Capítulo 13
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 13. Más que amigos
Quedaba muy poco para las fiestas de navidad y la semana de exámenes no les iba a dejar ni un descanso. Jungkook se encontró con sus amigos en la cafetería del campus, y nadie pasó por alto que Jungkook parecía tullido. Empezaba a convertirse en un evento natural que su preciosa y alabada cara pareciera un cuadrilátero.
—¿A quién tengo que zurrar? —le lanzó Hazel un poco extrañado.
Jungkook negó con la cabeza, sentándose en una silla próxima a él.
—Se cayó de la bicicleta —mintió Jimin fatal.
—Motocicleta —corrigió Jungkook.
—No, bici, Kook, ¿no recuerdas lo del otro día? —sonrió como un pervertido.
Jungkook solo tenía delante un sándwich mixto y demasiadas ganas de comérselo como para tener que malgastarlo lanzándoselo al zoquete de su amigo. No obstante, nada le impidió imaginárselo con música clásica.
—¿Habéis visto esto? Es la fiesta de noche vieja —Erik estampó un panfleto sobre la mesa—. Alcohol, nenas y fiesta.
Jimin se asomó por encima, volviéndolo con unos dedos en su dirección.
—Todavía queda más una semana. Oh, mira, ¡habrá karaoke, Kook! —señaló Jimin con entusiasmo, y Jungkook se inclinó a su lado, parpadeando.
Eso era un secretito, pero él tenía una voz tan bonita que Jimin le había insistido a los quince que se presentara a algún casting. Pero a Jungkook solo le gustaba la fotografía, y estar detrás del objetivo. Nada de ser el protagonista, por muy guapo y popular que fuera.
—¿Vais a ir, al final? —dudó Hazel, mirándoles.
—Sí, claro —afirmó Jimin, quien le devolvió la mirada a su mejor con algunas dudas—. ¿Estarás en Seúl estas vacaciones?
—Sí, sí. Iré —dijo Jungkook para salir del paso.
No tenía ni idea de qué iba a hacer esas vacaciones, pero desde que su papaíto vivía en una eterna luna de miel con Sunmi, no creía que fuera a apetecerle ir con ellos a ningún lado. Su cerebro se posó en que él, al menos, quería ver a Taehyung una vez durante la próxima semana. Quizá debería preguntarle si pensaba pasarse por la fiesta de la universidad o si directamente querría acompañarle a él. Pero cuando vio a Hazel hablando de guarrerías con Erik, pensó en que sería mejor olvidarlo. Ni de coña iba a acercar a Taehyung a esas bestias. A Jimin, tal vez. Él era mucho más considerado y le habría confiado hasta su primera cámara, con trece años.
No hablaron ni se vieron demasiado esos días, excepto algún encuentro fortuito en la biblioteca. Jungkook se sentó con Jimin el miércoles por la tarde, y en un rato, se percató en que Taehyung estaba en otra mesa, despidiéndose de su amigo Minho. El chico le miró de soslayo, y Jungkook carraspeó y se obligó a sí mismo a concentrarse en sus apuntes. Taehyung pasó por su lado colgándose la bandolera, y se inclinó unos instantes junto a sus apuntes y manual abierto.
—¿Quieres que me lleve tus prácticas? —formuló Taehyung, como el ángel que era.
—¿Uh? —Jungkook levantó la cabeza, embelesado.
—El otro día me dijiste que no sabías si estabas mejorando —le recordó en bajito—. Puedo llevármelas, si quieres. Mañana te las traigo corregidas —se ofreció.
—Sí, claro. De acuerdo —se apresuró a decir Jungkook, que sacó bastantes hojas de las anillas de su blog. Las ordenó con un golpecito sobre la mesa y se las dio.
Taehyung le taladró con una preciosa sonrisa que arrojaba luz, y que decía, «¿desde cuando eres tan mono?». Tomó el montón de folios de Jungkook y los colocó por encima de la carpeta que llevaba en el brazo.
—¿Cómo vas con...? —susurró Jungkook, solo por curiosidad.
Taehyung se mordió el labio un poco.
—He quedado para hablar con él después de los exámenes —le informó en voz baja.
—Ya. Espero que... vaya bien —agregó el joven.
Tae asintió con la cabeza levemente, se despidió de Jungkook y de Jimin con un movimiento de cabeza, y pasó de largo para posteriormente abandonar la biblioteca. Jungkook suspiró profundamente. ¿Iba a hablar con Jonah? Solo esperaba que no le hiciera daño, que estuviera bien, que pudiera recuperarse. Si se reconciliaban...
Bueno, ese no era su problema, ni su relación. Aunque no podía evitar preocuparse por cómo gestionar sus propios sentimientos pensando en sus besos.
—Qué dulce. La verdad es que estoy empezando a envidiarte —dijo Jimin un poco risueño, con la mejilla apoyada en la mano.
—¿Mhn? —dudó Jungkook, todavía atontado.
—Tenéis ese rollo raro. Sois cuquis. Mola —afirmó su amigo.
No sabía muy bien qué podía significar «ese rollo raro», pero se había prohibido a sí mismo pensar en lo que Jimin le había soltado el lunes sobre que parecía un enamorado. Se estaba repitiendo mentalmente que el amor era un campo muy distinto a lo mucho que le gustaba, le ponía y le desarticulaba Kim Taehyung. ¿O no? ¡Lo suyo era química, de la que traía una buena física! ¡Boom! ¡Chas! Y esas cosas de tíos. Él que sabía.
El jueves por la mañana, Jungkook recuperó sus prácticas maravillosamente corregidas. Taehyung le dijo que estaba liado y no podría quedar esa tarde en la biblioteca a explicarle algunas cosas, pero a cambio le había dejado un montón de anotaciones que podrían ayudarle. En definitiva, cuando Jungkook pasó los folios, descubrió que estaba muy lejos de ser brillante. Pero no estaban mal del todo. Mediocre. Tolerable. Si el día del examen tenía un buen día podría aprobar con un suficiente que para él sería más que aceptable. Al volver la última página, Jungkook se encontró con un dibujo que tenía la misma tinta verde y de punta fina que Taehyung había utilizado para corregirle. Era su gato. Debía serlo, porque parecía una bola de pelo afable y tenía dibujada la misma mancha rellena con rayitas que le ocupaba el ojo derecho y la misma oreja, con un mensajito justo debajo de su cola enroscada: «Mucha suerte en tus exámenes, Kookie Koo». Jungkook estaba loco por él.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
—¿Te estás metiendo en peleas? —preguntó Seung a su hijo tras colgar el teléfono.
Jungkook le miró desconcertado, acababa de bajar de la cinta eléctrica después de correr durante treintaicinco minutos e iba a la cocina en busca de algo refrigerante. La sangre le zumbaba en los oídos y estaba tan sudoroso que la camiseta de tirantes se le pegaba al torso. ¿Por qué todo el mundo le preguntaba lo mismo? Vale, esos dos meses se había comido cada hostia que le había hecho la oreja pandereta. Pero a base de palos se forjaba un hombre, ¿sí o no? Eso decían en las películas de vaqueros.
Y en la cocina, donde le interceptaba Seung, se sintió incansablemente juzgado mientras él se servía unos cereales con leche (muy desganado) para comer.
—¿Qué? —parpadeó el muchacho, algo ceñudo—. No, ¿por?
—Jeon Jungkook —reprodujo su padre.
Jungkook levantó una ceja, sujetaba el bol en una mano, llevándose una enorme y chorreante cucharada de cereales a la boca.
—¿Por qué usas mi nombre como un hechizo de Harry Potter? Venga, corta el rollo, tío —farfulló masticando los copos crujientes.
—Muy bien, puedo pagarte un teléfono nuevo y la batería de esa motocicleta a la que llamas bebé. Pero está mal si le pregunto a mi hijo de veintiuno cómo perdió los dientes en la primera mitad del semestre —decía Seung dudando de él.
Jungkook le dio la razón mentalmente, para su desgracia. Dejó el bol sobre la encimera y se sentó cómodamente en el taburete, dispuesto a tragarse aquellos cereales y ofrecerle una buena explicación (algo filtrada) de la realidad a su padre.
—Papá, no me estoy metiendo en peleas. Esto —se señaló a la cara con la cuchara—, es la escuela de la vida.
Su padre tenía la misma cara que un cuadro expresionista de esos a los que nadie entendía del siglo pasado. Pintado y sellado.
—Es la tercera vez que apareces con marcas por casa, ¿está todo bien? ¿De verdad? —se aseguró Seung metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón.
—Me he caído. Dos veces —Jungkook frunció el ceño, con los ojos en un vaivén reflexivo—. Bueno, tres —acotó.
—¿Y te caes de boca siempre? —formuló el otro incrédulo.
—¿No es increíble que tu hijo sea tan estúpido? —dijo el propio Jungkook.
Seung se acercó con un gesto serio y preocupado. Se preguntaba si había algo mal que hubiera hecho con su hijo, si le echaba en falta, si no tenía dinero, si sus habituales sermones le habían hecho perder la confianza y la conexión tan especial que tenía con él. No iba a engañarse, era un poco frío y siempre estaba muy ocupado. Pero Jungkook era su mayor tesoro. Aunque nunca lo dijera en voz alta.
—En serio, ni siquiera yo mismo entiendo qué me pasa —continuó Jungkook, tratando de convencerle, sin éxito.
Regla número uno: si querías convencer a alguien de algo, no podías sonar relajado y despachado a la hora de erigir excusas.
—Jungkook, dime que está pasando —dijo Seung, realmente serio—. ¿Son drogas? ¿Tienes problemas ahí afuera con alguien? ¿Es porque eres...?
La palabra se le perdió en algún rincón de cocina. Jungkook levantó las cejas. ¿Por qué era qué? ¿Gilipollas? ¿Inmaduro? ¿Gay? Oh, Dios, iba a decirle gay, por culpa de aquella tonta conversación del otro sábado en la cena. Jungkook se tragó una cucharada y se dispuso a llenarse la boca con la siguiente.
—No me drogo, papá. Y estoy estudiando —simplificó siendo lo más sincero posible.
Pero Seung no iba a ceder. Él era así. O no aparecía y le daba la mayor libertad del mundo dejándole sentirse como un barquito de papel en mitad de un vasto océano, o volteaba la cabeza acojonándose porque su hijo pequeño ya fuera un hombrecito cuya brújula no apuntaba hacia norte. Y no lo hacía a malas. Jeon Seung siempre le concedía todo lo que estaba en su mano, era tan terco y a veces tan tácito como él. De tal palo, tal la astilla.
—¿Es por una chica? —cuestionó el adulto.
—Papá...
—¿Es por un...?
—Sí, soy gay, papá. Soy gay —espiró lo último, sintiéndose misteriosamente liberado—. Joder.
Seung se quedó perplejo, pero disimuló bien su desencajamiento de mandíbula. No es que le sentara mal ni mucho menos, pero Jungkook reconociendo algo tan radicalmente era cuanto menos inesperado. Aunque su hijo seguía pensando que no se trataba de chicos o chicas, sino más bien de Kim Taehyung. Esa bestia parda de ojos verdes y preciosa sonrisa le tenía fatal de la cabeza. Pero aquella historia sobre su despertar físico podía ser demasiado larga, confusa y explícita para explicársela a un adulto como su padre.
—Oh. Vaya, y, ¿has tenido algún problema con...? ¿Necesitas hablar de sexo o...?
—¡Noup! ¡De eso no! —exclamó Jungkook, deteniendo bruscamente lo que podría haber sido la conversación más incómoda del planeta. Con saber que su padre se alegraba de sus orientaciones e identificaciones y no iba a juzgarle con nada, tenía más que de sobra—. Papá, no. Confía en mí. Voy sobre ruedas —alegó levantándose.
—Bien, Jungkook, bien —pestañeaba su padre siguiéndole con la mirada—. Pero nada de más marcas en la cara, ¿me oyes? —le lanzó intentando ser autoritario, mientras Jungkook escapaba de la cocina.
—¡Prometido, padre! ¡Ten un buen día! —respondió Jungkook con mucha tranquilidad, levantando un dedo pulgar. Se llevó el bol con él, por suerte.
Tanto el viernes como el sábado tuvo exámenes. También el siguiente lunes, y estaba agobiado con la acumulación de los que había el martes. A él todavía le quedaban dos días más, mientras que un gran porcentaje de cuarto año, sin asignaturas pendientes, terminó aquella misma tarde. Taehyung, sin ir más lejos, se había cogido unos días libres en el trabajo (se lo debían desde hacía bastante tiempo) e intentó hacer que aquello funcionase.
Desde su perspectiva, había dado el cayo e incluso resaltado, teniendo en cuenta los eventos tan difíciles que había atravesado esos días. Taehyung se había encontrado muy eficiente solucionando problemas, estructuras y ecuaciones, y no había tenido mucho problema con la teoría, aunque estudiando en casa y en ocasiones en la biblioteca, su mente se había visto asaltada por los dolores de su corazón, mientras abrazaba una almohada con los ojos todavía húmedos. Que Jungkook le enviara un mensaje de texto agradeciéndole haberle estado haciendo de profesor, era de las pocas cosas que le había hecho sonreír un poco.
Taehyung se había mantenido cuerdo esos días, tanto por su hermana Sana como por su madre, quien desconocía el calibre del asunto, si bien parecía augurar que algo no muy bueno había sucedido desde que Leori había vuelto a dejar de levantar el teléfono.
Esa tarde, el castaño por fin se proclamó como libre de los exámenes, y salió del campus universitario con una bebida de caramelo con nata en la mano. Necesitaba azúcar. Miró el reloj de su muñeca, comprobando la hora que era. Había quedado con Jon en una hora para conversar al respecto. Jon se había comportado bien esos días, dejándole respirar y tomarse el tiempo que Taehyung pensaba que necesitaba, además de respetar su aislamiento temporal por exámenes. Leori no había vuelto a aparecer, aunque su hermano se había pasado tres pueblos mucho antes, presentándose en el apartamento de Jungkook y soltándole un puñetazo en la boca a alguien que, literalmente, le había salvado de sufrir un colapso en aquella fría y tormentosa noche en la que atravesó la manzana hacia una de las avenidas más concurridas.
Taehyung caminaba por la calle, su abrigo ondeaba tras la espalda, y sujetaba la bebida en una mano que dulcificaba su paladar tras cada sorbo. No reparó hasta en ese momento de que algunos locales y negocios adornaban sus escaparates con cascabeles y espumillones verdes y plateados, otros de un rojo brillante, con los escaparates salpicados por sprais de nieve falsa y pegatinas estacionales. Taehyung se sacó el teléfono del bolsillo para volver a comprar sus mensajes de texto, y tras dar una vuelta en la que pudo respirar aire fresco y admirar cómo esas calles se llenaban poco a poco del aire navideño, encontró a Jonah junto al cruce del parque oeste, donde habían quedado. Todavía faltaban cinco minutos para su encuentro, pero los dos siempre habían sido de ese tipo de personas tan terriblemente puntuales que podían llegar a resultar neuróticas.
Taehyung notó como su interior se encogía un poco, como si le hubieran apaleado y todavía se sintiera asustado. Aun así, cruzó el paso de peatones comidiéndose, pensando en que era lo que debía hacer un adulto. Se deshizo el vaso de plástico de la bebida al otro lado del paso, dejándolo caer en una papelera urbana y esperando poder guardar las manos en los bolsillos antes de que le comenzaran a temblar.
—Hola, Taehyung —saludó Jonah con amabilidad.
—Hola —le contestó a una distancia prudencial.
Nunca se habían saludado así, la distancia le era dolorosa en los huesos, tan fría como aquel invierno. A veces, las noches en las que Taehyung se acostaba sintiéndose agotado, pensaba con debilidad que ojalá cerrar los ojos sirviera para algo. Como despertar en una realidad distinta en la que nunca nada de eso hubiera pasado, que el dolor infringido fuera inferior y pudieran superarlo. Pero mirando en sus ojos grises en ese encuentro, Taehyung supo que lo suyo había finalizado. Jonah no estaba ahí para recuperarle, y puede que Taehyung fuera un ángel, pero no tanto.
—Sé que te he destrozado y no hay forma de arreglarlo —dijo Jon mientras caminaban por las vías del parque, sin tocarse—. Debería haber abierto los ojos antes y hablarte de mis propios sentimientos.
—¿Sentimientos por mi hermano? —sonrió Taehyung con amargura.
Era difícil escucharlo, pero lo hizo con atención.
—Cuando conocí a Leo, todos le tenían miedo en clase. Yo era nuevo, así que, no comprendía a qué iba tanto revuelo. Un día, un tipo del último curso se metió conmigo y él le agarró del cuello. Le pegó tal puñetazo, que se ganó la enemistad de otros dos. Pensaba que solo era un tío conflictivo que aprovechaba la situación para armarla, pero luego vi que esa era su forma de relacionarse. De protegerse. De expresarse —Jonah le miró de medio lado, muy reflexivo—. No digo que tu hermano sea un matón, él tiene un corazón de oro... Empecé a juntarme con él porque nadie más me hablaba, y, a decir verdad, no era como si él lo hiciera demasiado. Suspendía, y yo era bastante aplicado. Le ayudé, en consideración. Un día me preguntó acerca de mis padres —suspiró—. Sabes que vivo con mis tíos en Seúl, ellos se quedaron en la frontera de corea del norte. Nunca pude volver a contactarles.
Taehyung bajaba la cabeza, mirando el vaivén de las puntas de sus botas mientras caminaban.
—Y un día empezó a abrirse. Me invitó a casa. Una madre, una cría diminuta, tú... Comprendí todo lo que protegía. Y que el origen de sus traumas estaba en esa misma casa. Vuestro padre era un subyugador, Taehyung —declaró Jon.
Taehyung levantó la cabeza, sintiendo un palpito molesto y asustado.
—No estoy aquí para hablar de mi padre —dijo con un hilo de voz—, sino de ti y de mí. No puedes permitirte hacer esto después de engañarme durante... No sé si quiero saber cuánto tiempo.
—No, Taehyung. No te he engañado. Me confesaste tus sentimientos, pero yo ya sabía que me mirabas así desde que eras un chaval. Era admiración. Seguridad. Una simpatía circunscrita. Y cuando el verano pasado me pediste salir contigo, y me dijiste que me querías, yo... —Jonah exhaló una débil sonrisa, sus iris grises oscuros se perdían en sus memorias—. Me sentí feliz, y triste, al mismo tiempo. Te quería, Taehyung. Pero estaba enamorado de Leo desde el instituto. De sus demonios. De sus momentos de luz. Él no ha parado de empujarme lejos de su vida desde que se independizó e incluso dejé de veros por un tiempo. Erais mi familia. Pensé que estar contigo era todo lo que tenía. Seguía cerca vuestra. Y de alguna forma, tenía amor. Algo que solo podrías darme tú.
—Estabas conmigo porque ansiabas estar cerca suya —musitó Taehyung.
—¿No lo has entendido? —le devolvió Jonah—. No es que no sintiera nada por ti, tú... Taehyung, tú tienes luz. Eres como él, pero, sin todas esas cosas horribles. Sin un pasado trastocado, sin experiencias traumáticas... Sois iguales.
Taehyung se cruzó de brazos. Le dolía oírlo tanto como si recibiera latigazos en el infierno, y entendía sus palabras, su historia, su emoción. Pero él amaba de verdad. O al menos, lo había estado haciendo hasta esta noche.
—Quizá no te hayas dado cuenta, pero has usado a una persona. Me has partido el corazón, Jon —le dijo en voz baja, sin mirarle.
Jonah detuvo sus pasos y le tocó el codo, inclinando la cabeza un poco para que le mirara.
—Ojalá puedas perdonarme. Siempre estaré ahí para ti... Si me necesitas, como amigo. Como familiar. Como conocido.
—¿Cómo amigo? —repitió Taehyung queriendo reírse, mientras sus ojos se cubrían de lágrimas.
—Eso es lo que siempre hemos sido. Durante ocho años. Mejores amigos —dijo Jon muy suavemente—. Los mejores amigos que existen, de los que siempre se apoyan y acompañan. Y, Dios, me ha dolido tanto verte sufrir a lo largo de estos años por diferentes motivos en tu vida. Tu salida del armario, tus estudios e idas y venidas en diferentes trabajos. Me ha dolido tantísimo ver cómo te preocupabas por él, cómo cuidabas de tu familia, como si pudieras percibir que Leo ya no podía tragar más. Y yo te quería por eso, Taehyung. Quería a la persona que más amaba y cuidaba de él por encima de mí. Jamás pensé que besarte pudiera tener sentido, pero cuando lo hacía, creía que ese era mi lugar. Preservarte a ti, para que él estuviera bien...
—Necesito preguntarte algo —dijo Taehyung, notando cómo le apretaba la garganta—. Esa noche, la que entré en tu apartamento, ¿esa llave era para mí?
—Estaba muy confuso, Taehyung. Preparé una cena para nosotros, quería hacerte feliz...
—Pero también estabas triste por él, ¿verdad?
Jon asintió un poco, y tras un silencio dijo:
—Él sabía que era nuestro aniversario. Entonces, te fuiste corriendo. Fui a verle esa semana y me dejó caer que debía marcharme. Que era lo mejor. Que mi deber era estar a tu lado. Entonces, yo... Le dije eso que no me dejaba dormir. No reaccionó —le contaba con mucha cautela—. El fin de semana yo estaba de descanso, y de repente vino a casa y...
Taehyung podía hacerse a la idea de lo que había pasado, él mismo les había encontrado en la cama más que animados. Muy irónico y amargo que Taehyung hubiera estado tanto culpándose por no haberse acostado con Jonah mucho antes.
—Basta —suplicó Taehyung, sorbiendo sus lágrimas—. No quiero escuchar nada más, Jon... Nada más.
Jonah entrecerró los ojos y le miró afligido.
—Este es nuestro final. Te he querido —sentenció Taehyung, hipando suavemente con ojos tristes—. Y creo que seguiré haciéndolo durante un tiempo. Pero me recuperaré, Jon. Y yo, espero que finalmente puedas encontrar lo que crees que es amar. Espero que logres... Que puedas obtener lo que anhelas de él —bajó la cabeza, con cientos de recuerdos asomándose por su mente. Toda la ilusión que había sentido. Lo mucho que le había gustado Jonah desde que le había conocido. La primera vez que se declaró a un chico, con lo que aquello conllevaba tanto familiar como socialmente.
Era la sensación más aguda y dolorosa que había sentido en toda su vida, como si le arrancaran el corazón del pecho y se lo echaran a comer a las palomas. Esa falsa relación con Jonah solo le había destrozado hasta pensar que debía apartarle de su vida. Y entendía a todas luces su relación y el amor que había deseado experimentar con Leo, no obstante, si tan solo alguien se lo hubiera dicho antes... Les habría ayudado a estar juntos, tragándose su propio corazón en el proceso. Taehyung no podía ni pensar en el hecho de que, probablemente, Leo se había ahogado en sus sentimientos pensando en que su hermano menor merecía ser más feliz que él. Incluso aunque lo hiciera esa persona especial a la que le había negado sus verdaderos sentimientos por ¿miedo? ¿Por aislamiento? ¿Por no sentirse suficiente?
—Espero que tú también, Taehyung —respondió Jonah manteniendo la distancia—. Te mereces ser querido. Mucho más de lo que yo o cualquier otro imbécil podría hacerlo.
Taehyung levantó la mirada y suspiró muy profundamente. Esa era una auténtica despedida, después de todo. Jonah deseaba que Taehyung encontrase la sanación. Que pudiera perdonarle. Pero más que hacerlo con él, con a su hermano, quien le adoraba tanto que estaba torturándose a sí mismo por haber dado el paso y liberar con Jonah todo cuanto había estado conteniendo esos años.
—Te deseo lo mejor —agregó Jonah con pureza.
Taehyung asintió con la cabeza, tragó saliva amarga y se limpió las lágrimas con la manga del abrigo. Él pensó que ojalá pudiera haber tenido fuerzas para decirle lo mismo, pero lo único que pudo liberar fue:
—Él te empuja porque te quiere. Es así. Piensa que es mejor así, que todos estén lejos de él. No lo permitas, ¿vale? No le dejes solo. Va a necesitarte —dijo Taehyung sin mirarle.
Jonah se acercó un poco, aparentaba querer darle un abrazo. No obstante, Taehyung se alejó de allí sintiendo un desasosiego terrible por la manera en la que se hacían polvo todos sus sentimientos. Nunca pensó que su primera ruptura sería de esa manera. Pero su estado conmocionado le llevó a frotarse la nariz, tomar una bocanada fría y limpia de aire, y a pensar en Jungkook, recordando el gancho que el pobre chico se había tragado. Nadie había aguantado tantos golpes por estar a su lado.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
La semana de vacaciones estudiantiles eran una auténtica farsa. Tenían más exámenes a la vuelta, prácticas pendientes y la anticipación de unos meses que iban ser los más duros del trayecto universitario. Jungkook había estado intercambiándose mensajitos de texto con Taehyung, quien le contó que esos días estaría viendo a su familia materna en Daegu. Aquello hizo que Jungkook se controlara, no podía invitarle a dar un paseo, no tenía excusas para quedar ni tenía sentido pasarse por la cafetería para robarle algo de su tiempo. Estaba sin opciones, así que iba y venía de aquí para allá con Jimin y Hazel, tomaban alguna cerveza y probaban las tapas, mientras las fechas festivas se sucedían un día tras otro. No es que Jungkook no se lo pasara bien, él estaba de lujo, excepto porque padecía una extraña morriña por Kim Taehyung y no paraba de preguntarse qué podía hacer para que estuvieran juntos.
Al final le escribió un «tengo ganas de hablar contigo», y volvió a guardarse el teléfono en el bolsillo sintiéndose como un capullo. Jimin estaba encendiéndose un cigarro en la mesa de la terraza, Hazel les relataba una historia muy rara acerca de una nochebuena, a los diecisiete años, cuando su prima todavía se la chupaba.
Jungkook ni siquiera estaba atendiéndole, movió la cabeza entre la gente que pasaba junto a las mesas, algunos levantaban las manos y las acercaban a las estufas exteriores del local. El teléfono le vibró en el bolsillo, y su corazón pego brincos en el pecho en anticipación. ¿Era Taehyung? ¿Le habría respondido?
Taehyung (13.21PM): ¡Yo también! Hoy regreso a Seúl. Tengo muchas ganas de tumbarme en mi cama. ¿Cómo te lo estás pasando?
Jungkook sonrió un poco, en su estómago había una tormenta de mariposas revolucionadas. Ahora tocaba mover ficha. O al menos, intentarlo.
Jungkook (13.22PM): Algo aburrido. ¿Vas a ir mañana a la fiesta de la universidad?
Taehyung (13.22PM): No lo sé. ¿Vas a ir tú?
Él no estaba seguro. Es más, pensaba no hacerlo, a no ser que...
Jungkook (13.22PM): Sí.
Taehyung (13.23PM): Vale, te veo allí. Le diré a Minho de ir.
Victoria. Bingo. Éxito. Gloria. Todo eso era lo que acababa de sentir Jeon Jungkook. Pero él, como un experto, agregó con disimulo:
Jungkook (13.23PM): Hay karaoke.
Taehyung (13.24PM): ¿Me estas invitando a cantar?
Jungkook (13.24PM): Ni de coña. Ja, ja, ja.
Taehyung (13.24PM): Uh, ¿a Jungkookie le da vergüenza cantar? Seguro que se te da bien. ¿Hay algo más que quieras hacer?
Jungkook pensó que quería comérselo a besos. Y eso sí que se le daba bien.
—¿Puedes dejar ya los mensajitos? —dijo Jimin juguetonamente, asomándose a su lado.
El chico sacudió la cabeza y se guardó el teléfono móvil con velocidad en el bolsillo. Le miró muy discreto, Jimin arqueó una ceja y se juró que era un travieso. Pero ese día iban a pasárselo bien entre amigos, socializar un poco y recuperar sus viejos hábitos.
La noche de nochevieja cayó casualmente en viernes. El campus estaba menos verde, con árboles y arbustos cuidados pero marchitos por las frías temperaturas de esos días. El edificio de los clubes, que contenía un enorme pabellón deportivo tenía la pista de baloncesto preparada y llenas de mesas que habían sido colocadas allí por el club de estudiantes. Había comida, un karaoke, bebidas, y buena música. En la parte exterior se alojaban todos los fumadores y la muchedumbre formaba pequeños grupos que parloteaban sin parar, saludándose y juntándose enérgicamente tras unos días de descanso universitario. Jungkook llegó, y su amigo Jimin sacudió un brazo para que le ubicase. El muchacho se unió a él y a Kim Namjoon, un tipo de cuarto grado con el que apenas compartía clases y al que tan solo debía quedarle alguna esporádica práctica pendiente.
—¿Qué hay? —le saludó Namjoon, que era bastante alto y atractivo.
—Buenas, ¿qué pasa? —contestó Jungkook, e intercambió su amigo su, no tan elaborado como en el instituto, saludo de puños.
—Tío, Namjoon me estaba contando sobre su trabajo. Está en el Weekly Seoul —dijo Jimin.
—¿En serio? ¿Ese periódico? —preguntó Jungkook algo distraído.
—Mi madre corre a cargo de los gastos del equipo técnico desde hace unos meses. Compró las acciones y ahora está intentando levantar el proyecto con otras ideas. Necesitaban a alguien más de apoyo informático, entradas de sistemas informativos, programación y todo eso. No es un trabajo como tal, solo estoy ayudándole a coordinar. Recientemente han implementado unos sistemas más modernos y están buscando a gente con la que ampliar el equipo. Es un buen negocio —Namjoon se encogió de hombros—. Todavía les faltan fotógrafos, escritores de prensa...
—Suena bien —manifestó Jimin.
Jungkook parpadeó. Una bombilla se encendió en su cabeza.
—Así dejarán de molestarme diciendo que solo utilizo su dinero. Es un coñazo —decía Namjoon.
—¿Necesitan fotógrafos? —formuló Jungkook en voz alta, sorprendiéndose a sí mismo por haberlo soltado.
—Tal vez —Namjoon pestañeó—. Tendría que preguntar, lo he dicho un poco por decir. ¿Conoces alguno que esté empezando o qué?
¿Que si conocía alguno? Jungkook estaba pensando en sí mismo, aunque aquello no tenía ningún sentido. Nunca había pensado en ser fotógrafo si bien la fotografía le apasionaba. Taehyung era el único que le había dado un poco de coba y de alas.
—Eh, no. Es que...
Sus pupilas identificaron a Taehyung, el chico caminaba por el campus en compañía de su amigo Minho. Jungkook perdió el norte y el habla, y dobló la cabeza abriendo la boca de nuevo, pero Jimin y Namjoon ya estaban en otro asunto como si nada hubiera pasado. Jungkook se guardó las manos en los bolsillos de los jeans, siguiéndole con la mirada. Ellos se unieron a varios chicos y chicas saludándoles, Taehyung se rio animadamente y su corazón floreció como una amapola.
Premeditadamente, les dijo a Namjoon y a Jimin que se verían en un rato, y se desligó de estos. Pasó junto a Hazel y un Erik distraído que ya llevaba como seis cervezas del tamaño de una jarra. Jungkook se pasó la lengua por el labio inferior, clavando los iris castaños oscuros en Taehyung, como una pantera parsimoniosa. Él rodeó a su grupo andando por la derecha y pasando junto a la barra del puesto móvil que vendía perritos calientes.
Taehyung se dio cuenta de que estaba allí. Solía notar su presencia, Jungkook capaz de hacerle saber que alguien miraba a su nuca o que se acercaba por su izquierda. Por eso gravitatorio. Atrapaba la mirada de las chicas, aunque el grupo de personas con quienes hablaba ni siquiera parecía saber de su existencia. Era mejor así. Taehyung terminó su conversación con Lara con una risita, ella era chica muy tierna con la que Minho también mantenía su amistad. Aprovechó el momento en el que Lara se inclinó hacia a Minho contándole una anécdota divertida sobre su cena familiar, y Taehyung se fue hasta Jungkook con un cosquilleo por saludarle.
Casualmente, Jungkook estaba detenido a unos metros con manos en los bolsillos y sin nadie alrededor. Disimulaba muy bien que estaba esperándole.
—Hola —dijo Taehyung.
—Hola —contestó el contrario con normalidad, recorriéndole con miradita por encima muy familiar—. ¿Cómo te ha ido?
—Muy bien —afirmó Taehyung levemente—. Quieres, uh, ¿vamos para allá? —indicó con la cabeza hacia el camino de puestos de comida y bebidas.
—Claro —asintió Jungkook, y alargó su zancada para andar a su lado.
No sabía muy bien qué empezar decirle. Cómo hablar. ¿Debía preguntar por sus exámenes? ¿Por su familia? ¿Era políticamente correcto decir que le había echado de menos?
—Jon y yo hemos cortado —enunció Taehyung en voz baja, pero audible—. Definitivamente —le miró de medio lado.
Jungkook le observaba con atención, sorprendido por la precisión de sus palabras. Podía ver el fondo dañado del chico y esa increíble valentía con la que se había alzado para sobrellevarlo. Y aunque fuera horrible, Jungkook se sintió aliviado, un poco exaltado, pensando que Taehyung se había liberado de una buena, y tal vez, eso le daría una oportunidad.
—¿Estás bien respecto a eso? —preguntó con un aire sensato.
—Por lo menos ha sido sincero en el último momento —asintió Taehyung guardándose las manos en los bolsillos.
Jungkook sintió una pequeña punzada molesta por eso. Taehyung valoraba la sinceridad con una pureza admirable, y él se preguntaba qué diablos podría llegar a pesar de él si supiera lo que una vez le atrajo para cazarle.
—Si no hubieras estado conmigo aquel fin de semana —proseguía Taehyung caminando a su lado—, no hubiera sido nada fácil para mí...
—Para eso estamos los amigos, ¿no? —masculló el pelinegro.
Taehyung parpadeó mirándole con dulzura. Deslizó sus ojos hasta el suelo, y Jungkook notó que en su rostro estaba apareciendo una sonrisita muy mona. ¿Estaba riéndose de que utilizara la palabra amigos entre los dos? Wow. Qué descarado para ser Taehyung el que había reaccionado.
—¿Cómo te va a ti?
—Bastante bien —simplificó Jungkook, y desvió el rostro—. Después de los exámenes, creo que no catearé tantas.
—Estudiar sirvió de algo —ironizó Taehyung.
—Quién lo diría —agregó sarcástico.
—Es como un hechizo mágico.
—Podría haber sido mejor, supongo, pero...
—Creo que lo estás haciendo bien —le cumplimentó el muchacho.
Jungkook se sintió fugazmente tímido y apreció el apoyo. Era sutil, pero ahí estaba, como el dibujito de su gato y buenos deseos escritos justo debajo. En su despiste, Taehyung extendió el dorso de unos dedos y le rozó la cara muy brevemente. Jungkook le miró aturdido, como si alguien hubiera dado un pistoletazo y él se hubiera empanado. Taehyung no era consciente, pero él era solo y exclusivamente la única persona a la que le permitía tener aquel tipo de gestos como el de tocarle o abrazarle. Una especie de reflejo físico le hacía sentirse sacudido y violentado con el resto de la población que invadía sus fronteras físicas.
—Te has recuperado, apenas se nota el golpe —comentó Taehyung, de ahí que le hubiera rozado justo por encima de la magulladura que ya iba tomando sus días.
—Bueno, llevo maquillaje —reconoció Jungkook con una modesta mirada.
—¿Mhn? —emitió él, y se acercó un poco para verlo de cerca.
Jungkook arrugó un poco el ceño, ¿era necesario que se cerciorase? La posterior sonrisita de Taehyung le delató y el chico se derritió junto aquel sol. Era insufrible.
—¿No te duele?
—Ni un poco.
—¿De verdad?
—Sí...
Insufrible y adorable. Tras aquel intercambio rápido y suave de frases, Minho llamó a Taehyung y aceleró el paso para unirse a los chicos. Sus ojos se depositaron directamente en Jungkook, como los hacían los de todos. Pero en discrepancia, el pelinegro pensó que Minho computaba con algo más. Y él empezaba a estar seguro, segurísimo, de que ese chico bajito y muy amigo de Taehyung sabía más de lo que hablaba. Por qué, si no, ¿le sondeaba como si averiguara si era o no válido? No confiaba en él, de todo.
Minho saludó a Jungkook y luego conversó con Taehyung con más normalidad. Los dos parecían hambrientos, Taehyung le preguntó si quería acompañarles a pedir algo, y sin dudarlo, Jungkook se unió a ellos. Se pasaron por una furgoneta que vendía tacos y ordenaron algo para comer, que luego fueron mordisqueando en ese corto paseo por el campus bajo el cielo nocturno. Jimin vio a Jungkook y se aproximó a ellos muy sonriente, echándole un brazo por encima de los hombros a su amigo.
—Hombre, mira a quién tengo aquí. El escapista profesional de mi amigo —masculló lo último.
Jungkook le lanzó una mirada para que le dejara un poco de espacio. Jimin le soltó y con todo el buen ánimo del mundo, saludó a Taehyung y Minho, y se presentó ante el último. Él ya había decidido ganárselos, especialmente a Taehyung, a quien le preguntó cómo le había ido y si había visto ya la zona de karaoke. A Jungkook le dio pánico pensar que iban para allá; sabía lo que venía después de eso, Jimin tocándole las narices para que agarrara el micrófono y Taehyung diciéndole cualquier frase lo suficientemente sensata para terminar haciéndolo como un bellaco.
—Vaya, quiero verlo —dijo Taehyung emocionado.
—¡Vamos! ¡Hay una cola de muerte! —Jimin pegó un salto, y miró a Jungkook—. ¿Os animáis o qué? Todavía queda una hora para las doce —comprobó su teléfono.
Jungkook carraspeó un poco, pasándose una mano por la nuca.
—Yo iré a por unas bebidas —contestó Minho en lugar de él—. Oh, ¿quieres acompañarme? —le preguntó a Jungkook.
Le acababa de salvar la vida, así que él asintió tratando de escabullirse temporalmente.
—Como queráis, estamos por allí —señaló Jimin. Posó la palma en el brazo de Taehyung y con una pasmosa naturalidad, se lo llevó con él no sin antes dedicarle a Jungkook un movimiento de cejas que le desafiaba con un «ven a por él si tanto lo quieres, campeón».
No pudo evitar sentirse un pelín receloso porque Jimin se lo llevara con él. Era complicado de explicar, pero sentía que Taehyung era suyo. Le acobardaba inevitablemente que alguien de su entorno pudiera alejarle, darle una mala impresión o lastimarle. Ni siquiera tenía sentido sentirse así con Jimin, él era un bomboncito en el fondo y sabía cómo tratar bien a la gente.
Jungkook comenzó a caminar con Minho en la dirección opuesta, buscando unas bebidas que llevarse.
—Nunca hemos hablado, ¿eh?
—Ah, ya —exhaló Jungkook tornando su expresión a algo más sociable—, ¿qué tal? ¿Cómo te han ido los...?
—Jungkook, puedo llamarte así, ¿verdad? —le interrumpió el chico—. Sé que estás muy interesado en Taehyung —fue directo al grado.
Vaya. Jungkook le miró con ojos muy abiertos.
—¿Sí?
—No te preocupes, solo me ha contado lo de que te ayudaba a estudiar. Es que soy muy observador —sonrió Minho con una expresión afable. Las comisuras de sus ojos se arrugaban antes de volver a abrirlas—. No puedo evitar pensar en lo mal que lo ha pasado últimamente con su ex. ¿Sabes? Le conozco desde que éramos unos críos. Le he visto muy enamorado de Jon, y diría que nunca había sentido eso por nadie más —dijo más serio—. Y si me permites el atrevimiento, ah, ver cómo le miras, me ha hecho volver a preocuparme por él.
¿Cómo le miraba él? Jungkook se sintió un poco zarandeado al descubrir que Minho le había tenido en el punto de mira desde el principio. Y él que pensaba que había sido discreto y sibilino.
—¿Vas a seguir haciendo esto?
—¿Qué?
—Que si vas a seguir. No te estoy diciendo que no lo hagas, pero, uh, él es mi amigo, Jungkook —declaró muy firme—. Y no sé si puedo volver a pasar esto. No quiero verle destrozado como con lo de Jonah.
—Yo, no...
—Eres libre, por supuesto, y él también lo es si quiere acercarse a ti. Pero no le hagas daño —Minho bajó la cabeza, y con ello el tono de su voz se ensombreció—. Porque si lo haces...
El chico volvió a mirarle con unos iris castaños oscuros, muy reservados.
—Si lo haces voy a ir a por ti —finalizó.
Min Minho acababa amenazarle a Jungkook de manera directa y muy clara. Él no se sentía perturbado, pero le escrutaba evaluando el valor que le había echado. No podía ser fácil para alguien como él, un estudiante del montón (sin ofender), enfrentarse a uno de los niños guaperas y ricachones de la S.N.U. Por ese motivo, lo calificó como que era debía ser un buen amigo para Taehyung. Le estaba protegiendo de un segundo golpe emocional.
Y en una versión más inmadura de Jungkook, él le habría respondido y de paso, vacilado, porque, claro, ¿quién diablos iba a frenar una caída que se profesaba por su propio peso?
—No quiero nada de eso —contestó con la verdad.
—Mhn —Minho se mordió un poco el labio—. Ah, ya lo sé... Espero no caerte mal por lo que acabo de decir. No es que no me gustes, es que no te conozco —se excusó Minho con un toque indulgente, y sus ojos sosegándose—. Pero Taehyung no para de hablar de ti —le contó con una risita.
Jungkook sintió ilusión, le agradeció a Minho que se preocupara por el chico y le confesó sin miramientos que le gustaba mucho. Ellos se hicieron con unas bebidas en uno de los pequeños puestecitos navideños, se ocuparon las dos manos y volvieron sobre sus pasos, yendo un poco más allá y acercándose a la zona del karaoke de la que los chicos bajaban riéndose. Ver a Jimin y a Taehyung compartiendo unas risitas esporádicas con tanta química y naturalidad, le dejó para el arrastre.
Ellos habían cantado una canción de la lista de títulos disponibles. Taehyung se había avergonzado un montón al principio, pero se abrió y relajó gracias a que Jimin parecía no conocer la palabra vergüenza. Era increíblemente animado, extrovertido y bastante jovial. Entendía por qué se llevaba bien con Jungkook, pues, aunque él tenía fama de lo mismo, Taehyung había descubierto que el muchacho era algo más formal, reservado y prudente. En la fila que hicieron para esperar su turno del karaoke, Jimin le soltó a Taehyung por toda la cara que Jungkook estaba muy pillado con él, pero que como era un testarudo, le costaba hablar de eso. A Taehyung le zumbaba el corazón muy rápido, sentía un rubor subiendo por su cuello hasta el rostro y no pudo quitarse sus palabras de la cabeza el resto de la noche. Minho y Jungkook volvieron con las bebidas, y todo fluyó de maravilla, conversando en grupo y compartiendo cosas.
Antes de las doce, fueron hasta una de las colinas del campus, tomaron sus chupitos de gelatina entre los dedos y esperaron entre la muchedumbre a la cuenta atrás. Había farolillos y lucecitas por todas partes, gente encendiendo las linternas de los móviles, fotografiándose, abrazándose y riendo en voz alta. Algunos sostenían bengalas de navidad, que prendían con mecheros y sacudían en el aire liberando chispas en tonos dorados. Un proyector mostraba la imagen del centro de la ciudad, en la que la torre de un reloj tocaba la campana erigiéndose una cuenta atrás. ¡Tres! ¡Dos! ¡Uno!
Y la gente empezó a festejar. Jungkook levantó la cabeza llevándose el chupito de gelatina a la boca y se lo tragó de una. Sabía a Coca-Cola. Todo el mundo celebraba, Jungkook vio a una pareja besándose, a otras dos chicas más, arriba, uniendo los labios en ritual. Había miles de maneras de comenzar el año nuevo y una de esas era la más clásica y especial de todas: el beso, que traía buena suerte y positivismo en el mismo año. Jimin salió disparado pegando saltitos hasta Hazel, que estaba a un lado saltando con unos amigos, y abrazó a varios colegas.
Lara se acercó para felicitar a Taehyung y a Minho, el segundo le dio un gran abrazo, y alguien pasó detrás de Jungkook empujándole sin querer y provocándole dar un paso hacia delante y chocar con Taehyung. Los dos se miraron. Taehyung tenía el vaso del chupito también vacío, entre los dedos, y sus párpados cometieron el amago de entornarse con los iris verdes posándose en sus labios.
Fue como un tirón de gravedad, inexplicable y mágico. Jungkook inclinó un poco la cabeza y Taehyung se estiró levísimamente para acabar con la distancia que había entre sus labios. El sutil y perfecto contacto hizo que sus corazones danzaran. El castaño levantó la mano libre alcanzando el cuello de su cazadora vaquera, y mantuvo el maravilloso contacto un poco más. Un petardazo abrupto los separó de un brinco, los dos levantaron la cabeza hacia el cielo, donde unos fuegos artificiales de colores se elevaban por encima de la facultad como celebración. Había muchísima gente moviéndose por todas partes, sin que nadie pareciera haberles prestado ni un poco de atención. Y si alguien lo hacía, ¿qué más daba?
—Me encantas —le alargó Jungkook con vehemencia, cuyos ojos estaban sobre él ignorando los fuegos artificiales.
Taehyung se relamió, sintiendo el hormigueo en la piel de sus labios, el pálpito de su pecho y el nerviosismo. Enlazó una mano despacio con la de Jungkook, deslizando sus finos dedos por el dorso de esta. El corazón del pelinegro se precipitaba de mala forma, advirtiendo cómo el contrario rebuscaba entre sus palabras algo que podía tumbarle con la fuerza de otro gancho.
—Yo —dijo Taehyung—, no quiero ser solo tu amigo.
—Ah, ¿no? —susurró Jungkook con un despiadado encanto.
—¿Qué piensas sobre eso? —le preguntó muy cauteloso.
—Que no tenemos por qué ir rápido... Todo lo que te ha ocurrido ha sido muy... precipitado...
Taehyung estaba derritiéndose bajo sus ojos castaños y fundidos. Sí, necesitaban ir despacio, conocerse y comprobar sus compatibilidades. En comparación a lo de Jon y Taehyung, el chico había esperado por años a elevar su amistad a otros términos. Pero nunca había sentido tantas ganas de gastarse los labios como con Jungkook. Era una emoción desconocida, que le asustaba un poco y que le abrasaba al pensar en él.
Jungkook estaba haciendo un tremendo esfuerzo por no actuar como un depredador. No quería ser así de injusto con él. Taehyung se hallaba un poco débil y muy lastimado por su ex, pero acababa de reconocerle que había algo entre los dos. Apoderarse de la situación y beneficiarse tan rápido, era un acto demasiado descarado. Aunque ganas no le faltaban.
—Sí, tienes razón.
—Podemos conocernos, y, uhm...
—Me gustas, Jungkook —interrumpió con una adorable inocencia.
Jungkook suspiró profundamente con cierta exaltación, antes de volver a besarle. La intensidad de su roce subió durante unos segundos, Taehyung jadeó ligeramente entre varios de sus besos. Se sintió vibrar a sí mismo, bajo la intensidad de las caricias de Jungkook en su cabello y rostro, habiendo llegado a enterrar los dedos entre los mechones de su pelo para suplicarle unos segundos más de eso. Se detuvieron porque se encontraban en mitad del campus y el ambiente estaba excesivamente concurrido. El pelinegro le soltó con la respiración levemente temblorosa. Taehyung apoyó su frente contra la de él, aun con los ojos cerrados y respirando el compás de Jungkook. Nunca había sentido una descarga adrenalínica así. Nunca nadie le había besado como él. Jungkook tenía la asombrosa habilidad de que sus labios se convirtieran en algo adictivo en cuestión de segundos. El castaño se alejó de él suspirando, con las rodillas tan débiles que prefirió darse un momento mientras se ubicaba de pie en una parte de la mitad del campus.
Jungkook giró la cabeza notando el entusiasmo que se esparcía por sus propias venas. Vislumbró a Jimin a unos metros, él le levantó el pulgar en señal de victoria y Jungkook carraspeó pasándose una mano por el pelo negro. La pasión que sentía por Taehyung no iba a acabar allí ni en broma, pero un beso en público (legalmente deseado entre ambos) no estaba mal.
—Tengo que irme. Le prometí a mi madre que me pasaría después de la celebración por casa para saludar a alguien de la familia —dijo Taehyung con cierta lástima—. ¿Podemos hablar mañana?
—Sí, por supuesto. Te escribiré algo —resolvió Jungkook.
Él pasó por su lado con media sonrisita, rozándole como una pantera satisfecha. Taehyung tembló sintiéndose muy sensible a su contacto. Jungkook era efervescente como las burbujas de un licor y portaba el mismo efecto de embriaguez que cualquier copa demasiado cargada. Aunque pudiera volverse dulce e irritante hasta hacerle rabiar.
—Adiós, ojos verdes —agregó dijo Jungkook y acarició con unos suaves nudillos su mejilla con delicadeza, dejándole allí antes de que el chico se marchara.
Taehyung suspiró en su nombre, encontrándose muy atontado tras todo aquel torbellino de emociones.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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