5.- La sirena acosadora

Tú me haces sentir emociones

Más profundo de lo que alguna vez soñé

Tú me haces sentir emociones

Que llegan más alto que los cielos (*)

Al principio Linet pensó que se estaba volviendo loca, pero pronto estuvo segura de que por ahí no iba el asunto. Una sirena la acosaba, o solo quería verla y ella corría como a buscarla. La cuestión era que algo estaba pasando, y ella no sabía si quería esconderse para que la sirena no la llame con su canto. O si quería nadar hasta alcanzarla.

Todo había empezado el día en que se fue Francis del templo. Aunque desde un primer momento Linet estuvo convencida de que era un noble quizá importante, no imaginó que fuera el príncipe heredero de Theodoria. Un hombre simpático, agradable en todos los sentidos, hasta le pareció sencillo. Le gustó. Pero él partió de regreso a su país con la promesa de darle un permiso real para salir del templo. Considerando que era el príncipe podría conseguirlo con facilidad. Claro, una cosa era que le concedieran el permiso real, otra que la hermana mayor fuera a aceptarlo.

Pensando en eso se le fue el día. No dudaba que Francis cumpliría su palabra, así que quizá podría salir de ahí pronto. Pero ese "pronto" era relativo. Quizá en una semana, quizá en un año. Solo tenía que esperar, ya tenía una esperanza a la que aferrarse y no iba a perderla. Cuando llegó la noche y todas las hermanas del templo estuvieron dormidas, ella salió de la habitación para ir a dar una vuelta por la playa, cerca de dónde encontró a Francis. Estaba ya por volver cuando escuchó su voz.

Fue extraño, apenas la oyó se giró. Algo latía dentro de ella, algo fuerte. Era un canto, no entendía nada de lo que decía, pero sabía que la estaba llamando. Esa voz era lo más hermoso que había oído jamás. La melodía que entonada con suavidad parecía atraparla en un sueño maravilloso del que no podía despertar. Sin darse cuenta empezó a caminar hacia el mar, ahí de dónde venía la voz. Alcanzó a ver una silueta antes que desapareciera en el mar. Cuando dejó de escucharla se sintió bastante contrariada, solo entonces se dio cuenta que tenía medio cuerpo en el agua, ¿cómo rayos llegó ahí? Ni siquiera fue consciente de eso. Respiró hondo, y algo asustada, volvió a su habitación.

El suceso se repitió la noche siguiente, y ahí si no podía determinar culpabilidad, porque ella fue a la misma hora y al mismo lugar a esperar que pasara. Quiso comprobar si lo que sucedió la noche anterior fue producto de la locura, o si fue real. No se movió de la orilla del mar hasta que volvió a escuchar esa voz. Avanzó de nuevo como hipnotizada hasta ella, entonces vio a la dueña de la voz. Era una mujer. No, una sirena.

Servía en el templo de la Diosa del mar, y aunque se sabía que las sirenas eran reales y vivían en el fondo del océano, jamás había visto una. Esa noche no logró ver su rostro, estaba muy oscuro. Apenas la sirena se dio cuenta que estaba muy cerca se quedó en silencio, y se escondió detrás de las rocas como si tuviera miedo.

—Hola —le dijo, sabía que podía escucharla—. Soy Linet, ¿por qué me estás llamando? —La sirena no respondió esa noche. Asustada, se sumergió en el mar. 

Fue en ese instante que vio su cola y lanzó un grito de sorpresa. Hasta hacía un rato solo creía que era una mujer, pero en ese momento notó su naturaleza. Cuando desapareció se quedó con el corazón acelerado y demoró en asimilarlo un rato más. Por la Diosa, había visto una sirena.

Al día siguiente volvió a la misma hora, pero la sirena no apareció. Volvió por tres días, y no hubo novedades. Al cuarto día volvió sin mucha esperanza, quizá aquella sirena estuvo por ahí de paso y ya no volvería más. Estaba ya por regresar a la habitación, cuando volvió a escuchar ese maravilloso canto. Corrió hacia el mar tan rápido como pudo, hasta terminó resbalándose y se hundió unos segundos. La sirena seguía cantando, pero cuando estuvo cerca de las rocas dejó de hacerlo y se escondió otra vez. Había luna llena esa noche, y esa vez pudo ver su cabello, ella estaba de espaldas. Era rojizo, y aunque era de noche, lo notó brillante. Se acercó despacio, el agua ya le llegaba al cuello y no creía poder avanzar más.

—Hola, soy Linet —dijo como en la otra noche—. ¿Me llamabas? Acá estoy. —Esa vez la sirena no se fue, pero se quedó ahí sin decir nada—. ¿Me estás ignorando? No lo entiendo, me llamas con tu canto, pero cuando vengo a ti no quieres hablarme. —Tampoco respondió a eso, así que Linet empezó a retroceder un poco—. Si no tienes nada que decir...

—Vas a asustarte —le dijo de pronto. Su voz, aún sin cantar, seguía siendo linda.

—¿Cómo dices?

—Que te vas a asustar. El otro día me viste y gritaste, ¿es que tan horrorosa soy? —Notó su tristeza en esa pregunta. Lo entendía, la sirena creyó que gritó por espanto.

—No es eso, solo me tomaste por sorpresa. Nunca había visto a una sirena.

—¿En serio? Pero si vives en el templo de la Diosa...

—De verdad, nunca vi una sirena. Eres la primera.

—Entonces, ¿no crees que soy horrorosa?

—¿Cómo podría decirlo? Apenas he visto tu cola, ¿por qué te escondes?

—¿Y si no te gusto? —Preguntó con inocencia.

—Solo lo sabrás si me dejas verte, ¿puedo acercarme?

—¡No! No... Mejor no —dijo y se apartó un poco más.

—Siquiera dime cómo te llamas. Yo ya me presenté, soy Linet.

—Linet, yo soy Ariel.

—Es un lindo nombre.

—Ya tengo que irme.

—Ariel, espera... —Pero la sirena no la escuchó. Se sumergió de nuevo en el mar y ella soltó un suspiro. ¿Acaso la volvería a ver? Esa sirena la tenía intrigada.

Linet iba cada noche a la playa intentando contactar con Ariel. A veces aparecía, a veces no. A veces cantaba y la dejaba saludarla, a veces se iba sin que pudiera dirigirle la palabra. Cierto que todo eso era emocionante, pero le intrigaba la razón por la que Ariel la llamaba. ¿Qué quería con ella? ¿Por qué ella? ¿Tenía algo de especial que la atraía? Ojalá pudiese averiguarlo, lo único que hacía esa sirena era atraerla para luego irse. 

Una noche volvió a aparecer, y esa vez estaba dispuesta a no dejarla ir hasta que le aclarara las cosas. Por desgracia solo podía pensar por sí misma cuando Ariel dejaba de cantar, antes estaba como hipnotizada.

—¿Por qué me haces esto? —Soltó apenas ella detuvo su canto—. Me llamas y después te vas, ¿es un juego para ti? ¿Te diviertes conmigo? —Preguntó con molestia.

—No —respondió Ariel. Desde la conversación que tuvieron hacía varias noches que no hablaba, así que quizá ese era un buen comienzo.

—¿Entonces por qué? No te entiendo, debe haber una razón. No me hablas, no me dejas verte. ¿Por qué haces eso?

—Tengo miedo —admitió la sirena.

—¿A qué le temes? —No respondió por varios segundos, pero ella le dio un poco de tiempo en silencio.

—Yo no quiero que me veas y te decepciones —le dijo—. Tengo miedo de que cuando me veas no te guste, que no me veas cómo yo a ti.

—¿Y cómo es que me ves?

—Hermosa. La humana más bella del cielo, el mar y la tierra. —Linet sintió que enrojecía con esas palabras. Aunque lo sospechó todos esos días, ya estaba segura. Le gustaba a Ariel, y con "gustar" se refería a atracción física—. Yo te veo todos los días, y tengo miedo que cuando me conozcas dejes de venir aquí.

—Te lo dije el otro día, ¿recuerdas? No lo sabrás si no lo pruebas. Déjame verte. —Otra vez Ariel se quedó en silencio, Linet estaba ansiosa. ¿Se dejaría ver o huiría como siempre?

—Si me presento, ¿me prometes que no vas a gritar ni asustarte?

—Te lo juro. —Aunque la verdad no sabía si podría cumplirlo. Las leyendas decían que las sirenas eran hermosas, ¿y si no era cierto? ¿Y si ante ella aparecía un ser con aspecto horrible? 

El corazón empezó a latirle acelerado. Estaba al borde de pegar un grito y asustar a Ariel. La sirena se sumergió en el agua y nadó hasta llegar a ella. A pesar de la oscuridad podía ver su silueta debajo del mar. La cola, los cabellos rojos, su cuerpo humano de la cintura para arriba. Segundos después asomó su rostro con timidez, y luego su cuerpo hasta la cintura. Ahí estaba al fin frente a ella, Ariel la sirena. Y era hermosa. Rehuía su mirada, parecía hasta avergonzada. 

Pero Linet no podía apartar los ojos de ella, de su cabellos, su rostro precioso. Y ese cuerpo, al menos la parte superior, que era una tentación. Linet había enrojecido, y ni el agua fría le bajaba la calentura. Intentó acercarse a ella, pero Ariel dio un respingo y retrocedió un poco.

—No... —Dijo despacio, y levantó la mirada. Se miraron de frente, por primera vez vio esos ojos verdes tan hermosos. Lindos sí, pero no tanto como su mirada. Casi se le escapa un suspiro, se sentía como en un sueño.

—Tranquila, no te voy a hacer daño —le dijo mientras se miraban, y eso pareció calmarla un poco.

—¿Y bien? —Preguntó la sirena con timidez.

—Eres muy linda, Ariel. ¿Por qué tenías miedo?

—No sé, los humanos son diferentes. Pensé que te parecería horrible mi cola y todo lo demás.

—Nada de eso, estás muy bien. Muy bien... —Ah, rayos. Sin querer. Si, claro. "Sin querer", la vista se le fue a los pechos de la sirena. Y ella lo notó pronto.

—¿Me estás mirando los senos?

—¿Qué? Este... Bueno. Sí, un poco. Estás en mi cara, Ariel. No pude evitarlo —le dijo algo avergonzada.

—¿Te molesta? ¿Quieres que los cubra?

—¡No! Digo... No sé. Si tú quieres claro... Como te sientas más cómoda. —Estaba roja de pies a cabeza. Las cosas que pasaban por su mente no eran nada sanas en ese momento.

—¿Acaso las mujeres no tienen senos así? ¿Te da curiosidad? ¿Quieres tocarlos? 

—¡Qué! No, yo... Ariel, lo siento, no quería incomodarte. Discúlpame —le dijo muerta de vergüenza y se obligó a apartar la mirada. 

"Sobre el cuello, Linet, ¡carajo, sobre el maldito cuello! Y después te quejas de que los hombres te miren los senos, tú haces lo mismo. ¡Degenerada!", se dijo intentando convencerse de lo mal que hizo. La sirena ahí hablando de lo más normal de los senos, de seguro que para ella era solo una parte del cuerpo sin nada en especial. 

—Eri dice que a los hombres les gusta tocar y besar los senos, no sabía que a las mujeres también.

—¿Quién es Eri?

—Es mi amiga. ¿Entonces también te gustan?

—No sé, bueno si... Un poco. Lo siento, parezco una acosadora sexual, no debería estar diciéndote esas cosas. No me dejes tocar nada, soy de lo peor.

—¿En serio? —"No Ariel, no", se dijo. Y otra vez miró sus pechos.

—No sé. Mejor sí te los cubres para no caer en la tentación. —Quizá Ariel no entendió eso de "tentación", pero obedeció rápido y usó su largo cabello para cubrir sus senos.

—¿Te he molestado, Linet?

—No, para nada.

—Parecías un poco nerviosa.

—¿Quieres saber la verdad?

—Sí quiero —dijo ella con una sonrisa inocente. Por la Diosa, que la sirena parecía la imagen de la virginidad y ella pensando cochinadas.

—Eres muy bella, me has gustado —admitió algo avergonzada. 

Nunca se hubiera atrevido a decirle eso a una mujer, la hubiera juzgado mal. Pero con Ariel era otra cosa, con las sirenas esas reglas no contaban. Al terminar de hacer su confesión, la sirena sonrió, incluso se acercó un poco más a ella acortando la distancia.

—¿De verdad te gusto?

—No sé, digo... ¡Ay! No sé cómo explicarlo —dijo nerviosa. Ariel estaba muy cerca, podía ver sus labios carnosos, la tenía a pocos centímetros—. Mira, en mi mundo las mujeres no pueden gustarse, tampoco decirse lo bellas que están. —"O lo caliente que te ponen", pensó y se mordió la lengua para no decírselo—. La gente dice que está mal, si fueras otra chica como yo jamás te lo diría porque pensarías que soy una pervertida. —Ariel asintió, no tenía idea si ella tenía conocimiento de cómo era la vida terrestre, pero parecía entenderlo—. Tú eres una sirena, puedo decirte esas cosas sin que pienses que soy mala.

—Nunca pensaría eso de ti, Linet.

—¿Ves? Por eso te lo dije, pero no está bien decirlo. No me deberían gustar las chicas.

—Pero yo no soy una chica, soy una sirena.

—Exacto. Igual es raro que te diga que me has gustado, y que también me pones un poco... Caliente —admitió. Al carajo, si se le iba a salir la degenerada interna que sea con todo.

—¿Caliente?

—Se dice así cuando alguien te ha gustado mucho y todo tu cuerpo tiene deseos de esa persona.

—¿Qué tipo de deseos? —De besarla por ejemplo. O de quién sabe otra cosa que fuera físicamente posible entre sirena y humana.

—Mejor no hablemos de esto, Ariel.

—Bueno, solo si quieres saberlo, a mí me gustaría ver tus senos para saber si son iguales a los míos. Creo que también me pones caliente. —"Ah, Diosa del mar, aplaca este deseo insano", pensó. Esa sirenita la estaba volviendo loca. Rayos, que ni Francis la calentó así, y eso que también lo había visto casi desnudo.

—Ariel, debo volver al templo.

—Está bien, yo también tengo que volver.

—¿Vendrás mañana?

—¿Quieres que venga?

—Si. —Ella le sonrió. Ariel se apartó un poco, gracias a Luz eterna y a todas las deidades.

—Entonces vendré a verte siempre.

—Qué bueno... —¿En serio? Porque no sabía si podría reprimir comportarse como una persona normal la próxima vez.

Ya había escuchado que las sirenas tenían una especie de hechizo, por eso atraían a los hombres hasta llevarlos a la locura. Pero no sabía que podían causar el mismo efecto en las mujeres. Aunque ella siempre fue una mujer de naturaleza peculiar, quizá era por eso. O al menos quería creer que esa era la razón. 

—Adiós, Linet. Pensaré mucho en ti esta noche.

—Yo también. —"Y no tienes idea cuánto", se dijo. 

Pronto Ariel se sumergió y empezó a alejarse. Sin la presencia de la sirena ya podía sentirse más tranquila y alejada de las tentaciones. ¿Sería posible resistirse la noche siguiente?


No sé si es real

Pero me gusta la manera en que me siento

Por dentro (*)


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(*) Emotions - Mariah Carey

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Ay diositooooooooooooo XD

Ariel haciendo dudar de la sexualidad a las hete desde tiempos ancestrales.





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