Capítulo 27
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 27. Roma no quiso acabar en la ruina
Taehyung tomaba el autobús pasadas las once de la noche, cuando su hermana ya se había metido en la cama. Él se había mantenido lo más sereno posible frente a la pequeña, así tuviera los ojos llorosos, tras lavarse la cara en el cuarto de baño. Después de la cena, lavó los platos en la cocina, siempre atento a su teléfono por si recibía alguna noticia. Le dio las buenas noches a su hermana, quien se metió en la cama. Veinte minutos más esperó Taehyung para calzarse, ponerse el abrigo, le echó un vistazo a la chiquilla pacíficamente dormida en el dormitorio, y salió de la casa echando la llave. No podía tomar el coche puesto que se lo había llevado su madre al trabajo y tras un suspiro de resignación, no tuvo más remedio que esperar en una parada a que pasara la línea indicada.
Al cabo de unos minutos Taehyung se encontraba en el interior, agarrado a una barra, y le llegó un mensaje de texto de su madre, informándole acerca de que unas enfermeras le habían dicho Leori se estaba estable y le subirían a planta dentro de poco. Taehyung respiró más aliviado, sus ojos se desbordaron unas lágrimas cargadas de tanta tensión como de alivio, que se escurrió rápidamente con los dedos. Poco antes de medianoche estaba en el hospital, buscaba la planta que le había escrito su madre unos minutos antes, salió del ascensor y se topó con un cuerpo. Su cabeza pegó directamente bajo la barbilla de un tipo muy alto, se tambaleó hacia atrás unos pasos y parpadeó un poco aturdido, y tocándose la frente con los dedos.
—Tae —dijo una voz conocida.
—¿Jonah? —pronunció al conectar su mirada con la del rubio oscuro.
En sus ojos grises, siempre sosegados y familiares, atisbó una chispa de sorpresa, y también de la profunda preocupación por las horas que había pasado. Taehyung no pudo contener sus lágrimas, se abalanzó hacia el hombre dándole un abrazo. Nunca había sentido a Jon temblar bajo sus brazos como lo hizo esa noche, tan asustado y frágil como él. El ojiverde se sintió confortado durante unos minutos, en los que Jonah trató de explicarle lo que creía que había pasado. Afortunadamente, él no iba con Leori en el coche, puesto que podía haber acabado en malas condiciones...
—Está estable. Todavía no se ha despertado, el médico dice que deben operarle una rodilla cuando espabile —le contaba en la amplia sala de espera, con el vaso de plástico del café de máquina en la mano.
—¿Qué ha ocurrido con el que chocó con él?
Jonah dejó el vasito sobre la mesa, y sentó a su lado.
—Le han retirado el carnet de conducir, y está detenido.
—Dios. Ojalá Leo esté bien...
—Me preocupa, Taehyung. Él es motivo por el que sigo en Seúl —reveló lentamente—. Leo es mi vida.
A Taehyung le impresionó la magnitud de sus palabras, no obstante, ya no dolían. Había aceptado lo suyo con su hermano, y no sentía rechazo ni una mínima molestia. Puede que fuera un poco raro escucharle hablar así, puesto que nunca había creído que pudiera decir algo como eso de él en el tiempo que estuvieron juntos, pero en parte agradecía profundamente saber que el amor de Jonah por su hermano era íntegro.
Su madre apareció en la sala de espera, Taehyung se levantó para abrazarla y ella lloriqueó un poco por el susto que se habían llevado. Los tres pasaron la noche allí, y Leo no despertó en toda la madrugada, pero pudieron ver a dos médicos y recibir el informe policial y el parte del seguro del vehículo. Un siniestro total, el coche estaba hecho polvo. Le habían retirado el carnet de conducir por consumir alcohol al volante al hombre que colisionó con el coche de su hermano. Y era un milagro que estuviera vivo.
Taehyung preguntó un poco después si podía pasar a ver a Leo. Su madre le llevó a la habitación de la planta en la que estaba ingresado. Su hermano tenía una mascarilla con oxígeno, un corte en la mejilla y ceja derecha, y unas cuantas magulladuras oscuras salpicaban su rostro. Tenía una pierna en malas condiciones, pero estaba escayolada para evitar que la moviera. Sus constantes vitales estaban estables.
Sobre las tres de la mañana, Taehyung le pidió a su madre que fuera a casa. Tenía que descansar y volver al trabajo mañana, él se quedaría allí, por si necesitaban la autorización de un familiar para lo que fuera. Le prometió que la llamaría en cuanto Leo despertara, y dejó al muchacho solo porque sabía que estaba bien acompañado de Jonah. Tras su despedida, Taehyung paseó por la habitación un rato y luego salió afuera para tomar aire, tratando de huir del pitidito acompasado que reproducía el dispositivo que monitorizaba sus constantes. Encontró a Jonah volviendo por el pasillo y este levantó una bolsita de papel marrón que traía en la mano.
Taehyung y él se sentaron en la sala de espera poco después.
—¿De verdad me has traído un sándwich? —preguntó con una sonrisa cansada.
—Me moría de hambre. Y tú tienes cara de no haber comido casi nada, ten —insistió.
Taehyung abrió la bolsa y sacó el sándwich, envuelto en papel de film transparente y caliente. Cuando lo desenvolvió, le dio un mordisquito y los ojos se le llenaron de lágrimas. No sabía por qué, pero empezó a llorar como un mocoso mientras cenaba.
—Se despertará —dijo Jonah acariciándole la espalda con la mano—. Ya lo verás.
El castaño asintió con la cabeza. Probablemente, las dos personas que más querían a su hermano estaban ahí, a la espera, sin contar a su pobre madre. Luego de cenar, bebió de una botella de agua y se pasó por el cuarto de baño de la planta. Regresó y se sentó junto a Jonah en el sofá de la sala de espera. La calefacción estaba puesta, no hacía frío, pero el cielo se veía oscuro y opacado por los nubarrones a través de las estrechas ventanas de la sala que daban al exterior. Taehyung estaba cruzado de brazos, todavía compungido por todos los eventos que había vivido en una sola semana.
Jonah se acercó a su lado, sus piernas casi se tocaban.
—No estés triste —le pidió en voz baja—. Ve a casa, si quieres.
—No...
—¿Has llamado a tu novio?
Oír aquello le provocó. Jungkook. Jeon Jungkook. La visita de Jimin y Yoongi cruzó su mente, como un pájaro sobrevolando la madeja enmarañada de cosas que había en su cerebro.
—Ya no somos novios —simplificó.
—¿Qué? —parpadeó Jonah.
Taehyung calló, apretó los ojos y negó con la cabeza, en silencio. No había indicios de que quisiera hablar sobre ello. Se sentía tan triste, tan cansado y hundido, que se forzó a dejar todo ir, como la gravedad se llevaba las olas. Encontrar un refugio bajo los párpados que cerró muy despacio. Taehyung se dio cuenta entre el aturdimiento de sus lágrimas, entre el dolor asfixiante de sus pulmones y ojos hinchados, que la desesperanza que sentía era insuperable. La diferencia entre la pérdida que sintió con Jonah, comparándola a la de Jungkook, no tenía fin. Jonah y Leo le habían hecho tanto daño, pero Jungkook casi le había robado las ganas de seguir respirando. Y no se trataba de otra, que de los sentimientos que había desarrollado. Su corazón era como una brújula con miedo a ser desconfigurada. Él inclinó la cabeza hacia un lado y la posó sobre el hombro de Jonah. Era un espacio conocido, un lugar seguro y que una vez había amado. También su mano, la cual ahora estrechaba con fuerza, percibiendo que el contrario sentía algo similar. No iban a irse de allí hasta saber que Leori estaría bien. En ese momento se tenían entre ellos, y pasara lo que pasase, sin importar el pasado, estaban ahí, juntos. Preparados para apoyarse el uno al otro.
Antes de que la conciencia de Taehyung se viera sustraída por el sueño, aflojó lentamente la cálida mano de su compañero y pensó en Jungkook. Ojalá aquel fuera su hombro. Ojalá pudiera abrazarle y hundirse en él en ese momento.
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El sábado estaba siendo terriblemente lento. Taehyung tenía el día libre, puesto que le debían algunos extras y pudo solicitarlo sin mayores complicaciones. Llamó a su madre en cuanto Leo se despertó. Tanto Jonah como él estaban en la habitación. Su hermano se encontraba algo aturdido al principio, pero le había agarrado la mano a Taehyung, diciéndole que iba a ponerse bien. Leo miró primero a su hermano y después a Jonah, se disculpó con él como nunca. Estaba avergonzado por su irresponsabilidad, por andar siempre preocupándoles, por estar en aquella cama por su propia culpa. A media mañana, se lo llevaron al quirófano para encargarse de su rodilla y pierna. Taehyung le escribió a Minho, contándole lo sucedido.
Minho minino (12.24PM): ¿Quieres que vaya? Dime en que planta estás.
Taehyung (12.24PM): Minho, no quiero preocuparte más.
Minho minino (12.25PM): Pero has pasado toda la noche ahí.
Minho minino (12.25PM): ¿Quieres que te lleve ropa? ¿Qué puedo hacer por ti?
Taehyung está escribiendo...
Taehyung (12.27PM): Ha venido el médico. Te llamo en un rato, ¿vale? Besos.
Minho minino (12.27PM): Besos, Tae.
Taehyung (12.27PM): ❤️
Su madre Annie llegó antes de que Leo saliera del quirófano. Taehyung la abrazó, y ella le dijo que había pedido un cambio de turno y que necesitaba ver a Leo. Jonah les estuvo acompañando en todo momento, tenía el corazón en un puño, el castaño podía notarlo en sus ojos. Cuando Leo subió a planta, de nuevo, estaba un poco adormilado por los analgésicos y la anestesia. El cirujano les contó que había ido bien, tendría la pierna escayolada durante un par de meses, tal vez, y la recuperación sería lenta, pero no había daños graves más allá de las contusiones que tenía. Llevar el cinturón puesto le había salvado la vida.
Annie le agradeció enormemente al equipo médico, estuvo sujetando la mano de su hijo durante un buen rato, hasta que este se espabiló y la miró cargado de culpabilidad. Taehyung estaba apoyado en la pared, de brazos cruzados. Tuvo que salir del dormitorio cuando oyó a Jonah pedir perdón a su madre, diciéndole que jamás había pensado que se parecería tanto a su padre por esa mierda del alcohol y hacerles preocuparse tanto. Que no iba a continuar con eso, nunca, nunca más, y a partir de entonces iba a cuidar de ellos.
El ojiverde salió al pasillo conteniendo las lágrimas. Así que eso era lo que Leo pensaba. Puede que hubiera cometido errores, algunos más graves que otros, pero, ¿no le convertía eso en un ser humano? Todos eran imperfectos, y al final del día, incluso él mismo se había negado a resolver las cosas como debía haberlo hecho desde un principio. Jonah posó una mano en su hombro, y Taehyung dio un respingo.
—¿Qué ocurre? —preguntó, y miró hacia la habitación—. ¿Está Leo bien?
—Sí. Está hablando con mi madre de... —dijo Taehyung frotándose los ojos.
Jonah le apretó el hombro bajo su enorme y cálida mano.
—¿Por qué no te vas a descansar? —le sugirió el castaño, demostrando su preocupación por él—. Llevas desde ayer aquí.
—Tú también —reconoció Jonah.
—Pero yo llegué después. Ve, Jon. Me quedaré aquí hasta mañana.
Jonah parecía dudoso, volvió a mirar a la habitación y luego se guardó las manos en los bolsillos, pensativo. Taehyung le convenció diciéndole que no se preocupara, que su madre estaba allí y él se quedaría hasta que volviese. Pese a que los dos estaban cansados, Jonah aceptó tomar el relevo puesto que había sido el primero en llegar al hospital al saber del accidente. Se asomó al interior de la habitación para despedirse de su chico y Annie, y luego se marchó un poco a regañadientes.
El chico tomó su vehículo en el párking público del hospital, le daba vueltas a la cabeza con todo aquello. Esas horas habían sido difíciles, pero al menos Leo había despertado y volvió a mirarle a los ojos con esa mirada que le inspiraba tanto su adoración, como culpabilidad por lo sucedido. Metió la llave en el contacto del coche y arrancó el motor pensando en algo más.
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—¿No vas a desayunar nada? —preguntó Seung.
—Ya he desayunado —simplificó Jungkook pasando de largo.
Su padre entrecerró los ojos.
—Jungkook, no has desayunado nada.
—Bueno. Anoche cené fuerte —el pelinegro se encogió de hombros.
—Oye —le detuvo su padre en mitad del pasillo.
—¿Sí?
—¿Estás bien?
Estar bien era tan relativo en ese momento, que Jungkook volvió a hacer un gesto, resumiéndolo todo en un «no es para tanto», aunque en realidad se sentía destrozado.
—No saliste el viernes —apuntó Seung.
—Salí a correr. Y estoy estudiando, como me dijiste. Voy a presentarme a esos exámenes.
—Ya —afirmó—. ¿Es por Taehyung?
—¿Estudiar? No —Jungkook frunció el ceño, sintiéndose un poco abofeteado.
—Me refiero a lo demás. Estás de bajón —insistió su padre con mucha calma—. ¿No quieres contármelo?
Jungkook notó una punzada dolorosa. No creía que pudiera hacerlo. No podía describirle qué tal imbécil que era a su padre, pese a que seguramente, a esas alturas, ya podía hacerse una buena idea.
—Es que...
—¿Lo habéis dejado?
El joven tragó saliva pesada, sin querer dar demasiados detalles.
—Algo así.
—¿Algo así?
Jungkook miró a su padre, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón de chándal.
—Él a mí.
—Oh —exhaló el mayor.
Su padre meditaba, buscando las palabras que Jungkook necesitaba, pero él no era muy bueno en estas cosas de las palabras y mucho menos los sentimientos.
—Da igual, papá. No tienes que decir nada —respondió—. Soy un gilipollas, ¿recuerdas? Lo llevamos en la sangre.
Jungkook desapareció del pasillo dejando a su familiar clavado en el suelo y consternado. Él se encerró en la habitación y se dejó caer en la cama. Pensándolo bien, quizá no tenía que haber dejado caer la pequeña pulla sobre como él también obraba en su vida. Pero todo cobraba sentido cuando se dio cuenta de que su frase de gilipollas, era por ser un «gilipollas». Jungkook se arrastró hasta la almohada y resopló pasándose una mano por la frente y cabello. No era justo pagarlo con la única persona que convivía, y que parecía haber decidido quedarse aquel fin de semana allí, por tenerle preocupado. Aun así, su padre tocó en la puerta y giró la manija sin que él dijera nada.
—Sunmi me ha confirmado que defenderá legalmente a Hoseok. Le pasaré el número de tu amigo para que ella se ponga en contacto, ¿de acuerdo?
—Sí —musitó mirando al techo. Unos instantes después, levantó la cabeza comprobando que su padre seguía ahí, y entonces se incorporó sobre la cama—. Papá...
—¿Sí?
—Hay una cosa que me ha estado dando vueltas a la cabeza.
—¿Quieres teñirte el pelo rosa? Porque definitivamente es un no —contestó el adulto.
Jungkook exhaló una sonrisa muy débil, y negó con la cabeza.
—Taehyung, más bien, su padre, trabajaba en Jeon Enterprises hace años —comentó el chico—, antes de... morir...
Los labios de Seung se abrieron un poco, la rendija de la puerta se abrió del todo, con él sujetando la manilla en la mano.
—No tenía ni idea de que era un trabajador.
Jungkook se humedeció los labios, eso ya lo sabía.
—¿Crees que habrá algún informe de él, en algún archivo informático de la empresa?
—Quizá pueda comprobarlo, pero, no puedo asegurarte nada.
Jungkook le miró fijamente, con los iris castaños brillantes por una leve humedad.
—Me gustaría que lo hicieras —musitó su hijo, sin moverse de la cama.
Jungkook casi nunca le pedía nada, Seung sabía que era importante para él, y su mención despertó su intriga por aquel asunto. Él no conocía a la extensa plantilla que formaba Jeon Enterprises, era un presidente ejecutivo y propietario, que se movía entre mesas de reuniones, cenas de negocios y encuentros con los exquisitos clientes que le ofrecían financiación. No obstante, tenía control y acceso absoluto a cualquier tipo de documentación personal de los empleados, desde el último eslabón al vicepresidente de la empresa.
—Le echaré un vistazo —aseguró—. Y, uh, Jungkook...
Su hijo mantenía la mirada en él.
—No le dejes ir o te arrepentirás para siempre —dijo Seung, y se marchó cerrando la puerta de la habitación.
El pinchazo volvía a estar presente tras cada pensamiento, Jungkook volvió a dejar caer la espalda sobre la cama, cogió el teléfono desesperado, preguntándose a sí mismo si debía llamarle de nuevo, teniendo en cuenta que había pasado más de media noche. ¿Y si iba a buscarle hasta su casa, y ya está? Aunque le pegase de nuevo, aquello sería algo. Jungkook se puso los auriculares del teléfono y utilizó algo de música para obligarse a sí mismo a salir de aquel estado. Quizá debía quedar con Jimin, quizá...
Giró la cabeza, encontrando una fina capa de lluvia golpeando suavemente contra las ventanas. Entonces se vistió y salió de casa. Podía sentir el dolor, la tristeza y frustración, la ira con él. Nunca tuvo la intención de hacer daño a las personas que le rodeaban, ahora solo quería que Taehyung fuera feliz sin importar el costo para él. Nunca había soñado que le costaría su corazón. En su decidido esfuerzo por mantenerlo al alcance de su mano, casi había aplastado el espíritu y el corazón del que había llegado a amar más que nada en ese mundo.
Jungkook nunca pensó que se había sentido tan deprimido en toda su vida como en ese momento singular. ¿Cómo podía olvidarlo, cuando una vez deseó todo lo contrario? La única razón por la que había mantenido la estúpida apuesta en secreto era porque le quería tanto que le aterrorizaba pensar en que podría perderle por aquello. Y era lo que había hecho.
Caminaba bajo la lluvia fina y fría, el viento empujaba los árboles y las luces de los autos se reflejaban en la calle, suelo rojo por las luces de neón, hojas naranjas, verdes y amarillas pegadas y aplastadas contra el suelo por el agua, como su corazón. Con la capucha negra de la sudadera cubriéndole la cabeza y la cazadora de cuero por encima. No iba hacia ningún lado, como la noche en la que tropezó con Taehyung. Reflexionaba al respecto, entendiendo que debía volver a intentarlo; así fuera una última vez, necesitaba verle en persona. Era el momento. Pero, ¿qué debía hacer? ¿Ir a su casa no era demasiado invasivo? ¿Pasarse por su trabajo?
Estaba empapado y helado cuando se detuvo en la acera del Café & Bar Shibuya. A través del cristal, no reconoció ninguna cara del personal que estaba a mediodía en el local. Ni Taehyung, ni Nina. Jungkook suspiró con ansiedad. Se desplazó por la acera pensando qué hacer, si quizá estaba yendo demasiado lejos o...
Un tipo chocó su hombro con el suyo. Él levantó la cabeza, aturdido. Era un desconocido con malas pintas, la sombra de una barba se marcaba bajo la capucha que ensombrecía su rostro. Jungkook se sintió estimulado por su mirada en busca problemas, desprecio e ira, como el que veía a una rata que pisar. En un pico de tensión y estrés, Jungkook caminó detrás del hombre que se introdujo en un frío callejón más apartado del tráfico y el afluente de personas que pasaban bajo los paraguas. Alguien le agarró de la capucha y se la bajó de un tirón, Jungkook le lanzó un puño decidido que el desconocido esquivó. Eran dos viandantes, dispuestos a agredirle. Sabía que se había metido en problemas y aun así no se preocupó por esquivarlos. Alguien le golpeó en el estómago con tanta fuerza que se dobló sobre sus rodillas, la lluvia le pegaba el pelo a la cabeza y se resbalaba por sus pómulos y labios, goteando desde su mandíbula.
Sus nudillos impactaron contra el hueso de una cara, el segundo hombre le agarró por el cuello y le empujó contra la pared del ladrillo, se golpeó la cabeza, la cual ya le martilleaba. Oyó la orden del segundo al que le agarraba «quítale lo que lleva», y Jungkook solo sintió la adrenalina de meterse en una pelea. Nunca lo había disfrutado tanto como en ese momento, pero el estrés, la frustración, el electrizante dolor se descargaba en sus venas y se liberaba a través de sus puños. El dolor le recordaba que estaba vivo, que todavía podía sentir algo...
Golpeó una vez y otra vez, hasta pelarse los nudillos y sentir que sus pulmones dolían por la falta de oxígeno. Entonces, cayó al suelo estrepitosamente mientras uno le vociferaba insultos, y repentinamente...
Un coche estacionó fugazmente a su lado y tocó el claxon. Jungkook dobló la cabeza, y los tipos salieron corriendo muy rápido. «Mierda, la policía», se dijo. ¿Iban a detenerle por meterse en una pelea? Ya no podía caer más bajo. El pelinegro se levantó con las manos raspadas, empapado, jadeante, advirtiendo que el automóvil que se hallaba frente él no era de policía. La ventanilla del asiento de copiloto bajaba lentamente hasta descubrir el rostro de la persona ojos grises se inclinaba desde el otro asiento para mirarle.
—¿Jungkook? —pronunció Jonah.
El pelinegro parpadeó, aturdido. ¿Qué cojones estaba haciendo? ¿Por qué estaba allí? ¿Y de dónde había salido Jonah?
—¿Quiénes eran esos? —preguntó frunciendo el ceño con preocupación—. Joder, ¿Estás bien? Estaba a punto de llamar a la policía. Estás empapado. Entra, anda —propuso señalando a la puerta.
Jungkook tragó saliva, sintiéndose potencialmente vulnerable ante su invitación. Tiró de la puerta del auto y subió en silencio. Jonah puso en marcha el coche, le regaló varias miradas de soslayo en los primeros segundos, como si le extrañara verle así.
—¿Quiénes eran esos?
—Ni idea.
—¿Eres de los que se meten en peleas?
Jungkook no contestó, en su lugar, se preguntó a sí mismo qué hacía ahí sentado, si se le estaba yendo la cabeza o si había tocado definitivamente fondo. Puede que un poco las dos.
—Mira, no voy a hacerte preguntas. Pero estaba pensando en buscarte. No sabía si preguntarle a Minho o a la compañera de trabajo de Tae. Creo que ella también te conoce.
Jungkook le miró de medio lado, aturdido.
—¿Has hablado con Taehyung?
—No.
—Pues sí que estáis distanciados...
Jungkook se sintió incómodo. Dudó fugazmente si él sabía algo. Y, ¿qué tocaba, ahora? ¿Volverse amigos íntimos? Las dos personas que más daño le habían hecho a Kim Taehyung, uniéndose entre sí. El pelinegro pensó que podría convertirse en el presidente del club de los gilipollas, y él, con la medallita de la estrella especial de show.
—Te necesita, Jungkook —Jonah le partió con su voz.
El pelinegro bajó la cabeza, mirándose los dedos que cruzaba sobre sus muslos semiabiertos. Le palpitaban los nudillos, enrojecidos. Le dolía la cara y el labio, y su estómago palpitaba por los previos puñetazos.
—Leori ha tenido un accidente —le contó—. Ha pasado una noche de mierda. Todos lo hemos pasado.
—¿Qué? —escupió Jungkook con voz ronca.
—Mira, no sé qué ha pasado entre vosotros —prosiguió Jon, al volante—. No voy a meterme porque Taehyung me degollaría. Pero pasamos toda la noche en esa sala de espera, incómodos y asustados. Él se durmió en mi hombro y agarrándome de la mano, podía sentir su desconsuelo. Le quiero, Jungkook —intentó controlar su respiración—. Sé que es difícil de entender. Me dolió verle así, tan triste, tan destrozado, como cuando...
Hubo silencio que se extendió durante largos segundos mientras conducía.
—Esta madrugada, antes de que una enfermera nos avisara de que Leori había despertado, soltó tu nombre y se revolvió —manifestó Jon.
Jungkook observó su perfil de medio lado. El corazón le sangraba en cada latido. El flequillo se le pegaba a la frente, bajo la sudadera, y se sentía helado por la ropa empapada que se le adhería al cuerpo. Él tenía miedo, no quería incomodar y mucho menos lastimar a Taehyung presentándose allí, pero las palabras de Jon le hicieron entender algo:
—Yo puedo consolarle —exhaló Jon tras aparcar el coche junto al parque—. Puedo hacerle sentirse cómodo. Puedo decirle que estoy ahí. Pero necesita con urgencia a alguien que llegue bajo su piel. Hace tiempo que yo no puedo hacerlo, aunque no temo en apoyarle en todo lo que necesite, los dos sabemos que no es igual para ninguno. No puedo hacerle sentir como se siente contigo; seguro, comprendido..., amado.
—¿Cómo sabes lo que...? —trató de preguntar el más joven.
—Lo sé, porque lo he sentido en mi propia piel.
Hubo un silencio.
—Por Leo —murmuró el más joven instantes después.
El contrario asintió silenciosamente, su mirada se perdía a través de la luna del vehículo. Jungkook se frotó las manos heladas y suspiró.
—Entonces, ¿sí que tienes algo con su hermano?
—Tener algo es exactamente la descripción de lo que tenemos —respondió Jonah con poca precisión.
—Está bien, ahórrate los detalles —asintió Jungkook, seguido de un cierto vacile en su voz.
Jonah sonrió un poco con eso. Jungkook tenía humor sarcástico, y eso era bueno, aunque desde que le conoció había optado por verle como un niñato arrogante que había entrado en sus terrenos. Aun así, no era el momento para sus viejos hábitos, como su rivalidad y todas esas chorradas de tíos. Jon le dijo el número de la planta y le sugirió que se pasara.
Jungkook bajó de su coche poco después, y el contrario se marchó a casa para descansar, comer algo y tomar un baño. El pelinegro no estaba lejos del barrio de Gangnam, y aunque la lluvia persistía y le helase, aceleró el paso y corrió hasta el edifico. En el apartamento, se tomó su tiempo para cambiar de ropa (su sudadera negra por otra gris, y una chaqueta vaquera con otros jeans que no estuvieran calados), se sacudió el pelo con una toalla y se echó las llaves del coche al bolsillo. Su padre debía haberse marchado del apartamento en algún momento, pues no pudo encontrarle por ningún lado. Se alegró por ello, puesto que así no tenía por qué sufrir ninguna pregunta ni reclamación sobre a donde había ido.
El hospital de Seúl quedaba a unos veinte minutos, que fue justo lo que tardó en aparcar el automóvil en el estacionamiento exterior del doble edificio. Sus nudillos relucían rojos sobre el volante de manera preocupante. Nunca había estado en aquel hospital, él tenía un seguro privado y la única vez que se hizo un esguince a los diecisiete en el tobillo (por ir borracho y caerse de boca) asistió a un centro privado.
En la recepción del hospital, él comprobó el número de planta y una mujer le indicó dónde podía tomar el ascensor. Taehyung andaba por el pasillo distraídamente, su madre había ido a buscar algo de almuerzo a la cafetería del edificio. El ojiverde levantó la mirada cuando creyó atisbar a alguien familiar acercándose. El tiempo se ralentizó, se le helaron las venas para después extender un pulso de calor en su pecho. Chaqueta vaquera y sudadera con capucha sobre la cabeza, converse negras muy conocidas. El castaño le miró en shock en mitad del pasillo, con ojos que se abrían poco a poco expresando su impresión.
Jungkook se detuvo a unos pasos, con iris chocolate que transmitían preocupación, desconsuelo, un visible temor a ser partido en mil pedazos. Pero allí estaba. Estático. Como la electricidad apoderándose de sus extremidades agarrotadas. Escrutaba a Taehyung a una distancia de seguridad, vislumbrando la reacción que iluminó su rostro.
—Jungkook —su nombre raspó en su boca.
Taehyung dio unos pasos lentos hacia él, y a continuación concluyó la distancia restante antes de que el pelinegro pudiera abrir la boca. Fue el ojiverde el que tomó la iniciativa, abalanzándose hacia él con un abrazo. Jungkook se tambaleó al recibir el impacto del chico, mientras él temblaba con la fragilidad de una hoja seca.
El contrario parpadeaba para librarse de la humedad de sus ojos. No quería llorar. Quería ser fuerte. ¿Y si se desmoronaba, como un terrón de azúcar en demasiada agua?
—¿Estás bien? —tartamudeó Jungkook, por más tonta que fuera la pregunta.
Taehyung negaba con la cabeza, pegado a su hombro.
—Necesitaba verte —agregó el azabache con un hilo de voz.
—Yo también —murmuró el otro.
—Estaba tan preocupado...
—¿Quién te ha dicho que...?
—Un pajarito —concluyó en voz baja.
Varias veces pareció que Taehyung articularía una respuesta, su boca se abrió y cerró, sin sonido alguno. Finalmente, el pelinegro se dejó de rodeos y estrechó el cuerpo de Taehyung contra el suyo, abrazándolo con todas sus fuerzas. Hundió su rostro en la curva de su hombro, como un niño asustado, y el castaño apretó su abrazo en correspondencia.
—¿Tu hermano, está...bien?
Taehyung respiró hondo, pero el estrés de toda la semana estalló finalmente en él, y no sabía si lo hacía por lo de Leo, por toda su semana de mierda o por Jungkook. En cuanto volvieron a conectar sus ojos, Taehyung entendió su absurda y complicada contradicción por volver a verle. Descubrió que Jungkook era su debilidad en mitad de un estúpido y blanquecino pasillo de un hospital. Le quería tanto, pero tenía tanto miedo de que se hubiera hecho con el poder de despedazarle. Jungkook pasó una mano por su hombro y lo redirigió con gentileza hacia un lugar en el que pudieran hablar. Taehyung se frotaba los ojos, señaló a una puerta al final del ala, y pasaron junto a la sala de espera y un poco más allá, tras la minúscula recepción vacía de la planta. A un lado se encontraba la puerta del personal de limpieza, y justo al final, una más grande, metálica, con el cartelito de «escaleras de emergencia». Jungkook la empujó con el antebrazo, dejando pasar a Taehyung. Las escaleras eran robustas y de pavimento, con unos rellanos cuadrangulares y barandilla de piedra que daban hacia afuera. El techo les cubría de la lluvia, aunque el vaho escapaba de sus bocas en cada exhalación mientras la fría y fina llovizna amenazaba con salpicarles entre las ráfagas de viento. Pero allí se respiraba distinto, aire frío y fresco, de ese que arañaba las gargantas y enfriaba los pulmones.
Taehyung sintió cómo la presión aminoraba. Jungkook permanecía en silencio, sin presionar, ofreciéndole el espacio y el momento que necesitaba para recuperarse.
—Se recuperará —dijo Taehyung respecto a su pregunta—, pero nos asustamos mucho. Han sido dos días horribles —su ceño se frunció un poco—. ¿Qué te ha pasado en los nudillos?
Jungkook desvió la mirada, y evadió su pregunta.
—Lo siento —manifestó Jungkook introduciendo las manos en los bolsillos del pantalón, donde los ocultaba—. Siento mucho lo que ha pasado, Tae.
Taehyung le miró por un largo momento, con la garganta apretada, con demasiados arrepentimientos para contarlos todos, y todo lo que quería comenzar era con un «te amo y me da miedo» y terminaba con un «no me dejes» pegado a su lengua, negándose a romper el tenso y doloroso silencio. Estuvo a punto de decirle que necesitaba explicaciones, más de las que le había dado en la fiesta, antes de que salieran. Que había conocido a la persona con la que siempre había soñado, pero que necesitaba escuchar de sus labios una confesión sincera.
—Es cierto lo que dijo Hazel en esa puta fiesta —declaró Jungkook. El compañero sintió cómo su corazón se precipitaba contra sus costillas—. Hace unos meses, hicimos una especie de apuesta para estrenarme, y te elegimos a ti como blanco. Fue por eso que intenté acercarme a ti la primera vez, y todas las demás. Fui un cerdo, y cuando me rechazaste la primera vez, me encapriché con conseguirlo. Supongo que no habría llegado tan lejos si no hubiera estado tan furioso contigo —hubo una breve pausa, en la que suspiró despacio—. Cambié de estrategia para llegar a ti con otro método. Coqueteé contigo, esperando poder conseguir lo que quería cuanto antes. No sentía mucho. Le habías dado un buen golpe a mi orgullo y quería vengarme por eso. Algunas veces, sentarme contigo tan sólo me creaba remordimientos, y otras me sentía miserable —sus palabras lastimaron a Taehyung, quien tuvo que morderse el interior de la boca buscando sentir algún dolor diferente—. Pero nos hicimos amigos y empecé a... sentir atracción... real. Cuando ocurrió lo de Jonah, yo... Me di cuenta de que no quería seguir intentando conquistarte. Me encariñé contigo y quise cuidarte de todos, les pedí a Haze y a Jimin que olvidaran la puesta, incluso cuando todavía seguía acercándome a ti sabiendo que tarde o temprano te haría daño. Empecé a ver quién eras realmente, y...
—No quiero que sigas... Por favor.
—Tienes que escucharlo —acució Jungkook con dureza—. Me conoces más que cualquiera. Me enamoré locamente, Taehyung, se me fue la cabeza contigo.
Taehyung se sentía temblar por dentro, no le miraba, estaba nervioso y asustado del huracán que contenía por dentro. Dolor por haber ofrecido su confianza. Traición por haber sido usado como un trapo. Podía discernir la verdad en sus palabras, pero eso no le hacía sentirse menos inseguro. ¿Y si fuera un juego más? ¿Y si no podía superarlo?
Él trataba de mantenerse cuerdo cuando sintió una mano tocándole el hombro y apartando suavemente sus mechones de su pelo. Causó un escalofrío inesperado que le recorrió la columna vertebral y erizó la piel de gallina en sus brazos. Taehyung percibía esa mano llegar a nuca, apretándole con yemas firmes sobre su sensible piel.
—Taehyung —le llamó, conforme un pulgar danzaba por la orilla de su mejilla con delicadeza. La sensación fue tan maravillosa para él, que no pudo evitar presionar su rostro en contra de aquellos dígitos, aceptando, recibiendo hambriento, lo que Jungkook trataba de decirle—. Por favor, mírame —le sujetó más insistentemente, su otra mano encontrando el mentón del muchacho, casi desesperado.
Cuando sus miradas se encontraron de nuevo, Taehyung presenció toda su angustia interior reflejada en sus ojos. Sirenas se escuchaban a lo lejos, avisándoles del veloz tránsito de unos coches de policía que atravesaban la avenida.
—Solo quiero hacer esto, antes de que sea demasiado tarde.
El castaño no entendió sus palabras, hasta que sus labios aterrizaron sobre los suyos. Entonces, todo, absolutamente todo, volvió a encajar. El encuentro fue breve, con los labios de Jungkook apenas capturando el labio superior del joven, como si respetase que su boca era un terreno no consentido. Sus labios se separaron diminutamente, y entonces Taehyung abrió la boca para quejarse, pronto sintiendo el sabor de su lengua invadiéndole en lo que era un beso real. Y en un rebato de sincera estupidez, sólo pudo corresponderle. Sus labios le dieron asilo a los de Jungkook apasionadamente, nada más tuvo importancia en ese momento.
Apenas podían respirar, disfrutando de cada húmeda caricia contra su paladar; sus corazones parecían querer abrir camino entre sus costillas, la fuerza con la que Jungkook le estaba besando, tan ajena al beso considerado y tierno que le había dado hacía unos instantes. Él tomaba sin preguntar, mientras su ex habría sido educado y caballeroso en el pasado. Taehyung intentó aplacarle con melosos besos, aunque las rodillas le temblaban y su conciencia se había nublado por completo. Y no podía parar. Pasó sus brazos alrededor de su cuello y lo sostuvo contra sí, después de tanto dolor solo podía entregarse al paraíso. Y recordaba, sin que hiciera auténtica falta, que ningún beso se podía comparar porque ningún otro beso era de Jeon Jungkook. El joven deslizó las manos por su cuello y espalda, aprendiendo por qué, cada vez que repetía ese gesto vital, se sentía en las nubes. Demasiados segundos pasaron hasta que el azabache se separó para respirar, su mirada vidriosa se encontrón con la del ojiverde al abrir los ojos, con el corazón volcándose en su pecho tras la inesperada colisión de trenes.
—Tengo miedo —reveló Taehyung, presionando suavemente sus dedos cuando las cejas del compañero se fruncieron con preocupación—. Sería injusto si no te dijera que necesito un tiempo. Un tiempo para pensar, para... aclararme...
Sus iris verdes se veían más relucientes por las lágrimas, al igual que los del compañero. Él aclaró la garganta, abrió la mano para tomar la de Jungkook, y mantuvo su mirada sobre la del joven, aunque su instinto fuera el de abrazarle.
—¿Serías mi amigo? —formuló Taehyung muy cerca de su rostro, con ojos brillantes, labios hinchados y besados, muy besados por él—. ¿Lo serías, mientras tanto?
El corazón de Jungkook se hundió abruptamente como una roca en su pecho, el sonido de su voz quebrada y herida casi lo aplastaba. Bajó la cabeza con pesar, soltando lentamente un largo suspiro derrotado. Cuando él se volvió para mirarlo con ojos increíblemente tristes, necesitó toda su determinación para no tomarlo entre sus brazos y besarle.
—Por supuesto —susurró.
Aunque aquello le desgarraría en un amor no correspondido por el resto de sus días. Porque no creía, no podía pensar en que algún día fuera a encontrar a alguien como él. Los iris de Taehyung descendieron hasta sus labios, fulgor oscureciendo su mirada, algo más intenso apareciendo en esos ojos mentolados. E iba a besarle otra vez para gemir contra su boca justo a lo contrario a lo que acababa de afirmar. Cuando chasqueó con intención de reclamar, la puerta que daba a las escaleras de emergencia se abrió chirriando tras ellos.
Ambos la cabeza, Jonah sujetaba la puerta. No sabían cuánto llevaban ahí, pero eran más de las cinco de la tarde y él había regresado con un aspecto revitalizado.
—Aquí estás —el vaivén de ojos de Jonah parecía estar identificando que allí pasaba algo más—. Annie pensaba que te habías ido a casa, pero me extrañaba que te hubieras marchado sin decir nada.
Taehyung se relamió los labios dulces y hormigueantes, se pasaba unos dedos por el pelo reacomodándose los mechones.
—Eh, estábamos...
—¿Qué tal, Jungkook? —le preguntó Jon indiscriminadamente.
—Llegué hace un rato —confirmó Jungkook.
—¿Habéis almorzado? —formuló con naturalidad.
—Aún no —el pelinegro le echó una mirada de soslayo a su compañero—. ¿Has comido algo tú?
—Eh... No —Taehyung les miró a los dos visiblemente trastornado.
¿En qué momento Jungkook y Jonah se comunicaban de manera fluida? Los tres volvieron al ala del edificio dejando atrás la escalera de incendios, mientras la cabeza del castaño intentaba bajar y posarse entre sus hombros tras haber estado danzando por ahí arriba, por encima de las revoltosas nubes que azotaban Seúl.
Sentía como si estuviera sacando la cabeza del agua después de mucho tiempo. Podía respirar, y aunque no todo era perfecto, Jungkook y él compartieron una mirada que podía ser identificada como cómplice. Jonah comentó que iba a quedarse allí, y le insistió a Taehyung para que regresara a su casa y descansara con un tono muy fraternal.
—¿Seguro?
—Taehyung, te llamaré si sucede algo. Pero no te preocupes más, Leo se pondrá bien. Entre todos, nos encargaremos de ello.
El castaño asintió con la cabeza y aceptó el hecho de que no iba a ir a ningún lado. Jungkook estaba a un lado, escuchándoles atentamente, cuando la madre del muchacho llegó para saludarles. Se alegró enormemente de ver a Jungkook y le dio un emocionante abrazo como si formara parte de la familia. Él sintió una mezcla agridulce de tristeza y felicidad.
Estuvieron hablando del estado de Leori, del pronóstico de los médicos, y de la ayuda psicológica. Poco después, Jungkook le preguntó al ojiverde si podía llevarle a casa. Él le contempló mientras los otros dos adultos conversaban, y en lo más profundo de sus ojos Jungkook pudo vislumbrar un minúsculo, palpitante, y auténtico atisbo de confianza, la tímida llama que regresaba muy despacio a él. Taehyung aceptó con un silencioso y casi imperceptible movimiento de cabeza, con párpados bajos e iris que hablaban de lo mucho que le había extrañado.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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