Especial de Navidad 2023 [Parte 1]
ANTES DE EMPEZAR:
Quiero que sepas que este especia forma parte de la antología "Un regalo de amor", disponible en Amazon tanto en ebook como en tapa blanda. Este, junto a otros relatos míos y de otras autoras, están en el perfil de Rose Days. Con la compra, estás apoyando a Rose para costear su tratamiento contra el cáncer. Ese fue el motivo por el que nació este proyecto, y me haría muy feliz saber que pueden apoyar con esta iniciativa. Rose es una amiga escritora a quien aprecio mucho, y este regalo es para ella.
I. El pueblo y la playa
Tal vez no fue la mejor idea huir de casa en vísperas de la Navidad, pero es que de verdad no hubiera tolerado un día más en ese lugar. De hecho, tal vez debería pensar en la forma de largarse de una vez y para siempre, aunque apenas tuviera dinero en efectivo. Y estaba segura de que papá iba a bloquear todas sus cuentas y tarjetas. Era lo único que sabía hacer.
Linet miró su reflejo apenas visible en la ventana del bus. Al respirar, su aliento empañó el vidrio. La calefacción se había estropeado, ¿pero quién la mandó a tomar un transporte tan decadente? Ni siquiera pensó en lo que hacía cuando compró ese boleto a... ¿Aquaea? Miró el papel que llevaba en el bolsillo y sí, ese era el nombre del pueblo costero al que se dirigía.
Tal vez debió ir más al sur, pues el clima invernal no había cambiado mucho. Lo único que hizo fue apuntar el primer punto del mapa de la ruta, y listo. Lo que sea con tal de alejarse del bullicio de la ciudad, de la locura consumista de la Navidad, y de su horrenda familia, que no hacía otra cosa que presionarla para que se casara con un tipo que apenas conocía, pero que -para variar- sería bueno para los negocios familiares y aumentar la fortuna.
Papá estaba loco por concertar esa alianza, y su hermano, aún más emocionado con la idea de verla largarse a otra ciudad y así quedarse con la presidencia de las empresas tal como siempre había deseado. Ella no iba a tolerar esa basura. Tal vez cedió en muchas cosas, pero no estaba dispuesta a callarse, y menos a dejar que su familia quisiera manipularla. ¡Si estaba segura de que su padre aceptó que estudiara ciencias políticas para sacar partido de eso!
Cuando el bus se detuvo, Linet abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba entrando a una estación. Al parecer ya habían llegado. Sacó del compartimiento inferior la única maleta que llevó, y bajó del bus junto al resto de pasajeros. Todos la miraban con cierta curiosidad. Por lo que había escuchado, Aquaea no recibía muchos turistas en esa época del año, y la mayoría de los que iban eran personas que volvían con sus familias por las fiestas.
Una vez salió, la chica pensó en cómo iba a encontrar hospedaje. ¿Habría algún hotel abierto para empezar? Eran las primeras horas de la mañana, y a pesar de la brisa marina helada, el sol empezaba a brillar con fuerza. Linet se acomodó la rubia cabellera en una coleta, y envolvió su cuello en la bufanda. Miró alrededor con curiosidad, al menos esperaba encontrar algún lugar donde pedir un café.
"No parece un sitio grande, tal vez debería caminar un poco", se dijo. Pero lo que llamó su atención fue la inmensidad del mar. Se acercó a la playa, y dejó la maleta a un lado antes de sentarse en la arena. A pesar de la brisa, el sitio era encantador. Las olas no eran violentas, pero sí lucían altas para... ¿Practicar surf? ¿En esa época y con ese clima tan desastroso?
Con curiosidad, la joven se puso de pie y caminó a la orilla para ver mejor. No, sus ojos no la engañaron, había alguien montando las olas. Estaba lejos, pero pronto pudo distinguir que era una chica. Una chica pelirroja que surfeaba sin miedo y con gran habilidad. Primero, se preguntó por qué no tenía frío, ¿de verdad el wetsuit era suficiente? Imposible saberlo, pero ella sí que se estaba congelando allí. Mejor ir por su maleta y ese ansiado café caliente...
Se giró, y pegó un grito. La maleta no estaba. Al mirar a un lado, vio que un chico la llevaba cargada y corría, aunque no tan rápido como quisiera por el peso de la misma. Sin pensárselo mucho, Linet intentó alcanzarlo y cerrarle el paso, cuando en su interior sabía que sería imposible.
En medio de esas correrías, Linet apenas fue consciente de que la bufanda que llevaba en el cuello se iba saliendo de su sitio, para acabar cerca de sus piernas, y poco a poco más abajo. Hasta que pisó el borde de ella, y con todo su peso y velocidad, acabó cayéndose de bruces a la arena.
Quien diría que el golpe sobre arena húmeda sería tan brutal. O que alguien dejaría piedras por allí. En un momento estaba de pie y corriendo, al otro, tirada en la playa y con la cabeza dándole vueltas por el golpe. Intentó incorporarse, consciente de que acababan de robarle todo cuanto tenía, pero sus ojos apenas eran capaces de enfocar algo. Se mareaba, y solo pudo acomodarse de espaldas, mirando al cielo, sintiendo que las lágrimas de frustración empezaban a bañar sus ojos.
Linet parpadeó, y entonces todo pareció más mojado que antes. Gotas de agua fría en su rostro, o algo más. Al abrir los ojos, la chica vio un rostro hermoso mirándola con preocupación. Las gotas de agua que cayeron fueron de sus lindos cabellos rojizos, y cuando sintió que le acariciaba el rostro, Linet tuvo deseos de llorar de lo miserable que se sentía, y de lo patética que de seguro lucía.
—Tranquila, voy a cuidar de ti —le dijo ella con una voz tan suave y bella, que de verdad creyó estar escuchando a un ángel. O a una sirena...
II. La sirena
Recordaba que eso fue lo último que pensó antes de desmayarse. Que la pelirroja tenía una voz bonita, como de ángel, o de sirena... Más de sirena, porque salió del mar. Cuando despertó al fin y miró alrededor, por poco entró en pánico. No sabía donde estaba, el lugar no le era familiar para nada, y su primer instinto fue levantarse y salir corriendo.
—¡No! ¡Espera! ¡Te vas a lastimar! —gritó alguien. "La pelirroja...", pensó apenas la vio aparecer ante ella, y sentarse a su lado en la cama—. Tranquila, estás a salvo.
—¿Qué pasó? —preguntaba, confundida y mirando todo cuanto la rodeaba—. ¿Dónde estoy? ¿Quién me trajo? ¿Mis cosas...?
—Pues te desmayaste después del golpe. Estás en mi casa, y te traje yo... Bueno, medio camino. Después Abdel me ayudó.
—¿Abdel?
—Mi amigo, y él se fue detrás del tipo que se llevó tus cosas, tranquila. La vas a recuperar.
—Ah... —La chica la sostuvo y, cuando se dio cuenta, le tendió una taza con algo humeante y que además olía delicioso.
—¿Chocolate caliente? —le preguntó con una sonrisa tierna. Linet asintió, tenía frío, y coger esa taza fue todo un alivio. Con algo de esfuerzo dio unos sorbos mientras miraba a la chica. Y esta la miraba a ella. "Dios, es tan hermosa..."
—Gracias, me salvaste —le dijo, pero la joven solo le sonrió a medias.
—No fue nada, no iba a dejarte sola. Por cierto, me llamo Ariel.
—¿Ariel? ¿Como la sirena? —Eso le arrancó unas risitas a la chica, quien asintió.
—¡Eso me dicen todo el tiempo! Supongo que mamá tenía sentido del humor, no sé como se le ocurrió destinarme a ser una sirena.
—Pero te gusta el mar, te vi surfeando...
—Eso es cierto, sí. ¿Y tú cómo te llamas?
—Linet... Y soy turista, o algo así.
—¡Turista! ¿En estas fechas? ¡En serio! ¡Nadie viene para Navidad aquí! —exclamó, y de pronto parecía tan emocionada que no podía entenderla. Si solo dijo algo tan simple... — ¿Viniste por el árbol de los deseos? ¡Es que no puedo creerlo! ¡Pensé que ya nadie se acordaba!
—¿El árbol de los deseos...?
—Sí, ya sé. Seguro tus padres te contaron de eso, no pasa hace tanto... Desde que papá es gobernador, ¿sabes? Acabó con las viejas tradiciones navideñas de Aquaea, los turistas dejaron de venir en esta época. ¡Antes era tan bonito! Ojalá se pudiera hacer otra vez... En fin, lamento decepcionarte. Si viniste por las viejas historias, ya no encontrarás nada de eso.
—Yo no... Bueno... Tal vez lo esperaba —mintió, no quería decir que no tenía ni idea de lo que decía, en especial porque se veía muy emocionada.
—Pero no te preocupes, igual la pasarás bien. En cuanto recuperen tu equipaje, supongo.
—Supongo que si... —Se sentía un poco mejor, solo pensó que tal vez debería ir al centro médico, pues aún le dolía algo la cabeza.
Y cuando terminó de beber su chocolate caliente, se dio cuenta de una cosa. Estaba en una cabaña, y a juzgar por lo cerca que se escuchaba el romper de las olas, diría que estaban muy cerca del mar. Pero eso no era todo, Ariel aún llevaba su weitsuit.
—Sigues mojada... —dijo de pronto, y así de rápido se dio cuenta de lo inadecuado de su comentario. Ariel enrojeció, y ella también—. ¿No tienes frío? —dijo como para cambiar de tema.
—Oh... No en realidad, estoy acostumbrada. El mar siempre está helado en Aquaea — respondió con una sonrisa—. Pero si te incomoda, voy a cambiarme.
—No me incomoda, es solo que... No sé, ¿no te resfrías? Digo...
Ariel no contestó, solo se puso de pie y buscó ropa en sus cajones. Linet dejó la taza vacía en la mesa de noche, y se quedó sin aliento cuando vio que Ariel se quitaba el wetsuit. Estaba de espaldas, pero no llevaba nada abajo. Y sí, quedó completamente desnuda frente a ella. Actuaba como si no fuera importante, como si su desnudez fuera algo cotidiano y nada extraordinario porque... Demonios. Claro que era extraordinario y bello. Linet sentía que temblaba de pies a cabeza y que algo dentro de ella se encendía mientras Ariel se vestía con calma.
Ni siquiera podía quitarle los ojos de encima, y sabía lo inadecuado que era. ¡Mierda, por respeto debió siquiera mirar a otro lado! ¡Era una maldita degenerada! ¿Pero es que Ariel no se daba cuenta de que no podía ir por la vida desnudándose delante de otras chicas? ¿O es que era tan heterosexual que no veía ningún problema, porque en teoría no debería provocarle nada a ninguna de las dos?
—Listo —murmuró Ariel, quien se sentó al borde de una silla para calzarse las botas—. ¿Quieres algo más? ¿Tienes hambre? Erena ha ido a hacer compras, así que...
—¿Erena?
—Una amiga, Abdel y ella viven conmigo. Compartimos gastos y eso, ya sabes. La vida es cara y no es que pueda dar muchas clases de natación y surf en invierno.
—Claro, tiene sentido...
Justo en ese momento escucharon ruido afuera, al parecer ya habían llegado. Linet se incorporó, y Ariel la ayudó a sentarse. La tomó del brazo, y se puso de pie. Ya se sentía un poco mejor, así que caminó a su lado hacia la sala. Una chica de cabellos negros ponía bolsas de compras sobre la mesa de la cocina, y Linet sonrió cuando vio que el hombre que acababa de entrar tenía su maleta en las manos.
—Listo, sirenita, misión cumplida —dijo el hombre muy sonriente. Ese debía de ser Abdel—. No fue muy difícil, Kadal y su equipo de tarados lo habían cogido, y cuando les expliqué el caso me pidieron una "propina" para recuperar la maleta, así que...
—La pagaré yo... Y gracias —interrumpió Linet. El chico abrió la boca para decir algo, pero a él también lo dejaron con las palabras a punto de salir.
—No pedimos dinero por ayuda, señorita —dijo la otra chica, Erena. Y lo dijo en un tono casi tan gélido como la brisa del mar. Fue inevitable no sentir cierta hostilidad.
—No, que va, muchacha. No cobramos los favores. —Abdel retomó la palabra, y habló en un tono más relajado que logró calmar los ánimos—, Además, ¿cómo vamos a permitir que una turista la pase mal?
—¿Cómo sabías que...?
—Obvio, rubia. Nadie que no sea del pueblo viene en estas fechas. No desde que quitaron el árbol de los deseos, así que solo puede ser eso, ¿verdad?
—Si... Por supuesto —siguió con la conversación como si supiera qué rayos era eso del árbol.
—Bueno, chicos. Nuestra invitada se llama Linet, y sí, es una turista. Supongo que acababa de llegar y quisieron robarle. ¿Qué tal si la ayudamos a encontrar un lugar donde quedarse?
—Sí, porque acá no hay espacio para nadie más —concluyó Erena, con esa inconfundible hostilidad.
—Ajá, es una cabaña pequeña. Pero espero que te sientas como en casa. ¿Quieres más chocolate? Lo preparé temprano, y podemos comer algunos bollos o galletas, ¿te parece? —Linet asintió, en realidad, moría de hambre.
III. El árbol
Linet fue reconstruyendo la historia conforme los escuchaba hablar de los viejos tiempos, y de como estos quedaron atrás. Abdel tenía más recuerdos más claros, y Ariel tenía muy presente la última vez que pasó, cuando tenía apenas siete años.
Se trataba de una tradición navideña que llevaron los fundadores del pueblo. Se llevaba un gran árbol del bosque, y se ponía al centro de la plaza. La gente lo decoraba con esmero y colgaban sobres con sus mejores deseos y anhelos para el siguiente año. La mañana de Navidad, casi todas las familias de Aquaea llevaban sus regalos y comida para degustar al pie del árbol. Los deseos seguían allí, y cuando pasaban las fiestas, se seguía decorando de acuerdo a la época.
Solo los sobres con los deseos que sobrevivían a la próxima navidad se cumplían, o eso decía la tradición. Al siguiente año, la mañana de Navidad, la gente iba por sus sobres con los deseos y eran felices porque todo salió tal como desearon. Era la magia de la Navidad, decían, y casi siempre se cumplían las cosas buenas. En los viejos tiempos, la gente de todo el país viajaba a Aquaea para dejar sus deseos, y siempre volvían al próximo año. Los tiempos del árbol habían quedado atrás, y a Linet no le gustaba del todo la razón.
Fue idea del padre de Ariel, admitió ella con tristeza. Su padre, que ahora era el gobernador, decidió que el turismo se centrara solo en los tiempos de verano. Mandó a construir un centro comercial en la ruta, uno que ella no había visto, pero que en teoría era mucho mejor que el árbol, pues la gente paraba a comprar y generaba más ganancias. Eso no lo creía, y por la cara de sus acompañantes, diría que pensaban igual.
—Es que papá odia la Navidad —admitió Ariel—. Dice que solo es una fiesta que sirve para gastar dinero, y odiaba más el árbol de los deseos. Dice que era ridículo, que en realidad las cosas nunca se cumplían y que la gente fingía que sí.
—Que odiara la Navidad no le daba derecho a quitarle al pueblo sus tradiciones —comentó ella, y los demás asintieron.
—Es cierto —contestó Abdel—. Pero lo hizo igual, aunque todos extrañemos esos tiempos - suspiró, eso se notaba. Si hasta Erena lucía melancólica de pronto—. Bueno, es aquí. Voy a preguntar si hay sitio o si quieren atender. Espera un momento —anunció el chico.
Habían caminado hacia una casona del pueblo que tenía un viejo cartel de madera que decía "Hotel", pero que en realidad lucía muy solitario. Se preguntó si al menos en verano luciría atractivo.
—Te acompaño —anunció Erena, y los dos se fueron hacia las escaleras de la casona, dejándolas a solas. Pensó que los que querían privacidad eran la pareja, y no le importó mucho. Ella también quería pasar un rato con Ariel, se sentía más cómoda a su lado.
—Así que el árbol... —comentó Linet—. Me sorprende que te acuerdes de todo, eras muy pequeña.
—Y a mí me sorprende que hayas venido aquí para esto, quiero decir, si no te lo contaron tus padres, seguro que lo viste en alguna guía turística antigua.
—Tal vez... —murmuró.
¿Se animaría en algún momento a decirle que llegó a ese pueblo de casualidad, que ella también odiaba la Navidad y todo lo que implicaba? Incluso la idea de un árbol de los deseos era algo cursi. La Navidad no aguardaba nada mágico, y eso era una gran verdad.
—Ojalá se repitiera, estoy segura de que al final muchos participarían. Con o sin permiso del gobernador —continuó Ariel.
—Supongo que sí. Me da curiosidad, ¿cuál fue el último deseo que colgaste en el árbol?
—Bueno, no sabía escribir bien, apenas estaba en primaria. La abuela lo escribió por mí. De todas maneras no importa, el árbol no sobrevivió y mi carta tampoco. No iba a funcionar, papá tenía razón... —suspiró, y ella buscó su mirada, pues notó que de pronto entristecía.
—A menos que hayas pedido un unicornio... —intentó bromear, y Ariel sonrió a medias, pero con tristeza.
—Oh, no. Eso incluso hubiera sido más fácil. Pedí que mamá volviera, y los muertos no vuelven, así que...
Se le hizo un nudo en la garganta, y ya no supo qué decirle. Por supuesto que fue un deseo inocente y triste de una niña huérfana. Lo extraño de todo eso es que Linet también perdió a su madre a la edad de Ariel, y que también deseó con todas sus fuerzas, mirando la nieve en su ventana, que Santa la llevara en su trineo esa noche y que al amanecer la encontrara esperándola al lado de árbol, junto a todos sus regalos.
Y nunca sucedió, como a Ariel nunca se le cumplió el deseo del árbol. Y los años pasaron, ella empezó a hartarse de la Navidad, de estar allí cada diciembre, fingiendo que aún eran una familia y que no extrañaba a mamá. Entonces la Navidad se volvió tan frívola como en el fondo siempre supo que era. Solo compras, y luces y dinero. Nada de magia ni de milagros, nada de mamá...
—¿Estás bien? —preguntó Ariel, pues de pronto sus pensamientos la llevaron a otro lado—. Oye, no quise entristecerte con mi historia...
—No fue eso, no te preocupes. Solo... —Linet no pudo continuar, fue en ese momento que Abdel y Erena salieron del hotel.
—La dueña dice que te puedes quedar, solo puede darte desayuno diario, no más. Ah, y necesita el pago por adelantado. Tiene una habitación que sirve, pero tiene que arreglarla. Mientras puedes dejar tus cosas en la recepción.
—Perfecto, gracias —dijo ella, dando unos pasos hacia el hotel—. ¿Y dijo si tardaría mucho?
—Una hora tal vez...
—Puedes venir conmigo —propuso Ariel de inmediato—. Digo, con nosotros. Iremos a hacer compras navideñas. No tenemos mucho en casa.
—Y nos gusta comprar las cosas en remate —añadió Abdel, cosa que la hizo sonreír. Linet asintió, y aunque era obvio que Erena quería estar a solas con sus amigos, no dijo nada para oponerse.
—Entonces solo dejo mis cosas y ya los alcanzo —respondió ella, y el resto asintió mientras caminaban hacia el auto. Tampoco le hacía mucha gracia hacer compras navideñas, pero si ese era el precio a pagar por la compañía de la sirena, entonces aceptaba.
IV. Una idea
Así que llegaron al fin al centro comercial que, en efecto, tenía una salida a la carretera y un enorme estacionamiento. Y ya que el lugar era gigante, decidieron dividirse. Erena y Abdel irían a la parte de comestibles, y ellas a por los adornos navideños.
Así fue que se enteró de que en realidad Ariel apenas se había mudado con ellos hacía unos meses, y que la cabaña la habían rentado entre los tres. Cada vez era más sorprendente las coincidencias que encontraba entre ella y Ariel, pues la chica también dejó la casa familiar harta de la insistencia de su padre para que se comprometiera con su protegido, un tal Kadal, que además era el jefe de la policía local.
—Y un asco de hombre, además —concluyó Ariel, y ambas rieron a la vez mientras llevaban el carrito de las compras.
—El tipo con el que mi padre quiere que esté no es mala persona, ni siquiera me cae mal. Es solo que... —suspiró—. No me gusta que me quieran imponer las cosas.
—A mí tampoco —contestó Ariel—. Además, ¡es estúpido! Se supone que son mi familia, debieron darse cuenta hace mucho.
—¿De qué?
—De que Kadal no me interesa en lo más mínimo, que a mí me gustan las chicas. No es que haya tenido muchas novias, o bueno... Ninguna en realidad. ¡Pero es que es tan obvio!
—¿En serio lo crees?
No entendió por qué de pronto el corazón le latió con tanta fuerza. ¡Así que no fue su imaginación! ¿O sí? Quizá Ariel solo era amable y ella estaba confundiendo las cosas. Pero esa revelación logró reavivar sus ilusiones, saber que tal vez ellas dos podrían... ¿O no? Vamos, al menos tenía que intentarlo. Porque le gustaba la chica, no iba a negarlo. Más que gustarle, desde el primer instante en que sus ojos la encontraron, no podía ni quería apartar la vista de ella.
—¿No es así? —preguntó Ariel, sonriéndole de lado—. ¿Acaso no he sido muy obvia?
—¿En qué?
—No sé... —Ariel enrojecía, y la miraba. ¿Obvia en el sentido de que demostró su interés? ¿O por sus actitudes? ¿O qué demonios estaba imaginando ella?
—Bueno, tampoco es que lo tengas que estar gritando a todo el mundo, ¿no crees?
—Si, pero... Es que a veces no sé como demostrarlo, ¿y si me gusta una chica y ella nunca se da cuenta?
—¿Te gusta una chica?
—Tal vez... Si... ¡No! No sé... —Cada vez enrojecía más, y Linet lo único que quería era tomar sus mejillas y plantarle un beso.
—No te preocupes, seguro que ella se da cuenta.
—¿Y cómo lo sabré?
—Tal vez ella quiera besarte primero.
—¿Y cómo sabrá ella que quiero que lo haga?
—Solo cierra los ojos y déjate llevar.
Quería creer que, a ese punto, las dos sabían de lo que hablaban. Ariel se lamió los labios, quizá de forma inconsciente. Ella hizo lo mismo, y se acercó un poco. Lo suficiente para que entendiera sus deseos. No sabía si era prudente besarla allí, podía ser un pueblo conservador y no quería llevarle problemas. Además, Ariel merecía un beso precioso y mágico, no en medio de un centro comercial abarrotado de gente haciendo compras de última hora.
Cuando un niño pasó corriendo al lado de ambas, con su desesperada madre detrás de él, la tensión se rompió un momento, y ellas se separaron un poco, pero sin dejar de mirarse. Estaban en la sección de adornos navideños, y Linet tomó una estrella dorada que le mostró a la chica.
—¿Qué tal? ¿Es un buen tamaño para tu árbol?
—No tenemos. Pensamos en comprar uno pequeño, algo que no cueste mucho.
—Si es tu primera casa, tal vez deberías celebrarlo en grande —propuso. Tal vez no era amante de la Navidad, pero Ariel sí, y quería ayudarla a darse el gusto—. ¿Qué tal ese?
—¿Enloqueciste? —Las dos rieron a la vez, y sí, tal vez enloqueció un poco. Porque el que señaló era el árbol más grande de la tienda, y ese ni siquiera cabría en la cabaña.
—Podrías ponerlo afuera.
—La brisa del mar lo tumbaría.
—Detrás de la cabaña entonces, por el jardín. No corre mucho viento allí.
—Ajá... Podría funcionar. Es grande, tal vez no tanto como el otro, pero igual me lo recuerda...
—¿Al árbol de los deseos? —Ariel asintió, mientras miraba el enorme árbol en venta.
¿Era nostalgia tal vez? Por la forma en que hablaba de todo aquello parecía ser muy importante para ella. Quizá la última vez que colgó una carta fue pensando en su madre, pero las otras veces las vivió al lado de ella. ¿Y por qué sintió de pronto aquello en el pecho? ¿Por qué no pudo contener su lengua? La idea solo fluyó, y soltó lo primero que pasó por su mente. Algo que hiciera sonreír a la chica.
—Igual no es que tuviera dinero para comprarlo... —agregó Ariel, y apartó la mirada, lista para pasar de largo y dejar atrás sus ilusiones.
—Yo sí... —"Creo", pensó de inmediato, consciente de que acababa de meter la pata.
—¿Cómo?
—Que yo sí. Yo puedo comprarlo. —"Si es que aún no han cancelado mi tarjeta de crédito", pensó. Eso también revelaría su ubicación, pero tampoco era como si planeara quedarse en ese lugar el resto de su vida.
—No, Linet, no es necesario. Si quieres agradecerme lo de esta mañana no tienes que gastar tanto dinero.
—No es por eso, de verdad me gustaría hacerlo. Es grande, es bonito. Atraerá a mucha gente, tal vez, digo... Podrían dejar allí sus deseos. —Los ojos de Ariel brillaron apenas dijo esas palabras.
—¿Un nuevo árbol de deseos?
—¿Por qué no? Estaría en propiedad privada, tu padre no puede prohibirlo.
—Eso sería grandioso, pero... —negó de inmediato con la cabeza—. No puedes hacer ese gasto, ¡esto es costoso! No te pediría algo así jamás.
—Igual quiero hacerlo, no me estás pidiendo nada. Así que, o aceptas el árbol en tu jardín, o igual lo compro y lo pongo en otro lado. Tú decides —le dijo tan firme que Ariel ya no supo cómo oponerse.
—A Abdel no le va a gustar esto, ¿cómo lo vamos a llevar a la cabaña?
—Pues ya se nos ocurrirá algo. Ahora ve a escoger adornos para el árbol, que yo voy a hacer el pedido y a pagar.
—Está bien, yo.... ¡Ay! ¡No sé cómo agradecerte! Esto es muy lindo, Linet. De verdad, gracias, no sabes lo que esto significa para mí, lo que será para el resto del pueblo.
—Creo que sé lo que significa para ti, por eso lo haré.
—Gracias, en serio. —Antes de que pudiera decir cualquier otra cosa, la chica se acercó rápido a ella.
Fue Linet la que no pudo reaccionar cuando ella le dejó un beso en la mejilla. Uno tan suave y dulce que se sintió como una caricia.
V. Malas noticias
—Y hoy, hoy descubrí el odio.
—¡Abdel, ya cállate! —le gritó Ariel, mientras ella intentaba no reírse en su cara.
—Y después descubrí, que todo era cierto: Cuando cumples treinta, cualquier movimiento en falso puede ser una lesión en la columna.
—Solo levantaste el maldito árbol por dos segundos, el resto lo hicieron los empleados de la tienda, deja de hacer drama —añadió Erena, mientras el hombre tomaba aire.
—A ver quién les consigue escalera para subir la estrella a esa cosa.
—Yo lo haré, descuida —respondió Linet con calma, aunque no sabía como rayos iba a hacer eso si no conocía a nadie en el pueblo. Es más, ni sabía como regresar al hotel en el que en teoría iba a quedarse.
En fin, ya estaba hecho. La tarjeta pasó, y si su familia se estuvo preguntando donde rayos se metió, quizá a esas alturas ya lo sabían. Lo importante era que el dichoso árbol de casi cuatro metros ya estaba en el jardín, y que sin duda despertó la curiosidad de medio pueblo, que vieron a la furgoneta de la tienda llevar la compra hasta la cabaña en la costa. Ahora que ya estaba en su sitio, tendrían que empezar a sacar los adornos de sus cajas, lo cual sin duda sería un trabajo largo.
—Pueden ir avanzando con eso —señaló Erena—. Saquen las guirnaldas y todo lo demás, iré al pueblo a ver quién nos presta una escalera.
—Tal vez la señora del hotel tenga una —dijo Linet, y la chica asintió a medias.
—Si, seguro. Abdel, dame las llaves del auto. Ya regreso. ¿Vienes conmigo? —le preguntó, y aunque tuvo un instante de duda, al final Linet avanzó a su lado.
Abdel sacó las llaves del auto de su bolsillo, y se las arrojó. La chica las tomó en el aire, y avanzó hacia el auto, con ella siguiéndole los pasos.
Una vez dentro, Linet estuvo segura de que cometió un error. Eso sería incómodo, era tan obvio que Erena no la tragaba, que temía se pusieran a discutir con cualquier excusa tonta. Pero nadie dijo nada en todo el camino, y cuando llegaron al hotel, entraron directo a la sala. En recepción estaba una señora, quien al parecer acababa de terminar de arreglar la habitación que le rentaría.
—Hola, Erena, ¿esta es la muchacha?
—Si, es ella. Linet, ella es Eurodora. Es tía de Ariel, por cierto.
—Un gusto, señora —dijo Linet, tendiéndole la mano a modo de saludo. La mujer imitó el gesto, en realidad parecía muy amable.
—El gusto es mío, muchacha. Hace mucho que no tenemos turistas en esta época. ¿Vas a quedarte ahora mismo? Acabo de lustrar el piso, si no es mucha molestia, podrías venir más tarde...
—No se preocupe, solo vinimos de paso. Queríamos saber si tiene una escalera que pueda prestarnos.
—¿Una escalera? —La mujer miró a Erena en busca de respuesta, esta asintió.
—Sí. Linet compró un árbol gigante para nuestro jardín, y no alcanzamos a lo más alto para adornarlo.
—¿En serio? ¿Un árbol? ¿Por qué? —preguntó Eurodora con curiosidad, buscando su mirada.
—Es solo que escuché sobre el árbol de los deseos, y pensé que sería bonito tener una réplica... —No terminó de hablar, pero, al igual que a Ariel, los ojos de la mujer también brillaron de alegría.
—¿En serio? ¡Ese es un gesto tan lindo! ¿Y podremos pasar a dejar nuestros deseos?
—Supongo que sí, si los dueños de la casa quieren... —miró de lado a Erena, y esta asintió.
—Sí, está bien. A Ariel le haría mucha ilusión.
Eurodora se puso a dar saltitos y aplaudir, les dijo que no solo les daría su escalera, también las cajas con los adornos navideños que tenía guardadas desde hacía años, y que como no tenía a nadie quien le ayudara a ponerlos, prefería donarlos.
Mientras Erena seguía a la mujer en busca de esas cajas, Linet sintió que el celular timbró varias veces. Pretendió ignorarlo al inicio, pero era tan insistente que pensó que lo mejor sería hacerse cargo de una vez antes de que pasara a mayores. O que los matones de papá apareciera allí para llevársela a rastras.
—¿Qué pasa? —dijo molesta al contestar.
—¿Es todo lo que vas a decir, hermanita? —respondió Thaedon al otro lado de la línea, ella solo puso los ojos en blanco—. Padre me pidió que te llamara para preguntarte qué demonios haces en Aquaea.
—Ni siquiera saben en qué parte del mapa está, así que no es asunto suyo.
—No, de hecho sí que lo es. ¿Te gusta el centro comercial? No tiene mucho movimiento por ahora, pero si lo vieras en verano...
—Espera, espera. ¿Qué dices? ¿Y cómo sabes tú...?
—Cielo, ¿en serio creíste que podías escapar de nosotros? ¿Y cómo se te ocurrió ir justo a dónde padre tiene negocios?
—Eso no tiene sentido, es solo un pueblo abandonado al lado del mar...
—¿En invierno? Por supuesto. ¿En verano? Es perfecto. El gobernador se lleva una buena tajada, eso basta. La gente ya no necesita entrar al pueblo, en el centro comercial está todo lo que necesitan.
—Y dejan este lugar en el olvido.
—¿Eso qué importa? Si el tipo prefiere invertir en los negocios, no es problema nuestro.
De pronto pensó que todo tenía sentido. El abandono de Aquaea, la decadencia en la que parecía estar desde que llegó el centro comercial. Ni hablar del árbol de los deseos, al que simplemente quitaron porque el gobernador prefería las tradiciones consumistas que las que de verdad emocionaban a todos. Eso último tal vez tenía otro motivo, pero le bastaba saber que el negocio de la familia estaba arruinando Aquaea.
—Mira, hermano. Lo que haga a partir de ahora no es asunto de ustedes —dijo, ya harta del tono condescendiente que usaba Thaedon con ella—. Ahora es mi problema, ¿quedó claro? Y diles que no voy a volver, que me quedaré aquí. Tú puedes quedarte con la presidencia y todo lo que quieras. A mí no me importa.
—Tremendo favor que me haces, ¿sabes?
—Pues disfrútalo y déjame en paz.
No solo le colgó el teléfono, también lo apagó. Era tarde, sabían donde estaba, pero no podían obligarla a volver. Molesta, se giró para ayudar con esas cajas, y fue justo al volverse que encontró a Erena cargando un paquete, y mirándola fijo. ¿Cuánto había escuchado? ¿Qué sabía? La chica solo frunció el ceño y siguió con su camino.
Ya no sabía qué hacer. ¿Debería contarles a todos quién era en realidad? No era una simple turista, sino la heredera de una fortuna que creaban lugares como ese centro comercial que les robó la alegría de la Navidad a todos en Aquaea. A Ariel. No era su culpa, y si estaba tan convencida de eso, ¿por qué prefirió callar?
*************
¡Buenas, buenas, mis amores! ¡Y feliz casi Navidad!
Ha pasado mucho desde que no publico nada por aquí, así que espero les haya gustado esta romcom navideña gay como debe ser xddd bueno, mañana sale la parte 2, ¡atentas!
Resalto que esto es posible gracias a los votos de las personas que forman parte del grupo de difusión de WhatsApp, quienes eligieron la novela y la temática. Si quieres entrarle, el link de acceso está en la descripción de mi perfil.
POR OTRA PARTE, esta es... Atención... 💖💖💖 La primera de mis historias que saldrá en ebook y físico OMG 💖💖💖 Totalmente inesperado la verdad, y lo mejor es que si lo compras, estás ayudando a alguien a luchar contra el cáncer.
¿Qué más te puedo decir? El 2024 se vienen cositas 👀👀👀
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