Extra 6: El amanecer de la reina
Sabía que pronto iba a amanecer, podía escuchar el canto de las aves del jardín. Nunca consideró aquel lugar su hogar. Aquel enorme palacio que estaba lleno de ausencias y fantasmas no la dejaba sentirse cómoda. En verdad era extraño estar en el mismo sitio en el que su hermano se suicidó, sentarse en el salón del trono donde encontraron el cuerpo putrefacto de Thaedon y sus seguidores. Ese palacio aún tenía la mala energía de toda esa gente horrenda que gobernó por años a punta de terror, y por eso una vez se instaló pidió que las sacerdotisas y sacerdotes del templo de la luz vayan a purificar el lugar de las malas energías.
Según ellos el trabajo estaba hecho y ella ya no tenía nada que temer. Linet no lo sentía así, no quería estar ahí. No iba a gastar el dinero del pueblo en remodelaciones ridículas que la hicieran sentir más cómoda, pero sí mandó a quitar algunos cuadros y esculturas que le recordaran a su hermano. El problema no era del palacio, era de ella que no dejaba de recordar cosas terribles, que no quería acostumbrarse a ese sitio y no lo sentía como un hogar. Se consolaba pensando en que pronto Mirella iría a visitarla, hasta Francis lo haría. Pasarían una larga temporada con ella, y quizá podría dejar atrás poco a poco los recuerdos malos de ese lugar. Pronto tendrían que empezar a tener hijos, y las risas de los niños cubriría de alegría los ambientes fríos.
Nunca se sentiría en casa en ese lugar, pero quizá acabaría por acostumbrarse. A lo que no iba a adaptarse nunca era a dormir sola. De niña siempre estuvo rodeada por las nodrizas, luego por Idit, o sus hermanas en la lucha. Después en el templo, siempre acompañada por las demás sacerdotisas. Por eso Linet no podía dormir, se despertaba varias veces en la madrugada y le costaba conciliar el sueño. También despertaba muy temprano, no podía evitarlo. No quería estar sola, en una ocasión durmió con Francis y ni siquiera podía decirlo así, pues él se quedó en el mueble de al lado, jamás habían compartido lecho.
Pero esa cama se le hacía tan grande, y ella estaba tan sola. Conseguir compañía no debería ser un problema, pero no se trataba de amanecer cada mañana con alguien distinto que nunca tendría importancia en su vida. La extrañaba a ella, la necesitaba a ella. Apenas unas semanas habían pasado de su coronación, y Linet no dejaba de pensar en Ariel. A veces soñaba con tenerla a su lado en la cama, en despertar y ver su rostro frente al suyo. Recordaba constantemente la primera vez que lo hicieron, cómo pasaron la tarde juntas sin pensar en nada más. O cuando lo hicieron en el bosque después de su viaje astral. Esos breves momentos no se esfumaban de sus recuerdos, y cuando pensaba en felicidad evocaba los instantes en los que se amaron tanto.
Le esperaba un día largo, y quizá por eso no quería abrir los ojos. Linet tendría una reunión con los principales señores para seleccionar a los nuevos miembros de consejo de gobierno. También había pedido que se presenten damas, su idea era que el país cuente con una cámara de gobierno compuesta de hombres y mujeres por igual. Ya hasta podía imaginar el revuelo que se iba a armar, las voces que se iban a oponer, el escándalo que sería. Pero como reina absoluta de Aucari iban a tener que aceptarlo. Ja, quién le mandó a esa gente a justificar con religión que como monarca era incuestionable y bendita.
Así, perezosa y cansada de la misma postura, Linet se animó a girarse al otro lado. Solo entonces se dio cuenta de algo. Ese suave aroma que parecía una brisa marina invadió la estancia, abrió los ojos de inmediato. Y la encontró recostada a su lado, mirándola fijo y con esa sonrisa tan hermosa que tenía. No fue solo su presencia lo que la dejó impactada, sino el hecho que estuviera desnuda. Con sus bellos cabellos rojos cayendo desordenados sobre su rostro, su mirada pura y su rostro precioso. Linet levantó una mano, y para comprobar si quizá no estaba alucinando otra vez, pasó despacio los dedos por sus mejillas.
—¿Cómo estás, Linet? —le preguntó con esa voz tan dulce que tenía, esa voz que atraía. Que era como un sueño seductor.
—Feliz ahora que estás aquí. No podía dormir.
—Ojalá pudiera dormir todas las noches contigo.
—Si vinieras todas las noches así créeme que lo último que haría sería dormir.
—¿Cómo así? —le notó una sonrisa traviesa. Ariel seguía siendo aquella sirena llena de pureza e inocencia que conoció, pero a la vez había despertado un lado seductor e indomable. Era como el mar después de todo. A veces suave, a veces salvaje. Y en momentos como ese quería que esa ola la arrolle y la lleve a lo más hondo del océano.
—Así...—murmuró. Los dedos que hasta hace un momento estuvieron en su mejilla bajaron despacio por su cuello. Como si fuera una araña, los dedos de Linet descendieron poco a poco por el cuello de Ariel hasta llegar a su pecho. Lento, buscando estremecer su cuerpo precioso, rodeó uno de sus pezones de forma circular con los dedos—. Ven aquí, Ariel —le pidió. Si le esperaba un día asqueroso lleno de debates, lo mejor que podía hacer era empezarlo con mucho goce.
—Si, mi reina —le dijo Ariel despacio. Se levantó lento, y sin decir permiso, se metió debajo de la manta para recostarse sobre ella. Sintió su aliento cálido en su rostro, y poco después sus labios devorando su boca. Linet paseó sus dedos por la espalda de Ariel hasta apretar sus nalgas. Se besaban sin descanso mientras Ariel metía sus manos debajo del camisón de dormir y tocaba sus piernas. La reina se detuvo un instante cuando sintió los dedos de Ariel incursionando en su zona más privada. Siempre era Linet quien la tocaba, Ariel nunca se atrevió. No hasta ese momento.
—Ari...—susurró con una sonrisa sobre sus labios—. ¿Sabes lo que vas a provocar?
—Estás muy tensa, Linet. Quiero que te relajes, te voy a hacer mucho cariño esta mañana —contestó. Su voz suave y provocativa encendió su cuerpo entero. Solo imaginar a su Ariel inocente tocándola sin miedo la dejó ansiosa por más.
—Pruébame, amor.
—A eso voy —contestó Ariel antes de morder despacio su labio inferior. Poco después Linet suspiró al sentir la boca tierna de su amada probándola. Se arqueó, porque en verdad lo estaba haciendo bien. Un gemido escapó de sus labios, Linet apretó las sábanas blancas. Ese palacio nunca sería su hogar, pero en esa cama no siempre estaría sola. No si un espíritu se iba a manifestar así para llenar su cuerpo de placer.
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Y este fue el último... por ahora XD Suelo hacer al menos 9 extras de cada historia, así que solo quedan 3. Si les les ocurre algo no duden en sugerirlo por aquí, que pondré las opciones para votación en el grupo.
Hasta pronto <3
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