Extra 2: El collar de la princesa

Aziza nunca conoció a su madre. En realidad, ella tampoco había conocido a su padre, lo único familiar vivo que le quedaba era el abuelo. Pero el abuelo era el rey de Albyssini, y aunque la amaba con todo el corazón y vivía diciéndole que era todo lo que tenía en el mundo, Aziza se sentía sola todo el tiempo.

Lo único que sabía de papá fue que murió en una tormenta durante un viaje al continente. De mamá nadie le habló jamás, fue un secreto. El abuelo, incluso, dijo no haberla conocido. Pero no importaba, porque ella era sangre de su sangre, y algún día se casaría con alguien digno que heredaría el reino. Porque ella, por más nieta del rey que sea, no estaba apta para reinar. Las mujeres no podían hacerlo, ellas eran guardianas del hogar. Su deber como reina sería acompañar a su marido, nada más. Sus lecciones se limitaban a aprender el arte del bordado, las buenas costumbres, la etiqueta, la danza. Y a tocar la vihuela, eso se le daba muy bien, aunque el abuelo decía que esas cosas de músicos eran de bandoleros y gente de mal vivir, que la princesa de Albyssini no podía dedicarse a ser trobairitz.

La princesa del reino tenía solo diez años, pero a veces pensaba si de verdad eso era lo que quería para su vida. No hablar mucho, solo lo necesario para agradar a los hombres. La nana siempre decía que las damas deben ser siempre radiantes, sonreír y reír bajo para no incomodar a nadie. Jamás dar su opinión porque en verdad nadie quiere escucharlas. No como esas viles mujeres de Aucari y Theodoria, esas estaban perdidas. Desde que una malvada mujer llamada Adira se hizo con la corona de Aucari las cosas se habían torcido mucho en el mundo. Aziza sabía que hace cien años que la maldad en forma de mujer tomó la corona del país de los hijos de la luz y desde entonces se había dedicado a trastornar el orden natural del mundo.

Aziza sabía que era terrible lo que esa reina hizo en su maldad, que de seguro los espíritus malignos ensombrecieron su corazón. Lo peor era que esas mujeres no aprendían, eso decía la nana. Que seguían ahí, molestando, que no conocían su lugar. Pero a veces, y hasta sintiendo vergüenza de esos pensamientos tan feos, Aziza pensaba que quizá ellas no eran tan malas como decían. En el continente nadie le diría que no podía ser una trobairitz, podría tocar su vihuela, la escucharían cantar. Porque allá ninguna mujer dejaba que le digan qué hacer. A veces Aziza se preguntaba si quizá dejaría de sentirse así. Tan... prisionera. También se preguntaba si estaba mal sentirse de esa manera, cuando el abuelo la amaba y tenía todos los cuidados de una princesa. No era justo sentirse mal cuando niños como ella morían de hambre en las calles. Quizá algún día las cosas cambien, quizá algún día deje esos pensamientos.

Un día, mientras limpiaba a escondidas su vihuela, el abuelo la mandó a llamar. Asustada, pensando que quizá él averiguó que seguía tocando a escondidas, la princesa se arregló y fue rápido al encuentro del rey. Él le sonrió y la condujo a una estancia privada, despidió a los siervos y le pidió que se acercara.

—Tengo algo para ti, querida —le dijo con una sonrisa—. Ya eres una pequeña dama, una bella princesa responsable, ¿verdad?

—Claro que sí, abuelo —contestó ella animada. Un regalo, de seguro era eso. Ningún regalo podía ser malo.

—Hay una joya que pasa de generación en generación entre las princesas de nuestra familia. La última que la tuvo fue tu abuela, que Luz eterna la tenga en sus brazos. Y como tu madre jamás pisó este castillo, es hora de entregártela a ti. ¿Estás lista?

—Por supuesto —dijo muy segura. En realidad, tampoco le parecía muy especial portar una joya, pero al menos era una novedad. El abuelo le mostró un cofre pequeño, y luego lo abrió. Era un bonito collar de oro brillante, el adorno principal era una piedra en forma de esfera, su color era verde. Aziza sonrió, ya hasta imaginaba lo lindo que sería llevar aquello—. Es hermoso —comentó.

—Hay una historia sobre este collar —le explicó el abuelo—. Se dice que es una joya de las hadas, sabes que ellas son nuestros ancestras, las fundadoras de Albyssini.— Aziza asintió, eso se estaba poniendo bueno—. Con esta joya las antiguas reinas hadas podían aconsejar a sus sucesoras. Al morir, su alma quedaba un tiempo guardada dentro del collar, y así sucesivamente. Tiene una magia muy poderosa, es una joya sin igual.

—Abuelo, ¿entonces hay una reina hada en el collar? —preguntó muy sorprendida. Eso sería increíble.

—Bueno, quién sabe —contestó el abuelo sonriendo de lado—. La joya solo puede ser usada por las mujeres de la familia, te corresponde averiguarlo. ¿Sabes otra cosa? Hace muchos años, la princesa Lissaendra viajó con esta joya al continente. Ella no sobrevivió, pero la joya sí, fue encontrada por otra persona. Quizá este collar se niega a abandonar nuestra familia, tu deber es cuidarlo y entregarlo a la siguiente princesa, a tu hija. ¿Crees que puedes hacerlo?

—Si, abuelo. Nunca la perderé.

—Perfecto.— El rey se acercó a ella, Aziza acomodó sus cabellos y dejó que le pusiera el collar.

Pero algo extraño pasó en cuanto lo tuvo puesto. Una inquietante sensación de sentir que había algo o alguien ahí. Otra presencia. Y no se le pasó ni cuando se despidió del abuelo. Aziza pensó que quizá solo se lo estaba imaginando porque el abuelo le dijo que las reinas hadas usaron el collar hace mucho.

La princesa llevó el collar todo el día, ni siquiera se lo quitó al caer la noche, cuando cogió su vihuela y se escabulló por el castillo para tocar y cantar un poco. Sabía que nadie la encontraría ahí, ya lo había hecho antes. Después de tocar unas piezas, Aziza decidió que era momento de volver a su habitación antes que la nana descubra que ese bulto en la cama no era ella.

"Cantas muy bonito, como una sirena."

A Aziza se le escapó un grito, miró alrededor en busca de quien la había descubierto. Se sintió aterrada, pensando en la excusa que iba a dar.

"Tranquila, no le voy a decir a nadie."

—¿Quién anda ahí? —preguntó asustada.

"Estoy aquí, en el collar. He estado sola mucho tiempo, ¿sabes? Pero me alegra conocer a una princesa otra vez."

—¿Eres una reina hada? —le dijo, sentía el corazón acelerado de la emoción. No podía creerlo, el abuelo estuvo en lo cierto. Ese collar mágico sí que era especial, increíble. Aziza pasó del miedo a la felicidad. Una reina hada, una amiga. Alguien con quien hablar siempre.

"Oh, no. Yo fui como tú, Aziza. Una princesa de Albyssini. Mi nombre es Lissaendra, pero tú me puedes decir Liss", contestó para su sorpresa

—¿En serio? ¿Cómo es posible?

"Bueno, es una historia muy larga..."

—¿Y no quieres contarme?

"Te contaré todo, pero primero necesito una respuesta. ¿Por qué te escondes para cantar? Si eres toda una artista..."

—El abuelo dice que las damas de bien no pueden tocar, que eso de la música es para bandoleros y gente de mal vivir.

"Tonterías", le dijo Lissaendra muy segura. "No debes creer en todo lo que dicen los hombres, no todo es cierto. A veces mienten para que no hagamos lo que deseamos, nos ocultan cosas para que pensemos que el mundo es como ellos dicen. No es cierto, el mundo es más de lo que ellos quieren, y nadie tiene que decirte qué hacer."

—Liss... ¿En serio piensas eso? —preguntó con algo de temor. Porque eso que dijo se parecía mucho a lo que hablaban las mujeres del continente, y ella sabía que eso no era correcto.

"Te contaré una historia. Sé que te parecerá un cuento, pero te juro que no lo es. Cada palabra de lo que te diga será cierta.".

—Está bien, yo quiero escucharlo —pidió. Liss no respondió nada en varios segundos.

"Había una vez una pequeña sirenita que vivía en el fondo del mar. Una princesa sirena llamada Ariel que sabía muy pocas cosas del mundo exterior. Lo único que ella sabía era que deseaba algo con todas sus fuerzas. Libertad..."



******************

Y así fue como Liss sobrevivió en el collar unos cien años después de los sucesos de Maldita sirena. Aziza sería una de las brujas legendarias, de quién desciende Aurea Cardini, la protagonista de Memorias de Xanardul I <3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top