Extra 3: El baile de la duquesa
La ofrenda estaba casi lista. Carine la miró y pensó si en verdad aquello sería suficiente. Berbard no estaba pasando por su mejor momento, y ella se sentía perdida. Cansada de reafirmar su poder, porque estaba segura que si fuera hombre eso jamás pasaría. Nadie cuestionaría a un duque con fama de mujeriego, galante, firme, querido por el pueblo. Sin embargo, una duquesa tenía que demostrar todo el tiempo que ella mandaba. A veces se sentía harta, pero seguía adelante.
La noticia de la coronación de Linet le llegó hace unos meses, y le alegró que todo estuviera en orden por allá. Mirella estaba en Aucari, la versión oficial era que acompañaría a su nuera en representación de la corona de Theodoria, pero Carine sabía bien que se trataba de una cuestión entre dhan. Su reina sería la mejor consejera, Linet necesitaba una guía como ella. Pensar en la ardua labor que le esperaba a Linet hasta le hacía compadecerla. Si ella la tenía difícil, sin duda la reina de Aucari la pasaría peor. Evitar una guerra religiosa, continuar las reformas sociales, gobernar a favor del pueblo, mantener contentos a los nobles que le dieron su apoyo, hacerse respetar. Mejor ni pensarlo, porque ella vivía lo propio por ahí, aunque más pequeño.
Faltaba poco para el día de Madre de la tierra, la celebración más popular y concurrida en Berbard, incluso más que la ceremonia del Día de la creación. Por eso Carine había preparado una gran ofrenda para esa deidad, porque las cosas no marchaban bien del todo en su ducado. Las lluvias no llegaban, y los campesinos empezaban a desesperarse. Muchos habían adelantado las ofrendas para hacer el pago a la tierra, y ella dirigiría la ceremonia como todos los años, esperando así calmar al pueblo y lograr contentar al espíritu.
A ese punto, Carine ya no sabía qué querían los espíritus de ella. Primero el Dán la escogía para que sea soporte de Mirella, pero sentía que esa misión había acabado ya. Lograron poner a Linet en el trono, ella seguía apoyando en lo que podía a Francis, nada más. Sentía que no tenía nada más que ofrecer. Tampoco entendía por qué Padre del cielo castigaba a Berbard con ausencia de lluvias, por qué Madre de la tierra lo permitía. Ambos espíritus estaban conectados, siempre trabajaban juntos y Berbard era el sitio donde más se les honraba en el mundo entero. ¿Por qué su pueblo tenía que pasar por eso?
Ella también se cansaba. Se sentía tan sola a veces. Ni una amiga en quién confiarse, sin Mirella con la que hablar y bromear, sin nadie a quién amar. Solo una vez se enamoró, y perdió. Nunca la tuvo en realidad, a pesar de los besos que Ariel le regaló, Carine sabía que nunca tuvo su amor. Y aun así guardaba con cariño su recuerdo, rememoraba sus momentos juntas, se imaginaba besándola. La llevaría siempre en el alma, a pesar de lo imposible. Pensaba a menudo que nunca volvería a amar a nadie, y que su destino era la soledad.
Bueno, eso lo pensaba ella. El resto no estaba de acuerdo con sus ganas de mantenerse soltera. Si bien era cierto que a Berbard le pareció lo mejor que el rey rompiera su compromiso con Eric, aún insistían en que la duquesa tenía que casarse pronto. Al principio, con tanto alboroto, nadie habló de eso. Poco a poco se dio cuenta de que varios nobles locales se acercaban con la clara intención de cortejarla y de que acepte un compromiso formal. Pronto empezaron los rumores, luego sus consejeros insinuándolo. Y finalmente, exigiéndolo. Carine se había convencido que su compromiso ya era algo que no podía evadir. Y ella que en verdad tenía cero ganas de meterse con un tipo que le haga hijos. Si bien siempre se consideró muy versátil en cuando a amantes, Carine ya tenía claro que quienes en verdad le iban eran las mujeres.
Lo peor, lo más estresante, fue que el problema de su compromiso saltó de las fronteras de Berbard. El hijo del conde vecino empezó a pretenderla. Incluso llegó un tipejo a negociar en nombre del príncipe de uno de los pueblos libres del bosque, del llamado País del lago. Lo que le faltaba, se estaba haciendo fama de soltera codiciada y ella no hacía otra cosa que evadirlo. El rumor llegó hasta la capital incluso, porque ni bien Francis regresó de su viaje a Aucari le mandó una carta preocupado por el tema. Esa era la razón por la que, desde su balcón, Carine vio avanzar al séquito del rey. Tendría que supervisar la ofrenda para Madre de la tierra luego.
Carine bajó seguida por sus doncellas, en el salón principal esperaban ya los nobles locales, listos para darle la bienvenida al rey. En general, Carine sentía que era la primera vez que en Berbard aceptaban a un rey de Theodoria. Francis se había portado bien con el ducado, les dio cierta libertad, eliminó un impuesto de comercio por el que siempre se quejaron, tenía una buena relación con la duquesa, y se expresaba bien de esas tierras. Así que le dieron la bienvenida con palmas y sonrisas. Y bueno, en realidad a Carine le alegraba ver a su primo. Ya extrañaba molestarlo.
Después de la recepción, los saludos protocolares y los obsequios, Francis pidió hablar a solas con ella. El resto de nobles volvieron a sus hogares, después de todo tenían que preparar sus ofrendas para la ceremonia, y de paso prepararse para el gran baile.
—Me imagino que ya sabes por qué estoy aquí —le dijo Francis una vez estuvieron a solas.
—Para la ceremonia, claro. Un baño de popularidad por aquí le sentaría muy bien a su majestad —soltó ella. Sabía que estaba evadiendo el tema.
—No, Carine. Me refiero a lo otro. ¿Cuántos de tus pretendientes estarán aquí?
—Ya ni los cuento.
—Pero bien que lo sabes.
—Qué puedo decir —respondió encogiéndose de hombros—. Tengo la vagina más deseada del reino y principados aledaños.
—Ya vas a empezar —dijo él después de resoplar. Carine contuvo la risa, ya sabía cómo se ponía Francis cuando se le salía lo ordinaria—. Sé que no te agrada el tema, en serio lo entiendo.
—Claro que no, te casaste con tu amada.
—Ese no es el punto. Sé la presión que sientes, y no quieres hacerlo. Pero tienes que tomar una decisión pronto, antes de que las cosas empeoren.
—No quiero casarme aún.
—Con que tengas un compromiso con alguien no habrá problema, tiene que ser ya.
—¿Y quién te has creído que eres para presionarme? —preguntó molesta. Una mala pregunta en realidad, pues Francis era el rey, podía simplemente ordenar que tome un esposo. O imponerle uno. Lo conocía bastante bien para saber que no sería capaz de algo como eso, pero por su actitud intuía que se tenía otro asunto entre manos.
—¿Yo? Nadie, Carine. Solo un rey que quiere mantener la paz en su país. A mí me da igual si te casas o no, sé que serías más feliz sola, que eres muy capaz de dirigir este lugar sin ayuda. Pero, verás, no todos piensan igual. He recibido cartas.
—¿Qué cosa? —preguntó ella arqueando una ceja. Empeoró cuando Francis sacó de un cofre que llevó con él un atado de papeles. De diferentes cartas llenas de sellos de varios señores. Frunció el ceño, eso ya no le gustaba para nada—. ¿Qué significa todo esto?
—Es la correspondencia de tus pretendientes exigiendo tu mano. Incluye una amplia lista de razones por las que una mujer, por más querida que sea por el pueblo, no es apta para dirigir Berbard. Puedes leerlo con calma.
Molesta, y bastante alterada, Carine cogió las cartas y las abrió una a una. Terminó arrugando y rompiendo varias de ellas, no se la podía creer. Príncipes, duques, condes y grandes señores. Algunos bien conocidos por ella, comportándose complacientes, pero hablando pestes a sus espaldas. Más que rabia, se sintió frustrada. Nunca sería suficiente para ellos. En crisis le juraron lealtad. La siguieron a caballo para enfrentar a Emmanuel, ella se arriesgó a enfrentarlo por el bien de todos. Pero en ese momento estaban ahí, como carroñeros, esperando que los escoja para ser duque. Listos para ponerla en regla. Y eso no lo iba a permitir.
—Esto es una mierda —soltó rabiosa antes de romper una última carta—. Perros envidiosos, sabandijas ambiciosas. Eso es lo que son. ¿Cómo puedo dejar que alguno de estos patanes se me acerquen? He dirigido Berbard de la mejor manera siempre, no pueden echarme la culpa de la sequía ahora, no es justo. Están muy locos si piensan que voy a dejar que me tomen como si fuera una cosa, que luego me echen a un lado. Ninguno de estos podrá conmigo. Se mueren antes.
—Lo sé bien, me ha quedado muy claro de lo que eres capaz —contestó Francis con calma—. Pero en verdad me interesa que esta locura acabe, ya no quiero más conflictos. Sabes que en el baile por el día de Madre de la tierra muchos de ellos estarán aquí, incluso varios han llegado en mi séquito.
—Lo sé, lo sé —contestó fastidiada. Qué ganas de deshacerse de todos, esos estaban muy estúpidos si pensaban que había nacido un hombre capaz de doblegarla.
—Vendrá el príncipe del lago también, entre otros. Así que estaba pensando en algo para concluir el asunto de una vez.
—¿Qué cosa?
—Anunciaremos que durante el baile la duquesa escogerá a su futuro esposo —se quedó sin respiración un momento, su rostro desencajado lo dijo todo. Francis había enloquecido—. Calma, no es tan malo como piensas.
—¿En serio crees que voy a escoger marido en medio de un baile?
—Carine, yo estoy aquí. Te daré mi respaldo, escoge a quien desees. Solo quiero ayudarte —le dijo en tono conciliador, incluso quiso tomar su mano, pero ella la apartó molesta.
—No me parece.
—Si escoges a alguien, yo aprobaré el compromiso de inmediato. Los demás tendrán que aguantarse, nadie puede desafiarme. A quién sea que se atreva a decir que tu decisión no es correcta, lo callaré de inmediato. Una cosa es enfrentarte a ti sola, otra será enfrentarnos a los dos. No creo que a un príncipe idiota del País del lago le convenga tener conflictos con el rey de Theodoria, ¿verdad?
—Si, si. Tienes un buen punto —contestó irritada. Seguía molesta por la propuesta de Francis, pero con tanta presión encima la verdad no veía otra salida para cerrar ese asunto tan molesto.
—¿Y bien? ¿Qué opinas?
—Bien, avisemos a todos. La duquesa Berbard escogerá a su futuro esposo durante el baile —anunció resignada—. Si tiene el pito chico me las vas a pagar, Francis.
—Siempre has sido libre. No pensé que tuvieras claro el concepto de fidelidad matrimonial, Carine —le soltó con algo de ironía. No pudo contenerse, se le escapó una risita. Lo mejor era reír un poco antes de pensar en la desgracia que le esperaba en ese maldito baile.
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¿Pueden tomar esto como un adelanto de la secuela de MS con Carine de protagonista? Pues si xd La C-Army se regocija
No adelanto más, pero será un retelling de la Cenicienta <3 No digo cuando porque no tengo la más mínima idea de cuándo empezaré a trabajar en eso, solo tengo el planteamiento general de la historia en mente y falta mucho por desarrollar.
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