Capítulo 23

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 23. Post-impresiones

Incheon, 12.43PM

Le despertó el ruido lejano de un graznido. Luego vino el aleteo, y el mismo sonido que antes. Al abrir los ojos, lo primero que Jungkook vio fue una gaviota remontando el vuelo, y luego el luminoso cielo, mar y arena. ¿Estaba en una playa...? Una punzada de dolor en la cabeza y estómago le hizo recordar, Incheon y la excursión organizada por el club estudiantil de la universidad. Su mente estaba en blanco, o bueno, en realidad, en un remolino de escenas, imágenes aisladas, y... ¿Había besado a Jimin? Asqueado, se limpió la boca, sólo por si acaso. No tenía muy claro lo sucedido la noche de antes, pero la resaca le golpeó en la cabeza y las extremidades, impidiéndole moverse.

En verdad, tenía un peso sobre él que se lo impidió. El susodicho peso consistía en alguien más delgado y menudo que él, llevaba un pantalón corto, y un suave muslo quedaba en exposición fuera de la manta que había acabado arrugada y lejos de sus cuerpos. La sudadera de cremallera quedaba justo por encima del borde del corto bañador, y la capucha había caído hacia atrás, y mostraba un montón de cabello castaño desparramado, mientras dormía plácidamente sobre su hombro. Kim Taehyung, con un brazo por encima de su pecho y la rodilla flexionada sobre sus caderas, presionaba (de forma un poco molesta) la protuberancia masculina y matutina que insistía en permanecer izada entre sus piernas, bajo la molesta tela. Jungkook se movió un poco, lo justo para que no se la aplastara con el interior del muslo y de forma tan directa.

—Por fin os encuentro.

Giró la cabeza hacia la recién llegada voz, y se encontró a Lara. Tenía una camiseta rosa de tirantes, un pareo y la melena oscura al viento, además de una cara de resaca increíble. Su sonrisa era un poco quejumbrosa, pero llevaba una mirada curiosa y cargada de diversión hacia ambos.

—Hora de levantarse, sólo quería avisaros —dijo la chica.

Taehyung se llevó una mano a la cabeza, espabilando un poco mientras el compañero se incorporaba sobre la manta, pasándose una mano por el pelo y cara.

—¿Y los demás? —dudó Jungkook.

—Están recogiendo el campamento, y el estropicio que dejaron anoche junto a la hoguera.

—¿Tan pronto? —se sorprendió—. Pensaba que nos quedábamos hasta la tarde.

—Las furgonetas las alquilaron durante unas veinticuatro horas —Lara se encogió de brazos—. Ergo, hay que volver a Seúl antes de la tarde.

Jungkook gruñó con eso, la chica se alejó todavía mirándoles con una sonrisita y le animó a que se levantara para ayudar un poco. Menuda indirecta. El pelinegro extendió un brazo hacia Taehyung y movió suavemente su hombro, intentando hacerle reaccionar, puesto que había vuelto a cerrar los ojos y parecía haberse dormido de nuevo. Él no abrió los párpados hasta varias sacudidas después, justo cuando Jungkook se levantó comenzando a sugerir que moviera el trasero. Taehyung miró desconcertado hacia todas partes, primero el mar, luego frunció el ceño por el sol molesto y lanzó un quejido.

—¿Qué pasa? —preguntó quejumbroso.

—Que tenemos que irnos.

—Dios, pero, ¿qué hora es? —bostezó estirando los brazos, monísimo.

Jungkook tiró de la manta sobre la que se hallaba, haciéndole soltar un gruñido.

—Date prisa, o nos van a dejar aquí —insistió el pelinegro.

Al final, Taehyung se incorporó sintiendo el cuerpo entumecido. A él no le dolía la cabeza, pero le costaba una barbaridad discernir la cantidad de hilos argumentales y de pensamientos que se le habían agolpado en la mente la noche de antes. Playa. Carreras. Historias de fantasmas. ¿Jungkook muy borracho? Ah, su primer polvo al aire libre, sí. Y Minho...

Abrió los ojos de par en par al recordar la fugaz disputa que surgió mientras esperaba a que Jungkook regresara con su mochila para elegir dónde iban a dormir juntos.

«¡Por lo menos él me quiere!», le alcanzó el eco de su propia voz.

«¡Yo también lo hago!», escupió su amigo.

La impresión y el golpe psíquico fue similar, y sintió unas enormes ganas de ir a buscarle para poder hablar. Necesitaba una explicación, una aclaración. Jungkook recogió las cosas a su lado y una vez se echaron sus respectivas mochilas al hombro, empezaron a caminar perezosamente por el trayecto de la playa en la dirección que ya conocían. El azabache comprobó a su compañero de medio lado, percibiendo que su gesto serio persistía a través del tiempo, y no pudo evitar sentir curiosidad.

—Oye, ¿te pasa algo?

—¿Debería?

—No sé. Dímelo tú.

Hubo unos instantes de silencio. Taehyung no recordó haber recorrido el mismo camino, a la inversa, la noche anterior. Quizá era por el despiste o porque a esas horas no hubo luz.

—Es que, anoche...

—Lo siento, en serio. Estaba jodidamente borracho, y...

—No, no es eso —empezó Taehyung, acallándole en mitad de la frase. Sus ojos verdes dejaron de estar fijos en la arena para mirarle—. Estuve bien, y me gustó mucho hacerlo.

Igualmente, Jungkook se debatió en eso; podía haber hecho las cosas mejor. Podían haberlo hecho allí, por ejemplo, sobre una toalla y un poco más cómodos con la temperatura y sin la tensión de estar en la boca de una jodida cueva, tan lejos de la zona común. Sentía el imperativo y masculino instinto de cuidar a su pareja, y no, esa noche no le parecía haber estado a la altura ni haber sido lo suficientemente cuidadoso con él. O al menos, todo lo que quería ser. ¿La pasión le había superado? ¿Desde cuándo era una bomba hormonal tan inestable? Nunca se había sentido de esa manera con nadie. No había tenido que enfrentarse a contener o domar impulsos así. Era nuevo para él. Y se sentía como un cachorro demasiado tonto y cachondo que se sobreestimulaba en su simple presencia.

—¿Entonces?

—Minho me soltó una bomba anoche.

—¿Eh? —Jungkook arqueó una ceja. ¿Estaba pasando lo que estaba pensando?

—Luego te lo cuento —dijo el contrario en voz baja, al tiempo que se acercaban a la arboleda donde estaba el campamento y había más gente.

La puta mierda de la apuesta que hizo hacía demasiado, se le pasó por la cabeza para perturbarle. Jungkook la apartó de un manotazo imaginario, no era eso, estaba seguro de que Minho no estaba al tanto, pero, ¿acaso le había soltado lo que él descubrió en el campus, en nochevieja? Aquello de lo que nunca había hablado con Taehyung, y no por ocultárselo, sino más bien, por no meter las narices en asuntos que no le correspondían ni nunca lo habían hecho, como último ser de vital importancia en entrar en su vida. Excepto si hablaban de Jonah, claro. Ahí sí que no le importaba meterse hasta el fondo, y más allá.

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Jungkook entró por la recepción de la universidad, giró hacia la izquierda para ir hacia su taquilla y tuvo que padecer varios empujones del montón de gente que pululaba por allí. Al final pudo colocarse frente a su taquilla para abrirla y revolver en ella. Sacó el cuaderno de Algebra, el manual de Química, y la maldita tabla que había dejado olvidada en el fondo del espacio de la taquilla.

—Te he dicho que no, tío.

—Pero, pareces...

—Que no estoy molesto con ella. Estoy fastidiado conmigo por haberme dejado engatusar así de fácil.

—¿Engatusar? —más tranquilo, Hazel se apoyó en un pilar.

—Sí. Me debe medio kilo y todavía no me lo ha pagado.

—Medio kilo es demasiado, tío...

Jungkook giró la cabeza, advirtiendo que hablaba con Erik. Había logrado esquivarlos el día de antes en el autobús de vuelta a Seúl, pero ahí estaban, percatándose de que le tenían a poco menos de metro y medio, aunque Jungkook hubiera bajado la cabeza. Cerró su taquilla de un portazo.

—¿Qué pasa, Kook? —formuló Haze a modo de saludo.

—Eh, ¿qué pasa? —agregó Erik.

—Buenas. ¿Qué tal?

—Bien, tío, ¿y tú? —le devolvió Hazel.

—Alguien se lo pasó de puta madre en la playa, ¿no, Kook?

Jungkook hizo un gesto de suficiencia; ellos no tenían ni puta idea de cómo se lo había pasado con su novio, y así esperaba que continuara siendo.

—Mira que te pones poco hablador cuando te da la gana —se quejó Erik, situándose a su izquierda.

Sin ganas de conversar con ellos, se encogió de hombros y se entretuvo con el llavero de su moto. Salió con ellos hacia el exterior, sólo para tomar aire y buscar a Jimin, mientras su par de compañeros se encendían unos cigarros y le ofrecían algo que rechazó por falta de ganas de fumar. A todo eso, Jungkook escuchó una conversación genérica de tías, de lo bien que le quedaba el bikini a Ginna, de los melones de Hyori y no sé qué más. Ah, y Erik parecía haber pillado cacho en los baños de la zona de acampada. Un asco.

El comentario de Erik no se hizo esperar.

—Entonces, ¿qué? ¿Te volvió a humillar en esa carrera?

Gruñendo, Jungkook se apoyó en la pared y resopló.

—¿No tenéis nada mejor que hacer que molestarme?

—No deberías haberte quedado tan idiotizado en aquel sitio, parecía que te dejabas ganar —dijo Hazel, como si alguien le hubiera perdido—. Eso sí, Taehyung estaba contento, mientras tú ponías cara de cachorrito abandonado.

—¡Matadme si me traiciono a mí mismo, alegrándome de una victoria ajena! —le imitó Erik con una voz que no sabía de dónde cojones había salido.

Jungkook no le prestó mucha atención a su comentario; total, estaban fumados, por lo que se limitó a mostrar indiferencia hasta que vio pasar a Jimin a lo lejos. Hazel se encogió de hombros y Erik puso los ojos en blanco cuando lo vio salir disparado detrás de su amigo.

—¡Jimin, eh! ¡Eh, Jimin! —exclamó Jungkook hasta alcanzarle.

—Eh, ¿qué tal? —dijo algo distraído.

—¿Qué pasa? ¿Dónde has estado?

—Me quedé dormido —contestó sin mirarle.

—¿Dormido? ¿En serio? —dudó el pelinegro.

Jimin se encogió de brazos, empezó a caminar y Jungkook le siguió.

—Oye, ¿qué coño pasa? Llegas súper tarde —dijo mirando el reloj que relucía en la pantalla de su teléfono—. Y no me respondes a los mensajes.

Jimin corrió hasta unos arbustos y se inclinó como si tratara de ocultarse de algo. Al ver que Jungkook le había seguido (ni siquiera había prestado atención a sus palabras), abrió mucho los ojos y le tiró bruscamente del brazo.

—¡Ssshh!¡Cállate! ¡Baja la cabeza! —masculló muy nervioso.

—¿¡Qué!? ¡Ah! —farfulló, cayendo de rodillas sobre el césped. Jimin y él se miraron muy de cerca, frunció el ceño como si le molestara su simple presencia—. ¿Qué ocurre?

—Escucha —musitó Jimin, levantando las palmas—. Abre bien los oídos, porque no voy a repetirlo. He estado hablando diariamente con una persona por internet, y el otro día, en Incheon, quedamos en persona. Me dijo que pasaría el fin de semana ahí, y yo le dije que estaría de excursión con los de mi grupo. Entonces llegó, y...

—Joder, y te pones así por esa mierda —apuntó Jungkook, entre aliviado e irritado con él—. Yo pensaba que estabas rallado conmigo.

—¿Qué? —gritó Jimin en un susurro—. ¿Por qué coño iba a estar yo rallado contigo?

—Porque nos besamos el sábado —arguyó Jungkook con un mascullo—. Ojo, que a mí me da igual. Es más, estaba tan borracho, que luego pensé que sería divertido meterme con Taehyung en el agua...

Jimin le miraba mal. Fatal. De arriba a abajo, como si acabara de escupir la mayor falacia de su vida.

—¿Qué tú y yo qué?

Jungkook arqueó las cejas a cámara lenta, y abrió la boca, cayendo en la cuenta de algo.

—¿No lo recuerdas?

—Bueno —ladeó la cabeza, con una mueca sarcástica—, si me juras que participé en una asquerosidad como esa...

—Okay, olvídalo —suspiró Jungkook volviendo a su tono normal. Él se levantó del suelo, pero su amigo volvió a tirar de la manga de su chaqueta de uniforme, haciéndole casi caer de boca.

—¡Quieto! ¡Que ahí viene! —farfulló en tensión.

Jungkook quería estrangularle, y esta vez de verdad. Pero llevó la vista por encima del arbusto con ojos ávidos, ansiando obtener alguna información. Entonces vio bajar de un vehículo de cristales tintados a Min Yoongi. El joven se recolocó la chaqueta, llevaba una bandolera de cuero negro cruzándole el pecho y se dirigió con naturalidad hacia el edificio de prácticas, mientras el que era probablemente su chófer pasaba de largo conduciendo calle abajo aquel pedazo de coche. Algo relativamente normal en la maldita S.N.U.

—¿Me cuentas qué cojones estamos haciendo? —preguntó volviendo a mirarle.

—¡Intentaba explicártelo! Pues verás —Jimin sacó el teléfono del bolsillo interior de la chaqueta y le apuntó como si fuera un arma arrojadiza—, estaba en una aplicación de citas...

—¿Te has abierto Tinder?

—¡No!

—¡Joder, te has abierto Grinder!

—¡Escúchame, y deja de ladrar! —exigió su amigo—. Solo estaba experimentado —se relamió los labios resecos—, y conocí a un tío que molaba mogollón. Llevo... tres semanas... hablando con él... —apuntó en la dirección en la que se había largado.

—¿Con quién? ¿Con Min Yoongi? —pronunció casi atragantado.

—¡Chssst! —chistó Jimin, volviendo a mirar hacia todos los lados.

—¿Tres semanas? —murmuró el pelinegro.

—¡Tres semanas! —masculló su amigo.

—¿Tres?

—¡Tres!

—¿Cómo demonios no sabías que era él?

—¡Porque no me pasó ninguna foto!

—¿¡Qué!?

—Su nick era AgustD —Jimin se puso muy serio—. No tenía foto de perfil y yo me fijé en su biografía: ponía que le gustaba la música, ir al gimnasio, que tenía dos perros, ¡de esos sí que tenía fotos! y sabía conducir. ¡Entonces le respondí! —lloriqueó Jimin, aun de rodillas frente a él, mientras su amigo fruncía el ceño con vergüenza ajena e incredulidad—. Y, como empezamos a hablar todos los días, yo le pasé las mías...

—¿Las tuyas...?

—Sí, ya sabes. Fotos mías..., en plan —tarareó con una voz grave—, ¡wohoo...!

Jungkook puso cara de asco. ¿Acababa de imaginarse a Jimin en plan wohoo? Sí.

—¿De verdad le pasaste una foto de tu cosita? —formuló, sin creer que estuviera pronunciando algo como eso.

—¡No! ¡No le pasé una foto de mi polla, Kook! —soltó Jimin súper ofendido, y su amigo respiró aliviado. Pero no por mucho tiempo—. Pero sí tuvimos... conversaciones... subiditas de tono...

—O sea, te masturbaste con él. Fuertes declaraciones.

—Calla. Él me decía lo que iba a hacerme, parecía un experto, te lo juro, y me dijo que era muy guapo, pero que tenía cara de niño. Y entonces, yo me obsesioné con, uh, mostrarle que no era uno —terminó con una risita nerviosa—, y vaya que si se lo demostré.

—Vale, demasiados detalles. Para —exhaló Jungkook, pasándose una mano por la nuca.

—No entiendes lo que te estoy diciendo —reclamó Jimin, volviendo a comprobar hacia ambos lados, por si alguien les escuchaba—. ¡Él sabía quién era yo! ¡Y aun así no me lo dijo!

—Sí. Lo pillo —asintió Jungkook, muy cuerdo— es perturbador, pero, ¿has pensado que, lo mejor, le gustas y no sabía cómo decírtelo?

—¡Y el sábado, sobre la una o las dos...! —continuó sin escucharle, y carraspeó un poco—. Ahem, no recuerdo la hora exacta porque estaba muy borracho —aclaró mientras relataba su aventura—, me dijo que estaba cerca de la playa y entonces me fui de la hoguera —hizo un movimiento con los dedos como si caminara muy rápido— para encontrarme con él.

—¿En serio, Chim? ¿Ibas a enrollarte con alguien que no sabías quién era?

Él asintió con inocencia. Si es que a Park Jimin le quedaba algo de eso.

—Eso era lo que me apetecía. Aunque por el camino pensé que a lo mejor me secuestraban —soltó pasándose una mano por la mandíbula—, y estuve a punto de darme la vuelta y volver con todo el mundo. Quería decírtelo, pero estaba súper mareado, y tú habías desaparecido de la hoguera desde hacía un rato. Llegué al párking, ese, el que estaba junto a la gasolinera —gesticuló con las manos—, y apareció él.

—Vale —parpadeó—. Y, ¿qué pasó? —insistió muy intrigado.

—Bueno, yo que sé —Jimin se cruzó de brazos.

—¿Has tenido tu primera vez con un tío? Felicidades —le ofreció una mano que estrechar.

—¡No! —su amigo le dio un manotazo en la mano, al tiempo que se ponía colorado hasta la raíz del cabello—. ¡Me fui corriendo!

—¿¡Qué te fuiste corriendo!?

—¡Ah! ¡Tú no entiendes nada! ¿¡Cómo querías que me quedara allí!?

—Bueno, yo que sé, ¡¿para escuchar su explicación, a lo mejor?! —inquirió sarcástico.

Jimin y él se levantaron del suelo con unos traspiés, las rodillas del pantalón de uniforme se les había mojado por el césped que se alimentaba del agua diaria de los sistemas automáticos de regado.

—¡Ese tío me da miedo! ¡Podía haberme matado! —Jimin le echó más teatro.

Su amigo apoyó una mano en su hombro, y finalmente, asintió suspirando.

—Tienes razón. Ibas a morir, Jimin —le dio la razón como a los tontos—. Es más, me sorprende que no lo hayas hecho todavía. Tal vez mueras hoy, pero no te preocupes —dijo Jungkook con un tono más agudo—, yo me encargaré de que graven tu epitafio con algo que te describa como «genio y figura, hasta la sepultura».

—Eres un amigo horrible, ¿lo sabías? —gruñó Jimin frente a él.

Quedaban cinco minutos para que tocara el timbre que marcaba la siguiente hora a mitad de la mañana, en lo que se dirigían al edificio. Park Jimin no paraba de cuchichear cositas, cómo de encantador había sido el tipo encantador por mensajes, y parecía que hasta habían encajado bien desde el primer minuto, mientras Min Yoongi, o el verdadero, al menos, el que él creía que era, solo le daba miedo. Jungkook no pensaba participar en su monólogo, porque a veces, razonar con Jimin era como escupirle a una grulla con el viento de cara (así de gráfico). Y puede que Jungkook fuera testarudo, pero es que Jimin se cerraba directamente en banda y no había forma de hacer que se detuviera ni a escuchar las barbaridades que decía.

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Aquella mañana se levantó, como siempre, y ya tenía el desayuno preparado. Su madre Annie estaba en la cocina, y su hermana estaba desayunando un par de tostadas. Taehyung se tomó medio vaso de zumo de naranja, y se puso la chaqueta de la S.N.U., con el reluciente escudito universitario bordado por encima del bolsillo derecho del pecho.

—Ah, Taehyung, ya estás vestido. Dime, ¿qué tal la playa? —preguntó su madre muy felizmente—. Apenas pude hablar contigo ayer, cuando volví del trabajo ya estabas dormido —Annie se apoyó en la encimera con los codos.

—Cayó como un tronco —apuntó Sana—. Y vino lleno de arena. Tenías que haberlo visto.

Taehyung pasó por su lado y le robó media tostada, al tiempo que se quejaba su hermana.

—Nos lo pasamos bomba —dijo mordisqueándola, Sana le agarró por el codo y tiró con fuerza para que se la devolviera. Cuando la vio mordisqueada puso una mueca de asco y le dijo que ya no iba a tocarla. Pues sí que se había vuelto una finolis su hermana. Nos dio el sol.

—Y tanto, pero abrígate bien, que esta semana descenderán las temperaturas, y aquí no hace tan buen tiempo como Incheon.

—¡Síp! Bueno, me voy —se colgó la bandolera del hombro—. Adiós, mocosa —le revolvió el pelo a la cría con la mano antes de marcharse.

Taehyung salió un poco antes de la hora a la que habituaba. Llevaba el bolso del trabajo bajo el brazo, y en su cabeza, seguía dándole vueltas al asunto de Minho una y otra vez. La jornada de clases pasó muy rápido, y apenas pudo encontrarse con su amigo. Era como si Minho lo hubiera estado evitando, y en parte, lo entendía. Taehyung y Jungkook se vieron en la hora del descanso en un banco de piedra del campus. El castaño se sentó en su regazo unos minutos, Jungkook comentaba algo con Jimin sobre el examen parcial de matemáticas, deslizando la mano desde una de sus rodillas hacia el interior de su muslo en un vaivén que se desplazaba de arriba abajo. Su respuesta fue completamente inconsciente, posó la mano por encima del dorso de la del Jungkook, deteniendo el insoportable hormigueo que le producían sus dedos en una caricia tan desprovista de segundas intenciones.

Todavía estaba lidiando con ello, con el calor que irradiaba Jungkook, con los temblores que le provocaban a cada miembro de su anatomía y con lo distraído que estaba esos días.

Jungkook era una bomba sexual. Pura dinamita, a la vez que un pedazo de pan. A veces la cosa más tierna y comprensiva, lo más dulce del mundo. Un conejo de peluche al que abrazar, tan cariñoso, y tan apasionado. Tan... ¡Tan...! Pero a ninguno le importó no usar preservativo. Menudo par de irresponsables. ¿Y si contraían algo? Parpadeó, quedándose inmóvil un segundo, con la vista perdida sobre el verdoso y fresco césped. Okay, solo había mantenido relaciones el uno con el otro; al menos, por ahora. Y Jungkook le había llamado «mi amor». Taehyung suspiró, hundiéndose un poco. Se sentía eufórico y feliz. Uno de los mejores días de toda su vida, aunque Jungkook amenazándole con tirarle al agua con lo helada que estaba...

Él tomó una de sus manos y la acarició distraídamente con dedos largos.

—Tierra llamando a Tae —oyó decir al pelinegro—. ¿Pueden comunicarse con mi novio? Por favor.

Taehyung bajó la cabeza parpadeando. Dio un largo suspiro y pareció bajar, en parte, a la Tierra.

—Perdona, me siento un poco abstraído —murmuró.

—Jimin acaba de irse a hacer no sé qué y ni siquiera le has contestado —sonrió despreocupadamente—. Te invito a un paseo en moto si me cuentas lo que hay en tu cabeza —dijo apretándole la rodilla.

Guardó un silencio reservado, su seriedad y el aura de reflexión que le rodeaba, hizo que Jungkook se viera un poco preocupado.

—¿Es por lo que me dijiste de Minho?

—Sí —reveló en voz baja—. Es que..., la otra noche, cuando estaba esperándote junto al bar, apareció y parecía muy molesto conmigo. Me soltó algo que no esperaba.

Jungkook arqueó las cejas.

—Me dijo que me había querido. O que me quería. Ya no estoy seguro.

—Estoy seguro de que Minho te quiere, no dudo de ello.

—No..., es... —su voz se desvaneció tan pronto como había empezado a hablar.

Negó con la cabeza, con un suspiro, y entonces Jungkook dijo algo:

—Me lo dijo en nochevieja.

—¿Qué?

—Fui a por unas bebidas con él. Solo me lo dijo como aviso; trátale bien o te despedazaré —bromeó un poco Jungkook.

Taehyung sonrió débilmente, pero volvió a ponerse serio en unos segundos.

—Mnh...

—No quería entrometerme. Tú, mejor que nadie, sabes la relación que tenéis.

Taehyung asintió despacio.

—Voy a hablar con él esta noche, después del trabajo.

—Entonces, ¿no puedo pasar a recogerte? —coqueteó Jungkook.

El ojiverde le miró con adoración. Pasaba un brazo tras sus hombros y con la otra mano le levantó el mentón hacia él. No tardaron mucho en comenzar a besarse, Taehyung le murmuró que era precioso, y Jungkook se quedó atontado con él. Eran besos tranquilos, donde lo único que se tocaban eran sus labios, dispuestos a devolver suaves caricias en el pelo, respondiendo con movimientos y enredado los dedos tras su nuca mimosamente.

A decir verdad, luces de colores y fuego danzaba en el interior de Taehyung cuando se despegaron, sus ojos estaban nebulosos ante algo que Jungkook parecía últimamente estar controlando mejor. Él le comentó algo sobre el sábado; Erik celebraba una fiesta en su chalet, a las afueras de Seúl, y estaba invitado a todo el mundo.

—No tenemos que ir, si no quieres. Podemos hacer un plan solos. Cenar juntos, dormir en mi casa... Mi padre quiere verte, está muy pesado contigo últimamente —dijo pasándose una mano por el cabello.

«¿Dormir juntos? Sí, por favor», pensó Taehyung. Lo habían hecho un par de veces, cuando se acostaron, y la segunda, en la playa (donde cayó redondo al sumergirse en sus brazos). Y es que, Jungkook le ponía nervioso, pero sin lugar a dudas, dormir con él, era una maravilla inexplicable. Y, ¿por qué no? A lo mejor le apetecía pasar un rato íntimo con su novio en un sitio más cómodo que en el suelo.

Taehyung y él caminaban por el campus, hablando al respecto, y se despidieron con un besito en los labios antes de dirigirse cada uno a sus diferentes optativas.

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Los almendros que había por la calle comenzaban a florecer muy lentamente, con sus anchas hojas de color verde, junto a los capullos blanquecinos y rosados abriéndose lentamente, y anunciando la llegada de la primera. El sol se había puesto en el horizonte a la hora en la que salía. Minho y él estaban dispuestos a hablar, y Taehyung caminaba a su lado, anudándose la chaqueta a la cintura.

—¿Te ha ido bien en el trabajo?

—Sí, ha sido una tarde agradable.

Taehyung sentía la lengua un poco pesada, porque no sabía cómo hacer para preguntarle lo que sería también una pregunta incómoda, pero que llevaba unos días revoloteando por su mente sin dejarle descansar. Ese era el momento perfecto para sacudir todas sus dudas. Estaban solos, y e iban a hablar más tranquilamente que nunca.

—Hubiera deseado saber que me querías de forma un poco distinta a la de un amigo.

Por un momento, le pareció que Minho había dejado de respirar, con los ojos abiertos de par en par, y pasos más tensos, a su lado. Sin embargo, aquello duró poco, pues pronto volvió a parecer tranquilo, aunque un aura de misterio le envolviera; la misma que hacía que casi siempre fuera difícil de leer.

—¿Qué te hace pensar eso? —inquirió Minho, en voz baja.

—Tú mismo me lo dijiste el sábado.

—Pero eso no significa que yo esté enamorado de ti —el tono risueño de Minho era cuanto Taehyung necesitaba para saber que algo ocultaba—. ¿Acaso no es normal que me preocupe mucho por ti, que te dé consejos, que esté a tu lado? Soy tu mejor amigo desde que te conozco, y han pasado muchos años. No porque los dos seamos abiertos con el amor, significa que tengamos que sentir atracción entre nosotros...

En algún momento, quizá meses atrás, semanas o incluso algunos días, aquella explicación le habría convencido del todo. La seguridad con la que hablaba, más la aparente tranquilidad que mostraba, así como el tono paciente con el que le estaba hablando, probablemente habrían derrumbado cualquier sospecha dentro de la cabeza de Taehyung. Pero Minho no contaba con tanta ventaja como entonces, desde luego. Empezando porque podría haberlo aceptado si el sábado, en la playa, tan solo hubiera estado borracho. Pero al compartirlo con Jungkook, hasta él le había confirmado que lo sabía y se había hecho una idea incluso antes de hacerlo.

—De acuerdo, tienes razón —dijo Taehyung, extrañado—. Pero no estás siendo del todo sincero.

—¿Cómo qué no?

—Jungkook lo averiguó antes que yo.

Finalmente, Minho acabó riendo.

—Eso es verdad. Se lo noté cada vez que me miraba; supongo que él te miraba igual que una vez lo hice yo.

—¿Eso te ha herido? Era lo último que quería, Minho.

—No, nada de eso.

—Pero, yo...

—Es que ya no estoy enamorado de ti, Taehyung. Pero sí lo estuve —se encogió de hombros—. Y creo que esas cosas nunca se van del todo. No es que siga sintiendo lo mismo, pero siempre te queda algo de afecto o más atención por alguien por quien sentirse algo fuerte en el pasado —le miró con una sonrisa de labios—. Igualmente, sé lo despistado que eres. Sé que jamás te diste cuenta de nada de lo que me pasaba contigo, así como sabía que no me correspondías de la misma forma...

—¿Por eso no me dijiste nada?

—Sí. Y como llegó Jungkook, y después Jonah..., y después, Jungkook otra vez, encontré mis razones para olvidarlo. Además, claro, en medio de todo eso conocí a Lara. Ya sabes cómo son las cosas con ella, es una excelente amiga.

Él le sonrió un poco, pero Taehyung no le correspondió al gesto.

—De todas formas, no te preocupes. Estás muy enamorado de Jungkook, y no hay quien pueda arrancarte de ese estado de ensueño —dijo con los ojos empañándose. Taehyung quería pedirle que se detuviera, pero se adelantó—. Además, no pretendo que este sentimiento vuelva a llegar muy lejos, como ya lo hizo una vez —su sonrisa desapareció, y nuevamente, pudo atisbar a su verdadero yo tras aquella máscara—. Si quieres que sea sincero contigo, Taehyung, te diré que ya no me quedan ganas de enamorarme.

Taehyung sintió el dolor en su garganta, reteniendo la respiración. Él odiaba ver a Minho llorar, y sin pensar demasiado en lo que hacía, pasó un brazo tras sus hombros y lo atrajo a él, ahora empapado en lágrimas. Aquella cercanía hizo que Taehyung se sintiera un completo inútil.

—Siento no haber hablado contigo de esto antes, de verdad —dijo el castaño—. Me habría gustado saber lo que sentías. Créeme que, si lo hubiera sabido, yo...

—Te encanta culparte de todo, Taehyung —interrumpió, sorbiendo y enjugándose las lágrimas con la manga de su chaqueta—. Esto no es tu culpa, ni pretendo que te hagas responsables de las cosas que yo he sentido —continuó—. Siempre supe en lo que estaba metido, así que olvídalo, ¿vale? No quiero preocuparte así —el tono de su voz se convirtió lentamente, en un más alegre y aliviado, y le pasó los brazos entorno a la cintura, sin mayores intenciones—. Gracias por el abrazo. Eres mi mejor amigo, y nunca has dejado de serlo.

—Tú también lo eres... Sabes que te quiero, ¿no?

Minho asintió en su hombro.

—Lo que más quiero es que seas feliz con él, o con quien elijas serlo. Y Jungkook es un buen tío, después de todo...

—Sí que lo es —murmuró casi para sí mismo.

Taehyung simplemente suspiró. Luego de eso, cerró los ojos y apoyó la mejilla en su hombro. No podía decir nada más, porque tenía la certeza de que Minho sabía cuánto le quería y de alguna forma se alegraba de que él le hubiera dicho la forma en la que una vez le había querido. También agradecía su abrazo, y, por supuesto, el hecho de haberse convertido en su mejor amigo.

Después de eso, Taehyung le agarró por el brazo y tiró de él por la calle, asegurándole que iba a invitarle a cenar. Comieron juntos en su local favorito de ramen y se tomaron unos chupitos de acompañamiento. Minho se disculpó por él por haberle sermoneado en la playa y le prometió que no se entrometería más. Él solo se preocupaba por su amigo, ¿Vale? Taehyung era como un cachorro saltarín al que seguía el lobo depredador de Jeon, aunque ahora fueran novios y todas esas chorradas de gente joven, difería mucho de su relación con Jonah, quien siempre había sido un adulto, respetuoso, educado, con quien eventualmente había compartido alguna cena familiar, pero poco más. Mientras que, Jungkook era un huracán, una corriente eléctrica, alguien inesperado e impredecible a su lado.

—Oye, ¿puedo preguntarte algo? —formuló Taehyung, apartando su bol de comida. Agarró un par de gambas hervidas con los palillos y se los llevó a la boca—¿A qué te referías con lo de que... llegó Jungkook, y después Jonah, y después Jungkook otra vez?

—¿Eh? Pues —Minho se mordisqueó la lengua, tratando de armar una respuesta— entramos a la universidad, y no dejabas de mirarle. Recuerdo que incluso buscaste en la lista del grupo de primero para ver si acaba de matricularse o si era mayor que nosotros.

Taehyung se masajeó la frente con los dedos, evocando aquel recuerdo. No había sido del todo consciente acerca de las muchas veces en las que Jungkook también había estado ahí... ¿sin que ni siquiera interactuaran entre ellos?

Desde primero, a sus eventuales prácticas juntos por sorteo o por simple casualidad, a la carrera de los cien metros lisos de tercero. Sí, quizá había su crush. Un crush poco reconocido, al que mentalmente se negó a sí mismo. Además, Jonah le había hecho sentirse especial desde mucho antes, mientras que, aquel Jungkook que había visto de lejos antes de conocerle de forma más personal, le había provocado sensaciones meramente extrañas y contradictorias. Como si pensara que su sonrisa era poco sincera, y sus ojos se cargaban demasiado de unas lentes que no dejaban pasar lo que de verdad llevaba por dentro. Una máscara, cubriendo las bonitas y admiradas facciones de su rostro.

Taehyung sintió rechazo con el tiempo. Y luego, un indescriptible recelo por los muñequitos de la S.N.U., que actuaban como si todas las miradas se posaran sobre él con ese afán de convertirse en los protagonistas de su propio mundo. Tal vez era porque así lo hacía todo el mundo... Y también Taehyung, al principio. Aunque después, lo olvidó, y pasó a otra cosa, ya que era como así debía ser. Preocuparse por su propia vida, soñar con su entonces amor platónico, Jonah, y centrarse en la universidad para tener un buen futuro.

Era irónico como había cambiado todo en solo algunos meses... Pero así era la vida, ¿no? Llena de sorpresas y de giros inesperados, de sacudidas que podían levantar castillos de arena, y de soplos, que, de manera impensable, podrían arrastrarlos como si nunca hubieran estado.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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