Especial de Navidad 2023 [Parte 2]

VI. Tristes recuerdos

El pueblo era pequeño, de eso ya se había dado cuenta. La voz se corrió muy rápido, tal vez demasiado para su gusto. Y Erena pensaba lo mismo, a juzgar por su cara.

A quienes no le importaba mucho la presencia de tantos extraños pasando por su jardín eran a Abdel y Ariel, quienes recibían con agrado los adornos que llevaban, y Ariel les decía que a la mañana siguiente podrían pasar a dejar sus cartas si querían. "Como en los viejos tiempos", decían todos con una sonrisa.

Todos conocían a Ariel, y la trataban con cariño. ¿Cómo no? Si la simple presencia de la chica parecía atraer y encantar. Ella hasta acabó contagiada de ese espíritu y de la extraña alegría que era formar parte de eso. Cuando Ariel les contaba a todos que fue Linet quien compró el árbol, algunos querían abrazarla o darle besos en las mejillas.

Ya hacia el final de la tarde, el árbol estaba casi listo. Solo faltaba poner la estrella, y todos estuvieron de acuerdo en que Ariel lo hiciera. Apenas la chica colocó la estrella dorada, Abdel enchufó las luces navideñas, y el árbol se encendió. Nadie pudo contener el "Oh..." de asombro, ni siquiera ella. Se habían esmerado todos, y Linet no podía creer que algo tan simple pudiera llevar tanta alegría.

Poco a poco la gente se fue retirando, todos muy entusiasmados con la idea de dejar sus cartas la mañana antes de la Navidad. Ella ya no sabía en qué se estaba metiendo, ¿no se suponía que huyó de casa para escapar de esa locura navideña? "Pero no es lo mismo", se dijo convencida. Lo que estaba encontrando en Aquaea era tan distinto y hermoso que, aunque sonara raro decirlo, le daba paz.

—¡Y traje chocolate para todos! —anunció Ariel, llevándoles una bandeja con tazas que desprendían ese olor tan rico, y que ya moría por probar.

—¿Y los malvaviscos? Exijo servicio completo —reclamó Abdel, a lo que Erena respondió dándole un manotazo.

—Qué pesado eres, si quieres algo ve a traértelo tú mismo.

—No, nada. Es que ya no se puede bromear. Todo es golpe y maltrato en esta casa — dramatizó. Las chicas rieron, y todas se sentaron en el jardín a admirar la obra terminada, mientras bebían el chocolate.

O al menos así fue hasta que Erena recordó que tenía algo que hacer, y Abdel se ofreció a acompañarla. A juzgar por las risas disimuladas y por las sonrisas, diría que ese pendiente tenía más de placentero que de otra cosa. No le prestó mucha atención, ella fue a servirse más chocolate de Ariel. Y cuando regresó, con una sonrisa en el rostro y dispuesta a ver el anochecer con ella, vio algo que no esperó. Ariel lloraba, intentando disimular las lágrimas.

—¿Estás bien? —preguntó, dejando la taza a un lado y arrodillándose a su lado.

—¿Tú estás bien? ¿No te duele la cabeza? No hemos ido al hospital a ver si tienes alguna herida o...

—No cambies de tema, ¿pasó algo?

—No, nada. Solo recuerdos.

—¿Es por el árbol? Mira, yo solo quise hacer esto para alegrarte, pero sí te pone así.

—Es que si me pone feliz, no es eso. No te conté el resto de la historia.

—¿Qué historia?

—Del árbol, de mamá... Y por qué ya no lo ponen.

—Si necesitas hablarlo...

—Si lo necesito. Todos dicen que papá dejó de autorizar el árbol de los deseos para darle prioridad al centro comercial, y en parte es cierto. Lo que no saben es la otra parte, que lo hace por culpa.

—¿Culpa?

—Sí, porque ese centro comercial mató a mi madre.

—Espera, ¿qué...?

—Hubo un incendio cuando recién lo construyeron, fue en vísperas de Navidad. Había mucha gente, y pocas medidas de seguridad. Cuando una tienda ardió en llamas, y todo empezó a derrumbarse, mamá no pudo escapar. Eso pasó. El árbol de los deseos era la cosa favorita de mamá en el mundo, y creo que por eso mi padre ya no quiere hacerlo. Es culpa, sé que él autorizó a que inauguraran esa cosa sin que pasara tantos controles de seguridad.

—¿Cómo lo sabes?

—Él lo dijo, lo escuché. Tiene negocios con esa gente, los... ¿Cómo se apellida? White, sí, eso era. A ellos no les importó, ¿sabes? Solo mandaron a reconstruir el sitio, no reconocieron que fue culpa suya. Pero así es la gente rica después de todo, ¿no, Linet? No les importa nada, solo su beneficio. Esos White son horrendos.

Sintió un nudo en la garganta conforme la escuchaba hablar. Sí, su familia y su padre eran horrendos, pasaban sobre quién sea necesario con tal de conseguir más dinero. Y eran responsables directos de dejar huérfana a Ariel. No podía creerlo, no podía decir nada. Solo acarició el rostro de la chica y la miró con tristeza. ¿Cómo explicarle que era parte de esa familia? ¿Que tal vez ella vivió y estudió con dinero manchado de la muerte de otros como su madre?

—Lo siento tanto, Ariel —susurró ella mientras buscaba su mirada—. Si pudiera hacer algo, cualquier cosa para hacerte feliz...

—Ya lo hiciste. Me regalaste este árbol, y es como sentir a mamá otra vez.

Le secó las lágrimas, y la miró de cerca. No debería pensar así, no en ese momento cuando se daba cuenta lo ligadas que estaban, y no por buenos términos. Pero no pudo evitarlo, Ariel era tan bella y dulce, tan atractiva como inocente. Casi sin querer, uno de sus dedos pasó cerca a su labio superior, y las dos se miraron fijo mientras Linet lo acariciaba. Contuvo la respiración, como le encantaría acariciar su boca, pero de otra forma.

Tomó su mentón despacio, y esperó. Quería besarla, pero no iba a forzar las cosas. Cuando Ariel cerró los ojos, supo que ese era el momento. ¿No fue ella misma quien lo dijo? "Cierra los ojos y déjate llevar".

Ella también cerró los ojos y se olvidó de todo cuando probó al fin la dulzura de su boca, cuando disfrutó la calidez de su beso, y la humedad de sus mejillas mojadas. Fue casi como magia, casi como acariciar el cielo.




VII. Luces de Navidad

Ariel se ofreció a acompañarla al hotel de su tía para que pudiera descansar. No era tan tarde, a menos no para una chica de ciudad, pero en Aquaea el mundo se movía diferente, y ya casi no había nadie en las calles. Lo que les daba libertad para andar como quisieran, y demorarse también.

Hicieron el camino a paso lento, hablando de ellas, y aprovechando cada instante para besarse. Ya no podían parar, y eso era tan emocionante que incluso pensó no debería sentirse así. No tan pronto.

Cuando llegaron a la entrada del hotel, pensó que llamarían a la puerta, pero Ariel buscó la llave detrás de una maceta, y entró con facilidad. El sitio ya estaba a oscuras, apenas una lámpara en la recepción iluminaba el camino al que debía ser su cuarto.

—¿Iremos a ver a tu tía?

—No, para ella ya es tarde. Debe estar en cama, mejor ni la molestemos.

—Claro...

Y eso significaba la despedida, ¿o aceptaría Ariel quedarse un rato más? ¿A solas? ¿Con ella? ¿A solas con ella? ¿A solas con ella en la habitación? ¿A solas con ella en la cama de la habitación? "Basta", se dijo, obligándose a despertar. Ariel apenas la había besado y ni siquiera sabía si estaría dispuesta a algo más.

—¿Quieres hacer algo divertido?

—¿Algo como qué? —No sabía si la chica sirena le estaba leyendo la mente, pero Linet enrojeció al instante, pensando que tal vez sus fantasías podían cumplirse. Pero Ariel solo le sonrió con inocencia y la tomó de la mano.

—Ven, sígueme. Estoy segura de que te va a encantar.

El que empezaran a subir escaleras arriba ayudó a que le bajara un poco esa calentura. Y aunque las dos llevaban guantes, igual era lindo que la llevara de la mano a... Bueno, a dónde sea. El hotel tenía tres pisos, y subieron hasta el último. En una habitación al fondo había un altillo, y siguieron subiendo hasta que se toparon con una ventana. Ariel le quitó el seguro, y así dejó pasar la helada brisa del mar.

Linet respiró hondo, aunque en su primera impresión al llegar a Aquaea ese aroma a mar le molestó un poco, de pronto la brisa le dio calma. Ariel salió primero, y le invitó a pasar. Estaban en lo más alto del techo, y no sabía si era seguro, pero no creía que la chica-sirena la llevara hasta allí para empujarla. Así que entró detrás de ella, y se acomodó, sentándose al lado de Ariel.

No era un lugar amplio, pero sí entraban las dos con toda comodidad. Tal vez solo tenía que acostumbrarse un poco al frío, y mirar...

Así se quedó boquiabierta. Desde lo alto del hotel se podía ver todo el pueblo de Aquaea, y aunque ya no había árbol de los deseos en la plaza, sí que había luces por todos lados. Los vecinos se esmeraban en lo suyo, adornando los árboles, sus ventanas, hasta los techos. Todo estaba iluminado, y apenas se dio cuenta cuando caminaba al lado de Ariel por estar concentrada solo en ella.

—¿Te gusta? —le preguntó la chica con entusiasmo—. De niña siempre venía aquí, es una bonita vista. Ahora no se ve el mar, pero por las mañanas es tan lindo... —suspiró, apoyándose un poco a su lado.

—Es lindo, todo es muy lindo —contestó, rodeándola con un brazo, y apoyándose en ella también—. ¿Esa es tu casa?

—¿Acaso conoces otra con un árbol gigante en el jardín? —rieron, y eso sí que era cierto. Incluso a esa distancia, pues la cabaña estaba a una distancia considerable, se podía ver con claridad en enorme árbol adornado con todo lo que los vecinos llevaron.

—Tienes razón, es muy lindo —susurró, esbozando una sonrisa.

Aunque estaba oscuro, podía oír y ver el mar. Si ignoraba el frío, podría quedarse toda la noche en compañía de Ariel, solo mirando. "Tal vez puedas volver en primavera, o verano. Apuesto a que..."

Se detuvo allí. ¿Quería volver? ¿Por qué querría hacerlo? Tenía una carrera política por delante, y además tenía que darle una solución a su vida, ni hablar de lidiar con su familia. Sea lo que sea que le deparara el destino, estaba convencida de que no era en Aquaea, ni con Ariel.

—¿Tienes frío? —preguntó la chica de pronto—-. Si quieres, podemos pasar.

—No, estoy bien. Solo... —le urgía dejar de pensar en eso. Necesitaba disfrutar el momento, nada más, y nada de atormentarse con pensamientos tétricos—. Me preguntaba si aquí hay nieve.

—A veces sí —respondió para su sorpresa—. Pero es muy, muy raro. Y todo un espectáculo.

—¿Hay nieve en la playa?

—Sí, como en la canción. Raro, pero muy lindo —sonrió, imaginar un paisaje así... ¿Por qué no quedarse un poco más para ver si pasaba? Podía pasar las fiestas de fin de año allí también, no había prisa. A menos no hasta que empezara enero.

—Quizá tenga suerte y lo vea.

—Sí, quién sabe.

Otra vez se hizo el silencio. ¿Debería besarla? Moría de ganas, y seguro que Ariel también. Se movió un poco, y la chica también se separó. Lo hizo lento, pero en lugar de acercarse a ella, mantuvo su distancia para mirarla a los ojos.

—Linet...

—¿Qué pasa?

—Yo sé que vas a irte igual —dijo, y fue casi como recibir un golpe. Podría jurar que se quedó sin respiración—. Que para ti no será más que una anécdota, y que de seguro nunca regresarás.

—¿Cómo sabes eso?

—Es obvio, ¿no eres una chica de ciudad? Es lo que hacen. Buscan pueblos pintorescos para pasar el rato, y se divierten. Tienen anécdotas bonitas, a veces, romances de novela. Pero se van y no vuelven más. ¿Acaso estoy mintiendo?

—No vine aquí a buscar una aventura, yo solo... —No supo como continuar. ¿Por qué llegó? Porque huía. No fue el árbol de los deseos, ni la Navidad, ni nada especial. Solo un escape. Ariel tenía razón, pronto todo eso quedaría atrás.

—¿Qué vas a hacer cuando vuelvas a casa? —interrumpió a ella.

—Yo... Creo que... Creo que entraré a algún partido político, haré militancia. Esos eran mis planes...

—¿Eran? ¿O son?

—Nunca ha estado claro. Y ni siquiera sé si puedo decir que volveré a casa, porque no quiero que esa sea mi casa. —Ariel la miraba, pero no insistió, y ella le agradeció por eso. No sabía como decirle que ella era una White, no aún.

—El punto es, Linet, que te vas a ir de todas maneras. Y yo siempre me voy a quedar. Este es mi hogar, y amo estar aquí. No me veo en otro lugar, no soportaría vivir sin las olas, sin nadar, sin escuchar el mar cada mañana. Entonces, tú y yo... Bueno... ¿Qué podemos hacer?

—Tal vez solo ser felices y aprovechar el tiempo que tendremos, ¿qué te parece?

—Pero, cuando te vayas, te voy a extrañar toda la vida... —Con algo de vergüenza por sus palabras, Ariel bajó la mirada. Y ella estaba con la boca abierta, sin saber qué decir. Supo, de alguna forma, que también la iba a extrañar siempre.

—Yo tampoco dejaré de pensar en ti. Pero tampoco quiero irme pensando en que pude ser feliz, y no hice nada por imaginar ese futuro.

—¿Entonces...? —Los ojos ilusionados de Ariel la convencieron, la rompieron, y la arrastraron a ella. ¿Cómo podía dejar de mirarlos? ¿Cómo pensar en otra cosa que no fuera tenerla?

—Entonces... ¿Fui tu primer beso? —La sonrisa traviesa de Ariel, y sus mejillas enrojeciendo a pesar del frío, le dieron la respuesta.

—Mi primer todo —admitió.

No tenían más palabras que decirse. Desde lo alto del hotel, con todas esas luces alrededor y el frío cada vez más fuerte, aproximaron el rostro una a la otra para unirse en un nuevo beso, como si quisieran cerrar un pacto. ¿Un amor de Navidad? ¿La gente tenía de esos aún con los tiempos que corrían?




VIII. Roto

Despertó con una sonrisa, feliz como nunca. Ariel no se quedó a dormir con ella, Linet no quiso forzar nada, considerando que ella era su primera en todo, quería que cada cosa que pasara a su lado fuera especial. Al mirar por la ventana, notó el cielo tan oscuro que pensó iba a llover, ¿o iba a nevar? ¿Sería testigo de ese prodigio? Pues mejor se apresuraba, si pasaba, quería verlo al lado Ariel.

Se vistió rápido, y salió de la habitación. Su intención fue salir corriendo, pero el olor de café recién filtrado llamó su atención, y guio sus pasos hacia la cocina. Allí estaba Eurodora, sirviendo una taza para ella.

—¡Muchacha! ¡Feliz casi Navidad! ¿Vas a desayunar?

—En realidad, yo... Quería ir al árbol, ya sabe, a llevar mi deseo. Es una linda mañana, y me gustaría ser de las primeras en llegar.

—¡Oh, por supuesto! Puedo prepararte el café en un descartable para llevar, ¡el frío está terrible esta mañana!

—Ya lo creo, y... Muchas gracias. —La mujer sonrió con amabilidad, ella intentó disimular lo ansiosa que estaba por irse, y solo esperó a que le alcanzara ese vaso de café con tapa de plástico.

—Por cierto, ¿tienes forma de escribir esos deseos?

—Pues... —Claro que no tenía nada, ¡si ni siquiera llevó un lapicero!

—Ven, esto te puede servir.

Caminaron juntas a la recepción, y de un cajón, la mujer sacó un cuadernillo y arrancó una hoja. También le dio un lápiz, aunque faltaba un sobre. Para su buena suerte, Eurodora parecía tener todo a la mano, o tal vez era común en el pueblo enviarse cartas. Era un sobre rojo y algo grueso, y era perfecto para la ocasión. Le dio las gracias, y metió las cosas entre su ropa, bebió un poco de ese café, y partió rumbo a la cabaña en la playa.

Por supuesto que lo primero que vio fue ese árbol. Apagaron las luces por la noche, y aun así los adornos navideños le daban un brillo único. Con una sonrisa, Linet se iba acercando, solo para darse cuenta de que no era la única que acudió temprano. Una familia con dos niños ya estaban colgando sus deseos en el árbol, y otros más terminaron de hacerlo, andaban por allí conversando con Abdel y Erena. Estos la saludaron con un gesto, pero ella estaba más interesada en encontrar a Ariel.

La bella chica-sirena salió casi corriendo de la cabaña, con su cabello rojizo ondeando por la brisa helada, y esa sonrisa tan radiante que confortaba el corazón de cualquiera. Al mirarla bien, se dio cuenta de que llevaba un sobre con el deseo que seguro acababa de redactar. En silencio, y casi de forma solemne, subió a la escalera y acomodó su sobre en una parte alta del árbol, resguardado entre las ramas para que no se lo llevara el viento. Cuando terminó, los que estaban abajo aplaudieron con entusiasmo, y ella también.

Apenas Ariel la vio, caminó directo hacia ella. Y aunque moría de ganas por abrazarla y darle un beso, contuvo sus deseos solo por precaución. Aún no descifraba si Aquaea era un lugar conservador, y por nada del mundo deseaba que su paso por allí causara problemas. Pero, una vez frente a frente, se tomaron de las manos, y Ariel le dio un beso en la mejilla.

—No pensé que vendrías tan temprano... —murmuró Ariel—. Aunque no eres la única — añadió, señalando con discreción a un lado. Y sí, otras personas del pueblo llegaban con sus cartas, en verdad que la voz se corrió muy rápido.

—Sí, ya veo que todos andan muy entusiasmados.

—¿Y tú? ¿Ya escribiste tus deseos? ¿Necesitas algo para escribirlo?

—No, tranquila. Tu tía se encargó de hacerme la vida más fácil. Ahora solo necesito un momento para escribir.

—Puedes usar la mesa de la cocina, y si tienes hambre, coge un panecillo. Erena los horneó anoche, seguro que te gustan.

—Gracias —respondió. Y, como de verdad no podía aguantar sin estar cerca de ella, le dejó un beso en la mejilla antes de ir a lo suyo.

La puerta trasera de la cabaña estaba abierta, y ella dejó el sobre, el papel y el lápiz en la mesa. El rico olor de los panes le hizo rugir en estómago, así que cogió uno y lo mordió mientras pensaba qué rayos escribir. ¿Qué deseaba en verdad? ¿Qué quería? ¿Podía ser solo algo simple? ¿O podía arriesgarse a lo grande? Tampoco es que creyera que algún tipo de magia le cumpliría el deseo, así que podía escribir lo que sea. Tomó el lápiz, y no lo dudó más.

"Deseo que mis pasos me lleven al destino que siempre estuvo preparado para mí".

Y eso fue todo. Metió su nota al sobre, y luego lo cerró. Dio unas últimas mordidas al panecillo, mientras miraba por la ventana. El vidrio estaba algo empañado, pero eso no impidió que viera que algo no estaba bien del todo. La gente se había agrupado, y a juzgar por el gesto que notó en Abdel, diría que estaba molesto. Se guardó el sobre y salió a ver, esperando que no fueran problemas.

Le bastó escuchar las voces de protesta para saber que todo acababa de complicarse. Se hizo paso entre la gente, y distinguió el uniforme de los cuatro tipos que acababan de llegar, sin duda eran oficiales del orden con la clara intención de intimidar. Si bien todos sospecharon que algo así podría pasar, tal vez pensaron que la ilusión duraría un poco más.

—Es propiedad privada, Kadal —le dijo Ariel, cruzándose de brazos.

Así que ese era el tipo con el que su padre quiso comprometerla, y la chica tuvo razón con decir que era un asco. Se notaba en su mirada llena de desprecio y la sonrisa burlona. Ese tipo estaba muy seguro de lo que hacía, era consciente de que podría actuar con impunidad, que nadie iba a detenerlo. Y eso era lo que de verdad asustaba.

—Sabes que este tipo de actividades no están autorizadas —continuó Kadal—. Y este circo está generando desorden.

—Es mi jardín, puedo hacer lo que quiera, y también invitar a quien se me dé la gana. Este no es asunto del gobernador, y menos de ustedes.

—Ya te lo dije, querida. Tengo órdenes de acabar con esto, así que por el bien de todos, será mejor que se hagan a un lado. ¿Quieres un maldito árbol? Bien, puedes tenerlo, pero en un tamaño normal y dentro de casa, ¿fui claro?

—Mira, no vamos a armar un escándalo por esto —interrumpió Abdel—. Los vecinos se van, cerramos las puertas, y se acabó. Es asunto nuestro.

—Ya dije que no. —Kadal sonreía, y avanzó con sus matones detrás de él. Para su sorpresa, Ariel se puso al frente, cerrándole el paso.

—Tendrás que pasar sobre mí —lo enfrentó, mirándolo directo. Eso no detuvo a Kadal, quien la tomó de un brazo y la empujó.

—Muévete, chiquilla.

—¡Suéltala! —A Linet le pareció escuchar que la gente protestaba, pero solo ella reaccionó rápido, sosteniendo a Ariel, y parándose delante de ella para defenderla—. Oiga, no tiene ningún derecho a irrumpir en propiedad privada. ¿Quieren hacer lo que les da la gana? Bien, inténtelo. Pero tenga muy claro que no nos vamos a quedar con las manos cruzadas. Una demanda es lo mínimo que le espera.

Su voz tan firme logró callar algunos murmullos, y quiso creer que eso calmó los ánimos. Por un instante, Kadal frunció el ceño y la miró fijo, como estudiándola. ¿Sería capaz de enfrentarla a pesar de sus amenazas? ¿O es que esperaba que le ofrecieran dinero para que las dejara en paz? Pero entonces el tipo la miró directo a los ojos, y sonrió. Como si una vez más tuviera el control de todo.

—Oh, así que acá estaba, señorita White.

Al escuchar eso, todo se derrumbó para Linet. Se quedó inmóvil, sintiendo que las piernas le temblaban, que el mundo se desdibujaba, incluso que se le escapaba el aire. Listo, se acabó. Todo, todo estaba arruinado...

—¿White? —preguntó Abdel, y pronto los murmullos volvieron. Al parecer todos en el pueblo sabían de su familia. Después de todo, el centro comercial que financiaron fue la ruina de todos.

—Su padre llamó al gran jefe por la noche —continuó Kadal, consciente de que acababa de desequilibrarla—. Mencionó que su hija vino a divertirse al pueblo, que le echáramos un ojo. En fin, hizo más fácil mi trabajo. Informaré que la niña rica está bien, pero le agradecería que no se metiera en los asuntos internos del pueblo.

—Eso no... Yo no... —¿Qué iba a decir? Había enrojecido de vergüenza, mientras sentía todas esas miradas recelosas sobre ella. Si hasta Abdel frunció el ceño, ni hablar de Erena.

—Ahora, señorita White, deje de estorbar, nosotros nos encargamos de solucionar la situación. Después de todo, son intereses de la empresa. Supongo que lo entiende...

—¿White? ¿Linet White? —La voz temblorosa de Ariel la sacudió de miedo. No podía ni moverse, y no supo de dónde sacó el valor para girarse a verla. Y la chica estaba allí, con los ojos húmedos de las lágrimas, porque era obvio que ya lo tenía todo claro—. Entonces eres una de ellos...

—No, Ariel, escúchame... No es así, yo no...

—¿A qué viniste? ¿A burlarte de nosotros? ¿A encargarte de una de las empresas de tu familia? ¿Vas a administrar el centro comercial?

—¡No! No, no... escúchame, por favor. Escapé de ellos, me fui. No sabía nada de esto, te lo juro.

—¿En serio? Porque has escuchado toda la historia. Y te conté lo que pasó con mamá, te lo dije todo... ¿En serio vas a seguir mintiendo? —se le quebró la voz, y cuando Linet quiso acercarse, esta retrocedió.

—No es lo que piensas... —intentó defenderse, pero Ariel seguía negando con la cabeza.

—¿Y por qué compraste esto? —añadió, señalando el árbol—. ¿Por culpa? ¿Por pena? ¡¿Tú crees que quiero algo comprado con el dinero de la gente que construyó el lugar donde murió mi madre?! —Casi gritó, y a ese punto ella también quería llorar. Tenía razón, tanta razón... Fue tonta, se equivocó, debió hablar cuando tuvo la oportunidad, y ya lo había perdido todo.

—Lo siento, de verdad, lo siento tanto... —Pero Ariel no la miró, negó con la cabeza, y se hizo a un lado.

—Hagan lo que quieran, ya no me interesa —dijo, entre lágrimas, y se alejó en dirección contraria. Iba hacia la playa, al mar. Intentó seguirla, pero entonces Erena le cerró el paso.

—Será mejor que la dejes en paz, y que te vayas de aquí —le dijo la chica entre dientes. Y vaya que quería huir, si faltaba poco para que empezaran a abuchearla. La misma gente que le dio las gracias y la abrazó por llevar el árbol, de pronto parecían odiarla.

—A trabajar, chicos. Acabemos con esta cosa —ordenó Kadal. Nadie pudo hacer nada cuando derribaron el árbol.




XI. Medianoche

Eso calificaba como el peor día de su vida, y no lo dudaba ni un segundo. No podía creer lo que le dolió cuando vio el árbol caído, los adornos tirados y rotos, y la gente retirándose cabizbaja. Pero le dolió más ver a Ariel partir, y no poder seguirla. Más que dolerle, le desgarró el alma, así de dramático como sonaba.

Era consciente de que la había lastimado, le mintió todo el tiempo. Desde que Ariel empezó a abrir su corazón para ella, supo lo importante que era ese árbol en sus recuerdos, y lo duro que era pensar en su madre, en como murió. Se sentía como una traidora, porque ni siquiera estaba segura de haber tenido en algún momento la intención de decirle la verdad. ¿Pero le creería ella si le decía que se enteró de todo apenas un día antes? ¿Que si no le dijo nada fue porque no quería perder su compañía ni la oportunidad de quererla un poco al menos?

Cuando Linet se alejó de la cabaña, decidió volver al hotel y encerrarse en la habitación. Con lo rápido que corrían los rumores en Aquaea, no quería arriesgarse a que la vieran y la odiaran más. Había pagado la habitación hasta año nuevo, pero tal vez debería irse pronto, ya no tenía nada que hacer allí. Le preguntó a Eurodora cuándo pasaba el siguiente bus, y dijo que en dos días. Bien, supuso que podría soportar dos días de estar encerrada allí y sentirse miserable.

Lo bueno de todo fue que la señora Eurodora no había salido del hotel, así que no se enteró de nada de lo que pasó, y fue amable con ella, incluso sirviéndole las otras comidas. Cuando llegó la noche, la mujer fue a acostarse temprano, y Linet solo sabía que no podría pegar ni un ojo. Se recostó en la cama en vano, sabiendo que nada la haría dormir.

Casi una hora después de mirar el techo en la oscuridad, Linet se puso de pie y se vistió. Hacía frío afuera, eso podía notarlo. Se abrigó bien, y decidió salir a caminar, tal vez eso lograría calmarla.

Aquaea lucía lindo a pesar de todo. Las luces de las casas brillaban, y aunque odiara la Navidad, el gobernador igual puso unas guirnaldas en la plaza. Todo era casi como en un cuento, ese pueblo lejano y abandonado, la magia de la Navidad que de pronto se había roto. Y la chica, por supuesto. No podía olvidarse de ella. Ver los ojos tristes y la decepción de Ariel la quebró por dentro, no iba a negarlo. ¿Cómo podía sentir algo así si apenas la conocía? Eso no importaba en realidad, le bastaron esos días para saber que Ariel era una buena persona, y ella le ocultó cosas que luego la hicieron sufrir.

Pensando en eso fue que sus pasos la guiaron a otro lugar, a su lugar. La playa donde se vieron por primera vez, en un accidente, pero eso poco importaba. Más allá estaba la cabaña, y eran pocas las luces que brillaban dentro, pues el árbol se había apagado.

Consciente de que eso era una imprudencia, y que de seguro le iba a arruinar la noche a Ariel, se acercó despacio a la cabaña, y miró por la ventana. Solo vio a Erena y Abdel sentados en la mesa, hablando de algo. La pelirroja no aparecía, ¿estaría en cama? ¿Sintiéndose mal por su mentira? La idea se le hizo insoportable, lo mejor sería irse y sentirse miserable a solas, porque no quería la compasión de nadie.

Iba a darse la vuelta, cuando Abdel la vio. Sintiéndose atrapada, y como toda una acosadora, Linet se giró de inmediato y caminó tan rápido como pudo fuera de la cabaña. Pero el sonido de la puerta abriéndose, imposible de no oírse gracias a esas bisagras algo viejas, acabaron por obligarla a detenerse.

—Oye, Linet, ¿no quieres pasar? Hace un frío de mierda, no creo que quieras quedarte afuera justo a medianoche... —le dijo Abdel, ella se mantuvo de espaldas, insegura de responder o fingir demencia.

—Disculpa - respondió aun sin girar—. Solo pasé por aquí, y yo... En realidad ni sé lo que buscaba, pero mejor me voy. Estoy segura de que no soy bienvenida aquí.

—¿Por qué no? —La voz de Erena la sorprendió, y solo por eso la chica se giró a ver a la pareja.

—Evidentemente lo dice por la cara de culo que nunca cambias, Eri —se burló Adbel, logrando que la chica frunciera el ceño.

—Estoy segura de que no es por eso —se defendió Erena. Y Linet se acercó. Un poco, lo suficiente para salir huyendo si se arrepentían de verle la cara.

—Bueno... —intervino ella—. Creo que no te caigo bien, si te incomodo...

—¡Ah! ¿Lo dices por eso? A ella no le cae bien nadie que se acerque a Ariel —bromeó el hombre—. Es que mira, tiene un instinto maternal que da miedo a veces, y se pone a la defensiva con la gente que trae Ariel a casa.

—Pues esta vez no me equivoqué mucho —respondió Erena, cruzándose de brazos—. Y aunque de que te lo preguntes, no. Ariel no está en casa, ha ido con su familia. Hay compromisos navideños que no puede eludir. Tiene sobrinos, solo va por ellos. Regresará temprano.

—Pasa, Linet. Sabemos que tienes frío, y hemos encendido la chimenea —la animó Abdel—. Y si tienes algo que decirnos sobre el escándalo de esta mañana, pues aprovecha que estamos de buenas. Es Navidad.

—Navidad es mañana...

—Ya es Medianoche, técnicamente puedo decirte "Feliz Navidad". En fin, ¿pasas?

No se hizo de rogar más, pensó que también les debía una disculpa a ellos. Entraron en silencio a la cabaña, y Linet se reconfortó por la calidez del ambiente. Pronto pudo quitarse tanto abrigo y sentarse a la mesa, acompañada por algo del chocolate de Ariel.

Así que les contó todo. De su familia, de que siempre discutía con ellos, que huyó porque no quería tolerar más sus imposiciones. Que en realidad no sabía nada del árbol hasta que llegó, y que tuvo miedo de decirle la verdad a Ariel cuando supo cómo murió su madre. Pero les juró que no era ningún truco, que sus acciones poco tenían que ver con su familia. Esa era la verdad, todo lo que hizo desde que llegó a Aquaea fue porque lo sintió, y no se arrepentía de nada.

—Igual creo que ya arruiné todo —respondió, con la mirada puesta en su taza—. Solo quiero despedirme de Ariel, pedirle disculpas por los malos ratos. Nada más.

—Estoy seguro de que ella querrá escucharte, y que lo entenderá —aseguró Ariel.

—Igual no tienes que irte tan pronto, huir como si hubiera matado a alguien —añadió Erena—. Si te gusta estar aquí...

—Es solo que no quiero fastidiar más a Ariel. Es una chica buena, no quiero que llore por mi culpa.

—Dime una cosa, Linet. —Erena habló firme, y eso la obligó a mirarla. Tal vez la chica era algo seria, pero entendía su preocupación. Solo quería proteger a su sensible amiga, y eso porque la amaba mucho—. ¿De verdad quieres tener una carrera política en la ciudad?

—Si... —murmuró.

—¿Y por qué no estás segura?

—No es eso. Es que sé que será un camino largo. Papá quería usar sus influencias para hacerme ascender al parlamento, incluso la familia del tipo con el que quieren que me case es muy influyente, tendría un puesto asegurado. No quiero eso, no quiero ser alguien por esos contactos que luego pedirán favores que no podré negarme a cumplir. Quiero una carrera política, es cierto. Pero empezar de cero, trabajar por la gente de verdad, abogar por los que lo necesitan, construir todo desde abajo.

—Ah, si, eso suena complicado —respondió Erena—. Y creo que eres valiente al pensar en intentar algo como eso. Si crees que lo que buscas para tu carrera no está en Aquaea, tal vez no deberías quedarte más tiempo.

—O puedes pensar en que en seis meses hay elecciones para nuevo gobernador. Solo digo... —Abdel deslizó la propuesta, y ella no supo qué decir. ¿Era siquiera una posibilidad postular a algo como eso? ¿Empezar su carrera política allí? ¿En ese hermoso pueblo?

No se dio cuenta en qué momento cambiaron de tema. Pero la pareja ya estaba cansada, y le dijeron que si quería, podía dormir en la sala o en la cama de Ariel, que ellos ya iban a acostarse. Cuando Linet se quedó sola en la penumbra de la sala, miró a la ventana que daba al patio. Allí donde estaba en árbol, o lo que quedaba de él.

Una vez más sus instintos la guiaron. Si bien Kadal y los otros oficiales del orden lo echaron al piso, no hicieron más destrozos. Y, al parecer, Abdel lo había vuelto a levantar. Pero nada más, los adornos estaban repartidos por el jardín, las cartas con deseos apenas se sostenían, y en verdad era desastroso.

Linet se inclinó y cogió algo que estuvo a punto de pisar. Era la estrella del árbol, la misma que Ariel puso. Y levantó la mirada, cada vez más segura de lo que tenía que hacer. De todas maneras, dormir nunca fue una opción.




X. Nieve en la playa

Lo primero que sintió fue la calidez. Se acomodó un poco, y se permitió disfrutar de ese momento. Era una manta que la cubría, una manta suave que olía a ella. Sonrió con los ojos cerrados, quiso quedarse así, pero estornudó. Y no pudo parar de estornudar. Maldita sea, de seguro que iba a resfriarse...

—¿Te sientes bien? —Esa voz tan linda, tan suave. Abrió los ojos, y allí la encontró. Una vez más frente a ella, tan cerca—. ¿Dormiste aquí?

—Yo... Si... Creo... Si...

Recordaba que cuando terminó con su trabajo, las primeras luces del alba la alertaron. Quedó exhausta, y entró a la sala con rapidez. Se sentó un momento un sofá, solo para calentarse un poco cerca de la chimenea. Pero se quedó dormida, y al parecer ya había amanecido hacía buen rato. Por eso Ariel estaba de vuelta.

—Linet, ¿tú hiciste eso? —Ariel señaló afuera, y la chica se restregó los ojos. Las luces del árbol brillaban esa mañana, ella lo dejó encendido.

—Si...

—¿Sola?

—Si, Abdel y Erena dormían, así que... —se incorporó despacio, y entonces la encontró. Se la tendió a una incrédula Ariel—. Toma, te la guardé. Solo tú puedes ponerla. —Era la estrella del árbol.

—Pero ¿por qué...? ¿Por qué hiciste esto?

—No lo sé, solo supe que tenía que hacerlo. Es tu árbol de los deseos y no quiero arruinar eso.

—Linet...

—No, escucha. Lamento tanto haberte ocultado lo de mi familia, debí contártelo, debí decirte la verdad... Yo... Lo siento, te juro que no quería lastimarte...

—Linet —interrumpió—. Mi padre me contó ayer, lo escuché hablando al teléfono. Ya sé que escapaste de la familia White, y que no sabías nada de esto. Lo entiendo, una no tiene la culpa de la familia que le toca. La mía no es un ejemplo tampoco.

—Pero el centro comercial, tu madre...

—Lo sé, y fue terrible. Pero no es tu culpa. Discúlpame tú a mí, te dije cosas horribles ayer.

—No tengo nada que perdonar —le sonrió, y Ariel correspondió el gesto con timidez—. ¿No quieres ponerle la estrella al árbol?

—Sí, eso me gustaría.

Salieron juntas, y Linet sostuvo la escalera. Ariel subió hasta acomodar el adorno, y al fin el árbol estuvo completo. Cuando creyó que ya iba a bajar, notó que la chica miraba a otro lado, hacia la playa.

—Linet... Ha nevado...

—Creo que está empezando a nevar otra vez —dijo ella, levantando la mirada. Cerró los ojos cuando sintió los primeros copos de nieve enfriando su rostro.

—Hay nieve en la playa, ¿quieres ver?

No dijo nada, tampoco fue necesario. Ariel bajó con rapidez de la escalera, y tomó su mano. Salieron del patio, y caminaron hacia la playa de Aquaea. Era cierto, la arena estaba cubierta por el blanco de la nieve, y de seguro que la orilla empezaría a congelarse. Era hermoso, y raro. Pero hermoso, como todo lo que encontró en ese pueblo.

Sin querer, se metió la mano al bolsillo, y sacó algo. Era la carta que iba a colgar en el árbol, pero de todas maneras ya era tarde para eso. Ariel la miró, y sin decir nada, la abrió delante de ella, mostrándole el contenido.

"Deseo que mis pasos me lleven al destino que siempre estuvo preparado para mí".

—Es bonito —le dijo Ariel—. ¿Y crees que se cumplirá?

—No lo sé, pero... ¡Feliz Navidad! —exclamó, y sonrió. A pesar de que su cuerpo volvió a traicionarla, y estornudó varias veces, haciendo reír a Ariel.

—Feliz Navidad, Linet —contestó ella—. Yo, bueno, tuve que recoger mi carta. Cuando tumbaron el árbol, la encontré tirada en el jardín. No quería que se maltratara.

—No tienes que decirme lo que escribiste, no es necesario.

—Igual no es como si se fuera a cumplir... —dijo, y luego suspiró.

—Eso depende de lo que sea. —Ariel guardó silencio un momento, y su mirada se quedó contemplando la playa, cada vez más nevada.

—Pedí que la vida no nos separe —respondió para su sorpresa. No pudo contenerse, se giró para tomarla de las mejillas, y la besó. Ariel correspondió, y esa calidez, esa suavidad y esa entrega... Eso era todo lo que necesitaba.

—Yo no estaría tan segura —murmuró sobre sus labios.

—¿De qué?

—De que el árbol no te cumplirá ese deseo —le dijo antes de besarla otra vez. De besarla y de sentir que en realidad no necesitaba ningún árbol para pedir nada. Ya lo tenía todo.



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AHORA SÍ MIS AMORES 💖💖💖💖💖

FELIZ NAVIDAD PARA TODOS USTEDES, JINGOL BELS JINGOL BELS JINGOL MADAFAKAAAAAAAA DE NUEVO MAMI KATIE DANDOTE LO QUE TE TOCA xdddd ok basta

Ya en serio, espero que les haya gustado este cosito, uwu. ¿Pero saben cuándo les va a gustar más? CUANDO COMPREN EL EBOOK O LA VERSIÓN EN PAPEL kjaahjjha 

Solo queda decir que espero la estén pasando genial estas fiestas, y atentas a mis redes sociales, que aún no han visto lo último de Maldita sirena 😎

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