Epílogo
Treo
El gel de mi cabello, que lo estiraba para atrás, ya no sirve tanto, así que con el viento puedo ver unos pelos sobre mi cara, moviéndose y molestando a mi vista. Avanzo por la ciudad con las manos en los bolsillos de mi chaqueta larga y marrón. La muerte se ve por todo el camino, cuerpos despedazados, otros agonizando, pero no tardarán en fallecer. Al final de la calle veo la limosina estacionada, enarco una ceja cuando veo a mi chófer bajar, el cual corre agitado hasta mí.
—Señor Crawford.
—¿Sí? —expreso tranquilo.
Toma una bocanada de aire antes de dejar de estar agachado por el cansancio y luego se pone erguido para poder hablarme.
—Recibí un comunicado del alto mando, no están contentos. Le advertí que esto no sería bueno.
—¿Por eso corres? —Continúo calmado—. ¿Cuántas veces me has dicho lo mismo?
—¡Pero esto es diferente!
—Relájate, tómate un té. —Saco de mi bolsillo mis lentes de sol y me los pongo, comenzando a caminar—. Exageras mucho, mi querido chófer.
Me sigue y se pone a mi lado para avanzar a mi ritmo.
—Sé que es su trabajo, pero también hay un equilibrio y no lo está cumpliendo.
—¿Quieres decir que no debí dejar que el lobito y la muñeca cruzaran el portal? Querías que murieran con los demás, qué lindo —expreso divertido.
—Yo no dije eso, pero él... no entiendo por qué lo reunió con la muñeca, le consiguió trabajo justo donde iba a ocurrir esa subasta. Ese muchacho también estaba condenado como estas personas. —Mira los cadáveres cuando llegamos al coche y luego me observa a mí—. Usted mismo puso la maldición, la maldición para que los lobos matarán y sin embargo...
—Si estás sugiriendo que me apiadé de su alma, no, en absoluto, solo que tenía que sacar a la muñeca de ahí y no podía solo.
—Aun así...
—¿Me abres la puerta? —lo interrumpo—. Hay que trabajar.
—¡Oh, lo siento!
Corre a abrir la puerta del pasajero y cuando me adentro en el vehículo la cierra, para acto seguido subirse al coche en la parte del piloto, entonces comienza a conducir.
Mientras veo los edificios pasar en la carretera, está en el reflejo de la ventanilla mi rostro con los lentes oscuros. Las pequeñas luces rojas que emiten mis iris a través de estos cambian a amarillas. Ya que no tengo que seguir mi papel como vampiro, es hora de ser alguien más. Otro trabajo hecho con éxito, otros secretos que no serán revelados.
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