Capítulo 12

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 12. Manzanilla y Anís

Taehyung entrecerraba los ojos apoyándose en el muchacho, hasta que muy inevitablemente llegaron al aparcamiento del alto edificio. Él bajó con cuidado de la moto y miró a Jungkook sintiéndose muy difuso. Algo desorientado, enredado entre todas sus emociones. El chico guardó los cascos del vehículo, se recolocó la cámara que colgaba tras su omóplato y aseguró la motocicleta antes de llevar la vista.

—¿Por qué me miras así? —dudó Jungkook con despiste—. ¿He dicho algo que te asuste? —agregó dubitativo.

—No —contestó Taehyung caminando perezosamente a su lado—. Es que, mhn, ahora entiendo de verdad qué eres —le dijo con cierto encanto.

—A ver, señor psicopedagogo. Dígame, ¿qué soy? —preguntó Jungkook, mientras rodeaban el edificio.

Taehyung no abrió la boca hasta que Jungkook sujetó la puerta del portal dejándole entrar primero.

—Una especie en extinción, Jeon Jungkook —le llamó, y pasó por su lado, con el pelinegro siguiéndole con media bonita sonrisa.

Arriba, en el apartamento, se separaron brevemente mientras Taehyung dejaba el abrigo y el bolso en su dormitorio, y Jungkook iba de allí para acá con el teléfono móvil comprobando la oferta de restaurantes disponibles para pedir algo a domicilio. Taehyung se arrodilló en mitad del pasillo para rascar a Buddy, que parecía súper entusiasmado por tenerle de vuelta en el mismo día. Para Taehyung había sido un día menos pesado y latoso de lo que acostumbraba, y sólo tuvo que levantar la cabeza para contemplar a su causa.

—¿Te gusta el sushi? —preguntó Jungkook, alzando brevemente la mirada de su pantalla de teléfono. Él estaba apoyado con un hombro en el arco de la cocina, en vaqueros y camiseta, descalzado, y habiendo abandonado la cazadora de cuero por algún sitio.

Y estaba tan guapo e informal, que parecía Taehyung se había tragado su propia lengua pensando en cómo Jungkook le había besado por la mañana.

—¿Eso es que no? —volvió a cuestionar Jungkook, mirándole—. ¿Prefieres otra cosa?

—No, el sushi está bien. Me encanta —afirmó incorporándose con Buddy entre los brazos.

—Vale, entonces pediré algo variado —dijo él, pasándose la lengua por los dientes.

Taehyung le dijo en ese momento si le importaba que tomara una ducha. Jungkook contestó que el baño era todo suyo, y también que podía tomar la ropa que le había dejado para dormir, si así iba a estar más cómodo. Perdió de vista al ojiverde durante unos minutos, oyendo el sonido del agua correr en el interior del cuarto de baño. Jungkook realizó el pedido on-line y se repantingó en el sofá con un suspiro, estaba hambriento y no podía imaginarse cómo debía sentirse también Taehyung.

Se preguntó si esa noche debería dejarle descansar en una habitación de invitados. Técnicamente, cualquier recién llegado podía quedarse alguna de esas, ya que todas estaban limpias, vacías y preparadas para ser usadas. Pero, ¿no sería eso relegarle demasiado pronto de su cama? Él le había picado con eso, pero, no le importaba si prefería dormir en su dormitorio. Jungkook se mordisqueó el labio un poco, su corazón pegaba trompos pensando en esa suma de tonterías y en lo bien, lo cómodo y confortado que se sentía después de haberle contado algunas cosas.

Taehyung apareció al cabo de un rato con el cabello húmedo y otra ropa, tenía el teléfono en la mano y le preguntó a Jungkook si podía prestarle un cargador antes de que su dispositivo muriera. Jungkook se levantó para comprobar la clavija de carga de su teléfono y luego rebuscó en un cajón hasta dar con un cargador universal.

—Bua, ¡me muero de hambre! —suspiró Taehyung teatralmente, frotándose la barriga.

—La comida debe estar a punto de llegar —dijo Jungkook sosegadamente.

—¿Qué has pedido, al final? —preguntó el contrario con un ánimo muy goloso.

—Un wok, pan chino, una bandeja de sushi —estaba enumerando—, y no sé qué más...

Taehyung soltó una risita glotona. A Jungkook se le hizo muy adorable, estaban sentados en la mesa cuadrangular del salón, que era de una pesada madera con el centro de cristal, muy moderna.

—¿Has avisado a tu familia de que te quedarás aquí? —formuló Jungkook con suavidad.

Taehyung asintió con la cabeza, se mordía el interior de la boca un poco pensando en que debía comentárselo.

—Tenía un montón de llamadas perdidas. Creo que todos han estado preocupados por mí. Jon quiere hablar conmigo, y Leo, ah —exhaló Taehyung, peinándose unos mechones castaños oscuros de forma distraída con los dedos—. Él es demasiado testarudo. No va a entender que necesito alejarme lo suficiente para sanar la grave herida que me han infringido —dijo conteniendo el dolor.

—No te preocupes, estoy aquí. Puedes quedarte aquí todo lo que necesites —le alentó Jungkook—. Y aunque mi padre volviera mañana mismo, no creo que eso suponga un...

—Jungkook, no sé si es bueno que me refugie en ti —dijo Taehyung con una triste y dulce sonrisa.

En un brote de efervescencia, Jungkook deseó decirle que podía usarle todo lo que necesitara. Pocas veces se había visto a sí mismo tan vehemente y colgado por alguien, así que solo se mordió la lengua. El timbre del apartamento resonó a sus espaldas, y Jungkook se levantó inmediatamente para atender al repartidor de comida. Taehyung le siguió quedando rezagado en el pasillo. El repartidor no entró por el ascensor (aquel acceso se encontraba restringido y era exclusivo a los convivientes y vecinos del edificio), sino que tocaba a la puerta con insistencia. Jungkook la desbloqueó y saludó al tipo de la gorra amarilla, que le entregó dos bolsas de papel cuidadosamente. Él le dejó una pequeña propina al jovencito y cerró la puerta tras su espalda, con Taehyung haciéndose cargo de la segunda bolsa. Lo abrieron todo en el salón, el sushi venía en una bandeja en el interior de una elegante caja de plástico y lo demás en unos recipientes muy monos con lazos rojos y las etiquetas de la cadena de restaurantes.

Jungkook sugirió llevarse la comida a la mesa café, así que terminaron desplazándolo todo allí y se sentaron en el sofá para comer más cómodos, aun con el riesgo de manchar la alfombra o los cojines.

—Se les han olvidado los palillos —comentó Jungkook, levantándose fugazmente.

—Uh, ¿en serio?

El chico no tardó casi nada, regresó con un par en la mano y le ofreció el otro par de palillos metálicos que había traído de la cocina a Taehyung.

—Ten.

Taehyung los tomó y estuvo picoteando de todo, los makis, los rollitos de saltón, los trozos de gambas rebozadas y el pollo al limón. Le dio un bocado al pan chino y murió del gusto. Su estómago había dejado de contraerse ese rato, Jungkook tenía una especie de efecto balsámico. Como ese sobrecito de manzanilla y anís que su madre le preparaba en algunas infusiones las noches en las que le dolieron el estómago de pequeño. Estaba delicioso, y por los envoltorios y los recipientes de la cena, Taehyung pensó que el muchacho debía haber pedido en un buen restaurante.

—¿Te gusta? —se aseguró Jungkook, masticando.

—Mhn —Taehyung asintió felizmente con la cabeza, masticando su bocado.

Al pelinegro no le cabía duda. Solo tenía que ver su carita feliz, su silencio y lo mucho que estaba comiendo para declarar que Taehyung había vuelto a ser el mismo, dejando las timideces y cohibiciones a un lado. En un acto impulsivo, Jungkook extendió los palillos y agarró una de las piezas de sushi.

—Prueba este, Tae —emitió con una aparente inocencia, ofreciéndoselo.

Taehyung adoraba la acortación de su nombre en sus labios. Tragó su propio bocado e inclinó la cabeza para alcanzar lo que Jungkook le ofrecía cortésmente desde sus palillos, atrapándolo con cuidado con la boca. Y le encantó. Ahí estaba de nuevo, sintiéndose muy atendido y mimado por Jungkook, que le miraba con una especie de adoración que podía frenar la rotación del planeta. El probó otro trozo igual y lo empapó en la salsa que el muchacho apuntaba con el dedo. Se sentó de rodillas en la mullida alfombra de algodón con el gato alojándose cómodamente en su regazo, y él poniéndose morado de tanto comer.

En ningún momento Jungkook le insinuó que quizá se estaba pasando o que podía cortarse un poco. En su lugar, el chico abrió una cerveza tirando de la anilla y tomó un refrescante sorbo con una sonrisita, disfrutando de ver a Taehyung tan bien.

—Buddy, menudo vendido que eres. Siempre te vas con los desconocidos.

—Yo no soy ya un desconocido. He dormido con él —le defendió Tae, como si fuera su cachorro.

Jungkook le echó una miradita envidiosa porque él veía la realidad: su gato se le había adelantado por la izquierda. ¿Significaba eso que esa noche podría decirle de dormir juntos?

El timbre del apartamento resonó, Jungkook se incorporó despreocupado y dejó la lata sobre la mesa declarando que debía ser que el repartidor estaba de vuelta. Siempre que se olvidaban algo (y pasaba muy a menudo), desde un refresco a unos simples palillos, regresaban para traérselo con alguna compensación. Él empezó a pensar que tenía que haber pedido algo dulce para el postre, ahora que Taehyung parecía estar con tanto apetito. Mientras tanto, el castaño se quedó en el salón con las mejillas llenas, fugazmente sintió lástima por Jungkook, que se había levantado muy diligente. El muchacho dejó los palillitos sobre la bandeja de sushi asaltada y desolada, y se levantó para ir tras él y echar un vistazo.

De repente, Taehyung se quedó paralizado. Algo terrible comenzó a reptar por su garganta ascendentemente al escuchar aquella voz familiar.

—Es mejor que esperes afuera. Debo preguntarle primero —decía Jungkook.

—Soy su hermano. Tengo que verle, ahora, es necesario —remarcó aquel tío, muy tozudo—. ¿Estoy siendo claro?

Jungkook podía hacerse una idea de su estrés, pero intentó cerrar la puerta por el momento para comunicárselo a Taehyung a solas y tranquilamente. Sin embargo, Leori lo impidió de forma muy brusca, interponiéndose a su cierre. Jungkook bajó la cabeza y se fijó en el pie con el que Leo bloqueaba la puerta. El más joven alzó la mirada muy despacio, contemplando su creciente rabia. Aquello estaba tomando unos tintes violentos que no consideraba necesarios.

—Voy a hablar con Tae —repitió Jungkook calmadamente—. Él es el que tiene que decidir si le apetece hablar contigo ahora o no.

A Leo le molestó enormemente que acortase el nombre de su hermano, y se acercó muchísimo a su rostro, exasperado.

—¿Te crees que me das miedo porque eres un niñato pijo de los cojones que se pudre en dinero? —mascullaba Leori con un timbre amenazante, sus ojos casi escapaban de sus órbitas, y una tensa vena se esbozaba en su frente, por encima de sus cejas—. Podría reventarte los putos dientes y te quedarías tan tranquilo sabiendo que mañana mismo te estarían poniendo unos cuantos nuevos y de oro.

Jungkook levantó una ceja.

—Creo que te estás equivocando conmigo —le lanzó Jungkook, entornando los párpados bajo sus ojos—. Te recomiendo que apartes el pie.

—¿O qué? ¿Qué es lo que vas a hacer? —le provocó en voz baja.

Alguien tiró de su antebrazo repentinamente, y a Jungkook se le cayó el mundo a los pies pensando en Taehyung. El castaño estaba a su lado, con la mandíbula muy apretada y los ojos llenos de lágrimas. La puerta sin el agarre de Jungkook, se abrió de par en par frente a aquel hombre.

—Deberías irte, Leo. Ya le has escuchado —le avisó Taehyung con un hilo de voz que tembló.

Jungkook le miró compasivo, dejando que él se hiciera cargo de aquel penoso conflicto. A todos les iba rápido el corazón, zumbando la adrenalina en sus venas. Jungkook se sentía algo violentado, y no quería imaginarse cómo debía sentirse Taehyung al encontrar con que su hermano mayor había ido hasta allí en un desesperado intento por hacer que regresase.

—Hablemos como adultos, Taehyung. Deja de comportarte como un niño —sentenció su hermano mayor.

—¿Cómo un niño? ¿Yo? —jadeó Taehyung, exasperándose.

Él se lanzó hacia el marco de la puerta y le dio un empujón en el pecho. Jungkook se puso en tensión, aunque se pidió a sí mismo quedarse muy quieto; no podía entrometerse en eso.

—He estado siempre para ti, ¡siempre! —exclamaba Taehyung, perdiendo los nervios—. ¡Incluso cuando papá murió! ¡Yo te cuidaba a ti cuando tú debías haberlo hecho conmigo!

—¡No me culpes por la adicción! —le devolvió Leo, y le sorprendió—. ¡Tú no sabes todas las cosas que tuve que ver hasta que se suicidó!

El silencio se hizo bruscamente entre el vestíbulo el pasillo del edificio, las voces habían estado resonando con un potente y desconcertante eco.

—¿Qué insinúas? —respiraba Taehyung, muy rápido— ¿Qué insinúas, Leo? ¿Papá os...? ¿Qué pasaba con él? —repetía aterrorizado.

—No tienes ni puta idea, y jamás la has tenido —prosiguió con un timbre vacilante—. ¿Sabes por qué? Porque yo te protegía de eso —remarcó, jadeando—. Y créeme, que se matara fue un puto milagro, Tae. Así tú jamás tendrías que vivir lo que yo, y mucho menos el tercer crío que nuestra pobre madre iba a traer al mundo.

Taehyung inclinó la cabeza y rompió a llorar desconsoladamente, con los hombros temblando y sacudiéndose. Entonces, Leo atravesó el umbral de la casa y le agarró por la muñeca con unos dedos casi hirientes.

—Nos vamos —le exigió al chico.

Taehyung se dejó arrastrar unos pasos en los que sacudió la cabeza avisándole de que necesitaba un momento. No iba a largarse. No con él. Todavía tenían cosas que resolver, a pesar de su fragilidad y el dolor que le atravesaba. Jungkook se anticipó con Taehyung, le agarró por la otra muñeca, pero mucho más cuidadosamente, sus dedos se colaban debajo de la manga de la camiseta con suavidad, y su otra mano se posó en el pecho del chico unos instantes. Él le miró con los ojos tristes, brillantes, verdes menta.

—Tae, tu bolso está en mi habitación...

Entonces, alguien le pegó un tirón a su brazo y Jungkook soltó a Taehyung parpadeando.

—Disculpa, ¿tú que tienes que ver en esto? —preguntó Leo con malas formas—. Ah, sí, al parecer no has tenido suficiente con llevártelo todo el fin de semana. Si no que también, tienes que meterte aquí y ahora.

Jungkook levantó una ceja encantado porque lo supiera.

—Leo, fui yo el que se fue con él —se excusó Taehyung evitando una dispuesta sin sentido—. Jungkook no tiene nada que ver —levantó un dedo frente a su rostro.

Jungkook escupió una risa en voz baja instantemente, y soltó algo cuya amargura y sarcasmo no pudo remediar:

—Espera un segundo, ¿preferías que se hubiera quedado contigo para compartir cama con su novio?

Boom. Jungkook recibió un puñetazo en la mandíbula que casi le tumbó. El chaval se sintió atontado durante un segundo, y Taehyung se giró jadeante hacia su hermano empezando a gritarle un montón de cosas que sus oídos no lograron atrapar con atención. Él se tocó la barbilla con los dedos, inclinándose sobre sus propias rodillas, percibiendo el agudo pitido por el que sus oídos zumbaban en su cabeza. Movió la mandíbula un poco a la espera de que no se le hubiera salido del sitio. Y en unas décimas de segundo, el frío que se esparcía peligrosamente por el vértice de su mandíbula haciéndole tener la falsa sensación de que no sentía ningún dolor, expandió como por un pulsador un repentino brote de calor que bombeaba nuevamente sangre a su mandíbula. Y sí, dolía. Dolía un montón.

—¿¡Qué coño haces!? ¡No vuelvas a hacer eso! —le prohibió Taehyung con vehemencia.

Jungkook respiraba despacio, notando que la boca le sabía metalizada y después escupió sobre el pulido suelo del vestíbulo del apartamento saliva ensangrentada.

—Me lo debía a mí mismo —respondió Leo agitando la mano con los nudillos rojizos—. Por si no te has dado cuenta de que se está aprovechando.

Taehyung clavaba sus ojos, brillosos, claros en su hermano.

—¿Qué cojones tiene que ver eso con lo que ha pasado? ¿Con lo tuyo y lo de Jonah? —le arrojó muy herido.

—Nada —Leo sacudió la cabeza—, pero tienes que aprender a protegerte a tiempo de personas así —le señaló con el mentón a Jungkook.

Taehyung fue hacia la puerta con los ojos muy abiertos, casi fuera de las órbitas.

—No vuelvas a meterte en mi vida, Leo. Es más, jamás vuelvas a acercarte ni a tocar a ninguna de las personas con las que me relaciono —manifestó Taehyung tan tenso que podría romperse, con un timbre adolorido— o me pasaré por la comisaría para contarle a uno de esos maderos que guardas pastillas en el segundo cajón de la estantería de tu dormitorio.

El rostro de Leori reflejó su ira y dolor. Pero lo entendía. Era un ultimátum, la brecha que finalmente se había llevado su último vínculo familiar por el retrete. La había cagado. Los ojos de Leo se desbordaron dolorosamente de lágrimas a pesar de la contención de su rostro, y suspiro triste, le echó una última mirada a su hermano y aceptó que debía dejarle en paz.

Leo se dio media vuelta y se marchó por donde había llegado. Taehyung cerró la puerta y se inclinó junto a Jungkook, atrayendo su atención.

—Jungkook, ¿estás bien? —preguntó cargado de culpabilidad.

—De escándalo —murmuró Jungkook, incorporándose.

Notaba que hasta la cabeza le palpitaba, se pasó una mano por la mandíbula machacada y gimió. A este paso iba a tener que comprarse una nueva, como bien le había dicho el hermano del probable amor de su vida. Taehyung le acompañó hasta la cocina, donde Jungkook sacó unos hielos de los que solía pasar por la picadora de hielo, y los envolvió enteros en un trapo, para justo después presionarlos contra su mandíbula. Él se sentó en un taburete de la cocina. Taehyung le dio una servilleta para que se limpiara la boca, inclinándose y escrutando su rostro.

—¿Puedes abrir la boca? ¿Te ha dado en los dientes?

—Ha sido en el hueso. Estaré bien —dijo adolorido.

—Se te está hinchado, ¿quieres que vayamos al hospital?

—S-Sólo es un puñetazo —siseó.

Taehyung le preguntó dónde guardaba el botiquín médico, Jungkook le dio unas leves indicaciones sobre el cuarto de baño, uno de los muebles blancos, el que tenía una puerta a la derecha. Se largó antes de que terminara de explicarle, y regresó en unos minutos en los que Buddy aprovechó para subir a la mesa y olisquearle, Taehyung regresó con el botiquín.

—No estaba en ese mueble, estaba en otro —le informó, arrastrando una silla frente a él.

Colocó el botiquín en la mesa y sacó unos algodones que empapó con agua oxigenada. La mandíbula se le estaba poniendo de un bonito azul oscuro a Jungkook, con la piel levantada. La piel de su mejilla se había aplastado por dentro contra los dientes, y al tragar saliva, el dolor resultaba punzante. Taehyung se acercó mucho a él, rozándole suavemente con el algodón húmedo y frío por aquel lado.

—Creo que en el último mes he recibido más puñetazos que en toda mi vida —dijo Jungkook con un deje de humor.

—¿Cuántas veces te han pegado ya?

—Desde que hablamos, tres. Incluyéndote.

—Lo siento, lo siento mucho —fruncía lastimeramente el ceño.

—Cállate —murmuró el otro, odiando que se disculpara.

Los ojos de Jungkook se posaron sobre él, brillantes y preciosos, aunque hubiese llorado.

—¿Estás bien tú? —formuló Jungkook saltándose cualquier formalidad.

Taehyung sonrió un poco, apartó el algodón y pasó unos dedos alrededor bajo su mentón.

—Eres un cielo —le informó en voz baja.

Le dolía un montón la mandíbula y apenas podía razonar. La situación había sido terrible, unas de las más anecdóticas y violentas que jamás había vivido en su vida. Sin embargo, no vio venir lo siguiente. Taehyung deslizó los dedos hasta su nuca y muy delicadamente, le sujetó y presionó con sus tibios y mullidos labios sobre los de Jungkook. Fue un beso tan suave y corto, tan poco pretencioso, que no pudo evitar suspirar al separarse. Jungkook le miraba con ojos intensos pero confusos, brillantes, como si le preguntase a qué venía aquel beso, aunque él no pretendiera replicárselo ni nada de eso.

Entonces, Taehyung le dijo muy tristemente:

—Me han roto el corazón este fin de semana, Jungkook. No creo que pueda volver a enamorarme de alguien, pero, este beso, te lo merecías —murmuró.

Él le acarició el pómulo contrario con un pulgar, deslizando los iris sobre su rostro, desde los ojos de Jungkook, más dulces, a sus bonitos labios. Pensaba en todas esas horribles cosas que se habían sucedido una tras otra esos días, sin control. No podía más. Taehyung quería afrontar esa difícil fase por sí solo. Volver a la realidad y no permanecer bajo el ala de alguien más, por muy a gusto que se estuviera en su mundo...

Debía atender a su vida.

—Creo que debería volver a casa —le dijo Taehyung muy suave y muy triste.

—Tae —tembló Jungkook como negativa.

Él le apretaba una mano a la que Taehyung correspondía con un similar apretón de dedos.

—Jungkook, mírame. Nos veremos en clase mañana. Pero tengo que volver a casa ahora, y afrontar mi vida. No puedo seguir escondiéndome aquí —dijo bajando la cabeza y mirando sus dedos apretados—. Y eso no significa que no haya sido feliz contigo estos días.

Jungkook se tragó la saliva metalizada, y de paso el barrullo de emociones que le estaban zarandeando por dentro. Taehyung. Puñetazo en la mandíbula. Besos. Está bien, tenía que dejar de agarrarse a él como si fuera algo suyo. Taehyung tenía razón, debía volver, y después, cuando esa basura pasara, tal vez tendrían su momento. El pelinegro asintió con la cabeza tras un suspiro muy discreto.

—¿Quieres que te lleve? —soltó.

De repente, Taehyung le asaltó con un abrazo, apretando los brazos alrededor de su cuello. Jungkook ahogó un gemido de dolor agudo, similar al de un chucho herido.

—¡Ah, ah, ah!

—Vale, pero que sea en la moto —musitó el otro caprichoso.

—¿No decías que no te gustaban nada? —balbuceó Jungkook, totalmente aturdido, pero con los brazos rodeando la espalda del contrario.

—No tanto —murmuró Taehyung, queriendo poder abrazarle una vez más.


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.


Sí, todo fue violento y desconcertante. E incluso abandonar el apartamento de Jungkook cargó de una extraña lástima a Taehyung. Pero él necesitaba hacer una cosa urgentemente: pasar página de todo aquello. Podría intentar perdonar a Leo, tal vez, a Jonah, cuando le diera sus motivos para haberle partido el corazón en pedazos. Taehyung también se dio cuenta que una retirada a tiempo protegería de sus escamosos asuntos a Jungkook. Él no tenía por qué sufrir aquello, suficiente tenía con ser un amor y haberle tratado con tantísimo tesón.

Al bajar de la motocicleta una última vez, Taehyung se sacó el casco y levantó la cabeza hacia su casa. El porche vacío. El exterior levemente iluminado por las luces del exterior. La ventana del salón reflejaba que su madre todavía estaba despierta. Sabía que le iba a llenar a preguntas en cuanto entrara. Taehyung toqueteó el casco entre sus manos y se lo ofreció a Jungkook, quien lo guardó en silencio bajo el asiento. Aun con el suyo entre las manos, echó una pierna sobre la moto y miró a Taehyung. Tocaba despedirse.

—Ojalá hubiera durado un poco más —le dijo Taehyung.

Jungkook le miraba sin saber muy bien que decir, contenía un montón de cosas que creía que si dejaba escapar no podría volver a retenerlas. Volvió a quedarse quieto cuando Taehyung apoyó una mano sobre el dorso de Jungkook, que sujetaba el manillar. El castaño le acarició el pómulo, justo por encima del hematoma del golpe. Él se derretía con sus ojos chocolate bajo su contacto, y no sabía cómo agradecerle todo como quería hacerlo. La cena, dormir en su casa, que le hubiera llevado y traído del trabajo...

—Nos vemos mañana a primera, playboy —dijo Tae con delicadeza, y echó un paso hacia atrás por el bien de los dos, dejándole ahí parado.

—Buenas noches —contestó Jungkook sin bajar de la motocicleta.

Le vio volverse y atravesar todo el porche para luego desbloquear la puerta. Taehyung le miró por encima del hombro antes de entrar y definitivamente cerrarla tras él. Así dio por terminado su fin de semana.

En el camino de vuelta, Jungkook sintió esa especie de orgullo de viril trágicamente machacado por el golpe del hermano mayor de Taehyung. Jamás le había visto antes, y ahora tenía claro que no se parecían en lo más mínimo. Una vez en el apartamento, recogió las cosas y se metió en la cama notando el bajón. Jungkook le dio la vuelta a la almohada, deseando que el olor de Taehyung no alterase su sistema. El asunto no le dejó pegar ojo por la noche, se le hizo tarde y finalmente se quedó sopa de madrugada. Por culpa de ello, tuvo dolor de cabeza cuando sonó la alarma por la mañana. Se sentía aturdido, con un palpitante dolor de mandíbula que no le había dejado dormir del lado izquierdo, y un incipiente mal humor. Jungkook se dio una ducha rápida y se puso el uniforme. Miraba y volvía a comprobar el teléfono de manera compulsiva, esperando no recibir ningún mensaje raro de Taehyung. Frente a al espejo, descartó utilizar maquillaje con el que cubrirse aquel golpe.

Le daba igual lo que pudieran pensar los demás. Él agarró su mochila y se largó hacia la universidad antes de lo normal. No mucho después, paseaba con tranquilidad echándole la bandolera de nuevo al hombro. Saliendo del párking, Jimin le vio a lo lejos y se apresuró para alcanzarle.

—¡Eh! ¡Kook! —le llamó.

Jungkook volteó la cabeza y saludó al muchacho.

—Oh, ¿qué te ha ocurrido? —se detuvo frente a él con ojos muy amplios—. He estado esperando a que me llamases todo el fin de semana —volvió la cabeza, vislumbrando el moretón de su mandíbula—. Joder, ¿te has vuelto a pelear?

Jungkook resopló.

—¿Por dónde... empiezo? —formuló sin ánimos.

—Mira, Jungkook. Mis padres tienen varias clínicas dentistas —ironizó Jimin—, y eres mi mejor amigo. Te harán un descuento.

—Ja, ja —simuló Jungkook.

Jimin le dio una palmadita en la espalda, su mirada se suavizó un poco.

—¿Te has tomado un analgésico? —le preguntó.

—Sí, antes de salir —sacudió una mano restándole importancia.

—¿Y bien? ¿Me vas a decir qué pasa o no?

Jungkook tomó aliento, le miró de medio lado y luego chasqueó. Bien, ahí se iban un montón de cosas que se había estado guardando y necesitaba fervientemente liberar. Tenía sentimientos por Taehyung, había pasado el fin de semana con él tras un fortuito encuentro, y su hermano le había zurrado en la puerta de su casa solo porque él le había ofrecido refugio tras una traición más que personal con su novio. Tenía cojones el asunto.

Antes de que el timbre tocara, Jimin se llevó una mano a la cabeza.

—Y yo que iba a decir que había ido al cine con mi primo —liberó su pobre amigo.

—¿No ha pasado todavía? —dijo Jungkook junto al edificio.

Él arrastraba los iris por encima de todos los estudiantes que pasaban, colándose por la puerta de la enorme recepción universitaria. Jimin le pegó un codazo, sacándole de su obsesión. Al principio, porque estaba de caza, y ahora parecía en las nubes, como globo aerostático.

—Oye, ya sabía que te gustaba una barbaridad —soltó Jimin sin control alguno—. Pero Kook, ten cuidado, ¿vale? No quiero que esto te haga daño.

—¿Qué te piensas que soy? ¿Una princesita? —Jungkook le miró ceñudo.

—Princesita no, pero, uh. Estás muy enamorado, joder.

Jungkook se atragantó extraordinariamente con su saliva. Se inclinó sobre sus rodillas tosiendo con fuerza, mientras la mandíbula le daba el viaje de su vida. Jimin le tocó la espalda gentilmente con varias palmaditas, recordándole que se respiraba con los pulmones y se debía tragaba con la garganta. De repente, Jimin dio un respingo, y saludó a alguien más. El corazón de Jungkook le marcó unos pálpitos decisivos, vio sus delgadas y largas piernas en primer lugar, levantó la cabeza lentamente y luego se enderezó para mirarle a una altura más normal.

—Hola, Taehyung —Jimin esbozaba la sonrisa más amplia de todo Seúl.

—¡Hola! ¿Qué hay? —contestó Taehyung amablemente, y miró a Jungkook con un poco más de formalidad. En unas décimas de segundos, los dos se sintieron conectados por un relámpago invisible, cargado de un centenar de escenas que les unían—. ¿Cómo estás, Kook? —formuló con una pasmosa naturalidad.

—Uh, ah, bien —balbuceó como un estúpido.

Jimin le miraba por el rabillo del ojo con unas ganas impresionantes de descojonarse de su balbuceo. ¿Es que se había vuelto tonto del culo? El amor era la droga de los idiotas, como bien decían.

—¿Y tú? —le costó devolver a Jungkook.

—Bien, también. Mhn, me llevé esto el otro día sin querer. Ten —Taehyung le ofreció una bolsita, que Jungkook tomó y miró por encima.

No era otra cosa que su camiseta doblada, que probablemente había lavado y pasado por la secadora. Taehyung siempre era tan considerado.

—Genial, gracias.

—Gracias a ti —se rio un poco y se mordió el interior de la boca—. Bueno, nos vemos en clase. Hasta luego —se despidió Taehyung encantadora, y pasó de largo.

—¡Adiós! —respondió Jimin, siguiéndole con la mirada.

Una vez que Taehyung se perdió en el interior del edifico, Jimin miró a su mejor amigo, el aclamado príncipe de Seúl, que estaba totalmente alelado. El timbre de la uni les avisó del comienzo de horas resonando con fuerza sobre sus cabezas, los dos se unieron sin dilación a la marea de muchedumbre que se movía erráticamente, entrando en las distintas aulas.

—Una pregunta, ¿os habéis acostado ya? —preguntó Jimin, realmente curioso.

Jungkook sabía que no iba a malas; todos habían dejado el asunto de la apuesta hacía demasiado tiempo. Él se relamió los labios y le miró de soslayo.

—Está superando una ruptura emocional, Jim. No puedo actuar así —le chistó irritado.

—Oh, entonces sí quieres perder la virginidad con él —dijo Jimin en voz bajita y muy aguda—. Pero qué mono eres, ¡por fin te interesaste por alguien! —tarareó con una sonrisita.

A Jungkook le apeteció amenazarle, es más, lo verbalizó de la misma manera mientras entraba en la clase del profesor de Estadística.

—Te voy a estrangular como lo vuelvas a decir —masculló visiblemente ruborizado.

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