Capítulo 29
🌟Apartado especial 14/06: Hola, chispitas. Hoy ha sido un día triste, pero he querido hacer una actualización doble (este capítulo estaba programado en unos días). Espero que esto pueda animar un poco. Sé que muchas os sentís como yo, grises, desanimadas. No os miento, todo ha sido muy triste y emotivo. No es el final, por supuesto, pero es una nueva etapa en la que sin duda habrá cambios. Llevo en este fandom desde 2017, y les debo todo, la inspiración, los ánimos, todo lo que han hecho por mí sin ni siquiera saberlo...
Os mando un abrazo muy fuerte porque sé que en el fondo os sentís igual, y es que, hoy, TODAS/OS nos merecemos un abrazo de un amigo. Muchos, muchos ánimos... os adelanto que los creadores de contenido, artistas y escritores de fics, estaremos ahí subiendo cositas porque esta pasión nunca se acaba 💕✨
En fin, me dejo de rollos, y a leer el capítulo. Abrazos fuertes, Bea.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 29. Deseos de primavera
Taehyung abrió los ojos, estaba enredado bajo las sábanas, desorientado, aún adormilado y escuchaba a la perfección el timbre de su hermano en casa. ¿Leo? ¿Estaba en casa? Cuando salió de la cama, deseó meterse de nuevo en esta por lo cansado que estaba; aquella semana había sido dura, reincorporación a la universidad, el alta de Leori, tanto estudio y trabajo...
Abrió la puerta y bajó la escalera, encontrándose a Leori y Jonah en el salón. Su madre estaba achuchando las mejillas de su hijo mayor, quien se hallaba sentado en una silla de ruedas, con la pierna escayolada tras su operación. Sana mordisqueaba unos dulces que habían traído en una cajita de una pastelería.
—¿Seguro que no quieres quedarte? ¿Seguro que vas a estar bien en ese apartamento, tan solo y lejos de aquí?
—¡Mamá, que Jon se está quedando conmigo en casa! —se quejó Leori.
—No se preocupe, señora Kim. No le falta atención alguna —dijo Jonah con una sonrisa.
—Oh, tú siempre eres un ángel, cielo —le dijo Annie al rubio oscuro.
Los ojos de todos se posaron en el castaño en cuanto entró, Sana con las mejillas llenas, apartó la mano de los dulces como si estuviera robando dinero de una caja registradora.
—Buenos días —dijo Taehyung con voz ronca.
—Hola, cariño —contestó la madre.
—Menudas pintas, parece que te había tragado la cama —soltó su hermano, chinchándole.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntó el castaño frunciendo el ceño.
—Me han dado el alta, ¿a ti que te parece? —formuló igual de ceñudo.
—Mhn, ¡comida! —Taehyung pasó de largo y robó un pastelito, que mordió probando la crema de naranja en el interior del bizcocho rodeado de chocolate.
—Buenos días, Taehyung —saludó Jonah.
—¿Cómo estáis? —le preguntó Taehyung, echándoles un vistazo.
—Él —apuntó— como un bebé. Esa silla es aparatosa a más no poder.
—Pero si tú no tienes que cargar con ella —repuso Leo, ceñudo.
—Sentaos, por favor —ordenó la madre como un sargento, a la que nadie pareció prestar atención, pero todos hicieron caso, buscando una silla en la que sentarse, excepto Leo, quien tan sólo se unió en un hueco
—No, pero te tengo que subir la compra a casa —razonaba Jonah.
—¡Usas el ascensor! —berró el mayor.
—Mira que eres quejica —dijo Jonah con una risita entre dientes.
—No me digas así...
Leo esbozó una cálida sonrisa, que arrojó un chorro de luz hacia Jonah. Taehyung les contemplaba de medio lado, pero desvió la mirada notando un hormigueo en las mejillas, como si estuviera observando algo que no tenía que observar. La sensación era más que extraña, pero acababa de presenciar una muestra de afecto entre los dos. No eran habituales, y lo cierto es que Taehyung pocas o más bien poquísimas veces coincidía con los dos juntos, siendo mayoritariamente con uno o el otro, por separado. Pero a esas alturas, todos sabían que había una relación; y nadie abría la boca al respecto.
Ni siquiera su madre le preguntaba demasiado por Jungkook, desde que le había visto días atrás bajar la cabeza como si aquel nombre le pesara a su hijo.
—Le han dado el seguro por el siniestro del coche —comentaba Jonah de fondo.
—Ah, ¿sí? —se sorprendió su madre, sirviendo el desayuno; café, zumo, tostadas con huevos y beicon, más los pastelitos que habían traído (y a los que aún no le habían metido mano) sobre una bandeja.
—Y lo mejor, es que me han dado una baja laboral. Por fin voy a descansar —alegó Leo.
—Te habré dicho como cincuenta veces que te quedes aquí —clamó Annie, levantando unos platillos para el desayuno como arma arrojadiza—, ¿se puede saber qué problema tendrías si te quedases con nosotros en tu casa de toda la vida? ¡Tus hermanos te echan de menos!
—No habla por mí —se defendió Taehyung levantando la mano, con ánimos de picarle.
—Bueno, yo que sé —contestó Leori sin darle mucha importancia.
—La semana que viene me voy de viaje de negocios a Daegu. Solo serán unos días, pero no estaré ahí para ayudarte —le recordó Jonah con un timbre muy fraternal.
Leo se encogió de brazos.
—Está bien —se rindió con la boca llena—, está bien. Vendré a casa unos días —tomó un trago de café.
—¡Bien! ¡El hermanito se queda con nosotros! —Sana saltó de su silla para achucharle, y Leo se quejó teatralmente por la fuerza de la cría.
—Pero, ¿¡qué está comiendo esta chiquilla últimamente!? —chilló adolorido.
—¡Oye, sí que te has vuelto un quejica! —le gritó la hermana—. ¡Jonah tenía razón!
Taehyung rodó los ojos, después de ese encuentro familiar durante el desayuno, era como si nada hubiera cambiado en los últimos meses. Jonah sentado con ellos en el salón-comedor, Leo lanzándole alguna miradita a un Taehyung demasiado callado, su hermana inmiscuyéndose en mitad de todo para ser la gran protagonista. En realidad, Taehyung se permitió sentirse simplemente feliz en ese momento; contemplándoles, dejando a un lado todo lo que había pasado. Tras esos días de tensión, fue como reconciliarse con su yo del pasado. Estaba en paz. Todo lo demás le daba igual.
—Tae, esta noche es el festival —le informó Jonah muy amablemente—. Está junto al templo Jogyesa, ¿quieres venir con nosotros?
—Mnh, sí —afirmó inmediatamente. Leo levantó la mirada fugazmente, alegrándose en silencio de escucharlo—. Minho también me había dicho algo, ¿os importa que le invite?
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Llegar al festival levantó los ánimos de todos. La decoración, las lámparas que pendían del tendido eléctrico, los árboles en flor estaban a rebosar de cintas de colores y amuletos, había juegos y tiendas de regalos en cada rincón, gente yendo de un lado para otro, llenándolo todo de una presencia alegre, los bailes, las voces... La nostalgia había invadido a Jungkook de repente. Hacía tanto que no iba a uno de esos festivales con temática asiática, y adoraba la sensación de júbilo, el olor de las flores, y lo agradable que se volvía pasar la tarde y noche.
El templo estaba hacia el otro lado, detrás de aquella zona tan abarrotada de gente que iba vestida con chaquetas de colores, camisolas y hanboks inspirados en la primavera. Las chicas usaban vestidos o kimonos, mientras que algunos desganados tan sólo iban con ropa informal.
Jungkook se había vestido con un hanbok muy desenfadado, que consistía en piezas de color negro con una bata de seda oscura, semitransparente, adornada de algunos bordados rojos y dorados. El pantalón negro y brillante era holgado, y llevaba unas zapatillas deportivas de marca y color blanco, con unas rayas en los mismos colores que casualmente habían encajado en su estilo. Ellos estaban debajo del enorme cedro que había a la entrada del festival, Ami no dejaba de retocarse a su lado; igual de alta y guapa que Jungkook, parecían hermanos o casi gemelos. El mismo color de pelo carbón y reluciente, ella lo tenía tan largo que parecía una cortina de seda. Y el tono de piel, blanco e envidiable. La chica llevaba un vestido de corte chino monísimo, por encima de las rodillas, que se ceñía a las envidiables curvas de su cintura y caderas.
—¿Puedes recordar lo que te pedí en casa? —le repitió Jungkook con retintín.
—¡Que sí! —soltó la chica con pedantería, y cerró el espejito de mano guardándolo en la primera cremallera de su bolso—. Lo recordaré. No tengo cerebro de nuez, Kookoo.
—Eso tendríamos que verlo —musitó cruzándose de brazos— si se pudiera abrir tu cabecita...
Ella le sacó la lengua juguetonamente, y Jungkook sonrió un poco. Esperaban a Jimin, que apareció en compañía de Yoongi. El amigo de Jungkook llevaba un hanbok un poco más clásico, con tonos azules marinos y celestes, mientras que Min Yoongi parecía haber optado por un traje de terciopelo oscuro, que no tenía ni un solo toque de festival, excepto por el dibujo del dragón que se hallaba bordado solo en la mitad delantera de su chaqueta.
—¡Hola!
—Hola, Jimin —saludó la prima.
—Hey —Yoongi les saludó con la cabeza, nada hablador como acostumbraba.
—¿Qué pasa? —contestó Jungkook desinteresadamente.
—Bonito look, ¿tienes algo que no sea negro en tu armario? —le lanzó Jimin, juzgándole con una mirada que le escaneó de arriba abajo.
—¿Qué problema tienes tú con el negro? —se defendió su amigo.
—Eso, ¿tienes algo que decir en contra de mi color? —añadió Yoongi.
—Uh, no. No —negó Jimin con la boca pequeña—. El color de la gente que no sabe combinar.
—El negro va con todo —dijo Ami, encogiéndose de brazos y sujetando su bolsito con ambas manos sobre la cintura.
Jimin llevó la vista de un lado a otro, estaba hambriento, tenía ganas de pasarse por el Templo Jogyesa para pedir un deseo (que sus exámenes fueran bien), y le apetecía dar una vuelta por allí, pero todavía no habían llegado todos.
—¿Y Hoseok? —dudó Jungkook.
—Ohm, me dijo que iba a venir, pero...
—Oh, ¡ahí está! ¡Ahí! —Ami pegó un saltito, señalándole—. ¡Tiene el pelo rojo, qué guay! Ahí va, ¿quién es esa? ¡Pero si es monísima!
El pelirrojo iba a acompañado con la que era su chica; Nina, el encanto de pelo cortito y castaño, y bajita, también compañera y amiga de Kim Taehyung. Ella llegó con una sonrisita más tímida, y pese a que ya los conocía a todos, Hoseok no le soltó la mano en ningún momento.
—¡Hooooola, familia! —enunció Hoseok felizmente, sus ojos formaban dos medias lunas estrechando la mano de Jimin, Yoongi (a quien ya había conocido aquel trágico día en el chalet de Erik), Jungkook y su prima—. Un momento, ¡yo a ti te conozco!
—¡Claro que sí! —sonrió Ami.
—¡Nos vimos en Jeju! —añadieron los dos al unísono.
Y boom, se abrazaron, elevándose automáticamente a la categoría de súper amigos. Se pusieron en movimiento poco después, desplazándose muy tranquilamente mientras conversaban entre todos.
—Pensé que Taehyung vendría —expresó Nina en voz bajita.
A Jungkook se le revolvió el estómago al oír aquel nombre; siempre le pasaba, daba igual la conversación, no importaba cuál o qué estuviera haciendo, que, si algo implicaba el nombre de Taehyung, sus orejas lo detectaban, y su atención corría hacia aquel lado.
—Oh, iba a hacerlo. Pero me dijo que al final que quería salir con su familia —dijo Jimin y encogió los hombros.
Nina lo lamentó un poco, parecía que su simpatía era auténtica y quería verle de verdad. De repente, dobló la cabeza muy despacio y se topó con los ojos de Jungkook, dando un respingo seguido de una risita nerviosa. Jungkook le sonrió a su manera: no demasiado creíble, tampoco demasiado natural, casi como si un lobo solitario tratara de comunicarle, «¡Eh, que no te voy a morder! ¡No estoy tan abandonado todavía como para eso! Creo».
Su expresión sí que debía haber cambiado, puesto que Ami le agarró del brazo y tiró de él para desanclarle del suelo.
—¿¡Has visto a ese que hace tatuajes!? ¡Hagámonos uno!
—A-Ami —balbuceó, siguiéndole casi arrastras—, no voy a tatuarme contigo.
—Son tatuajes de henna, lerdo —refunfuñó la joven—. ¡Ay, mira que chulo es ese! ¡Y el de la flor! ¡Me encanta el de la flor!
Jungkook se detuvo a su lado, mientras ella señalaba de un lado al otro sin soltarle del brazo. Al final, el muchacho se sacó la cartera del bolsillo y le hizo una señal con el mentón.
—Pregúntale cuando cuesta, yo te lo pago.
—¿Qué? ¿En serio? —estrellitas de colores brillaban en sus ojos.
—Que sí, pesada...
Ami salió disparada hacia el tipo que hacía tatuajes; un hombre de mediana edad estaba sentado en una silla de plástico, un poco gordo, con los lados de la cabeza rapados y la parte de arriba llena de trenzas tan largas que caían por sus hombros. Su prima se tatuó un sol muy chulo, y todavía sentada frente al tipo, no paró ni un solo segundo de pedirle a Jungkook que se hiciera algo, ¡lo que fuera! El chico cedió para contentarla, si bien en el fondo pensó que era el momento de animarse un poco y dejarse llevar por la noche. Eligió una media luna, que se realizó en la muñeca, en el mismo lado que la pelinegra. Nada más terminar, los dos se colocaron juntos y Jungkook tomó una fotografía con su teléfono móvil de sus dos muñecas juntas, y tatuadas.
—¡Qué bonito ha quedado! ¿A qué mola? —soltó Ami entusiasmada—. Pásamela luego, ¿vale?
Jungkook asintió, se guardó el teléfono en el bolsillo del pantalón mientras Ami salía corriendo detrás de Hoseok para preguntarle algo concreto sobre aquel verano en Jeju. Jungkook la siguió con la mirada y suspiró. Ami estaba llena de energía y vitalidad, era súper avispada, tanto que Jungkook, desde que tenía memoria, había pensado que para pasar una tarde con ella debía tomarse dos tilas si no quería acabar con dolor de cabeza.
No obstante, a veces sentía compasión de su prima. Ella era japonesa, se había mudado a los quince a Corea del Sur, y al principio el idioma había sido una barrera. A esas alturas ya se había solucionado la vida. Era modelo, gimnasta profesional, y trabajaba por cuenta propia como entrenadora personal. Jungkook prefería no recordar lo competitivos que eran y habían sido desde pequeños, hasta el punto de enfrentarse en todo, quién corría más, quien nadaba más rápido y quién le caía mejor al abuelo. Porque, sí, Ami era la cosa más teatrera e impulsiva del mundo, pero Jungkook siempre la había hecho rabiar desde pequeña, deseando hacerle perder los estribos para que no fuera tan perfecta frente a su familia. ¿Eso le hacía alguien cruel? Puede. Pero estaba madurando o ya lo había hecho, más bien. Ahora ambos estaban creciditos, y Jungkook estaba percatándose de algo; había rechazado a Ami porque pertenecía a su familia materna.
Pero ella no tenía... nada que ver... solo era una chica. Una mona, lindísima, puede que un poco pasada de rosca, jovencita. Y siempre había correteado detrás de Jungkook, aunque él fuera un crío difícil de pelar desde pequeño. Ami no tenía la culpa.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Estaba allí por una pequeña escapada familiar. Su madre Annie se había quedado descansando en casa, y Leo, Sana y Jonah, querían pasarse por todos los puestecitos móviles que estuvieran a su alcance en la feria. Sana necesitaba con vehemencia subir a alguno de esos cacharros voladores que también aparecían en las ferias de las fechas navideñas, y, ¿cómo no iba a disfrutar de una tarde-noche con sus dos hermanos mayores, ofreciéndole toda la atención del mundo?
—¡Pero si estás súper guapo! —chirrió Minho bajando la cámara de su teléfono.
—No me siento bien —alegó Taehyung, recolocándose el cinto que rodeaba su cintura.
—Uh —jadeó Minho, y le agarró de la muñeca—. ¿Cómo qué no? Pero si es de tu talla, ¡te traje la que me dijiste!
Y no lo dudó ni un solo segundo. Minho aproximó aún más el objetivo de su teléfono a Taehyung, y él se puso más tenso que un trozo de yeso. Estaba tan colorado como un pimiento rojo. Odiaba las fotos, y realmente era una pena, puesto que estaba guapísimo con ese hanbok que consistía en una prenda superior de seda blanca y cuello de pico, un chaleco sin mangas de color azul marino con motivos florales en dorado, atado a la cintura. Y, para terminar, llevaba unos pantalones holgados a juego con su chaleco. Minho vestía algo similar, pero en verde esmeralda.
—Vamos, ponte ahí, junto al árbol. ¡Voy a fotografiaros!
Taehyung se recolocó el borde del chaleco (aunque ya estaba perfecto) con los dedos, y luego posó una mano en el hombro de su hermana.
—¡Decid, cheese!
—¡Cheese!
El flash le pegó un fogonazo en todos los ojos, haciendo que se llevara una mano a los lagrimales para frotarlos.
—¡Me has dejado ciego!
—¡Perdón, perdón! ¡Sana, estás preciosa! ¡Ese kimono te sienta de maravilla!
—¡Oh! ¡Mira eso! ¡Peluches! ¡Peluches! —salió disparada hacia una tiendecita de lanzamiento de aros, pero Jonah la interceptó por el camino.
—No te separes, cielo. Hay demasiada gente —dijo Jonah, llevándosela de la mano.
Taehyung les siguió con la mirada, Jonah vestía un hanbok de un tono azul grisáceo muy bonito, sus ojos cenicientos destacaban, y la niña y él compartieron una mirada cómplice cuando Jon le dijo que irían a conseguirse unas pulseritas luminiscentes para llevar todos una. Hubo un tiempo, en el que Taehyung le habría mirado con amor. Amor platónico. Amor de pareja. Esa extraña adoración seguía ahí, hormigueando por él, pero ahora era de otra manera. Más como un hermano mayor (aunque a Leo tan solo le apetecía zarandearle), como alguien en quien confiar sin importar qué. No quedaban rastros de la atracción, ni rastros de los sentimientos románticos que una vez tuvo, y Taehyung se dijo que algo dentro de él debía haber cambiado mucho esos meses para que ya no quedara nada de lo que durante años había creído encontrar dentro de él. Quizá era porque había probado un bocado de otro paraíso, el chocolate caliente y fundido sobre su lengua, y había rozado el cielo con las yemas...
Esa era la sensación post Jungkook. Y era lo que más miedo le daba: que nada fuera nunca a resultar igual. Que él le hubiera robado el corazón, y el alma...
—¿Bajas del árbol en el que te subiste, mono? —soltó Leo en toda su cara.
Taehyung soportó las ganas de zarandearle, sólo porque iba en silla de ruedas y sabía mantener una compostura mínima frente a un impedido. Le echó un ojo a su hermano y chistó con la lengua, Leo no se había cambiado nada. Los mismos jeans, la misma sudadera y los mismos tenis de toda la vida.
—¿No tenías nada mejor que ponerte?
—Es mi look atemporal. ¿Qué te parece'
—Genial para ir a comprar el pan.
—No se me ofenda, Don Perfecto —le llamó Leori.
Taehyung se cruzó de brazos, ladeando la cabeza y llevando la vista a otro lado. Hubo un silencio que precedió a su conversación, mientras Minho les tomaba una fotografía súper adorable a Sana y Jonah, que sujetaban un doble algodón de azúcar.
—Apenas hablo contigo últimamente. Pero sé que con lo del accidente lo pasaste mal, Jon me dijo algo...
El ojiverde se mordía el interior de la boca. Era lo último que quería, preocuparles o filtrarles cualquiera de las cosas que ocurrían en su vida. Ya habían tenido todos suficiente.
—¿Estás... bien? —preguntó el hermano mayor con una auténtica familiaridad reflejándose en su voz.
Taehyung asintió con la cabeza, pero no demasiado rápido para que no sintiera que estaba tratando de cortar aquello rápido, y con una relativa decisión. Al fin y al cabo, estaba mejorando, poco a poco. Y había estado relativamente estable, hasta que la estúpida prima de Jungkook apareció para revolverle el estómago.
—Estoy bien —añadió unas palabras—. Uhmn, y, me alegra que te estés recuperando.
—¿Ese capullo te ha hecho daño? —Leo fue directo al grano. ¡Boom!
A Tae le costó mirarle, pero lo hizo.
—¿Mnh?
—Jeon Jungkook. Ya no estáis juntos —inquirió con asertividad—. Eso quiere decir que, o te ha dejado o le has dejado. Dime ¿puedo volver a su apartamento a golpearle?
—L-Leo —Taehyung se ruborizó un poco, y desvió la mirada—. Deja a Jungkook en paz, ¿vale? Nuestros problemas son cosa nuestra, de nadie más.
—Entonces, todavía hay un nosotros...
—No hay ningún nosotros —le cortó.
Leori arqueó una ceja.
—Me conozco esa, Tae —dijo en voz baja, increíblemente astuto—. A mí no me la cuelas.
—Oye, no tienes que ser protector conmigo. Ya no soy un niño, tengo veintiuno. Es más, cumpliré veintidós ya mismo.
—Está bien, Lord madurez. Te dejaré a deriva —tarareaba Leori, echándole un poco de teatro—, como el barquito en el que te has convertido... Pero si te atrapa la corriente o te la pegas contra un acantilado...
—¡Que te calles, pesado! —soltó Taehyung cómicamente.
Leori soltó una risita melodiosa. Taehyung le miró de soslayo, todavía le ardían las mejillas y se sentía frustrado. No quería hablar de ello, ya no tenía sentido hacerlo. Y si tenía algún problema con Jeon Jungkook a esas alturas, no se trataba por la estúpida apuesta o por la forma en la que se habían conocido... Era por su maldito corazón y el miedo paralizante que últimamente había sentido.
—No te preocupes, Tae —expresó su hermano con una octava más grave—. Sé que eres mayor. Y en este tiempo me has demostrado... lo mucho que... creciste...
No le miraba, sus dedos se posaban sobre los antebrazos de la silla de ruedas y sus ojos casi negros se hallaban perdidos por el final de la calle de aquella feria. La música era alegre y resonaba con fuerza, entre las voces y la gente que iba y venía. Taehyung le miró, sus iris se encontraron brevemente, y de alguna forma, Leori leyó su indulgencia, su cariño y su agradecimiento. Leori era de los que les costaba hablar de sentimientos, pero Taehyung sabía que se preocupaba por él a pesar de haber sido un ladrillo emocional durante demasiado tiempo. Y era su hermano, a pesar de todo.
Minho, Jonah y Sana se aproximaban a ellos, envueltos en una conversación diferente.
—Bueno, ¿qué? ¿Queréis que vayamos a por esos peluches? —le preguntó Jonah.
—¡Me apunto! —Minho levantó una mano.
—¡Sí, sí! ¡Sí! ¡Sí! —celebraba la chiquilla.
Llegada la medianoche, Taehyung sugirió ir al Templo Jogyesa para pedir sus deseos. Habían cenado unos perritos calientes por el camino, jugaron en un puesto diminuto a pescar premios con una caña trucada, y Sana ahora llevaba consigo un enorme osito de peluche que sujetaba entre los brazos, Leori se lo había conseguido. El muy desgraciado podía ir en silla de ruedas, pero seguía siendo el mejor en el lanzamiento de dardos cuando se trataba de explotar globos. Y no se le escapaba ni uno.
Más adelante, había un lago y un puente que lo atravesaba, los sauces que había alrededor se agachaban rozando el agua con las hojas que se derramaban de sus ramas. La noche era clara, despejada y hermosa, con la luz de la luna menguando lentamente, y algunas estrellas reluciendo lejos del halo de luz blanquecina del principal astro nocturno. Los farolillos eran más suaves allí, en tonos blancos y rosados.
Minho le dio con el codo a Taehyung mientras se acercaban al puente, para llamar su atención.
—No sé si voy a arrepentirme de avisarte. Pero creo que deberías prepararte —señaló con un dedo a un lado del puente. El castaño siguió la dirección, y encontró a varios chicos que conocía muy bien: Jimin, Yoongi, Hoseok, Nina, y... Jungkook. Su corazón tartamudeó unos instantes por él, hasta que se percató de que Ami iba enganchada a su brazo como fuera su novia. Él tragó bilis, aún sin poder superar su resentimiento.
Todos vestían con prendas típicas o algún simbolismo primaveral, y Jungkook iba de un impecable negro, casi deportivo, como él acostumbraba a vestir, siempre cómodo y elegante, y tan ridículamente guapo que resultaba molesto. Estaban a suficientes metros, todos reunidos mientras Hoseok y Jimin se fumaban unos cigarros, y parecía que todavía no les habían visto. Era el momento de elegir: correr o morir.
Pero si planeaban ir al templo, iban a tener que saludarles.
—¿Nos acercamos?
—Espera —suspiró Taehyung, desviando el rostro hacia su hermano.
Se habían detenido en una pequeña tienda donde vendían llaveros con formas florales, dragoncitos, y símbolos coreanos lacados y con purpurina.
Había algo que le preocupaba más que Jungkook permitiera que alguien le agarrara del brazo como si aquel espacio pudiera ser tomado por otra persona. Y, es que, Jungkook y Leo se llevaban bastante mal, basándose en un historial que podía resumirse en; puñetazo en la boca, y una disculpa a regañadientes (bastante cuestionable) por parte de su hermano cuando todavía eran novios. Leori había tenido la cortesía de no preguntarle a Taehyung por qué habían roto, pero Tae se apostaba un brazo a que se moría de ganas por poder pegarle otro, así estuviera en silla de ruedas y el aspecto de cachitas de Jeon Jungkook echara hacia atrás a la mitad de chulos de Seúl que hubieran deseado acercarse a partirle esa cara bonita.
—¿Qué pasa? —masculló Minho, parpadeando.
—Leori le pegó a Jungkook en la puerta de su apartamento. Fue dramático. Ese día, Leo estaba comportándose como un idiota... y Jungkook ni siquiera se lo devolvió.
Minho le sonrió.
—¿De qué te ríes, mendrugo? —reclamó el castaño.
—No me río —musitó de forma audible, entre la música y el gentío—. Por si no lo has pensado, Leori es tu hermano, y Jungkook sabe que no puede tocarlo. No creo que le faltaran ganas, Tae. Pero, cuando yo me puse como un estúpido con él..., tampoco me dijo ni mu. Me jode reconocerlo, pero creo que Jungkook es mejor de lo que imaginaba.
Bien, aquello cuadraba. Minho era bastante observador, pero Taehyung no había caído en aquello hasta que se lo dijo. Instintivamente, volvió a alzar la vista, y el ritmo cardíaco se le multiplicó por tres, sin importar cuantas veces hubiera visto a Jungkook antes, ahora él estaba mirándole. Y lo hacía como si le hubiera ubicado entre la gente por arte de magia, por pura gravedad, como un secreto a voces. Con las manos guardadas en los bolsillos, Jungkook arrastró los iris por el precioso hanbok de seda blanca y azul índigo que hacía a Taehyung todavía más guapo de lo que ya era.
Jungkook suponía que su reacción sería normal, más o menos, y que se tendría que acostumbrar de una vez por todas a verlo. Pero de ser así, la belleza de Taehyung tendría que volverse diametralmente opuesta a como lo era ahora, tan mortalmente guapo y precioso, que parecía mentira que fuera el mismo chico de uniforme y gafas de la universidad de Seúl.
Sus ojos estaban sobre los suyos, y se preguntó si podría, si debía, acercarse a saludar su fortuito y más que agradable encuentro, cuando Ami le apretó el brazo, señalando hacia el Templo Jogyesa. Jungkook la miró de soslayo, perdió de vista a Taehyung medio segundo y al volver a mirar con ansiedad, desapareció del lugar donde Minho y él habían estado.
—Mierda —masculló Jungkook, moviendo la cabeza hacia todos los lados posibles.
—¡Tae! ¡Tae! —chilló Nina, que salió dispara hacia él—. ¡Hola!
Para su fortuna, su visión había sido impedida por un grupito de gente que pasaba, y por lo visto, Taehyung y Minho se aproximaban a ellos para saludarles. La castaña se lanzó a sus brazos muy familiarmente, y tanto Jimin como Hoseok le saludaron con todo el encanto del mundo. Jungkook se había liberado de su prima, y llegó hasta él, notando que el vello de su nuca se erizaba.
—Hola —le saludó el azabache.
—Hola —contestó Taehyung inmediatamente, con una mezcla agridulce en su mirada.
Los iris de Jungkook se desplazaron brevísimamente hacia su izquierda, por donde se acercaban dos caras, más bien tres, que conocía bastante bien. Jonah, Sana y Leo, con el último desplazándose en una sillita de ruedas que iba empujado por el rubio oscuro. El rostro de Jonah rebozaba pacifismo, mientras el aura de Leo se crispaba como el gato que por obligación viajaba en un trasportín felino hacia un destino indeseado. Él.
La tensión estranguló un poco a Jungkook, quería ofrecerle a Taehyung que se viniera con ellos, pero el silencio se extendió entre ellos, y se amansó gracias al canto de los grillos y la música del festival, seguido de las preguntitas del santo de Park Jimin y la buena de Nina.
—¡Estás súper guapo! ¡Caray! —decía la chica—. ¿Te vienes con nosotros?
—¿Tú también vas al templo? ¡Vamos juntos! —añadió Jimin.
—Mnh —Tae se pasó un dedo bajo la barbilla—. Min, ¿quieres qué...?
Minho ya asentía incluso antes de que lo preguntara. Pero el castaño se debatía entre el eventual capricho y morbo de acompañarles, así quisiera morir cada vez que sus ojos se encontraban con los de Jeon Jungkook, o continuar, como le correspondía junto a su familia.
—Hola, chicos —saludó Leo, levantando una mano.
El grupo, en general, emitió un saludo común.
—¡Hola, hola! —contestó Nina, y sus ojos se abrieron mucho al posarse en la chiquilla, volviéndose súper redondos—. Oh, Dios mío, ¿esta es tu hermana? ¡Pero si es monísima!
—Sí, su nombre es Sana —respondió Taehyung con una risita.
La niña apartó el enorme peluche, sus ojos brillaban por las lucecitas, fijándose en una única persona entre todo aquel montón.
—¡Hola, Jungkook! —gritó Sana, víctima de un fugaz amor platónico.
—Hola, guapa —contestó Jungkook felizmente, con una de esas sonrisas que podría haber empujado al suelo, aproximadamente, a la mitad de los asistentes de la feria—. Me encanta tu ropa, ¿es un kimono?
—¡Sí! ¡Mamá me lo hizo! ¡Ahí va, que chulo el tuyo! ¡Pareces un k-pop idol!
A Jungkook le caía en gracia la nena, si bien se dio cuenta de que Leo le estaba lanzando su mejor y más intensa mirada asesina: algo así como si le dijera «lejos de las personas a las que quiero, ¡bicho!». Pero Sana igualmente se lanzó a por Jungkook y le abrazó la cintura, descartando para siempre aquel estúpido oso de peluche.
Taehyung, ruborizado, se masajeó la sien con unos dedos.
—¡Sana...!
—¡Vente con nosotros, Kookie!
—Oh, ¿A dónde? Ahora vamos al Templo Jogyesa —dijo sonriente.
—Nosotros nos íbamos, Leo quiere descansar —intervino Jonah con amabilidad—. Y Sana debería estar en la cama ya, así que... Quedaos vosotros, ¿va? —miró a Taehyung.
Sana no pareció de acuerdo en absolutamente nada. Minho tomó a su amigo por el brazo, mientras se despedían y la chiquilla se desilusionaba, si bien, le pidió a Jungkook que pasara otra tarde de esas por casa. Los iris de Taehyung volvieron a enlazarse con los del azabache unas décimas de segundo. Nina se entrometió celebrando por todo lo alto que fueran a poder tomarse algo juntos. Y entonces, Ami le dio con la punta del zapato de tacón en la espinilla a Jungkook y logró sacarle un gruñido.
—Madre mía, ¿quieres que te limpie la baba cuando entremos al templo?
—¿Q-Qué dices, niñata? —farfulló Jungkook, con las mejillas ardiendo.
—¡Cómo que niñata! —masculló Ami en su defensa—. Al menos disimula un poco que se te caen los calzones por él, ¡Dios! ¡Nunca te había visto así de pillado!
—Ami, no me toques las narices, ¡solo te pido eso!
Ella le dedicó una mueca, en la que rodó los ojos.
—Bueno, ¿vamos? ¡No hay tiempo que perder! —dijo Hoseok, encabezando la partida del grupo.
Atravesaban el puente iluminado y tomaron unas cuantas fotografías, Jimin se había pegado como un siamés a Taehyung y parecía querer conocer un poco más a Minho, aprovechando la situación y dejando a un lado lo sucedido la semana de antes. Jungkook se quedó hablando con Yoongi, quien era notablemente más sosegado. El joven comenzaba a disfrutar su discreción y calma. Al principio, Yoongi podía parecer frío, incluso cortante. Casi nunca miraba a los ojos cuando alguien le hablaba, y su aspecto sobrio le hacía parecer más maduro y mayor que el resto. Pero a Jungkook le agradaba que no fuera un bocazas, como Hazel. Que nunca dijera nada fuera de lugar, y, aunque fuera poco hablador, sus menciones siempre fueran correctas e interesantes.
Teniendo en cuenta que llevaba poco tiempo con Jimin, se le hacía increíble que el parlanchín, neurótico y teatral de su amigo, hubiera encajado con un polo tan distinto. Las cosas del amor, ¿no?
—Min Yoongi, ¿de qué me suena tanto tu apellido? —preguntó Ami a su lado.
—Te conozco. He estado en Busan de viaje —dijo Yoongi.
—Ah, la fiesta de la cadena de hoteles Min —apuntó la pelinegra—. Estuve en esa terraza.
Yoongi ladeó la cabeza, pensativo, y cayó en algo.
—¿No eras tú la novia de Gyeom? —formuló.
Ami se quedó paralizada.
—¿Novia? ¿Has estado con alguien? —dudó su primo.
—No, qué va —cortó Ami, espontáneamente ruborizada.
Yoongi cerró la boca, él prefería no inmiscuirse en esos temas, y algo le decía que había metido la pata al mencionarlo. Pero ahora, Ami lo recordaba a la perfección; Gyeom era un niño ricachón de Busan, deportista, se dedicaba a la natación profesional y los dos se habían atraído desde el principio. En aquel evento al que le invitó, le presentó a Yoongi como un amigo muy cercano. ¡Bingo!
Al girar la cabeza, Ami se encontró con la mirada suspicaz de Jungkook y ella dio un respingo. Ahora sí que estaba en problemas, Jungkook no iba a dejar el tema a un lado y le iba a preguntar, a chinchar, a acusar hasta que pudiera sonsacarle por qué lo había tenido tan calladito.
—¡Oh! ¡Mirad eso! ¡Si han puesto velas en el templo! —la chica salió corriendo, escabulléndose de cualquier cuestión de su primo.
Jungkook arqueó una ceja. ¿A qué venía aquella actitud? Para la edad que tenía Ami, le parecía normal que ya hubiera tenido algún que otro novio. Es más, prefería que así fuera, en lugar de hacer como si...
—Diablos —oyó que se quejó Jimin, mirando el reloj de la muñeca de Hoseok—, será mejor que entremos rápido, o van a cerrar el templo. ¡Vamos a darnos prisa!
Subieron las escaleritas del templo, y una vez en el interior, esperaron en la cola para posicionarse frente a la figura religiosa y juntar las palmas. En silencio, cada uno pidió por lo suyo. La mayoría se preocupaban por los exámenes, por asuntos del corazón y esas cosas. Jungkook no sabía que pedir al principio, pero se decidió por estar en paz consigo mismo. Aquello incluía dejar atrás sus malos hábitos, ni beber, ni acostarse tarde, ni faltar a los exámenes, ni huir de sí mismo... aunque no iba a dejar de querer a Taehyung como lo hacía. Algo así era imposible de pedir. Se desplazó y su hombro chocó por accidente contra otro, Jungkook giró la cabeza y se topó con Taehyung, quien también parecía despistado.
—Oh, perdón —dijo el castaño.
—Disculpa —dijo Jungkook al unísono.
Parecían idiotas. Casi como si no se conocieran, apenas se habían acercado todavía. ¿Desde cuándo la conversación no fluía? Jungkook tragó saliva y movió ficha.
—¿Qué has pedido? —preguntó.
—Que todo vaya... Que todo salga bien —contestó el ojiverde.
—Me alegra ver que tu hermano parece mejor —comentó Jungkook, andando a su lado.
Taehyung asintió con la cabeza.
—Le han dado el alta esta semana. Pero tendrá que volver todos los viernes para asistir a un programa de rehabilitación. ¿Cómo estás tú? —le preguntó.
—Yo, uh, bien —sintetizó al máximo—. Oye, el otro día, Ami...
—D-Da igual —balbuceó Taehyung—. Jungkook, estoy un poco, mhn, imbécil. Ni siquiera sé yo mismo qué es lo que...
—¡Vamos a tomar algo! ¿Os hacen unas cervezas? —interrumpió Hoseok—. Esta vez, sin drogatas ni camellos, por favor —añadió irónico.
Jimin soltó una risita nerviosa.
—Vamos por allí —indicó el muchacho.
A Jungkook le apetecía apuñalarlos. Aunque eran sus amigos, y esas cosas estaban relativamente mal, por lo que su cerebro ideó un plan menos macabro: echarse a Kim Taehyung sobre el hombro y llevárselo detrás del templo para hablar de una vez.
Para colmo, Nina se le pegó a Taehyung como una lapa (una adorable), y no se cortó al decirle que estaba muy guapo y que el hanbok favorecía el color de sus ojos. Jimin atrapó la atención de Jungkook en varios momentos, mientras hablaban y caminaban entre los puestecitos de juegos.
A unos pasos por delante, Ami se acercó a Nina y Taehyung. A ella le gustaba relacionarse con todos con asertividad; los chicos estaban hablando del café en el que trabajaban, y a Ami le pareció súper guay que se conocieran de eso. De repente, Hoseok levantó una mano:
—¡Nina! ¡Ven un segundo! —la llamó.
—Uy, ¡sí! ¡Voy! —la chica rezagó su paso, y Hoseok le pasó un brazo por encima de los hombros, pensando en contarle una anécdota de él y Yoongi a su chica.
En ese momento, Ami y Taehyung se quedaron juntos, y por delante del grupo, sin mucho tema de conversación que compartir. La joven pelinegra le sonrió cuando Taehyung le dirigió una mirada rápida. No necesitó preguntarle, porque sabía que quería hablar con él. Por supuesto, Taehyung estaba terriblemente irritado por el hecho de que Jungkook se hubiera llevado a Ami al festival de primavera. Sí, Ami era su prima, o eso decía. Taehyung miró hacia atrás disimuladamente, solo preguntándose si Jungkook estaba ahí, y fue un alivio comprobar que caminaba junto a Jimin, aunque acababa de echarle un ojo advirtiendo que tenía a Ami justo al lado.
—Oye, Taehyung. ¿Te gustan los juegos de disparos?
Taehyung siguió con la mirada a lo que señalaba, encontrando un puesto de tiro, con dianas en forma de espiral. El castaño asintió con la cabeza y Ami pareció contenta, porque corrió hacia allá, arrastrándole a él por la manga.
—¡Este! ¡Vamos con este! —declaró la chica.
Agarraron un par de escopetas tras hacer el pago, y Taehyung advirtió que a ella le gustaba competir, igual que a Jungkook. A decir verdad, se comportaban exactamente igual con algunas cosas.
—¿Listo? —preguntó la chica, posicionándose.
—Listo.
Ni bien acabó de decirlo, y Ami disparó. Taehyung se sorprendió de que la bala hubiera dado muy cerca del centro del círculo, sobre la segunda línea que rodeaba el centro.
—Nada mal para ser el primer tiro —se jactó Ami, con un tono algo arrogante—. Te toca.
Taehyung intentó concentrarse, arrugando el ceño y fijando la vista en su objetivo. Apuntó y disparó, golpeando como a cuatro líneas distantes del destino original. Un fiasco, si bien notó que la fuerza con la que había salido la bala en el disparo le había hecho mover el brazo de donde lo tenía antes, por lo que ahora podía apuntar de nuevo teniendo en cuenta la anterior referencia para corregir su tiro.
—Es más fácil lanzar dardos —se quejó Taehyung, con buen humor—. Creo que no sé cómo usar un arma de estas.
Ami soltó una risita, cuando el castaño la miró, se le hizo extraña la imagen de la chica usando aquel refinado vestido de color negro y portando una escopeta. Un mechón de pelo le cubrió un poco el rostro y ella lo apartó de un soplido, que reveló sus hermosos aires competitivos.
—¡Venga, otra vez! —le animó inesperadamente—. Seguro que puedes ser mejor rival.
Algo resignado, Taehyung volvió a centrarse y se colocó de nuevo. Apoyó el dedo índice suavemente en el gatillo, inclinándose un poco para tener en cuenta la trayectoria que creía que tendría la bala según su antigua referencia. Disparar en físico era muy distinto a uno de esos juegos en línea, donde solo debía tener en cuenta la mirilla.
—Más hacia la izquierda —reconoció la voz de Jungkook, a quien miró por el rabillo del ojo. Estaba a su lado, con los brazos cruzados a la altura del pecho, vigilándole. Taehyung sonrió disimuladamente y apuntó otra vez, pero demasiado a la izquierda—. No tanto... —repitió el joven, y el castaño movió el arma un poco más a la derecha—. ¿Lo haces a propósito?
Taehyung soltó una carcajada, entre irónica y molesta.
—¿A ti que te parece?
Jungkook suspiró antes de acercarse a él, terminando con la poca distancia que les separaba para abrazarle la espalda y ayudarle con más facilidad. Acomodó sus brazos a la altura que consideró más apropiada, con las manos sobre las suyas, y tratando de no hacerle apretar el gatillo por accidente.
—Así es como se hace —explicó con seriedad, sin apartar las pupilas del blanco—. E intenta que no se te desestabilice el tiro, o no acabarás de acertar nunca. No pierdas la noción de dónde estabas antes. Además, tienes que fijarte en el peso tras el disparo, porque apuesto a que algunos balines están trucados...
Por supuesto, Taehyung no lo estaba escuchando. Su contacto le había distraído del todo, la sensación de sus brazos alrededor de él, su pecho firme presionándose contra su espalda, se atrevería a decir que era seductor, e incluso dominante, aunque probablemente Jungkook no lo estuviera haciendo con ninguna intención aparte de corregirle la forma de apuntar con la escopeta para poder vencer a Ami en el tiro. Pero la cabeza se le estaba llenando de pájaros, y el vientre de mariposas. La reacción física siempre era igual de fuerte, así la acallara o la demostrara. Y se había vuelto cada vez más intenso con el paso de los días en los que le echaba en falta, hasta el punto de que hablar con Jungkook había vuelto a hacerle sentirse como una hoja demasiado frágil, como si él pudiera aplastarle entre sus dedos o con sus palabras.
Taehyung intentó respirar, pero fue peor, porque el aroma de manzana roja y ese toque de bosque que liberaba su discreto perfume le hizo convertirse en un flan recién sacado del horno. En algún momento, Jungkook debió haber notado que el chico no atendía a su explicación, que ni siquiera estaba preocupándose por corregir su posición y sus dedos se habían vuelto débiles y lánguidos sobre el arma y bajo los suyos. Jungkook giró su rostro hacia su mejilla mirándole en silencio, como si le reclamara por no prestarle atención.
Entonces, su cálido aliento le rozó la mejilla, el mundo dejó de existir para Taehyung. Deseó besarle con fuerza, volverse entre sus brazos, agarrarse a los mechones de su nuca y perecer contra su boca. Necesitaba un roce de labios cálidos, labios familiares, quería asfixiarse en el delicioso sabor a pérdida de conciencia. Y se estaba quedando sin aire en los pulmones por culpa de la fantasía, sin instinto de supervivencia, notando las hormonas de Jungkook saltando por los aires como si él también lo percibiera. Sin embargo, el pelinegro acabó apartándose como si algo le quemara. Buscando poder respirar, Taehyung, optó por imitarlo, tomándose un lapso de recuperación tras aquella sensación incendiaria.
—Bueno, ¿vas a disparar o qué? —exigió Ami a un par de metros.
Odiándose a sí mismo, Taehyung levantó la escopeta en el último momento y sintió que la fuerza del momento empujaba los latidos de su corazón hacia adelante, con mucha fuerza. Cerró un ojo para apuntar mejor y Jungkook casi pegó un brinco cuando oyó el precipitado disparo. Ami también se sobresaltó, dio un respingo y parpadeó. Taehyung levantó la vista bajando el arma, y se sonrojó hasta el punto de sacar humo por las orejas. Había sido un tiro limpio y perfecto. El balín había golpeado la diana de cartón y la había atravesado justo en el centro, dando en el blanco como un profesional de primera.
—Pero, ¿qué...? —exhaló Ami, con los ojos muy abiertos—. ¡Wow! ¡Eso no es justo, seguro que Jungkook te ha soplado algún truco! —sonrió con incredulidad, y les miró, muy suspicazmente—. ¿¡A que sí!?
El hecho de que él había estado en cuerpo presente, pero sin enterarse ni de una sola palabra de lo que le había dicho Jungkook, lo obviaron ambos con todas sus fuerzas.
—¡Bah! Paso de vosotros —dijo ella estirando los brazos, como si ya no le importase mucho más aquel tema—. Está claro que yo habría ganado de no haber recibido ayuda. Bueno, ¿hacemos alguna otra cosa? Quiero comer algo.
Taehyung asintió torpemente, agradeciéndole en su cabeza que no hubiera dicho nada incómodo o le reprochara que hubieran estado rozándose, con ella al lado. Ami empezó a caminar en otra dirección, y el chico le siguió tan pronto como sus músculos decidieron obedecerle. No obstante, miró hacia atrás para ver a Jungkook, y se encontró con que estaba menos incómodo de lo que había creído en un principio. Más que azorado, parecía meditar algo, con las manos en los bolsillos y la mirada un poco ausente. Jimin llegó a su lado, seguido de su primo, y le contó algo súper divertido que a Hoseok acababa de pasarle.
—¡Yo quiero una cerveza! ¡Jungkook quiere otra! —dijo Ami frente a la barra de la carpa donde habían elegido sentarse—. ¿A que sí, Jungkook?
—A mí no me apetece —aclaró Taehyung, antes de que nadie le insistiera con nada.
Jimin, Hoseok y el resto se pidieron algo.
—Voy al baño, ahora vuelvo —anunció Ami, levantándose de la mesa.
—En diez minutos son los fuegos artificiales. ¿Venís? —dijo Nina, de la mano de Hoseok.
—Yo quiero verlos —se apuntó Minho—. ¡Me apunto!
Jungkook estaba apoyado junto a la barra, Taehyung se preguntó si él iba a ir o se quedaría con Ami, pero de pronto, todos les dejaron allí, excepto Jimin y Yoongi, que estaban pidiéndose una bebida para llevársela en la mano.
—Bueno, nos vemos, entonces, junto al puesto de llaveros. ¡Hasta ahora! —se despidió Hoseok.
Jungkook se despidió de ellos con un leve asentimiento y pronto se marcharon, dejándoles a solas junto a la barra. Jimin y Yoongi estaban a metro y medio, pero un puñado de gente se les agolpaba alrededor, y casi les estaban perdiendo de vista.
Un tipo empujó a Taehyung, el pelinegro extendió una mano y le agarró por la muñeca, bajo la manga del hanbok, las yemas suaves y calientes incendiaron su piel, provocando que toda la atención de Taehyung fuera robada por aquel movimiento en el que Jungkook le atrajo más cerca de él.
—Cuidado —murmuró.
Levantó la vista, conectando con la de Jungkook, que, con párpados más bajos, le escrutaba como si se preguntara qué pasaba por su cabeza.
—Creo que debería salir con ellos —reveló Taehyung, aun sintiendo los dedos sobre su muñeca.
—¿Por qué? Quédate aquí —le pidió—, conmigo.
Y Dios, cómo dolía. Era como si acabara de hacer reaccionar a todas sus células con aquel timbre de voz más bajo y cercano. Las pupilas de Jungkook, casi imposible de distinguir en aquel marrón oscuro en el que se convertían sus ojos en la noche, descendieron sobre él, electrizándole.
—Lo que llevas te sienta muy bien —le cumplimentó sin despeinarse.
A Taehyung le latía el corazón rápido, desvió la mirada y carraspeó un poco, tragándose su cumplido y devolviéndole otro:
—Tú estás muy guapo —dijo un poco rígido—. Como siempre —y añadió con debilidad.
Jungkook le miraba, ladeando la cabeza. El pulgar de su mano descendía muy suavemente por la piel de su muñeca, y Taehyung le apeteció poder cerrar los ojos sin que él lo notara. Aquel contacto le estaba martirizando, le aplastaba como si alguien colocara una losa de hormigón sobre su tórax.
—¿Te pasa algo conmigo? —Jungkook zarandeó su conciencia.
Taehyung negó brevemente con la cabeza, aún sin mirarle.
—Vamos, sé que eso no es verdad. Me evitas.
—Jungkook, yo...
—Jimin me ha dicho lo de Ami.
—¿Qué? —clavó la mirada sobre él, algo azorado—. Y-Yo no he dicho nada de...
—¿De verdad estás celoso de ella? —continuó Jungkook, con el ceño fruncido por la incredulidad—. Parece que no me conoces.
—No estoy celoso de tu estúpida prima —soltó, visiblemente molesto.
Jungkook alzó las cejas. Sí que lo estaba, y con una punzada de maldad, se alegró de que Taehyung sacara a relucir por primera vez un lado más oscuro, donde se guardaba sus celos por él. Eso significaba algo, quisiera verlo o no. Su lado más vulnerable, su miedo a perderle, sus inseguridades... Sus sentimientos.
—Entonces, ¿por qué estás alejándote de mí?
—Porque terminamos —le cortó Taehyung, clavándole un puñal en el corazón.
Eso sí había sido injusto, pero a Jungkook tan solo le estimulaba aquel dolor.
—Sabes lo que siento por ti —repuso en voz baja, pero audible entre el gentío.
De repente, el lado más frágil y adolorido de Taehyung asomó, la menta de sus ojos se volvía brillosa, la tensión se apoderaba de los músculos de su cara y la forma en la que tiraba de su muñeca para que le soltase.
—¿Qué es lo que esperabas? ¿Qué me lanzara a tus brazos al segundo día de estar sin ti? ¡La gente no funciona así!
—No —negó Jungkook con una sombría calma—, pero suponía que reconocerías que aún sentías algo por mí.
—Pues no sé si lo hago, Jungkook —respiró su contradicción—. Ese es el problema.
—Eso es una burda mentira —declaró él.
Taehyung pareció ofendido por su rápida declaración.
—¿Qué sabrás tú? —le atacó, con más crueldad de lo que esperaba de sí mismo.
Definitivamente, Jungkook cerró los dedos alrededor de su muñeca y musitó un «muy bien, vamos a comprobarlo». Tiró de él empezando a desplazarse por mitad de la gente que iba y venía, en busca de la salida.
—Jungkook, ¡suéltame! —gruñó Taehyung mientras tanto.
Atravesaron el arco de la salida de la carpa, y el castaño enterraba los dedos bajo su palma, intentando abrir la pinza que hacía alrededor de su brazo, retorciéndose un poco, y lo justo sin resultar ser eficiente del todo. Jungkook le miró como si fuera tonto.
—¿Me vas a dejar o no? No quiero ir contigo —recalcó Taehyung.
—Pégame una bofetada si quieres que lo haga —le provocó Jungkook.
El ojiverde se quedó en silencio, respirando rápido, y con los ojos muy abiertos.
—No juegues con eso. No pienso volver a pegarte —soltó tan crispado como herido.
Jungkook no sabía que él ya había pensado en eso, y se arrepentía de haberle abofeteado en su momento. El corazón se le encogió y continuó caminando.
—Bien, entonces, vas a tener que venir conmigo —enunció Jungkook de todos modos.
En algún punto, Taehyung se rindió, aunque su malhumor no descendió, y de vez en cuando podía captar alguna mirada suya de odio, seguido de alguna frase como «se van a preocupar cuando no nos encuentren» o «esto no es para nada necesario». Por una vez, no tenía razón en ninguna de sus afirmaciones.
Al final, Taehyung caminaba sin la necesidad de arrastrarle, y le preguntó:
—¿A dónde vamos?
—A donde podamos hablar en paz.
No quería que le interrumpieran, que le distrajeran, que nadie más llegara y se llevara su atención, o le separaran de él. En algún momento de los caminos de carpas y puestecitos, se desviaron y se adentraron por un estrecho pasaje entre los árboles, cuyas ramas se enredaban sobre sus cabezas. La luz de los farolillos se distanciaba de ellos, mientras los tímidos rayos de luz lunar se colaban entre las hojas, y las frondosas ramas.
A Taehyung le turbó que Jungkook le estuviera llevando por un sitio como ése, pero pronto se dio cuenta de que era un camino que llevaba a la laguna llena de luciérnagas y plantas acuáticas. Otro puente en forma de arco la cruzaba, uniendo la orilla en la que se encontraban a lo que parecía una diminuta isla donde había un altar de madera similar a las casas de pájaros que veía en los anuncios de bricolaje. Siguió a Jungkook hasta el puente, donde le soltó la muñeca y se apoyó en la barandilla, jadeando su aliento como si hubiera soportado una gran tensión.
Taehyung se pasó los dedos por donde él le había estado agarrando, no le dolía, pero lo había hecho con tanta insistencia, que tenía la piel más caliente y húmeda por la presión que habían ejercido sus calientes yemas. El castaño observó el paisaje que había frente a él, tenía que admitir que estaban en mitad de un sitio muy agradable a la vista. Y solitario. Íntimo, diría. El chico tragó pesado.
—No sabía que se llegaba por aquí —dijo, rogando distraerse con alguna cosa que no fuera la tensión que palpitaba bajo su lengua—. ¿Cómo lo descubriste?
—He fotografiado este sitio antes —dijo, y apoyó el codo en la barandilla.
Por supuesto que era así. Jungkook se conocía miles de rincones encantadores de Seúl, como si realmente la ciudad hubiera sido suya a través del objetivo de su cámara, y esa pasada de motocicleta negra que bien podía haber sido su fiel corcel. Taehyung sacudió un poco la cabeza. ¿En qué diantres estaba pensando?
—Dime la verdad, Taehyung —dijo volviéndose hacia él. El castaño le contempló a una distancia de relativa seguridad, con párpados más bajos—. ¿De verdad estabas celoso de Ami?
Podía darle miles de vueltas a su pregunta y matizar de doscientas mil formas su respuesta. Pero optó por ser sincero y tirar todo por la borda.
—Sí —afirmó.
La sonrisa de Jungkook se volvió triste. Taehyung bajó la cabeza, apretó los puños mientras el compañero se acercaba a él.
—¿Crees que no voy a esperarte? Porque, si es así... Permíteme decirte que se te ha ido por completo la cabeza, Kim Taehyung.
La escasa diferencia de altura, le hizo levantar la cabeza. Su boca estaba cerca de la de él. La intensidad de las sensaciones que le atacaron a la boca del estómago y del pecho fueron tal que Taehyung se percató de lo mucho que echaba de menos la tibieza de sus besos, su tono de terciopelo cuando hablaban a solas, la forma en la que su mano se posaba tras su cintura, para invitarle a acercarse a él. Había pasado noches de insomnio, anhelando su tacto y jurándose que tenía que existir algún modo de que las cosas se solucionaran en su cabeza, porque extrañar tanto a Jungkook le había sumergido en la realidad de su ausencia, y sin él, habría probado de primera mano aquella sensación de desconsuelo.
—Ami no es... No es lo que crees —le explicó muy delicadamente—. Nos conocemos desde que éramos niños. Su madre es la hermana mayor de mi madre. Y aunque he estado como cien años sin verla, forma parte de mi familia.
No era que ya no creyera en Jungkook. Lo hacía. Podía ver la verdad en su honesta y afligida mirada, era solo qué...
—Pues creo que deberías resolver con urgencia lo que ella siente por ti.
Jungkook rodó los ojos, y luego soltó una carcajada algo sarcástica.
—Ami, no...
—Sí. Ya te digo yo que sí —repuso el castaño, cruzándose de brazos—. He visto cómo te mira, y, es casi como si...
Así luchaba contra la suave irritación felina que comenzaba a disiparse en su organismo (en contra de su propia voluntad), debilitándole, y de paso, evitaba que el pecho de Jungkook se acercara más al suyo. Los iris del contrario se oscurecieron indistintamente, y entonces relevaron algo:
—Adoro que estés celoso —ronroneó con vehemencia.
—Uh, ¿te gusta que esa mierda me taladre los sesos todos los días?
—¿No es adorable que aun así lo hagas, sabiendo que estoy jodidamente loco por ti?
Taehyung bajó un poco la cabeza, notándose acalorado.
—Kookie, no hables así...
—¿Kookie? —reprodujo encantado.
—J-Jungkook —balbuceó corrigiéndose, y lanzándole una breve miradita a él, que parecía repentinamente complacido.
Taehyung prefería no mirarle, y él, pacientemente, le pasó unos gruesos mechones de cabello castaño oscuro detrás de la oreja, con ojos negros, examinando cuidadosamente el rostro de su compañero.
—¿Vas a decir algo? —preguntó, haciéndole sonreír—. Porque no sé qué estamos haciendo aquí.
—No, sólo te mantengo secuestrado —contestó Jungkook, mordisqueándose el labio—. Se me ocurre algo que hacer, mientras tanto.
Le temblaba todo el cuerpo antes de acercarse un poco más, queriendo comprobar qué tan fuerte continuaba siendo su gravedad. Realmente le encantaba estar a solas con Taehyung. El compañero retrocedió unos pasos, hasta que la barandilla del puente presionó tras su cintura y le obligó a quedarse estático.
—¿Tan nervioso te pongo? —entonó Jungkook, y posó las manos sobre los brazos que él cruzaba bajo el pecho.
—¿Mnh?
—Como en aquel juego de disparos...
—Eso no eran nervios —replicó—, es que... me estabas importunando.
Jungkook chasqueó con la lengua mientras sus dedos se dirigían, sin que él los hubiera mandado, hasta su cuello desnudo. Enroscó un mechón de pelo castaño una y otra vez entre un par de dedos, observando los reflejos más claros a la luz de la luna.
—¿Te molesto? —preguntó en voz baja.
—Un poco —mintió Taehyung, derritiéndose.
Jungkook le miró en silencio por unos segundos, y luego suspiró con resignación.
—Oh, amor mío. Estás hiriendo mi ego —dijo Jungkook, robándole el aliento con una caricia en su rostro. Cuando respiró con fuerza contra sus labios, le recorrió un hormigueo de arriba abajo.
A Taehyung le ardía el rostro, y también el resto del cuerpo. Reprimió las ganas de decirle que también estaba loco por él, aunque hubiera luchado contra ello, pero, en lugar de eso, descruzó los brazos, disfrutando de la sensación de él pasándole los dedos por el pelo. Y, Dios, Jungkook adoraba hacerlo. Taehyung no tenía el pelo liso, sino lleno de ondas y remolinos oscuros, brillantes y cobrizos bajo la escasa luz. Muy a su pesar, le soltó en el momento en el que Taehyung perdió sus ojos en los de él, deslizándolos con debilidad hasta sus labios rosados.
Jungkook quería ser paciente para no forzar a Taehyung, pero de repente, la sensación de sus manos trepando por su espalda le sacó de lo más profundo de su mente, tan solo para darse cuenta de que él lidiaba con lo mismo. Jungkook apoyó las manos en la fría barandilla del puente, pese a que no sabía cómo habían llegado ahí, ni por qué tenía a Taehyung apretado contra las tablas de madera que le separaban del agua. Él le empujó un poco, intentando apartarse del castaño, por lo menos para normalizar la situación y no dejarse llevar por el martirio de su cuerpo. Pero el plan se fue al traste cuando Taehyung le dio un tirón más fuerte, agarrándole por las muñecas y atrayéndole con fuerza para besar sus labios.
Jungkook se tropezó con sus propios pies y chocó contra él en un golpe seco que hizo hervir su sangre. Y, bueno, definitivamente, se dijo que por dejarse llevar un poco no pasaría nada.
Taehyung pareció alegrarse mucho cuando Jungkook le respondió con ganas, tomando el control de los besos que tanto extrañaba. Con las bocas abiertas y en contacto casi de manera posesiva, notó a la perfección cada uno de los suspiros que dejaba escapar, y supuso que él también sentía los suyos mientras se apretaban con fuerza. La lengua de Taehyung tenía el sabor dulce del algodón de azúcar que había comido hacía un rato, y Jungkook se preguntó cómo no iba a devorárselo. Las manos del castaño le acariciaron el pecho, y el contrario no ocupó más insistencia para rozarle la lengua con la propia, en la deliciosa culminación a la que desesperadamente aspiraban.
Con las pocas neuronas que Taehyung tenía en funcionamiento, recuerdos de hacer el amor con Jungkook le zarandeaban, y una solemne voz en su cabeza le preguntó, ¿de qué temes tanto? Taehyung descubrió que no deseaba negarse. Amar a Jungkook estaba resultando ser una experiencia totalmente distinta a todo lo que conocía. El fuego que le consumía por sus caricias era todo lo contrario a los tiernos momentos que había compartido con Jonah. Después de todo, si Jungkook estaba siendo consumido por las ascuas, era justo que Taehyung pagara el mismo precio, ¿cierto?
Una de sus manos persiguió la de Jungkook y al tenerla capturada, la guio hacia su rostro, justo por donde se estaba muriendo por sentir la adoración de una de sus palmas. Jungkook se resistió a entender sus intenciones, donde ambos intercalaron miradas, protegidos en la oscuridad, con las frentes muy cercanas. Ingenuo a la agitación interna de su compañero, su oración le hizo estremecer en un susurro.
—Eres tan extraordinario. Nadie podrá sobrevivir a ti. Ni siquiera yo, estúpido de mí, que una vez pensé que podría con esto —espiró Jungkook con voz temblorosa—. Pero no puedo.
Taehyung tiró de sus dedos entrelazados.
—¿Qué barbaridad estás diciendo?
Los ojos enormes del castaño advirtieron que aquello se le había escapado. Pero el chico llegó a cubrir su boca con sus labios, mientras los dedos de Taehyung se deslizaban por la bata de seda que malograba la pinza de sus propias yemas. Ahí, a solas, y en el puente de la laguna bajo las ramas de los sauces que en silencio contemplaban, sintió que las piernas le flaqueaban por lo mucho que lo había necesitado.
Súbitamente, unos estallidos les hicieron dar un brinco y mirar al cielo al mismo tiempo, para descubrir un montón de luces de colores que formaban dibujos y se derramaban desde lo más alto. Habían empezado con los fuegos artificiales, y ellos, en su nebulosa, lo habían olvidado por completo Tenían los ojos brillantes, la conciencia dilatada, y los labios algo hinchados y húmedos tras los besos.
Taehyung se mordió el interior de la boca y tiró del borde de la camisa cruzada y negra del hanbok de Jungkook para que le mirara. De repente, unir sílabas se le hizo un juego muy desafiante.
—Jungkook —llamó.
Él parpadeó como saliendo del trance, le regaló su mirada con ojos profundos, con una mezcla de lujuria y timidez, más la sensación de inseguridad desapareciendo tras la sombra de sus densas pestañas. Él recordaba aquel beso; el de noche vieja, la primera vez en la que Taehyung le dijo que no quería ser solo su amigo, y a él le había atravesado una corriente de mariposas verdes y azules.
—Perdona —murmuró Jungkook, aunque no pareciera demasiado arrepentido. Su boca volvió a torturar la suya con apenas unos roces mientras sus manos le enmarcaban el rostro, y su timbre sonó ronco y controlado cuando volvió a hablar—. Quiero tocarte...
Aquellas dos simples palabras acabaron por sumir a Taehyung en el estado febril al que antes pretendió asomarse, y se preguntó cuánto tardaría en deshacérsele el corazón, como un trozo de mantequilla sobre una sartén humeante. En las mismas condiciones delirantes, consiguió asentir con la cabeza, apenas lo suficiente para que Jungkook entendiera, supo lo que había hecho cuando sus manos abandonaron su rostro. Taehyung se estremeció de pies a cabeza al sintiendo las yemas de sus dedos deslizándose con demasiada lentitud hacia abajo. El cuerpo entero se le inflamó de un calor insoportable, repleto de hormigueos y latidos, bajo aquel único tacto. Las manos de Jungkook temblaban ligeramente al tiempo que tanteaban y exploraban el terreno.
Condujo una de ellas hacia arriba pasándola por debajo de su nuca y profundizando el suavísimo beso que compartían. Sus lenguas se encontraban en el mismo instante en el que les acribillaban una oleada de deseo todavía peor, sintiendo una mano de Jungkook deslizándose por su pecho, acariciándole dedicadamente uno para después bajar hasta su cadera y la curva de su trasero, junto a la barandilla. La respuesta del ojiverde fue completamente inconsciente y pronto descubrió que pegaba lo suficiente su cuerpo al suyo como para notar lo excitado que estaban a esas alturas. Pudo oír un gemido dentro de su boca, mientras Jungkook tiraba de la chaqueta, desenlazando el cinto con los dedos enterrándose en el borde perfectamente doblado y deshaciéndolo sin demasiado aprecio.
Los brazos de Taehyung se cerraron entorno a su cuello, suspiró dentro de su boca y rompió el beso, dispuesto a devolverle aquel apasionamiento momentáneo. Sus labios huyeron de los hambrientos del compañero, y descendiendo por su mentón, besando cada centímetro de piel que encontraban a su camino. Mordió la garganta de Jungkook suavemente, y tiró de la piel, escuchándole respirar más que complacido. De repente, Jungkook le rehuyó sorbiendo entre dientes, como si no pudiera darle ni medio minuto, como si fuera demasiado para él. Cuando sus manos se colaron sobre las suyas, Taehyung creyó que era para ayudarle. Pero en vez de eso, lo único que hizo fue inmovilizarlas.
—¿Qué...?
—Ssshh —le interrumpió Jungkook—. Todavía no.
Al contrario de lo que quería, evadió sus labios y los arrastró hasta su garganta, iniciando otra sesión de tortura de aquellas, contra él mismo. El corazón galopaba bajo su pecho, y el fortísimo vértigo se intensificó más cuando, algunos segundos después de la presión de su cuerpo, Jungkook se separó un poco, y arrastró una mano hasta colarla entre sus muslos.
Taehyung se quedó quieto, la sensación de sus dedos pasando por encima de la tela, apenas rozándole, parecía intentar convencerle de que todo lo que conocía, todo lo que había razonado una vez, acababa de desaparecer, y lo único que quedaban era Jungkook y él. El calor que irradiaba el cuerpo de Jungkook, el temblor que se desparramaba por cada miembro de su anatomía.
—Así, ¿te gusta? —le preguntó sobre sus labios, y tardó varios segundos en entender el significado de cada una de sus palabras.
Su mente funcionaba a tal lentitud que le costaba creer no haber sufrido ya la muerte cerebral. Quería decirle que sí, pero solo logró gruñir alguna cosa que se parecía. Jungkook debió entenderle de todas formas, porque el tramo que iba desde la base de su cuello hasta el mentón lo hizo con la lengua. Sí, por algún motivo había olvidado esos días que Jeon Jungkook era tan explosivo como la dinamita, y que pocas veces se dejaba hacer o llevar, pecando de ser maldito un impaciente. Aunque Taehyung no tenía mucho en contra de sus manías...
Un chirrido metálico precedió a otro sordo que provenía de los tablones de madera, Jungkook le besuqueaba, y el castaño tiró de su labio con los dientes, provocándole de mala manera. Con una mano de Taehyung arrastrándose por su cintura maravillosamente, para contemplarle con iris dilatados, el sonido volvió a asomar, ya fuera de los fuegos artificiales y los suspiros de sus besos sonoros. Y bien, ninguno estuvo en predisposición de atender a tiempo lo que venía, cuando de repente, un chasquido aconteció una serie de derrumbes, la barandilla hizo comba, cedió, los tablones se hundieron, y ambos se desequilibraron sin entender qué diablos pasaba.
Los dos se trastabillaron, y Taehyung, con los ojos muy abiertos, pendió hacia atrás, con Jungkook alcanzando a tiempo a agarrarle por la muñeca en un acto de heroicidad. ¡Su héroe! Habría sido un movimiento de diez de haber tenido algo en lo que agarrarse justo después, pero su otra mano libre no alcanzó superficie alguna, y el peso de Taehyung le arrastró con él hacia la laguna. Ups.
En el trágico chapuzón, el agua dulce y glaciar aplastó sus cuerpos, se hundieron unos segundos, Jungkook hizo pie con unos aspavientos buscó la superficie fácilmente. El pelo se le pegaba al rostro cuando se apartó la molesta humedad de la cara y ojos con los dedos, echándole un vistazo a Taehyung. Él también asomó a su lado, tan desorientado y desconcertado como él, llevaron su mirada hacia al condenado puentecito de madera que se había desprendido de malas formas.
—¿Q-Qué cojones ha sido eso? —exclamó Taehyung—. ¡Creí que íbamos a morir!
Jungkook sentía como si le hubieran tirado un jarrón de agua fría por encima. O más bien, como si algún tipo de ser todopoderoso y nada bondadoso le hubiera arrojado a su interior.
—¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? —se cercioró.
—No —negó Taehyung—. ¡Dios! ¡El agua está helada! —se abrazó los brazos.
—Ven, vamos a la orilla.
Jungkook y él enlazaron la mano por encima del agua, caminaron con grandes zancadas por la laguna cuyo fondo era algo dispar, y se veía salpicado por tonos acuarelas, verdes oscuros y apagados turquesas. Cerca de la orilla, sus cuerpos comenzaron a emerger con la ropa pegándose al torso y extremidades, hasta que el agua quedó a la altura de sus tobillos, con los dos sorbiendo entre dientes y escalofríos.
—Menudo lío, ¿hemos sido nosotros? —exhaló Jungkook, y sacó el teléfono móvil del bolsillo—. Joder, llevaba el teléfono encima —se quejó—. Espero que funcione todavía.
Taehyung tenía la carne de gallina, el agua le había calado hasta en los zapatos. Entonces, atisbó el cartel que había justo frente el puente que ahora se hallaba hundido, con una de las barandillas sumergidas bajo el agua.
—Podíamos habernos hecho daño, menos mal que esa zona era profunda y no nos hemos golpeado —oyó a Jungkook argumentando de fondo.
Taehyung se aproximaba silenciosamente al cartel, con ojos muy abiertos y curiosos, sus pasos dejaban un rastro de goteo continuo por donde se movía. Y de repente, sonrió.
—Somos idiotas —deliberó casi divertido.
—¿Disculpa? —soltó el contrario.
El castaño exhaló una risita, aunque estaba helado y el hanbok se le estropearía de seguro. Pero quizá, liarse en mitad de un puente con el letrero de «precaución, en mantenimiento» no había sido la mejor idea de todas.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top