Extra 7: Ese estúpido tritón
Dror se estaba cansando de escucharlo. Lletie se la había pasado medio día maldiciendo y renegando por su suerte, él ya no sabía qué cara poner. A veces se cuestionaba por qué seguía al lado de ese tritón tan pesimista y que todo lo veía mal. Peor, por qué era tan fiel a él como si se tratara de su pareja cuando en realidad Lletie ni siquiera lo miraba de esa forma. Le había dejado claro que a él solo le gustaban las hembras, que en realidad no podía a aspirar otra cosa de él.
Sabía que tenía que alejarse poco a poco, y eso estaba haciendo. Lletie lo estaba cansando y se prometió a sí mismo que sería la última vez que lo soportaba. Encima decía tantas cosas malas por celos idiotas, envidia tal vez. Porque él no creía que fuera tan malo lo que estaba pasando.
—Lo odio, lo odio. Te lo juro, es un estúpido —rabiaba Lletie—. No hace otra cosa que ir por ahí dándoselas de muy guapo y astuto. Es un impertinente, nadie le pide su estúpida opinión y se cree que puede aconsejar a Aquaria el muy igualado ese.
—Ah vamos, tampoco es para tanto —le restó importancia.
—Eso lo dices ahora, pero ya vas a ver como huyes despavorido después de un rato de escuchar sus estupideces. No deja de hablar cosas que a nadie le importan. Lo que daría por no tener que pasar tanto tiempo con él.
—Pues quéjate con Aquaria. —Lletie no le dijo nada. Por supuesto, no se atrevía.
Desde hace días que Lletie no hacía otra cosa que hablar y maldecir a ese tal Silvyn. La verdad Dror nunca lo había visto, y mucho menos le prestó atención a su existencia. Quizá porque el tritón en cuestión vivía al otro lado de Atlantia. Eran un reino grande después de todo, y aunque la mayoría se conocía siembre había excepciones
Hace varios días que unos tritones de la frontera exterior anunciaron que el calamar gigante del foso se había asomado otra vez. Aquaria se preocupó y ordenó que se armen escuadrones para proteger el reino. Muchos se apuntaron voluntariamente, y poco después la reina distribuyó los equipos. A ellos les tocó con unas sirenas guerreras y ese tal Silvyn, razón por la cual Lletie no podía estar tranquilo. Alguna rencilla tenían esos dos, y definitivamente Lletie no iba a soportar pasar tanto tiempo con ese estúpido tritón como lo llamaba.
—Voy a hablar con el líder del equipo, le diré que será imposible que yo trabaje con ese —agregó Lletie con desdén.
—Como quieras —contestó desganado. Ambos nadaban rumbo al encuentro del resto del escuadrón y Dror solo pensaba en que tenían que proteger el reino, no discutir por estupideces.
Conforme se acercaban, Dror vio al líder del equipo revisando algunas armas, y más allá, a un tritón rodeado de varias sirenas. Al mirar de lado a Lletie lo notó fruncir el ceño con molestia. Eso era lo que lo enojaba al parecer, que otro macho capte la atención de las hembras con tanta facilidad. Las sirenas le impedían verlo bien. Él estaba al centro, ellas sonreían y reían. Podía escucharlo, eran temas simples y entretenidos. Sobre cómo hacer collares y joyas para adornar los cabellos, entre otras vanidades.
No podía verlo, y aún así le gustó su forma de hablar. Se le escapó una sonrisa cuando escuchó una de sus bromas. Él tritón era divertido, no iba a negarlo. Y en realidad ni siquiera estaba coqueteando con las sirenas, solo la pasaban bien conversando. Poco a poco las sirenas se fueron apartarlo y al fin pudo conocer al tal Silvyn. El tritón primero miró a Lletie, y no lo notó poner mala cara ni nada. Al parecer Silvyn vivía tranquilo, ignorante del odio que le generaba a Lletie.
Y así, casualmente, lo miró. Se miraron fijo a los ojos, y Dror se dio cuenta que estaba enrojeciendo. Silvyn tenía una sonrisa preciosa, un cabello lindo, y esas escamas sobre su cuerpo que parecían brillar esplendorosas. El corazón empezó a latirle con rapidez, ni siquiera se movió. Él lo había dejado paralizado.
—Perfecto, ya están todos. Acérquense —pidió el líder del equipo. Eso logró hacerlo reaccionar. Lletie y él nadaron hasta alcanzar a los demás, todos empezaron a tomar las armas—. Bienvenidos, ahora quiero que escuchen mis instrucciones. Esta es la zona que nos han asignado...
Dror intentó prestar atención a las indicaciones del líder, pero todo el tiempo su vista se iba hacia Silvyn. Ni siquiera le importaba sentir la mirada molesta de Lletie, no lograba concentrarse en nadie que no sea él. Y este también lo notó, fingía estar concentrado en la explicación, pero le devolvía la mirada constantemente y le sonreía. Ojalá pudiera ir a la superficie solo para suspirar por él.
Llegó el momento de partir. Lo único que escuchó fue que tenían que cubrir un área, y que era mejor separarse en dos para reconocer el sitio. Miró a un lado y notó que las sirenas ya se habían dividido. Lettie no perdió tiempo y fue con el líder. Lo dejó de lado como siempre.
—Hola. —La voz lo sorprendió. Silvyn estaba detrás de él—. ¿Vamos juntos? Me han dejado triste y abandonado.
—Claro —contestó tratando de aparentar tranquilidad. El corazón le latía fuerte, no podía creer la suerte que tenía.
—Eres Dror, ¿verdad? Te he visto antes —enrojeció, no pudo evitarlo.
—¿En serio?
—Si, me encanta tu cabello. Es una belleza.
—Gracias —respondió enrojecido—. Yo escuché hablar de ti.
—Cosas malas seguro —bromeó, y estaba en lo cierto.
—No quise decir eso.
—Pero es que ya lo sé, hay tritones que no están preparados para mi genialidad —le dijo muy creído. Eso en lugar de irritarlo le provocó risas. El tritón era encantador—. Seguro que te vas a cansar de mí en un rato.
—Lo dudo —replicó con seguridad.
—Eso lo dices porque no me conoces.
—Eso lo digo porque me encantas. —Se sorprendió de sí mismo, él no era así. Pero Dror no pudo evitarlo, podía atreverse afirmar que después de años de vivir tras Lletie era la primera vez que se sentía así. Esa emoción y el fuerte palpitar de su corazón eran la prueba.
—Qué dices...—notó a Silvyn enrojecer. Podía jurar que su corazón latía tan fuerte como el suyo.
—No me voy a aburrir de ti.
—Pobre e inocente tritón —bromeó Silvyn, y ambos rieron.
—¿Vamos con los demás? —propuso él—. Nos estamos retrasando.
—Vamos, y en el camino te cuento de la vez que le vi un ojo al calamar gigante.
—¿En serio? Qué genial.
—Genial no, qué asco —se sonrieron. Empezaron a dar juntos, Silvyn empezó su interesante narración.
No, nunca se iba a cansar de él. No podría apartarlo jamás.
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Hola hola
Arrancamos con los últimos extra de esta historia, se va llorandin.
Les dejé a los bebesitos tritones cuando se conocieron <3
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