Capítulo 30
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 30. Amigos con derechos
El teléfono no paraba de sonar, y luego de cuatro o cinco intentos por parte de la insistente persona que permanecía al otro lado de la línea, Jungkook rodó hacia un lado de la cama, agarró el teléfono entre los dedos y terminó por darle al botoncito para descolgar la llamada, dejándolo por encima de su pecho. Esperaba que al menos fuera una buena noticia.
—¿Sí...?
—¡Por fin coges la llamada, gandul! —reconoció la voz de Jimin al instante, y el dolor de cabeza se hizo aún más intenso—. Llevo llamándote desde hace diez minutos. Seguidos.
—Lo he notado, créeme.
Jungkook cerró los ojos, recibiendo las decenas de flashbacks de la noche interior con una serie de pálpitos a través de las sienes. Farolillos. Hanboks. Un templo. Besos. Y una barandilla, desanclándose para llevarle a él y a la persona dueña de su pasión a un chapuzón helado. El mínimo de luz de la habitación rozó sus pupilas al volver a desplegar los párpados, escuchaba la risita de su amigo al otro lado tras el comentario «sí que te mojaste anoche, ¿eh?».
—Dime, ¿habéis solucionado las cosas?
—No estoy seguro —murmuró pasándose unos dedos por la sien.
—Pues yo vi anoche a Taehyung muy bien. Minho no intentó zurrarte, y él se la pasó pendiente de ti.
Jungkook parpadeó, observando el techo del dormitorio desde su almohada.
—¿Tú crees?
—¡Sí! ¡Sí! Yoongi me dijo que se te caía la baba. Nos parecías muy mono.
—Yoongi —exhaló Jungkook, pasándose una mano por el cabello despeinado—. Menuda parejita habéis formado...
No necesitó ver a su amigo Jimin para saber que el suspiro que soltó iba acompañado de un fuerte rubor.
—¡Oye...! —farfulló, y luego trató de controlar el tono de su voz—. Nos vemos en los exámenes, ¿vale?
—Hasta mañana —Jungkook esbozó una débil sonrisa.
La línea se cortó poco después, y entonces comprobó la hora en su teléfono. Eran las doce y veinte de la mañana; había dormido bastante. Creyó oír el sonido del ding del ascensor a lo lejos y se armó de fuerza de voluntad para levantarse, suponiendo que su padre, Ami y probablemente Sunmi habrían aprovechado la mañana del domingo mientras a él se le pegaban las sábanas. Nada más levantarse, alcanzó a leer un inesperado mensaje de texto en uno de sus chats.
Hazel (10.56AM): Me harías un gran favor si pudiéramos hablar. Necesito explicarte algo. Si no te apetece, está bien. Estaré en la cafetería de la avenida con la setentainueve, la que está al lado de la tienda de relojes.
¿Hazel? ¿En serio? Llevaban varias semanas sin hablar, desde aquello. Y honestamente, Jungkook sabía que no les quedaba mucho en común para volver hacerlo. Salió del dormitorio pasándose la mano por la coronilla, con aquello dándole vueltas en la cabeza. ¿Y si iba? Hablar y zanjar el tema era lo mejor. Quería pasar página, y quizá, también era lo que Hazel quería.
—He vuelto a por ti—la voz de Ami le detuvo en mitad del pasillo—. Tu papá quiere que te avise de que han reservado una mesa para almorzar con Sunmi. ¿Vas a vestirte o qué?
Jungkook giró la cabeza, estiró los brazos y bostezó perezosamente. Ella estaba totalmente arreglada, como si acabara de llegar del centro, de compras, con su familia. Vestía una faldita corta con volantes, y una blusa que mostraba un pirsin en el ombligo.
—Mhn, sí. Me daré una ducha, primero —dijo pasando de largo.
—¿Por qué anoche estabas empapado?
—Me caí al agua —simplificó.
—¿En los brazos de tu príncipe? —entonó como burla.
Jungkook le regaló una mirada de soslayo.
—¿Qué? —Ami se encogió de brazos—. No irás a decirme que es una casualidad que los desaparecierais y luego llegarais empapados. Qué vergüenza —dijo frotándose suavemente la nariz, con una sonrisita.
Jungkook se sacó la camiseta que había usado como pijama y se dirigió al cuarto de lavandería. La metió en la lavadora, y le echó un vistazo al hanbok que había dejado en un programa rápido de lavado la noche de antes. Para su suerte, alguien lo había colgado por él en un tendedero metálico y plateado que había justo al lado. Su espalda era musculosa. Agarró una toalla limpia de un mueble y se la echó por encima del hombro antes de dirigirse hacia el cuarto de baño.
—Entonces, ¿no vas a contármelo? ¿Ni un solo detallito? —preguntó la chica, siguiéndole con un paso más rezagado.
—Gracias por hacer lo que te pedí —liberó Jungkook.
Ami se quedó allí, quieta, de brazos cruzados y en silencio. Jungkook se preguntó por qué diablos continuaba allí, ya se lo había agradecido, ¿no? Era lo que habían acordado; si se encontraban a Taehyung en la feria, ella le echaría una mano para enmendar la tremenda cagada que hizo en la universidad.
—¿Quieres algo? —preguntó Jungkook más amigablemente, y bromeó—. ¿O es que vas a seguirme hasta la ducha?
Ami se ruborizó exageradamente, y entonces se largó con toda la dignidad de su parte.
—No, no. Te espero, pero no tardes en vestirte, ¿eh? —refunfuñó.
—Eh, A. —le detuvo su voz, con esa adorable acortación que no había escuchado desde hacía años. Ella giró la cabeza, atenta a su pregunta—. Creo que voy a ir antes a un lado.
—¿Uh? —Ami parpadeó.
—¿Te importa que nos veamos en el almuerzo? Tengo que ir a ver a alguien.
Ella asintió, muy despacio con la cabeza. Sus labios se apretaron formando una fina línea, como si estuviera guardándose algo. Entonces, Jungkook aprovechó la situación y la chinchó:
—Por cierto, ¿quién era el tal Gyeom? —dijo junto a la puerta del cuarto de baño.
Su prima le mandó a la mierda definitivamente, y la vio largarse hacia la entrada del ático para esperar de vuelta al ascensor. Jungkook soltó una risita y entró en el cuarto de baño, cerrando la puerta tras él. Mujeres, se dijo.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
El golpeteo del agua caliente sobre su piel le relajaba por completo. Taehyung vació el frasco de champú que olía a extracto de manzana verde, con un toque cítrico, y esparció la sustancia por la cabeza, revolviéndose el pelo hasta que quedó repleto de espuma aromática. Después de un rato se enjuagó la cabeza, y se resistió a apartar el rostro de la trayectoria de la lluvia del agua de la ducha. Aquella mañana no podía sacárselo de la cabeza. Los suaves y afelpados labios de Jungkook contra los suyos, y sus inseguridades, diluyéndose por el mismo desagüe por el que el agua de la ducha escapaba en ese momento. Recordando el momento en el que cayeron a la laguna, sonrió. Continuó haciéndolo después de la ducha, atándose el albornoz frente al espejo. La risa relajada de Jungkook y la de él, entrelazándose después de ver leer el aviso del cartel del puente, hacía danzar a su corazón.
Tenía sentimientos contradictorios al respecto, pero llegaba el momento de pasar página. De dejar de atarse a sus pensamientos, y soltar al corazón... que ansiaba correr como un caballo con las crines al viento hacia Jeon Jungkook. ¿Y si eso le destrozaba? ¿Y si le dejaba hundido, de nuevo? Bueno. Él era una persona bastante práctica y racional, pero con Jungkook no podía tener nada de racionalidad. Había tomado la decisión; iba a dejarse llevar por el flujo de eventos que quisieran arrastrarle, sin arrepentimientos.
Al salir de la ducha, se vistió con una camiseta y vaqueros, y bajó a la cocina para saludar a su familia. Tuvo que emplear su domingo en tareas de casa, repasar sus apuntes (sin mucho éxito, aún con la cabeza por las nubes), y finalmente miró su teléfono.
Jungkook (12.36PM): ¿Nos vemos mañana, en la uni? Quiero hablar contigo.
Taehyung (12.42PM): Sí, claro. Yo también quiero hablar contigo.
Jungkook en línea (12.42PM): Te espero después del examen de Física.
Su respuesta rápida hizo brincar a su corazón. Brincar, saltar, y precipitarse una vez más. Toda la culpa era de Jeon Jungkook. Ami se le pasó por la cabeza, por supuesto, pero esta vez no creó esa amarga sensación que últimamente acusaba a su paladar. Pensó en las palabras del joven cuando le arrastró al puente. Realmente, ¿se había equivocado con Ami? ¿O es que Jungkook era más ingenuo de lo que creía?
Taehyung se forzó a concentrarse en sus apuntes, encima de su escritorio. Una tarea ardua, pero necesaria. No mucho más tarde, al otro lado de la ciudad, Jungkook bajó de su motocicleta y guardó el casco en el asiento bajo llave. Aseguró su vehículo con el candado de una boa, y a continuación levantó la vista dirigiéndose hacia la acera de la cafetería donde Hazel le había citado. Pasó frente a la tienda de relojes con un suspiro, y a unos metros, pudo reconocer al muchacho sentado en una de las mesitas del exterior, bajo una sombrilla que le cubría del radiante sol de esa mañana.
Jungkook rodeó su silla y la mesa, y se sentó a un lado, tras un breve saludo. El camarero del local se acercó inmediatamente a ellos, y el recién llegado pidió un vaso de agua. No pensaba estar allí demasiado tiempo; más bien, lo justo y necesario para averiguar qué era lo que quería Hazel, y plantarle un punto y final a lo que había sido una amistad de varios años.
—Buenos días —dijo Hazel, y mirándose el reloj de la muñeca, sonrió—. Aunque es un poco tarde para eso.
—Tenía que ducharme —encogió los hombros—. ¿Qué es lo que querías, y que no podías decirme por teléfono? —le preguntó de manera directa.
—Te he visto por la universidad, pero no quería forzar las cosas —Hazel se llevó un pitillo a los labios y lo prendió—. Ya hablé con Jimin y me dijo que era mejor que nos distanciásemos —tomó una calada, que liberó entre los labios—, porque todo ha llegado demasiado lejos.
—Y tiene razón.
Hazel y él encontraron sus ojos, el primero frunció las cejas con una leve molestia.
—No me hables como si quisieras mandarme a la mierda. ¿No te enseñaron modales?
—No lo sé. No me acuerdo.
—En todo caso, deberías aprender algo de eso...
—Dime qué quieres de una puta vez —objetó Jungkook con bastante carácter—. No tengo ganas de perder el tiempo.
La risotada de Hazel fue lo más desquiciante en ese momento, Jungkook se planteó tres veces seguidas en tres segundos el hundirle los nudillos en esa perfecta nariz que tenía. O en su defecto, levantarse de la mesa y largarse por donde había venido. Quizá no tenía que haber ido allí, desde un primer momento.
—Ay, olvidaba que estás menopáusico —soltó el que había sido su amigo—. ¡Todavía no me acostumbro a tus cambios de humor!
—Chúpala, Haze. Estoy harto; si no me dices qué quieres, me largo. No estoy de humor para tus bromitas.
—Bueno, voy a dejarte en paz, no he venido para pelear —levantó las palmas, sosteniendo el cigarrillo—. Hemos sido amigos durante años, y lo que ocurrió aquella noche ha llegado demasiado lejos —hubo una pausa—. Lo único que quiero hacer es disculparme contigo —recalcó con claridad.
Jungkook arqueó una ceja.
—¿Estás de broma?
—Lo que dije aquel día, yo...
—No quiero saber nada sobre eso —le detuvo Jungkook.
El camarero regresó y le dejó un vaso de agua sobre a la mesa, junto al té con hielo del compañero.
—Sé que la he cagado de por vida —continuó Hazel. Su semblante era estoico, serio—. Y con todo lo que le está cayendo a Erik.... Esto no se siente bien, ¿sabes? Lo peor es que ahora me doy cuenta de la cantidad de mierda que...
Hubo un silencio.
—¿Crees que las personas pueden cambiar? —preguntó Hazel, de la nada, sobresaltándole.
Jungkook se había hecho la misma pregunta, desde hacía semanas, y él se había respondido un sí rotundo pensando en lo mucho que había modificado su comportamiento a raíz de una serie de experiencias. Pero, ¿podría decir eso de los demás? ¿Hasta dónde podía jugársela por otras personas? A esas alturas, solo conocía un par de ellas por las que se jugaría una extremidad; una era Jimin, y la otra, Taehyung, a quien casi había perdido por su propia culpa.
—Es probable —soltó con lentitud—. Pero me habéis traicionado varias veces. Le hicisteis daño a Taehyung. Aun así, lo que ocurrió aquella noche fue mi culpa y de nadie más. Yo sufrí las consecuencias de lo que yo mismo comencé dejándome llevar por juegos de mierda y comportándome como un capullo. Sería hipócrita por mi parte volcar mi estupidez sobre los demás. Aunque eso no os exime, por supuesto...
—Siento lo que hice Jungkook. No debí humillarte. No debí defender a Erik. Estaba puesto hasta las cejas, y quería divertirme, porque, a veces, siento que nada de lo que hago tiene importancia hasta que me doy de boca con las consecuencias. Quería dejarme llevar, olvidar mis mierdas...
Jungkook bajó la cabeza.
—No es mi problema—suspiró, siendo realmente honesto.
Ya nada de eso importaba. No podían cambiar el pasado. No iban modificar nada.
—Yo sé que puedo cambiar —murmuró Hazel—. Espero que para mejor. Me di cuenta de que estaba portándome como un imbécil. Nadie se cree lo que pueda decir a estas alturas. Nadie se cree que esté intentando remediar lo que he arruinado. ¿Quién se lo va a creer? Metí la pata hasta el fondo. Primero, con Julie. Después, fumando y saliendo de fiesta hasta cargármelo todo. Debí haber parado los pies a Erik, y no lo hice. Me dejé llevar. Ni siquiera mi familia se fía de mí, y esta es una de las pocas veces en las que estoy intentando ser completamente sincero..., después de mucho tiempo.
Jungkook suspiró, se reclinó en la silla cómodamente, con las manos sobre sus piernas. Los árboles de las aceras se mecían suavemente con el viento, liberando sus pétalos bajo la brisa primaveral. Dentro de su cabeza, había una tormenta en comparación, formada por sentimientos, remordimientos e inseguridades. Su corazón se encogía al hablar de aquello.
—Te creo —susurró—. Pero no por eso voy a olvidarlo.
Hazel no habló hasta bien pasado un rato.
—Gracias, supongo —dijo sin mirarle—. Por creerme.
Si dijera que lo odiaba se estaría mintiendo. Hazel era un chico más, y tal vez, Erik también estaría en graves problemas, a su manera, aunque aquello no fuera para nada de su incumbencia. Jungkook suponía que algo de ellos sería salvable en algún momento. O tal vez, todo eso se debía a que él necesitaba vehementemente creer que la gente podía cambiar, porque Jungkook lo había hecho también. Y también pensaba que a él nadie le creería, pero necesitaba confiar en que cualquier persona podía tener un lado bueno. ¿Qué le iba a hacer?
—Estamos a punto de terminar la universidad —dijo Hazel, hundiendo el cigarrillo en el cenicero de cristal—. Apenas queda una semana de exámenes. Es muy wow, ¿no crees?
—Y que lo digas...
Probablemente, Jungkook aprobaría de chiripa. Y en cuanto a Hazel, no creía que pudiera sacarse más de dos o tres asignaturas, por lo que ya tenía asumido que extendería su plaza en la facultad por un año más. Suspirando, el pelinegro se levantó de la mesa, se pasó las manos por los bolsillos comprobando que ahí seguía su teléfono y las llaves, y luego conectó sus ojos con aquel muchacho. Era una despedida. El fin de una amistad, y en buenos términos; pasaban página, ya fuera con el perdón o el desinterés, sus caminos y aprendizajes eran distintos. Habiéndolo comprendido, Jungkook sabía que ahí finalizaba todo. Hazel lo atisbó desde hacía unos minutos, y estaba de acuerdo. Extrañas conexiones mentales.
—Suerte en todo, Haze.
—Igual para ti, Jungkook. Hasta otra —se despidió el chico.
—Adiós —dijo Jungkook, y se marchó.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
El examen de Física del lunes duró casi tres horas. Taehyung estaba hambriento y exhausto a la salida, eran casi las seis de la tarde y había pasado las últimas veinticuatro horas intentando estar concentrado. Pero la primavera, el festival que todavía permanecía en la ciudad y el vaivén de la gente le tenía trastornado. Esos días, disfrutaba del permiso de vacaciones que había solicitado para poder dedicarle todo el tiempo del mundo a sus exámenes. Y, aun así, se sentía revuelto y un poco distraído. Salió del examen siendo uno de los últimos en abandonar el aula. Estaba aguardándose la acreditación y dirigiéndose a una máquina expendedora de bebidas para restaurar su energía. Taehyung se sacó una moneda del bolsillo, la introdujo por la ranura y una botella pequeña de zumo de naranja golpeó el borde inferior de la máquina. Se acuclilló brevemente para agarrarlo y luego de desenroscar la tapadera, se lo llevó a los labios. El sabor era dulce y agrio, el jugo de naranja estaba frío, resultaba refrescante y revitalizador.
—¿Recuperando fuerzas? —dijo una voz familiar.
Taehyung se volvió para mirarle, Jungkook se cruzaba de brazos con una sonrisita. Sin la chaqueta de la S.N.U., sin bolso ni bandolera. Es verdad, le había estado esperando.
—¿Llevamos mucho rato afuera?
—Salí hace como una hora.
—Oh, Dios —Taehyung se peinó el pelo entre los dedos—. Lo siento. Se me ha ido el santo al cielo.
—No importa. Es tu examen, ¿no?
—Ya solo nos queda uno, el jueves —asintió.
—A mí me quedan dos —agregó Jungkook.
Taehyung lo lamentó un poco por él, bajó el zumo de su mano y le contempló con los ojos muy redondos; tenían que hablar de algunas cosas, sí, pero...
—Mnh, ¿quieres que nos tomemos algo juntos? —sugirió Jungkook, mientras rebuscaba en el bolsillo del pantalón—. Traje la motocicleta, y hace buen tiempo, si te apetece, podemos ir a algún sitio.
—Vale —dijo Taehyung, y de repente se dio cuenta de lo que el chico sacó entre los dedos y le mostró. No era otra cosa que la placa plateada que le regaló hacía algún tiempo y él le devolvió de malas maneras.
Taehyung se quedó algo boquiabierto. El pelinegro levantó la mirada lentamente, con la fina cadena pendiendo entre sus dedos.
—Quería que lo tuvieras de vuelta. Fue un regalo, Tae. Y aunque no lo lleves, quiero que lo tengas...
El castaño extendió una mano y lo tomó, guardando el colgante en su palma.
—Siento haberlo tirado. No estuvo bien.
—No, yo....
Taehyung se dejó llevar por el impulso; se dirigió hacia él y le robó un beso sin pensárselo. Al hacerlo, adrenalina pura vibró entre ellos. Un chasquido de electricidad le recorrió, al instante prendiendo algunas intenciones no tan inocentes. Jungkook le agarró la mano cuando bajó la cabeza, los ojos verdes de Taehyung se posaron sobre sus dedos, que le acariciaban la palma estrechándola, y entonces tiró de él con gentileza.
—Vamos a otro sitio —sugirió.
Jungkook pensó seriamente la posibilidad de salir afuera, pero las ganas que tenía de besarle triunfaron y tuvo que buscar una vía más rápida, donde pudiera hacerlo sin reprimir lo que sentía mientras la campana del edificio sonaba con fuerza tras sus oídos. Cuando ya habían recorrido la mitad del pasillo hacia los baños, notó que su acompañante parecía estar poniéndose nervioso. Pero Jungkook no esperó más. Lo arrastró hasta los servicios de los chicos, de la planta baja y Taehyung pensó que debía estar en broma. En el interior, apretó la mandíbula comprobando que iba en serio y le miró fijamente cuando se detuvieron junto a los lavabos y espejos. El ojiverde frunció los labios mientras le hacía esperar allí, aunque era lo más eficiente hasta que el chico que estaba lavándose las manos desapareciera por la puerta, echándoles una miradita un poco rara.
—¿Qué quieres hacer? —dudó Taehyung.
Jungkook ladeó la cabeza para mirarle tras echar un vistazo hacia la puerta.
—Esperemos un poco —expresó.
—¿Aquí? Los baños, ¿en serio?
Taehyung se apoyó en la pared, Jungkook acortó la distancia entre los dos, con un brazo posándose en la pared de losetas por encima de uno de sus hombros con aire posesivo, y su boca lo reclamó a unos centímetros de la suya, compartiendo su calor corporal y haciéndole abrir la boca anhelando otro beso.
—¿Vas a...? —formuló Taehyung arrastrando sus sílabas.
El ambiente estaba cargado de electricidad estática, de dopamina.
—¿Besarte? —dijo él—. Tal vez.
A Taehyung le pareció bien, una de sus manos alcanzó su nuca y trató de atrapar sus labios, si bien el muy desgraciado evitó el beso con una risita casi ronroneante. Ya estaba haciéndolo otra vez. Aquello fue suficiente para hacerle perder la cabeza por completo.
—No juegues conmigo, Jeon —se quejó Taehyung en voz baja, y dejó caer la cabeza hacia atrás, sobre las frías losetas del baño. La nariz del pelinegro acarició el sendero de su cuello no tan expuesto por el borde bien doblado de la camisa sin corbata. La dopamina aceleraba su corazón, Jungkook no aguantó más y recorrió con su mano un lado de su cadera, deslizándola por debajo de la chaqueta y por encima de la camisa que ocultaba la suave curva de su cintura. Una porción de su alma ardió con una diferente clase de flama, una distinta, a la que le urgía auxiliar.
—Eres tú el que me tiene en la palma de su mano —le regaló—. Totalmente desquiciado.
Taehyung suspiró exasperado por su caricia y enfadado por no tenerlo en un espacio más cómodo. Entonces, le embistió con un beso cargado de fuerza y fiereza, a lo que Jungkook no tardó en responder. Unos besos se sucedían a otros, casi sin variar de intensidad. Probó el sabor dulce de sus labios, sintiendo su aliento cálido en la boca y la respiración agitada. El pequeño gemido que había dejado escapar por accidente Jungkook cuando lo capturó así, con Taehyung empezando a devorar su boca con ansia. La forma en la que sus manos se deslizaban hasta su nuca, y aquellos dedos finos y suaves se enredaban en un pelo negro y denso. Taehyung se percató de lo mucho que deseaba aquello, y fue por eso que no pudo despegarse de Jungkook hasta quedar aturdido, notando la incipiente falta de oxígeno.
—Esto es...
Jungkook lo acalló capturando sus labios otra vez, y lo dejó indefenso en un primer momento. Ahora no era una pasión desenfrenada como en el puente o la que él le había dirigido con aquel beso. Pues en lugar de eso, las caricias se volvían suaves y demoledoras, cargadas de dulzura y calidez. Taehyung enganchándose a su cuello, disfrutando bajo el fuego, lo arisco y la dulzura de Jungkook, todos en uno, todos para él. Le gustaba eso. Lo necesitaba. El azabache le desabotonaba el cuello de la camisa, apartándolo con los dedos para dejar un beso húmedo, chupar y mordisquear muy suavemente la piel en uno de esos chupetones que tanto había extrañado.
—No quieres esperar, ¿eh? —respiró Taehyung, con las mejillas ardiendo.
—No puedo —notó que hablaba en serio por lo ronco de su voz.
¿En qué les convertía aquello? ¿Amigos con derecho a roce? ¿Amantes? Se había ganado la categoría de exnovio a pulso, pero el título no le parecía tan malo. Exnovios con derecho a roce, se dijo en su cabeza Taehyung, subrayando con ahínco los beneficios de rozarle todo lo que le apeteciera. Y bueno, tampoco era que quisiera tener sexo con Jungkook en los baños de la universidad, pero Taehyung le detuvo sintiendo esa ansiedad. La de tocarle. La de también besarle y acariciarle, lo cual estaría haciendo si Jungkook no estuviera efusivo y nervioso con él.
—Será mejor que no... no hagas eso... —recomendó Taehyung, sonando poco convincente—. O sí.
Completamente perdido en la búsqueda de su nirvana, su rostro se albergó en el cuello de Taehyung, gruñendo sin bochorno. El ojiverde se preguntó a través de la neblina de su euforia si podrían hacerlo allí, entrando en alguno de los cubículos de los inodoros. Resultó absurdo tan siquiera pensarlo, deseando que un balde de agua fría le detuviera. Quizá, caerse de nuevo de un puente sería lo ideal. Al menos había sido divertido salir empapado del agua con él.
De repente, la figura de una tercera persona entrando en el cuarto de baño les sobresaltó y les separó como si acabaran de pegarles un calambrazo.
—¡Joder! ¡Mierda! —exclamó Jimin, pegando un salto.
—¡Jimin! —le lanzó Jungkook.
—Dios —escupió Taehyung.
Ambos estaban tan colorados como un pimiento rojo.
—A ver, no os preocupéis —Jimin se fue hacia un urinario, bajándose la bragueta tan ancho y pancho—. Que yo meo y me voy.
—¡Jimin! —gruñó su amigo.
—Podéis continuar con vuestra reconciliación, si queréis —dijo con humor.
Lo que quería era estrangularle, mientras tanto, Taehyung se miró al espejo pasándose una mano nerviosa por el pelo. Tenía los labios más rosas, el cuello desabotonado y los ojos le brillaban. Menudas formas de comportarse que estaban teniendo...
En cuanto a Jungkook, a él se le había ido el santo al cielo tanto que necesitó inspirar y expirar durante unos segundos para caer en lo cuenta de lo bajo que había caído. ¿Enrollarse con su ex en los cuartos de baño públicos de la universidad? Bueno, no iba a negar que tenía su punto morboso, después de todo. Taehyung y él compartieron una mirada de soslayo, igual de avergonzados. Su reflejo ante el amplio espejo de los lavabos mostraba sus movimientos recolocándose la ropa, más unas muecas potencialmente adorables a causa del calor que en secreto compartían.
—Por cierto, ¿qué tal el examen de Física? —preguntó Jimin, rompiendo su psique.
Definitivamente, Taehyung y Jungkook salieron de allí, con el segundo dejándose arrastrar por el ojiverde hacia afuera por un agarre en el brazo. Lejos del cuarto de baño, Taehyung se relamió y mordió el labio inferior, y cabizbajo, le preguntó:
—¿Quieres venir conmigo?
—Uh, eh, yo —trató de formar una oración con sentido afirmativo, en lo que la sangre le regresaba a la cabeza—. Ah, sí, ¿a dónde...?
—A mi casa.
Un momento, ¿estaba sugiriéndole ir a...? ¿Para resolver lo suyo, o...? Jungkook estaba perdiendo el norte y empezaba a sentirse como la manilla de una brújula que giraba demasiado rápido. Los ojos de Taehyung parecían más verdes, como la menta fresca y líquida. Había algo en él, un aura hormonal flotaba sobre sus cabezas y hacía que Jungkook deseara aceptar cualquier cosa. Los dos solos. Él y Taehyung. Su segundo plan de conquista estaba acelerándose jodidamente rápido; Jungkook asintió con la cabeza, y por un momento, sintió que era el otro muchacho el que estaba reconquistándole, reclamándole como el colono que clavaba su bandera sobre tierras sin dueño. Pese a que sus sentimientos por él nunca habían cambiado, ni se habían desvanecido ni por una micra de segundo. Tenía tantas cosas de las que hablarle, tantas cosas de las que le gustaría conversar y compartir con él, que, tras recoger sus cosas en una taquilla, abandonaron el edificio principal de la facultad y salieron de allí en compañía, con un discreto silencio salpicado por un rosado rubor en sus mejillas.
Iban hacia el parking de estudiantes, en dirección a la motocicleta. Jungkook jugueteaba con la anilla de la moto entre sus dedos, provocando un tintineo metálico. Cuando se detuvo frente a su moto, desbloqueó la boa de seguridad, y la guardó en el asiento trasero.
—¿Pasa algo si no llevo casco? —formuló Taehyung.
Jungkook se encogió de brazos. En un viaje más largo, le hubiera encasquetado el casco por las buenas o por las malas, pero de allí a la casa del joven no había más de diez minutos por carretera urbana y podía ir tranquilo.
—Si nos multan, pagas tú —dijo Jungkook, abrochándose su propio casco.
—Pues no vayas muy rápido —sugirió el castaño.
Jungkook le contempló curioso. Kim Taehyung, el sobresaliente y brillante estudiante de la S.N.U., ¿pidiéndole expresamente saltarse las normas de circulación? Fuera como fuese, subió al asiento sujetando el peso del vehículo con el pie que posaba en el suelo. Taehyung subió tras él, sujetando la bandolera cruzada junto a la parte superior del muslo izquierdo. Deslizó las piernas tras el muchacho y enlazó los brazos en su cintura, provocando una agitación en su pecho. Jungkook no llevaba la chaqueta del uniforme, solo la camisa blanca arremangada por encima de las muñecas, y su calidez corporal se transmitía a través de la fina prenda que cubría su espalda y que ahora estaba en contacto con el pecho de Taehyung.
El pelinegro arrancó la motocicleta con normalidad, tratando de obviar el hormigueo que producía la cercanía, sacudiendo su concentración. Salió del párking, uniéndose a la carretera, y durante el trayecto, sintió cómo sus células se debilitaban por culpa de Taehyung. Él le pilló con la guardia baja, estrechando un poco más los brazos alrededor de su abdomen. Cuando hundió la cabeza y nariz tras su hombro, Jungkook notó cómo le daba brincos el corazón. Frunció el ceño y deseó decirle que parara, al menos, que tuviera una pizca de consideración con él y no le distrajera.
—Me gusta como hueles —oyó tras él.
Definitivamente, a Jungkook le ardieron las orejas tras el casco.
—G-Gracias —balbuceó, arrepintiéndose de no haberse mordido la lengua—. Tú a mí también —agregó tratando de eludir el hecho de que le acaba de temblar la voz.
Taehyung se sorprendió un poco. Atrapar a Jungkook con la guardia baja era una posibilidad entre un millón, y más, teniendo en cuenta que él se había convertido en su mayor cazador. Pero a Taehyung le parecía que Jungkook siempre reaccionaba así ante los mimos; las actitudes cariñosas y los pequeños gestos le dejaban sin palabras, vulnerable, mucho más que con actitudes más directas. Tal vez, ese era su punto débil.
—¿Has hablado con Ami? —preguntó Taehyung en un semáforo.
—No. Ha estado saliendo de fiesta estos días —contestó por encima de su hombro—, apenas la he visto pasar por casa.
—Mhn.
No dijo nada más, pero Jungkook meditaba acerca de sus palabras. ¿Realmente había dudado sobre que tuviera un rollo con su prima? Aquel hecho se le hacía tan impensable, que todavía le costaba razonar al respecto. No estaba ciego, sabía que Ami era una belleza, pero no dejaba de formar parte de su familia, si bien fuera una familia distanciada y bastante rara.
Al cabo de unos minutos más, estacionó frente a la casa de teja verde de Taehyung. La luz solar del final de la tarde se tornaba anaranjada, con la gran y brillante bola de fuego solar posándose muy lentamente tras los árboles y los tejados de las casitas picudas de aquel barrio familiar. Jungkook le siguió hacia el porche, y Taehyung desbloqueó la puerta y levantó la voz cerciorándose de que, como era de esperar, ninguno de su familia se encontraba todavía en casa. Lo sabía y por el mismo motivo había invitado a Jungkook (aunque de una forma un poco más atrevida de la que acostumbraba).
Jungkook advirtió que estarían solos en ese momento. Entró tras él, mientras Taehyung le ofrecía algo para merendar así fuera un poco tarde para un té o café. Él lo rechazó cortésmente, pues lo último que quería, tras un duro día de pruebas y exámenes, era convertir a Taehyung en algo así como en su barista particular. Arriba, en el dormitorio, Taehyung soltó la cartera sobre la silla giratoria de su escritorio y se quitó la chaqueta. Le lanzó una mirada de soslayo, pasándose una mano por el frondoso cabello castaño de su cabeza.
—Oye, podrías enseñarme tus fotografías antiguas...
Cuando llegó frente a Jungkook, le agarró por el cuello de la camisa y empezó a conducirlo hacia la cama, no sin antes cerrar la puerta. A Jungkook se le cortó el habla. Lo sentó en el borde con algo de esfuerzo, puesto que él parecía tan despistado como rígido.
—Ahora no —reveló Taehyung, suspirando con resignación.
—¿Qué? ¿Qué quieres que...?
A esas alturas, él se había ruborizado bastante y empezaba a balbucear de nuevo. Taehyung hizo el amago de querer tumbarle y el chico retrocedió instantáneamente, alejándose por el colchón. El castaño se subió y continuó acercándose a cuatro patas. Jungkook rehuyó hasta chocar contra el cabecero de la cama, advirtiendo que estaba atrapado. Le miró con recelo cuando estuvieron a poca distancia. Y, Dios, esa faceta tímida de Jungkook era total, absoluta, completa y rematadamente adorable.
—¿Qué te pasa, Kookie? —preguntó Taehyung jugando con sus nervios—. No voy a morderte.
El pelinegro luchó contra su embotamiento cuando el contrario se sentó sobre su regazo como si estuviera montando a caballo, era decir, pues tenía las piernas abiertas y se inclinaba más cómodamente hacia delante para quedar por encima y cerca de su boca.
—¿Qué haces? —Jungkook levantó una ceja.
—¿Qué más da? —le lanzó el otro.
—Taehyung, nosotros...
Taehyung acortó las distancias y lo besó, todavía lamentando la inicial reticencia durante los primeros segundos, mientras el azabache se rendía, se aflojaba y respondía hasta que aquello se convirtió en algo cargado de fuerza. Se tumbaron desordenadamente sobre la cama, Jungkook se aferraba a su cintura con las manos, y el castaño le desabotonaba la camisa que caía descuidadamente por encima de su pantalón, abriéndola decididamente. La vista de su torso y abdomen desnudos fue un regalo para sus sentidos. ¿Cómo podía ponerse celoso por una visión como esa? No se entretuvo demasiado intentando hallar respuesta alguna, Taehyung se inclinó besándole el pecho para acabar con la ansiedad que le producía.
—¿No se supone que sólo querías que fuéramos amigos? —ironizó Jungkook con la respiración agitada. Pero para qué engañarse, si no se lo creía ni él.
—¿No es esto lo que hacen los amigos? —contraatacó Taehyung.
Sentado sobre el chico, no le costó notar que el tratamiento de sus besos daba resultado y algo comenzaba a endurecerse debajo de él. Jungkook negó con la cabeza cuando alzó brevemente la mirada, y después continuó con su labor.
—Quítate esto —le ordenó, desnudado sus hombros con los dedos.
—Menuda boca tienes —murmuró Jungkook, más ronco.
Le ayudó a quitarse la camisa y la lanzó al suelo sin prestarle ni una pizca de atención.
—Técnicamente, dejamos de ser pareja, pero nunca amigos —razonó el ojiverde.
—Cierto. Qué tonto por mi parte.
—¿Verdad que sí?
Jungkook soltó una pequeña risita burlona. Taehyung deslizó los dedos hundiendo las yemas sobre sus musculosos brazos, disfrutando del tacto, y se vengó con un suave mordisco sobre su hombro, cortándole la risa.
—Déjame desnudarte —le oyó murmurar.
—Perdiste ese privilegio hace un tiempo —negó Taehyung.
Él tomó aire y contó hasta tres armándose con todo su valor, preparándose. Lo único en lo que iba a concentrarse era en el objetivo de explorarle y comenzó a descender. Desparramaba besos sobre su pecho, complaciéndose a sí mismo con eso, pues el contacto con su piel y suaves músculos resultaba definitivamente agradable. El castaño quedó de rodillas sobre la cama, desabotonando el impecable pantalón del uniforme mientras le besaba el vientre. Oyó el sonido de la hebilla metálica abriéndose, caliente entre sus dedos por haber permanecido sobre su ropa y bajo el borde de la camisa. Se deshizo de ella con la misma rapidez temblorosa con la que deslizó la cremallera abultada. Después, bajó la suave y ceñida tela del pantalón junto a los bóxers con un solo movimiento.
Ese era el punto de no retorno, la prueba tangible de que seguía allí. Taehyung se abochornó un poco ante sus propios pensamientos, la saliva pasaba por su garganta del mismo modo que lo hubiera hecho un chupito de lava, pero de nuevo se obligó a mantener la calma. ¿Qué temía ver? Aquello ya lo había visto antes. Estaría igual que hacía unas semanas. Y en aquel entonces, ni siquiera lo tocó del todo con las manos, y ahora pretendía... ¡No podía ser para tanto! Hasta Jungkook lo había probado en varias ocasiones.
—¿Qué se supone que haces? —preguntó Jungkook con la voz ronca.
—¿A ti qué te parece? ¿Jugar a las damas? —preguntó con sarcasmo, odiándole por haberle cortado.
—No hace falta que hagas nada de eso, Tae.
A veces se preguntaba si el puto Jungkook era la voz de su conciencia, exteriorizada por un ser físico y tangible. Ya habían puesto un montón de peros y trabas a una relación de amigos más que cuestionable, y ahora volvía a hacerlo, incluso cuando estaba seguro de que él no podía pensar en serio que aquello no fuera a fliparle. Por muy inexperto o torpe que fuera, nadie podría soportar un ofrecimiento tan directo de sexo oral de la persona que le gustaba. Una oleada de calidez le invadió, haciéndole olvidar cualquier pero que se le pudiera ocurrir.
No había más que discutir. Ahora, no. Y mucho menos iba a ponerse a debatirlo con él cuando discutir cosas con Jeon Jungkook resultaba prácticamente imposible. Ah, no. Esa vez, no iba a dejarlo ganar. Iba a hacer lo que le diera la gana. Se lo debía.
—Cállate, Jungkook —le ordenó, y él le miró como si acabara de apuñalarlo—. Quiero hacerlo.
—Pero...
Sin querer oírlo, le dio un empujón que acabó por tumbarlo de nuevo. Jungkook había sido quien llevaba las riendas las últimas veces, y no quedaba rastro del bochorno cuando volvió a bajar el rostro, arrastrando la mano por la curva de sus caderas, finalmente cerrando los dedos en torno a su erección, sosteniéndola. Jungkook, que ya estaba tenso, se volvió de repente la cosa más inmóvil del universo, pareciendo incluso que dejaba de respirar. Probablemente sí que había dejado de respirar.
Taehyung lo acarició como era debido y acortó las distancias rozando con la boca su virilidad. Aun sintiéndose temblar y medio incendiado por dentro, inclinó la cabeza hacia un lado y lo besó muy ligeramente, con cuidado, con mucha suavidad... A Jungkook no pareció molestarle en absoluto, sus manos y dedos tiraban de las sábanas suavemente, apretujándolas. El joven tomó con una buena señal y continuó, derramando nuevos besos, deteniéndose entre y uno y otro, la mano deslizándose hacia arriba y abajo. Cada uno de los suspiros que escapaban de su boca le guiaron, y en cierta forma, Taehyung comenzó a sentirse seguro y hasta audaz. Empezó a acariciar la piel con la lengua lentamente, prestando especial atención a la respiración agitada de Jungkook, disfrutando al saber que él era quien estaba disfrutando más.
Jungkook se sentía torturado con su aliento cálido chocando contra el punto más sensible de su anatomía. ¿Cuántas cosas podían hacerse con una condenada lengua, sin estar él enterado? Sentía el cuerpo caliente y electrizado recorriendo el mismo camino que su respiración, sabiendo que estaba muriendo en cada instante. La sensación de la piel suave y caliente, como un duro metal recubierto de piel se seda resbalaba bajo sus labios y su lengua, demostrándole qué tan loco estaba por él. Taehyung capturó con la boca lo que pudo, el tacto suave y rígido, le hizo sentirse orgulloso de su propio talento. La parte caliente de él le atormentaba más que nunca, ordenándole subir sobre Jungkook y dejar lo que estaba haciendo para aplacar la pasión que se arremolinaba en su interior y le abrasaba haciéndole saber las ganas que tenía de hacerlo con él. Pero se esforzó por ignorarlo, aguantando las palpitaciones y concentrándose en su labor. Al menos, hasta que notó unos dedos en su cabeza y se percató de que era la mano de Jungkook, quien jadeaba profundo y suave, sorbiendo de vez en cuando entre dientes, como si tratara de silenciarse a sí mismo.
Estaba disfrutándolo más que nunca, y esa era su ventaja.
—Para —dijo Jungkook entre dientes, como si le costara hablar—. Para, para...
Taehyung apartó la boca, relamiéndose. Su compañero pareció aliviarse, pero nuevamente tensó todos los músculos en el momento en el que el castaño volvió a besar su miembro otra vez, con la mano aportando un poco más de presión y rapidez. Jungkook le empujó e insistió, ahora con aires de súplica.
—En serio, Tae, para. No voy... a poder aguantar más eso.
Definitivamente, no quería que lo hiciera, y Taehyung, casi con un sentimiento de exasperación y una pizca de venganza (como si aquello fuera un tema personal), continuó con el movimiento logrando perturbar al muchacho. Unos segundos más, y Jungkook sufrió un espasmo, se tensó, con el gesto encogiéndose, y sus párpados se cerraron a medida que sus labios se abrían con una mueca de fruición. El castaño lo contempló soltando una larga bocanada de aire antes de derrumbarse por el clímax, completamente extenuado. La sensación orgásmica iba y venía como una ola, seguido del conocido líquido seminal que brotaba de su miembro con una cantidad generosa que nunca antes había visto sin el preservativo.
Taehyung se regodeó por lo que había logrado hacer, encontrándose con un resultado más complaciente de lo que esperaba. Tenía toda la pinta de haber estado disfrutando torturándole de una manera que hasta a Jungkook le parecía increíble.
—Eres un sádico —se quejó, en cuanto supo que podía volver a hablar.
—Pero te ha gustado, ¿eh?
No se lo iba a negar. Taehyung se levantó en busca de lo que probablemente sería algo con lo que limpiarlo. Le ofreció a Jungkook un paquete de clínex, y sorbió entre dientes con el corazón que aún trotaba en su pecho. El azabache se acomodó sentado, comenzando a recuperarse. La niebla espesa de sus ojos chocolate le confirmaba cuanto le había gustado aquello. Y podía haber sido mejor, tal vez un poco más lascivo si no le hubiera obligado a apartar la boca un poco antes.
—¿Por qué lo has hecho?
El ojiverde avanzó por el dormitorio, se volvió hacia el armario haciendo como que rebuscaba alguna estupidez mientras argüía algún tipo de excusa en su cabeza. Los brazos de Jungkook le atraparon antes de darse la vuelta para hablarle hacia donde creía que él seguiría, y le apretó, rozándole con los labios sensualmente por encima de la mejilla. Segundos después, quiso quejarse al notar los besos detrás de la oreja y bajo la misma, trazando el camino hacia su mandíbula. Estaba quedándose sin aire, pero no protestó. No era el momento para quejarse de Jungkook, sobre todo si le besaba en su punto débil después de todo ese tiempo..., pero era una crueldad. Si bien, detenerle era la última cosa que se le podía pasar por la maldita cabeza en un momento como ese.
—¿Te niegas a reconocerlo? —le torturó Jungkook con un ronroneo.
—¿Reconocer el qué? —formuló sin aliento.
—Lo mucho que me quieres —arrastró las manos por su cintura, y comenzó a subir de nuevo, pero esta vez llevándose cualquier rastro de camisa con él—. Lo mucho que me necesitas —pasó la camisa por encima de su cabeza, y tras unos segundos de extraña colaboración por parte del chico, la prenda cayó al suelo y la piel de su delgada espalda entró en contacto con la del pecho palpitante de Jungkook—. Lo difícil que te es ocultar cuánto me deseas —bisbiseó junto a su oreja.
Taehyung se volvió hacia él y Jungkook atrapó su boca con la suya. No hubo necesidad de romper aquel beso para afirmar que se le estaba haciendo un infierno soportarlo. No obstante, el castaño se vio obligado a detenerlo en algún punto, puesto que Jungkook estaba intentando recostarle sobre la cama.
—No, hoy no —jadeó, y con un movimiento que pareció tomar desprevenido del chico, rehuyó de él un poco.
Jungkook le miraba con una mirada de pantera orgullosa, siguiendo sus pasos. Ahí estaban sus aires de superioridad felina. Los dos querían lo mismo, y, sin embargo, Taehyung necesitaba postergarlo. Pero no era por torturarle o por recordarle absurdamente que solo eran amigos. «Amigos con derecho a roce».
—Yo... No quiero que...
—Ssshh —le acalló Jungkook. Taehyung se perdió en la profundidad de sus ojos antes de que los entrecerrada, rozándole la mejilla con un cálido pulgar, muy despacio y suave—. Ya sé, ya sé...
—Jungkook, yo...
—No te preocupes. Voy a seguir esperándote —murmuró muy dulcemente, derritiéndole—. No voy a ir a ningún lado. Aquí estoy.
Sus palabras habían ido convirtiéndose en un murmullo cada vez más bajo, y cesaron completamente cuando acercó los labios a los suyos, sin tocarlos, y con el mismo infinito cuidado con el que le acariciaba la cintura con la otra mano. Seguramente, sí. Le hubiera gustado que le besara apasionadamente y dejarse convencer por él, pero Jungkook mantuvo la escasa distancia sin moverse, volviéndolo doloroso para ambos. En ese momento, Taehyung entendió lo que le ocurría; estaba enamorado de él hasta las trancas. Era una droga. Una necesidad. Era ese punto de apoyo que podía derrumbar todo su mundo. Sintió la desesperación de decírselo, y su gesto se torció casi como si fuera a ponerse a llorar por un momento.
—¡Taehyung! ¡Ven a ver a tu hermano!
Los dos se apartaron como si les tocara un rayo, Taehyung quiso asesinar instantáneamente a su familia con todo su espíritu de regreso inoportuno.
—¡S-Sí! ¡Ya bajo! —exclamó, algo balbuceante y abochornado.
Los dos oyeron los pasos al otro lado de la puerta, y luego un par de voces más abajo. Habían estado tan entretenidos que no se habían percatado del sonido del coche estacionando frente al garaje, y la puerta de la casa abriéndose. Taehyung tomó aliento y volvió a mirar a su compañero, quien estaba poniéndose su propia camisa. Él sacó una camiseta blanca del armario y se la colocó, echándole una mirada de soslayo a Jungkook.
—Leo se va a quedar con nosotros un tiempo —murmuró Taehyung.
—¿Leo? —el pelinegro frunció el ceño con preocupación, mirándole en silencio.
—Tiene un yeso en la pierna, y todo eso. ¿Quieres bajar a saludarles?
—Es tu momento familiar, Tae —dijo algo inseguro—. Yo ni siquiera debería estar aquí —musitó abrochándose el cinturón.
Taehyung pensó que tenía razón, pero a su familia le chiflaba Jungkook (excepto a Leo, quien parecía asesinarle con la mirada cada vez que lo veía). Pero después de haber tratado de disimular que estaba solo desde otro lado de la puerta, no quería arriesgarse a soportar la mirada inquisitiva de Leori si Jungkook aparecía a su lado, notablemente besuqueado y magreado por él. Miró a Jungkook de medio lado, escrutándole discretamente. Se estaba abotonando la camisa, que dejó por fuera del pantalón. ¿Se notaría mucho que se habían estado enrollando como un par de quinceañeros? El pelinegro levantó una mirada curiosa, atrapando sus ojos verdes.
—¿Qué? ¿Prefieres que me quede? —dudó en voz baja.
—N-No —soltó Taehyung, sin querer ofenderle—. Pero, ¿Cómo vas a...?
—La ventana —señaló.
Taehyung arqueó una ceja.
—Puedes hacerte daño —murmuró—. Oye, da igual. Baja conmigo.
—No va a pasar nada —continuó Jungkook como un adolescente entusiasmado, y se acercó a la ventana para desbloquear y levantar el cristal con un movimiento muy cuidadoso—. Mira, el árbol está muy cerca. No tendré ningún problema en llegar hasta ahí y luego bajar.
Taehyung asintió poco convencido, y acto seguido sonrió, como si aquello le hiciera gracia.
—¿De qué coño te ríes ahora? —le arrojó el pelinegro enfurruñado.
—Bueno —sonriendo, se acercó un poco a él, y Jungkook se alejó—, a mí se me ocurre otra opción.
Él volvió a acertarse. La respuesta de Jungkook no se hizo esperar: se ruborizó un montón y frunció el ceño, mientras el compañero le agarraba por el cuello de la camisa ya abotonada.
—¿Me rechazas y ahora te insinúas? —se defendió queriendo estrangularle.
Parpadeando, Taehyung se hizo el ingenuo.
—¿A qué te refieres con insinuarme? ¡Te estoy diciendo que bajes conmigo!
—Sí, claro, y luego dejo que tu hermano me cuelgue de los calzones en el puente de Seúl —Jungkook gruñó y se volvió hacia la ventana.
Taehyung soltó una risita divertida. Entendió que no le apetecía quedarse para averiguar si lo suyo era inocencia o una emboscada, y se dijo que era mejor dejarlo para un momento en el que nadie les pudiera interrumpir, así tuviera que asesinar a personas de su familia para conseguirlo.
—Nos vemos —dijo el pelinegro sin mirarle.
A Taehyung se le escapó la esperanza por la boca casi de forma desesperada.
—¿Mañana? —con un vuelco en el corazón, vislumbró a Jungkook salir al alféizar de la ventana posando una rodilla y luego la otra—. K-Kook, ten cuidado —dijo preocupándose.
Jungkook se acuclilló en el poyete, comprobando las distancias y lo que tendría que hacer para pasar al árbol, y entonces giró la cabeza y le miró por el rabillo del ojo.
—Sabes que mañana hay exámenes, ¿no? —una sonrisa sugerente asomó por sus labios.
Taehyung también sonrió un poco.
—Hasta mañana, entonces.
—Hasta mañana.
El chico se hamacó brevemente y dio un salto hacia la rama más cercana. Taehyung se asomó por la ventana para ver sus movimientos y comprobar si había alguien rondando en el jardín. En cuanto los dos advirtieron que no había moros en la costa, Jungkook bajó del árbol como si hubiera pasado toda su vida trabajando en un circo. Sus pies se posaron sobre el suelo firme antes de que Taehyung pudiera asustarse siquiera un poquito. Le saludó con la mano cuando volvió la cabeza para mirarle, y el pelinegro le guiñó el ojo.
Taehyung se quedó con los codos apoyados sobre el alféizar lo que debieron ser minutos enteros, incluso después de verlo desaparecer con la motocicleta en la larga calle, pensando en todo lo ocurrido y suspirando como un idiota cada tres segundos. Eso de que eran amigos no se lo tragaban ni ellos mismo. Corazón y cabeza, cabeza y corazón. No entendía por qué había tantos muros entre medias en lugar de firmar la paz, en un acuerdo explícito que parara la guerra nuclear que tenía metida entre cuerpo y alma, y de la que nadie le daba una respuesta para salir. Qué indecisión. Ojalá la vida fuera tirar los dados y obedecer hasta que la casilla se marcase, sin reproches... pero luego pensó en lo que significaba enamorarse verdaderamente de alguien y se dijo a sí mismo: «qué tonterías, qué aburrido sería eso de nunca arrepentirse».
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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