Capítulo 26
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 26. Un Huracán
—Ten —Jimin dejó el colgante en la palma de su mano.
Jungkook se sentía descorazonado, necesitó respirar durante unos segundos antes de cerrar los dedos. El tacto frío penetraba sus dedos, y una sensación rasposa hería su garganta.
—¿No va a volver más? —preguntó con la mirada perdida.
¿Ni siquiera para poder devolvérsela él mismo?
—Se ha ido —respondió su amigo.
Ambos sabían que aquello era el final. Taehyung no tenía fuerzas para enfrentarse a más cosas después de tanto, aunque jamás pensó que se todo se desmoronaría de forma tan repentina. ¿Por qué sentía como si le estuvieran arrancando el corazón del pecho? Hubiera sido tan fácil no ir a aquella fiesta, contárselo a tiempo, madurar en base a reflexiones en lugar de a palos. Pero a Jungkook no le quedaba aliento para seguir intentándolo. Se había acabado.
—Lo siento, Jungkook —oyó decir a Jimin—. No tendríamos que haber venido...
En el chalet, Erik se encontraba inconsciente bajo el marco de la puerta de la habitación. La ambulancia había llegado y con ella, un par de coches de policías. Aquellos que no salieron de la casa durante la noche fueron registrados por el evidente consumo de elementos no muy legales. La peor parte se la llevó Hazel y alguno de sus colegas invitados, cuando al ser cacheados fueron descubiertos con la suficiente cantidad de drogas como para meterse en un buen problema legal por el tráfico de sustancias. Hoseok y Nina salieron impolutos, aunque el pelirrojo decidió ir a la comisaría debido a las acusaciones de su puñetazo. Pasó una mala noche allí, en compañía de la chica, quien no aceptó dejarle solo. Jungkook y Jimin se habían largado a tiempo, dejando a los demás pagar con las consecuencias de lo sucedido. Definitivamente, aquello había provocado la ruptura de sus amistades de manera irreparable.
Jungkook jamás perdonaría a Erik por lo que había hecho. Nunca perdonaría a Hazel por su traición directa, y por supuesto, jamás se perdonaría a sí mismo. Esa era la peor parte de toda su conglomeración de emociones. Sabía que él era el culpable directo de todo aquello y entendía que se hubiera ganado el odio de Taehyung por ser un manipulador y un cobarde. Pero sus sentimientos eran reales, y Taehyung lo sabía, ambos lo sabían. O eso se repetía el azabache una y otra vez, mientras Jimin se encargaba de conducir su propio Mercedes para volver a Seúl bajo la tormenta.
Su mejor amigo le había tomado el relevo para conducir sabiendo que Jungkook estaba en una condición demasiado aturdida y alterada para ser capaz de prestar atención a sus reflejos bajo el manto oscuro y opacado de la noche. El hielo de la carretera era peligroso, y parecía estar entrando como agujas en su pecho, ralentizando el flujo de su sangre y provocándole un dolor inhumano que superaba a lo que jamás había sentido. No dijeron nada en toda la noche. Tras el paso del fin de semana, ambos recibieron la noticia de que la familia Jun y Erik se encargarían de poner una denuncia a Jung Hoseok por haberle agredido en el interior de su propio domicilio.
—Sabes que va a ir a por él a fuego —murmuraba Jimin con los codos clavándose sobre la mesa de la cafetería y la vista perdida.
—No pueden pedirle dinero —dijo Jungkook, haciendo a un lado el periódico de la ciudad—. Aunque podría haberle matado con ese golpe...
—Jungkook, hubiera sido homicidio involuntario —dijo Jimin algo nervioso—. Aun así, la familia de Erik está arruinada, y Erik acabará con cargos.
—¿Por las drogas? —preguntó Jungkook en voz baja.
Jimin asintió, cruzándose de brazos. Ambos se sentían realmente tensos, Erik había sido su amigo durante años, y jamás pensaron que todo podría desembocar en algo como eso.
—Parece que el cabeza de familia estaba metido en el negocio —murmuró Jimin, guardando el diario de Seúl en su bandolera de cuero—. Financiaban el canal televisivo con fondos negros. No he querido continuar leyendo, todo esto es demasiado.
Jungkook se reclinó en la silla de la cafetería y suspiró abrumado. Cien cosas e imágenes pasaban fugazmente por la mente del chico, como una película a la que aceleraba en una cinta antigua.
—¿Qué piensas...? —murmuró su amigo tras tomar un sorbo de café.
Él miró a Jimin unos instantes, antes de declarar lo que se le había estado pasando por la cabeza tras un fin de semana entero sin poder descansar.
—Sunmi es abogada. No está ejerciendo —dijo—, pero le preguntaré. Ayudaré legalmente a Hoseok si la cosa se complica.
Jimin abrió los ojos, sorprendido, y se inclinó a su lado apoyando un codo en la mesa. Era exactamente lo que él mismo había pensado desde que abrió el periódico durante la mañana, sólo que se le había cruzado el pequeño asunto de que probablemente su familia se terminaría enterando de ese titular, y él también estaría en problemas.
—Gracias, Jungkook —dijo Jimin—. Estoy tan preocupado por él.
Jungkook negó suavemente con la cabeza.
—Debemos hacer lo posible, ¿no?
—¿Y Taehyung? —le preguntó su amigo.
Jungkook tragó saliva pesada, sintiendo un pinchazo al escuchar su nombre en voz alta.
—A Taehyung no le va a pasar nada —resolvió.
Estaba más que seguro de que Erik no quería añadir más cargos a su sentencia. Mencionar a Kim Taehyung solo provocaría que el ojiverde tuviera que declarar contra él por algún tipo de agresión sexual y eso arruinaría el resto de su reputación. Si es que quedaba alguna.
—Me refiero a que si has hablado con él durante el fin de semana.
—Ah —suspiró Jungkook, bajando la cabeza—. Yo... no. Le he dado su espacio.
—Tienes que aclararle tus sentimientos.
—Lo sé.
—Jungkook...
—Jimin, no —le frenó—. Él mismo me pidió que me alejase. Me dijo que no quería que estuviera en su vida.
Jimin lo había escuchado perfectamente. Él había salido corriendo tras su amigo, y había visto a Yoongi alejándose con Taehyung cuando les alcanzó.
—¿Y vas a darte por convencido con eso?
Jungkook le miraba a los ojos por primera vez en toda su conversación. Tenía una mirada enturbiada, ojos castaños algo enrojecidos y cansados, más brillantes de lo normal.
—Me detesta.
—¿Vas a conformarte sabiendo que lo hace? —repitió Jimin.
—Taehyung tiene una vida lo suficientemente complicada, y yo solo le he...
—¿Pero te estás escuchando? —interrumpió su amigo—. ¿Vas a dejar marcharse a la persona de la que te has enamorado sólo porque te ha pedido que te alejes?
Jungkook frunció el ceño, irritándose.
—¡Si le presiono ahora solo voy a conseguir que me odie!
Jimin y él conectaron la mirada en silencio.
—Más. Que me odie más —añadió Jungkook bajando el tono de su voz.
Varias personas salían de los clubs de la facultad y pasaban por delante de la cristalera de la cafetería. El sol dorado del mediodía iluminaba el horizonte de Seúl, regalándoles una luz cálida.
—Ni siquiera ha venido a clase... —dijo el pelinegro.
—Puede que sea porque está trabajando.
—O por mí.
Jimin se levantó del asiento, sintiéndose afligido.
—Nos vemos mañana, Jungkook...
Jungkook se despidió de él con un gesto con la cabeza, y apretó la mandíbula al volver a quedarse solo. Esa era su plato principal después de todo aquello. Estar solo.
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Todo el mundo lo sabe. Todo el mundo lo sabía. Todos sabían que era una puesta y él no. Jimin tratando de ser amable. Hazel saludándole. Jungkook haciéndose el estúpido en la biblioteca. Por Dios, le había invitado hasta a su propia casa, con su familia. Había confiado en él y en todas las cosas que le decía. Toda su vida parecía estar desvaneciéndose, como si la lluvia helada del nubloso atardecer empezara a crear goteras en las cuatro paredes que envolvían su vida. Jonah. Leori. Jungkook. Taehyung necesitaba seguir adelante. Tenía que hacerlo por su familia, por Sana y por su madre. Ellas le necesitaban.
Esa noche no había llorado tanto como la vez que descubrió a Jonah acostándose con su hermano en su apartamento. Pero desde luego, sus lágrimas parecían ser mucho más concentradas y dolorosas, como si estuvieran cargadas de sangre. El pecho le dolía y sentía un desconsuelo enorme bajo el edredón de su cama. Su casa estaba a oscuras y helada. Sana se encontraba a buen recaudo, quedándose a almorzar en casa de una amiga del colegio, y su madre, probablemente, llegaría en cualquier momento de su jornada completa como limpiadora en el hospital de Seúl.
Había apagado su teléfono para evitar cualquier llamada de Jungkook, porque sabía que Jungkook lo haría, lo intentaría. Pero no quería hablar con él ni con ninguno de sus estúpidos amigos. Solo esperaba que se hundieran, y que la vida les devolviera el dolor causado hacia las personas con las que había jugado desde que nacieron. Pensaba que era su culpa por haber confiado en ellos, aunque todo eso lo había iniciado Jungkook. ¿Jungkook, amarle a él? ¿En qué mundo paralelo estaba viviendo?
Un muñequito de frondoso cabello negro no sería capaz de sentir amor verdadero. Amor auténtico, desinteresado. Era cierto que Jungkook y él habían conectado de manera especial. Pero, ¿hasta qué punto todo había sido una mentira? ¿Hasta dónde llegaron sus límites de actuación antes de sentir algo por é? ¿Cuándo todavía estaba con Jonah? ¿Cuándo se acostaron en su ático? No lo sabía ni quería saberlo. No podía soportar ni un golpe más si quería mantenerse de pie por su familia. Así que Taehyung pasó el resto de la noche acurrucándose como un niño, hipando sobre la almohada y agarrando el edredón con fuerza, deseando lograr no abrir los ojos y poder dormir. Nada había raspado su alma de manera tan intensa.
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Taehyung no había aparecido el martes, tampoco. Y eso empezaba a causarle pánico. Aunque en la facultad, había recibido un ultimátum de alguien que sabía que aparecería tarde o temprano, Min Minho.
—Dame un motivo para que no te parta la boca ahora mismo —masculló el chico, clavándole un dedo en el pecho junto al edificio de prácticas.
Medía unos centímetros menos que él y sin duda no tenía músculo, pero sus en ojos penetrantes ardía una rabia contenida que ansiaba derramarse.
—¿Cómo está? —preguntó Jungkook, exhausto.
—¿Qué cómo está? ¿Qué cómo está? ¿Tenías que destrozarle la puta vida? Tenías que hacerlo, ¿verdad? Como todo lo que tocáis la gente como tú. Lo corrompéis, os lo cargáis, os divertís haciéndolo para después ir contándolo como si fuésemos vuestros...
—¡Eh, eh, eh! —Jimin se coló en medio, de espaldas a Jungkook—. Vamos a tranquilizarnos, ¿Vale? Si nos peleamos aquí, con toda la que está cayendo, y si nos ve un profesor, nos ganaremos una suspensión de los exámenes. Los tres.
Minho exhaló un aliento nervioso, relamiéndose y retirándose unos pasos. Jungkook estaba muy quieto, no se había movido ni un centímetro mientras el rostro de Minho se enrojecía por la exasperación. Pero lo entendía, él era su mejor amigo. ¿Qué iba a hacer, si no? Tenía la culpa y se sentía como un muñeco de boxeo, dispuesto a que todos los que aparecieran le zurraran si con eso podían hacerle sentir algo.
—Sois una puta mierda de personas, ¿os queda claro? —les llamó Minho, controlado el timbre de su voz.
Jimin tragó saliva, vio pasar a Yoongi a lo lejos, vestido con el uniforme de la S.N.U y una bandolera cruzada en su hombro. En el momento en el que Minho tiró la toalla y se alejó de ellos, Jimin salió disparado en otra dirección dejando desamparado a Jungkook, quien se largó en la dirección opuesta dispuesto a saltarse el resto de las horas lectivas que le quedaban.
—Yoongi —le llamó levantando la voz—. ¡Yoongi!
El muchacho se giró para mirarle, y rápidamente reanudó el paso, ignorándole por completo.
—Yoongi, espera —le pidió andando tras él.
—Piérdete.
—Por favor —insistió, adelantándole—. Dame un segundo, Yoongi.
Yoongi se frenó en seco, dirigiéndole una fría mirada al muchacho. En realidad, esa era siempre su mirada. Altiva, críptica, de iris demasiado oscuros para distinguir la pupila del resto. Yoongi no deseaba mezclarse con ellos, aun habiendo disfrutado de su sesión de besos con alguien que le era prácticamente un desconocido, sabía lo sucedido con Taehyung más las noticias de los jodidos periódicos. No le gustaba implicarse demasiado, ni con nada ni con nadie, suficiente tenía siendo constantemente juzgado por tener una familia multimillonaria cuyo apellido hacía que todos le mirasen como si tuvieran miedo de acercarse.
—Tienes diez segundos para tu verborrea —le indicó con indiferencia.
—Jungkook está enamorado de Taehyung.
—Y una mierda.
—No, ¡escúchame! —reclamó.
Yoongi levantó una ceja.
—¿Dónde está? —preguntó bajando el tono de su voz, y respirando—. Necesito hablar con él, pero su mejor amigo está demasiado enfadado como para echarme una mano.
Yoongi resopló desganado, le dedicó una mirada irónica de «¿De verdad me estás pidiendo ayuda a mí?».
—Por favor —dijo Jimin acercándose y suavizando el tono de su voz, con las cejas algo arqueadas—. Tú le llevaste el otro día, ¿no? Jungkook está muy preocupado. Él es mi mejor amigo. Sé que Taehyung también debe estar sufriendo.
—Sí —soltó Yoongi—, gracias a tu grupito de estúpidos amigos.
Jimin liberó un suspiro largo, su mirada se perdía en el suelo, escuchando su respuesta.
—Creo que está bastante tocado. Necesita unos días para lidiar con ello —opinaba Yoongi—. No le molestéis.
—¿Podrías decirme donde está su casa, por favor?
Yoongi se mordió el interior de la boca antes de sentirse débil por aquel mocoso.
—O llévame tú a donde él este —añadió Jimin.
El muchacho continuaba en silencio, intentando sacar fuerzas para rechazar su petición.
—Por favor..., Taehyung también era mi amigo —dijo Jimin.
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Jungkook había salido a correr aquella tarde. Necesitaba despejar la mente con algo de ejercicio o cualquier cosa que le distrajera lo suficiente para que su corazón dejara de atormentarle. «Habla con él», le había dicho Jimin.
Pero no era fácil agarrar su moto y presentarse en su casa como si nada. Incluso a él le temblaban las manos cada vez que pensaba en el tema. Durante mediodía, había encendido su ordenador para hacer algo y se había encontrado la fotografía de Taehyung mirándole en el puente. Aquello era como una bala en el pecho, que se encasquillaba en su garganta y le producía hasta arcadas. Jungkook miró al montón de fotografías impresas que se hallaban en un montoncito sobre su escritorio. Las agarró entre los dedos y empezó a pasar de una en una, deseando encontrarlo. Taehyung tumbado en la cama, con su camiseta, y aun estando recién levantado... se veía realmente encantador y hermoso. La forma de sus ojos era digna de ser pintada, la de sus pómulos de ser labrada, y sus labios eran necesitados de sus besos.
Jungkook suspiró exhausto, limpiando sus lágrimas con descuido. El retrato en su mano la hizo gemir con frustración, la felicidad plasmada en la fotografía se sentía como una bofetada. Sería fácil pedir que todo volviera a ser como antes.
Dejó las fotografías en la mesa, manipulando esa entre los dedos. Quería romperla. Borrarla. Olvidarla. Pero el papel fotográfico ni siquiera se dobló, no tenía fuerzas para hacerlo. Incapaz de destruirla, la dejó sobre el escritorio con un montón de lágrimas agolpándose al final de su garganta. La desesperanza le envolvía como una fría manta. Agarró el teléfono y buscó su número en la agenda, antes de pulsar el botón verde para llamarle.
La pulsera que le había regalado continuaba abrochada en su mano izquierda, centelleando levemente sobre la piel caliente de su muñeca mientras sostenía el teléfono pegado a la oreja. Llamarle era estúpido e impulsivo, pero Jungkook solo podía pensar en lo mucho que le quería. En lo muchísimo que echaba de menos esos días escuchar su voz. O poder darle un abrazo. Su olor a miel y a vainilla suave. Su forma de llamarle idiota, de temblar bajo sus caricias, de cortarle cuando estudiaban y de pedirle que le besase.
El joven escuchó el tono del teléfono durante largos segundos hasta que la llamada se cortó automáticamente. Jungkook parpadeó con los ojos relucientes por una finísima película de lágrimas y volvió a llamarle. Pero esta vez, Taehyung colgó manualmente tras un par de tonos. Era una forma clara y directa de rechazarle. De decirle que no deseaba hablar con él. Sin embargo, Jimin tenía razón. No podía permitirse dejar que le odiara. O al menos, no sin volverlo a intentar.
Jungkook (19.28PM): ¿Podemos hablar, por favor?
Jungkook (19.28PM): O vernos en algún lado.
Jungkook (19.29PM): Perdóname, Taehyung. Dame una oportunidad para hablarlo.
Llamada perdida de Jungkook (19.32PM)
Jungkook (19.36PM): No se trata de volver, solo... Quiero disculparme. Contártelo todo.
Jungkook pensó que sería mejor salir de nuevo a dar una vuelta, y descargar la adrenalina y náuseas de aquello antes de que reventara. Ya había hecho ejercicio y los músculos de las piernas le punzaban por el cansancio, así que se vistió con unos jeans y una cazadora para subir a su motocicleta deseando perderse de una vez por todas.
El puente de Seúl pasaba por encima del río Han y estaba lo suficientemente lejos como para sentir que se alejaba de todo eso. Tras cargarse con su fiel cámara en una pequeña bandolera, condujo hacia su lugar favorito como si se tratase del nido de un solitario pájaro. No era plato de buen gusto estar allí, pues se reencontró con los recuerdos del chico, y Jungkook terminó apoyándose en la barandilla, tratando de respirar algo de oxígeno. Necesitó unos minutos para reestabilizar su psique. Agarró la funda de su cámara sin demasiadas ganas y sacó el dispositivo para tomar unas cuantas instantáneas.
Pero después de haber captado a Taehyung delante del mismísimo atardecer... cualquier otra fotografía quedaba sin vida ante la pantalla digital de su cámara. El pelinegro las borró sintiéndose frustrado, hasta encontrarse con otro par de fotografías de Taehyung. Taehyung y más Taehyung, que hacía presencia delante de él. Que irónica era la vida.
Jungkook terminó volviendo a casa con el corazón en la garganta. El frío exterior le acosaba antes de llegar al ático. Entró desde el ascensor, invadido por el vacío existencial de esos días. Ya no quería volver a la universidad. No quería continuar. No había nada, nada, absolutamente nada que le hiciera sentirse cómodo en aquel lugar.
—Jungkook, hemos pedido algo para cenar —dijo Seung, saludándole—. ¿Te apetece...?
Sunmi estaba en la cocina abriendo unos recipientes de comida japonesa. El pelinegro pasó de largo y se encerró en su habitación, deseando no escucharlo. Seung y su novia se miraron extrañados, aunque el hombre, adivinó que por la reciente actitud de Jungkook, algo debía haber ocurrido con sus relaciones personales. Así mismo, le ofreció el espacio que necesitaba su hijo y se encargó de darle las buenas noches un rato después, a través de su puerta.
Jungkook supo durante toda la noche y la mañana siguiente que Taehyung jamás le respondería. Y los gritos, las lágrimas y la guantada que le había pegado resonaban en su mente provocando un cruel eco que le torturaba.
El jueves por la mañana, las clases se le hicieron insoportables.
—¿Estás bien? —le preguntó Jimin.
Jungkook llevaba como una hora dándole con un tembleque molesto de la pierna en la suya, por debajo de la mesa. El pelinegro levantó la cabeza, con la capucha negra echada hasta su flequillo.
—No puedo seguir más con esta mierda —soltó levantándose.
Jimin parpadeó y recogió sus cosas, saliendo detrás de él en la biblioteca e intentando pillarle antes de que desapareciera.
—Eh, ¡Kook! —le llamó, atrapando la manga de su chaqueta de uniforme.
Jungkook se volvió con una expresión neutra. Aunque Jimin conocía bien que su amigo acumulaba una gran y agresiva precipitación por dentro.
—Habla conmigo —insistió muy cautelosamente—. Dime, ¿a qué te refieres con eso?
—Que no puedo seguir con esto —señaló Jungkook, bajando la cabeza—. Estar aquí.
—¿Te refieres a... la S.N.U.? —dijo sin poder creérselo.
—Sí —suspiró el otro.
—¿Quieres dejarlo? —preguntó levantando las cejas.
Jungkook se mordió el interior de la boca herido, magullado por la fuerza que sus dientes ejercían esos días en el interior del labio. Era el lugar donde estaba descargando toda la tensión que podía permitirse liberar, cuando no lo hacía con los puños contra el saco de boxeo del salón gimnasio de su apartamento.
—Llevo queriendo hacerlo demasiado.
—Pero qué coño dices, ¿tío? —soltó Jimin—. No puedes ir en serio. No puedes hacer esto por lo que ha sucedido con Taehyung.
Jungkook soltó una carcajada silenciosa cargada de sarcasmo.
—Créeme, no lo hago por Taehyung.
—Sí, si lo estás haciendo por él.
—No —le cortó el muchacho—. Estudiábamos juntos, vale —reconoció—. Pero ni siquiera sé qué coño quiero hacer con mi vida desde hace meses, qué diablos quiero ser en el futuro. Y él solo ha sido una jodida excusa para intentarlo.
Jimin se sintió golpeado por la noticia y le soltó la manga, retrocediendo un paso.
—¿En serio?
El joven asintió pasándose una mano por la mandíbula.
—No puedo más, Jimin. Y esto no es lo que quiero —manifestó—. Perdóname porque tire la toalla. No sirvo para nada.
Jungkook se alejó con la cartera colgando de un hombro. Jimin se sintió tan sorprendido que no fue capaz de detenerlo ni enfrentarle para que razonase. Ni siquiera le dio tiempo a decirle que esa tarde pensaba ir a ver a Taehyung, tenía que hablar con el chico.
El cielo estaba completamente oscuro en la última hora de la tarde, Taehyung estaba en su turno laboral en el café. Nina le había estado mimando esos días, Minho y ella se habían pasado la tarde antes por su casa para darle una pequeña sorpresa, le llevaron una caja de dulces, un batido con nata y caramelo, y le sacaron de la cama para irse de compras. Estuvieron toda la tarde de aquí a allá, Taehyung parecía débil y un poco más serio que de costumbre, pero se sintió arropado por ellos. Nina le agarró del brazo mientras caminaban y él metía las manos en los bolsillos, y estuvo evitando mencionar a Hoseok, hasta que Minho le preguntó por lo que había leído en el periódico.
—Sí, le acusan por agresión —dijo la chica, sin soltar el brazo de Taehyung.
—Oh, Dios. ¿Qué va a ocurrir con él? —preguntó Minho.
—No sé. Hoseok me dijo que un amigo iba a conseguirle un abogado, uh, una tal Lee Sunmi. Estaba preocupada —expresó Nina mientras caminaba—, él no tiene suficiente dinero para pagar los gastos legales.
—¿Lee Sunmi? ¿Quién es esa? —dudó Minho, a su lado.
—La novia del padre de Jungkook —acertó Taehyung en voz baja.
Había reconocido su nombre, pero no tenía ni idea de que Sunmi tenía estudios de derecho además de licencia para ejercer. Además, pronunciar el nombre de Jungkook en voz alta le removió por dentro y cerró la boca de su estómago.
—Ese gilipollas —soltó Minho, en contra de sus habituales buenas formas.
Su amigo estaba al tanto de todo, y por supuesto, esos días había sido su mejor apoyo. Aunque que le contara que unos días antes había atrapado a Jungkook por el campus para dejarle claro que le detestaba, no había sido de su agrado. Taehyung agradecía su cariño y recelo, pero le pidió concienzudamente a Minho que evitara acercarse a ellos, ya fuera a Jungkook, a Jimin, a Erik, o al que fuese... Temía que pudiera salpicarle aquel asunto.
En la cafetería, Taehyung se mantenía entretenido, con la mente ocupada y sus emociones a raya. Prefería trabajar el doble que quedarse a casa a solas consigo mismo, mientras los sentimientos le abrumaban. Ir a la S.N.U. no entraba en sus planes esos días. Prefería intentar estudiar en casa (sin mucho éxito) y mantenerse más o menos informado con los generosos apuntes que Minho y Lara, quien no estaba al tanto de nada, le pasaban por correo electrónico y su grupo de chat.
Taehyung se apoyó en la barra, mirando el reloj de la pared. Quedaban veinte minutos para salir y la cabeza le palpitaba de la tensión acumulada. Se miró sus propias manos, bajo el puño de la camisa del uniforme. Luego llevó los dedos a su cuello, buscando la placa que había llevado puesta durante un tiempo por acto reflejo. Pero no estaba. Había dejado caer al suelo el regalo que contenía su felicidad desde hacía semanas, y ahora notaba una maraña anudaba en su garganta con unas lágrimas.
Puede que Jungkook sí le hubiera querido un poco, después de todo. Mientras los días pasaban, su mente se aclaraba y creía discernir las mentiras de algunos momentos que le habían parecido muy reales. O Jeon Jungkook era un increíble actor, o él era la persona más estúpida del mundo habiéndose creído tantas cosas. Pero sus ojos castaños, su mirada herida después de aquella bofetada, sus súplicas porque le escuchara. Se sentía débil, y cuanto más lo sentía, más miedo le daba. Se protegía por acto reflejo, recordando lo mal que lo había pasado con Jonah y Leo. Su corazón estaba astillado y magullado, aunque ya hubiera superado aquel evento que ahora formaba parte de su pasado. Le daba mucho miedo verle, porque no sabía cómo iba a reaccionar al tenerle justo en frente. ¿Rompería a llorar? ¿Volvería a hablar de forma cruel? ¿Y si Jungkook de repente se había enfriado con él, y le devolvía su pulsera, dando por concluida su relación? Era aterrador y amargo, un montón de sensaciones contrapuestas se enfrentaban contra sí y él estaba aún paralizado.
Jungkook había estado llamándole y mensajeándole el día de antes, pero él no tenía fuerzas para contestarle. La tan sola idea de recordar aquel momento, con todo lo que le había estado pasando, le hacía querer desaparecer del mundo. La gente mirándole en el pasillo y en la escalera, Jimin balbuceando e intentando excusarle... Aquel cerdo, Erik, con su olor a sudor y ojos exorbitantes, insultándole y tratándole como una pieza de carne.
Ni siquiera quería ir a la universidad, y a esas alturas estaba jugándose su rendimiento en los próximos exámenes.
—Ve saliendo si quieres, cielo —le dijo Nina, vislumbrando su expresión desde el fondo de la cafetería vacía—. Yo me encargo de echar la llave.
Taehyung asintió en silencio, entró a la sala del personal para cambiarse en los vestuarios. Cuando salió abotonándose el abrigo, Nina le dijo que alguien había venido a verle. Leyó en sus ojos que era alguien que los dos conocían; se sintió electrificado por una corriente que le atravesó el pecho, pero al girar la cabeza volvió a respirar cuando encontró a Min Yoongi, junto a Jimin en la puerta del Café & Bar Shibuya. ¿Qué hacían allí?
Taehyung tragó saliva y se despidió de Nina con una voz aparentemente calmada, y salió del local, encontrándose con ellos afuera.
—Hola. ¿Qué ocurre? —dijo Taehyung, anonadado por sus presencias.
Yoongi permaneció en silencio, pero le miraba con ojos negros como si quisiera disculparse con él por haber traído al que le acompañaba hasta allí. Fue Jimin el que se dirigió hasta él.
—Lo siento, Taehyung —le dijo—. Le pedí a Yoongi que me llevara a tu casa, pero tu madre nos dijo que no estabas y me dio el nombre del local en el que trabajas.
Taehyung suspiró y guardó las manos en los bolsillos, imaginándoselo.
—¿Qué es lo que quieres, Jimin? —preguntó en voz baja, pero de manera directa—. Supongo que has venido hasta aquí por algo...
Jimin se sintió dolido por eso, y no podía imaginarse cómo se sentía Jungkook.
—Mira, sé que ahora no es el momento —empezó Jimin—. Pero necesito que me escuches muy bien, Tae.
Taehyung parpadeó, tragando saliva pesada. ¿En serio iba a venir, tras haber sido su cómplice, ahora a exigirle que le escuchara?
—No quiero saber nada de ti —respondió—, ni de ninguno de vosotros.
Jimin aguantó el ataque impávido.
—Quiere dejar la S.N.U.
—¿Y eso es mi culpa? Quiere dejar la puta universidad desde que empezó —respondió Taehyung muy tirante—. Haber escuchado a tu amigo antes.
Jimin se percató de que Jungkook había compartido algunas cosas más íntimas con Taehyung que con él, pero aquello no le incomodaba, tan solo reforzó su argumento de que en realidad le quería.
—Taehyung, por favor...
—Iros a la mierda —interrumpió con voz ronca—. Tú, Jungkook, la universidad, todos.
Apuntó con los ojos verdes a Yoongi, sintiéndose un poco irascible también con él.
—No necesitaba que me trajeras a nadie —le lanzó.
Yoongi no mostró ni una sola emoción, sus párpados estaban bajos e identificaba esa máscara dura e implacable que el chico se había puesto.
—¿De verdad quieres acabar todo esto así? —insistió Jimin.
Taehyung le miró frustrado, provocando un pinchazo en el corazón del chico.
—¿Por qué no te metes en tus asuntos?
Todos guardaron silencio durante varios segundos.
—No. ¿Sabes qué? Ya que te metes —respiró Taehyung—, asegúrate de cuidar de verdad a tu amigo y preocuparte por lo que le pasa la próxima vez. Quizá así aprendáis a relacionaros entre vosotros de verdad, en lugar de seguir comportándoos como críos de quince años mientras os convertís en adultos.
Jimin estaba paralizado, vio cómo Taehyung pasaba por su lado sin rozarle, tragándose sus propias lágrimas. Para nada pensaba que le encontraría tan herido y feroz, pero él no había ido para allá para verle marcharse de rositas. Le agarró por el brazo con un poco más de violencia de lo que esperaba y Taehyung le lanzó una mirada de ojos muy abiertos.
—Está bien si no quieres estar con él o si ya no le quieres. Pero yo le conozco, Taehyung —escupió Jimin en voz baja—, se ha estado enamorando de ti hasta el punto de pedirnos que no dijéramos nada. Eso no nos exculpa a ninguno, lo sé. Pero él tenía miedo de perderte, y pude verlo en sus ojos. A Jungkook le cuesta hablar de lo que siente, se ha cerrado durante años desde que le abandonó su madre —continuó—. Jungkook te quiere —le clavó sus palabras—. Y cuando te encuentres mejor, te pido que, por favor, hables con él, así sea para despedirte y cerrar finalmente vuestra historia. Él lo necesita. Te necesita a ti, no a mí.
Le soltó el brazo antes de que Taehyung pudiera quejarse o siquiera moverse para liberarse. Le faltaba el aliento, igual que a Jimin, que bajó la cabeza escurriéndose las lágrimas con unos dedos enguantados. Su corazón palpitaba muy rápido, mientras buscaba las fuerzas para aceptarlo. El aprecio y la insistencia de Jimin parecía verdadera, y Jungkook le quería, aunque costase aceptarlo, Taehyung deseó cerrar los párpados y pensar que era eral.
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La lamparita de su escritorio arrojaba una luz pálida y blanquecina que se derramaba sobre el escritorio. Jungkook desplegó un sobre y metió las fotos que había seleccionado. Introdujo la nota con sus datos personales, retiró suavemente el protector del pegamento de la solapa y después lo cerró, pasando las yemas por encima para comprobar que estaba sellado.
—Perdóname por utilizarte de esta forma —murmuró sin saber muy bien por qué lo hacía.
Metió el sobre en su bandolera antes de apagar la lámpara de su escritorio. El viernes por la mañana, lo introdujo por la rendija del buzón de Kim Namjoon como él le había indicado. No estaba seguro de por qué quería intentarlo, pero si esa iba a ser la última semana en la que iba a ir a las clases antes de abandonar la universidad, prefería no quedarse con nada pendiente. Jimin y él se vieron aquel viernes por la mañana. No le dijo nada, ni que había hablado con Taehyung ni mucho menos que él le había pedido que le diera la oportunidad que necesitaba.
Prefirió callárselo para no turbar más a Jungkook, y durante la jornada lectiva, trató de estar todo el tiempo, sin retirarse de su lado. Jungkook se sentía completamente desmoronado, el colgante que Taehyung le había devuelto permanecía metido en un cajón de ropa, donde no pudiera verlo.
—¿Quieres almorzar en mi casa? —le dijo Jimin a última hora.
—No, creo que me apetece tumbarme en mi cama.
—Vale. Uh, Kook —preguntó Jimin con cautela—, ¿sabes qué vamos a hacer con lo de Hoseok?
—Joder —escupió Jungkook, y se pasó una mano nerviosa por el pelo—. Lo había olvidado. No te preocupes, se lo diré a Sunmi esta misma tarde. Luego te llamo.
Aceptó su disculpa por el aspecto despistado y ausente que tenía esos días. Jungkook estaba ahí, sentado físicamente junto a él, pero apenas hablaba y era como si su mente estuviera en otras tantas cosas.
Una vez llegó a casa, se alegró de encontrar a su padre en el salón. Seung colgó el teléfono por el que había estado atendiendo a una llamada de negocios y le miró, anticipando que su hijo por fin iba a hablarle por primera vez en toda la semana.
—¿Quieres dejarlo? —formuló.
—Sí —respondió Jungkook sentándose en el sofá.
—No me siento preparado para los exámenes. No quiero seguir con ello.
Seung no parecía enfadado, sino más bien impresionado porque Jungkook estuviera comunicándole algo como eso. ¿O alguien más le había empujado a hacerlo?
—¿Estás seguro de esto?
—Totalmente —asintió con la mirada sobre la alfombra del suelo.
Jungkook no le miraba a los ojos, pero su respuesta tenía un tono lo suficientemente contundente como para saber que era real. No obstante, ¿a qué venía la actitud fría y silenciosa de su hijo desde hacía una semana? Algo le indicaba que se trataba de los mismos ojos verdes que le habían enamorado.
—Está bien —dijo Seung—. Puedes tomarte un tiempo hasta que sepas qué necesitas hacer en tu vida.
Jungkook levantó la cabeza, desconcertado.
—¿En serio?
Seung se encogió de brazos, rodeó el sofá acariciando el respaldo con la mano y se metió las manos en los bolsillos del pantalón, mirándole fijamente desde un reposabrazos.
—¿Prefieres que te castigue a tu edad?
Jungkook parpadeó.
—Hombre, casi me castigaste por...
—Las fiestas clandestinas son cosas muy diferentes —concordó el adulto—. Además, bastante habrás tenido con lo que ha salido en los periódicos sobre la familia de tu amigo. Lo he visto, Jungkook. Estoy al día en la actualidad del país.
—Papá... Erik no es mi amigo.
Su padre le contemplaba en silencio, descubriendo que quizá su malhumor estaba complementado por muchos otros elementos.
—De hecho, creo que Jimin es mi único amigo —murmuró en un tono audible.
Seung ladeó la cabeza muy despacio. Lo lamentaba por él, realmente lo hacía, pero debía ser su padre en ese momento, y no un amigo.
—Entiendo. Aun así, debes presentarte a los exámenes —dijo en un tono más autoritario.
Jungkook volvió a mirarle, sintiéndose desorientado y un poco desarmado.
—Esta es tu única responsabilidad, Jungkook —continuó Seung—. Aprueba y gradúate. Tendrás un grado, y lo quieras o no, te sentirás mejor en el futuro —hubo una pausa—. No obstante, cuando recibas tu título universitario, serás libre. Intenta buscar algo, lo que sea. Prueba cosas distintas. Encuéntrate a ti mismo, y descubre lo que de verdad quieres hacer. Es tu vida, Jungkook, no la mía. Jeon Enterprises es un legado al que no tienes que atender.
Jungkook sintió como su corazón se aceleraba. Hubiera sido más fácil tirar la toalla y evitar aquellos estúpidos exámenes que serían como un grano en el culo. Pero eso era lo que necesitaba: autoridad, la proyección de un camino, unas palabras sabias y adultas. Su apoyo también estaba ahí, después de todo, y Jungkook sabía que lo que le decía era lo correcto y lo menos estúpido e impulsivo.
Él asintió con la cabeza y se levantó del asiento frotándose suavemente las manos. Después de eso, le dijo que iba a hacerlo, le dio las buenas noches y desapareció del salón, metiéndose en su cuarto. La cabeza le daba tumbos, pero al menos tenía la mente un poco más clara y no se sentía tan perdido. Jimin le mandó un par de mensajes por la noche. Jungkook no podía evitar sentir cómo sus propios cojines se hundían entre la oscuridad de su enorme habitación. La misma cama en la que había hecho el amor con Taehyung pretendía devorarle hasta dejarle desprovisto de la otra tanda de sentimientos personales que le acuchillaban.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Taehyung estaba en casa, preparándose la cena. Eran más de las nueve, y su madre no había regresado del trabajo. Él comprobó el reloj con impaciencia. Era raro viniendo de ella, escasas veces tenía turnos de noche, y si los tenía, siempre le dejaba una nota o le avisaba con algún mensaje para que preparara la cena para él y para Sana. El chico calentó un par de paquetes de ramen con agua hirviendo, y unos bistecs en una sartén, que sirvió en un plato.
—Deja la tele y ven a cenar —dijo Taehyung colocando los platos sobre la mesa.
Sana se quejó de humor un poco, esos días Taehyung parecía más refunfuñón que de costumbre. Él ignoró sus comentarios mientras lavaba la sartén, se fue hacia la mesa para tomar su asiento, pero se dio cuenta de que faltaba sus palillos. El joven se levantó brevemente para agarrar un par en el cajón superior de los cubiertos, y regresó a la mesa sentándose finalmente.
—¿Está bueno?
—Sí, ¡sí! —asintió Sana—. ¿Dónde está mamá? —preguntó con ojos muy atentos.
Taehyung se encogió de hombros.
—Yo que sé. Ahora la llamo —alegó, intentando llevarse un bocado tranquilo a su resentido—. Supongo que salía más tarde y se le ha olvidado decírmelo.
El sonido de su teléfono vibrando sobre la mesa le hizo doblar la cabeza. Qué puntual. El chico apartó los palillos y se levantó masticando, cogió el dispositivo que se encontraba sobre el aparador del salón. La pantalla resplandecía con el contacto de su madre Annie. Él pulsó el botón verde y la descolgó, llevándoselo a la oreja.
—¿Mamá? ¿Qué pasa?
—Cariño —dijo la voz de su madre—. Menos mal que contestas.
—¿Mhn? —Taehyung se pasó la lengua por los dientes—. ¿Sales más tarde hoy?
—No. Escúchame —prosiguió con seriedad—. Me he quedado en el hospital. Tu hermano ha sufrido un accidente.
—¿Qué? ¿Cómo?
—No sé cuál es su estado. Jonah me llamó hace un rato, y me dijo que todavía no lo habían subido a la planta —le explicaba Annie—. Ha sido un siniestro total. No sé cómo ha sobrevivido, no sé si va a hacerlo...
—Joder, mamá —le tembló la voz.
Taehyung notó una punzada atravesándole, lo poco que había comido ansiaba por ser vomitado. Pero en un último acto de conciencia, se giró de soslayo hacia su hermana, y optó por salir del salón para no asustarla. En el oscuro pasillo de su casa, notó las lágrimas agolpándose bajo los párpados, mientras escuchaba a su madre decirle que un profesional le había contado que alguien bajo los efectos del alcohol había impactado contra el vehículo de Leori. Por suerte, su coche se había tragado la barandilla metálica del arcén en lugar de colisionar contra cualquier otro vehículo poniendo la vida de alguien ajeno en riesgo. Pero la suya sí que la había puesto.
—Vale, en seguida salgo para allá —dijo en voz baja, percibiendo cómo la mano con la que sujetaba el teléfono se le engarrotaba—. Espérame, ¿de acuerdo? No, no se lo digo a Sana... Sí... Mamá, no puedo quedarme aquí... Voy para allá... Envíame el número de la planta en cuanto lo sepas, por favor.
Y colgó el teléfono, enfrentándose al peor momento de su vida en la oscuridad del pasillo. Si tan solo hubiera tenido a alguien a quien abrazar en ese momento.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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