8.- Soledad

Flotas como una pluma

en un mundo hermoso,

desearía ser especial,

tú eres tan especial (*)

Hacía días que Ariel no aparecía en el templo, y Linet temía que le hubiera pasado algo malo. La sirena por nada del mundo dejaría de ir a verla, la única razón por la que podría cambiar esa rutina sería por algún suceso inesperado.

Sabía que Ariel era princesa del reino marino de Aquaea y había escapado para vivir su libertad, ¿pero acaso la dejaron ir tan fácil? Era alguien importante en su comunidad, parte de la realeza. Quizá la estuvieron buscando, quizá la encontraron. Quizá estaba castigada sin poder ir a la superficie, quién sabe. Pero por si las dudas iba cada noche a la playa a esperarla, quizá aparecería cuando menos lo esperara, tenía que ser paciente.

Durante el día pensaba mucho en ella, la extrañaba. Linet intentaba apartar esos pensamientos de su cabeza, pero era bastante difícil. Siempre fue una mujer diferente. Mientras que a algunas les gustaban solo las mujeres o solo los hombres, ella gustaba de ambos. En su vida anterior, antes de llegar el templo de la Diosa, Linet amó a un muchacho. Y a una chica. Fue algo corto, intenso y bello, pero siempre tuvo claro que estuvo mal. La chica no lo llevó bien, ella tampoco. La chica siempre sentía que estaba en falta y expresaba su culpa. Linet la quiso mucho, pero no quiso forzarla a nada que la hiciese sentir mal con su conciencia.

La gente de Aucari era así, horrible y conservadora. Reprimiendo siempre sus deseos y juzgando de inmorales a cualquiera que se atreviera a ir en contra, o a disfrutar de los placeres. Bueno, eso solo contaba para las mujeres. Una mujer que disfrutara la intimidad era una perdida. Un hombre disfrutando del sexo era la cosa más natural del mundo, algo que incluso se aplaudían entre ellos. Decían que habían mujeres para tomar en serio, y las mujeres que eran para divertirse. Eran cerdos dentro de cuerpos humanos, no valían la pena.

Linet pasó mucho tiempo amando a escondidas a su compañero, y también a la muchacha a la que amó con intensidad, pero ella nunca quiso aceptar sus sentimientos. Con Ariel era diferente, aunque era una jovencita siempre parecía dispuesta a experimentar. No le importaba si estaba bien o mal estar con ella, solo quería estar y ya. Podía besarla con toda la pasión que jamás se atrevió a expresarle a la muchacha que fue su amante. Podían tocarse sin miedo, disfrutar el momento juntas sin arrepentirse de nada.

Era tan extraño todo eso, tenía una especie de relación con una sirena y le gustaba. No iba a negar que Ariel la ponía muy caliente, esa sirenita la traía loca. La deseaba y mucho, aunque las cosas entre ellas fueran imposibles en un sentido físico. Pero, ¿había algo más? Y con eso se refería a sentimientos. ¿Quería a Ariel? ¿Se había enamorado de ella? No podía definirlo. Estaba confundida, y quizá debería aprovechar esos días sin Ariel para pensar bien en lo que estaba sintiendo por ella.

En un día normal en el templo ella se dedicaba a recolectar las ofrendas que llevaban los peregrinos. Algunas eran monedas, otras eran ofrendas de comida y demás tesoros. Para entrar al templo los hombres debían de vestir capas blancas, las mujeres túnicas con las que cubrían sus rostros. Linet avanzó entre varios peregrinos que estaban inclinados ante una estatua de la Diosa, se agachó para recoger una bandeja llena de monedas, cuando de pronto reconoció un rostro. Estuvo a punto de soltar un grito, si no fuera porque él hizo una señal para que guardara silencio. El hombre se puso de pie y ella lo siguió. Fueron un poco más allá y se escondieron tras una columna, él entonces se bajó la capucha y pudo verlo mejor. Estaba tan hermoso como lo recordaba.

—Francis... Quiero decir, su majestad. ¿Qué hace aquí? —Preguntó con sorpresa.

—Olvida eso de "su majestad", solo Francis.

—Está bien, Francis. Pero eso no quita que seas príncipe de Theodoria. Y por cierto, si el príncipe está aquí, ¿cómo es que no lo sabe todo el mundo? ¿Por qué te ocultas?

—No sé si sabes sobre las políticas religiosas de mi reino.

—Algo... —Mentira. En realidad lo sabía todo. Mientras que en Aucari usaban la religión para reprimir a todos, en Theodoria la estaban erradicando poco a poco, y además promovían la educación entre sus habitantes. Era increíble cómo entre países vecinos había tanta diferencia.

—Entonces entenderás por qué no debo estar aquí —ella asintió. Un príncipe rezando en el templo no iba con las políticas de Theodoria.

—Sí, pero igual has venido.

—He venido a verte —admitió. Aunque estaba algo oscuro pudo ver su sonrisa, y ella correspondió al instante. Francis no la hacía temblar como sí le pasaba con Ariel, pero nadie podría negar que el príncipe era apuesto y encantador. Y a ella le gustaba verlo sonreír.

—Pues acá estoy. Pero no puedo ausentarme mucho tiempo, lo notarán.

—Lo sé, tranquila. No importa si no es mucho, igual es suficiente. No he hecho otra cosa que pensar en ti todo ese tiempo —enrojeció. La mirada de Francis era intensa. No era tonta, sabía que le gustaba, que lo había fascinado.

—No es mi intención ocupar el tiempo del príncipe.

—Es todo un placer tenerte en mis pensamientos, Linet —dijo tomando su mano. La besó despacio mientras no dejaba de mirarla.

—Francis, yo soy...

—Una sacerdotisa, lo sé. Y no creas que he olvidado mi promesa. Hablé con mi madre, ella firmará el permiso real en cuanto tenga la autorización del rey. Es él quien tiene que dar la aprobación final, pero el permiso real llegará en cualquier momento.

—Nunca dudé en que cumplirías tu palabra, Francis —le dijo con voz tranquila—. La cuestión es que la hermana mayor lo reconozca.

—¿Por qué no lo haría?

—Porque ella vela más por los intereses de Aucari. No sé cómo tomes esto, pero no importa el dinero de Theodoria cuando los consideran herejes. —A Francis se le escapó una risita, y a ella también. 

—Y yo debo ser un príncipe bastante hereje, ¿no? Estoy aquí de lo más feliz con una sacerdotisa de la Diosa.

—Supongo que si se enteran te vetarán la entrada.

—Entonces roguemos que eso no pase. Linet, tienes que pensar que todo irá bien pues así será. La hermana mayor no puede ignorar el pedido de Theodoria, sería una ofensa.

—Pero lo hará, ya te lo dije.

—¿Y por qué a Aucari le interesa tanto que estés aquí? No lo entiendo. —Linet bajó la mirada. Contárselo era un riesgo, no podía. Tenía que guardar el secreto por el bien de todos. Sería muy fácil decirle todo en ese momento, así él se escandalizaría y haría lo imposible por liberarla. Pero de ella dependían muchas vidas, no podía hacer eso.

—Es una historia complicada, Francis. Es mejor dejar las cosas ahí.

—¿Tan grave es? —Preguntó preocupado.

—Digamos que estuve involucrada en algo que pudo perjudicar a la corona de Aucari. No puedo decirte más, Francis. Lo siento.

—Está bien, no importa. Pero te conseguiré ese permiso, Linet. Pronto podrás entrar y salir cuando quieras de aquí.

—Ojalá —dijo soltando un suspiro. 

Eso siquiera le daría más oportunidades de escapar de esa situación. Y quién sabe, si las cosas iban bien, retomar todo como lo dejo. Continuar con la revolución.

—Linet, yo quiero...

—Tengo que irme —le cortó. Él, que nunca había soltado su mano, la besó otra vez.

—Volveré por ti. Voy a liberarte, te lo juro —le sonrió. 

Sabía que sus intenciones eran sinceras, que era un príncipe y que tenía muy presente la caballerosidad. Le habían enseñado a reconocer a una dama en apuros y salvarla. Era algo natural en él, y aunque eso siempre la molestaba mucho, en esa ocasión la dejó pasar.

—Yo no necesito de ningún hombre, Francis. Pero gracias igual —le dijo con una sonrisa amable que él correspondió.


***************


El día que regresó a Aquaea, Ariel descubrió que había diferencias grandes si metías la pata siendo una sirena común y siendo una sirena de la realeza. Aunque dentro de la jerarquía de la comunidad las sirenas seguían siendo inferiores a los tritones, ser una princesa le dio los beneficios que Erena no tuvo cuando decidió dejar la comunidad. Mientras que Erena pasó humillación pública, e incluso nadie tenía prohibido acabar con su vida si deseaba, Ariel tuvo un castigo bastante benevolente si lo comparaba a eso.

Al llegar al castillo de coral la recibieron sus hermanas. Pero fue la mayor, Raissa, quien le dio una cachetada bastante fuerte. Le dijo de todo, como que estuvo a punto de convertirse en una vergüenza para la familia, pero que supieron manejar la situación diciendo que fue un secuestro de la abominable Erena. Al ser una princesa y miembro de la familia real no podían permitir que se sepupiera que ella huyó por voluntad propia, eso sería un mal ejemplo para la comunidad.

Su padre ni siquiera fue a verla, estaba muy disgustado con ella y les pidió a sus hijas que se encargaran. No le sorprendía, la verdad. El Rey Tritón nunca le prestó verdadera atención, jamás esperó nada de él. Ah, pero aunque no quisiera verla, no se le pasó dejar encargado el castigo por su atrevimiento. Tenía prohibido salir a la superficie hasta nuevo aviso, sus hermanas iban a vigilarla. Y si se le ocurría volver a escapar no tendrían piedad, sería expulsada de la comunidad como Erena. Lo gracioso era que eso quería, pero iba a tener que aguantarse al menos un tiempo pues la iban a vigilar a todo momento.

Ariel pasó los primeros días sola, no quería hablar con nadie. Raissa y Eurodora, sus hermanas mayores, no hacían otra cosa que reprocharle su mal comportamiento. Su otra hermana, Zelika, fue algo más comprensiva. Pero igual le echó toda la culpa a Erena, diciendo que esa sirena del mal había corrompido a la hermana pequeña, que era joven e influenciable y que debieron prestarle más atención para que no cayera en las garras de esa insensata. La hermana Ligeia no decía mucho, ella estaba ya cuidando a su tercer hijo tritón y prefería que no la perturbaran.

Su última hermana era Aurimar, y Ariel siempre se llevó mejor con ella. No podía decir que eran afines, pues Aurimar nunca se había revelado ni tenido ideas de libertad, pero no la condenada ni la miraba feo. Quizá la comprendía, pero nunca le daba la razón en todo. Tenía reservas, algo de miedo quizá. Ariel pensaba que Aurimar alguna vez fue como ella, pero los años le quitaron la rebeldía y la hicieron una sirena más que seguía las leyes de la comunidad sin cuestionarlas.

—Has tenido suerte —dijo Aurimar mientras nadaban por el castillo—. Padre al inicio quiso ir por ti, pero como Kadal quiere dejar claro que serás suya, entonces insistió en tomar la misión.

—Ese imbécil —le dijo Ariel con rabia—. ¡No sabes cuánto lo detesto! No hace otra cosa que sonreírme con burla, muy seguro que seré suya.

—Es que Ariel, lo serás —dijo despacio su hermana—. Ya lo sabías, ¿no? Todas lo sabemos, padre le ha prometido que serás suya. Es el tritón joven más fuerte, le conviene tener hijos contigo. A ti también te conviene eso.

—¿Cómo va a ser bueno tener hijos con ese infeliz? Yo no he nacido para ser lo que ellos quieren.

—Hermana, ¿otra vez con eso? —Preguntó Aurimar. Pero su tono no era de reproche, solo la miró con tristeza—. Esas ideas locas no te van a llevar a ningún lado.

—Pues la última vez esas "ideas locas" me llevaron a la superficie y conocí el mundo sin que nadie me detuviera.

—Y acabaste acá castigada. Ariel, nuestro mundo tiene reglas y a veces es mejor seguirlas.

—Auri —le dijo. Ariel se pasó delante de ella y la miró a los ojos. Aurimar parecía conformista, pero no era como sus otras hermanas que ya habían aceptado sin reprochar las leyes de Aquaea. Aurimar solo estaba resignada—. ¿En serio crees que nuestro destino es estar aquí? Ser propiedad de tritones, tener hijos, salir a cantar de vez en cuando a la superficie. ¿Nunca has sentido curiosidad de recorrer el mar y ver la tierra de cerca?

—Si, Ariel, tengo curiosidad como cualquiera. No somos esclavas, hermana. Tenemos libertad hasta donde ellos lo permiten.

—¿Y eso no es lo mismo? Que nos digan cómo tenemos que ser, cómo tenemos que actuar, cómo tiene que ser nuestra vida. ¿Crees que es justo que tengamos que vivir así?

—¿De dónde has sacado todas esas ideas? ¿Te lo dijo Erena? —Ariel negó con la cabeza. Fue Linet, ella fue la encargada de darle forma a todas las cosas que pasaban por su cabeza. Pensar en ella era doloroso, porque la extrañaba cada día más. Moría por ir a verla, no le importaba si fuera aunque sea unos segundos.

—Es lo que siempre he pensado —le dijo a su hermana.

—Pues piensas muy raro, Ariel. Si padre te escucha decir esas cosas estarías en graves problemas. Debes de tener cuidado, será peor para ti.

—Ya sé —dijo resignada—. Pero, Auri, ¿tú crees que hice mal? Quiero decir, ya sé que falté a las reglas y todo eso. Me refiero a que si piensas que no debí atreverme a hacer algo así jamás.

—Yo creo que hiciste lo que te pedía tu corazón, que lo escuchaste y que fuiste tras tu sueño. No creo que esté mal eso, aunque a muchos no les parezca. —Ariel sonrió. Ahí estaba la Aurimar rebelde que se había dormido mucho tiempo. Quizá ella solo tenía que insistir y podría despertarla.

—Auri, cuando tenías mi edad, ¿alguna vez pensaste en escapar?

—Yo me escapé, Ariel.

—¡Qué! —Gritó sorprendida. 

Aurimar tenía sesenta años, así que había toda una vida de la que jamás tuvo idea, cosas que la familia le ocultó. Era posible, si le habían hecho creer a toda la comunidad que Erena la secuestró, claro que pudieron cubrir el escape de Aurimar.

—¿Acaso no me crees?

—No es eso, es que me ha sorprendido bastante. ¿Cómo así? ¿Qué pasó?

—Deberías ir más seguido a ver a la abuela, aunque bueno, a padre ya no le gusta que hablemos con ella. No desde que, según él, "me metió ideas". ¿Sabías que ella no nació en Aquaea? El abuelo, el antiguo rey Tritón, la secuestró de su comunidad.

—Vaya... —dijo sorprendida. Ahora que lo pensaba, nunca había sentido especial curiosidad por su abuela, nadie en la familia lo propiciaba. Ya iba entendiendo la razón y quería saber más de eso.

—Ella era de la comunidad de Atlantia.

—Nunca he escuchado de eso, siempre creí que Aquaea era la única comunidad de este lado del mundo.

—Aquaea es grande, pero no la única del mundo. La cuestión es que la comunidad de Atlantia permite que las sirenas puedan ir y venir cuando deseen, incluso que puedan escoger a sus esposos tritones. Algunas pueden decidir no casarse si no quieren.

—¡Pero eso es increíble! ¿Y cómo es que jamás supimos de eso? —Decía sorprendida. Una comunidad de sirenas libres, eso debía de ser hermoso. Una maravilla.

—¿Es en serio esa pregunta, Ariel? ¿Crees que el rey permitiría que las sirenas sepan que existe un lugar donde pueden elegir su vida? —Se quedó helada con esa pregunta, más por el tono en que Aurimar lo dijo. Con resentimiento, hasta con rabia.

—Claro que no —respondió ella despacio—. Porque no le conviene.

—Exacto. La abuela era de Atlantia, una princesa menor así como tú. El abuelo estaba explorando la zona, supo quién era y se la llevó contra su voluntad. La deseó y la hizo suya, así de simple.

—Así de horrible, dirás —se le hizo un nudo en la garganta. Imaginar a una joven y bella princesa sirena que de pronto se volvía propiedad de un tritón, por más rey que fuera, se le hacía bastante desagradable. Peor, era un horror, una desgracia.

—Si, horrible. Después de eso siempre mantuvieron vigiladas nuestras fronteras para evitar que la abuela escapara, sé que lo intentó varias veces de joven. Pero ya es anciana, y ya no puede escapar.

—Qué feo... —Se dijo aún impactada por la noticia. La terrible novedad de su historia familiar.

—Ella me lo contó hace tiempo, tú aún no nacías. Y yo era joven como tú, así que ya te imaginas como me puse. Soñé que podía ir a Atlantia y ser una sirena libre —dijo con tristeza. Aurimar bajó la mirada, nunca había visto a su hermana así.

—¿Qué pasó? —Preguntó con miedo. Fue mal, de hecho.

—Que me encontraron y me regresaron a la fuerza a Aquaea. Yo ya estaba comprometida con Argon, así que ni bien llegué me uní con él. Padre quería que él "me ponga en regla", así que Argon se encargó. Se encargó muy bien, Ariel. No dejaba de repetirme que yo no era nadie, solo una tonta y estúpida sirena que le pertenecía a él y solo tenía derecho a lo que él quisiera.

—Pero Argon está muerto —le dijo ella, ni siquiera sabía cómo contestarle. 

Sintió tanta pena de la historia de su hermana que hasta deseó estar en la superficie para poder llorar. Allá abajo no se podía, se lloraba "por dentro", como decían. Cuando ella nació, Argon ya había muerto. Se decía que durante un ataque a un tiburón que enfrentaron. Y como Aurimar ya había pertenecido a un tritón no podía ser de otro. Aunque Argon estuviera muerto, ella seguía siendo suya.

—Y no sabes cómo agradezco cada día a la Diosa que ese maldito tritón haya sido devorado por un tiburón. Dicen que sufrió cuando le desgarró la cola. Todos lloraban por su muerte, ¡pero yo era tan feliz! Él pasó treinta años tratándome como si fuera una basura, se lo merecía.

—Auri, lo siento mucho —le dijo Ariel, se acercó a ella y la abrazó fuerte. 

Su hermana correspondió el abrazo, ella le acarició los cabellos despacio. De todas las hermanas, Aurimar era quien lo tenía más largo y hermoso. Era azul como el de su madre, todos decían que ella era la más bella de las hermanas y Ariel pensaba que era cierto. Siempre fue la más silenciosa de todas, y ya entendía la razón. La maltrataron tanto que habían matado a la sirena que quiso ser libre alguna vez.

—No quería abrumarte con esta historia, Ariel. Sé que es triste.

—Lo que es en verdad triste es que le hayas creído a Argon. Él nunca tuvo razón, hermana. Tú eres alguien, tienes derecho a elegir tu propia vida. Ya está muerto, no tienes que tenerle miedo.

—Ariel, no te conté esta historia para que te diera más valor —le dijo seria—. Te la conté para que sepas lo que te espera. Pronto padre te unirá con Kadal, y él te hará lo mismo que Argon hizo conmigo. Te "pondrá en regla" y matará tu espíritu. Lo siento mucho, hermana.

—No, eso no va a pasar. Yo no lo voy a permitir.

—Va a pasar —dijo Aurimar muy segura—, por eso tenía que contártelo. Tenías que saber lo que les pasa a las sirenas tontas que quieren ser libres. Si eres una sirena común con suerte terminas como Erena, apartada de todo pero libre. Si eres de la realeza terminas con un tritón que te hará pedazos. Te arruinará, te destrozará, no dejará nada de ti. Y serás como yo, una pobre y triste fracasada.

Ariel volvió a abrazarla. Aurimar no era una fracasada, tuvo el valor que ninguna de sus hermanas tuvo. Soportó el maltrato por años, y vivió para contarlo. Pero en algo tenía razón, eso iba a pasar. Pronto sería de Kadal, y tenía que huir si quería libertad. No importaba cuánto costara.


Pero yo soy un arrastrado, soy un bicho raro

¿Qué diablos estoy haciendo aquí?

No pertenezco aquí (*)


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(*) Creep - Radiohead 

Vídeo de multimedia interpretado por Jinkx Monsoon

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Así son las cosas en el fascista reino marino de Aquaea </3 Así que Ariel no tiene muchas alternativas si quiere escapar del destino que le espera.

Francis siendo lindis otra vez <3

Y por qué la versión de Creep de una drag queen y no la de Radiohead en multimedia, se preguntarán. Y yo responderé OYE JINKX MONSOON ES LA MEJOR GANADORA DE DRAG RACE, LA MÁS COMPLETA Y TODO OKUUUUR?

Jajajaja y porque Jinkx se identifica como genderqueer (o género no binario), es defensora de los derechos LGTBQ, y me parece adecuada para el playlist. Baiii <3



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