42.- Lizardo se arrebata

Tenemos el derecho de elegir

Y de ninguna manera vamos a perder

Es nuestra vida, es nuestra canción

Lucharemos contra los poderes, eso es justo

No escojas nuestro destino porque

No nos conoces, no te pertenece (*)

Ariel se veía inquieta, y podía entenderla. Se habían enterado de cosas muy desconcertantes, quizá la única forma de salvarla era volver al mar y recuperar su voz. Linet no se consideraba una persona pesimista, a pesar de todo lo que le había tocado vivir siempre intentaba guardar esperanza y creer que las cosas podrían funcionar. En ese momento la única salida que tenían era devolverle la cola a Ariel, y no sabían lo que iba a pasar después.

Terminaron la sopa, y Santhony dijo que se iba a poner a trabajar en la pócima para Ariel. Sobre el pago por ese servicio mencionó que lo hablarían luego, que primero intentaría igualar la pócima de la bruja. Escuchar eso no le gustó para nada, hasta lo miró con desconfianza. Incluso Abdel que parecía fiarse mucho de aquel hechicero mostró dudas. El otro en cambio parecía muy relajado.

—No tengo las mezclas previas hechas —explicó Santhony—. Por lo que vi en los recuerdos de Ariel, esa Bruja ya tenía muchas cosas mezcladas en frascos, y me imagino que es porque no ha sido la primera vez que concede un deseo relacionado con transformación corporal. Además la tipa esa lleva siglos practicando esa clase de magia, obviamente tiene más experiencia que yo. Dije que puedo hacerlo, y así será. Pero no será cuestión de minutos, me tomaré un momento más, pero lo haré.

—Bueno, vamos a creerte —le contestó Abdel algo más tranquilo—. Solo dime de una vez lo que deseas a cambio, quiero tener la paga a la mano.

—Relájate, cielo. Primero vamos a ver si logro imitar la fórmula a la perfección. Luego hablamos del pago —contestó el hechicero guiñándole un ojo al hombre—. No pienso cobrar por un trabajo mal hecho, ¿sabes? Sería pésimo para mi reputación. Tómenlo con calma, descansen, den una vuelta por los alrededores, qué se yo. Voy a prepararme, ya regreso. No te vayas lejos, sirenita —le dijo a Ariel. Y Linet notó con desagrado que el hechicero bajó la vista hacia los pechos de Ariel. Podía ser curiosidad por el collar de la princesa que colgaba, o simplemente se estaba comportando como un cerdo. Y ella que solo creyó que le gustaban los hombres, al parecer con ese hechicero todos podían ser un blanco.

—Si, si. Como sea —contestó Abdel. El hechicero se fue por la misma puerta por la que desapareció hace un rato para traer las verduras. Al fin estaban a solas. Linet miró de lado a Ariel, seguía nerviosa. Tenía la cabeza gacha, empezó a temblar, se apretaba las manos sin parar. Sin pensárselo más, Linet se acercó a abrazarla fuerte. Tomó despacio su mentón y le dio un beso, al mirarla a los ojos la notó tan asustada que tuvo mucha pena por ella, la pobre no merecía pasar por eso.

—Tranquila, amor —le dijo con suavidad—. Todo va a salir bien, ya vas a ver. Santhony va a demorar, pero todo va a quedar perfecto. Volverás al mar y podrás recuperar tu voz. No tengas miedo —intentó animarla. Ella misma temía que nada de eso fuera a pasar, pero no podía dejar que Ariel piense así, tenía que darle fuerza.

—Bueno, creo que saldré a tomar algo de aire —dijo Abdel poniéndose de pie—. ¿Vienen? El creído ese se va a tomar un tiempo, hay que darle espacio. Se pone muy quisquilloso cuando hace sus cosas.— Ellas asintieron, quizá eso sería bueno. El lugar estaba rodeado de agua, sería lo ideal para que Ariel se relaje un poco—. Por cierto, Linet. ¿Quién te hizo el hechizo de bloqueo? No sabíamos que tenías uno...

—No es algo que comente a menudo —respondió ella, no quería entrar en detalles en ese momento. No era precisamente un hechizo, era el Dán. No era un poder, solo una forma de protección. Él se lo dio, porque sabía que muchos hechiceros irían tras ella para averiguar cosas, y dada su condición, eso era muy peligroso. Ni Santhony ni ningún otro hechicero de cualquier torre de magia podrían jamás desentrañar los secretos que guardaba. Aquello era más fuerte que todos, y considerando lo que los hombres le hacían a cualquier mujer que  capaz de usar magia, prefería no comentarlo—. Y tú también tienes un hechizo, ¿verdad? —preguntó ella. Aquello tomó por sorpresa a Abdel, hasta a Ariel. Ella los miró con curiosidad a ambas.

—Ehhh... si —admitió algo nervioso—. Tuve que hacerlo, sirvo a una sirena maleante que a su vez sirve a una Bruja en el fondo del mar. Fue hace un tiempo, busqué a una eminencia en la magia mental, un hechicero viejo de aquellos. Erena me dio varias perlas para pagarle, así que lo hice.

—Entonces no te confías del todo en Santhony —le increpó ella—. Si él era tu hechicero de confianza, entonces pudiste pedirle a él.

—No es que no confíe del todo en él, es solo que el tipo es un chismoso de primera, ya lo vieron. No quería que ande jodiendo en mi cabeza todo el tiempo para averiguar cada cosa de mi vida, o para averiguar sobre Erena. A él no le hizo nada de gracia saber que tenía este dije —agregó levantando un poco el collar de su cuello y mostrándolo—. Se enojó en realidad, luego se le pasó. Creo que en el fondo sigue odiando a Erena porque me puso esto, pero ya no lo menciona. En fin, ¿vamos afuera? A Ariel le encanta meter los pies al agua, eso le hace bien.

—Claro, eso justo estaba pensando...—dijo ella, pero no pudo continuar la frase. Escucharon algo de escándalo allá afuera.

El dragón, que hasta hace un momento había estado recostado al lado de la cabaña, se había movido. Caminaba, y hasta les pareció escuchar un gruñido. No fue precisamente eso lo que les llamó la atención, sino lo extraños gritos. De mujeres, de chicos también. Eran varias voces alarmadas. Los tres se miraron, y ella pensó que quizá solo eran viajeros que tuvieron la mala suerte de pasar por ahí. Pero entonces, de entre las voces, una se escuchó con claridad. Notó que Ariel y Abdel se miraron asustados, y el hombre no esperó más. Corrió hacia la puerta y salió. Para su sorpresa, hasta Ariel hizo el esfuerzo por caminar y seguirlo.

—Oye, oye... espera, no puedes salir así —le advirtió ella. Quiso detenerla, o al menos ayudarla. Pero al parecer Ariel dejó de prestarle atención a su dolor, porque salió corriendo hacia afuera. Sin dudarlo la siguió, solo para encontrarse con aquella extraña escena.

El dragón se había parado y gruñía a unos extraños que habían salido de aquel riachuelo que pasaba cerca a la cabaña de Santhony. Dos chicas desnudas, y dos hombres extraños. Al mirarlos bien notó que tenían escapas en el cuerpo, incluso uno de ellos tenía la piel más oscura. Y los cuatro lucían aterrados.

—¡Te dije que estas dos nos iban a meter en problemas! —gritó uno de ellos, el de las escamas.

—¡Cállate, que a ustedes nadie los obligó a seguirnos! —le reclamó la chica, la de cabello negro. Solo que al mirar bien notó otra cosa. No, esas dos no eran chicas. Tenían colas. Eran sirenas.

—¡Pues anda niégale tú algo a Aquaria a ver si te atreves! —le contestó molesto el chico de las escamas. ¿O era un tritón?

—¡Dejen de gritar que esa cosa va a matarnos! —gritó la otra, una de cabello azul. Solo entonces lo recordó, cuando aún podía hablar, Ariel le había contado sobre su hermana. Esa tenía que ser Aurimar—. ¡Regresemos al río ya!

—Calma, calma.— El que habló fue Abdel, y detrás de él iba Ariel. El hombre se paró entre el dragón y los extraños. Como si pudiera hacer algo contra él, como si fuera capaz de proteger a las sirenas y tritones. Quizá solo quería proteger a una de ellos, y aunque conocía el riesgo y era consciente que era solo un humano sin ninguna habilidad especial, se puso ahí muy firme para proteger a alguien. A Erena. Estaba segura que era ella, la de los cabellos negros—. Vamos... eh... dragón... Calma, son amigos. Que no te engañe la cola de pez, no son comida.

—¿Dragón? ¿Así se llama esa cosa? ¿Ese es su nombre? —preguntó con curiosidad el tritón de la piel morena.

—No, no. Es su especie —contestó Abdel—. Su nombre es... Bueno, no sabemos. Pasión, Lizardo. Algo así —dijo él, y miró de lado a la sirena Erena—. ¿Y estos de dónde salieron?

—Son unos tritones. Larga historia, pero nos caen bien —aclaró Erena—. O nos caían bien hasta que empezaron a seguirnos por el océano.

—Mira, Dror. Ese es un hombre, tiempo que no veía a uno. Qué curioso, ¿no? —dijo el tritón de las escamas señalando a Abdel—. ¿Este es tu esclavo, Erena?

—El esclavo tiene nombre, imbécil —le contestó Abdel con molestia.

—Si, si. El chico de los mandados —le dijo el tritón ese sin molestarse por el insulto—. Los hombres son raros. Oye, esclavo. Siempre me pregunté... ¿Dónde es que ustedes escoden sus cosas? ¿Dónde lo tienes?

—¡Cállate, Silvyn! —le gritó Erena molesta. Así que ese era el nombre del tritón escamoso—. ¿No ves que aún tenemos a ese dragón Lizardo "no sé qué" al frente? —reclamó ella. En ese momento Ariel intentó avanzar más, pero Linet la alcanzó. Sabía lo peligroso que podía ser un dragón, y Santhony no aparecía para nada. Si lo enojaban podía empezar a echar fuego por la boca, y por supuesto que no quería que su amada resultara con quemaduras. La tomó despacio del brazo y la hizo retroceder.

—Ariel, ven aquí. Es peligroso —le dijo ella. Pensó que en medio de tanto alboroto nadie iba a escucharla, pero justo en ese instante todos callaron. Y la miraron. Mucho había escuchado de Erena, Ariel le habló de ella hasta el cansancio en el templo. De cuánto la quería, que fue su única amiga en el mar, que la expulsaron de la comunidad por negarse a emparejarse. Sabía que esa sirena era la gran amiga de su amada Ariel, sabía que fue su ejemplo de rebeldía. Y acababa de enterarse que a Erena no le caía nada bien. Sus miradas se cruzaron por primera vez y la notó fruncir el ceño. Esa sirena tenía una mirada de molestia muy intensa.

—¿Qué hace esta aquí? —preguntó con fastidio y la señaló. "Esta". Linet no pudo evitar sentirse indignada ante esas palabras.

—Me llamo Linet —contestó intentando contener su molestia. ¿Por qué de pronto la sirena la trataba así?

—Si, ya lo sé —le dijo Erena aún molesta—. Lo sé bastante bien, mujer. Así que me voy a ahorrar la educación, porque no se me da la gana de tenerla contigo. No me gustas, no debiste acercarte a Ariel. Le rompiste el corazón, y eso no te lo perdono. No sé hasta cuando piensas seguir por aquí fingiendo que todo va a estar bien, pero no es así. Tú y ella son de mundos diferentes, deja de mentirle y de ilusionarla. Sabes que no va a funcionar —se quedó con la palabra en la boca. Aunque quiso contestarle algo, de pronto sintió que se había quedado sin palabras. Porque ella decía la verdad, Erena tenía toda la razón. Se sintió mal en ese momento, pésima. Fingía, aquello era cierto. Le hablaba a Ariel como si todo fuera a salir bien, como si todo fuera posible. La vida ya le había enseñado muchas veces que las cosas no eran así, y sin embargo no lograba decírselo a Ariel. Quizá Erena tenía razón. No iba a funcionar, pero no tuvo que decirlo así. O quizá sí, las palabras bonitas no llevaban a nada. Mejor era la crudeza de la triste verdad.

—Espera, espera... ¿Entonces ella es tu hermana? —preguntó el tritón Silvyn a Aurimar señalando a Ariel—. ¿La sirena con piernas? ¿La del pacto maldito? ¿La que perdió la voz y está arruinada? ¿La que se puede morir en unos días? Ahhh... pues hola y... qué honor... Supongo.— Erena se giró a mirarlo con molestia. Aurimar también le devolvió una mirada llena de indignación.

—No le hagas caso, él dice estupideces hasta que se aburre —dijo el otro tritón, el tal Dror. Este miró a una tímida Ariel, que parecía bastante sorprendida con toda la situación.

—Pues si, mira que Silvyn dice estupideces y todo, pero nunca tan inoportuno y desgraciado como tú, Erena —le reclamó Aurimar.

—¿Yo qué? ¿Qué te pasa a ti? —le dijo indignada la otra sirena.

—¿Cómo se te ocurre decirle esas cosas a la amante de mi hermana, eh? ¿Qué tienes? ¿Estás mal de la cabeza? Mira como la pones —agregó señalando a Ariel, quién aún estaba nerviosa. Y Linet no sabía si era por las palabras de Santhony, por el dragón, o por lo que Erena dijo de su relación. Lo que sí sabía era que al menos le caía bien a una de sus cuñadas.

—Tú no te metas, yo solo digo la verdad. Es mi opinión —contestó Erena ofuscada.

—Pues nadie te la pidió. Cuando tu opinión sea el tridente de mi padre, me la das —le soltó Aurimar. Y eso acabó por arrancarle risas a Abdel, Linet hasta sonrió de lado.

—Esa estuvo buena —dijo Abdel intentando contener la risa—. ¿Ya ves lo feo que se siente que te tiren las verdades en la cara? A ver si aprendes un poco, Eri.

—Tú no te metas, a ti menos que nadie se le ha pedido una opinión —le dijo la sirena. Se notaba ofuscada, claramente estaba acostumbrada a salirse con la suya y nadie jamás había podido ponerle en su lugar.

—A ver, ¿qué está pasando aquí? ¿Qué es este escándalo? Y tú, ¿por qué lo callas? ¿Quién te has creído?— Escuchar esa voz la hizo contener la respiración. Era Santhony apareciendo al fin. En cuanto lo escuchó, el dragón se movió a un lado. Y Ariel fue corriendo hacia ella. La tomó de la mano, la apretó. Linet la miró, y lo notó entonces. Ariel tenía miedo, pero no precisamente por su situación. Era por él, le tenía miedo a él.

—Pues lo hago callar si quiero —le contestó Erena al hechicero con insolencia. Los dos se miraron con furia un instante. A Linet le pareció que sabían exactamente quién era el otro.

—Ah... Ya veo. La sirena zorra esclavista está aquí. ¿Quién te dijo que podías entrar en mis dominios?

—Pues mira lo mucho que me importan tus dominios, acá estoy —le dijo molesta la sirena. Linet tragó saliva, pues escuchó bastante claro que el dragón gruñía. La tensión era palpable, ni siquiera ese inoportuno tritón llamado Silvyn se atrevió a intervenir.

—Oye, ¿te has puesto falda?— La voz de Abdel se escuchó fuerte en medio de ese silencio incómodo. Solo entonces Linet lo notó, el hechicero llevaba una falda larga que tenía varios bolsillos, y de los que veía sobresalir algunas cosas. Eso sí que estaba raro.

—No —contestó Santhony llevándose las manos a la cintura—. Es una cosa mía, la uso por los bolsillos. Es para trabajar más cómodo.

—Pues parece una falda —continuó Abdel. Y si, en efecto era una maldita falda ancha, solo que el tipo no lo quería admitir.

—Porque lo es —continuó Erena—. ¿Qué pasa, "brujito"? —empezó a burlarse Erena, y Linet sintió que se disparaban todas sus alarmas. No había visto a Santhony molesto hasta ese momento. Lo llamó "brujito", y a un hechicero de su talla no se le podía llamar así. Era de lo más despectivo entre su gente—. ¿No puedes decir que usas falda? ¿Se te encoge el pene por admitirlo? ¿O no tienes bolas? Cuéntame.

—Uhhh... esto ya se puso feo —dijo Abdel preocupado—. Admito que hasta es excitante ver a mi sirena peleando con el hechicero que me quiere dar vuelta hace años, pero en serio, Erena. Ya bájale.

—¿Te das cuenta que estás ofendiendo al único que puede ayudar a mi hermana, pedazo de estúpida? —le reclamó Aurimar molesta. Pero Erena no cedía, ninguno de los dos. Erena y Santhony se seguían mirando con fiereza.

—¿Qué pasa? ¿Las faldas son para mujeres y por eso le cambiaste el nombre? —continuó Erena.

—Las faldas son para gente fabulosa, pero esto no puedes entenderlo porque eres un estúpido animal marino —le soltó Santhony burlón—. ¿Acaso crees que puedes venir aquí a insultarme y salir ilesa? Puedo liquidarte con solo chasquear los dedos —dijo él levantando la mano. Linet y Ariel retrocedieron y se apretaron de las manos. Creía saber lo que Santhony iba a hacer. Quizá solo bastaba con chasquear los dedos para que el dragón ataque. Erena estaba en la cuerda floja.

—Atrévete —lo retó la sirena. Asustados por lo que presentían iba a pasar, los tritones se escondieron en el agua. Aurimar estaba paralizada, hasta Abdel estaba quieto. Y en ese momento, cuando Linet creyó que todo se iba a arruinar a una señal de Santhony, el dragón se sacudió. Rugió y echó fuego hacia el aire. Se veía irritado, y nadie le había dado esa orden de atacar, hasta Santhony se mostró sorprendido. El dragón tenía una mirada vivaz, no diría humana, pero sí inteligente. Estaba irritado, sí, pero por esa pelea. Quizá esa fue su forma de decirles a todos que se callen de una vez que lo estaban cansando.

—¿Ven lo que hacen? Han molestado a mi dragón —les reclamó Santhony—. Tú —señaló Abdel—, no me dijiste que esta iba a venir, y además que es una ordinaria.

—¿Te recuerdo que ella es la que me manda? Obviamente no iba a decírtelo si me pide discreción —respondió Abdel irritado—. Así que basta de esto, ha sido suficiente. Y los dos ya se pasaron de ridículos. Tú —le dijo a Erena— casi la cagas con el tipo que le está haciendo una pócima a Ariel para volver al mar. Y tú —continuó señalando al hechicero—, no la toques, no le hagas nada. Ya hemos hablado de esto.

—Te libraría de su dominación —respondió Santhony—. Sin ella ya no tendrías que vivir esclavizado.

—Si lo haces no te lo perdonaré jamás, ¿está claro? —amenazó Abdel. Y a regañadientes, el hechicero retrocedió.

—Esto no se va a quedar así —le dijo Santhony a la sirena—. Y me voy, porque tengo que trabajar en esa pócima para Ariel —agregó mientras retrocedía. Molesto, se dio la vuelta. Todos se quedaron en silencio, aún no desaparecía de su vista cuando agregó algo más—. ¡Y esto no es una maldita falda! Es un delantal con bolsillos para mis cosas.

—¡Si lo es! —respondió Erena, y a lo lejos escucharon al hechicero refunfuñar algo.

—¡Que si es falda! —agregó Silvyn en un tono burlón. Lo último que escucharon de Santhony fue el portazo que dio antes de desaparecer.

—¿Y tú qué sabes de ropa humana? —le preguntó el otro tritón.

—Nada, es que me pareció divertido —contestó Silvyn. El dragón había retrocedido, ya parecía más tranquilo. Todos lo estaban, excepto por Abdel.

—Bravo, Erena. ¿Qué tal si Santhony se molestaba y ya no preparaba nada para Ariel? Ahora sí que te pasaste —le reclamaba el hombre.

—Ese tipo me puso de los nervios —contestó ella—. Y no te atrevas a defenderlo.

—No, yo no más te digo que ese miserable no perdona y no olvida. Así que ya te jodiste, bien advertida estás. Si dice que se las vas a pagar, pues así va a ser.

—No le tengo miedo —le dijo ella irritada. Linet no le creyó del todo esa frase, le pareció notar que su voz temblaba.

—Pues deberías —sentenció Abdel. Solo entonces Ariel carraspeó la garganta, llevaba buen rato inmóvil. En cuanto Santhony se fue, los nervios desaparecieron. Pero aún lucía asustada. La miró y le hizo una señal a su espalda. Algo quería que hiciera, pero ella no lograba entender. Abdel se adelantó, y para su sorpresa, empezó a ayudarla a quitarse el vestido—. Quiere entrar al agua —le informó—. Vamos, ayúdame a sacarle esto. Ahí puede hablar con los de su especie.

—Ah... bueno —contestó ella. Ariel asintió, claro que eso era lo que quería. Fue rápido, en cuanto le quitaron el vestido y se quedó en paños menores, Ariel se lanzó sin dudárselo al agua y se hundió ahí. Sin despedirse ni decirles nada, Erena se sumergió con ella. Notó que se fueron nadando más allá, a una zona más profunda del riachuelo. Los tritones los siguieron, y solo Aurimar se quedó por ahí.

—Ehhh.... Ya volvemos —informó, y luego se sumergió también.

Linet y Abdel se quedaron en silencio. Más allá, el dragón se acomodó en el suelo para descansar, incluso cerró los ojos. Ella miraba con atención a las criaturas marinas reunidas más allá. De a ratos Ariel salía a la superficie para respirar, y luego volvía a sumergirse. No tenía idea de cómo habían hecho para cruzar desde el mar hasta allá, porque las aguas del río Orb podían ser muy turbulentas, y ni hablar de las leyendas que se contaban sobre las criaturas que vivían en él. Quizá llevaban días en ese camino, y ella ni siquiera podía imaginar todo lo que habían hecho para llegar ahí. Erena pudo tratarla horrible apenas se conocieron, pero reconocía que esa sirena en serio estaba preocupada por Ariel, y que era capaz de todo por ella.

Había tomado asiento en el pasto, no tenía idea de cuánto más iban a tardar todos ellos. Hasta que vieron emerger la cabeza de ese tritón moreno, él les hizo una seña para que se acercaran y lo hicieron de inmediato. Los demás también habían emergido, pero seguían apartados. Y por las caras de preocupación que tenían Linet entendió que había pasado algo terrible. Se puso en cuclillas para quedar a la altura del tritón, este parecía observarla con curiosidad.

—Vengan, tenemos que hablar. Ariel nos ha contado todo —dijo en voz baja.

—¿Y por qué no aquí? —preguntó Abdel—. ¿Pasa algo grave? ¿Es sobre Santhony?

—Shhhh —le pidió el tritón—. Baja la voz, que el dragón no escuche.

—¿Eh? —dijo Abdel arqueando una ceja—. No es que el dragón vaya a chismosear nada, ¿sabes?

—Pero Santhony lo controla, puede entrar a sus recuerdos —le dijo ella, también había bajado la voz—. Mejor prevenir, supongo.

—Si, eso mismo —apoyó el tritón—. Vengan, es urgente. No tenemos mucho tiempo.— Parecía en verdad preocupado. Y si él que apenas conocía a Ariel ya tenía miedo, Linet no vio razón para no temer también. Se puso de pie y se apresuró en seguir el camino del riachuelo hasta llegar a los demás, Abdel iba tras ella. A esa distancia ni el dragón ni Santhony podrían escucharlos, o al menos eso esperaba.

—El hechicero le ha exigido a Ariel el collar de Lissaendra —informó de inmediato Erena. Linet contuvo el grito de sorpresa y miró a Ariel. Con razón estuvo tan asustada, ya entendía todo. Santhony aprovechó que podía comunicarse con ella para acceder a sus secretos y saber lo que era ese collar. Por supuesto, el collar tenía un enorme poder capaz de contener un alma humana y conectar al portador con ella. Ese tipejo iba a buscar la forma de hacerse con él como sea—. Dijo que se lo va a entregar quiera o no, si ella no acepta se lo quitará a la fuerza.

—Maldita sea...—dijo Abdel por lo bajo, se veía en verdad mortificado—. Este miserable... Ahora sí se pasó.

—Ariel ha dejado claro que no va a entregar el collar de la princesa de ninguna manera —les dijo Aurimar—. Eso no es negociable, no va a entregar a su amiga a ese monstruo.

—Claro que no —le dijo ella. Se acercó un poco más al agua, y Ariel fue hacia ella. Linet la miró y acarició despacio su mejilla, Ariel tomó esa mano. La apretó despacio, y la llevó a la altura de sus labios para besarla—. Si ella dice que no la entregará, entonces no dejaremos que eso pase, ¿verdad? No vamos a permitir que le haga daño a Ariel y a la princesa.

—Por supuesto que no —dijo Abdel muy seguro—. Pero necesitamos esa pócima, ya escuchaste lo que dijo —la miró a ella, y Linet solo asintió despacio—. Ariel debe volver al mar, y él está ahora mismo preparando la pócima que necesita.

—Bueno, él quiere ese collar. Y se lo va a quitar de todas maneras, con o sin pócima —le dijo el tritón Silvyn—. Así que yo digo que le quitemos la pócima y nos fuguemos antes que se ponga violento.

—Oh si, muy fácil va a ser arrancarle de las manos una pócima a un hechicero, y un Dulrá para variar —le dijo Abdel con ironía—. Ustedes están muy locos si creen que podremos enfrentarlo y salir ganando...

—Pero es lo que vamos a hacer —le cortó Erena—. No tenemos alternativa.

—Ustedes no pueden salir del agua, Linet y yo somos solo humanos, además hay un dragón a su servicio, ¿en serio crees que será fácil? —contestó Abdel.

—No lo será, pero ya escuchaste, no hay de otra —continuó Erena—. Es la única forma de evitar que se lleve el collar. Uno de nosotros recibe la pócima, quizá la sacerdotisa. Y el otro le da un golpe para sacarlo del juego. Nosotras podemos ayudar cantando.

—Ahhh... hubieras empezado por ahí —soltó Abdel, aparentemente más tranquilo—. Con el canto de sirena todo será posible. Amansarán a las fieras, incluyendo al dragón Lizardo "lo que sea".

—Ese es el problema —le dijo Aurimar algo desanimada—. Es un hechicero que domina la magia mental, y nuestro canto ataca a la mente de las personas. Como es experto en esas cosas quizá no funcione como creemos.

—Pero al menos calmará al dragón, y eso es bastante —intervino ella—. Ese Lizardo se ve muy listo, y no sé si intente proteger a Santhony si le hacemos algo. Puede que sí, después de todo es él quien lo cuida. Así que el canto de las sirenas calmará al dragón, y nosotros podremos hacer algo contra él.— Linet miró a Abdel. Estaba segura que ese plan era en extremo peligroso, pero Erena tenía razón, no había alternativa. Necesitaban la pócima y tenían que evitar que se lleve el colar, no iba a quedar de otra que robarle a Santhony. Por su lado, Abdel se veía inseguro, hasta acabó negando con la cabeza.

—¿Qué pasa? ¿No quieres hacerlo? —le dijo el tritón Dror.

—Uy, yo creo que no quiere que le hagamos daño a su macho terrestre —comentó Silvyn con el tono cantado, cosa que acabó por dejar a todos con la boca abierta, hasta Abdel. Ese tritón hablaba de temas delicados con una ligereza de miedo—. Si, que si. Ya me había dado cuenta, el hechicero solo se contuvo de no matar a Erena para que no lo odies. Obvio que se preocupa por cuidar a su macho, así es como tiene que ser.

—Ese hechicero no es mi macho ni nada —le dijo Abdel indignado—. Déjate de decir estupideces, y claro que no voy a priorizar a Santhony sobre Ariel. Mil veces prefiero salvarla a ella que serle fiel al hechicero, ¿está claro?

—Uhhh... qué macho más traicionero —comentó Silvyn—. Amiga Erena, cuídate de este.

—¡Basta! —gritó molesto Abdel y todos le hicieron un gesto para que baje la voz, cosa que hizo a regañadientes—. No se trata de que no quiera atacar a Santhony, no tiene que ver con eso. Pero estamos hablando de robarle una pócima a un hechicero Dulrá, ¿tienen idea de lo que eso significa? A ti ya te amenazó con hacerte daño —dijo señalando a Erena—, y nada le va a costar encargase de joder al resto. Ese tipo sabe de maldiciones, puede lanzarnos una. ¿Eso es lo que quieren?

—Yo solo sé que quiero salvar a Ariel —le dijo Erena—. Y es lo que voy a hacer. Si quiere un pago por la pócima le daremos algo razonable, pero un collar poderoso con el alma de alguien no me parece justo. Ahora necesitamos la pócima para devolver a Ariel al mar, así que no me importa el riesgo, haré lo que sea necesario. ¿Alguien más está conmigo?

—Voy a salvar a mi hermana —dijo Aurimar. Se acercó al lado de Ariel, su amada soltó su mano un momento solo para permitir que Auri se acercara. Esta le dio un beso en la frente y la rodeó con sus brazos. La hermana de Ariel era en verdad bonita, no podía negarlo. Las dos se veían muy bellas juntas, no podía dejar de mirarlas.

—Yo estoy con ustedes —dijo ella. Erena apenas le devolvió la mirada, se notaba que seguía molesta. La odiaba y apenas la conocía, ojalá pueda arreglar eso con la sirena. No quería vivir discutiendo con la mejor amiga de su Ariel.

—Y nosotros también —agregó Dror—. Aunque no creo que podamos hacer mucho, salvo nadar como si no hubiera mañana e impulsar el bote lo más rápido posible.

—Si, eso está bien —le dijo Erena—. ¿Y qué hay de ti? ¿Vas a hacer que te lo ordene o será voluntario? —le preguntó a Abdel. El hombre solo bufó, él tampoco tenía alternativa. Así no quiera hacerlo, la sirena lo tenía en sus manos.

—Ahórrate la mierda, claro que lo voy a hacer. Al carajo, no voy a dejar que nadie les haga daño a mis princesas lloronas.— Y esa fue la última palabra de Abdel. Por un lado Linet se sintió más tranquila de que todos estén listos y dispuestos a colaborar, pero también sabía que el hombre tenía razón. Así lograran quitarle la pócima a Santhony y evadir al dragón en ese escape, las cosas se iban a poner feas luego cuando el hechicero demande venganza. Después de lo que pensaban hacer ninguno iba a poder librarse de él.

—Bien, ¿y cuándo empezamos? —preguntó Silvyn, el más animado—. ¿Cuánto tardará tu macho?

—Tú quieres que te arranque la cola, ¿no? —contestó Abdel molesto—. ¿De dónde lo sacaron?

—Nos siguió de Atlantia, es una historia larga para más tarde —le dijo Erena—. Ahora hay que concentrarnos, ¿faltará mucho para que salga?

—Pues dijo que iba a tomarse buen rato, y que con suerte la fórmula saldría bien —contestó ella. Erena asintió, al menos ya no la miraba con odio.

—Ummm... pues yo creo que si va a funcionar, se veía muy seguro —le dijo Abdel—. Solo dijo eso de que no sabía si le saldría bien para no tener que darnos el precio de su trabajo, pero siempre tuvo claro lo que iba a cobrarse. Además para él esto es como un reto, y le gustan estas cosas. Estoy seguro que esa pócima va a funcionar, solo hay que cuidarla.

—Bien —contestó Erena decidida—. Ahora hay que esperar, y planear bien las cosas.

Santhony tardó un poco más de lo que hubieran esperado, pero ellos aprovecharon el tiempo tanto como pudieron. Los tritones sacaron el bote hasta un punto donde sería posible salir rápido hacia el río, ellos apartaron algunas plantas y piedras para hacer más rápida la huida. Las sirenas se acercaron al dragón. Lizardo, o Pasión, o como se llame, ni se inmutaba. Seguía descansando con los ojos cerrados, y ojalá siguiera así buen rato. No estaban seguras si eso iba a funcionar, pero el canto de sirena debía de ser suficiente factor distractor en ese momento.

Linet y Abdel se pusieron de acuerdo. Ariel y ella distraerían a Santhony, ella recibiría la pócima y Ariel haría el ademán de sacarse el collar. En ese momento Abdel atacaría. Tenía que ser un golpe lo suficiente contundente para dejarlo fuera del juego, así que pasaron buen rato buscando un madero para poder golpearlo, el cual dejaron cerca.

Ensayaron varios escenarios, incluido que Santhony los haga pasar a la cabaña. La más nerviosa era Ariel, se llevaba constantemente la mano al collar y lo acariciaba, de seguro que esa princesa Lissaendra también moría de miedo por su futuro. Y tenían que ser rápidos, porque en cuanto Santhony entre a la mente de Ariel se enteraría que ella les contó todo a los demás y lo que planeaban hacer. Linet ni siquiera confiaba en que eso fuera a funcionar, tenía muchas dudas. Suponiendo que logren robar la pócima y no morir en el intento, aún quedaba enfrentar las consecuencias de sus actos.

Por buen rato todo se mantuvieron tranquilos. Los tritones cerca al bote, las sirenas escondidas cerca al dragón, y ellos tres parados ahí, esperando a la pócima. Así que cuando escucharon la puerta abrirse y vieron a Santhony salir con un frasco que contenía un extraño líquido adentro se quedaron paralizados. Tanto que habían ensayado para ese momento y de pronto no podían actuar. El hechicero lo había logrado, lo sabía por esa sonrisa llena de satisfacción y su andar altanero. El frasco estaba sellado, y parecía tratarse de un vidrio grueso. Ariel retrocedió, Linet notó que temblaba asustada otra vez. Santhony la miró solo a ella, y miró el collar. Estaba segura que en ese momento algo le estaba diciendo. Y que también estaba en su mente.

Lo supo en cuanto su sonrisa de satisfacción desapareció. Se quedó quieto y los miró incrédulo. Frunció el ceño. Y si, ya lo sabía. También el dragón despertó, Linet lo notó. La criatura abrió los ojos y se incorporó despacio, caminó hasta llegar al lado del hechicero. Estaba paralizada y convencida de que estaban perdidos. El hechicero ya lo sabía todo, y claro que iba a tomar represalias para salirse con la suya.

—Ustedes...— Fue lo único que salió de la boca de Santhony. Todo pasó rápido, las sirenas apenas si habían emergido y se disponían a empezar su canto, cuando el dragón atacó. Se quedó boquiabierta, porque esa criatura golpeó sin ninguna duda a su amo. Extendió las alas y le dio un golpe en la cabeza. Uno tan fuerte que lo tumbó al piso contra una roca. Linet soltó un grito de susto en cuanto lo vio caer, pero más aún cuando vio que por poco la pócima se destruye. Temió que Santhony se incorporara furioso, pero eso no pasó. El dragón había dejado al hechicero fuera del fuego. Los miró a todos, parecía muy seguro de sus acciones. Había escuchado de la inteligencia de los dragones, pero no imaginó que sería de esa manera. Con la misma ala que había golpeado a Santhony, empujó despacio la pócima, que rodó hasta dar con el pie de Abdel.

—¡Muévanse ya! —gritó Aurimar, y solo eso los hizo reaccionar.

—Mierda...—escuchó susurrar a Abdel, quién aún veía incrédulo toda la escena mientras sostenía la poción—. Ehhh... gracias... gracias, señor dragón... — Y para sorprenderla aún más, este negó con la cabeza.

—Creo que no le gusta ese nombre —murmuró Linet—. ¿Lizardo?— Y asintió, la criatura esa aprobó su nombre. Algo le decía que el muy desgraciado se estuvo haciendo el dormido todo el rato y escuchó su plan. Lo bueno fue que había decidido ayudarles, gracias a Luz eterna y todas las deidades de este mundo. Pero como ellos no reaccionaban y no salían de su asombro, el dragón rugió. Quería que se vayan, esa era la idea. Y solo entonces empezaron a correr hacia el bote. Ella tomó la mano de Ariel para ayudarla, mientras corrían la notó hacer un gesto de dolor, y también vio que intentaba contener las lágrimas. Había funcionado, casi de milagro cierto, pero estaban a salvo.

De un salto subieron todos al bote, los tritones los ayudaron a impulsarlo lejos de ahí. Pronto estuvieron de nuevo camino al río Orb con los tritones y sirenas tras ellos. Respiraban agitados, aún estaban asustados. Sabían que no habían ganado. Lograron escapar, pero se venía la parte más difícil. Librarse de la ira del hechicero.


No vamos a aceptarlo

No, no vamos a aceptarlo

No vamos a soportarlo más

Tenemos razón

Somos libres

Lucharemos

Y verás (*)

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(*) We're not gonna take it – Twisted sister

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Hello, hello, hello! Aprovechanda la temporada baja me paso de fresca y publico en la oficina xddd Estoy más aburrida que Silvyn sin drama, ayuda.

EL DRAGÓN SE LLAMA LIZARDO XD Gracias a quienes votaron para escoger su nombre, me encanta <3

Y bueno, los chicos ya tienen la pócima... ¿Qué pasará? ¿Qué misterio habrá? Puede ser mi gran noche... OK BASTA.

Y porfa, no olviden comentar y votar :( que últimamente me siento más ignorada que vizconde Eric en un debate :(

¡Hasta la semana que viene!



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