Capítulo 2 Que decepción

Meses más tarde comenzó un año nuevo escolar. Mantuve siempre una actitud dura ante todos, me hice amiga de los chicos y chicas de último año, nadie se metía conmigo o me molestaba como antes, pero por dentro seguía siendo yo, solo que no le mostraría mis debilidades a nadie.

Seguía enamorada de mi amor platónico del preescolar, Eduardo. Él seguía siendo hermoso, había crecido y se veía mejor que antes, era alto, su cabello cambió de color y sus ojos lo hacían ver más atractivo, tenía la sonrisa más hermosa de todo el colegio, era perfecto. Todas las chicas del colegio morían por él, hasta las chicas de último año, él era el más popular.

Un día cuando regresaba de almorzar, veo a mis excompañeras de básica (mis némesis) todas emocionadas y dando brincos por todos lados.

«¿Ahora qué les pasa a estas ridículas?», pensé.

Soledad y Regina eran inseparables y molestas. Soledad era morena, bajita, envidiosa y una total perra. Regina era su mejor amiga, morena clara, cabello largo y era su fiel seguidora, otra perra más. Ambas se vestían siempre de manera llamativa, faldas cortas, escote amplio, zapatos de tacón y maquillaje exagerado, siempre en busca de atención, como perras en celo, con el debido respeto que merecen los canes.

Ellas se encargaron de hacerme la vida cuadritos desde que entré al colegio, gracias a Dios cuando repetí primer año ellas avanzaron y no tenía que topármelas en clases, realmente eran las únicas que me hacían tener pensamientos asesinos hacia ellas, pero ese día, mi sonrisa se borró cuando ví a Eduardo cerca del salón vendiendo besos y ellas hacían fila para besarlo.

Automáticamente mi corazón se destruyó en mil pedazos, él no era mi novio ni nada, pero su imagen se cayó ante mí cuando vi aquel espectáculo. Sin más tomé mis cosas y me fui a casa. Estaba extremadamente fúrica y dolida, lancé mi libreta favorita contra el portón del colegio en medio de mi frustración.

Estaba realmente molesta y me fui corriendo casa, apreté mis puños tratando de controlar la rabia que invadía mi cuerpo, apreté los dientes como si eso fuera a calmar mi malestar, estaba temblando de la ira, él era la calma a mi tormenta interna, era lo único que alegraba mis días solo con una mirada así fuera por accidente y toda su belleza, todo su encanto se desmoronó ante mis ojos cuando lo vi haciendo algo tan vulgar como eso. Mis nemesis habían ganado. Entré a mi cuarto dando un portazo y me lancé sobre ka cama.

Si hubiera besado a otras chicas no me hubiera dolido tanto, pero las besó a ¡ELLAS!!!

La imagen de ellas besándolo no salía de mi cabeza, era una tortura.

¡¡¡Maldita sea!!! ¿Por qué justo ellas?─ grité fuerte contra mi almohada.

Me fui al patio de mi casa, las cuatro paredes de mi habitación me asfixiaban. Ese día salía tarde y mis papás siempre tomaban una siesta a esa hora, así que me fui al fondo del patio y grité, lancé botellas de vidrio hasta romperlas todas. Necesitaba drenar toda esa rabia acumulada, toda la frustración de no poder hacer nada, porque él y yo no éramos nada, solo éramos simples compañeros de clase, cuando mucho llegamos a cruzar algún saludo, pero me gustaba y en medio de la frustración lancé de nuevo una botella que no se rompió.

Eso me molestó más, la lancé de nuevo y no se rompió. Fui por ella colérica y la lancé de nuevo, otra vez y otra vez y otra vez hasta que la volví pedazos. Estaba tan cegada por la frustración y la ira que no me fijé que en uno de esos intentos por romperla me corté un dedo con un trozo de la botella.

Miré la cortada y una idea vino a mi mente. Fui por una hoja, un bolígrafo y escribí mi primer intento de canción. Sentía que debía hacerlo, algo dentro de mí me empujaba a escribir y me desahogué escribiendo mi primera canción.

En la escuela había un muchacho,
que me interesaba de hace mucho tiempo atrás,
pero el interés en odio se convirtió,
cuando un día con ella lo encontré dándose un beso.
El amor se convirtió en desamor,
y este en celos se transformó
y con la ira por dentro
la rabia se me escapó,
comenzó un dolor en el pecho,
y no aguanté las ganas de llorar,
y con esa ira rompí varias botellas
y con cada una de ellas sufrí yo...
oh... oh...

Yo me juré a mí misma,
que lo iba a olvidar,
y para no jurar en vano,
un trato con sangre hice,
para no pensar, soñar,
ni imaginarlo a él, mi desamor,
Mi primer amor.

Volteé la hoja, coloqué mi nombre y juré olvidarlo para siempre. Al final de la hoja lo sellé con sangre y allí murió mi primer amor.

El amor era innecesario, no valía la pena enamorarse si al final solo te lastimarían. En mi casa tampoco tenía un ejemplo de un amor bonito, así que no tenía un ejemplo o una pequeña lucecita que me indicará que el amor debía estar sobre la mesa o tener la esperanza de encontrarlo, asi que a mis 14 años, dejé de creer en el amor. No permitiría que nadie me hiciera perder la cabeza de esa forma, le cerré mi corazón al amor.

Un año más tarde mi vida cambió muchísimo, había comenzado el tercer año de Bachillerato, mis amigos se habían graduado y yo me sentía bastante sola, fue allí cuando conocí a tres chicas que luego se convirtieron en mis grandes amigas Vivian, Mery y Angie.

Mery es morena, no muy alta, de ojos grandes y muy carismática, es la más seria de las cuatro.

Vivian es de piel clara, es delgada y muy introvertida, se podría decir que es la tranquila.

Angie es de piel clara, con un cuerpo atlético, de gran autoestima y bastante segura de sí misma, ella es la aventurera.

Yo, por otro lado, soy morena clara, alta, delgada, ojos cafés, cabello liso, y detestaba llamar la atención, prefería pasar desapercibida, en eso no era igual a las demás, todas las chicas buscaban atención.

Todas morían por tener novio, darse besos, salir con ellos y demás, pero yo no creía en el amor, así que hice lo que creí conveniente para el momento, mentirles a todos. Mientras mis amigas hablan de sus novios, yo les hablaba de mi novio imaginario.

Sí, eso fue lo primero que se me ocurrió.

De esa manera estaba protegida contra el amor y estaba supuestamente "en onda". Claro, no me fue fácil decir una mentira, se convirtió en un círculo vicioso, una mentira necesitaba otra para ser cubierta, esa mentira dos más y esa cuatro más, cuando me di cuenta era una mentirosa profesional. Así avanzó el año escolar hasta las vacaciones de verano.

Ese verano cumplía los 15 años y me hicieron una fiesta modesta, pero hermosa. Mi madrina me regaló el peinado y el maquillaje. Mi mayor deseo era tener el cabello ondulado y la estilista me lo concedió, lo secó y ondulo, me veía como una princesa. Mi maquillaje era tan sutil, nada exagerado, muy de mi estilo, me depilaron las cejas y mi vestido era de color Vinotinto con escote de corazón que realzaba mi busto,  achicaba mi cintura y era amplio en la parte baja, realmente me sentí hermosa y especial esa noche, me sentía como la reina de la fiesta.

Mis quince se celebraron de manera muy privada, solo fue invitada la familia, vinieron todos mis primos y lo pasé genial. Tenía tanto tiempo sin verlos que noté cierto encanto en mi primo Juan, y no sólo yo, dos de mis primas también. Juan había cambiado mucho, era alto, atlético, de cabello liso y con estilo, tenía un aire seductor y sabía cómo hablarles a las chicas.

Yo como tenía novio, aunque fuese imaginario debía ser algo coherente. Además, mi prima más cercana Samanta estaba súper colada por él. Ella era de estatura promedio, morena clara, bellísima, tenía el cabello ondulado castaño, ojos hermosos y era una chica de ciudad. Estaba muy adelantada para su edad, tenía quince años y ya había tenido relaciones sexuales. Sin embargo, el zorro de Cupido se emborrachó en mi fiesta y flechó a Juan conmigo y a Samanta con él, ella sabía que él gustaba de mí, pero eso no le importó y se le fue encima, y él, cómo todo hombre se aprovechó de ella y tomó lo que le ofrecían.

Yo me alejé sonriendo y dejándolos caer en su propio desastre. Una vez más el amor, haciendo daño a su paso. Gracias a Dios mi fiesta terminó.

Meses más tarde llegó el fin de año y con él, el segundo periodo escolar. Con lo que no contaba, era que mi profesor de física me propusiera la cosa más loca del año, representar al colegio en un festival de béisbol menor. Jamás imaginé semejante cosa. Ni siquiera me gustaban los deportes, yo entregaba trabajos para no hacer deporte de ningún tipo. Sorprendida por su propuesta y ante su carita emocionada y cargada de ilusión, respiré profundo y le dije que sí, siempre y cuando no tuviera que usar un vestido. Debo admitir que no me veo mal en ellos, pero me incomodan un poco, me hacen sentir vulnerable, expuesta y por alguna razón atraía más miradas.

No pude negarme, él era un excelente profesor, mi profesor favorito y era conocido de mi familia.

Por dios, representar al colegio en un festival deportivo.

Yo no era una chica muy femenina en ese entonces, me vestía con ropa holgada y en colores oscuros, me había desarrollado y tenía unos senos prominentes que queria ocultar, no me maquillaba mucho solo resaltaba mis labios con labial y mi cabello largo siempre lo usaba suelto.

Todo eso del festival me tenía estresada, lo que menos quería era llamar la atención y en un festival todos me mirarían. Solo quería salir de eso rápido.

Al día siguiente, Rafael, un amigo al que le contaba todo, me pidió que le haga un favor, que me hiciera pasar por su novia delante de una chica que lo molestaba. Cómo él era muy pana, accedí y como también había terminado con mi novio imaginario, no habría problemas con los comentarios.

Pero definitivamente debía aprender a negarme de vez en cuando.

Rafael era un poco más alto que yo, de piel clara, ojos cafés, cabello ligeramente largo, castaño claro, sin barba, de contextura atlética y muy lindo. Confieso que me llegó a gustar tiempo atrás, pero no soy de las que declaran, era muy cobarde para eso y como ya luego me dejó de gustar y se convirtió en mí mejor amigo no fue necesario decirle nada.

Lo saludé como de costumbre y me pidió que nos viéramos en el patio, porque allí se reuniría con la chica.

─Allí viene, sígueme la corriente─ comentó Rafa y yo me senté a su lado.

─Hola Rafa, ¿cómo estás?─ preguntó la chica a modo de saludo

─Bien ¿Y tú?─ inquirió casual

─Chévere. ¿Y ella, es tu novia?─ interrogó refiriéndose a mí

─Si, mucho gusto, soy Natie─ respondí sin dejarlo hablar

─Pero ella no es la que me presentaste la otra vez─ soltó sin más y se fue

─Mira! ¿Nada más viniste a eso?─ le gritó Rafa, mientras se alejaba sonriendo

─¿Qué dijo?─ pregunté mirando a Rafa en tono de molestia, mientras ella se iba y yo mostraba una falsa sonrisa

─Ah... Es que la otra vez le presente a otra chica, lo había olvidado─ comentó divertido bajando la mirada

Suspiré de pesar ─Bueno, dale gracias a Dios que no eres mi novio, sino te hubiera cacheteado─ me levanté y me despedí de él

─¿Para dónde vas?─ preguntó ─Tenemos que hablar

─¿De qué?, ¿me vas a terminar?─ inquirí burlona

─No. Vamos a empezar─ expresó con picardía y seriedad

─Tengo clase─ respondí de inmediato y corrí al salón.

«¿Qué diablos?» y justo sonó el timbre de entrada a clases.

─Yo te busco─ agregó y se fue.

«¿Qué demonios?... No puede ser. No creo... Solo está jugando conmigo. Debe ser eso».

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