7| Luna de Miel

Hermione frunció el ceño por enésima vez mientras golpeaba con fuerza la puerta principal de la Mansión Malfoy, que se mantenía obstinadamente cerrada. Había intentado de todo: hechizos, encantamientos, hasta rogativas. Pero la enorme puerta de roble no se movía ni un milímetro.

—¡Esto es ridículo! —exclamó, girándose hacia Draco, que estaba recostado contra el marco de la chimenea con los brazos cruzados, disfrutando demasiado de su frustración.

—Te lo dije, Granger. La Mansión no dejará que te vayas tan fácilmente. Tiene sus... caprichos.

Hermione le lanzó una mirada que podía haber congelado el lago de Hogwarts.—¿Caprichos? Esto es un secuestro, Malfoy. ¡No puedo quedarme aquí toda la noche!

Draco arqueó una ceja con una sonrisa torcida.

—¿Por qué no? La Mansión parece pensar que deberíamos pasar más tiempo juntos. Quizás necesite... convencerse de que estamos “casados”.

Hermione se giró completamente hacia él, con las manos en las caderas.—No voy a seguir con esta locura de que estamos casados. Es un error. Es magia antigua y terca que no entiende la lógica moderna.

Draco fingió pensarlo, su sonrisa se ensanchó mientras señalaba las paredes, que parecían brillar con una luz cálida y dorada.

—Bueno, no sé, Granger. Mira alrededor. ¿No crees que parece... romántico?

Hermione finalmente notó el cambio en el ambiente. Las antorchas brillaban con una luz tenue, casi acogedora. Había flores frescas en jarrones de plata en las esquinas, y el aire olía a jazmín y sándalo. La gran chimenea crepitaba suavemente, llenando el salón principal con un calor agradable.

—¿Qué demonios...? —murmuró, mirando alrededor con una mezcla de incredulidad y desconcierto.

Draco se alejó de la chimenea y comenzó a caminar lentamente hacia ella, disfrutando de cada segundo. —Creo que la Mansión piensa que es nuestra primera noche de luna de miel.

Hermione lo miró como si le hubieran salido dos cabezas.

—¿Qué?

Draco se encogió de hombros, claramente entretenido.—Tiene sentido, si lo piensas. Nos “casamos” según la magia de la Mansión. Quizás cree que necesita asegurarse de que... consumemos el matrimonio.

Hermione sintió que su cara se calentaba rápidamente, sus mejillas adquiriendo un tono rojo que rivalizaba con las decoraciones navideñas.

—¡Eso es absolutamente ridículo, Malfoy!

Draco levantó las manos en señal de rendición, aunque no pudo ocultar la diversión en sus ojos.

—No dije que estuviera de acuerdo con ello, Granger. Solo estoy interpretando los hechos.

Hermione se giró de nuevo hacia la puerta, murmurando un torrente de maldiciones que Draco no pudo evitar encontrar adorables. Golpeó la puerta una vez más, esta vez con más fuerza.

—¡Escúchame, Mansión Malfoy! No soy la esposa de este hombre, y no me voy a quedar aquí como si lo fuera. ¡Abre esta puerta ahora mismo!

Un suave murmullo resonó por toda la Mansión, como si esta estuviera riéndose de su insistencia. Hermione se volvió hacia Draco, que estaba riéndose abiertamente ahora.

—Esto no es gracioso.

—Oh, claro que lo es. Admito que esto es lo más entretenido que he visto en años.

Hermione cerró los ojos y respiró profundamente, tratando de recuperar la compostura. —Bien. Si la Mansión cree que estamos casados, entonces necesitamos encontrar una manera de demostrarle que no lo estamos.

Draco la miró con una ceja parqueada. —¿Y cómo planeas hacerlo? ¿Llenar un formulario de anulación mágica?

Hermione lo ignoró y comenzó a caminar de un lado a otro, murmurando para sí misma. Draco la observó con fascinación, preguntándose cuánto tiempo le llevaría rendirse ante lo inevitable.

Finalmente, ella se detuvo, apuntándolo con un dedo.

—Esto es culpa tuya, Malfoy. Si no hubieras activado esa maldita magia familiar...

Draco levantó las manos, su expresión repentinamente seria.—¿Mi culpa? Tú aceptaste venir aquí, Granger. Nadie te obligó.

Hermione abrió la boca para replicar, pero se detuvo cuando la luz de las antorchas pareció intensificarse. Las flores parecían florecer aún más, y la música suave de un arpa comenzó a llenar el aire.

Draco dejó escapar una carcajada.—Parece que la Mansión no se rinde fácilmente.

Hermione suspiró y se dejó caer en un sillón cercano, frotándose las sienes.—Voy a necesitar mucho chocolate para soportar esto.

Draco tomó asiento frente a ella, su sonrisa aún presente.—Espero que te guste el vino también. Podríamos estar aquí un buen rato.

Los dos se quedaron en silencio, el crepitar de la chimenea llenando el espacio mientras el aroma de jazmín continuaba envolviéndolos. Aunque ninguno lo admitiría, ambos comenzaron a preguntarse si la Mansión Malfoy realmente sabía algo que ellos no.

Mientras el silencio se alargaba y el ambiente seguía siendo absurdamente romántico, Hermione de pronto alzó la cabeza, recordando algo importante.

—Espera... —murmuró, metiendo la mano en su bolso encantado.

Draco la observó con curiosidad, su ceja arqueada en una expresión característica.—¿Qué estás haciendo ahora, Granger? ¿Buscando una forma de escapar de nuestro “nido de amor”?

—Cállate, Malfoy —respondió ella, claramente irritada. Sacó su varita y apuntó al interior del bolso—. Accio regalo de Malfoy.

Una pequeña caja envuelta con un papel elegante y un lazo verde salió volando del bolso y aterrizó en las manos de Hermione. Ella se lo extendió con cierta timidez.

—Esto era para darte después de resolver la maldición, pero supongo que ahora es tan buen momento como cualquier otro.

Draco tomó la caja, sorprendido por el gesto.—¿Un regalo para mí? —preguntó, con un brillo en los ojos—. ¿Qué es? ¿Un diccionario para ampliar mi ya vasto vocabulario? ¿O tal vez un espejo mágico para admirarme?

Hermione bufó. —Solo ábrelo, Malfoy.

Draco deshizo el lazo con cuidado, disfrutando de la expresión expectante de Hermione. Dentro de la caja encontró una pluma de escritura de un negro brillante, claramente de excelente calidad, con su nombre grabado en letras plateadas en el mango.

—Una pluma de escritura encantada... —murmuró, girándola entre los dedos—. ¿Para que mis insultos sean aún más elegantes?

Hermione lo fulminó con la mirada, pero había un ligero rubor en sus mejillas. —Es para que puedas documentar todas las investigaciones que hagas, Malfoy. Es resistente a cualquier maldición. Pensé que podrías necesitarla.

Draco la observó en silencio durante un momento, luego esbozó una sonrisa que no era burlona por primera vez en la noche.—Gracias, Granger. Es... útil. Y bastante considerado.

Hermione bajó la mirada, incómoda bajo la intensidad de sus ojos.—Bueno, no es gran cosa.

Draco dejó la pluma a un lado y se puso de pie, cruzando la habitación hacia un gabinete que Hermione no había notado antes. Sacó una pequeña caja plateada y volvió a su asiento, extendiéndosela.

—Tu turno, Granger.

Ella lo miró, claramente sorprendida.—¿Tienes un regalo para mí?

—Por supuesto —respondió Draco con fingida arrogancia—. Soy un hombre de muchas cualidades, incluida la generosidad.

Hermione tomó la caja y la abrió con cuidado. Dentro había un delicado colgante con un pequeño cristal azul que brillaba suavemente bajo la luz de la chimenea.

—Es un talismán protector —dijo Draco, rascándose la nuca como si estuviera un poco incómodo—. Ayuda a repeler maldiciones menores y te mantiene a salvo de... bueno, de cosas peligrosas.

Hermione lo miró, sorprendida por el gesto.—Es precioso, Malfoy. No esperaba...

Draco se encogió de hombros, intentando mantener su tono casual.

—Bueno, Granger, no podía permitir que la bruja más brillante de nuestra generación salga al mundo mágico sin un poco de protección extra. Ya sabes, sería un desperdicio si te pasara algo.

Hermione levantó una ceja, sonriendo ligeramente.—¿Eso fue un cumplido?

Draco arqueó una ceja en respuesta.—Tómalo como quieras.

Ella rió suavemente y, para sorpresa de ambos, dijo:—Gracias, Draco. Es uno de los regalos más bonitos que he recibido.

Él la miró durante un momento, luego sonrió de lado.—Bueno, Granger, es Navidad después de todo. Y, considerando nuestras circunstancias... podríamos llamarlo nuestra primera “Navidad matrimonial”.

Hermione puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar sonreír mientras se colocaba el talismán alrededor del cuello.—Eres imposible, Malfoy.

—Y tú me adoras, Granger. —Draco levantó su copa de vino que apareció de la nada, como si la Mansión estuviera decidida a hacer que la noche fuera aún más absurda—. Por nuestra extraña y mágica “luna de miel”.

Hermione rió, alzando su copa imaginaria.

—Feliz Navidad, Draco.

—Feliz Navidad, Hermione.

Y aunque ambos intentaron no pensarlo demasiado, por un momento, todo pareció encajar perfectamente.

Draco se reclinó en el sofá con una sonrisa autosuficiente, claramente disfrutando de la conversación.

—Entonces, Granger, considerando todo lo que hemos vivido esta noche, creo que es seguro decir que para el próximo año, exactamente en Navidad, estaremos celebrando la llegada de nuestro primer hijo.

Hermione, que estaba terminando su copa de vino, casi se atraganta al oírlo. Lo miró con incredulidad, el rostro encendido de sorpresa y algo más que no quería admitir.

—¿¡Qué!? —exclamó, dejándole la copa sobre la mesa con un golpe seco—. ¿De dónde sacas semejante idea, Malfoy?

Draco alzó las manos, como si fuera la conclusión más lógica del mundo.

—Es simple matemáticas. Basándonos en lo que vimos durante ese pequeño "viaje al futuro", estabas a punto de dar a luz en diciembre, ¿no? Así que retrocediendo nueve meses... —Hizo una pausa dramática y sonrió con picardía—. Digamos que marzo o abril podrían volverse... interesantes.

Hermione se quedó boquiabierta por un segundo antes de recuperar la compostura, aunque sus mejillas estaban ardiendo.

—¡Eso no significa nada, Malfoy! Solo porque vimos algo en el futuro, no quiere decir que... que...

Draco arqueó una ceja, evidentemente disfrutando su incomodidad.

—¿Que no significa que eres increíblemente puntual hasta para tener hijos? Oh, Granger, ni siquiera sé cómo vamos a superar tus estándares.

Hermione le lanzó una mirada fulminante, pero luego dejó escapar un resoplido de incredulidad y frustración.

—¿Te das cuenta de lo absurdo que suena esto? Además, no soy yo quien debería preocuparse por estándares, Malfoy. Eres tú quien siempre ha presumido ser un perfeccionista.

Draco se llevó una mano al pecho, fingiendo estar herido.

—Granger, por favor. Estoy seguro de que cualquier hijo que tengamos saldrá perfecto. Claro, gracias a mis genes, será atractivo, encantador... y tal vez un poco travieso.

Hermione rodó los ojos, aunque no pudo evitar reír suavemente.—¿Ah, sí? Pues espero que saque mi sentido común, porque si hereda tu cabeza dura, estamos perdidos.

Draco se rió, inclinándose hacia ella con una mirada llena de complicidad.—De acuerdo, lo acepto. Tal vez salga con tu brillantez y mi encanto, una combinación peligrosa.

Hermione negó con la cabeza, pero no pudo evitar recordar la visión de su futuro. La idea de un pequeño con rizos rubios corriendo por el Callejón Diagon y exigiendo juguetes con la misma intensidad que leía libros hizo que su corazón se encogiera un poco.

Se quedó en silencio por un momento, pero Draco rompió la pausa con otra sonrisa traviesa.

—Granger, solo por curiosidad... ¿ya has pensado nombres? Porque, francamente, creo que "Draco Jr." tiene cierto estilo.

Hermione tomó un cojín y lo lanzó directamente a su cara, riéndose mientras Draco protestaba dramáticamente.—¡Eres imposible, Malfoy!

Draco apartó el cojín con una carcajada, pero su sonrisa se suavizó.—Pero admítelo, Granger... ¿no sería una idea interesante?

Hermione, todavía riendo, negó con la cabeza, pero su expresión también se ablandó.—Eres un idiota, Malfoy... pero un idiota sorprendentemente encantador esta Navidad.

Él levantó su copa con una sonrisa arrogante.—Eso cuenta como un cumplido, y lo tomaré.

Los dos rieron suavemente mientras el reloj marcaba la madrugada, y por primera vez en años, ambos sintieron que esta Navidad, a pesar de lo caótica y mágica que había sido, era una que nunca olvidarían.

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