Rells

Llego a mi casa con Adaria, ordeno como puedo el lugar y veo por la ventana, para asegurarme de que nadie nos allá seguido. Ella camina por mi hogar como si nada, para luego sentarse en el sillón viejo que tengo.

—Siento el desorden, el sitio, bueno, todo en particular. —Río nervioso.

—¿Qué? ¿No traes chicas? —Se cruza de piernas.

—La verdad soy bastante solitario.

—Mm, no pareces —opina.

Ignoro su acotación y me acerco al almanaque que tengo en la pared, lo miro detenidamente.

—Te conseguiré un lugar a donde ir, sin que te encuentren.

—Pensé que me estabas dando asilo —se burla.

—Sí, por tres días. —Me giro a mirarla.

—¿Tres? —Deja de cruzar las piernas y me observa directo—. Con esa cantidad de tiempo, podría irme ahora mismo.

—Verás... en tres días es luna llena.

Enarca una ceja.

—¿Y? Creí que los hombres lobo controlaban su transformación, y hasta amigables son cuando cambian.

—Yo no, yo me olvido de que tengo conciencia.

—Estás... —Hace una pausa—. ¿Maldito?

—Vaya, hace mucho no escuchaba esa frase. —Me río.

Sonríe.

—Bueno, es que yo también lo estoy.