Extra 5: El nuevo mundo
Cuando Ailsa nació su mundo era otro al que vio su madre, o su abuela. De muchas de las sirenas mayores que la rodeaban. Sobre todo las mayores, las que tenían más de cien años. Aunque la mayoría de las sirenas de Aquaea vivían tranquilas y sin mayores preocupaciones, otras se quejaban mucho y criticaban todo.
Decían que en sus tiempos las cosas eran diferentes y mejores. Que antes los tritones las protegían y nada malo les pasaba, que los peligros del exterior jamás las dañaban. Mamá sí se acordaba de esos supuestos "buenos tiempos", y decía que antes igual sufrían ataques y que no tenía nada que ver con que hubiera también sirenas en la guardia. Eso también les molestaba a algunas sirenas mayores, decían que el lugar de las suyas era cuidando a los pequeños, no cogiendo armas para proteger Aquaea. Decían que las sirenas siempre serían más débiles, pero Ailsa había visto entrenar a tritones y sirenas juntos, por eso sabía que podían tener la misma fuerza y astucia.
A Ailsa le contaban que todo se había movido. Para bien o para mal las cosas eran distintas y ese era su mundo. Antes, en los tiempos de la abuela, había un rey Tritón que les mentía a todas. Les dijeron por mucho tiempo que solo en Aquaea estaban a salvo y que fuera de la comunidad solo encontrarían la muerte. Pero más allá existía un reino grande y hasta más bonito llamado Atlantia. Cualquiera podía ir si quería, eso Ailsa ya lo sabía y por eso le dijo a papá que la llevara a conocer aquel lugar. Papá era de Atlantia, su mamá lo conoció cuando la reina sirena llegó a liberarlas.
Se contaban muchas cosas de los tiempos antes de que llegara la verdad. Mamá le dijo que si la reina sirena de Atlantia no hubiera llegado, ella nunca hubiera nacido. Se hubiera unido a un tritón que solo le haría daño y al que no le importaría. Mamá le contó que los tritones de antes siempre decían que las sirenas no eran valiosas. A Ailsa le costaba imaginar a papá diciendo cosas tan feas, y no podía entender cómo las sirenas mayores extrañaban esos tiempos cuando las trataron como esclavas.
Por eso mamá siempre decía que no escuchara las cosas que decían las sirenas mayores. "Ellas tienen miedo, no se acostumbran a este cambio. Crecieron pensando distinto, lo aceptaron. Yo siempre tuve miedo, Ailsa. No quería crecer y que un tritón me escogiera como su hembra, tenía miedo de ser madre. Entonces llegó tu papá de Atlantia, y cuando se acercó a mí entendí que los tritones no tienen que ser fieros, crueles y malos. Ahora soy feliz de ser mamá. Eso jamás hubiera pasado si nuestra querida reina Ariel no tomaba el tridente aquel día", le contaba. Y Ailsa no podía estar más de acuerdo.
Muchas cosas se contaban de aquel día, y aunque las sirenas mayores renegaran a escondidas del gobierno de la reina Ariel y las nuevas normas, nadie dudaba que su reinado era voluntad de la Diosa del mar. Todas vieron cómo brilló el tridente en sus manos, y hasta las mayores aceptaban a regañadientes que Ariel era la legítima reina de Aquaea. Ni siquiera los tritones que quedaron de la antigua guardia se atrevían a cuestionar eso. Podían hablar de ella a escondidas llamándola perdida, pero eso a nadie le importaba. Los tritones y sirenas de Atlantia los ponían en su lugar, porque en realidad ninguno de ellos sería capaz de quitarle el tridente a Ariel. Ella era la escogida de la Diosa y tuvieron que aceptarlo.
En las nuevas normas ningún tritón podía escoger u obligar a una sirena a emparejarse con él, ella tenía que aceptarlo primero. Y ninguna sirena era propiedad de nadie, pues las sirenas eran igual de valiosas que cualquier tritón. La reina Ariel dictó también que ningún tritón tenía que verse obligado a ser un guerrero, si querían podían trabajar recolectando alimentos, construyendo, o cualquiera cosa en la que se sintieran cómodos. Las sirenas también podían ser guerreras si querían, varias sirenas de la guardia de Atlantia se quedaron a ayudar para el entrenamiento. Por eso Ailsa escogió ser guerrera, y pronto empezaría a entrenar. Así Ailsa probaría por ella misma que las sirenas también podían luchar. Tenía la oportunidad para hacerlo, y como la reina Ariel siempre decía, en Aquaea todas tenía la opción se escoger lo que querían ser.
Esa mañana Ailsa despertó muy temprano, y jundo a sus padres nadó hasta el castillo de la reina. La guardia las dejó pasar, y cuando entraron a la parte principal, vio a la reina Ariel rodeada de sus bellas hermanas. Ella estaba al centro, mirándola con el tridente en la mano. Cuando hicieron contacto visual, la reina le sonrió.
—Acércate, pequeña Ailsa —le pidió, y ella obedeció de inmediato—. ¿Es cierto que has venido a pedirme algo importante?
—Reina Ariel, quiero comunicarle que me gustaría ser una guerrera para proteger a nuestro reino. Por favor, dígame si tengo su permiso.
—Por supuesto, pequeña. Si eso es lo que en verdad deseas entonces así será. Las guerreras de Atlantia te recibirán, podrás entrenar pronto. Y apuesto que tu padre estaría encantado de ayudarte también, él es un gran guerrero.
—Si, mi reina —dijo papá, Ailsa lo miró de lado con una sonrisa—. Nada me haría más feliz que ayudar a mi hija en su entrenamiento.
—Perfecto. Entonces está todo decidido. Ailsa, eres libre para empezar el camino que deseas para tu vida.— La pequeña sirena sonrió. Le encantaba su reina, la quería mucho. No solo era muy bella y poderosa, también era un espíritu que se iba a ayudar a las niñas terrestres. Las deidades la tenían en alta estima, su pueblo también. Nada la haría sentir más orgullosa que servirla.
—Muchas gracias, mi reina. ¿Puedo pedirle otra cosa? —preguntó con timidez.
—Si claro, ¿qué sucede?
—¿Puedo nadar con papá a Atlantia? Nunca he ido, y quiero conocer el hogar de mi padre.— La reina no se sorprendió con su pedido. Le sonrió de lado y asintió.
—Puedes. Ya no hay una bruma que separe nuestros reinos, somos aliados. Puedes ir y conocer las maravillas de Atlantia. Algún día Aquaea será tan grande y bonito como ese reino, no descansaré hasta conseguirlo.
—Si, mi reina. Yo también quiero que nuestro reino sea así. Que todas seamos libres.— Eso hizo que Ariel sonriera más.
—Que así sea, Ailsa. Es un honor tener en mi reino sirenas tan valientes como tú. Ojalá yo hubiera sido así de fuerte a tu edad.
—Pero, mi reina, usted es muy fuerte...—le dijo contrariada.
—Nunca dejé de tener miedo. Pero saber que sirvo a pequeñas sirenas como tú me hace ser más fuerte cada día.
—Gracias, mi reina —contestó feliz. Pensó que de grande quería ser como ella.
******************
Una más, ahora con el gobierno socialista de Ariel xddd OKNO
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top