Capítulo 05

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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Capítulo 5. Amistad en revisión

Jungkook esperaba temprano junto a la puerta exterior del edificio, apoyado en la pared, con un talón sobre esta, y los brazos cruzados. Su amigo Jimin llegó y le saludó, haciéndole una señal con la mano.

—Eh, Kook, ¿vienes?

—Espérame adentro —respondió el joven.

Jimin asintió y pasó de largo, extrañado por su comportamiento. Jungkook movió la cabeza, intentando atisbar a Taehyung entre la marea de gente que entraba. Esperaba el momento para disculparse por lo sucedido en el laboratorio el día de antes (realmente, se dejó llevar por unos segundos) y confiarle en que controlaría sus supuestos sentimientos con tal de mantenerse como amigos. Menudo culebrón tenía preparado.

El viento rozó sus mejillas, recordándole la rápida llegada del otoño. La gente pasaba despreocupadamente delante de él, dedicándole algunas miradas de curiosidad, algunos chicos, de miedo y respeto, y otras chicas, de interés. Tras no mucho, vislumbró el cabello castaño de Taehyung.

Jungkook exhaló el aliento, dio unas grandes zancadas para alcanzarle y chocó su hombro contra el del muchacho apropósito.

—Tae —se atrevió a pronunciar.

Taehyung le miró durante medio segundo y después continuó caminado mientras él andaba a su lado.

—Eh, hola.

Sus mejillas se tornaron de un tenue color rosado, que Jungkook no supo si reconocer como timidez o porque estaban heladas por la brisa mañanera. Le hubiera gustado extender un dedo para rozar una y comprobarlo, pero frenó el impulso de hacerlo y se concentró en su misión diaria:

—Taehyung —balbuceó a propósito—. Siento lo de ayer, no quería...

Los pasos de Taehyung se volvían más lentos, y se encogió, mirándole por el rabillo del ojo.

—No quiero que te alejes de mi por eso —le dijo Jungkook.

Taehyung frenó el paso, le contempló de forma directa mientras pasaba los dedos por el tirante de su bandolera. Algunos curiosos le seguían con la mirada, como si estuvieran preguntándose desde cuando Jeon Jungkook lidiaba con gente normal.

—Jungkook, te voy a ser sincero —empezó Taehyung con voz suave, pero increíblemente diligente—. Odio a los playboys de la S.N.U. No estoy seguro de que nuestra amistad funcione.

Jungkook alzó las cejas, sorprendiéndose.

—¿Playboy?

El pelinegro no pudo evitar soltó unas carcajadas, pese a que el semblante de Taehyung no paraba de volverse más serio.

—La gente te llama príncipe por los pasillos —continuó muy digno—. ¿Prefieres que lo diga así?

—Eso es culpa de Park Jimin. Ya me encargaré de estrangularle —contestó Jungkook con una auténtica naturalidad.

Taehyung vislumbró al auténtico Jungkook, entre todas esas capas.

—Ya —titubeó, maldiciéndose porque se le hubiera escapado.

—¿Te parezco un playboy? —sonreía Jungkook ampliamente, ante su ocurrencia.

Taehyung le miró mal, se preguntaba por qué aquello le parecía divertido, si prácticamente le acababa de insultar. Cruzó los brazos, arrugando la nariz de forma muy cómica.

—Un poco.

Y la sonrisa de Jungkook solo se ensanchó más.

—Por lo menos, no me has pegado un puñetazo —bromeó.

Taehyung parpadeó, desconcertándose ante una extraña química natural. Le dio la espalda y se largó, poniendo fin a aquel tonteo de tres pares de narices. Pero Jungkook le estaba persiguiendo, maldiciéndose en silencio y preocupándose por la rápida fuga del chico. ¿Entonces? ¿En qué habían quedado? ¿Eran amigos o no? ¿Le había perdonado?

—Eh, eh —le llamó, insistentemente—. Lo siento mucho, Taehyung. ¿Vale?

—Jungkook —se quejó Taehyung, remarcando su nombre—. ¿Te parece divertido jugar conmigo? —le soltó levantando la voz.

Algo electrificó a Jungkook, se quedó paralizado en mitad de la entrada del recinto. Sus ojos verdes y moteados le juzgaban a través del fino cristal de sus gafas.

—No —se arriesgó a responder con un tono muy serio. Grave, rasposo. Con ganas de atragantarse con su propia lengua. ¿Por qué seguía con aquello?

Taehyung apretó los labios, que formaban una fina línea.

—Pues, por favor, no te rías. Esto va en serio, Jungkook. Muy en serio.

—Lo sé —murmuró él—. Yo...

—Esfuérzate si quieres que sea tu amigo, y entonces lo seré —le dijo Taehyung con sinceridad.

Jungkook miraba en sus ojos, sintiéndose suspirar a sí mismo, casi con un alivio. La fina cáscara que envolvía su corazón se descascarilló un poco, sintiéndose derretirse bajo un espeso y dulce caramelo. Presenció a Taehyung mirar al suelo, como si fuera a pedirle algo. Entonces la campana timbró a sus espaldas, señalando el comienzo de las clases.

Taehyung se largó y le dejó allí, clavando al suelo. La mente del pelinegro se quedó en standby durante unos largos segundos. Luego arrancó el paso lento, dirigiéndose hacia el aula que le correspondía.

El resto de la mañana, su mente no pudo evitar darle vueltas al asunto. ¿Taehyung no soportaba a las personas como él? ¿Le había odiado desde hacía tiempo? Porque él pensaba de manera terriblemente superficial que le adoraría, como a todas las personas a las que se acercaba. Pero si tenía una cosa clara era, que no le apetecía alejarse de él. O al menos en ese momento.

Taehyung era divertido, había despertado un genuino interés en él. Algo que no despertaba nadie. Y no se basaba en ese rollo explícitamente físico, aunque a Jungkook no se le olvidaba el motivo de su apuesta y aquel juego sibilino. Pero mientras se dedicaba a hacerle caer en sus encantos, pensó que de paso le apetecía conocerle un poco.

En una de las clases en las que coincidían, Jungkook le dejó respirar y terminó sentándose por pura inercia justo en el pupitre de atrás. Estuvo meditándolo un poco, mirando su nuca con precisión, preguntándose si estaría bien sentir tal curiosidad por el muchacho. ¿No le haría más vulnerable, ante él? ¿Y si se desviaba de su objetivo?

Por loco que sonase, si algo no le había molestado en absoluto, había sido su momento de roces. El primer beso, tal vez, resultó algo forzado, pero lo del otro día se le hizo tan corto, tan extrañamente hipnotizante, que le pareció que acabó mucho antes que cualquier otra tanda de besos que había recibido desde su adolescencia. De hecho, tenía curiosidad por conocer la piel que seguramente era más suave bajo esos guantes de nylon y mangas largas.

«De eso me encargaré más adelante», se dijo.

Siendo más tonto que un cuadrado en el Tetris, Jungkook arrancó un trozo de papel de los folios blancos de sus inexistentes apuntes de Algebra, y garabateó un dibujo tonto de Taehyung, con sus grandes y rasgados ojos tras las lentes, sin corbata, y con una chaqueta llena de dibujitos de dinosaurios, que trazó con el subrayador rosa fluorescente que no pensaba devolverle. Luego le escribió algo e hizo una bola con él. Se la lanzó con cuidado, logrando que cayera justo encima del libro abierto que había sobre su mesa.

El muchacho agarró la pequeña bolita de papel, volteando la cabeza disimuladamente hacia atrás. Suspiró y se mordió el labio ligeramente, en dirección a Jungkook, que levantó una ceja como si le indicase que lo comprobase. Taehyung movió la cabeza hacia adelante, vislumbrando al profesor de espaldas, escribiendo algo en la pizarra. Él desenvolvió el papel con disimulo.

«Estaré esperando a que mi amigo Kim Taehyung venga a la biblioteca a resolver mis dudas», había escrito con tinta junto a su garabato.

Taehyung sonrió un poco, mirando el dibujo. ¿Era ese el color del subrayador que le había extraído? Se alegró de saber que Jungkook quería esforzarse en ser su amigo, aunque, algo le decía que iba a hacerlo a su manera. Por un momento, en el recibidor vio su rostro y lo había dudado. Su actitud coqueta con él podía hacer que confundiese las cosas, y Taehyung no quería volver a pensar en lo de anoche...

No podía permitírselo.

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Jimin pasó con un café en la mano por delante de la enorme biblioteca de la facultad. Vio a Jungkook sentado en una de las mesas del principio, con la cabeza agachada silenciosamente en lo que leía algo.

«Pues sí que se está tomando en serio lo de la apuesta», pensó el chico.

Entró por la puerta, pasó junto al mostrador donde se hallaba el bibliotecario de turno, y se acercó a su espalda, echándole un vistazo a su lectura.

Chsst —murmuró Jimin, sentándose en la silla que había a su lado—. ¿Qué coño haces aquí? ¿Tan en serio te estás tomando la apuesta de los cojones?

Jungkook levantó la cabeza del libro, pasándose una vanidosa mano por el cabello.

—Calla, estoy salvando mi futuro —expuso.

—¿Sa-Salvar tu qué? —formuló abrumado.

—Oye, también tengo que salvar mis suspensos. Estamos en el último curso.

—Joder, así que dos pájaros de un tiro, eh, ¿Kook? —Jimin abría mucho los ojos—. Nunca pensé que serías tan manipulador.

Jungkook le hizo un gesto feroz para que bajase la voz, frunciendo el ceño.

—No soy tan manipulador —imitó su timbre, visiblemente ofendido.

—¿Le vas a usar para que te ayude? —preguntó Jimin en voz baja.

—¡No le estoy usando para que me ayude! —masculló.

Jimin enterraba los párpados.

—No, poco.

—¡Que no! —chilló Jungkook en un susurro.

—Vale, entonces, ahora sois amigos de verdad —sentenció Jimin, irónico.

—Tampoco.

—¿Entonces?

—Y yo que sé, ¿Vale? ¿Te quieres largar? —soltó muy molesto—. Por favor.

—Vale, príncipe del mal humor —susurró Jimin, levantando una mano como un gesto noble—. Es solo que, ya sabes, no te impliques demasiado.

—No me jodas, Jimin —suspiró el pelinegro.

—No vaya a ser que te guste de verdad o algo —se encogió de brazos.

Jungkook estuvo a punto de empujarle lejos de la silla, pero Jimin ya había dado un brinquito, llevándose el café en la mano.

—Eh, mira, ¡ahí viene! —señalaba hacia la puerta.

Después de que Jungkook le chistara como si fuera una indeseable hurraca, se largó, cruzándose con Taehyung en la entrada de la biblioteca. Sus miradas se toparon brevemente, y Taehyung no pudo evitar advertir la ligera curvatura de comisuras de aquel muchacho. Recordó que era uno de esos, un Park, si no estaba equivocado. Luego fijó los iris en la nuca de Jungkook e inmediatamente se preguntó si ellos, ejem, ¿lo habrían hablado? Bueno, tenían pinta de ser buenos amigos, por eso de que siempre les había visto pegados como un par de siameses atolondrados. Como Zipi y Zape, a cada cual más tonto que el otro. Guapos eran, claro, pero eso de que Dios no repartía belleza, dinero y neuronas por igual sí que les había dado bien fuerte a ellos.

—¿Por qué se va tu amigo? —le preguntó Tae, quitándose la cartera del hombro.

Jungkook levantó la cabeza, y tragando saliva pesada, se imaginó estrangulando sutilmente a su mejor amigo. Taehyung no debía tener ojos grandes por nada.

—No le hagas caso, es un poco rarito —murmuró Jungkook con un tic en el ojo.

—No es eso lo que te he preguntado —dijo recolocándose en la silla, con una leve sonrisa—. Bueno, ¿has leído algo?

Jungkook le lanzó una mirada de pocos amigos.

—¿Disculpa?

—Sin ofender —añadió Taehyung sacando sus cosas.

—Pues llevo toda la tarde aquí metido —se defendió Jungkook, con un ligero gruñido—. Y tú, ¿dónde estabas?

Taehyung sacó un bolígrafo de color rojo y asomó la cabeza por encima de su hoja de actividades prácticas.

—En el club, ¿por?

Al olfato de Jungkook le llegaron unas notas de su agradable aroma personal. No podía evitar eso de ser sensible a los olores. Desde pequeño había evitado usar colonias, conformándose con el perfume más simple de todos, el del jabón natural. Mientras tanto, sus familiares optaron por dejar de regalarle ese tipo de espráis caros. Y usaba desodorantes sin gas ni alcohol, pues así, así la piel no se le irritaba tanto. Sí que era un poco especialito después de todo...

—Pensé que tendrías trabajo —alcanzó a decir Jungkook.

—Y lo tengo, pero no hoy, en concreto —murmuró Taehyung, atento a las largas hileras de ecuaciones de su folio.

—¿Cuál es tu horario? —le preguntó, más concentrado.

—¿Estamos aquí para hablar de mí o para que seas un hombre útil?

Y en todos los dientes. Jungkook apretó los labios sin ofenderse en absoluto. Ya se estaba acostumbrado.

—Le escucho, señor Kim —murmuró entornando los párpados.

Luchó por mantener su dignidad a raya mientras Taehyung tachaba todo su trabajo. Incluso tiró con los dedos de la hoja, llevándosela más a su lado. Apoyaba el lado de la mandíbula en unos nudillos, y ladeaba la cabeza mientras lo corregía en silencio. Jungkook se pasaba la lengua por los dientes, ajeno. Luego, Taehyung levantó la mirada y como si él tuviera la cabeza llena de serrín (muy seriamente). En un acto de locura, Jungkook se imaginó a sí mismo bailando una polca sobre la mesa.

En ese rato, el chico le ayudó en algunas de sus dudas, las cuales Jungkook intentó resumir de la mejor manera posible. Pero él no se enteraba de nada. Taehyung terminó pidiéndole que repitiera los ejercicios prácticos, mientras comenzaba a explicarle por lo más básico. Como si fuera un niño. Jungkook se dio cuenta de cuán brillante era Taehyung en aquel terreno.

—¿Cuánto coeficiente intelectual tienes? —le preguntó Jungkook ingenuamente.

—Uh, ¿por qué? —pestañeó.

Jungkook asintió, se humedeció el labio inferior con la lengua.

—No puede ser que sepas todo esto y puedas dormir por las noches tranquilo.

Taehyung se rio un poco, como si le estuviera tomando el pelo.

—Pero, ¿qué dices? Tengo uno... No sé, ¿normal?

—Mnh...

Taehyung pasó un dedo por encima de la ecuación que había dejado a medias, apuntando que continuara.

—Creo que se llama estudiar, Jeon —murmuró divertido—. Es una práctica común.

Y Jungkook, como si cantase el cuco, se puso manos a la obra y respondió:

—Prefiero practicar otras cosas.

—Se nota —contestó Taehyung sin pudor, apoyando la barbilla en la mano.

Jungkook sonrió un poco y le miró de reojo. Taehyung se concentró en sus asuntos durante un buen rato, para después volver a echarle una mano a Jungkook, el cual andaba más perdido que el barco de vapor.

—Oh —susurró el castaño—. Una bien.

Jungkook apretó un puño, contento.

—Qué lástima que esa fuera la de ejemplo —arregló Taehyung con retintín.

El otro apretó los dientes, captando su pequeña burla.

—¿Dónde está el ejemplo?

—Aquí —apuntó Taehyung—. ¿Estás seguro de que no eres tú el que necesita gafas?

Él siguió con la mirada el desvió de su rostro con una sonrisita, y se mordió el labio.

—Eres más cruel de profesor de lo que pensaba —observó Jungkook en voz baja.

Taehyung le miró con una mezcla de perversión y diversión. «Qué pena que fuera tan guapo y tan corto», pensó. En unos minutos, Taehyung consiguió llegar a concentrarse para empezar a estudiar algo, pero Jungkook volvió a tocar su brazo, pidiéndole más atención.

Él suspiró y le atendió con cara cansada.

—¿Podemos limitar tus preguntas a dos por minuto? —murmuró molesto.

Taehyung se apoyó sobre el brazo extendido de Jungkook sobre la mesa, inclinándose para ver mejor su letra. El pelinegro ladeó la cabeza para no perder su visión, pero le tenía tan cerca, con el pecho contra su bíceps, que no pudo evitar vacilarle un poco.

—Como nuestra amistad, ¿dices? —murmuró maléficamente.

Taehyung levantó la mirada arqueando una ceja, ojos verdes cerca de sus castaños. Notó un pequeño sobresalto y alejó su rostro soltándole el brazo.

—Está bastante mejor —respondió carraspeando y guardando alguna de sus hojas—. Solo tienes que practicar más.

—¿Te vas? —preguntó Jungkook mirando la hora.

—Será mejor que vuelva pronto a casa. Mañana tengo cosas que hacer, y...

—¿Vives lejos de aquí?

Taehyung le miró de soslayo, en lo que guardaba el blog cerrado y la carpeta en la bandolera.

—Algo.

—¿Cuánto es algo? —insistió Jungkook.

—Lo suficiente como para tener que marcharme ya —resumió Taehyung. Se levantó del asiento y agarró la chaqueta que estaba colgada en la parte posterior de la silla.

—¿Trabajas esta noche? —preguntó de nuevo, frenándole.

Taehyung se mordió el labio.

—Hmhn, algunos días tengo turno nocturno. Bueno, hasta luego —se despidió con un simple movimiento de cabeza.

Jungkook parpadeó, sin entender muy bien por qué tenía que estar trabajando durante un turno de noche, si por la mañana tenía clases. Como vio que Taehyung se le escapaba, se levantó tras él y recogió sus cosas de cualquier forma con tal de alcanzarle. Fuera de la biblioteca, alcanzó sus talones como una sombra.

—Pensé que tendrías una beca que cubriese tu plaza en la S.N.U. —comentó tras él.

Taehyung rodó los ojos al oír su voz. Lo sabía. Sabía que no iba a dejar pasar aquel comentario por las buenas.

—Y la tengo —respondió Taehyung en voz baja—. Pero los mortales necesitamos subsistir de otras maneras, Jeon Jungkook.

—Espera, Tae —le oyó decir.

Taehyung le miró con inquietud, viéndole alcanzar su mismo paso. El pelinegro guardaba las manos en los bolsillos del pantalón de uniforme. Ambos salieron al exterior con calma, y tras unos minutos de zancadas, en los que Jungkook metía el dedo tratando de sacar la información que tanta curiosidad le provocaba, volvió a preguntar:

—¿Dónde trabajas?

—En... un local.

—¿Un club?

—Cafetería —corrigió.

—¿Nocturna?

—Bueno, también puedes pedir una copa.

—Uh, no —suspiró—. Estoy dejando el vicio.

—Oh —Taehyung rio con una carcajada irónica—, creo que estoy al tanto de tus vicios.

Jungkook sonrió levemente, caminando a su lado.

—¿Me stalkeas?

El chico se subió las lentes sobre la nariz, con un dedo.

—Si entendemos como stalkear lo de protagonizar portadas en periódicos, sí, lo hago.

Jungkook chistó con la lengua.

—Mierda, punto para ti. Pero te interesará saber que también estoy dejando eso —apuntó.

Taehyung rio por lo bajo, ambos llegaron hasta la salida del campus, junto a la parte de estacionamiento. En algún punto, el sol había desaparecido por completo y la noche se oscurecía rápido y fresca, con el frío otoño anticipándose sobre la capital.

—Oye —dijo Taehyung suavemente, abrochándose el abrigo.

—¿Sí?

—¿Qué se siente con... ser el centro?

—¿Ser el centro? —dudó el pelinegro—. ¿De qué, del sistema solar? Se está bastante bien, es calentito.

Taehyung esbozó una leve sonrisa. La punta de la nariz se le había puesto algo colorada, y Jungkook se fijó en eso taxativamente.

—Ya sabes, salir en periódicos. Hacer lo que te da la gana. Ser gravitatorio.

Jungkook parpadeó contemplándole. Los iris del compañero se perdían en algún punto de la grisácea calle que se iluminaba por la red eléctrica.

—¿Soy gravitatorio? —preguntó Jungkook en un susurro—. Vaya, creo que es el mejor cumplido que me han echado en mi vida —comentó divertido—. Playboy y gravitatorio.

Taehyung frunció un poco el ceño, con las mejillas hormigueándole.

—No lo malentiendas todo —le acusó, empezando a andar lejos de él.

Oyó a Jungkook reírse melodiosamente, y, Dios, qué ligera y bonita risa tenía, si es que esa era realmente la suya.

—Oh, ¡Eh, Tae! —le llamó animadamente.

—¿Sí? —continuaba dándole la espalda.

Jungkook levantó el mentón, viéndole alejarse.

—¿No quieres que te lleve? —alzó la voz.

Taehyung se detuvo abruptamente, giró la cabeza unos instantes y le vio dirigiéndose a una enorme motocicleta. Una llave plateada colgaba de sus dedos, él la introdujo en el asiento trasero y lo abrió, volviendo a mirarle.

—¿Qué? No —negó.

—¿Por qué no? —le preguntó con sinceridad, a unos metros de él.

Puede que aquello fuera un juego, un papel, un buen documental acerca de un jaguar y su presa. Pero tampoco era como si planeara tirarlo de su motocicleta por un puente. Le apetecía acercarse a casa y de verdad.

—No sé. No.

Jungkook sonrió con dulzura, con las comisuras de los ojos arrugándose bajo la luz artificial.

—¿Te dan miedo las motos? Es una pena, podía haber traído mi coche.

—No me dan miedo las motos —refunfuñó Taehyung, cruzándose de brazos.

Observó a Jungkook colocándose el casco y echar una pierna por encima de aquella pasada de vehículo de un color negro reluciente, con el asiento de cuero.

—Venga, sube conmigo. Te acerco a casa —repitió a punto de cautivarle.

—Hasta mañana, Jungkook —contestó repentinamente serio.

La sonrisa del azabache se desvaneció. Se quedó mirando como Taehyung se largaba con el abrigo ondeando tras su espalda. ¿Qué narices le pasaba ahora? Si estaba siendo amigable con él, y esta vez no intentaba cosas raras...

Joder.

Taehyung suspiró alejándose. El frío le golpeaba en la fina piel de la cara, y la sentía arder. Guardó las manos en los bolsillos del abrigo, tratando de protegerse de aquello. Jungkook no tenía suficiente con ser el niñato bombón del campus, tenía que comportarse como un puto crío consentido con él. Llenarle de preguntas acerca de su vida en el exterior. Hacerle preguntas juguetonas. Sonreírle y de paso invitarle a un paseo en su moto hasta su casa.

¿Por qué se sentía tan asustado con él?

Ni siquiera la cafetería en la que trabajaba tenía turnos de noche, y por supuesto, no había querido irse por eso. Empezaba a temer acostumbrarse a su compañía y que eso le jugase una mala pasada.

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Aquella noche, Jungkook se maldijo por haber olvidado pedirle su número de teléfono. Se tumbó en la cama aburrido, preguntándose que estaría haciendo en ese momento. ¿Taehyung necesitaba dinero en casa? ¿Trabaja en las noches, hasta tarde?

Por un momento, se preguntó si quizá vivía con su novio. La idea le perturbó ligeramente, no podía remediarlo. Repasó alguna de sus prácticas en la cama y su gato pelusón terminó acomodándose entre los papeles.

—¿Esto es una alucinación? —preguntó su padre asomándose por la puerta.

—¿Eh? —Jungkook giró el tronco, hallando su figura en aquel lado.

—Una y media, he visto que tenías la luz encendida. ¿Te ha picado algo?

—Gracias por la desconfianza desbordante —contestó Jungkook, volviendo a centrarse.

—Pues sí que le has cogido cariño a tu moto —se burló su padre con un poco más de naturalidad.

Jungkook suspiró una pequeña carcajada. Luego de que su padre se marchara, apartó los apuntes, se vistió con el pijama y se metió debajo del edredón de plumas, encontrando un rato de paz.

Los siguientes días transcurrieron con rapidez. Asistía a clases, tomaba apuntes y conversaba con sus amigos. De vez en cuando, Taehyung y él se encuentran en la biblioteca. El chico tenía un aspecto más cansado de lo normal, y en ocasión, en la que Jungkook le miraba detenidamente en clase, advirtió que estaba a punto de quedarse dormido. Su compañero Minho, con quien habitualmente le veía relacionarse, le clavó la punta del codo en el costado, espabilándose.

En otra clase Jungkook se deslizó de su pupitre doble y se sentó a su lado, de paso con la intención de espabilarle picándole con algo. Funcionaba. Sobre todo, si le intentaba dar algo de conversación en voz baja mientras Taehyung se mosqueaba con él por no guardar silencio en la clase de Estadística del Profesor Kim Seokjin. El pelinegro no se lo tomó a mal, empezaba a adorar la capacidad adquirida que tenía para poner de los nervios a Taehyung. Él nunca era realmente borde con él, sencillamente, algo quisquilloso, como si en realidad le hiciera gracia y no quisiera reconocerlo. Era una fina, finísima capa de protección que se esforzaba en romper, y estaba haciéndolo encantado.

En la biblioteca, Jungkook lo calificó mentalmente como un buen profesor. Estaba desarrollando cierta paciencia con él, a pesar de que el pelinegro le notaba más cansado y descentrado ese día.

—¿Te importaría si tuviera tu número de teléfono? —preguntó Jungkook en un momento dado. Taehyung le miró de soslayo, bajando la cabeza hacia su manual—. Es solo por si necesitase preguntarte algo. Estoy estudiando en casa, y...

Taehyung asintió para su satisfacción, y discretamente, le sugirió que lo apuntara en su libreta de contactos. Jungkook lo hizo encantado, luego le preguntó varias veces por qué zona de Seúl quedaba su casa, y Taehyung le hizo un rápido resumen, sin demasiados detalles.

—¿Está la cafetería cerca de tu casa?

—Más o menos. ¿Por?

Jungkook se encogió de brazos, restándole importancia.

—Solo preguntaba.

—Vale. Háblame del lenguaje tipado —insistió Taehyung, garabateando algo en sus propios apuntes.

—¿Otra vez? Pero si ya te lo he dicho cincuenta veces.

Taehyung le miró muy serio.

—Pues cincuenta veces que te lo sabes.

Jungkook sonrió levemente.

—¿Por qué no me ayudas en laboratorio? —se le ocurrió—. Estoy tocado y hundido en esas prácticas.

—Uh —Taehyung se mordisqueó el labio, centrándose en sus hojas de apuntes—. No —soltó en voz baja.

Entonces, Jungkook ladeo la cabeza con suspicacia, observando su perfil. Notaba cómo el aura de su compañero se replegaba, volviéndose más tímido. ¿Estaba otra vez pensando en lo mismo? Pero si habían pasado dos semanas.

—No volveré a besarte —le susurró Jungkook, sorprendiéndose porque su tono de voz acabara de ser más dulce de lo que esperaba.

Taehyung gruñó ligeramente, pretendió estar muy tranquilo pese a que aquello le hubiera lanzando el corazón contra el esternón.

—Lo sé, idiota. No es por eso —murmuró sin mirarle.

—Aunque podría hacerlo, si me lo pidieras —agregó.

Esta vez, Taehyung sí que levantó la cabeza, con una visible rigidez apoderándose de sus facciones.

—Estoy de coña, joder. No tienes sentido del humor —soltó Jungkook convenientemente.

—Sí que lo tengo —protestó el otro, seguido de un suspiro muy digno—. Es que eso no tiene gracia, simplemente.

—Está bien, profesor —murmuró el chico, y se mordió el interior de la boca, igualmente divertido.

Hazel apareció esa tarde por la biblioteca, portando un libro que parecía haberle servido para alguno de sus trabajos. Jungkook se puso un poco más nervioso de lo esperado, si bien sabía que Hazel no sería tan exagerado como para hacerle pensar a Taehyung otra cosa, después de todo su maldito esfuerzo. No obstante, su amigo se sentó en la mesa, saludando a Jungkook y preguntándole qué tal marchaba su estudio.

—De lujo —le cortó Jungkook, con una mirada más que significativa que esperaba que entendiera.

No obstante, él miró a Taehyung y le ofreció una cortés mano aprovechando para presentarse. Taehyung pareció un poco sorprendido por aquel repentino estrechón de manos; juraría haber sido invisible para la gente con él desde el primer año. De repente, ellos parecían mirarle a él, en lugar de a través, como si existiera y todo. Como si estuviese vivo. Taehyung fue amable y Hazel le agradeció que estuviera ayudando a su amigo, guiñándole de paso un ojo.

Jungkook tragó saliva queriendo estrangularle. No por ser evidente, sino porque, por algún motivo, se sentía molesto porque se acercase a Taehyung. Era como un espacio personal, y un poco más particular de lo que había planeado. Además, ¿por qué tenía que parecerle tan divertido? Él le miraba fijamente con ojos marrones oscuros como los de una pantera, mandándole una señal telepática de «fuera de mi territorio». Hazel lo captó con una mueca tensa, y sin demorarse demasiado, se despidió de ambos.

En cuanto desapareció de su vista, Taehyung miró con curiosidad a Jungkook, como si hubiese percibido parte de su aura en plena crispación. Pero Jungkook dominaba con maestría la cara de cachorrito y luego de una mirada aparentemente cómplice y familiar entre los dos, continuaron con el estudio.

El viernes de esa semana, Taehyung desapareció de nuevo, y Jungkook finalizó su tarde sentándose en el campus y fumando algo con sus amigos. Erik y él no se hablaban demasiado. Pero más que nada por parte de Jungkook, quien se sentía lo suficientemente fuera de su mundo como para también alejarse físicamente del muchacho.

No obstante, para él, aquellos seguían siendo sus amigos. Jimin le contó a Jungkook que ese fin de semana por fin podría salir: tres semanas había durado su encierro.

—Quizá deberíamos volver a quedar todos para hacer algo, ¿qué os parece? —sugirió Jimin.

—Sin novias —apuntó Erik con sarcasmo—. No queremos que J.K. vuelva a salir corriendo —le arrojó inesperadamente.

Jungkook puso los ojos en blanco. «Sin porros», le hubiera gustado decirle. «No queremos que Erik amenace con linchar a ninguno de sus amigos».

Se guardó el comentario de mierda para sí mismo, oyendo a los otros parlotear. Jimin dejó caer un brazo por encima de sus hombros y le insistió más de cerca.

—¿Salimos esta noche a algún sitio?

Jungkook asintió, sin añadir nada más.

—Está bien, está bien —suspiró Hazel, dándole unas caladas a su cigarro—. Pero qué aburrido es ser el único con pareja de aquí.

Jungkook miró a Jimin fugazmente.

—A todo esto, ¿Tú no estabas hablando con no sé quién?

—Nah, no es nada serio —respondió arrancando trocitos de hierba del césped.

—Genial, pues —anticipó Erik, sonriendo— tengo un planazo que os va a flipar.

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