Capítulo 9
Aitana
Yo había ido a ballet y danza moderna con Jimena y Cecilia durante varios años. Creía que bailábamos muy bien hasta que vi a Víctor e Iván. Parecían profesionales. Nos quedamos alucinadas. Jimena no se cortó ni un segundo y decidió que su elegido de la noche era Iván: «Así baila, así se mueve en la cama», dijo mientras nos guiñaba un ojo a Cecilia y a mí. Yo no pretendía meterme en la cama de nadie.
Cuando sonó la lambada, las muy brujas me empujaron hacia Víctor. Choqué contra él. Estaba sereno, a pesar de que lo había visto con un vaso en la mano toda la noche. Quizás tenía mucha tolerancia al alcohol. Yo había tomado una cerveza en la cena y tres copas, y estaba arrepintiéndome, sobre todo de la última. En este pueblo las cargaban demasiado.
No sé muy bien cómo, pero acabé bailando con Víctor. No quería dejar que él llevara la voz cantante en el baile, pero era absurdo con la diferencia de altura. Yo no podría darle vueltas a él de ninguna manera. Al final me rendí y dejé que me guiara. Era como bailar con el profesor, te empujaba en una u otra dirección y te hacía creer que bailabas mejor de lo que realmente sabías. Eso nos pasaba mucho en clase. Con la profesora todo fluía, pero en cuanto nos poníamos en parejas eramos mucho más desastre.
La pierna de Víctor entre las mías. Su mano en mi cintura. Su cuerpo irradiaba calor. La canción parecía no acabar nunca y, cuando lo hizo, me quedé sedienta de más. Él se separó y me dio un escalofrío, como si estuviese bajo el aire acondicionado del local. La siguiente canción era de rock, nada que pudiésemos seguir bailando de aquella manera. Él se sabía la letra y la cantó cogido de los hombros de su amigo Paco.
Noté un codazo en las costillas.
—¡Ay!
—¿Pero tú has visto a Jime?
Me giré hacia donde indicaba Cecilia. Jimena estaba junto a una pared comiéndose los morros con Iván como si no hubiese mañana. No me daba tiempo a procesar todo lo que estaba pasando cuando alguien me tocó en el hombro. Era mi primo.
—Es tarde. Yo me voy a marchar ya. ¿Os venís?
—No creo que Jimena se quiera ir ahora —le dije señalando a la pareja.
Nathan negó con la cabeza, estaba claro que no lo aprobaba. Quizá se había hecho ilusiones con mi amiga y se le acababan de ir al traste. Si hubiese sabido bailar...
—Ve tú si quieres.
—No quiero que volváis solas.
Lo miré extrañada. Se seguía preocupando por mí.
—Somos tres, y si no, tranquilo que alguien nos acompañará.
—¿Estáis hablando de iros? —se unió Cecilia. Mi primo asintió—. La verdad... a mí me gustaría ir a casa.
Cecilia puso cara de culpabilidad. Jimena solía decirle que era una «corta-rollos» por querer irse siempre la primera. En esta situación podía volver acompañada por mi primo sin problema.
—Vale, Ceci, vete si quieres. Yo me quedo un rato más. No quiero dejar sola a esta loca.
—¿Seguro?
—Que sí, no te preocupes.
Me dio un abrazo y tres besos rápidos en la misma mejilla: mua-mua-mua. Cecilia cuando bebe se pone muy abuela metralleta.
—¡Hasta mañana! —le dije a mi primo con una sonrisa amable.
No todo estaba perdido con mi primo. «Lo que han deshecho nuestros padres, ¡que lo una la fiesta!», pensé con alegría. Una copa apareció en mi mano. Me la había puesto Paco. Quise rechazarla, pero él insistió. Me recordé que la tercera había sido suficiente para mí y en cuanto pude me deshice de ella. Me acerqué a Paco y le dije que no me comprase más. Él asintió y me preguntó si bailábamos. Le dije que mejor todos en círculo, siendo «todos» Víctor, él y yo. Vi su decepción al entender mi indirecta de que no quería bailar pegada a él.
Me fijé en que Víctor tenía una copa con líquido transparente. Parecía que se había pasado al vodka. «¡Vaya aguante!». Con lo que llevaba él, yo ya estaría en urgencias. La curiosidad me pudo y me acerqué a él. Le tuve que tirar del brazo para que se agachase a mi altura. «Joder, qué pedazo de brazo tiene este hombre, que-me-desmayo». ¿He dicho ya que la tercera copa no me la tendría que haber bebido?
—¡Oye! ¡Víctor! ¿Qué bebes?
—¡Agua!
—¡Ja, ja! —le reí la gracia—. No, en serio.
Me acercó el vaso de tubo y lo olisqueé. En efecto, no olía a nada. Bebí un trago.
—¡Es agua! —confirmé.
—Eso te he dicho.
—¿Y qué bebías antes?
—Fanta.
—¿Con qué?
—Con naranja. Pareces no entender que se puede salir sin beber.
El tortazo verbal que me dio me hizo dar un paso atrás.
—¡Ya lo sabía! —me defendí, aunque lo cierto era que desde que probé el alcohol de adolescente, siempre bebía algo al salir.
Me sentí sobria de repente y me quise ir a casa. Miré hacia Jimena que seguía en la misma pared con Iván. Aguanté otra media hora bailando y ya no pude más. Fui hacia mi amiga y los interrumpí.
—¡Jime! Me quiero ir a casa.
—Ay, no seas corta-rollos, que lo estamos pasando genial. Dile a Ceci que se espere un poco más.
—Ceci se ha ido hace una hora y media.
—¿Qué?
Eso pareció despertar a mi amiga, que se dio cuenta de que el local estaba más vacío que hacía un buen rato.
—¿Y tu primo?
—Se han ido juntos.
—¿Juntos-juntos?
—No, solo querían irse a la vez.
—¡Voy a mear! —gritó Iván y desapareció hacia el baño.
Miré a mi amiga con mi mejor mirada de pena.
—Por favor, he aguantado ya un buen rato. Mañana y el domingo tenéis para veros. Y podéis venir más findes.
—Yo hasta dentro de dos no puedo, que tenemos el viaje a los fiordos. Además, Iván me ha dicho que tiene coche, que luego me puede llevar. Después de... ya sabes, estar en el coche.
—¿En la primera noche? —le pregunté sorprendida. Jimena solía ser la que más ligaba, pero no iba tan rápido—. ¿Estás segura?
—Haz una cosa, vete a casa, que Iván me lleva luego.
—Jime...
—Venga, Aitana, te lo estoy diciendo por las buenas, no me embajones más.
—Dejo el móvil encendido, cualquier cosa me llamas, ¿vale?
—Que sí, ¡pesada!
Me giré y fui hacia Víctor, que hablaba con Paco e Iván. Se callaron en cuanto llegué. A saber qué estaban comentando. Iván hizo el amago de irse de nuevo con Jimena, pero yo lo retuve por el brazo. Decidí amenazarle al más puro estilo «El Padrino»:
—Cualquier queja de mi amiga sobre ti se convertirá en una cabeza de caballo en tu cama, capisci?
No sé si entendió mi referencia o fueron los ojos de advertencia que le puse, pero se apresuró a asentir con la cabeza. Más tranquila, me armé de valor para pedir un favor. No me gustaba tener que pedir que me acompañasen a casa, pero ya había tenido suficientes sustos como para saber que era más importante volver segura.
—¡Víctor, Paco! —les grité para que se acercasen—. Jime se queda con Iván y me gustaría irme ya a casa, que está un poco alejada. ¿Os importaría acompañarme? Si no es ahora en un rato... cuando os vaya bien.
—¡Claro! ¡Vamos! —gritó Paco.
Miré a Víctor. Era del que me fiaba, al fin y al cabo llevaba toda lasemana viéndole, aunque fuese para comprar tomates, y había algo en él que medaba seguridad, por mucho que me sacase de quicio. Paco, sin embargo, teníademasiadas ganas de ligar y no me apetecía nada quedarme sola con él.
✻ ✻ ✻ ✻
¿Qué os ha parecido el baile, y cómo lo han vivido Víctor y Aitana?
Iván y Jimena, ¿qué os parecen juntos?
¿Y por qué se ha marchado Nathan, alguna teoría?
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