Ella es Pasion
¿Cómo? Esa era la pregunta que rondaba en su cabeza mientras le arrancaba la ropa, no es que su razonamiento le ganara a su instinto, pero no entendía mucho de lo que estaba pasando. Aunque a decir verdad en esos momentos no es que importara ¿Los cómo? e incluso ¿los porque? Ahora simplemente está intentando concentrarse en quitarle la ropa, sin importar cuantos botones de esa delicada blusa habían salido volando ante sus inquisitivas manos.
Sin duda perdió el control en cuanto la vio con esa femenina blusa y esa falda entallada que delineaba sus caderas y sus largas piernas.
Lo demás había sido decepcionantemente fácil, para su molestia. Pero se dijo a si mismo que estaba delirando y que no podía dejar ir una pieza que simplemente ya tenía entre manos. Asi que se dejo llevar.
Se dejo seducir por ese cabello castaño ondulado y suave, por esa piel de porcelana y esos ojos chocolate que tantas cosas reflejaban, intensamente se reprocho estar en esas andanzas y con dicha acompañante, pero no pudo detenerse. Su cerebro embotado por la pasión se aferro y no le permitió resistirse.
Ataco su boca, profundizando a penas entreabrió los labios, jugueteando con su lengua, bebiendo de ella con desesperación mientras sus manos se movieron agiles para deshacerse de la estorbosa tela.
La deseaba tanto, con esa desesperación que hace arder la sangre, una palpitante erección era la muestra de esa imparable y demoledora sensación de vértigo ante la anticipación. Su cuerpo era fuego, eran llamas ardiendo mientras dibujaba como un artista ese cuerpo etéreo entre sus brazos, delineando, definiendo cualquier rasgo oculto.
En algún momento había cerrado los ojos dejándose llevar por esa marea ardiente de desbordante deseo, quizás cuando las manos de ella viajaron por su pecho y su espalda asiéndose participe de ese juego predatorio que le cimbraba hasta las fibras más sensibles de su cuerpos, o talvez todo ocurrió tras escuchar sus gemidos mientras besaba sus pecho y acariciaba la sensibilidad de sus muslos, encaminándose mas allá.
Y la hizo suya perdido en un recuerdo, en una imagen, deseoso de sentir calor sobre su piel, el aliento dulce contra sus labios, su aroma. Se permitió un poco de ternura y beso con delicia la piel de sus hombros y su cuello con una pasmosa lentitud, delineo su figura con sus manos, tocando y acariciando en suaves movimientos que la estremecían.
A pesar de esas ansias que le carcomían, de la exigencia de apagar de algún modo ese fuego, fue lento a penas consiente del aturdimiento de sus sentidos, usando su fuerza de voluntad para saborear y no solo comer ese cuerpo que se ofrecía generoso.
La cadencia de sus movimientos, el vaivén de sus caderas enzarzadas en una lucha que se antojaba interminable está acabando con su cordura, acelero entonces el ritmo besando sus labios, su cuello, perdiéndose de nuevo en esos pechos turgentes y suaves, acrecentado el rito de los movimientos de caderas, ahogando gemidos que morían en la boca del otro. Al fin, sudorosos de pasión llegaron al climas con una gran espasmo. Y cuando toco el cielo, cansado y se recostó de lado junto a su amante, sin permitirse abrir los ojos aun envuelto en el extasis, aun temblando y con el corazón acelerado, trato de prolongar el momento y no pensar, quería que su mente siguiera entumecida en el letargo de un orgasmo para extender esa sensación de placer por su autoengaño.
Porque sabía bien, por mucho que intentara engañar a su mente, esa mujer no era ella. Y se regaño a si mismo por sus inmaduros pensamientos, pero era cierto, no podía negarse a si mismo que trato de evocar a otra mientras poseía a la mujer que ahora estaba en su lecho con la respiración agitada y el corazón dando tumbos.
Abrió los ojos y todo encanto se perdió como lo había supuesto. Ese cabello castaño, no era tan tan brillante o indomable, no tenía la sensualidad escondida de unos rizos rebeldes y podía tener unos ojos achocolatados muy similares a los de ella, pero no tenían ese brillo inteligente, estos no parecía arder como los de sus recuerdos.
Era frustrante intentar revivir sus rasgos en ella, o la forma de su cuerpo, incluso la inocencia aun presente en su rostro, anhelo aun sin saberlo encontrarse con esos gestos chocantes de cuando se enoja, el ceño fruncido o los labios apretados.
Ahora que sus paciones se habían apagado se sintió ridículo por pensar siquiera que había algún parecido entre su amante de ocasión y Granger.
Todo parecía ahora una mala idea, mas cuando había encontrado ciertas similitudes no había podido contenerse para ir tras Shandra y cazarla como a cualquier presa. Pero ella era la culpable de encatusarle con esa apariencia tan similar a ella.
Pero esa chica simplona que ahora compartía su lecho, no era ni la sombra de la leona, no le llegaba a los talones.
Se levanto ofuscado, molesto consigo mismo y comenzó a vestirse ante una sorprendida muchacha que no salía de su aturdimiento. Se preguntaba cómo era posible que ese hombre pudiera tener tanta pasión dentro, tanto "amor" para después ser tan frio y descorazonado para dejarla sola en aquella habitación.
Draco tuvo que salir de esa habitación, sentía que se asfixiaba ante la perspectiva de encontrarse deseando tan profundamente a Granger que ahora intentaba evocarla en una amante con rasgos similares y ahora que se daba cuenta de su idiotez no podía aplacar ese deseo creciente.
Salió de su departamento, intentando dejar atrás su estupidez, pero se paró en seco cuando se encontró en el pasillo con la culpable de su confusión.
La vio frente al él, delgada con ese rostro suyo ahora pintado con rasgos tristes, se dijo idiota mentalmente por la estupidez de pensar siquiera que Shandra pudiera llegar a parecerse a esa mujer que tenia delante.
-Malfoy. -Fue el saludo que lo saco de su ensimismamiento.
-Granger. -Contesto intentando contener ese deseo irrisible de querer probar el original y no una mera copia en su cama.
Mas esa sonrisa a desgana y esos ojos caramelo ensombrecidos le hicieron que otro sentimiento dejara atrás al deseo.
Se sintió absurdo, pero verla así, le hacía que creciera su instinto de protegerla. Prefería mil veces verla altiva, con el semblante altanero de cuando pelearan que verla así, tan desamparada, tan perdida en una tristeza.
-Hasta luego. -Dijo la castaña y comenzó a alejarse.
Draco tuvo la imperiosa necesidad de detenerla.
-¿Puedo acompañarte? -Pregunto haciendo que detuviera su caminar y girara par verlo con una ceja levantada. - Tanto miedo me tienes aun.
-No te tengo miedo. -Aclaro con dignidad.
-Claro. -Dijo levantando la mano con un gento que demostraba lo contrario.
-No te tengo miedo. -Repitió argullosa. -Pero me sorprende que quieras acompañarme.
-¡Oh vamos Granger! Dejemos las niñerías ya no somos enemigos.
-Pero tampoco amigos. -Esa aclaración le sentó mal a Draco, pero como siempre oculto su malestar.
-Podríamos serlo.
-¿Por qué?
-Necesitas una razón para todo Granger.
-Es solo que no te entiendo.
-Como te he dicho ya no somos unos niños y esa guerra quedo muy atrás. Ya no hay muchas diferencias entre los dos -Hizo una pausa. -pero puede ser que me equivoque y que tu seas una de esa personas que piensa que no se puede cambiar.
Hermione en silencio evaluo sus palabras. -¿Quieres ser mi amigo?
-Creo que acabo de pedírtelo. -Dijo en tono burlón, ganándose una mueca de desagrado.
-¿No te importa quién soy? -Pregunto con cautela
-¿Te importa a ti quien soy yo? -replico como respuesta, temiendo un poco lo que escucharía.
-Un poco sí. -Dijo haciendo que Draco se mostrara más frio. -No me malentiendas. -Agrego con rapidez. -Pero es difícil después de todo, intentar empezar de cero, ¿No te parece?
-Algo si.
Se encogió de hombros -Supongo que no perdemos nada con intentarlo, después de todo creo que si no funciona no pasara de volvernos a insultar como en el colegio. -Sonrio con algo de nostalgia. -Salía a comer, ¿Quieres acompañarme Malfoy?
-Sera un placer Granger. -Dijo de manera teatral.
Asi, caminando a su lado por la calle, teniéndola tan cerca se daba cuenta lo equivocado que había estado al pensar que alguien pudiera parecerse a la leona. Su solo aroma a canela era algo embriagador, como su rostro que simplemente no se podría duplicar, no porque fuera perfecto en si mismo, si no por la armonía de sus facciones inocentes y sabiondas, una sensualidad que estaba seguro que ella no sabía que poseía, la sutileza de un par de pecas salpicando su nariz y la desproporción sugerente de sus labios.
Pero sin duda era su mirada lo que lo dejaba aturdido, no podía imaginar como nunca se había percatado de la profundidad de sus ojos, del peculiar color caramelo que parecía hervir cuando se enojaba o la languidez que adquiría cuando estaba triste, o el brillo sutil cuando algo le arrebataba una sonrisa. Porque si la vio sonreír cuando vio en un parque a un pequeño niño jugando con su cachorro.
De repente de encontró preguntándose cómo podía ser tan fascinante, como podía entender como algo tan insignificante como el juego de un niño con su perro podría despertar en ella ese brillo sutil en sus facciones que llegaba a sus ojos cual amplificador de emociones.
Comieron en un pintoresco restaurante, mientras platicaban de todo un poco. Y conforme la tarde declinaba se encontraba completamente extasiado de todo lo que había descubierto y que jamás hubiera creído.
Granger era interesante en más de un sentido, no solo por su evidente genialidad, si no por la profundidad con que observaba todo a detalle, por la manera en que podía desmenuzar las cosas en ideas que pondrían a cualquiera a cuestionarse lo incuestionable.
Claro que sabía era inteligente, era precisamente ese aire sabiondo lo que muchas veces lo saco de sus casillas, pero ahora lo veía desde un enfoque completamente distinto y concebía que no era solo su inteligencia o brillantes ante las discusiones, si no el aplomo que tenia, la vivacidad de defender lo que creía y el apasionamiento de sus palabras.
Nunca en otro tiempo habría definido a Granger como apasionada, de hecho siempre le pareció que era demasiado sosa y fría para ponerle un calificativo como ese, por eso ahora se sorprendía sobremanera de encontrar esa pasión en cada palabra que salía con fluidez de sus labios.
Podía leer en las facciones en su rostro ese deseo de transmitir no solo con palabras de lo que hablaba, la manera en que fruncía el ceño con desagrado y apretaba los labios era solo una parte de toda esa sutileza de gestos que empleaba, encontró que unas pequeñas arrugitas prematuras se posaban en sus ojos cuando sonreía de manera genuina y cuando una sonrisa era sarcástica o vacía cuando no llegaba ese brillo a sus ojos, la manera en que levantaba una ceja para mostrar intriga o ambas para mostrar sorpresa, como mordía su labio de manera nerviosa cuado no sabia que decir o cuando no sabía si era lo correcto lo que había dicho.
Pero no era solo su rostro ese libro infinito de expresiones, la manera en que su cuerpo hablaba también era un deleite. Como sus manos jugaban cuando estaba ansiosa o como apretaba los puños con contrariedad, como su cuerpo se inclinaba con complicidad cuando logro serenarse o sus movimientos femeninos y delicados. La manera en que apoyaba su barbilla en la palma de su mano concentrándose en lo que él le contaba o como esos mismos dedos se posaba pensativos en su rostro mientras evaluaba sus palabras.
Se encontró extasiado definiendo lo indefinible, palpando lo intangible en los matices de la personalidad de Granger, sorprendiéndose de las obviedades que había visto por años y no había notado.
Había estado con consumido por el odio y el desprecio contra los suyos que nunca había considerado que Hermione siendo hija de Muggles podía ser tan endemoniadamente fascinante. Antes de ese día la había odiado por su origen, envidiado por sus capacidades y aborrecido con toda su alma por ser quien era y lo que representaba, pero ahora no podía más que reconocer cuanto se había equivocado.
Porque aun después de deberle su libertad, después de admirar su coraje y valor ante la guerra, se daba cuenta que esos calificativos no eran suficientes para describirla, para entender la complejidad de su persona. Y no podía más que admirarla y desearla aun más aun cuando tuviera que tragarse sus propias palabras y tener que reconocer que Hermione Granger no entraba dentro de ninguna clasificación existente. No era solo Muggle o bruja, era una mujer que rayaba en lo autentico con un carácter de los mil demonios y una lengua tan afilada como si fuera una Slytherin, de una inteligencia única, de una frescura cándida y una sensualidad dormida que ni ella reconocía, pero sabía que en el momento que despertara seria un torbellino, pues si asi de apasionada era con la palabra no podía ni imaginar que tan apasionada podría llegar a ser bajo otros términos y en su cama.
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