Capítulo 10 Marcos Parte 2
Esa noche me costó dormir pensando en ella de nuevo, pero esta vez era diferente, había sido ella quién tomó la iniciativa de darme un beso. Eso no lo imaginé, tenía todo el pueblo de testigo.
Al día siguiente debíamos jugar de nuevo. Me levanté antes de que sonara la alarma, me di un baño y me arreglé con prisa, luego corrí a desayunar y me fui al estadio. Esperaba verla de nuevo. No sabía nada de ella, ni siquiera su nombre, solo la conocía como la Cosita Rica.
Cuando vi llegar a Angie, en cierta forma me emocioné. La saludé y le pregunté si ella vendría y me aseguró que sí. Esperé y esperé que llegara, pero nada y ya me estaba desesperando, asi que preferí entrar al campo para calentar antes de comenzar el partido. Esta chamita de verdad era estresante, no hacía nada de lo que yo esperaba.
Me enfoqué en el calentamiento y traté de no pensar en ella, pero algo me empujó a mirar, no pude evitar voltear a las gradas, buscarla con la mirada y allí estaba. Angie me hizo señas desde lo alto para que la viera, estaban en el mismo lugar de ayer y se veía bella como siempre, con esa sonrisa Colgate en el rostro y esas mejillas coloradas que tanto me encantan.
Dejé el calentamiento a la mitad y corrí hasta el Dugout para saludarla, no podía desaprovechar esa oportunidad.
Pude ver que Angie la llevaba casi de arrastras, pero ella no oponía mucha resistencia y eso era buena señal, al menos esa fue la impresión que me dio. Angie la dejó frente a mí y corrió hacia Albert.
La saludé y le busqué conversación, podía ver que estaba nerviosa y hasta algo apenada. Me encantaba ver cómo se sonrojaba y no lo pensé dos veces, me lancé y le pedí un beso de buena suerte para ganar el partido. Ella se sonrojó aún más y esquivaba mi miraba. Solo Dios sabe todo lo que me costó contenerme para no besarla allí mismo y de nuevo mi boca me ganó la partida
─Me encanta cuando te sonrojas─ solté sin meditar mis palabras.
Creo que allí consideró la idea de darme un beso, pero no como yo esperaba. Me dio un besito en la mejilla.
Dios! Me vas a volver loco Cosita Rica.
Sabía que sí insistía un poco más las probabilidades de que cediera y me besara eran cada vez más grandes. Algo había cambiado. Ya no era indiferente como el primer día, estábamos como en sintonía. Insistí un poco más con la esperanza de que cediera y le mostré donde quería el beso, lastimosamente mi suerte estaba a cuenta gotas ese día.
El tiempo con ella pasaba tan rápido, de nuevo estaba el entrenador llamándonos para iniciar el juego. ¡Maldición! Cuando me volteé hacia ella dijo
─Si ganas te doy el beso─ me miró con picardía y se fue sin poder hacer nada. Ya estaba de camino hacía las gradas. Sus palabras me motivaron, esta vez no debía perder, no podía perder, haría que el próximo beso valiera la pena.
Comenzó el juego y cada que podía me volteaba a verla, estaba súper emocionada y gritando por el equipo. Nada que ver con el primer día, había logrado que la Cosita Rica me mirara solo a mí, al Cátcher de los Diablos de Aragua, así que di lo mejor de mí para que me viera ganar y así poderle dedicar el juego, no debía perder.
Los muchachos también se dieron cuenta que las chicas nos animaban con todo y el resto del estadio estaba lleno de maricos apoyándonos a nosotros también, teníamos el apoyo de todos.
Avanzó el juego y cada inning era mejor que el anterior, no había dudas de que estábamos dando lo mejor de nosotros y cómo era de esperarse ganamos.
Esta vez debíamos descansar un poco más y continuar con el juego determinante, aún si no lograba tomar agua, solo quería ver a la Cosita Rica y darle un beso. Cuando me acerqué a ella, nuevamente volvió a darme un beso chiquitico y ya me estaba desquiciando. Quería devorarla a besos, pero tampoco quería que me diera una cachetada o alejarla.
Recordé que había hablado con Miguel, el hijo de la Señora Martha y él me dijo que la Cosita Rica era una chamita bien, de buena familia y que salía muy poco, o no la dejaban salir, solo por eso me contuve y decidí hablar un poco más con ella. Con lo que no contaba era que el tiempo pasaría volando y debíamos regresar al campo y comenzar el segundo juego. Era difícil poder conocerla mejor en el terreno.
De nuevo estaba corriendo al campo, con el temor de terminar el juego y no encontrarla como el primer día, pero no pude hacer más. Comenzó el juego y dimos lo mejor de nosotros hasta que terminó el noveno inning, pero esta vez la suerte no estuvo de nuestro lado, perdimos.
Estaba tan molesto conmigo mismo y el entrenador también estaba fuera de sí, gritándonos por todo y molestando con su cantaleta, que no aguanté más, me arreché y me fui.
Si seguía allí perdería los estribos. Estaba burda de molesto y me costaba controlar mi rabia en momentos como esos.
Llegué a casa de la Señora Martha y respiré profundo, no quería pagarla con ella, además me había recibido con buena cara y tenía la mesa servida con mi almuerzo. Pocas veces llegaba a casa y la comida estaba lista, eso fue un buen detalle. Le agradecí por todo y me senté a comer.
Al cabo de un rato, escuché que llamaron a la puerta y vi a la Señora Martha levantarse a ver de quién se trataba. Cuando regresó me dijo: ─ Te buscan.
Pensé que eran los muchachos del equipo y me levanté de la mesa con el bocado de comida en la boca.
Cuando llegué a la puerta quedé tieso al ver a la Cosita Rica en el recibo de la casa acompañada de Angie y Albert.
─¿Y eso?─ respondí en automático. No podía creerlo.
─Es que quería hablar contigo─ respondió visiblemente nerviosa
─ Ya vuelvo ─ respondí en shock y entré a la casa.
Terminé mi almuerzo súper rápido, recogí mis cosas, me cepillé los dientes y me despedí de la Señora Martha quien me acompañó hasta la puerta. Salimos de la casa y caminábamos en dirección al estadio.
Le pregunté varias veces sobre que quería hablarme, pero ella estaba tan nerviosa que podía ver cómo movía las manos, se sonrojaba y hasta le costaba mirarme a la cara. Me estaba desesperando su silencio, sus nervios y no sabía que pensar.
La tomé por la mano y sentí lo helada que estaba de los nervios, pensé que me diría algo realmente grave. Me detuve en frente de la primera casa que vi que nos proporcionaba algo de sombra y dejé mi bolso a un lado. Me intrigaba verla así.
─Si te cuesta tanto decírmelo a la cara, dímelo al oído─ declaré y le di algo de espacio en espera de su aprobación.
Honestamente me imaginaba lo peor, al ver que asintió, me acerqué lo más que pude. Ella se inclinó hacia mí y se notaba que le costaba hablarme, pero inspiró profundamente para darse valor y escuché casi en un susurro algo que jamás pensé escuchar.
─Es que me gustas mucho, pero no sé besar─ confesó.
En ese momento lo entendí todo.
─No te preocupes, yo te enseño─ respondí. La tomé desprevenida y aprovechando nuestra proximidad, la besé.
Estaba tan nerviosa que podía sentir como temblaba contra mi cuerpo, era como si hubiera estado esperando todo ese tiempo por mí. Me sentí en otro nivel. Ella era como mi media naranja, llegué a sentir que ella era todo lo que necesitaba. Aunque no era mi primer beso, fue burda de intenso, quería darle el mejor beso de su vida. No quería que me olvidará fácilmente. Nos detuvimos unos segundos e intercambiamos miradas, quería más de la Cosita Rica y la volví a besar. Necesitaba besarla de nuevo, quería recuperar el tiempo perdido en cierta forma y olvidé que estábamos en plena calle.
A lo lejos podía escuchar algunos ruidos, pero nada importante hasta que escuchamos la voz del entrenador. Se escuchaba molestó porque no habíamos llegado, solo faltábamos Albert y yo, pero no quería que ese momento acabará.
¿Cuándo la volvería a ver? ¿La volvería a ver?... me hacía mil preguntas mientras caminaba hacia el estadio.
Ella estaba peor que yo, podía ver y me atrevería a decir que podía imaginar cómo se sentía, creo que nunca sentí nada igual. Intenté animarla, pero fue inútil. Subí al bus a guardar mis cosas y regresé con ella de nuevo, le di otro beso y la abracé.
Nos abrazamos fuerte, cómo si no quisiéramos separarnos de nuevo. De fondo escuchaba al entrenador gritando y apresurándome para que me despidiera. Los chicos estaban silbando y gritando de fondo porque estaba besando a la Cosita Rica, la chamita más linda de todo el lugar y ella me correspondía.
Le pedí su número, le di un último beso y me monté en el bus, pude ver cómo ella y Angie nos despedían con tristeza.
Esa fue la peor parte, ver la tristeza que reflejaba su rostro, sentía lo mismo que yo, un vacío gigantesco por no saber si nos veríamos de nuevo.
El viaje se me hizo largo y algo triste. Los muchachos estaban emocionados y bromeando porque había coronado con la Cosita Rica, pero la chamita de verdad me gustaba. Me uní a ellos cantando y echando broma durante el camino, cuando en realidad solo quería llegar a la casa y llamarla.
No recuerdo cuando me quedé dormido, pero me despertó el bullicio de la gran Caracas y aproveché que había llegado al terminal temprano y subí a Los Teques. Al llegar a mi casa ya era cerca de la media noche, y ya era demasiado tarde para llamarla. Dejé el bolso en el suelo y me fui a dar un baño, me vestí con lo primero que encontré e intenté comer algo mientras escuchaba música hasta que me quedé dormido en el sofá pensando en ella.
Al día siguiente, la maldita alarma sonó de nuevo, sentí que no logré dormir nada aún así me levanté sin mucho protestar. Fui al baño a cepillarme y de nuevo a la rutina, hice mi desayuno y bajé a Caracas. Debía ponerme al día con las clases. Mis clases eran en las tardes-noches, así que fui a casa de mi pana Joel, para copiar sus apuntes. Estuve casi todo el día en su casa, almorzamos y nos fuimos a clases.
No podía estar tranquilo, sentí la necesidad de hablarle de ella y quedó loco con la descripción que le di, pero no podía mostrársela, en ningún momento se me ocurrió tomarle una foto y tampoco había llevado mi celular.
Ese día salimos de clase como a las ocho y media de la noche y al sonar el timbre corrí a la casa lo más rápido que pude. Llegué casi corriendo, tomé un vaso con agua y la llamé. Noté en su voz que estaba algo preocupada por mí y sorprendida a la vez, no estaba esperando mi llamada.
¿De verdad pensaba que no la llamaría?
Hablamos un largo rato por teléfono hasta que se quejaron en su casa por la hora, ella intentó topar el auricular, pero igual escuché. No quería colgar, pero tampoco quería causarle problemas, por lo que preferí despedirme, de igual forma, ya tenía su número y podría llamarla cuando quisiera.
Necesitábamos hablar, saber de ambos, quería conocerla. Nunca antes sentí que había conectado tanto con alguien en tan poco tiempo. Ella logró que algo en mí despertará, ella me entendía y de alguna forma llenaba esos espacios que no sabía que existían.
Na'guara, creo que la Cosita Rica me estaba gustando más de lo que quería admitir, me enamoré de ella.
Continuará...
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