduación, dos contratos de prácticas de Jeon Enterprises fueron ofrecidos a dos de los alumnos más destacados de la S.N.U. Taehyung firmó su contrato de prácticas en la universidad, y a finales del caluroso mes de junio, se despidió de su empleo en la cafetería en la que había estado trabajando los dos últimos años. Él estaba contento, adoraba la idea de despedirse del uniforme y de poner cafés durante un tiempo, aunque Nina le había puesto una terrible cara de lástima antes de que se marchase, y el resto de sus compañeros, que iban y venían cada pocos meses, también se despidieron de él.
Era un dos de julio cualquiera cuando Jungkook se pasó con el deportivo de su padre frente a su casa. El sonido del claxon resonó varias veces tras las ventanas. Taehyung se metió la mano en el frondoso pelo; tocaba cortárselo o en unas semanas iba a cobrar vida propia. Tiró del borde de la ventana para correrla hacia arriba y se asomó desde la primera planta hacia afuera, creyendo por un momento que era Leo, quien recientemente había vuelto a vivir en su propio apartamento. Dibujó una sonrisa y soltó una carcajada al ver el descapotable. Era Jungkook, con Jimin en el asiento de copiloto. El pelinegro llevaba unas gafas de sol de lentes pequeñas y redondas, una camisa blanca de manga corta y rayitas azules, y un pantalón vaquero de rodillas rasgadas. Jimin vestía una camiseta de tirantes que dejaba a la vista unos delgados pero fibrosos brazos, con un tatuaje de un mandala en el hombro derecho, idéntico al de su chico. Él le saludaba agitando una mano, al tiempo que Jungkook sonreía un poco, moviendo la cabeza hacia su ventana.
—¡Eh! ¡No me digas que se te ha olvidado que íbamos a la piscina! —gritó Jimin en la distancia.
—Oh, joder —escupió Taehyung, volviéndose hacia su dormitorio.
Había estado comiéndose la cabeza por las próximas prácticas formativas que comenzaría el próximo lunes, su despedida de Minho, quien se había marchado de la ciudad durante una época, y su hermano Leo, que había regresado a su apartamento. Jungkook también había comenzado a trabajar, y todo eso no les había dejado verse demasiado durante la última semana... Taehyung tenía la mente en las nubes, pero eso no impedía que pudiera intentar prepararse en menos de diez minutos. El chico bajó la escalera de la casa, y les abrió la puerta. Jimin entró en su casa por primera vez; los ojos castaños bien abiertos y redondos, como los de un animalillo curioso. Jungkook aparcó el deportivo afuera, a la sombra de un árbol, y llegó después, cuando Taehyung ya tenía una bolsa deportiva preparada y estaba buscando alguna bebida en el refrigerador, que meterse en la mochila.
—Da igual. No necesitas comida. Allí hay un merendero y dos cafeterías —decía Jimin, apoyado en la encimera de la cocina—. Nos pedimos algo. ¡Yo invito!
Taehyung iba de un lado para otro, desapareció de la cocina eventualmente y regresó con un quejido.
—¿Por qué no encuentro el maldito factor solar?
—Tenemos en el coche —dijo el timbre familiar de Jungkook junto al marco de la puerta.
Taehyung giró la cabeza para mirarle. Como si no hubiera hecho mil veces, su aspecto desenfadado le abofeteó en la cara. Jungkook también tenía el pelo negro más largo que de costumbre, aunque eso le daba un look sexy y muy interesante. Las lentes de sus gafas de sol se encontraban plegadas, con la patilla enganchada en el borde del cuello de su camisa.
Estaba tan bueno, y le había echado tanto de menos (y eso que se habían visto unas cuarenta y ocho horas antes), que se imaginó yendo hacia él, enredar los dedos en su nuca y besarle, besarle todo lo que le apetecía. Pero en su lugar, estaba clavado al suelo, con Jungkook mirándole y ladeando la cabeza un poco, como si pensara que había visto un fantasma.
—¿Taehyung? —formuló Jimin, a un lado.
—Sí. Sí —carraspeó.
—¿Lo tienes ya todo? —preguntó Jungkook con voz más grave.
—Uh, pues...
El soniquete de un teléfono móvil irrumpió tras sus orejas.
—¡Oops! ¡Mi teléfono! Creo que es Hoseok, quedamos en vernos allí —Jimin salió del comedor con varias zancadas, llevándose el teléfono a la oreja—. ¿Dígame?
A todo esto, Jungkook dio unos pasos lentos y perezosos hacia el castaño, contemplándole bajo sus párpados rasgados y suaves pestañas. Él le tocó la mejilla con el gesto más familiar del mundo, el contacto de sus yemas era tan conocido, su olor, sus iris del color de las hojas de menta.
—¿Va todo bien?
—Anoche me quedé dormido, lo siento —contestó Taehyung, siendo la cosa más dulce del mundo.
—¿Cuándo nos escribíamos? Lo sabía —dijo Jungkook seguido de una leve risita, y su timbre se volvió mucho más suave—. Hemos estado cansados, ¿eh?
Taehyung asintió con la cabeza, pasaba los dedos por el borde del cuello de su camisa, y tocó las gafas de sol un poco. Sus ojos verdes escrutaron la delicada forma de su cuello, la afilada nuez de adán, el perfil de su barbilla y se detuvo sobre sus labios rojizos. ¿Cómo podía querer tanto a alguien? Era absurdo pensar en cuánto habían cambiado las cosas desde el año pasado. Desde sentir a Jungkook como un extraño al que apenas conocía de vista, a razonar y afirmar que era formaba parte de él, de su familia, si bien la sensación de que él podía hacerle temblar de mil formas distintas nunca se desvanecía.
Jungkook se aproximó a él, rozando los labios sobre su mejilla en una caricia de cariño, que no terminó de formar un beso. Se miraron muy de cerca, él advirtió que el castaño estaba especialmente callado esa mañana, si bien en sus ojos podía leer la líquida adoración y serenidad que caracterizaba al muchacho.
—¿Qué haces este finde?
—Estar contigo —declaró Jungkook, con anticipación—. Iba a preguntarte si querías dormir en mi apartamento. Seung se ha largado de viaje de enamorados —esbozó una mueca.
—Sí, pero mi madre quiere que te quedes a cenar —antepuso Taehyung, y suspiró—. Es más, no para de preguntarme por qué no te he invitado todavía.
—Podemos cenar hoy. Pero mañana te vienes tú a mi apartamento —propuso, manteniéndole pegado a él con los brazos—. ¿Sabes lo que me soltó el otro día mi padre? Quiere casarse con Sunmi.
Taehyung parpadeó, su rostro mostró lentamente una sonrisa pícara.
—¿En serio?
Jungkook rodó los ojos, bufó, y mordiéndose el labio inferior, expresó que no tenía ganas de bodas. Cualquier evento social le ponía de los nervios, y ver a su padre vestido de blanco, por irónico que fuera, se le hacía jodidamente lacrimógeno. Él era una roca emocional y social, necesitaba mantener la compostura y hacerse el tipo duro. No podían hacerle eso.
—Lo guapa que va a estar Sunmi vestida de novia —pensó Taehyung en voz alta.
Jungkook gruñó algo en voz baja, y luego de una pausa, soltó:
—Si se casaran en otoño, ¿me acompañarías?
—Oh, ¿yo? —jugueteó un poco—. Vas a tener que convencerme, Jeon.
—Ah. Tendré que usar alguna de mis técnicas —murmuró muy coqueto.
—¿Qué técnicas?
—¿Y si te paso a recoger todos los días, cuando salgas de las prácticas?
—Eh, no va a ser necesario —Taehyung puso un dedo sobre sus labios—. Voy a tener coche propio en dos semanas. Y me da un poco de vergüenza que se corra el rumor de que estoy con el hijo de Jeon Seung —dijo rascándose la nuca.
Jungkook frunció el ceño de forma muy adorable. Pero, ¿qué más daba eso? Ni que conocieran su cara hasta en la televisión. Y nadie del personal laboral, nadie, le había visto nunca por allí, puesto que a él le importaba Jeon Enterprises más bien poco.
—Vale, podemos enrollarnos todos los días —le ofertó.
—Kook —se rio alegremente.
—¿Y en los vestuarios de la piscina? Oye, que son muy amplios.
—Eres de lo que no hay.
Se separaron riéndose animadamente, aunque la idea de enrollarse en los vestuarios sonaba bastante bien; tendrían que intentarlo. Jimin se asomó al comedor con un suspiro, advirtiendo el evidente tonteo entre aquel par, que rápidamente le prestó toda su atención.
—Era Yoongi —dijo con el móvil en la mano.
—¿Habéis hablado? —preguntó Taehyung.
—Sí. Voy a ir a verle la semana que viene a Japón —expresó un poco más contento.
Taehyung se alegró bastante al escucharlo. Jungkook ya lo sabía, también se alegraba por su mejor amigo, quien tenía algunas cosas que resolver como, qué diablos iba a hacer con su vida tras la carrera, y por dónde iba empezar. De ningún modo podía pensar que a Jimin seguiría los pasos de Min Minho, y terminase largándose de Seúl por cosas de la vida. Esos días, Taehyung había estado de bajón por la reciente marcha de su mejor amigo, y Jungkook se había preocupado por darle más mimos y levantarle el ánimo. Pero cuando pensaba en que Jimin y él, tal vez, se separarían en algún momento, se sentía como un crío lloroso de trece años y lo entendía a la perfección. No todo iba a ser eternamente como en el instituto, ni en la uni, puesto que ahora eran adultos. Un proyecto de personas en construcción.
—¡Japón! Tienes que traerme algo si vas, ¿vale? —decía Taehyung.
—Claro. Le dije a Jungkook que se viniera conmigo, pero podríais hacerlo los dos, si no estuvierais tan liados —dijo Jimin con naturalidad.
—Este verano va a estar complicado, pero tal vez, más adelante...
—¿Ves, Kook? —Jimin le miró a él—. Tu novio es un tipo responsable. Estás empapándote.
—¿Por qué no vas con él? Me dijiste que tendrías una semana libre en julio, ¿no? —dijo Taehyung, que le apoyaba en todo, como siempre.
Jungkook se encogió de brazos, un poco pensativo.
—Todavía no estoy muy preparado para ir a Japón...
El ojiverde se percató del doble sentido de su oración (su madre y todo eso), y le miró con un inevitable afecto. Le frotó el brazo suavemente con una mano, y Jungkook se dio cuenta de que había adivinado por qué había dicho eso.
—Bueno, ¡lo mío no es tan importante! Puedo arreglármelas solo por una semana, ¡no os preocupéis por mí! —exclamó Jimin muy sonriente.
Al fin de cuentas, le vendría bien estar solo allí y ver a Yoongi de una vez. Si todo salía bien, iba a gastarse los labios con él, pues su corazón palpitaba más veloz cuando pensaba en volver a verle y resolver lo que tenían pendiente. Taehyung se golpeó la frente justo después, percatándose de que les estaba retrasando en eso de ir a la piscina. Sin mucho más que echarse a la mochila, agarró las llaves de casa y salieron de su hogar. El castaño dejó la bolsa deportiva a un lado del asiento trasero, junto a la de sus compañeros, y se sentó en el asiento de copiloto por excelencia de Jimin.
El techo del deportivo se encontraba plegado, y el sol y el cálido viento de Seúl les acariciaba el rostro y revolvía el cabello. Pasaron la mayor parte del día en un recinto público cuya entrada se remitía al simple pago de un ticket. El lugar era soleado, había numerosas piscinas y una gran extensión verde cubierta de césped, árboles y sombrillas clavadas en el suelo. El ambiente olía a crema solar y aceite de coco, había bastante gente, grupos de amigos, familias y niños. Hoseok y Nina les esperaban allí, junto a uno de los merenderos.
—¡Hola! —exclamó la chica.
—¡Eh, chicos! —saludó Jungkook.
—¡Buenas, Tae! —le dirigió Hoseok, y chocó el puño de Jungkook amistosamente.
Nina empezó a teatralizar su situación en la cafetería, mencionando lo mucho que extrañaba a Taehyung esos días. Se fueron caminando hacia el césped, buscando un rincón en el que refugiarse bajo la sombra y extendieron las toallas en el suelo, bajo una de las sombrillas. Tras una sesión de crema solar en los hombros y la cara, se sentaron para jugar una partida de cartas. Jimin les avisó a Hoseok y Nina que jugar a las cartas con Taehyung no era divertido y el ojiverde le miró mal, provocándole una risita. Mientras tanto, Jungkook se zambulló en la piscina más profunda, y todos le perdieron de vista.
Taehyung solo tenía que girar la cabeza para atisbar a su novio a lo lejos, al que identificó como un tiburón surcando aguas peligrosas. Jungkook era así: aportaba algún comentario divertido de vez en cuando, luego se perdía en sus cosas, y eventualmente Taehyung le encontraba maravillosamente relajado, tumbado bajo la sombra, o nadando por allí al estilo mariposa, moviendo los brazos y las piernas hasta cansarse, y quedar flotando bocarriba.
Luego de una segunda ronda en las cartas, Hoseok se levantó para ir a por unas bebidas para todos. Nina aprovechó para cuchichear algo.
—El otro día me llevó a unos baños termales súper bonitos. ¡Es un amor de chico! ¡Estoy tan feliz! —dijo con los ojos desprendiendo brillitos.
—¿Hoseok? ¿Un amor? —Jimin parpadeó, poco entusiasmado—. Pero si es una bestia. Cuando teníamos dieciséis, discutimos en casa de mis tíos y me lanzó un plátano a la cara. ¡Menudo genio!
Taehyung se partió de risa, Nina se quedó boquiabierta, pero también se rio un poco. Entonces llegó la parte en la que le dijo a Tae en voz baja que habían ido a un hotel a hacer el ñiqui-ñiqui, y a él le hormiguearon las mejillas. Eran muy amigos, le parecía normal que la chica compartiera sus confidencias con él, pero, ¿era necesario que le dijera que era demasiado bueno en la cama? Taehyung miró de soslayo a Jimin, quien estaba esbozando una exagerada mueca de asco.
—Por favor, arrancadme los oídos —teatralizó el muchacho.
—¡Eh, tú no digas nada! —le señaló Nina—. ¡Tenía que contárselo, apenas le veo ahora, desde que dejó la cafetería! —exclamó abrazando el brazo de Taehyung.
—Ahem —carraspeó el castaño.
—¿Sabes que todas las chicas que vienen preguntan por ti? ¡El chico alto, el de los ojos verdes! ¡Taehyung, tenías un montón de fans!
—Ya decía yo —Jimin bufó una risita.
Taehyung frunció el ceño, algo avergonzado. ¿Fans? ¿Él? Bueno, había notado que el afluente femenino era bastante amplio desde hacía algunos meses, pero estaba seguro de que había chicos más guapos por allí.
—Mejor no se lo digamos a Jungkook, o se pondrá como un león —soltó Jimin, sarcástico.
—Por cierto, Jim. ¿Qué tal tu primera experiencia con un chico? —contraatacó Taehyung.
Jimin se mordió la lengua, le lanzó una mirada asesina.
—Oh, oh, ¡yo quiero saber los detalles de eso! —dijo Nina entusiasmada.
—¿Por qué no nos cuentas como tú y Jungkook lo hicisteis en la playa? —le devolvió Jimin sin compasión. No era tan tonto como para no deducir que su desaparición había sido sospechosa, aunque Jungkook no hubiera soltado prenda al respecto.
Definitivamente, Nina se llevó las manos a las mejillas, mirando de un lado al otro. ¡Demasiado cotilleo picante a la vista! De repente, Hoseok llegó con cuatro latas de bebidas, una de naranja, dos de limón y otra con sabor a regaliz, que repartió según los gustos. El silencio se hizo evidente entre el grupito, y Hoseok detectó que habían cerrado el pico por algo.
—¿Qué pasa? ¿De qué habláis? —formuló tranquilamente, sentándose en círculo junto a los chicos.
—De... —titubeó Taehyung, frotándose la nariz con la lata en la otra mano.
—Del parchís —improvisó Jimin.
—Sí.
—Sí —declararon Nina y Taehyung al unísono.
Hoseok les miró con suspicacia.
—Ya. Claro. Del parchís que no habéis traído —sonrió.
Era demasiado buen tío para llegar más lejos. Hoseok mencionó que le apetecía darse un chapuzón mientras tomaban aquello. Jimin tenía bastante calor (¿casualidad?), y a Nina le apetecía nadar. Tras unos sorbos, Taehyung fue el primero en salir de la sombrilla, se quitó la camiseta y se fue hacia el borde de la piscina buscando a Jungkook con la mirada. Contó hasta tres, y temiéndose zambullirse en un agua terriblemente fría, se lanzó se cabeza para sufrir el cambio de temperatura de una. El muchacho entró en el agua notando el golpe, la presión del agua en los oídos y los ojos le enfrió la piel, y al cabo de unos segundos, sacó la cabeza y se desplazó por la superficie tratando recuperar el calor en sus extremidades.
Cuando los músculos se le acostumbraron, atisbó al pelinegro a unos metros, y llegó a él sibilinamente para abrazarle la espalda.
—Rawr —musitó junto a su oreja.
Jungkook le miró por encima de su hombro, con un pálpito agradable.
—Hola —contestó esbozando una sonrisa, y deslizó las manos bajo el agua, posándolas sobre los brazos que Taehyung adhería por debajo de su pecho—. ¿Ya os habéis cansado?
—Echaba de menos a mi chico tritón —dijo poniendo morritos.
—Huh, ¿ese soy yo? —sonreía Jungkook.
—Te van a salir escamas de tanta agua —bromeó con dulzura.
El contrario se rio un poco, movió las piernas ligeramente para llevárselo con él. Con un movimiento de brazos, le giró hasta quedar frente al castaño, que se dejaba llevar en el agua.
—Le he dejado un mensaje a mi madre diciéndole que te quedarás a cenar —le informó Taehyung—. Se muere porque lo hagas.
Jungkook se tomó unos segundos para responder. Su rostro se hallaba cubierto de gotas de agua que se deslizaban, brillantes, como minúsculos diamantes que se repartían por su cara, cuello y hombros. Tenía el pelo mojado y pegado a las sienes, con mechones azabaches desordenados que Taehyung no dudó en tocar con los dedos tras su nuca.
—¿Es normal que eso me ponga nervioso? —expresó Jungkook en voz baja.
—¿Por qué? ¿Por mi familia?
—Sois tan... cercanos... Tú y Minho, y tus hermanos. Todos os conocéis desde hace tiempo. Hasta Jonah es alguien habitual en tu familia —decía visiblemente preocupado—. A veces temo decepcionarles. Sé que Leo y yo no empezamos con buen pie, por lo que...
—Cielo, no tienes que preocuparte por él. Ha bajado las defensas, créeme. Sé que Leori ha sido un prepotente y bastante arisco contigo —Taehyung estrechó los brazos que rodeaban su cuello—. Pero a mi madre le encantas y Sana te adora, Kook. No vas a decepcionarles. Sólo tienes que ser tú.
Era inusual ver a Jungkook tan inseguro. Él no era ese tipo de personas en absoluto, pero la familia de Taehyung significaba muchas cosas para él. Esa familiaridad y cercanía que nunca había tenido, y los seres más cercanos al chico del que estaba enamorado. Por supuesto que les caía de maravilla, y, aun así, a veces sentía tanto pudor, como Taehyung cuando veía a Jeon Seung, a quien a veces se le escapaba un cómico señor Jeon, en lugar de recordar que podía llamarle por el nombre de pila. En ocasiones, Jungkook se preguntaba cómo habría sido si hubiese entrado en la vida de Taehyung mucho antes, por ejemplo, en el primer año de universidad, puesto que habían estado en institutos distintos. Quizá habría sido el amor platónico de Taehyung, o su mejor amigo, como Minho. A lo mejor habría estado ahí mucho antes, y hubiera podido ahorrarse muchos malos tragos desde el principio.
A veces solo podía pensar en que quería beberse el tiempo a su lado, y que todo cuanto tenía era poco, porque siempre quería más y más, sin llegar a hartarse de eso. De alguna forma, Taehyung se había convertido en un buen amigo, solo que con él también existían las caricias y abrazos, un contacto físico agradable, que le proporcionaba sin abusar de su confianza o invadir demasiado su espacio personal. Podían hablar por mensajes hasta dormirse, pasar las tardes juntos y sin pretensiones, salir a cualquier lado, fumándose el tiempo. Era increíble.
Y tal vez eso era lo que significaba estar enamorado hasta las trancas.
—Oye, si quieres le digo que te quedas otra noche. No le va a molestar —dijo Taehyung, intentando no forzarle—. Tú y yo nos vamos por ahí, si te apetece.
—No, no —Jungkook sacudió la cabeza—. Quiero ir. Quiero cenar con tu familia, Tae.
—¿Seguro?
—De verdad.
El pelinegro inclinó la cabeza, y le dejó un tierno beso en los labios. Sus labios eran suaves y tibios, y el ambiente cálido bajo el intenso sol. Taehyung deslizaba las manos por sus hombros húmedos, entreabriendo los labios para obtener más de la tórrida caricia de su boca contra la suya. Afortunadamente, el agua fría los envolvía y mecía, evitando que los ánimos se caldeasen en exceso, a pesar de que las brasas rechinaban bajo la piel por la que pasaban las yemas calientes del pelinegro.
El besuqueó duró lo justo, ya que alguno de sus amigos se lanzó en bomba junto a ellos, salpicándoles toda el agua posible con una cómica bofetada.
—¡Ja, ja, ja, ja! ¡Casi les das, imbécil! —exclamó Jimin.
Él estaba partiéndose de risa el borde de la piscina. Nina llegó tras el chico con un bikini amarillo y estampado de flores, y al lado de la parejita, asomó la cabeza pelirroja de Hoseok, que sonrió orgulloso.
—Chavales, respetad el espacio público, por favor —se mofó de ellos.
Taehyung se sonrojó un poco, pero lo disimuló deslizándose sobre el agua como si nada, al tiempo que Jimin y Nina intentaban entrar en la piscina de manera más cobarde, tomando la escalera que había en un lado. Jungkook gruñó algo hacia Hoseok, e intentó ahogarlo. Nadie pareció darle importancia al grito de pavor del primo de Jimin.
Al final, Jimin se lanzó al agua porque Hoseok ya le había salpicado con maldad, y de paso le hizo gritar como una nena, provocando que todos se rieran. Después, el chico le mostró todo su respecto a su princesa (ganándose una mueca graciosa por parte de Jimin). Pasaron un rato remojándose, Hoseok y Jungkook se propusieron competir como bobos en atravesar a buceo la piscina de un lado al otro. Jimin le dio con el codo a Taehyung, y le murmuró algo:
—Que sepas que yo sabía que le gustabas desde el principio. La cara de estúpido que se le quedó la primera vez que os sentasteis juntos, denotaba el flechazo.
—¿Qué? ¿Cuándo? —parpadeó Taehyung, aturdido.
—En primero —le sorprendió Jimin—. Recuerdo que fue la primera vez que nos separaron en una práctica. A vosotros os pusieron juntos en una prueba de laboratorio, y el pobre se quedó atontado. Luego me preguntó hasta tres veces cómo te llamabas cuando acabó la hora. Fue muy gracioso.
Taehyung parecía sorprendido.
—¿En primer año?
—Por eso te mantuve en mi punto de mira —prosiguió el chico—. Fue la primera vez que me di cuenta que Jungkook se fijaba en alguien, aunque él, como siempre, era tan despistado, que nunca se dio cuenta de que le gustabas —encogió los hombros.
Era curioso. Muy curioso. Taehyung también le había mirado en alguna que otra ocasión; pero él sabía que jugaban en diferentes ligas. Jamás habría pensado que el playboy del campus escondía a un principito arrogante, con más falta de afecto que soberbia. Y por esas fechas, su espacio seguro y toda su ilusión había corrido por cuenta del amor platónico de su adolescencia.
—En fin, Kookie es un bebé. Cabezón como él solito, tendrás que aguantárselas todas.
—Tú tranquilo. No pienso despegarme de él —sonrió el castaño.
—Eh, idiota, ¡qué te estoy oyendo! —vociferó Jungkook acercándose en el agua—. ¿Qué coño le dices de mí? —formuló con recelo.
Jimin le miró ceñudo, y entonó una burla.
—Que se te caían los calzones por él. ¡Todavía recuerdo cómo tenía que limpiarte la baba!
—¿Recordamos la que liaste tú el día que fuiste a la playa, y terminaste huyendo de...?
Jimin le salpicó agua bastante molesto, y Jungkook se lo devolvió por dos, salpicando por accidente a Taehyung.
—Chicos, ¡joder! —escupió el castaño, bajo la tormenta de agua que se levantaba entre aquel par de tontos.
—Eh, eh, ¡tranquilo! —alegó Jimin, levantando las manos en son de paz—. Ahora vas a tener que aceptar el hecho de que yo también comeré pasteles de arroz picante —le dio una palmadita en el hombro a Jungkook y pasó nadando por su lado.
—Definitivamente, muero porque te largues una temporada a Japón —declaró Jungkook, haciéndoles reír a todos.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Pasadas las ocho de la tarde, la puesta de sol se escondía en el horizonte y la temperatura calurosa descendió en mayor medida, hasta hacerles pensar que quizá necesitarían una cazadora. Todos se habían quemado un poco los hombros y el rostro, a pesar de las cremas protectoras, y de haber pasado la mayor parte del día a la sombra. Hoseok y Jimin se pasaron por las duchas públicas de hombres y los vestuarios, como Nina, que fue respectivamente a la zona de mujeres. Taehyung lo descartó, mentalmente se declaró para sí mismo que pasaba de compartir duchas con un montón de hombres desnudos. No era su rollo, por no hablar de lo incómodo que se le haría ver a todos en pelotas. Él se puso la camiseta y se dejó el bañador, notando la fina capa de cloro esparcida sobre su piel y en su alborotado pelo. Con la ayuda de Jungkook, estuvo recogiendo las cosas que habían dejado por medio mientras tanto. El pelinegro se pasó posteriormente por una de las cafeterías para comprar una botella de agua (estaba sediento), y regresó junto a él.
—¿No vas a las duchas? —preguntó Taehyung, en lo que custodiaba las mochilas de los demás.
—Vamos a tu casa después de esto, ¿no? Pensaba que podía tomar una ducha allí —dijo Jungkook con naturalidad.
—Sí, claro que puedes —asintió el chico, agradeciendo su dosis de confianza.
Jungkook le pasó los dedos por la espalda en una sutil caricia, el contrario ladeó la cabeza mirándole y le tocó la nariz con una suave yema.
—Te has quemado un poco.
—Mhn, sí. Cómo lo odio —hizo un puchero con los labios.
—¿Duele?
—Noto la piel tirante.
—Has pasado demasiado tiempo en el agua.
—Pero nos lo hemos pasado de maravilla.
Taehyung apoyó la cabeza en su hombro. Jungkook olía a cloro, a sol, a césped y a aceite de coco. Podía cerrar los ojos y perderse en ello, en el calorcito que irradiaba su pecho palpitando en un suave compás.
—No me digas que estás tan casando... —le oyó decir.
Taehyung gruñó algo ininteligible. El agua siempre cansaba y le hacía dormir a pierna suelta tras tantas horas al aire libre. No pudo evitar pensar en lo bien que había dormido aquella noche que pasaron en la playa; quizá ese verano podrían repetirlo. Dormir junto a Jungkook era mejor de lo que podía haber imaginado, él era como un radiador, como un peluche grande y achuchable, siempre que no actuaba como un cazador, claro.
Los chicos no tardaron en regresar mucho más, Nina llegó la primera y les agradeció que estuvieran esperándoles. Jimin y Hoseok volvían desde el otro extremo del edificio, todos tenían el pelo mojado, parecían bastante cansados, y caminaban hacia la salida del amplio recinto ralentizando sus pasos. Iban por el párking y el cielo se teñía de tonos rojizos y anaranjados en el horizonte, y púrpuras más arriba. Los muchachos se despidieron, y dividieron en dos grupos; Hoseok llevaría a Nina a casa, y luego a su primo Jimin, mientras que Jungkook y Taehyung se marcharon juntos en el deportivo.
El pelinegro aparcó frente a la casa de Taehyung, activó el techo del descapotable para cubrir el cielo que comenzaba a oscurecerse a un ritmo vertiginoso. Taehyung salió del vehículo echándose su bolso deportivo y el de su compañero al hombro, y le esperó en la acera en lo que bloqueaba el automóvil. De camino a la puerta, el cansancio físico se hizo más patente en Jungkook, quien hasta entonces se había sentido más o menos normal. Taehyung abrió la puerta y mencionó que no había nadie en casa: el coche de su madre no estaba aparcado frente al garaje, como acostumbraba, y todas las luces seguían apagadas.
—¿A qué hora salía de trabajar?
—A las nueve —Taehyung pulsó la luz del recibidor—. Debe haber ido a por Sana, ha pasado el fin de semana en casa de mi tía.
Subieron las escaleras del fondo para llegar al rellano y entrar en la habitación de Taehyung. Había varios lugares del mundo que Jungkook adoraba, y uno de ellos era el dormitorio de su chico. Mucho más pequeño que el suyo, pero definitivamente acogedor y plagado de todas las cosas que le definían. Sin una pizca de miramientos, Jungkook se dejó caer sobre su cama, dobló los brazos tras su nuca y suspiró profundamente.
—Hogar, dulce hogar —liberó en paz.
—Eh, ponte cómodo —ironizó el castaño.
Taehyung dejó las mochilas en el suelo, sacó las toallas mojadas y le echó un vistazo antes de salir de allí con una sonrisa. Bajó la escalera y fue hacia el cuarto de lavandería para meterlas en la lavadora, no tardó demasiado en regresar a su habitación. Jungkook escuchó sus pasos, de dos en dos, en las escaleras, y poco después, el colchón se hundió por un lado.
—¿Ahora quién es el que está cansado?
—Lo reconozco —musitó Jungkook, sin abrir los ojos—. Pero el hambre me haría atravesar el país si es necesario.
Oyó a Taehyung reírse adorablemente y admitir que él sentía lo mismo.
—Jimin me ha dicho algo muy bonito —le dijo de repente.
—¿Qué? —Jungkook abrió los párpados, con una mezcla de ganas de estrangular a su amigo y latente curiosidad.
—Que en primero te fijaste en mí —dijo Taehyung, con encanto—. Hace tiempo, Minho me dijo algo similar. Pensaba que eras mi crush, aunque yo tenía la cabeza en las nubes en... otras cosas...
Jungkook se sintió un poco zarandeado. Se había preguntado montones de veces lo mismo esos últimos meses, al recordar algunos eventos del pasado a los que jamás le había otorgado demasiada importancia. Ni siquiera estaba al tanto de su bisexualidad en aquel entonces. Es más, su interés en el plano afectivo/físico le había limitado bastante, hasta el punto de ignorar cualquier cosa que pudiera derribar sus defensas.
—En Jonah —acertó Jungkook, con un poco de amargura—. Si no hubiera sido un imbécil, y me hubiera acercado antes a ti... —suspiró, y se pasó una mano por el cabello, que quedaba esparcido por encima de su almohada—. Pero supongo que habrías seguido enamorado de él. Y nosotros habríamos seguido siendo amigos, si él no la hubiera cagado con lo de tu hermano. No sé si me habrías dado alguna oportunidad...
—Kook, ¿qué dices? Las cosas se dieron así, y punto. Pero no quiero un segundo Jonah en mi vida. Te quiero a ti. Al Jungkook, que, por cierto, me gusta desde siempre. Aunque... —refunfuñó— seas un poco idiota.
Él giró la cabeza, mirándole con esos bonitos y cálidos ojos como el chocolate con leche.
—¿Te gusto desde siempre?
—Te lo he dicho de muchas formas.
Jungkook parpadeó, sintiéndose enormemente halagado.
—Pues debo ser el más imbécil del mundo por no haber movido ficha antes —dijo pensando en la de veces que había deseado enrollarse con él cuando tan solo estudiaban en la biblioteca, mucho antes de siquiera haber probado sus labios.
Taehyung rodó los ojos, aunque también sonrió un poco, probablemente recordaba algo similar. Estaban declarándose como un par de bobos, y el ojiverde volvió a mirarle y atrapó su mano, deseando borrar cualquier rastro de duda en él.
—No tienes que compararte con nadie más. ¿Oído?
—Oído —asintió él, con dulzura—. Y este verano voy a sacar tiempo hasta por debajo de las piedras. Lo prometo.
—Yo también te lo prometo —le devolvió Taehyung.
Los dos se contemplaron unos instantes, Jungkook levantó su mano y le mordisqueó juguetonamente el dorso. Notó el sabor del cloro antes de que el compañero apartase la mano y le dijera que era un auténtico bebé, con una sonrisa presente en sus labios.
—Bueno —Taehyung se levantó de la cama, con un suspiro sonoro—. Me ducho primero, y luego empezaré a preparar la cena, porque creo que mi madre va a tardar bastante.
Jungkook le siguió con la mirada, haciendo una especie de mohín.
—¿Puedo ir contigo? —preguntó. Taehyung arqueó una ceja y le miró raro, por lo que se defendió acaloradamente—. ¿Qué? Hay que ahorrar agua.
—Ahorrar agua —repitió el compañero, incrédulo.
Jungkook se incorporó en la cama, hasta quedar sentado.
—Sigues siendo tímido, ¿eh? —levantó el mentón, con los párpados afinándose.
—¿Qu-Qué dices? ¡Yo no estoy pensando en nada! —su rostro se vio cruzado un rubor.
—¡Seguro que te crees que pretendo...!
La vergüenza le atacó a Taehyung, y Jungkook se contagió.
—N-No pensaba en nada en especial —alegó el pelinegro, levantó las manos mostrando su nada creíble inocencia—. Si quieres, te espero aquí, y después voy yo.
—Bien —sentenció Taehyung, y casi huyó hacia el armario. Sacó una muda de ropa limpia y miró de soslayo al contrario, que continuaba sentado en el borde de su cama en silencio, con piernas estiradas y las manos apoyadas en el colchón, tras sí mismo—. Si quieres, puedes venir conmigo —liberó al final.
Jungkook parpadeó, atontado, se dio cuenta de que llevaba mirándole varios segundos cuando Taehyung señaló con la cabeza a la puerta. Después de todo, ya se habían visto desnudos y en algún momento tendría que empezar normalizar tener momentos de pareja. Pero de ninguna forma, ver a Taehyung desnudo iba a dejarle indiferente.
—Vale —contestó Jungkook, que se levantó del sitio con un aura rara comenzando a rodearle.
Él sacó algo de ropa de su mochila, aunque Taehyung le sorprendió lanzándole una sudadera grisácea de cremallera y capucha. Jungkook levantó la mirada, y agradeció su ofrecimiento. Después le siguió fuera del dormitorio, entró en el cuarto de baño y vio al muchacho abrir el grifo del agua de la placa de ducha de mármol. La mampara era traslúcida y borrosa, y la lluvia de la alcachofa empezó a salpicar montones de gotas.
Taehyung dejó su ropa en el mueble donde estaba el lavabo, y se sacó la camiseta por encima de la cabeza dejándola caer a un lado. Jungkook cerró la puerta detrás de su propia, sin quitarle los ojos de encima. El compañero se quitó el bañador, después de comprobar varias veces la temperatura del agua con la mano, entró en la placa de ducha. La estructura de la mampara dibujaba su silueta emborronada. Jungkook continuaba estático, algo engarrotado, exhaló una bocanada de aire, recordándose que tan solo iban a compartir la ducha. Avanzó por el cuarto de baño y dejó sus cosas junto a las del muchacho, apaciguando su mente y esperando que su cuerpo no reaccionase exageradamente.
Se liberó de la ropa, y se dirigió hacia la ducha rodeando la zona que cubría su vista; el agua de la ducha había llenado a Taehyung de gotas, y éstas bajaban por sus hombros y torso, por los muslos, desde las rodillas hasta el tobillo, con lentitud. Con... algo que...
—Jungkook —llamó Taehyung, perfectamente colocado bajo la trayectoria del agua que formaba una lluvia, y extendiendo unos brazos hacia él. Tenía los ojos algo brillantes, verdes, el rostro algo ruborizado, pero parecía mucho más tranquilo de lo que esperaba, como si él también deseara familiarizarse con la situación—. Ven...
Desnudo, Jungkook llegó hasta donde estaba, la lluvia cálida y agradable de la placa de la ducha le salpicaba, primero empapando su cabeza y hombros, con el agua deslizándose en una fugaz caricia por todo su cuerpo, que se volvió constante y pertinaz. Él le abrazó, Taehyung correspondió a su gesto, colocando las manos en su espalda con los dedos separados, como si quisiera aparcar tanta piel como fuera posible. Un río tibio descendía sobre ellos, y Jungkook sintió la mente sencillamente en orden, la sensación de su torso apretado contra el suyo le arrullaba, y el vapor de agua comenzaba a subir, llenando y esparciéndose por la estancia.
Cerró los ojos. Era como si todo se hubiera detenido para sumirle y dejarle disfrutar del momento. Como si, de pronto, todo fuera simplemente perfecto. Suspiró el momento y le apretó un poco más, perfecto. Sus dedos le acariciaron la nuca y un lado del cuello, volviéndole a mirar, perfecto. El agua tibia abrazándole, perfecto. La piel teresa y mojada de su cintura bajo sus manos, también perfecto. Todo, todo estaba bien en el universo.
Jungkook abrió los párpados y rozó la nariz con la suya con una delicadeza arrebatadora. La ducha se había convertido en un momento subjetivo de aprecio y anhelo, demasiado fuerte. No estaban muy entretenidos con el aseo, que, en un principio, debía ser la razón principal de aquella experiencia. En lugar de eso, estaban abrazándose y respiraban juntos, amoldándose a sus cuerpos bajo el agua que caía. Completamente relajados, como si el mundo acabara de desaparecer. Taehyung le rozó con sus pestañas, observándole con una completa adoración que adolecía sus sentidos.
—Eres increíble. No sé cómo puedes dudar de cómo hubieran evolucionado mis sentimientos sobre ...
—Ssshh —le acalló Jungkook. Taehyung se perdió en la profundidad de sus ojos antes de que los entrecerrara para acercarse y empezar a rozar su boca con la suya, muy despacio y suave—. Ya sé, ya sé...
Sus escasas palabras se convirtieron en un murmullo cada vez más bajo, y cesaron completamente cuando le besó con suavidad, con la lengua húmeda rozando delicadamente la suya. Con el mismo cuidado infinito con el que le acariciaba la cintura, haciendo que apoyara la espalda contra los azulejos empañados de la pared, donde el agua ya no les alcanzaba del todo. El beso se volvía mucho más húmedo con el transcurso de los segundos, Taehyung ladeó la cabeza permitiéndole profundizar en su boca, y se le estaba haciendo muy difícil respirar. ¿Qué concepto de «ducha» tenía Jungkook? Quizá el mismo concepto de «solo amigos» que los dos habían intentado tiempo atrás, sin mucho éxito.
Lo cierto era que no podía quejarse de ello, pues sus sentidos comenzaban a arder en llamas con la misma impaciencia que el resto de su cuerpo. Las manos de Jungkook se iban arrastrando hasta llegar a sus muslos, apretándolos para sostenerle con una pierna y pegarle a él. En esa posición, no le costaba nada notar lo animado que los dos estaban. Lo duro y caliente que...
—Sabía que no se puede confiar en ti —jadeó Taehyung temblorosamente contra su boca.
Su intento a parecer inocente le había resultado fugazmente creíble, pero a juzgar por la mirada oscura y líquida que Jungkook le regaló, sabía que terminaría sucediendo. El ojiverde se sintió débil y plenamente dispuesto a que continuara apretándole de esa forma, dificultándole el raciocinio.
—Ssshh —repitió él, y empezó a besarle el cuello—. Cállate, Tae. Simplemente... déjame...
Le sorprendió tanto su comportamiento, que Taehyung no consiguió tragarse el grave gemido que se le escapó en cuanto el joven empezó a besarle el pecho, con su boca cerrándose sobre un aterciopelado pezón. La suavidad y la presión de sus labios se mezclaban con su respiración, el agua caía de forma estimulante, donde la palabra erotismo quedaba corta para describirlo. Los hormigueos insistentes y casi eléctricos se esparcían por todo su cuerpo, con cada toque de su lengua, y el rastro de sus malos sobre la piel mojada y resbaladiza, él se sentía una persona distinta. Se habían acariciado alguna que otra vez con las manos y labios, utilizando la lengua en los momentos más tórridos, pero ahora Jungkook parecía la mar de concentrado en su trabajo, como un niño entretenido con su juguete nuevo.
—Koo... Kook...
Su murmullo desvalido pareció hacerlo reaccionar, puesto que se movió. No obstante, lo hizo hacia abajo. Sus manos, que no abandonaban sus muslos, comenzaron a separarlos con la misma lentitud y delicadeza con la que su rostro le rozaba la piel del abdomen, repartiendo besos ligeros cada varios segundos. A Taehyung le había entrado taquicardia, y, en el momento en el que pasó una de sus piernas por encima de su hombro, entendió de qué iba el tema. Así, abrió los ojos, con el rostro incendiándose y las hormonas disparándose hasta la estratosfera. La cabeza le daba vueltas, y cada una de las palpitaciones se hizo más fuerte, acalambrándole las extremidades y pidiendo más.
Se atrevió a bajar la mirada, encontrándose al pelinegro de rodillas, con los oscuros mechones pegados a la cabeza y su rostro frente al espacio entre sus piernas. Por unos segundos, Jungkook no hizo más que torturarle con el aliento cálido chocando contra el punto más sensible de su anatomía, masajeándolo con una mano y besándolo con real esmero.
Taehyung tuvo que apoyar una de sus manos en su hombro, firme como el de una estatua, para sostenerse cuando sintió la lengua húmeda y tibia recorrer el mismo camino que anteriormente trazaban sus labios, y supo que estaba muriéndose en ese instante. Se moría, lenta y dolorosamente, y con tanto placer, y tan y tan fuerte, que iba camino al paraíso sin que nadie pudiera frenarlo. ¿Por qué era tan bueno?
Las piernas le temblaban cuando se dio cuenta de que él le sujetaba las caderas al mismo tiempo que empujaba con la cabeza practicando aquella maravilla oral, y arrasando con toda su conciencia como ser humano. Por todos los suspiros, todas sus respiraciones entrecortadas, todos los sonrojos y todas las veces que habían arrugado las sábanas bajo los dedos, aquello siempre iba a dejarle desarmado. En algún momento, el empuje cesó, y Taehyung creyó que pretendía dejarle tranquilo, pero le tomó por sorpresa cuando se irguió con aquel semblante hambriento. El castaño prácticamente se colgó de su cuello, estrechando el lazo que le llevó a un beso, donde él tomó el control. Con los besos que empezó a darle, Jungkook ya quemaba como el infierno, abriendo la boca para dejarle entrar, y dejando escapar jadeos incendiarios. Una mano de Taehyung descendió desde su nuca a la parte baja de su cintura, pasando por la cadera para cerrar los dedos entorno a la dureza que le rozaba.
Como respuesta, sintió al chico ahogar un suspiro dentro de su boca, y apoyó el antebrazo en la pared para sostenerse. Aun con todos los estremecimientos, Taehyung se ocupó de acariciarlo de la misma forma que él lo había hecho, sabiendo que lo martirizaba tanto como satisfacía su necesidad.
—Qué problema tienes ahí —se burló Taehyung con voz ronca.
Jungkook prácticamente se escapó de sus besos, con un gruñido de por medio.
—Quizá necesite algo de tu ayuda —reveló.
La idea le pareció magnifica, puesto que ambos estaban al límite. El castaño se separó un momento de él, levantando un dedo en señal de espera. Jungkook se quedó algo traspuesto cuando le vio poner un pie lejos de la ducha. ¿Era normal que Taehyung estuviera tan bueno? Su cuerpo era perfecto, según él. Ni demasiado delgado, ni grueso. Sin músculo, pero indescriptiblemente estilizado, de cintura envidiablemente estrecha y una constitución casi de la realeza.
Tal vez era el amor, o lo cachondo que estaba a esas alturas. Vislumbró a Taehyung regresar con un bote minúsculo de algo, con las mejillas encendidas y las pupilas dilatadas, por no hablar del labio inferior que tenía más rosa e hinchado, que instantes antes le había estado mordisqueando él mismo. Jungkook advirtió que era lubricante, ¿tenía de eso en el maldito cuarto de baño?
—¿Qué haces con eso?
—Lo traje antes, entre la ropa. Por si...
—Oh, así que luego yo soy el sádico —dijo afinando los párpados.
—El agua no ayuda —dijo Taehyung súper avergonzado— a que eso vaya mejor —y poco concreto—, pedazo de tonto.
Pero Jungkook sabía bien a lo que se refería, y a su chico no se le pasaba nada, porque era simplemente perfecto. Él se cercioró de regresar al punto donde estaban hacía menos de un minuto, le agarró por los hombros y le volvió a empujar con bastante ánimo contra la pared empañada de la ducha. Salpicado por el agua, se peinó el pelo negro hacia atrás con los dedos, y Taehyung le contempló como si estuviera frente al mismísimo Diablo.
Jungkook le besó, logrando que se le aflojaran las rodillas y la superficie del frasco casi se le escurriera entre los dedos húmedos. De todos modos, el compañero se adueñó del recipiente, que abrió para mojarse los dedos de otra sustancia, mientras la lluvia tan solo le humedecía la espalda. Dejó el bote en el estante metálico que colgaba a un lado, y le apretó contra su cuerpo, ladeando la cabeza para besarle y descender por su cuello.
Taehyung le apretó con los brazos, disfrutó de la caricia de su palma en el costado de uno de sus muslos. Una de sus piernas se enroscó junto a su cintura, con el azabache sujetándosela al tiempo que orientaba sus dedos hacia una zona más íntima. Primero lo acarició, y después lo preparó con un dedo, que pronto se convirtió en dos, mientras Taehyung jadeaba en su boca. Iba a hacerlo él, solo porque, de entre los dos, Jungkook era el único con suficiente resistencia para no deshacerse a pesar de las ganas que tenía. Entonces, sujetó su propia erección situándola hacia el eje de conexión entre sus cuerpos. Con una mirada compartida, se aseguró de su consentimiento, porque esta vez había tanta urgencia que carecían de preservativos y de ningún modo iba a dejarle volver a salir de la ducha, para ir a la habitación.
Entró en el compañero despacio, avistando la mezcla de molestia y placer en su rostro, que poco a poco se tornaba en fruición. En las primeras embestidas, los dos tocaron el cielo. Taehyung recostó la cabeza sobre su hombro y se dejó hacer, completamente dócil. Jungkook buscó el lóbulo de su oreja con los labios para torturarlo un poco más, y después se concentró en empujar con las caderas, convirtiendo el vaivén en un compás de goce, con el denso y pegajoso vapor pegándose a sus pieles. Taehyung clavaba los dedos en su espalda, reprimiendo el jadeo ahogado como podía en la cansina posición donde casi se escurría. Jungkook era de admirar, con tanto ánimo y energía para follar, cualquiera se sentiría orgulloso teniendo en cuenta que él estaba soportando toda la dificultad de aquel polvo en la ducha. Él echó la cabeza hacia atrás, tratando de respirar y soportando la carga, y la forma en la que la sangre le zumbaba en los oídos de forma casi dolorosa, embistiendo una vez tras otra. Un poco más, y suspiró el aliento, se sentía jubiloso, le temblaban las piernas, mientras a Taehyung se le escurrían los dedos por sus hombros.
Jungkook le agarró una mano que llevó hasta la pared, sus dedos se entrelazaron sobre la superficie resbaladiza y húmeda. Taehyung no pudo soportarlo mucho más, todo se volvió borroso y tuvo que apoyar la nuca contra los azulejos, agarrándose con fuerza al otro joven, temiendo caer, cuando la ola de placer le recorrió el cuerpo de arriba abajo, descalabrándole. Era sublime. Si llegaba a soltarse, su destino sería caer al suelo de la bañera, y no era algo que le entusiasmara llevarse por delante a Jungkook. Todavía tiritaba y le costaba pasar el aire a los pulmones cuando el éxtasis fue desvaneciéndose. Jungkook rozó el clímax justo después, con el cuerpo del contrario casi lánguido y deseando desvanecerse. Una ola de gloria le aplastó como la cortina de agua que rozaba su espalda, trasero y musculosos muslos, que se cargarían de agujetas más tarde. El murmullo de sus respiraciones agitadas, los latidos desbocados contra el pecho del otro, y el acompañamiento del golpeteo del agua sobre el centro de la placa de la ducha aconteció el momento.
Jungkook salía de él, despacio y acalorado, como si una ola de lava le hubiera arrasado por dentro. Dejó Taehyung posara la pierna en el suelo con cuidado, aun sin soltarse el uno al otro. La nariz de Jungkook rozó la suya, y él esperó volver a la normalidad mientras se sumían en la muda contemplación de las pestañas oscuras que enmarcaban la mirada acaramelada del otro. Tras relamerse, Taehyung se dio cuenta de que el contrario había empezado a sonreír burlonamente. Tenía toda la pinta de haberlo disfrutado, incluso regodeándose en la tortura que había precedido.
—Eres un salvaje.
—¿Así es como me lo agradeces? —le vaciló Jungkook, todavía con voz ronca.
—Si piensas que voy a darte las gracias por hacerlo en la ducha...
—Je, eres una monada —soltó él, igual de encantado.
Jungkook no tenía ningún remedio. Era el virus y la medicina, al mismo tiempo. Taehyung frunció los labios, aunque las comisuras de sus ojos se estibaron de adoración. El pelinegro ladeó la cabeza, le besó la mejilla varias veces y estrechó los brazos alrededor de su cintura. Taehyung estaba perdido, mareado, y sumido en el deleite de tantos cariños. Podía morir allí, en la ducha, con la piel arrugada, si podía fundirse en la sensación de ser tan amado y bien tratado por alguien. Jungkook entrelazaba sus dedos, dio unos pasos hacia atrás y tiró de él gentilmente para llevarle al centro de la ducha, donde la lluvia volvió a alcanzarle.
—¿Y si ahora usamos algo de jabón? —sugirió Jungkook con las comisuras curvándose.
Quizá debían haber empezado por eso, si bien entre tanto roce y agua, sus pieles ya se habían desprendido de la capa de cloro que les había dejado el día en la piscina. Taehyung agarró un bote de champú y vertió el contenido en la palma de su mano, fue hacia Jungkook, que le miraba atento, algo sorprendido, y le contempló muy entretenido, introduciendo los dedos en su pelo, y procurando que la espuma del champú no le dejara ciego.
Aquel gesto de cariño le dejó desvalido, derritiéndose en sus suaves ojos verdes y el contacto cuidadoso de sus manos. El olor a lavanda y limón del producto llegó a su olfato.
—Mira que eres poco hablador cuando te da la gana —dijo Jungkook, anonadado.
—Quiero estar así para siempre —expresó Taehyung entre el susurro del agua.
—¿Así?
—Así —repitió, acariciándole el rostro con los pulgares.
Los párpados de Jungkook se entornaron, regalándole una mirada capaz de partir el hielo de un iceberg.
—Si es que es imposible no querer comerte...
—¿Y me dices eso con el pelo de Santa Claus? —entornó como burla, de repente.
Él se rio de repente, el agua se llevaba el resto del champú, dejándole el pelo negro y suave, con mechones largos.
—No te lo cortes —sugirió Taehyung en una fugaz petición.
—Huh, ¿te gusta?
—Me gusta agarrarte del pelo, así...
Jungkook le envolvió los hombros con los brazos, y los dos empezaron a tontear como un par de insoportables tortolitos. Le dio varios besitos en los labios, Taehyung mugió un poco, cuando un ruido brusco llegó a ellos. Un puño golpeó la puerta en varias ocasiones, y los ojos del castaño se abrieron de par en par.
—¡Taehyung! ¡Sal ya! ¡Qué vas a acabar con el agua del mundo! —exclamó Leori desde el otro lado de la puerta.
Los dos se quedaron paralizados, Taehyung estático, y Jungkook, notó cómo la sangre le subía a la cara por la vergüenza y se separó de él como un rayo. ¡Joder! ¡Habían regresado, mientras estaban en su propio mundo!
—¡Ya voy —le ladró Taehyung a su hermano—, pesado!
—Pues date prisa. Mamá ya está haciendo la cena —dijo, y cuando los dos creyeron que se había largado, agregó—. ¡Y tendrás que explicar por qué llevas tanto tiempo en la ducha!
Taehyung quería morirse allí mismo.
—¡Que ya salgo! ¡Pírate de una vez!
Oyó a Leo riéndose desde el otro lado. Luego, sus pasos apagándose en el pasillo y bajando por la escalera. Al menos, se había largado y podían estar un poco más tranquilos. No obstante, el eventual alivio se convirtió en una situación vergonzosa. ¿Cuándo habían llegado? ¿Cuánto rato llevaban en la puta ducha? ¿Les habrían escuchado? Muy probablemente no, puesto que había otro cuarto de baño bajo, y en la primera planta solo se encontraba su dormitorio y la antigua habitación de Leori, ahora inhabitada.
Taehyung y Jungkook salieron de la ducha en ese momento, cerrando el grifo de la placa que esparcía agua. Sin jabón ni cloro, sus pieles estaban húmedas, los dedos arrugados y el espejo completamente empañado. El denso vapor flotaba en el ambiente, Taehyung le pasó una toalla limpia a Jungkook que sacó del mueble, y él se cubrió con la suya, seguido de un suspiro. Con el borde de la toalla, despejó una franja del espejo para mirarse.
Estaba definitivamente colorado, el cabello mojado y despeinado, aunque limpio tras el breve enjuague que se había dado él mismo antes de cerrar el agua y salir de la ducha. Jungkook llegó tras él, le abrazó la espalda y apoyó el mentón en su hombro. Sus ojos se encontraron en la franja del espejo con complicidad. Iba a morir de vergüenza cuando tuviera que bajar y sentarse a cenar con su familia, aunque en el fondo, a su lado más histriónico le daba igual.
—No sabía que Leo vendría a cenar —le prometió Taehyung frente al espejo.
—No importa, está bien —murmuró Jungkook.
—Al menos, nos lo hemos pasado...
—Bastante bien, sí —terminó el contrario, tan irónico como él.
Los dos se rieron en voz baja, Jungkook se incorporó, pensando en que mejor debían empezar a vestirse. Al cabo de unos minutos, salían del cuarto de baño con ropa cómoda. Jungkook llevaba la sudadera de Taehyung, sin camiseta debajo, y con la cremallera subida hasta encima del pecho. Tenían el pelo húmedo, pero no empapado, y se habían peinado un poco, logrando un aspecto mucho más normal. Taehyung recogió algunas cosas del dormitorio, sin olvidar el botecito de lubricante, que previamente se había llevado del cuarto de baño (Dios le librara de olvidarse algo como eso allí) y lo guardó en un cajón.
Se volvió hacia Jungkook comprobando que él ya estaba preparado, con su sudadera (le quedaba absurdamente bien), un pantalón de chándal azul y los tenis que calzaba. El joven estaba sentado en el borde de la cama, esta vez concentrado en la pulserita que trataba de abrochar en su muñeca. Taehyung se fue hacia él y se inclinó un poco para ayudarle. Era la que él le había regalado; plateada y con un borde de brillantitos. Una preciosidad.
Se miraron un instante, con los iris verdes dulcificándose por su compañero.
—Me la quité para ir a la piscina. El cloro deteriora estas cosas.
—Sí, es verdad —afirmó Taehyung, cerrándole el broche—. Gracias por llevarla.
—¿Bromeas? Todavía estoy pensando en qué voy a regalarte...
El castaño le dio un inesperado beso en la frente y luego tiró de su mano, instando a que se levantase.
—Venga, vamos abajo.
Jungkook se levantó perezosamente tras él. ¿Le había besado la frente? ¡Le había besado la frente! Sufriendo el aleteo de un centenar de mariposas, bajó la escalera de la mano del chico, doblaron el pasillo y entraron al comedor, donde había un gran revuelo montado. Annie estaba en la cocina americana, dándole órdenes a Leori, que rápidamente clavó los ojos en ellos. En cuanto a Sana, exclamó un súper saludo en dirección a Jungkook, con toda la euforia del mundo. Annie le dirigió una enorme sonrisa.
—¡Vaya! ¡Pero si ya estás aquí! Siéntate, por favor —solicitó amablemente, señalando a la mesa. Taehyung se fue hacia ella para echarle una mano, pero su madre lo quitó de en medio—. Tú también, cielo.
Él se fue de vuelta hacia la mesa agradeciendo la puntual amabilidad de su padre, su hombro se topó con el de Leo por el camino. El ojiverde le miró y carraspeó un poco para que se quitara de en medio, y el mayor lo hizo, algo turbado. Por su mirada y palpable incomodidad, algo le decía que Leo había caído en la cuenta de que, probablemente, un rato antes, les había pillado en la ducha juntos. Qué incómodo.
Taehyung tomó asiento junto a Jungkook, que estaba respondiendo a su madre la cantidad ingente de preguntas acerca de cuánto apetito tenía, qué era lo que más le gustaba de la comida tradicional coreana, y si tenía problemas con el picante.
—¡Taehyung me ha dicho que te vendrás con nosotros a la playa! —le asaltó Sana a Jungkook.
—Oye, ¡no pongas palabras que yo no he dicho en mi boca! —se defendió Tae.
—Es verdad, pero, ¿a qué te vendrías? —dijo la menor, poniéndole cara de pena.
¿Cómo iba a decirle que no? El castaño posó una mano sobre su muslo, bajo la mesa, y se lo apretó gentilmente como muestra de apoyo, y un claro: «eres la estrella de la noche». Jungkook le contestó a la menor que estaría encantado de hacerlo si le invitaban. Mientras tanto, Annie y Leori pusieron los platos sobre la mesa, se sentaron para compartir una casera y deliciosa cena entre todos, donde el pelinegro se convirtió en el absoluto protagonista. Hablaban sobre la universidad, sobre lo grande que era Seúl y lo difícil que se había vuelto el mercado laboral. Jungkook mencionó que él estaba haciendo algo con la fotografía, aunque era un trabajo nada estable, y entonces le llovieron un montón de preguntas. Taehyung le echó un capote para que le dejaran cenar tranquilo, alegando que el chico tenía mucho talento y él lo había visto con sus propios ojos. Tanto cumplido e interés hizo que sus mejillas hormiguearan, la comida le bajaba despacio por la garganta, y sus ojos se encontraron brevemente con los verdes del muchacho. De repente, Annie soltó que a Leori también le gustaba usar la cámara de jovencito, hábito que posteriormente le trasladó a Taehyung, y que al final los dos dejaron aparcados.
Jungkook se sorprendió un poco. La conversación se trasladó a una cómica discusión en la que Sana se negaba a comerse las verduras, ante la atenta insistencia de Leori y su madre. Al final, se las metió en la boca con los palillos, y con una graciosa mueca de desagrado. Cenaron muy pacíficamente, Annie le dijo a Taehyung y a Jungkook que se habían quemado, puesto que tenían el rostro algo más colorado y la nariz brillante. Taehyung lo admitió, se dio cuenta de que, con todo aquel asuntito de la ducha, había olvidado de ponerse crema en la cara, y de paso ofrecerle un poco a su chico. Minutos más tarde, Jungkook les contemplaba en silencio, mientras todos conversaban. Sentía un revoloteo por dentro. Se había llenado el estómago con una comida cálida y hogareña, y estaba en paz. Esa aura familiar le envolvía, le calentaba el corazón, se sentía cómodo y aceptado, y todo era increíblemente natural. Estar con la familia de Taehyung se sentía como tener una segunda familia, muy cálida y repleta de gente. Sana le hablaba muchísimo, Annie era increíblemente cándida y amable con él (ese calor maternal que nunca había sentido), y Leo, bueno, algo le decía que estaba esforzándose por dejar de lado su lado sobreprotector. Cuando terminaron de cenar, Taehyung se levantó inmediatamente y comenzó a recoger la mesa con la ayuda de Leori.
—Puedes quedarte a dormir, cielo. Hay una cama extra arriba —dijo Annie.
—Sí, y yo ya no duermo en casa —Leori pasó tras él—. A las once, me largo. Mañana tengo curro —dijo saliendo del comedor.
Jungkook no sabía si debía aceptar o no, por pura educación. Miró a Taehyung buscando el empujoncito que necesitaba, pero Sana atrapó su atención.
—¿Has visto el nido de golondrinas que hay afuera? —preguntó apoyándose en la mesa.
—¿Un nido? No —parpadeó Jungkook.
—¡Ven! ¡Voy a enseñártelo! —exclamó la chica.
—Es un poco tarde, ¿no crees? —dudó Annie.
Ella infló las mejillas, pero como Jungkook estaba de acuerdo, se levantó del asiento y pareció complacida. Tomaron la puerta de atrás, que daba al porche trasero y al jardín, que consistía en un terreno no demasiado grande, con césped, un enorme árbol del que colgaba una hamaca bien apuntalada, y al otro lado, una canasta de baloncesto. La luz del porche era escasa ahí afuera, el cielo sobre sus cabezas era negro y limpio, cargado de cientos de miles de puntitos plateados que apenas resplandecían sobre una ciudad tan brillante como Seúl, pero ahí estaban. Sana le orientó hacia los setos que había junto a un extremo de la valla, y en un árbol no demasiado espeso, sobre una rama, apuntó con la linterna del teléfono móvil para iluminar lo que parecía ser un revoltijo de palitos y diminutas ramas. Tres minúsculos pájaros se encontraban en el interior, pegados, casi hechos un ovillo.
—¡Mira, ahí están! —masculló Sana.
—Ah, están durmiendo —dijo Jungkook con asombro.
—Ssshhh —ella se llevó un dedo a los labios—. Les encontré aquí hace unos días, y a veces les traigo pan. Estoy intentando convencer a mamá para que nos deje tener un perro. ¿Tú tienes mascotas?
A Jungkook se le hizo encantador, Sana bajó la linterna del teléfono y le dirigió una sonrisita con los labios.
—Un gato. Buddy.
—¡Uh, me encanta el nombre! ¡Quiero conocerlo!
—Algún día te lo presentaré.
Leori se encendió un cigarrillo a su lado. Jungkook advirtió su presencia en el chasqueo del mechero metálico, que a continuación se guardó en el bolsillo.
—¿A que tú también quieres un perro, Leo?
—Ese es el problema, Sana. No tengo mucho tiempo —expresó Leori con un timbre neutro—. Dile a mamá que te encargarás tú de él, y verás cómo termina aceptándolo.
Ella asintió con la cabeza, y salió corriendo. Jungkook la siguió con la mirada, y en unos segundos, se encontró a solas con Leori en el jardín. El mayor hizo contacto visual con él tras una calada, Jungkook desvió los iris. Era raro. No exactamente incómodo, pero un poco antinatural, teniendo en cuenta el poco contacto que habían tenido entre ellos hasta entonces. Pero si había un punto de unión entre los dos, ese era Taehyung. Probablemente, una de las personas más importantes para Jungkook, así como para su hermano.
—Oye, uh, siento lo que...
La voz de Leori se desvaneció, y Jungkook notó un pálpito.
—No, no. No tienes que disculparte —expresó.
—No —prosiguió Leori, tras otra calada—. Sé que la cagué. Patiné hasta el fondo. No tenemos por qué ser amigos, pero... Taehyung es importante para mí. Y no quiero convertirme en ese tipo de persona —hubo un silencio, donde Jungkook posó los iris castaños sobre él, presenciando un semblante de honestidad y verdadera convicción—. Tras el accidente, comprendí que me había estado alejando de mi familia, de las personas que me querían. De mí mismo. Cuando iba al instituto, muchas veces me levantaba únicamente por mi hermano. Y luego, lo hice por Jonah. Les quiero —dijo en voz baja—. Son lo más preciado que hay para mí. Creo que ver que Taehyung estaba con un desconocido, me acojonó. Lamento haber sido un imbécil contigo.
Podía resultar irónico, pero Jungkook lo entendía. Lo entendía muy bien. Después de todo, ¿no habían hecho daño a las personas que más querían? A sus amigos, a sus familiares, a esa persona especial... E inevitablemente, eso formaba parte de su aprendizaje, del cambio de rumbo y de una nueva oportunidad.
—Jonah tenía razón. En eso también se parece a Taehyung —suspiró Leo, ante su silencio—. Casi siempre tienen razón en todo. Pero no se lo vayas a decir a ninguno, ¿eh?
Jungkook esbozó una leve sonrisa, desenfadada y espontánea.
—No. Bastante tengo con que sea más bueno que yo en todo.
Leori se rio en voz baja.
—Ya, además... Mi hermano no habría escogido a alguien que no estuviera a su altura.
Aquello había sido un cumplido muy casual, pero auténtico. Jungkook se sintió un poco tímido, no obstante, se lo agradeció por dentro. Era la primera conversación real, sin tensiones, ni rivalidades, que compartían.
—Gracias —murmuró Jungkook en un tono audible.
Leo no le miró. Hizo como si no le hubiera escuchado.
—Por cierto, Taehyung me dio el sobre. El del historial laboral de mi padre en Jeon Enterprises —reveló Leo, justo después—. Siento lo imbécil que fui. Siento lo del puñetazo, y...
—Por eso ya te disculpaste —le detuvo Jungkook.
—No iba en serio. No, al menos, la primera vez —soltó entre dientes.
Jungkook negó con la cabeza, exhalando una sonrisa.
—Apuesto a que me querías dar otro —adivinó a la primera.
—Apuestas bien —sonrió.
Tras una risita compartida, Jungkook se permitió bromear:
—Tu hermano golpea mejor que tú.
—¿Estás de coña?
—Oh, no. No lo estoy.
—Espera, ¿mi hermano te ha pegado un puñetazo? —parpadeó.
—Mhn, y bien merecido —Jungkook bajó la cabeza, guardándose para sí mismo el recuerdo—. Eso creo.
Leori soltó otra risotada. Se ahorró hacer preguntas que no venían al caso, pero apreció la fugaz química que apareció entre ellos. Entonces, lanzó el cigarrillo casi apagado por encima de la valla y se frotó las manos, antes de ofrecerle una palma. Jungkook levantó la mirada, algo desorientado.
—Empecemos de nuevo —sugirió Leori—. ¿Te parece?
Jungkook no tardó ni dos segundos en estrecharle la mano, con un apretón bastante digno.
—Acepto el trato —afirmó con ojos limpios.
—Hola, ¿qué hay, Jeon? Soy el hermano de Tae —dijo Leo, apretándole la mano.
—Eh, ¿qué tal? Un placer, Leori.
—Llámame Leo.
—No sabía que tenía un hermano mayor. ¿A qué te dedicas? —continuó con la broma.
—A ser un imbécil. Un mal hábito que tengo —respondió Leo.
—Bueno, algunos malos hábitos nunca se pierden —Jungkook se cruzó de brazos.
—¿Cómo cuáles?
—Los del corazón.
Leori le contemplaba con una mirada significativa, Taehyung se asomó al porche y les encontró al fondo. Los párpados de Leori se entornaron un poco, y su expresión se volvió indulgente, casi vulnerable, de ojos castaños y cordiales.
—Cuídale bien, ¿vale? —dijo en voz baja, antes de que Taehyung se acercara.
El ojiverde llegó junto a ellos y abrazó un brazo de Jungkook.
—¿Qué hacéis aquí? —preguntó junto al hombro del pelinegro.
—Ver nidos de pájaros —ironizó Jungkook.
Los dos se miraron de cerca, Taehyung sonrió un poco sin creerle en absoluto. Era la primera vez que encontraba a Leori y Jungkook juntos, en un mismo espacio y sin aparentes tensiones, Sintió curiosidad por lo que hablaban, y no pudo evitar mirar a uno y a otro, tratando de discernir qué estaba ocurriendo. El rostro de Jungkook se le hacía más sencillo de leer: fuera como fuese, todo estaba bien.
—En fin, me voy. Mañana tengo que madrugar —anunció Leori—. Buenas noches, descansad.
—Adiós, Leo. Buenas noches —respondió Taehyung.
—Buenas noches —agregó Jungkook.
Se despidió con normalidad de los chicos, y se fue hacia la casa para hacer lo mismo con su familia. En cuanto Jungkook y Taehyung se quedaron a solas, el castaño le observó de medio lado, estrechándole el brazo.
—¿Te ha dicho algo?
Un corto silencio precedió aquel momento.
—Creo que hoy he conocido mejor a tu hermano —dijo Jungkook de manera misteriosa.
Las comisuras de los ojos de Taehyung se arrugaron adorablemente.
—Entonces, ¿te quedas a dormir con nosotros? —propuso él, felizmente.
—¿Vas a enviarme a otra habitación? —bromeó Jungkook.
—Nah, tú duermes hoy conmigo —afirmó Taehyung en voz baja.
El chico reposó la cabeza en su hombro y se quedaron quietos, disfrutando del silencio y de la comodidad del momento. Las ventanas de la casa resplandecían con una luz cálida y anaranjada que se derramaba suavemente en el porche y llegaba hasta ellos. Allí olía a césped húmedo, al suavizante de la sudadera que le había prestado a Jungkook, y a jabón. Taehyung levantó la vista unos instantes, su cabello se había secado al igual que el del compañero, quien también le contempló con una secreta admiración.
—Hace una noche muy buena, ¿no te lo parece? —formuló Taehyung.
—Esta noche es perfecta —contestó Jungkook.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Malos Hábitos ha sido publicada en Amazon. ¡La versión física del libro ya se encuentra disponible! Podéis encontrar los links de venta en mi tablero, en mi carrd (está en mi perfil) o a través de mi Twitter/Instagram: chispasrojas. También podéis escribirme por privado.
¡Espero que os haya gustado el libro!
[Aún queda el epílogo...]
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