6| Purificación Emocional

Draco y Hermione aparecieron nuevamente en la Mansión Malfoy, justo en el salón donde habían comenzado. Esta vez, el aire se sentía diferente, como si algo invisible los rodeara. 

—Bueno, eso fue... intenso —dijo Draco, soltando un largo suspiro mientras se dejaba caer en un sillón. 

—Intenso no lo describe —respondió Hermione, cruzando los brazos—. Hemos visto demasiadas cosas. Todo esto tiene que estar conectado con la maldición, pero no sé cómo. 

Ambos se miraron, compartiendo un entendimiento tácito. Sin perder tiempo, se dirigieron al escritorio donde Draco había apilado varios libros antiguos. Hermione comenzó a pasar las páginas rápidamente, buscando algo que les diera una pista sobre lo que estaba ocurriendo. 

—Esto no tiene sentido —gruñó Draco, frotándose las sienes mientras leía un pergamino lleno de símbolos incomprensibles—. Todo está escrito en un dialecto arcaico. 

Hermione tomó el pergamino de sus manos y lo estudió. 

—Es un encantamiento en runas muy muy antiguas —dijo, inclinándose hacia la luz de la lámpara—. Habla de un ritual que está diseñado para proteger la mansión, pero... algo lo alteró. 

De repente, un sonido profundo resonó por toda la mansión, seguido de un temblor que hizo que ambos se aferraran a la mesa. 

—¿Qué demonios? —exclamó Draco, mirando a su alrededor mientras el temblor cesaba. 

Las luces comenzaron a parpadear, y una ráfaga de viento frío recorrió la sala. Del techo descendieron espectros translúcidos, figuras que parecían flotar entre el tiempo y el espacio. Entre ellos, estaba Lucius Malfoy, con su porte imponente, pero su rostro marcado por la desesperación. 

—Draco... Señorita Granger... —dijo Lucius, su voz resonando como un eco—. No hay tiempo. La maldición ha comenzado. Si no la detienen antes del amanecer, estos espíritus no solo destruirán la mansión, sino que arrasarán con cada hogar en el mundo mágico. 

Draco tragó saliva, incapaz de apartar la vista del espectro de su padre.  —¿Cómo se supone que lo de tengamos, papá? —preguntó, su voz temblando ligeramente.—  Espera, ¿te quedaste como espectro?

Lucius negó con la cabeza —Es efecto de la maldición, cuando lo solucionen tus ancestros y yo no volveremos a aparecer... Por otra parte, la ayuda está ahí — dijo señalando hacia un libro que descansaba en una estantería cercana.  — deben actuar rápido. 

Con esas palabras, los espectros empezaron a divagar por el resto de habitaciones de la mansión, dejando tras de sí un silencio sepulcral. 

Draco corrió hacia la estantería y tomó el libro indicado. Era grueso, cubierto de polvo, y parecía a punto de desmoronarse. Lo abrió rápidamente, hojeando las páginas hasta que encontró un capítulo titulado: Recetas secretas de la Familia Malfoy.

—Aquí está, nunca lo hubiera abierto de no ser por mi padre —dijo, señalando el texto mientras Hermione se inclinaba para leer junto a él—. Pero no entiendo nada de esto. 

Hermione tomó el libro, leyendo con atención —Habla de un hechizo de protección que se activó incorrectamente debido a un desequilibrio en las emociones de la familia. Parece que alguien en la línea Malfoy permitió que su dolor y arrepentimiento se filtraran en la magia. 

Draco se pasó una mano por el cabello, frustrado.  —¿Y cómo solucionamos algo tan abstracto? 

Hermione continuó leyendo, frunciendo el ceño.  —Dice que la maldición solo puede romperse si se realiza un ritual de purificación emocional. Pero eso significa que necesitas enfrentarte a tus emociones, Draco. Todas las que has reprimido desde... bueno, desde siempre. 

Draco bufó, aunque su incomodidad era evidente.  —Perfecto, Granger. ¿Y cómo hago eso? ¿Me pongo a llorar frente a la chimenea? 

Hermione lo miró con seriedad.  —No se trata de llorar, Draco. Se trata de reconocer lo que sientes. Y no solo tú. Este texto menciona que el ritual requiere dos personas: un Malfoy y una bruja externa que actúe como mediadora.

Él la miró fijamente, comprendiendo lo que implicaba.  —Tú. 

—Yo —confirmó Hermione, cerrando el libro con determinación—. Lo haremos juntos. Pero tenemos que empezar ahora. No queda mucho tiempo. 

Draco asintió, aunque su expresión mostraba una mezcla de temor y resolución.  —Bien.

La mansión seguía estremeciéndose alrededor de ellos. Era una carrera contra el tiempo, pero si alguien podía deshacer una maldición ancestral, eran ellos.

Hermione colocó el libro sobre una mesa pequeña junto a ellos, mientras empezaba a preparar los elementos requeridos para el ritual. Velas mágicas se encendían automáticamente al colocarlas en sus posiciones, y Draco la observaba en silencio, moviéndose con precisión y determinación. 

—Esto es... incómodo —murmuró Draco mientras Hermione dibujaba un círculo con tiza en el suelo. 

—¿Qué, el círculo o lo que vamos a hacer? —preguntó ella, arqueando una ceja mientras trabajaba. 

—Ambos. Especialmente esto último —respondió Draco, cruzándose de brazos y observando cómo ella terminaba de configurar el espacio ritual. 

Hermione terminó y se levantó, mirándolo directamente.  —Draco, si no lo hacemos, la maldición destruirá todo lo que conocemos. Es hora de que dejes atrás tu sarcasmo y te concentres. 

Draco suspiró, pero asintió con seriedad. Ambos se sentaron frente al círculo.

Hermione comenzó a leer las instrucciones del libro en voz alta.  —Para romper la maldición, ambas partes deben abrirse completamente, expresar sus emociones reprimidas y exponer aquello que nunca han dicho. Solo así se restaurará el equilibrio mágico en la mansión —leyó, y luego alzó la vista hacia Draco—. ¿Estás listo? 

Draco frunció el ceño, claramente incómodo. —Esto es absurdo. Pero sí, estoy listo, Granger.

Hermione cerró el libro y lo colocó a un lado. —Entonces empieza tú. 

Draco la miró fijamente, como si estuviera buscando una excusa para no hablar, pero finalmente dejó escapar un largo suspiro.  —Granger, no sé cómo decir esto sin que suene... ridículo —comenzó, pasando una mano por su cabello rubio—. Pero creo que me gustaste desde el primer momento en que te vi. 

Hermione parpadeó, claramente sorprendida. No esperaba una confesión de tal magnitud. No daba crédito a lo que acababa de escuchar de él —¿Qué!

Draco continuó, evitando su mirada.  —Eras tan... distinta. Inteligente, valiente, segura de ti misma. Pero eras una hija de muggles, y yo era un Malfoy. No podía permitirme sentir eso. No después de todo lo que mi familia representaba. 

Hermione lo observó, intentando procesar lo que acababa de escuchar.  —¿Estás diciendo que tus insultos y desplantes eran porque... te gustaba? 

Draco asintió con una leve sonrisa amarga.  —Sí. Suena estúpido, ¿verdad? 

Hermione se quedó en silencio por un momento antes de dejar escapar una risa nerviosa.  —Bueno, ahora me toca confesar algo. 

Draco levantó una ceja, intrigado.  —Adelante, soy todo oídos.

Hermione lo miró directamente a los ojos.  —¿Recuerdas cuando te di esa bofetada en tercer año? 

—¿Cómo podría olvidarlo? —dijo Draco, tocándose la mejilla instintivamente.  — De solo pensarlo la mejilla me arde.

Hermione sonrió con un toque de ironía.  —Eh... me dolió la muñeca durante días después de eso. Estuve maldiciéndote durante un mes entero. Hablaba tanto de ti que Harry me dijo que parecía estar enamorada de Malfoy. 

Draco la miró, sorprendido, antes de soltar una carcajada.  —¿De verdad? ¿Potter dijo eso? 

Hermione asintió, tratando de no sonrojarse. —Sí, Harry es en personalidad todo un Slytherin. Y lo peor es que, en ese momento, me di cuenta de que pensaba más en ti de lo que quería admitir.  Siempre te buscaba con la mirada para enojarme porque respirabas.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, el peso de sus confesiones llenando el espacio entre ellos. 

De repente, las velas que rodeaban el círculo comenzaron a arder con mayor intensidad, y una luz suave y dorada envolvió a Draco y Hermione. 

—Creo que estamos haciendo algo bien —murmuró Hermione, mirando las llamas. 

Draco asintió, todavía procesando lo que acababa de decir y escuchar.  —Granger, creo que nunca te agradecí por lo que hiciste durante la guerra. Por... salvarnos a todos. 

Hermione lo miró, sorprendida por el cambio en su tono, y una pequeña sonrisa apareció en su rostro.  —Y yo nunca pensé que diría esto, pero... me alegra estar aquí contigo ahora, Malfoy. Esta es la navidad más interesante que he tenido en años.

— ¿Qué estarías haciendo ahora? — Preguntó Draco, mirando con intensidad los labios de Hermione.

— Probablemente, habría estado en la madriguera, otra vez Ron se hincaria de rodillas para pedirme que fuera su esposa y yo huiria a la cocina para tomar whiskey de fuego — respondió mientras se encogia de hombros..

— Yo estaría ahogandome en brandy — río Draco — No he tenido una navidad decente en décadas. Hace más de una década atrás fue a casa de Pansy e intentó propasarse conmigo, salí huyendo de ella, no sin antes decirle nadie, ni siquiera un Weasley la soportaría. Tal vez intentó probar que no era así... Y ya sabes el resto...

— Se casó y se embarazó de Bill Wealsey... Molly dio el grito en el cielo. — Hermione recordó el momento en el que la matriarca de los Weasley casi se fue de un infarto. — en ese momento yo empecé a preguntarme si debía quedarme con Ron y tener un bebé. Sin embargo, cuando lo imaginaba lo veía como imposible.

— ¿Ahora que viste nuestro futuro que piensas? — se atrevió a preguntar. Draco sentía cierta inquietud por ella.

— Si te soy sincera, me gustaría ver a ese bebé en mis brazos, poder tenerlo en mis brazos y besar sus mejillas — Hermione dejó escapar un suspiro — Pero, de solo pensar en que debo hacer para tenerlo... Hace que mi cuerpo tiemble... No sé si de deseo o de miedo. — río a avergonzada.

— Estamos en la misma situación, Granger. Siempre creí que solo serías como un amor inalcanzable... Y que de lejos te vería ser feliz — admitió Draco.

La luz dorada se intensificó, envolviéndolos por completo, mientras el temblor en la mansión disminuía. Hermione sintió una paz inexplicable, como si algo se hubiera desbloqueado dentro de ambos. 

—¿Eso fue todo? —preguntó Draco, mirando a su alrededor mientras el resplandor comenzaba a desvanecerse. 

Hermione negó con la cabeza, señalando el libro.  —No lo sé, pero parece que hemos avanzado. Ahora queda la última parte: canalizar nuestras emociones en el hechizo final. 

—¿Emociones, otra vez? —gruñó Draco, pero su sonrisa lo traicionó. 

Hermione rió.  —Sí, Malfoy. Emociones, otra vez. 

Volvió a leer el libro, sus ojos repasando rápidamente las líneas del conjuro final. Draco, sentado frente a ella, jugueteaba con su varita mientras trataba de ocultar su nerviosismo. 

—Muy bien, esto es lo que debemos hacer —dijo Hermione, mirando a Draco con seriedad—. Tenemos que combinar nuestras emociones con la energía mágica que hemos liberado hasta ahora. Solo así lograremos neutralizar la maldición y devolver la estabilidad a la mansión. 

Draco arqueó una ceja.  —¿Combinar emociones? Eso suena... Muy íntimo. Me niego a hacerlo así sin más.

Hermione suspiró, intentando mantener la calma.  —Draco, ya hemos confesado cosas bastante personales. Creo que podemos manejar esto. 

Draco asintió con una sonrisa irónica.  —Bien, Granger. ¿Qué tenemos que hacer?  Que no sea nada físico por favor, estoy algo oxidado y no creo poder rendirte bien...

Hermione río por lo bajo y se inclinó hacia él, mostrando las instrucciones en el libro.  —Coloca tu varita en el centro del círculo, junto a la mía. Luego, debemos sostener nuestras manos y concentrarnos en un recuerdo que represente nuestras emociones más puras. Algo que nos inspire... esperanza, amor, o incluso arrepentimiento. 

Draco levantó una ceja.  —¿Manos? ¿En serio? Esto se pone cursi, Granger.  Pero es mejor, de haber sido lo que estaba pensando no me hubiera concentrado con tantos fantasmas cerca.

Hermione lo fulminó con la mirada.  —¿Quieres que terminemos esto o no?  Merlín, dices cosas que no vienen al caso.

Draco levantó las manos en señal de rendición.  —Está bien, está bien. Vamos. 

Ambos colocaron sus varitas en el centro del círculo, y Draco extendió una mano hacia Hermione, que la tomó con firmeza. Al cerrar los ojos, intentaron buscar dentro de sí esos recuerdos que podrían canalizar la energía necesaria. 

Hermione recordó la primera vez que vio a sus padres reír juntos después de enseñarle de que ella les enseñó su magia por primera vez. Aunque su corazón se rompió al recordar su pérdida, también sintió el calor de su amor cuando la arropaban al dormir.

Draco, por su parte, pensó en el abrazo de su madre la noche en que regresó a casa tras la guerra. La calidez de su perdón, la fuerza de su amor incondicional, y la promesa de ser mejor. 

Ambos comenzaron a sentir una extraña corriente de energía fluir entre ellos, como un puente que conectaba sus pensamientos y emociones. La luz dorada volvió a brillar en el círculo, esta vez más intensa, y la mansión dejó escapar un crujido profundo, como si algo dentro de ella estuviera liberándose. 

—¿Esto está funcionando? —preguntó Draco, su voz apenas un susurro. 

—Creo que sí —respondió Hermione, manteniendo los ojos cerrados. 

Mientras los espectros comenzaban a desvanecerse, Lucius Malfoy se detuvo, mirando a Draco y Hermione con una mezcla de solemnidad y algo que parecía una pizca de travesura. 

—Antes de que me vaya, hay algo que ambos deben saber —dijo, su voz resonando con autoridad. 

Draco, aún sujetando la mano de Hermione, frunció el ceño.  —¿Qué quieres decir, padre? 

Lucius dio un paso hacia ellos, observándolos con una expresión críptica.  —La Mansión Malfoy no solo es un hogar, sino también un protector de nuestra línea. Posee una magia antigua, vinculada al amor y la lealtad. Cuando dos personas trabajan juntas para resolver una maldición como esta, la mansión... los considera como un matrimonio. 

Hermione parpadeó, incrédula.  —¿Qué...? 

Draco soltó la mano de Hermione y alzó ambas, como si intentara detener a su padre.—¿Estás diciendo que la mansión cree que estamos... casados? 

Lucius asintió con calma.  —Exactamente. Es lo mismo que ocurrió con tu madre y conmigo. La magia antigua de la mansión nos unió, pero yo la traicioné al seguir a Voldemort y dejar que el poder corrompiera mi propósito. 
Hermione abrió la boca para protestar, pero Lucius levantó una mano para detenerla. 

—No estoy diciendo que deban aceptar esto como una obligación. Está en sus manos decidir si quieren continuar juntos o no. Pero sepan esto: la mansión nunca permitirá que otra mujer ocupe el lugar de esposa en tu vida, Draco. 

Draco estaba rojo de indignación.  —¡¿Por qué no me dijiste esto antes?! ¿¡Por qué no explicaste que resolver esta maldición tendría... consecuencias de por vida?! 

Lucius esbozó una sonrisa ligera, un gesto que apenas había mostrado en vida.  —Porque sabía que, llegado el momento, llamarías a tu primer amor para que te ayudara. 

Hermione se quedó boquiabierta, sintiendo cómo la sangre se le subía a las mejillas.  —¿soy tú primer amor, Malfoy?

Draco giró bruscamente hacia su padre, claramente furiosos y avergonzado.  —¡Padre, no puedes simplemente...! 

Lucius levantó una ceja, desafiando a Draco con su mirada.  —No lo niegues, Draco. Siempre te interesó la señorita Granger desde el primer momento que la viste subir al tren, aunque no quisieras aceptarlo. Pasabas vacaciones enteras hablando d ella, pero te escondiste detrás del odio y los prejuicios. Tu madre me repetía una y otra vez que tenía que aceptarla como mi nuera cuando la trajeras a casa y que si no lo hacía... Me coseria la boca.

Hermione miró a Draco con incredulidad, recordando las miradas furtivas que le había dedicado durante sus años en Hogwarts. 

—¿Es eso cierto, Malfoy? —preguntó, su voz más suave de lo que esperaba. 

Draco, incapaz de sostener su mirada, se pasó una mano por el cabello y soltó un suspiro derrotado.  —Granger, yo... Bueno, no pensé que esto saldría a la luz de esta manera, pero sí. Eres mi primer amor.

Hermione se cruzó de brazos, tratando de mantener la compostura, aunque algo cálido se asentaba en su pecho.  

Lucius los observó, satisfecho con la escena frente a él.  —Mi trabajo aquí está hecho. Ya depende de ustedes decidir si quieren ser algo más que un matrimonio mágico. Pero recuerden: la mansión Malfoy no se equivoca. 

Con esas palabras, Lucius desapareció, dejando a Draco y Hermione en un silencio incómodo pero cargado de posibilidades. 

Draco finalmente habló, mirándola con una mezcla de resignación y ternura.  —Bueno, Granger. Parece que estamos casados. 

Hermione lo miró con una sonrisa tímida.  —Supongo que será mejor llevarnos bien, entonces. 

Draco esbozó una sonrisa, más genuina que ninguna otra que ella hubiera visto antes.  —No creo que sea un problema. En un año exactamente tendremos un bebé. 

Hermione lo miró, notando la mezcla de emociones en su rostro.  —Malfoy, ¿estás seguro que no te arrepentiras después?

Él se quedó mirándola con una intensidad que la hizo sentir vulnerable y, al mismo tiempo, segura.  —Gracias, Granger. Por estar aquí, por... ser tú.  Y por aceptar ayudarme con la maldición.

Hermione sonrió, su corazón latiendo con fuerza.  —Siempre estaré para ayudarte, Malfoy. 

El reloj de la pared de la mansión sonó, marcando las tres de la mañana.. Habían pasado La Navidad juntos, sentía como si hubieran vivido años juntos, empezaba un nuevo comienzo para ambos.

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