Capítulo No Tan Unico

Veinte minutos, veinte malditos minutos habían transcurrido desde que había salido de su casa y ni rastro de él.

Es un cobarde, ¿qué esperabas? — Mi mente susurró insidiosa y decidí pasar por alto cada una las palabras. —. ¿Dónde estás, Adrien? — Pregunté al cielo, con Tikki a mi espalda reposando la vista en el mismo paisaje estrellado al que rendía atención esa noche.

— Tal vez se acobardó. — Sugirió esta vez mi compañera e inmediatamente le lancé una mirada de pocos amigos. —. Que no te sorprenda, Marinette. Adrien parece ser un chico bastante tímido.

— Lo sé... — Asentí en un suspiro, golpeando mi pie insistente contra el suelo. —. Pero aún así, me hizo ilusión creer que podríamos haber pasado la noche juntos.

Retrocedí unos pasos, los suficientes para llegar a la rendija que daba entrada a mi cuarto cuando aquel característico sonido de su bastón entró por mis oídos, erizándose mi piel al sentir sus zapatos chocar contra el suelo justo a mi espalda. —. Princesa... — Ronroneó, dando un paso tras otro hasta llegar a la parte trasera de mi cuello, aventurándose a depositar un diminuto y sorpresivo beso que hizo estragos en cada una de mis terminaciones nerviosas. —. Siento haber tardado.

— ¿Qué te entretuvo, minino? — Quise saber, mirándolo sobre el hombro mientras avanzaba hasta posicionarse frente a mi.

— Quise pasar por algunas... provisiones. — Dejó una pequeña bolsa a mi vista, abriéndola para que mis curiosos ojos investigaran lo que yacía en su interior.

— ¿Lu-lubricante? — Exclamé al mi mano alcanzar un pequeño frasco al interior. —. ¿Anillo vibrador? — Mis labios se apretaron en una fina línea, demostrando la incomodidad qué tan deliberada acción por parte de Adrien había desatado en mi. —. ¿Más... condones?

— Solo por si se acaban. — Soltó en medio de una sonrisa inocente, no logrando esconder la ansiedad que dejó la excitación de lo que poco  que habíamos alcanzado a hacer en su cuarto y de inmediato sentí como el rubor invadió cada centímetro de mis facciones.

Retrocedí de forma inconsciente, atemorizada por lo que tan solo unos minutos atrás veía como la más bella de las fantasías. —. Cla- claro... — Mi voz salió mucho más temerosa de lo que planeé, retrocediendo y no cayendo en cuenta cuando tropecé con la trampilla que daba a mi cuarto.

— Wow princesa... — La fuerte y segura mano de Chat Noir me abrazó desde la cintura, salvándome de un golpe que hubiese lamentado. —. ¿Sucede algo? — Averiguó cerca de mi rostro, demasiado para el bochorno que me invadía, provocando que mis brazos se movieran por sí solos, apartándolo como si fuera la primera vez que invadía mi espacio personal de esa manera.

Acabé por caer al suelo, golpeándome la espalda y lanzando una queja que ahogué mordiéndome el labio. —. ¡Marinette! — Chilló, recogiéndome para luego entrar a mi cuarto conmigo en brazos. —. Dios mío, ¿estás bien?

Sonreí tomando un poco de distancia. —. S-sí... — Susurré insegura, corroborando mis sospechas al sentir el futuro moretón en mi cadera. —. Demonios. — Dije, levantando mi pijama y los ojos de Chat se inundaron de miedo al fijarse en la enrojecida zona.

— ¡Oh no! — Vociferó acercándose al lugar. —. ¿Están tus padres abajo?

— No... salieron en su cita de San Valentín. — Sus verdes se opacaron durante un segundo, pestañeando con rapidez hasta liberarse del trance.

— ¡Iré por hielo! — Avisó antes de bajar hacia la sala, volviendo a los pocos segundos con algunos cubitos dentro de una manta que dios sabe de dónde habrá sacado. —. Levántala. — Ordenó y como si su voz fuera una fórmula mágica para mi plana obediencia, lo hice, apretando los labios cuando la fría sensación me desagradó más de lo esperado.

Sus garras se ajustaron a mi piel, sujetándome con fuerza mientras extendía el frío en el lugar.

— Ah-h... n-no... — Me removí mientras intentaba silenciar mis quejas. —. C-Chat... sácalo.... — Suspiré, mordiéndome el labio.

— N-no hagas esos ruidos, Mari... no me haces pasarlo demasiado bien aquí abajo. — Sentí mis mejillas arder apenas comprendí la connotación de su petición, sin saber si con "aquí abajo" se refería al hecho de que estaba arrodillado u otra cosa.

— Mmm... — Me quejé por última vez justo cuando Adrien retiraba los cubitos.

— Con esto ya debería estar mejor mañana. — Aseguró, y yo me quedé como una boba viéndolo sonreír antes de depositar un suave y curativo beso sobre la herida que logró ponerme la piel de gallina.

Acaricié su cabello y de cierta forma aquello lo animó repetir la acción, dejando sus labios en una sensación exquisita bajo mi piel.

Se aferró a mi figura y de su boca comenzaron a asomar las más bellas palabras que ya antes había oído, sin embargo, en esa ocasión en especial se oían de una manera completamente distinta, como si el tono ronco que había adoptado su masculina voz de pronto fuera capaz de derretirme. —. Eres preciosa, Marinette. — Susurró entre besos, dirigiendo los mismos hacia mi vientre para luego subir por mi estómago mientras se ponía de pie a medida de que su boca iba subiendo. —. Haces que pierda la cordura y me vuelva un pervertido. — Mi respiración se volvió pesada en un santiamén, y pude notar que la de él también. —... Pero aún así... — suspiró en mi cuello antes de unir nuestros labios en un arrebato pasional. —. No quiero que te sientas presionada, recuerda que fue mi idea que las cosas se dieran de esta manera. — Juntó nuestras frentes, logrando que me perdiera en el intenso brillo de sus pupilas felinas contraídas.

Iba a desmayarme, estaba a punto de caer rendida en sus brazos y él era consiente de ello. —. Chat... — Susurré, cuando sus labios bajaron a mi cuello, dejando húmedos besos, haciéndome cosquillas con su nariz.

Había perdido la batalla y estaba a su merced, pero entonces una de sus manos acarició mi estómago, subiendo de forma lenta hasta uno de mis pechos y apenas sentí sus garras sobre mi sensible piel, reuní la fuerza necesaria para empujarlo.

Sus verdes despertaron del trance en el que encontraba, analizando con cierta preocupación a la patética chica que estaba frente a él, abrazándose a sí misma en un arranque por cubrir su cuerpo.

Y es que no había otra forma en la que pudiera sentirme, estaba tan avergonzada como nerviosa por los contradictorios sentimientos que la angustia logró jugarme en contra, así como las inseguridades de las cuales aún no me deshacía por completo.

Miles de preguntas cruzaban mi mente de un lado a otro. Desde la pequeña pero aún así insiste duda sobre mi cuerpo y sus volúmenes hasta el hecho de que mi rendimiento sexual no fuera el esperado.

— Lo siento... — Murmuró llevando su mirada al suelo. —. Creía que tú... — Rascó su nuca dando unos cuantos pasos hacia mi, parando en seco apenas me vio retroceder. —. Marinette, ¿Qué sucede?

Su pregunta hizo eco en mi cabeza y mis labios se torcieron en una mueca al caer en cuenta de la respuesta. —. Cambiaste. — Confesé, animándome a continuar luego de ver la confusión en sus facciones. —. Te pusiste el traje y las cosas cambiaron.

— ¿A qué te refieres? — Su voz yacía triste, casi lastimosa. —. ¿Tienes miedo de Chat Noir? — Cuestionó un tanto culpable.

— Claro que no, Chat Noir de alguna forma me enciende más que Adrien. — Contesté junto a una seriedad monumental y él rió de mis dichos. — El punto es que... en tu casa, parecías mucho más nervioso que yo, y ahora estás llevando todo tan rápido, tan fácil... — Suspiré intentando sacar la endemoniada angustia y vergüenza que, de a poco, comenzaban a consumirme a consumirme. —. Entiendo que esto pueda ser normal para ti... pero es mi primera vez, ¿sabes?

— ¿Normal? — Ladeó la cabeza mientras se aproximaba hacia mi, ahora con una actitud mucho más dulce y curiosa.—. ¿Realmente piensas que esto es normal para mi? — Asentí casi por inercia. —. ¿Por qué? Hemos estado juntos hace casi un año y antes era demasiado pequeño para... bueno, para estas cosas. — Se mordió el labio y yo le imité.

— Sueles ir a todas esas reuniones y fiestas con tu padre, quizás alguna vez... alguna modelo... — Me calló de la forma más dulce que pudo al cubrir su boca con la mía.

— Claro que no, todo lo que hago en esas fiestas es quedarme junto a mi padre y sonreír. — Murmuró un segundo después. —. No soy esa clase de chico, y la verdad me duele que lo pienses. — Mis ojos brillaron acuosos con la culpabilidad emergiendo desde mi pecho. —. Y desde ahora, vas a ser tú quien me acompañe a esas veladas.

Asentí colgándome de su cuello mientras sus brazos me rodeaban y nos dirigían a la cama. —. Te amo Adrien. — Solté acurrucando su rostro entre mis manos, besándolo un segundo después.

— Y yo a ti, princesa. — Susurró como si fuera un secreto, uniendo nuestras frentes antes de tendernos en el lecho.

— Quiero hacerlo... — Confesé atrayendo su rostro al mío. —. Quiero que esta noche sea especial.

— ¿Estás segura? — Asentí sonriente, con mis mejillas ardiendo, con los ojos llorosos. Y es que eran tantas las emociones que me embargaban en ese momento que apenas podía mantenerlas a raya. Chat Noir me devolvió la sonrisa, posicionándose sobre mi. — Garras dentro. — Susurró y la luz verde que invadió su cuerpo dio paso a su forma civil mientras Plagg escapaba hacia el balcón junto a Tikki.

Seguía en su traje, tan guapo como lo había visto en su cuarto, mientras yo estaba frente a él en aquel mismo pijama desaliñado.

Decidí dejarlo pasar, para la próxima compraría algún juego de lencería quizás. —. ¿No llevas sujetador? — La interrogante logró sacarme de mi trance.

— N-No... — Susurré. —. Creí que así sería más fácil.

— Lo es... — Dijo, acariciando mi abdomen con una de sus manos, a la vez que sus labios volvían a mi, jugando con mi cordura. —. Marinette... — Murmuró escondiendo la cabeza en mi cuello, besándolo con delicadeza mientras sentía sus manos temblar sobre mi piel. —. No sé que estoy haciendo... — Confesó, hecho que me dejó atónita y me llevó a buscar sus verdes.

Me encargué de atraer su rostro de nueva cuenta, uniéndome a él, tomando la iniciativa en un nuevo contacto mucho más apasionado que cualquiera de los anteriores.

Había sido todo, había descubierto el sabor de aquellos besos indecentes sobre mi cama, el roce de nuestros cuerpos y yo simplemente no podía despegar mi rostro del suyo.

Porque de alguna forma quería más, a cada segundo la necesidad de sentir esa estrepitosa sensación que nublaba mis sentidos aumentaba, así que decidí guiarlo hacia lo que quería y necesitaba.

— Mari... — Murmuró cuando nuestras manos juntas llegaron por debajo de mi pijama hasta la piel de mis pechos, haciéndome cerrar los ojos por la placentera corriente eléctrica que me cubrió de pies a cabeza. —. E-es suave... — Dijo en medio de una risita. —. Demasiado suave.

Mi piel cosquilleaba entre los roces y aparté mi mano dejándole control total de sus caricias, sonriéndole al verlo levantar curioso la prenda para obtener una visión privilegiada de su pulgar rodeando mi pezón.

— Dios... — Suspiré complacida, hecho que de alguna u otra forma lo incitó a llevar la iniciativa, acercando su nariz a mi, rozando la piel de su rostro contra mi senos.

— ¿Te importa si... ? — Las palabras se atoraron en su garganta. —. ¿S-si...?

— Deja de preguntar si hacer esto o lo otro, solo haz lo que tu instinto te diga.

— ¿Y si no te gusta? — Rodé los ojos, tomando ambos lados de su rostro, acercándolo hasta que nuestros labios se tocaron.

— Si eres tú, todo me gustará. — Dije al apartarme y él me sonrió, bajando nuevamente hasta mi busto, donde su lengua lamió mi piel, acentuando en los puntos sensibles. —... Mmm... ¿eso es lo que te dijo tu instinto?

— Es lo que me dijo el video porno que vi esta mañana . — Rió un tanto nervioso y yo lo reprendí junto a una mirada letal, misma que fue rápidamente reemplazada por una extasiada al él aumentar la presión de su lengua y comenzar a succionar el botón.

— Adrien... — Intenté reprenderlo por su burdo comentario, más y debido su previa interacción con mi pecho, la reprimenda salió a forma de gemido, hecho que lo hizo carcajearse por lo bajo.

Me removí inquieta, abrumada por la ola de calor que fue a parar directamente a mi entrepierna, allí donde solo podía frotarme contra una de sus rodillas, y fue lo que hice.

Se sentía bien, pero también sabia que podía ser mejor y lo corroboré cuando una de sus manos bajó traviesa por mi vientre, permitiéndome disfrutar de sus yemas tanteando mi monte de Venus, pasando directamente a los pliegues de mi sexo.

— No tengo ni la menor idea de donde está que cosa, pero se de un punto que debería volverte loca y voy a encontrarlo. — Susurró sobre mis labios, resbalando sus dedos desde el inicio de mi intimidad hasta casi el final, luego devolviéndose, estudiando mi rostro sofocado, mucho más jadeante que hacía unos minutos y cuando rozó mi clitoris no pude callar el gemido que brotó de mi boca. —. Genial. — Murmuró antes de besarme con una pasión desbordada y sonreír.

Sus verdes brillaban a la luz de la luna que se filtraba por la trampilla y sin previo aviso comenzó a masajear de forma circular aquella protuberancia perdida entre mis pliegues.

Mis piernas se abrieron casi por arte de magia y las sabanas se retorcieron bajo mis puños.

— Adrien... no pares... — Rogué, bajando mi propia mano, ayudándolo a estimularme mejor. —. Así... justo así... — Ronroneé cuando ambos encontramos el ritmo perfecto, moviéndonos juntos en busca de nuevas sensaciones.

— ¿Te gusta Buginette? — Averiguó él con sus verdes prendidos a mi rostro. —. Dios... Te ves hermosa ahora mismo Mari... demasiado... — Murmuró y un segundo después apresó mis labios en un beso desquiciado, mismo que intenté seguir a como diera lugar entre quejidos dominados por el placer.

— A-Adrien... — Susurré en pleno disfrute al sentir sus labios viajar hasta mi cuello, dándole el espacio suficiente para besar y consentir a gusto.

— Leí que es probable que nos duela si no estas lo suficientemente mojada. — Comentó mientras retiraba la mano de mi parte baja con mis fluidos adheridos a sus dedos índice y medio. —. Creo que lo mejor será asegurarnos de que sea así. — Los llevó a sus labios y ante mi atónita mirada los lamió, hecho que logró ponerme a mil. —. Necesito probarte de verdad. — Susurró junto a sus verdes brillando cuando la exótica idea se instauró en su testaruda mente. Entonces lo vi bajar hasta mi vientre y comenzar a besar mi ombligo, descendiendo a paso lento hacia mi intimidad.

— ¡N-no! — Hablé con rapidez, intentando cerrar las piernas de forma desesperada, mismas que se encargó de atrapar con sus manos.

— ¿Qué sucede? — Cuestionó y entonces pude verlo.

Sus preciosos ojos tenían aquella inevitable mirada felina, su cabello estaba desordenado por mis caricias y todo su ser desprendía un aura de depredador.

Quisiera o no, había invocado a Chat Noir, hecho que en aquel momento me pareció más que obvio, después de todo eran la misma persona y tarde o temprano Adrien tendría que vencer a la inseguridad que tanto lo hacía vacilar en sus acciones.

— Es vergonzoso. — Solté con el horror dominando mis facciones.

— ¿Qué cosa? — Curioseó, haciéndose el inocente y maldije la tranquilidad con la que dominaba la situación.

— L-lo que estás por hacer. — Respondí quejumbrosa y ante esto el solo ensanchó su traviesa sonrisa.

— ¿Qué es lo que estoy por hacer, princesa? — Diversión, diversión por toda su maldita cara.

— Adrien... — Le reprendí viendo agotada mi paciencia. —. Basta, no va a gustarte.

— ¿Bromeas, verdad? — Negué, sintiendo el rubor en mis pómulos emerger, desesperada por el bochorno que me hacía tenerlo en esa maldita posición.

Él tornó los ojos a blanco, luego bajó su nariz hasta mi ombligo, acariciando mi piel contra la suya. —. No hay parte de tu cuerpo que no quiera saborear... — Sus labios fueron a parar hacia la cara interna de uno de mis muslos, logrando que tan simple acción me hiciera temblar bajo él. —. Besar... — Una vez más volvió a mi vientre y con cuidado fue bajando el pijama hasta retirarlo completamente. —... O lamer. — y entonces sin discreción alguna besó mi monte de Venus por encima de mis bragas.

Me mordí el labio cuando un fuerte espasmo se hizo presente allí abajo. —. Adrien... — Murmuré opacando un silencioso gemido.

— Si no te gusta, solo tienes que decírmelo y pararé, ¿está bien?

— ¿Y qué pasa si a ti no te gusta?

— Si tú disfrutas, entonces créeme que yo también. — Sus ojos quedaron prendidos a mi, esperando una respuesta, misma que di a través de un suspiro y el leve distanciamiento de mis piernas que permitió mi exposición.

Se limitó a sonreír petulante, su plan había dado frutos bastante rápido.

Corrió la tela tan lentamente que me pareció la
más grande de las torturas y luego abrió mis labios con mucho cuidado. —. Eres hermosa. — Comentó recorriéndome y yo tan solo pude cubrir mi rostro y cerrar los ojos con fuerza.

Su cálida lengua abrazó mi intimidad de principio a fin, haciéndome soltar un gemido sofocado por mi palma. Volvió a repetir la acción, esta vez concentrando un poco más de presión en el manojo de nervios que me enloquecía. —. Dios mío... Adrien. — Mi voz sonó mucho más fuerte y aguda.

— Se siente bien, ¿no?— Preguntó contra mi piel y yo asentí frenética, dándole el permiso suficiente para comenzar a aventurarse a dar pequeños lametones en aquel punto.

Todo mi cuerpo se encendió de un minuto a otro. No había cabida para nada en mi mente además de la abrumadora sensación que su boca me regalaba.

— Así... así... más...— Supliqué, abriendo mis azules y bajándolos por primera vez para observar el exquisito trabajo que llevaba a cabo.

Dios... jamás admitiría en voz alta cuantas veces había soñado con tener a Adrien de esa forma entre mis piernas, jamás admitiría cuánto me ponía verlo succionar y lamer a gusto mientras mi cerebro trataba de asimilar los golpes de satisfacción que recorrían mi cuerpo.

Era perfecto, no habían otros brazos que pudieran transmitirme tal seguridad como los que me sujetaban en ese momento, no había mayor placer que el que me otorgaba o eso creía, hasta el momento en cuando uno de sus dedos entró en mi. —. N-no... — susurré mientras arqueaba la espalda.

Ya en el pasado lo había intentado, combinar los agasajos a mi intimidad junto a la tenue penetración de uno de mis dedos y nunca había resultado satisfactorio, al menos no como en ese momento. —. ¿Te duele? — Quiso saber el al fijarse en mis rasgos desencajados a lo que negué con rapidez, cerrando mis ojos con fuerza cuando volvió a introducirlo. —. Estás muy mojada... — Susurró, chocando el cálido vaho de su boca antes de pegarla una vez más a mi piel, lamiendo con mucha más dedicación hasta que un grito incontenible escapó de mis labios.

— V-voy a llegar.... — Alcancé a decir. —. Adrien... voy a correrme. — repetí sofocada, abrumada por el hecho de que no quería ser la única que disfrutara del momento y también por que me hacía ilusión que tocásemos el cielo juntos.

— Hazlo. — Dijo jadeante, demasiado, casi tan excitado como yo lo estaba. —. Vamos princesa, quiero verte. — Suplicó.

Dejándome llevar por la indómita lujuria, decidí acatar a su petición. Cerré los ojos, maldiciendo apenas el gozo llegó al punto culmine, regalándome un orgasmo mucho más placentero que cualquiera que yo misma me pude dar alguna vez.

Respiré a duras penas, intentando estabilizar mi mente de tantas sensaciones.

Oí el cinturón de Adrien golpear el suelo y un tanto fatigada lo observé junto a unos ojos somnolientos.

Estaba agotada, hecha polvo sobre mi cama, pero aún así la sola imagen del bulto en su ropa interior logró ponerme a mil una vez más.

Extendí mis brazos hacia él, llamándolo a posicionarse sobre mi y, leyendo mi mirada ansiosa, acudió a la petición muda.

Nuestros labios rozaron, juguetearon, suspirando uno sobre el otro. —. Te amo. — Las palabras brotaron de su boca como la más bella de las melodías, y por un momento pareció demasiado fácil expresar lo mismo.

— También te amo. — Solté de inmediato, hipnotizada por el auténtico brillo que sus verdes desprendían.

Estaba preparada, completamente lista para él y cuál adolescente inexperto que era, logró hallar el punto donde nuestros sexos encajaran con algo de torpeza.

Entró despacio, demasiado, incluso para mi propio cuidado y yo le recibí deseosa del insaciable roce que su miembro proporcionaba a mis sensibles paredes, las cuales lograron atenuarse casi de inmediato al intruso.

— ¿E-Estás bien? — Cuestionó.

Su voz se oía sofocada, entrecortada y titubeante, tanto que por un momento creí que quizás algo había salido mal y era él quien sufría alguna especie de dolor.

Negué sonriente. —. ¿Qué hay de ti? — Observé sus pupilas dilatadas y sus párpados entreabiertos. Algo me decía que, o no estaba del todo bien, o todo estaba demasiado bien. —. ¿Te duele?

— Creme... créeme que dolerme es lo de menos. — Respiré un tanto más aliviada. —. V-Voy a moverme, ¿Sí? — dijo, junto a la urgencia predominando en sus facciones.

— Hazlo. — Respondí y entonces asintió, proporcionándome una primera estocada,

— Ahhhg... — Soltó contra mi cuello, y luego el desconcertante calor se hizo presente en mi entrepierna, precisamente en mi interior. — Ma-Marinette... — Gimió mi nombre extasiado, demasiado y fue cuando lo comprendí, al verlo caer sobre mi cuerpo como si hubiese librado la batalla más agotadora de su vida.

Respiró sofocado un par de segundos, incorporándose un poco antes de evitar mis atónitos azules que sin descanso buscaban una explicación en el avergonzado rostro. —. ¿Eso fue todo? — Hablé sin pensar y me arrepentí al segundo.

Se quedó boca abajo unos segundos y vi la vergüenza reflejada en el carmín de sus orejas. —. Lo siento... — Murmuró ientras cubría su rostro.

— ¿Adrien? — Cuestioné buscando sus verdes.

— ¡L-lo siento! ¿Está bien? — Dijo. —. Mi-mientras te tocaba, me emocioné demás, y-y no lo aguanté... — Explicó de forma rápida, tropezándose con sus propias palabras. —. Dios... soy lo peor. — Soltó levantándose a un lado. —. Por favor no me juzgues, ¡era mi primera vez y no pude retenerlo!

— ¿Retenerlo? — Mis ojos bajaron hasta mi entrepierna y pude verlo claramente. —. ¡¿Te viniste dentro?! — Mi voz sonó mucho mas histérica de lo que planeé. —. ¡Para qué demonios compraste los condones?!

— ¡Ya dije que lo siento! — Bramó, lanzándose al colchón. — y-yo creí que podría aguantar unos minutos... — Volvió a cubrirse el rostro y fue en ese preciso momento en el que su ternura logró ganar la contienda. — No soy más que un maldito precoz.

— ¡Claro que no! — Me abracé a él mientras mi mano iba en busca de una manta, cubriéndonos a ambos. —. Solo estabas... ¿demasiado feliz? — Adrien rodó los ojos y yo me pegué a su cuerpo.

— Feliz es una palabra muy pequeña. — Me observó cauteloso, buscando refugio en mi cuello. —. Dios, amo como hueles. — Confesó, depositando un húmedo beso en mi piel, encendiéndome al instante mientras él se dejaba arrullar por el latido de mi corazón desbocado y caía en un profundo sueño. — Mañana te compraré la píldora. — Prometió antes de rendirse ante sus sueños.

Sonreí acariciando su cabello. —. Buenas noches, gatito. — Mencione, alejándome de los
pensamientos pecaminosos y abrazándome a su desnudo cuerpo. Mis manos viajaron por sus rubias hebras, revolviéndolas aún más de lo que estaban.

Habíamos sido torpes, ridículos e inseguros. E incluso con todo en contra nuestro pequeño primer encuentro había resultado reconfortante.

Espero que les haya gustado :D los adoro ❤️

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top