Adaria

La lluvia sigue mojando mis cabellos, un hombre sube las escaleras y otro grita un alarido de terror, lo cual advierte a los demás. Hay sangre mezclada por el agua, en la oscuridad no se puede ver mucho, pero hay una lucha, una muerte y otra más. Cuando el empleado de Trevin llega hasta mí, toma de mi pie, entonces forcejeamos, logro patearlo y él caer, sobrevive, aunque se oye su chillido de dolor, porque también es atacado por el lobo. La gente corre despavorida sin saber qué hacer. Cuando creo que hay puro silencio y ningún peligro, bajo las escaleras que no me llevaban a ninguna parte.

Debí haber esperado un poco más.

El animal está en frente de mí, gruñe y en poco tiempo me ataca. Por suerte muerde mi brazo convertido, el plástico duro de mi maldición.

Pronto termina por cansarse y huir. Respiro agitada, cayendo de rodillas al suelo, ya cansada por la conmoción, pero al menos ya todo acabó.

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Rells

Mierda ¿Qué hice? Quito el plástico de mis dientes, frustrado. Vine a salvarla y terminé haciendo otra cosa. No puede ser, maldita sea.

—¡¡Rells!! —Oigo su voz y me sobresalto.

Todo el shock que tenía desaparece.

Me levanto del suelo y arreglo mi ropa rasgada, para que no se me vea nada indecoroso.

—Estás bien. —Me sorprendo.

Ella sonríe y me muestra la marca de su brazo.

—Tranquilo, es solo plástico. —Observa al Cielo—. Mira, ya está amaneciendo.

Me giro, ha dejado de llover y las nubes se disipan, entonces cubro un poco mi cara para que no me dé el reflejo del sol, así que sonrío también.

—Sí.

—¿Nos vamos? —consulta.

Doy la vuelta a mirarla.

—¿Cómo?

—A la fábrica abandonada Crawford.

Asiento.

—Me parece una excelente idea.