Maldito
Lo descubrí rasgando la caja de galletas de la despensa. Cuando vio que lo miraba, me aventó unas cuantas a la cara y salió corriendo. Por supuesto, lo perseguí. No se qué me pasa que siempre quiero atrapar lo que se aparece por ahí, lagartijas, ratones, y ahora duendes. Estaba tratando de escapar por la ventana de la sala, pero como era tan pequeño, no la alcanzaba. Agarré una camisa que estaba tirada por ahí y se la eche encima. Luego agarre el bulto entero y lo metí en mi mochila. No se escuchaba nada. Empecé a abrir mi mochila poco a poco y el maldito me mordió la mano. La cerré otra vez. – ¿quién eres? – pregunté. No respondía nada. ¿Qué quieres? - volví a preguntar –Cerveza -. Dijo con una voz rasposa. – No tengo Cerveza, ¿Porqué estás en mi casa? ¿Quién eres?- Suéltame -. Su voz se escuchó ahora un poco más grave. – No eres tú quien me atrapó – dijo – soy yo quien te tengo atrapado a ti. Trucos de duendes pensé. Criaturas viles y engañosas que dirán lo que sea para escaparse. Me levanté y decidí llevármelo para enseñárselo a alguien, pero no pude abrir la puerta. Escuché que se reía dentro de la mochila. Los teléfonos por supuesto no servían y cuando me asomé por la ventana me sorprendí. El paisaje no era nada parecido a lo que acostumbro ver por la ventana. Ahora estaba en medio de una selva boscosa y no se veían más que árboles y plantas, y nada. El duende se reía. – Si te suelto, ¿me regresarás a mi casa? – le pregunté – No – dijo -. Pero es un buen comienzo -. Decidí soltarlo, después de todo era cuestión de tiempo que él solo se escapara. Abrí la mochila y saqué el bulto. Luego él se fue liberando de la camisa. Era horrible. Su cara parecía áspera y despellejada, con nariz puntiaguda. Era calvo y muy flaco. Su vestimenta no se parecía a la que pintan en los cuentos, sino que más bien era como una túnica oscura y sucia. – Bien – dijo – ahora sólo quisiera relajarme con un buen tabaco. Le dí uno de mis cigarros y dijo: - los humanos fuman puras porquerías pero a veces hay que conformarse. Son fáciles de atrapar, eso sí, sólo tienes que dejar que te atrapen y listo. - ¿Y para qué atrapar humanos? – le pregunté. – Piénsalo como unas vacaciones. Lo atrapas, y tienes varios días de comida. Si buscas bien unos tendrán cerveza, cigarros, chocolates. Te da el tiempo suficiente para encontrar su dinero, joyas, lo que sea que te pueda ser útil -. Me quedé callado un momento. – Tal vez podamos llegar a un acuerdo – le dije – tu me dejas ir y yo te dejo quedarme en mi casa por el tiempo que quieras. Te compro cerveza, lo que quieras, y cuando te vayas te dejaré llevarte lo que más te guste, lo que más te sirva. El duende fumaba y se reía.
- Creo que no te has dado cuenta de muchas cosas – dijo. – ¿De qué tamaño soy?
- Pues veo que has crecido, ya no eres tan pequeño como cuando te agarré.
- Imbécil. Te repito, no eres tú quien me capturó, soy yo, quien te tiene atrapado. No soy yo quién está creciendo, eres tú quien está encogiendo. Mi voz no es mas grave, tus orejas han crecido y percibes más sonidos. No te has movido de lugar, tu vista ahora percibe los pasadizos secretos. Y ya me cansé de charlar con seres inferiores así que me voy. Por cierto, soy Adriano, Rey y Señor de los Duendes.
Sin despedirse el duende saltó ágilmente por la ventana y se adentró en el bosque. Tenía razón. Mis manos parecían más ásperas y mis uñas más afiladas. Asomé por la ventana y el bosque seguía ahí. La ropa me quedaba muy grande, en efecto yo me estaba encogiendo. Corrí a mi cuarto. Al mirarme al espejo apenas y pude reconocerme. Tenía menos pelo, mucho menos. La nariz más puntiaguda. Sentía una gran necesidad de comer algo dulce. Fui a mi despensa. El maldito duende se había acabado todas las galletas. No había nada más. Si tan solo pudiera escabullirme en la casa de enfrente y comer algo...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top