Capítulo 33

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Escena versátil. Por favor no insulten a los personajes, ni dejen comentarios desagradables o serán automáticamente silenciados. Gracias!

Capítulo 33. Stendhal

Los cubiertos estaban sobre la mesa, los recipientes de cartón se hallaban vacíos y manchados, con restos de comida y los palillos utilizados. Jungkook regresó del dormitorio, Taehyung estaba sentado en el sofá, descalzo, con el lanudo gato entre las piernas flexionadas, recibiendo sus caricias en la panza.

—Oh, esa peli la he visto —señaló al televisor.

Jungkook se aproximaba con un semblante muy serio, ofreciéndole el sobre beige que había guardado por semanas entre los dedos. Habían cenado, reído, compartido anécdotas, pero llegaba el momento de centrarse en otra cosa.

—Se lo pedí a mi padre hace un tiempo —expresó el azabache, atrapando su mirada—. Me dijiste que Leo te había dicho que tu padre trabajó en la empresa, y quería saber más.

Taehyung le contemplaba con ojos muy abiertos, la pinza de sus dedos sujetó el sobre. Buddy pegó un salto desde sus piernas al suelo, largándose orgulloso, al tiempo que Jungkook se sentaba sobre la mesita café, clavando los codos en las rodillas.

—No lo he mirado por respeto a vuestra privacidad —le oyó decir—. Pensé que lo mejor sería entregártelo a ti.

En el más estricto silencio, Taehyung deslizó el pulgar por la solapa del sobre y la levantó para extraer el contenido. Era un expediente laboral sellado por Jeon Enterprises. El joven inclinó la cabeza sobre el documento, y pasó página con los dedos, mientras su vista se empañaba.

—Eh, ¿Estás bien? —preguntó Jungkook, apretándole el hombro con una mano.

Taehyung se relamió los labios, parpadeó repetidas veces para que sus lágrimas se evaporaran, y, aun así, tuvo que escurrir los dedos bajo un lagrimal traidor, que osó por desbordar su emoción en una concentrada lágrima. Jungkook no tardó en abordarle, se desplazó de la mesita café a su lado, en el sofá, y le atrajo bajo un brazo a él.

El sobre y su contenido quedó a un lado del sofá, pues el castaño correspondió a su gesto, hundiéndose en su regazo. Le rodeó la cintura con un brazo lánguido, y se relajó durante largos segundos, que se convirtieron en minutos, abrazado perezosamente a él. El compás de su respiración, y el bienestar que sentía se llevaba todo cuanto osara atravesar su mente en ese momento. Jungkook dobló la cabeza hacia él, la respiración que escapaba de sus fosas nasales le acariciaron la frente. Taehyung le estrechaba, sentir el calorcito de Jungkook, y tenerle pegado a él era inexplicablemente agradable.

—¿No debería habértelo dado?

—No. Su historial es impecable —le sorprendió Taehyung en voz baja.

—¿En serio? —Jungkook parpadeó, deslizó una mano por su hombro, acariciándole de arriba abajo el brazo.

—Han pasado diez años. El alcohol jugó con su vida personal, y hundió todo lo demás.

Su mente viajó por su infancia, deteniéndose en su madre, y luego en Leori. Su hermano era quién necesitaba realmente aquello, no él.

—Por lo visto, a mi madre también —compartió Jungkook en su cercanía.

Había liberado aquello como un pensamiento en voz alta, no como si abriera un debate. Sus vidas habían sido distintas en cierto sentido, pero tanto él como Taehyung habían sobrellevado la falta parental, tanto de un lado como de otro. Por eso mismo, Jungkook le comprendió tan rápido cuando el joven le habló de su padre, y no mucho después, Taehyung estuvo ahí, en cuanto él quiso expresar el dolor provocado por la ausencia de su madre.

Taehyung levantó muy despacio la cabeza, casi como si llegara a la misma conclusión en el momento. Detuvo la visión de su afilada mandíbula y suave barbilla, luego en los labios de un rosa pastel, y en su bonita nariz. En esos párpados bajos, que cubrían parcialmente unos preciosos ojos como un bombón relleno de caramelo tostado.

—¿Puedo quedármelo? A Leo le vendría bien verlo, aunque eso no cambie los sucesos.

—Es tuyo.

El castaño le plantó un beso en la mejilla, y se retiró del hormigueante calor de su abrazo para guardar el fino archivo en su sobre, para después meterlo en el bolso que había dejado en el suelo, tras el sofá de color crema. Cuando cerró la cremallera, levantó la cabeza, vio a Jungkook recogiendo los platos y recipientes desechables.

—Te ayudo.

—Quédate ahí —le ordenó el pelinegro, para que se apartara.

Taehyung refunfuñó, porque quería ayudarle, pero Jungkook se fue con una leve risita. Regresó preguntándole si quería algo de beber, o le apetecía tomar postre. Había fresas con nata, helado de yogur, y si rebuscaba en algún mueble, estaba seguro de que encontraría alguna tableta de chocolate. Él le miraba con las manos guardadas en los bolsillos de los jeans. La camisa que vestía se encontraba arremetida por la parte frontal, mientras que los bordes se salían del pantalón a ambos costados y por detrás, con un look muy desenfadado.

—No me apetece nada más, gracias —contestó Taehyung.

El pelinegro ladeó la cabeza.

—¿Vemos una película? —le ofreció.

—¿Una de terror?

—Mnh, no quiero ser cruel contigo. Hoy no —musitó, con una sutil picardía.

—A mí... Se me ocurre algo...

Taehyung se aproximó con unos lentos pasos a él, Jungkook notó cómo su propia respiración se resentía en cada paso. Casi a la altura de sus ojos, con iris verdes y brillantes, sobre un rostro sereno. Parecía increíble, pues tras todo lo que les había acontecido esas semanas, era como si haber estado juntos hubiera sido casi un sueño. Sus propias manos se posaron en los costados del cuello del castaño, y las deslizó hacia la nuca, escrutándole al detalle, con una ambivalente mezcla de dulzura y pasión enterrada. El contrario le estrechó la cintura como si empezara a ser su lugar favorito, apretándole suavemente contra su cuerpo, su tronco contra el suyo, y las estrechas caderas ciñéndose a las del compañero.

—¿Tae? —pronunció Jungkook, siendo fugazmente una víctima de las feromonas que bailaban sobre su cabeza.

—Extraño tu olor, tus manos —murmuró el compañero, mareándole—, te extraño a ti.

Esos momentos de exclusiva intimidad que le habían hecho temblar y percibir hasta cómo se sacudían sus células, para después sentirse pletórico a su lado. En otras palabras, extrañaba a Jungkook físicamente y se le había hecho un infierno no poder permitirse achucharle, relajarse en sus brazos, estrujarle y besarle todo cuanto le apetecía en la distancia de aquel dichoso campus por el que se habían cruzado todos los días.

Atontado, perdido y alborotado, Jungkook tragó saliva.

—Y yo a ti —contestó él.

—También te... Te deseo...

A Jungkook se le secó la boca.

—No me digas —soltó con la voz absurdamente ronca.

—Lo que dijiste en mi casa, tenías razón —murmuró el castaño, con un timbre algo agitado—. No puedo ocultar cuánto te quiero y te deseo. No quiero despegarme de ti.

Definitivamente, a Jungkook le zumbó la sangre en los oídos y abrasó sus mejillas. Se había convertido en una masa debilitada, a la que casi le sangraba la nariz. Él echó la cabeza hacia atrás, agradeciendo mentalmente estar entre los brazos de Taehyung en ese momento, para que así le sujetara si terminaba desplomándose hacia atrás. ¡Era tan feliz!

—¿Estás bien? ¿Kookie, qué pasa? —formuló Taehyung frunciendo el ceño con una adorable preocupación.

—N-Nada, estaba recalibrando mis neuronas —suspiró Jungkook, sonrojado, con una sensación que rozaba tanto la euforia como excitación—. Continúa, por favor —arrulló aun a riesgo de morir allí mismo.

Taehyung se rio un poco, y a Jungkook le atacaron los nervios. Ladeó la cabeza, sujetando el cuello en forma de pico de su camisa sin botones, y le besó en el cuello. Deslizó los tibios labios de manera ascendente, rozándole la nuez con la lengua en un pequeño capricho.

Taehyung necesitaba una oportunidad para mostrarle que iba muy en serio, si bien el contrario ya se había adelantado, como acostumbraba a hacer gracias a su falta de paciencia y frecuente punto de ebullición. Cuando su nariz rozó su mentón, Taehyung levantó un brazo y aprisionó su nuca para atraer su boca a la suya y juntarlas en un beso. Un beso suave. Lento.

El beso que necesitaban en ese preciso instante y que se extendió durante segundos eternos. Sabía a Gloria. Y el contacto de sus labios se rompió poco después, debido a la falta de aire. Allí estaban los dos, en mitad del salón del apartamento, mirándose fijamente con algo más que un intenso afecto.

—Sabes... lo que puede pasar a partir de ahora, ¿verdad? —preguntó Jungkook. No se dio cuenta de que su voz iba a sonar tan tirante hasta que abrió la maldita boca para hablar.

Pero no atisbó rastro de dudas en su mirada.

—Por supuesto que lo sé.

Sus ojos verdes contenían un brillo místico, capaz de hacerle perder la cordura. El corazón de Jungkook galopaba en su pecho a una velocidad casi inhumana para ese entonces, y su sangre se había convertido en fuego líquido, cuando se encontró llevándoselo por la muñeca hasta su dormitorio sin ningún tipo de excusas o razones. Allí cerró la puerta, asegurándose de dejar a Taehyung al otro lado de la misma, y no al revés, por los putos nervios y ansiedad que empezaba a hormiguear en sus dedos. Giró el pestillo sólo para asegurar su encuentro; no había esperado todo ese tiempo, para encima tener el mayor coitus interruptus de la historia.

Al volverse hacia Taehyung como pantera hambrienta, le observó sentado en el borde de su cama muy tranquilo, y a la espera. Jungkook fue hacia él sintiéndose como el villano de la película, dispuesto a atarle a la cabecera de su propia cama: no le cabía dudas sobre que algún día tendría que verse en aquella tesitura, si se lo proponía. Se aproximó tanto, que sus rodillas quedaron entre las suyas, más huesudas. Jungkook inclinó la cabeza, levantándole el rostro con los pulgares para obtener una mejor vista de su precioso rostro; labios carnosos y entreabiertos ofreciéndole tomar de ellos cuanto quisiera, hermosas facciones y pómulos altos. Con ojos verdes y vivos, como un bosque sin explorar. Bajo unos párpados enormes y rasgados, capaz de quitarle el aliento con una mirada.

—No creo que mi padre llegue hasta más tarde —le alivió Jungkook con su comentario.

Aunque no sabía cuánto tiempo incurría en esa franja horaria, ¿Una hora? ¿Media?

—Pues no perdamos el tiempo —dijo Taehyung, sus dedos pasaban por encima de los botones de nácar de la camisa del pelinegro, desabrochándolos sin remordimiento. Sacó el borde delantero que se arremetía bajo el pantalón de un tirón suave y decidido, y terminó de deshacerse de la prenda bajo la admiración de Jungkook.

Taehyung levantó las manos y le rozó los hombros desnudos con los dedos, la camisa cayó a sus pies, con el suave y sordo sonido de la tela al tocar el suelo. Y el tiempo pareció detenerse. Él le sujetó por las caderas, dispuesto a regalarle a sus labios el placer de besarle. Estrechando los brazos tras su cintura, se humedeció los labios antes de probar la piel, dura y suave, sobre el tonificado músculo de su abdomen. Jungkook liberó un jadeo ahogado y complaciente, los mullidos labios de Taehyung besaban cada abdominal de forma lenta y casi desconcertante, con una especial dedicación que se extendió por su ombligo con unos cortos besos.

Jungkook le acariciaba la cabeza, sus labios entreabiertos expiraban todo el aliento que podía permitirse sin fallecer a causa de la falta de aire. La mano izquierda del contrario se posó en su pectoral, y rozó parcialmente el pirsin de su pezón aterciopelado. El azabache tenía el pecho tonificado y envidiablemente marcado por el ejercicio. Pero era indescriptible lo suave que era su piel, blanca y más suave bajo sus yemas. Taehyung levantó la cabeza para estirar el cuello y alcanzar, besar y humedecer el pezón chupaba con suavidad, acariciándolo con la lengua en el más exquisito de sus antojos.

—Mira que estás bueno —expresó, sacudiéndole en todos los sentidos.

Por extraño que sonara, la dulzura y lujuria se mezclaba en el brillo del bombón en el que se habían convertido los ojos de Jungkook, quien se mordió el labio por encima de su rostro y de su cumplido. Él le había cedido, en tan especial ocasión, la excelencia de ser el que besara y explorara a su antojo, sin tener que padecer la vehemente y fugaz tormenta en la que se convertía el propio Jungkook cuando se veía invadido por la impulsividad y el fuego líquido de sus necesidades físicas.

No obstante, aquello no podía salvaguardar por mucho más tiempo al ojiverde, pues la protuberancia de su pantalón presidía notablemente bajo la cremallera, en una especie de batalla contra el cinturón que le comenzaba a agobiar. Jungkook atrapó sus labios de forma más áspera y con un gruñido irritado, en un beso y mordisco mucho más desordenado, en el que Taehyung gimió bajo el tirón de sus dientes. Sus pulgares levantaron la blusa del joven por encima de la cabeza, y acto seguido la lanzó hacia un lado con un sutil desprecio por la ropa. Ése era su Jungkook.

Él le encendía con el roce de sus manos, con otro beso que profundizó en su boca, ante la incesante invitación de su lengua. Taehyung se apartó de sus labios en réplica, pensando en continuar lo que había intentado comenzar hacía unos instantes.

—No me distraigas —resopló, tirando de la hebilla metálica del cinturón de cuero.

—¿Qué quieres hacer?

—¿Te gusta que lo haga de esta manera? Dime, ¿Te gustaría que besara cada parte de ti? —preguntó con una increíble desinhibición.

Su propia urgencia latía entre sus piernas, necesitando ver a su ángel encargarse de aquello. Jungkook emitió un monosílabo en afirmación, para responder a algo que jamás había esperado escuchar. ¿Había, alguna vez, pensado en que Taehyung podría robarle la razón por completo, como lo estaba haciendo? Los dedos del joven se deshicieron del cinturón besando una vez más su ombligo, y luego descendió hasta el botón y cremallera, convirtiendo la exploración en una firme caricia en su miembro.

—No tienes que suplicar conmigo. Siempre te daré todo lo que quieras.

Taehyung le acarició, y besó con goce su ardiente erección. Las hormonas estaban fuera de su control, Jungkook jadeó y gimió suavemente, y él pasó la lengua, saboreándolo sin escrúpulo y arrastrándole de vuelta a la orilla del precipicio. El más primitivo deseo de Jungkook le ordenaba agarrarle por el pelo, sin hartarse de contemplarle de esa manera. Nunca. Arrulló extasiado, con su pelvis buscando desesperadamente el placer con lentas embestidas, gruñendo demente, cada vez que Taehyung lo sacaba de su boca para lamer la punta y besarla de aquella manera. Con una despedida de su lengua sobre el rosado, aterciopelado y duro relieve, la boca del muchacho comenzó a trazar un camino ascendente, succionando la piel que unía su muslo con la cadera, sin descuidar el miembro del vaivén de su mano.

Jungkook sabía que no aguantaría mucho más, la tensión de sus músculos indicaba el inminente final que su cuerpo quería encontrar. Se alejó de él, casi a traición, mostrándole a Taehyung que su juego de palabras y actos físicos estaban llevándole al límite de su resistencia. El ojiverde sonrió con cierta satisfacción, sin perder la dulzura de los hoyuelos que asomaban en sus mejillas, el brillo de su nebulosa mirada y labios rosas e hinchados.

—Túmbate —ordenó muy corto de palabras, deshaciéndose el pantalón del muchacho, del que tiró para desnudarle las piernas.

Taehyung siempre se apocaba más cuando él atacaba, aunque Jungkook nunca había sentido ni la más mínima misericordia por su timidez y reticencia a estar desnudo. Una vez llegó sobre él, sus muslos estuvieron cautivos por sus manos, que trazaban un camino ardiente por debajo de estos, hasta llegar a las rodillas flexionadas sin dejar de contemplarle con aura perversa, bajo él. Jungkook ablandó su momento con tiernos besos bajo su cuello, tiró y mordisqueó la piel, con los dedos creando indefinibles trazos en su pelvis. Oía sus suspiros de fruición, al tiempo que él arrastraba su ropa interior, con la ayuda del chico. Jungkook le tocó sin titubear, intercambiaron un beso, que pronto evolucionó a un afilado mordisco. El castaño enterró los dedos en la nuca del chico, dejando que él se encargara de su caricia más necesitada.

Sus piernas se anclaron a la cintura de Jungkook, apretaba sus muslos en su ondulado y musculoso cuerpo. Con una mano, el pelinegro se apoderó de los dos miembros, y logró crear la perfecta fricción que osaba por liberar fuegos artificiales en su sentido del tacto. Taehyung le agarró para besarle, y el placer se duplicó de sobremanera.

—Justo así —respiró Jungkook, sobre él—. ¿Te gusta?

—Sí...

Jungkook se detuvo, tras el maullido de la boca de Taehyung, extasiado con la extraordinaria sensación que tensaba sus músculos en preparación. Entonces, el azabache avanzó, aún sobre la cama, para llegar a la mesita de noche. Abrió el primer cajón y metió la mano hasta el fondo, rebuscando. Le tomó un poco de trabajo alcanzar la caja de preservativos, y, luego de sacar el pequeño frasco de lubricante líquido, volvió a empujar el cajón. Jungkook apretó el envoltorio del preservativo con fuerza entre los dedos, inclinó la cabeza un poco, para poder besarle. Pocos segundos después, Taehyung estaba quedándose sin aire, pero no protestó. No podía permitirse protestar, sobre todo cuando él le besaba con tantas ganas.

—Quiero estar encima —dijo el castaño, y con un movimiento que le tomó un poco desprevenido, fue él el que le colocó de espaldas contra el colchón—. Hoy me toca a mí, ¿de acuerdo?

Jungkook no le contestó, pero tampoco le quitó los ojos de encima, mirándole casi con arrogancia. Por una vez, iba a tener que ceder. Taehyung agarró el envoltorio brillante y plateado del preservativo, tiró del abrefácil y sacó la gomita, con los dedos cubriéndose de una sustancia pegajosa.

—¿Por qué me miras así? A mí también me gustaría desvirgarte —soltó.

Y Jungkook, hasta entonces una fiera impasible, se puso rojo y se cubrió la cara con una mano.

—¿Podrías no usar esa expresión? —bufó súper avergonzado.

—¿Prefieres dejarlo para otro momento? —dudó el compañero, en consideración.

Él se apartó la mano del rostro, contemplándole con un suspiro. Nunca se había detenido demasiado a pensar en cómo sería cuando él tomara el rol pasivo en sus relaciones sexuales, pero a decir la verdad, Jungkook sabía que, si alguna vez iba a experimentarlo, tenía e iba a ser claramente con Taehyung. De ningún otro modo tendría aquella experiencia con alguien que no fuera él, y su tan agradable contacto.

—No, Tae. Anda, hazlo ya —dijo, inusualmente avergonzado.

—¿Seguro?

—Sí...

Al menos, se le estaban yendo esos aires de superioridad. Taehyung sonrió un poco y procedió a colocarse el preservativo en su sitio, cosa que, normalmente, había hecho Jungkook. Porque, usualmente, él era el que lo hacía todo. Pero eso se había acabado, se dijo.

Él se derramó la sustancia en la yema de los dedos, descubriendo la textura sedosa y babosa del líquido que parecía estar algo frío para su gusto. Se acomodó sobre Jungkook de la misma forma, con él abriendo las piernas en la caricia de sus dedos, e intentó únicamente acariciarle sin abandonar la estimulación de su miembro. Supuso que la situación, distinta a lo habitual, era la culpable de que él no se sintiera cómodo del todo y estuviera compungiendo el rostro. El castaño empujó los dedos cubiertos de la sustancia lubricante con suavidad, y Jungkook le miró casi como si estuviera a punto de echarle de su ático.

—¿Qué pasa? —preguntó, con tono suave—. ¿Te duele?

Negó con la cabeza, esperando a que su cuerpo se acostumbrara a la invasión, y poco a poco, fue relajándose, aunque con unos extraños espasmos. La forma en la que le acariciaba, debía decir que, a su favor, le ayudaban especialmente a conseguirlo. En cuanto se hubo recuperado, continuó con ello con una relativa cortesía, mimándole como había hecho Jungkook con él. Más tarde, se posicionó sobre él para descender con las caderas y empujó su propio peso con la fuerza de sus brazos, entrando en él, con los dedos apoyados descuidadamente sobre su vientre, que, visto desde arriba, parecía una tableta de chocolate bien definida. Su torso tenía el tono níveo, perlado, que revelaba las horas de entreno y ejercicio, del mismo modo que sus hombros, brazos e incluso muslos, más definidos que los suyos. Su semblante era ahora excitado, y ni así desaparecía lo afilado de sus rasgos. Visto en conjunto, era simplemente masculino. Jungkook tenía una belleza letal, menos delicada que la de Taehyung. Diferente. Hermoso y sublime.

Desviando un poco la atención de sus pensamientos, atendió a la señal que él le daba agarrándole por la cintura en la penetración, y comenzó a moverse como podía, en esa posición que nunca habían probado. Jungkook se estremeció, sintiendo la irrupción que le llenaba con cuidado. Subió una de sus manos hasta alcanzar su mejilla y la dejó ahí, ardiendo, haciendo que le mirara como si aquello le excitara de una forma secreta. Lo hacía en silencio, con los ojos oscuros y dilatados llenos de matices de ascuas y chocolate caliente. El castaño sonrió al ver un brillo adictivo nacer en los ojos del muchacho.

—También te gusta, ¿eh? —se mofó Taehyung.

Aunque, considerando que a él también, no tenía mucho derecho a burla. Jungkook soltó una risa ahogada, y se permitió bromear.

—Creo que te dejaré encargarte a ti, de ahora en adelante.

El otro también se rio un poco.

—Eso no te lo crees ni tú.

Taehyung se concentró en las caricias que ahora extendían sus manos por la parte exterior de sus muslos, sin dejar de embestir y mirarle. Le gustaba aquella mueca suya que delataba lo bien que se lo estaba pasando Jungkook, especialmente porque él mismo también conseguía su propósito. Le encantaba, porque al azabache le quedaba de maravilla esa mueca de placer y sufrimiento. Lo bueno, fue notar que su cuerpo comenzaba a acostumbrarse a aquel vaivén, y todo se tornaba en un goteo de íntimo placer, de puro caramelo, en embestidas que invadían y le dejaban ir, permitiendo a Jungkook sumergirse en un estado de goce en el que podía dejarse llevar de una vez. Taehyung incrementó el ritmo, si bien empezaba a pasarle factura el vaivén, y se estaba cansando.

Tenía muchísimo calor, tanto por la reciente buena temperatura, como por el movimiento constante, donde sus músculos osaban protestar. ¿Jungkook también acababa así de agotado cuando él era el que tomaba las riendas? Porque el chico ya sospechaba que, en cuanto se detuviera, se le iba a acalambrar todo el cuerpo y le costaría moverse por unos días. Igual que si estuviera cruzándose el puto río a nado de mariposa. ¿Era por la tensión sexual que acumulaba esas semanas? ¿Por haber dormido poco anoche? ¿O porque cansaba mucho moverse encima de alguien? Daba igual. Estaba sin aliento, y se le escapó un quejido al sentir un leve tiró en el muslo. Él abrió los ojos y bajó la mirada, advirtiendo que Jungkook, al instante, le confirmaba que se había dado cuenta. Taehyung quería decirle que estaba bien, pero el pelinegro, pronto, rodeó su cintura con el brazo y le giró hacia su derecha, arrastrándole con él para quedar sobre sus caderas.

Taehyung suspiró de alivio al sentir el mullido colchón bajo su espalda.

—Kook, yo quería...

Pero su sonrisa le dejó idiotizado.

—Tú, tranquilo —musitó, apoyando los labios contra su oreja, y acomodándose sobre él con los muslos flexionados a ambos lados de sus caderas—. Te aseguro que estoy disfrutando especialmente hoy.

Asintió acalorado, dejándose convencer, y Jungkook le besó en la mejilla, en el borde de la mandíbula y luego en el cuello. Taehyung le pasaba las manos por el firme y apretado trasero, descansando un poco y disfrutando de que él empezaba a moverse más animado. Su devoción y calor hacía que su cabeza diera vueltas, como si estuviera ebrio y a punto de estallar por su inflamación.

—Dios, cómo te adoro.

—¿Mucho? —jadeó.

—Muchísimo —le agasajó muy mimosamente.

Al cabo de unos segundos, estaba simplemente muerto de placer, en el sentido más literal de la palabra.

—No sabía que... cansaba tanto llevar la batuta —comentó Taehyung, notando que hablar le requería un esfuerzo extra, entre el agotamiento y la excitación. Y que estaba jadeando.

—Ahora lo sabes —masculló, y su tono fue un tanto cortante, conque supuso que le estaría instante, caballerosamente, a guardar un poco de silencio.

De todas formas, no era como si pudiera seguir hablando. En esa posición, no tardó demasiado en sentir que estaba cerca del borde del clímax, y que en cualquier momento iba a resquebrajarse del gusto. Se lo hizo saber abrazándolo un poco más, el rostro de Jungkook estaba muy cerca del suyo, con su aliento abriendo su boca entreabierta y húmeda. Los gemidos compartidos también sirvieron como pista. La respuesta fue sujetarle con fuerza, y entonces, Taehyung perdió la noción del tiempo y del espacio, con el millón de estallidos de placer por el cuerpo, inundándole, sumergiéndole en un abismo insondable y maravilloso. Como perdido en la nada, por segundos enteros.

Le arrancó de su estupor sentir que, luego de la fracción de tiempo en la que había llegado al orgasmo, Jungkook colocó la mano entre los dos, avanzando por su abdomen, buscando y tanteando hasta el encontrar el punto de unión entre los dos cuerpos y volvió moverse sobre él, con una fuerza repentina, veloz y aniquilante, sin olvidar acariciarse a sí mismo de forma íntima.

El placer intenso le hizo sonreír en vela, consciente de que le había hecho alcanzar el cielo a Taehyung, cuando todavía él no había llegado. A eso se le llamaba entrega. Su ritmo aumentó progresivamente, y el castaño le enterró los dedos en la parte baja de su espalda, sin recuperarse del asalto interior, que, en un nuevo éxtasis que llegó a los segundos, todavía más devastador que el otro, y le hizo definitivamente temblar y gemir otra vez. Jungkook echó la cabeza hacia atrás cabalgando sobre él con unos últimos movimientos, los oídos le zumbaban de forma casi dolorosa, y luego, suspiró, jubiloso y plañidero, derrumbándose sobre Taehyung, esta vez sin demasiado cuidado.

Los jadeos eran fuertes, sonorosos y ahogados al principio, pero poco a poco, el silencio del final invadió el dormitorio en penumbra. Jungkook estaba prácticamente aplastándole, pero no le molestaba el peso, porque su presencia era lo que necesitaba. Sentía su respiración agitada sobre Taehyung, los latidos de cada uno, desbocados. Todo eso, en conjunto, definía el diccionario de la felicidad completa. Así era como debía ser.

Taehyung le rodeó el cuello con los brazos, buscando algún sitio cercano donde poder besarlo, primero en su sien húmeda por el sudor, luego en su mejilla, y de nuevo casi junto a la oreja, suspirando junto al pabellón de esta. Jungkook giró el rostro hacia él y rozó su boca con la suya, solo un poco. Como un simple gesto en el que se buscaban el uno al otro. Y aquel ademán, tan dulce e íntimo, le pareció la confesión de amor mutua más preciosa del mundo. Sus respiraciones perdían la sincronía, acompasándose poco a poco y relajándose con el tiempo hasta retomar la normalidad.

El pequeño microclima creado entre sus cuerpos era caluroso, algo húmedo por el sudor del tórrido ejercicio físico. Jungkook se levantó a regañadientes, para encargarse de la porquería plástica de su compañero, así como para limpiar su propia liberación. Supuso que Taehyung entendió qué era lo que iba a hacer, porque no protestó cuando se llevó el preservativo que él había llevado puesto. Cuando volvió del cuarto de baño, se encontró con que estaba recostado de lado, trazando círculos con las yemas sobre el colchón y la suavísima colcha de franela, arrugada por la práctica de sus cuerpos. Se dio cuenta de que seguía desnudo, como si no le importara lo más mínimo. Y no supo dónde había quedado su timidez de siempre, pero no le costó razonar que, después de un momento de intimidad así, ese tipo de cosas parecían desaparecer como en aquel momento.

Se acercó a él, deseando ponerle las manos encima otra vez, aunque no fuera para hacer nada más que achucharle un poco. Para hacerle saber que estaba ahí, para demostrarle todo lo que sentía. Se recostó de lado, enredando con una pierna entre las suyas, y con la mano derecha deslizó las yemas bajo el mentón de Taehyung, que sujetó gentilmente para que le mirara.

—¿Ahora no hablas?

—No me quedan fuerzas —se quejó un poco.

Era la cosa más jodidamente adorable que conocía en toda su vida, y podía jurarlo. Jungkook dejó escapar una risita tras su gruñido disfrazado de palabras. Después de haber hecho el amor, la tranquilidad les acogió en el momento, y era como si los engranajes del mundo giraran más lentos.

—Ven aquí —suspiró antes de recostar la cabeza en la almohada, obrando para que él la apoyara en su hombro.

—¿Te ha gustado? —oyó a Taehyung preguntarle.

—No ha estado mal —dijo distraídamente.

El castaño levantó la cabeza, con ojos de asesino. ¿Qué no había estado mal? ¡Pero si se había dejado el pellejo para que le gustara desde el principio!

—¿Cómo que no ha estado mal? —se exaltó, repentinamente energizado.

La risa alegre del Jungkook interrumpió el resto de su protesta. Entonces tiró de su brazo para hacer que se recostara de nuevo en su hombro, junto a él y entre sus brazos.

—Estaba siendo sarcástico —sonreía, algo cansado— Pero, sí. Ha sido muy bueno.

—¿De verdad?

Hubo una larga pausa, mecidos por la respiración y el cálido pálpito del otro. Taehyung iba a mirarle por su falta de respuesta, cuando lo oyó:

—Siento que he esperado este momento toda mi vida. Quiero estar contigo. No voy a dejarte ir nunca más.

Él cerró los ojos, Jungkook le acariciaba el pelo con adoración. Taehyung se sintió muy feliz, muy cómodo y muy querido.

—No tendrás que hacerlo —musitó, en sus ganas de abrazarlo tan cerca de él como nunca.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Llevaba un buen rato devorándole con los ojos, captando los brillos cobrizos que el sol reflejaba en su pelo. La brisa que entraba por la ventana abierta (la abrió durante la noche, porque tenía calor), movía algunos mechones de forma tan suave que era casi imperceptible. Completamente imposible de ver para cualquiera que no estuviera donde él, recostado en la cama revuelta, a su lado. La respiración era tan acompasada, y todo su cuerpo parecía tan relajado, que notó la jodida morriña atizándole por lo mucho que lo había extrañado.

Sin poder evitarlo, el rosto le ardía a Jungkook. Quizá era porque había pasado varias semanas horribles, y por fin se había relajado. Por fin Taehyung le había dicho que sí que le quería, dando por finalizada la tortura lenta que había estado a punto de volverle loco. Pero, obviamente, también tenía que admitir que parte de esa tortura él se la había ganado a pulso.

El joven se detuvo un momento a analizar por enésima vez su expresión relajada, y se le escapó una sonrisa. Alzó una mano para apartar algunos mechones esparcidos por su sien, acariciando la piel y el suave pelo, a su paso. Y estaba a punto de acercarse un poquito más para besar justo ahí, pero oyó a Taehyung soltar un murmullo que no contenía palabras, y, unos segundos después, sus ojos aceitunados se asomaron tras unos somnolientos parpadeos.

—Me dormí —dijo amodorrado, como perdido en algún planeta lejano—, ¿verdad?

Jungkook asintió con la cabeza.

—Da igual. Oí a mi padre llegar muy tarde, y salí para avisarle de que te estabas quedando a dormir.

Taehyung pareció espabilar un poco con el comentario, porque parpadeó, expresando su sorpresa. No podía ignorar el hecho de que estaba desnudo, aunque le cubría una sábana. Los hombros de Jungkook estaban cubiertos por una camiseta y llevaba un pantalón de chándal.

Okay, estaba a salvo de encontrarse en una situación comprometedora frente Jeon Seung, padre de su chico, y probablemente, su futuro jefe.

—¿A qué viene esa carita?

—Kookie —expresó Taehyung, cautelosamente—, en el futuro..., a lo mejor tu padre se convierte en mi jefe. Esto me sitúa en una posición compleja.

Él se rio un poco, muy relajado. Por lo visto, a Jungkook le importaba un pimiento sus responsabilidades y su posición, por no hablar de lo comprometedor que era estar enamorado del heredero de Jeon Enterprises.

—¿Se puede saber qué te hace tanta gracia?

—Ni que lo digas. La mejor técnica para escalar posiciones laborales de Kim Taehyung: lograr que su único y solitario hijo te tenga entre sus brazos —murmuró, retorciendo la situación—, menudo combo.

El castaño se mordió el labio, contagiándose de su diversión. Jungkook deslizaba el pulgar por su labio inferior, liberándolo de sus paletas con cierto reclamo.

—Eres terrible —le llamó Taehyung—, y un presumido.

—Ya lo creo —casi ronroneó, el compañero.

Todos los rasgos de Taehyung se habían suavizado hasta hacer que su rostro pareciera el de un niño. Un niño muy guapo, y muy bueno. Su niño guapo y bueno. Notó un caprichoso pálpito. Jungkook nunca había creído poder llegar a sentirse tan posesivo como lo era últimamente con el pobre chico.

—Me provocas síndrome de Stendhal.

—¿De qué? —dudó el que estaba debajo.

—Un elevado ritmo cardíaco —besó sobre sus labios—, temblores —continuó bajo la mandíbula—, vértigos, palpitaciones —prosiguió junto a su oreja, deslizando las yemas por su barbilla—, confusión..., que se suceden cuando un individuo es expuesto a obras de arte —dijo sobre su hombro desnudo, y besó su clavícula con dedicación— que considera —bisbiseó arrastrando los tibios labios sobre su piel— extremadamente bellas.

Ahí, Jungkook mordió su hombro con una relativa suavidad. Taehyung ya estaba sufriendo por el pulso, y algo más en relación a sus respuestas físicas y corporales.

—Joder. Y yo que era el listo, de los dos —maldijo el castaño entre dientes.

El pelinegro se rio un poco, una risa baja y ronroneante, como la de una pantera satisfecha. Taehyung cerró los párpados adorando aquel sonido; aunque él, en definitiva, estaba matándole.

—¿Encuentra más síndromes con los que delatarme, Doctor Jeon? —preguntó dispuesto a tener más de eso.

—Podría desarrollar unos cuantos contigo —respondió justo cómo quería.

Taehyung le agarró la nuca, sintiéndose inestable. Inestable como una bombona ignífuga.

—Dame un beso —le pidió de forma horrorosamente adorable.

Jungkook no pareció poner ninguna objeción, porque obedientemente se inclinó sobre él. Ahora bien, él frunció el ceño ligeramente cuando el compañero solo le dejó un beso en la frente.

—Kookie, yo me refería...

Lo oyó reírse un poco y gruñó como respuesta, ahora que sabía que se la estaba jugando adrede.

—Ya lo sé, ya...

El azabache cernió sus labios sobre los del chico y le besó tranquilamente, consagrando el amparo que Taehyung quería en esos momentos. Luego, quedaron recostados juntos, abrazados, y sólo quedó la sensación de felicidad y bienestar, más las mariposas de todos los colores.

—¿No te apetece desayunar? —preguntó Jungkook.

—Depende, ¿me vas a preparar gofres?

—Huh, ¿prefieres gofres o tostadas?

—Hmhn —meditó, delineando el cuello de su camiseta con el índice—. Tostadas. Con lo poco que cocinas, quemarías los gofres.

Jungkook intentó morderle el dedo como una bestia indómita. Taehyung le miró mal, ceño fruncido contra el ceño también arrugado del otro, que de repente explotó en una tormenta de besitos y vaivenes sobre la cama, haciéndole rodar. El problema era que Taehyung estaba desnudo, aunque eso no suponía en absoluto un obstáculo para Jungkook.

Toc, toc. Los nudillos de otra persona golpearon levemente en la puerta de la habitación, interrumpiendo, probablemente, el mejor beso con lengua que Taehyung había recibido en su vida, aun a riesgo de sufrir una hemorragia nasal. Un secreto: la de cosas que el condenado Jungkook podía hacer con su lengua, carecía de sentido y de raciocinio.

—¡Jungkook! —oyó a su padre al otro lado.

El bien nombrado alzó la cabeza, con el dolor de entrepierna percutiéndole la consciencia y las ganas de morirse.

—¿Qué? —liberó un poco más áspero de lo que quería.

—Te he dejado dinero sobre el aparador de la cocina —le informó Seung, anudándose la corbata fuera de su vista.

—Vale —suspiró él, controlando sus hormonas—. Hasta luego, papá —y se suavizó.

—Adiós —se oyó la voz bastante más lejos de la puerta.

Taehyung y él se miraron con una sonrisita cómplice, todavía tumbados y abrazaditos sobre la cama. Jungkook le dio esta vez un rápido beso sobre los labios, y murmuró:

—Oye, recibí un mensaje de Kim Namjoon esta mañana. Me han adelantado la cita con la señora Kim, y voy a tener que estar allí a las doce.

—Huh, no podemos gandulear —entendió Taehyung.

—Noup —hiló Jungkook.

—Está bien —dijo, dejando caer la cabeza en el colchón—. Pero ponte guapo, que se queden flipados contigo.

Él sonrió un poco antes de levantarse dispuesto a meterse en la ducha. Taehyung trató de cubrir su incipiente desnudez con lo que fuera, ubicando su ropa interior y sus otras prendas desperdigadas por diferentes extremos de la habitación. ¿Cómo diablos lo hacía Jungkook para lanzarlas tan lejos?

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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