39.- Un bosque al que nadie debería ir

Ayer todos mis problemas parecían tan lejos

ahora es como si estuvieran aquí para quedarse

oh, creo en el ayer (*)

Estaba nerviosa, pero hacía lo posible por mantener la calma. Eso le había dicho Abdel, hasta Liss. Que tenía que actuar normal, como si nada malo hubiera sucedido en esos días.

Para Liss que su protector haya aparecido con vida en realidad era lo mejor del mundo. Sabía que, aunque estaban juntas todo el tiempo y compartían muchas cosas, igual la princesa se sentía sola. En el barco siempre le pareció que ellos dos se llevaban muy bien, además que Arnaud le había demostrado con una amenaza de muerte que estaba dispuesto a lo que sea por su princesa. Para Liss, ese hombre era casi como su padre, por eso se puso feliz al verlo entre la multitud aquel día. En cambio, para ella fue el terror.

Ariel pretendió olvidar la amenaza que Arnaud le dio en el barco, pero ver sus ojos locos aquel día, y sentir la fuerza de su agarre cuando intentó sacarla de la carroza, la convencieron de que iba a matarla. Estaba arruinada. Ese hombre sabía parte de la verdad y además le había contado a Eric, Abdel lo confirmó. El vizconde parecía amable y todo, pero no confiaba en él. Hasta la princesa se asustó cuando supo eso, y Liss aceptó que ya no les quedaba mucho tiempo.

Esa era la buena noticia, no tendría que fingir más. Después de la celebración por el día de la creación, llegó al fin el momento de partir hacia las montañas. Hacia el ducado de Carine, ahí estaba su castillo principal. La zona de Berbard era conocida por el bello paisaje de las montañas, el río, y porque mucha gente se dedicaba a la agricultura. En Berbard estaban los mejores campos de cultivo del reino, Carine se lo había contado.

La duquesa le había hablado del ducado durante la estancia en su castillo. Leyendas, costumbres, geografía, anécdotas de su vida ahí. Ariel había notado que, así como ella extrañaba el mar, Carine parecía extrañar Berbard. Solo estaba en su castillo de la ciudad por la temporada de celebraciones en el reino, pero quizá le gustaría pasar la mayoría del tiempo en casa. A Ariel le emocionaba saber que al fin conocería el hogar de Carine, ella hasta le había prometido llevarla a dar varios paseos a sitios que le encantarían. Lástima que eso no se iba a poder, porque huiría del castillo una vez llegaran. No podía pasar de esa noche, era lo que habían acordado.

Llevaban tres días de camino hacia el castillo de Carine, y el séquito era bastante grande. Grande y ostentoso, hasta Lissaendra que era una princesa estaba maravillada. Ariel ni siquiera imaginó que era posible que tanta gente se moviera a la vez y que además llevaran tantas cosas. No solo iban ella y Carine, también otras damas de la nobleza theodoriense. Y todas llevaban con ellas damas de honor, doncellas, siervos, carruajes, caballos, equipaje y otras cosas más cuyos nombres ni memorizar podía. Pero sin duda lo que más llamaba la atención era que la reina misma estaba presente, y solo por ella había mucha más gente de la esperada. El séquito de la reina tenía también soldados de la guardia real, caballeros, asesores y hasta cocineros. Sabía que solo se quedarían por unos días, así que no entendía por qué todo eso era necesario. La nobleza terrestre era muy extraña.

Se suponía que al regresar de esa especie de retiro femenino a las montañas se tendría que casar con Francis, cosa que no iba a pasar. Iba a huir de todo y de todos. A Liss le daba pena porque quizá nunca más vuelva a ver a Arnaud, y menos a Francis. Del príncipe se despidió con un beso en la mejilla, sabía que eso haría feliz a Liss, además que ella también pensó que iba a extrañar al hombre. Al coso hombre, como lo llamó alguna vez. Liss lloró en esa despedida. Sabía que en el fondo, y a pesar de todos los malentendidos, ella igual le tenía aprecio. O que lo quería, quizá se había enamorado. Una pena todo, pero las dos sabían que tenían que continuar.

El camino hacia las tierras de Carine era muy bonito. Bordeaban el río, y ella se preguntaba cómo sería nadar en esas aguas. En un momento siguieron por un sendero a través por las montañas, se veía todo el paisaje y era tan bello que se quedaba con la boca abierta. Le asustaba estar cada vez más lejos del mar, pero la visión de todo lo que ante sus ojos aparecía la dejaba tan maravillada que hasta se olvidaba de eso.

Más allá, siguiendo el río hacia el este, acababa el país de Theodoria y empezaba el bosque. Ahí tenía que ir. A lo lejos podía ver los árboles, a esa distancia parecían tan pequeños que no la asustaban. Pero sabía, porque Abdel le había contado, que muchos árboles eran enormes, antiguos y que había gente que construía sus casas en lo alto de estos. Así de grandes eran. El bosque era una zona libre, ahí había pequeñas aldeas, zonas y villas. Vivían pueblos sin reyes. Brujas. Hechiceros oscuros. Y Santhony Dulrá.

No sabía qué esperar del encuentro con ese hechicero, y temía. Liss también estaba asustada, de seguro era lo mismo para Erena y Aurimar. Hasta Linet andaba desconfiada, por eso se había ofrecido a escapar con ella. Todos temían, menos Abdel. ¿Por qué? No tenía idea, pero Liss decía que de seguro lo conocía muy bien para confiarse a ese punto. Y ojalá él tuviera razón.

Estaban cada vez más cerca del castillo, y Ariel giraba de a ratos a ver a Linet. Hacía lo posible por contenerse, Liss la regañaba cada que se daba la vuelta. Ella fingía que miraba el paisaje, pero lo único que quería era cruzar una mirada con su amada. Sonreírle, enrojecer, verla sonreír también. Alegrarse de tenerla tan cerca, disfrutar del latir emocionado de su corazón cuando se veían. Le alegraba mucho que Carine haya decidido llevarla a ella como su doncella, eso hacía más fáciles las cosas.

Pero ella no era la única que miraba a Linet de a ratos. La reina también. Eso era raro, y todo había empezado el día de la creación. Ariel seguía sorprendida después de ver la luz del templo, pero más porque esa vez Linet llegó de la nada y se quedó mirando a la reina como si nadie más existiera. Luego le entregó un cofre y se fue. Muy raro, rarísimo. Luego vería la forma de preguntarle.

—Ya falta poco —anunció Carine al notarla algo distraída—. Pronto podrá descansar como merece, princesa. Tendrá todo el día libre —ella asintió animada. De seguro que la duquesa se iba a poner muy feliz apenas llegaran al castillo, Ariel le sonrió...

Pero Carine no le correspondió la sonrisa. Apenas hizo una extraña mueca, un intento de sonrisa, y se giró para mirar al frente y seguir cabalgando. Así había estado todo el camino. Distraída, sin prestarle atención, evadiendo su mirada. Por eso Ariel estaba asustada, no podía evitarlo. Carine estaba enamorada de ella, y que cambie de pronto era demasiado raro. Ella no era así. Carine se hubiera pasado todo el viaje a su lado contándole cosas, buscando su compañía y propiciando momentos a solas con ella. Y aunque no debería sentirse así, le dolía.

"Me preocupa", le dijo a Liss mientras se aproximaban al castillo. "De seguro que Eric ya le contó todo y sabe de mí, por eso está así conmigo."

"Puede ser", contestó la princesa con cierto temor. "También la he notado distante, ya me dio miedo esto. ¿Crees que mande a apresarte o algo?"

"No, Carine nunca me haría daño", contestó ella sin dudarlo.

"¿Segura? Porque si ella sabe va a pensar que eres una impostora malvada, quizá las cosas cambien", le dijo nerviosa la princesa. Ese temor se le pegó, pero eso no era todo. Había algo más que no se atrevía a decirle a Lissaendra, porque ni ella sabía cómo explicarlo. Lo único que sabía era que no estaba bien sentirse así.

Anhelado la compañía y las atenciones de Carine como si la amara. Todo ese viaje se la pasó extrañando su risa, sus bromas. Su mirada intensa, dulce, enamorada. Le gustaba estar con Carine, y le dolía pensar que de pronto ella no la quería más después de enterarse que no era la princesa Lissaendra. No podía asegurar eso, pero le llenaba de temor. No quería perderla, y lo peor era que así tenía que ser porque iba a escapar. Irse sabiendo que ella podía odiarla por sus mentiras no era nada bonito.

Llegaron al fin al castillo. Abdel la ayudó a bajar y la escoltaría a su habitación. Todos los siervos que fueron asignados a ella como princesa la siguieron para llevar los baúles con ropa y preparar la habitación para ella. Antes de desaparecer por los pasillos rumbo a las habitaciones designadas intercambió una mirada con Linet. Se sonrieron, y se separaron de momento. Esa noche escaparían juntas, y eso era algo que la animaba mucho. No solo por la alegría de tener su compañía, sino por otro tipo de... cosas. De placeres. No sabía si tendría la oportunidad de estar a solas con ella otra vez, pero lo ansiaba mucho. Quería hacer cosas con ella, quería disfrutar.

"Cosas de lesbianas", se dijo con gracia y se rió internamente. Y pensar que hace un tiempo lo decía sin saber a qué se refería en realidad, sin darle la verdadera importancia. Ya se había enterado, y no podía evitar sonrojarse.

Los siervos no demoraron mucho en disponer su habitación, las doncellas prepararon un baño y ella se quedó ahí en el agua. Hizo una seña para despedir a las muchachas, quería quedarse a solas disfrutando de eso. Podría quedarse ahí por horas, lo necesitaba. Jamás sería lo mismo que estar en el mar, pero al menos le daba la ilusión. Se había quitado el collar un momento para relajarse, estaba por quedarse dormida en el agua, cuando escuchó que se abría la puerta de la estancia donde se encontraba. Ni siquiera tenía cómo cubrirse, así que solo se quedó quieta dentro de la bañera.

—¡Ah, por favor! Al menos avisa que andas de nudista —le soltó Abdel ni bien entró, se giró para no verla, hasta se cubrió los ojos con una mano—. Tenemos que hablar, Ariel, ¿puedes salir de la bañera? —ella asintió, aunque él no pudiera verla. Se puso de pie y cogió una manta que estaba cerca y se cubrió los pechos mientras se secaba un poco—. ¿Ya puedo...?— Abdel volvió a mirarla, se sacó la mano de los ojos apenas un segundo y una vez más se cubrió—. ¡La parte de abajo, Ariel! ¡Que esa no te la conocía! —reclamó, y ella no entendió tanta molestia, así que se puso la manta alrededor de la cintura. Abdel le dio unos segundos y se giró otra vez. Suspiró exasperado, se había rendido con ella—. En fin, el pecho ya lo conocía. Pero la idea es que te cubras toda.— Ariel asintió despacio y cogió otra manta para terminar de cubrirse, los humanos eran muy ridículos con eso de tapar el cuerpo.

En el mar nadie se ponía cosas encima ni ocultaba nada de su cuerpo, no había razón para eso. En la tierra todo estaba mal, todo lo escondían como si fuera malo. Eran sus cuerpos, ¿por qué los humanos se empeñaban tanto en cubrirse? Lo gracioso era que en el fondo sí les gustaba ver los cuerpos desnudos, lo anhelaban. Tan fácil que sería desnudarse como si nada y adiós problemas. Pensó que de seguro Liss se escandalizaría con ese pensamiento.

—Bien, hay algo que no te he comentado. No puedes andar tranquila por la vida enseñando tu desnudez a la gente, sobre todo a los hombres —ella asintió despacio. Pues siempre se desnudaba delante de las doncellas, ellas la ayudaban con la ropa y todo, ninguna se escandalizó como Abdel y quizá por eso pensó que no tenía nada de malo—. Y toma nota especialmente de esa parte. No todos los hombres son buenos, si otro hubiera entrado aquí y te hubieras mostrado así ante él lo tomaría como una provocación para...—se cortó, parecía buscar las palabras adecuadas—. Hacerte cosas malas, cosas que no quieres, te forzaría a eso. ¿Entiendes? —ella asintió. No quería que nadie le haga nada malo, y obedecería a Abdel. Él siempre la cuidaba—. Ariel, no todos los hombres son como Francis. Él será un princeso algo raro, pero es buena gente y no te tocaría ni un cabello sin tu permiso. O como yo, que ya me da igual que me enseñes tus cosas, pero prefiero que te cubras. Los hombres somos... bueno... queremos ponerla donde sea y como sea la mayoría del tiempo —explicó, y ella arqueó una ceja. No entendió eso—. Bah, olvídalo, que para eso no he venido. La cosa es simple, de esta habitación no sales hasta la noche, ¿estamos? —asintió de inmediato, era hora de hablar del plan de escape—. No tienes que preocuparte por nada, solo ponte algo cómodo, métete en la cama y avisaré que te sientes indispuesta, que quieres cenar en la habitación. Cuando todos estén durmiendo vendré por ti, Linet me acompañará.— Apenas escuchó eso sonrió. El plan de escape empezaba a ponerla ansiosa, emocionada también—. Sus compañeras la cubrirán, no será tan difícil. Nosotros nos encargaremos de la parte engorrosa, tú solo nos acompañas y listo, no tienes que hacer más. Quedarte en este cuarto, no hacer ruido. Y eso será todo.— La verdad todo sonaba muy fácil. Excepto por la parte en la que no quería quedarse en ese cuarto hasta el anochecer—. Bien, entonces vístete. Ve a la cama y yo me encargo del resto, rápido. En un momento empezará una fiesta de té o algo parecido, y si a la reina o a la duquesa se les da por venir acá a comprobar si es cierto que te sientes indispuesta es mejor que te encuentren metida en la actuación —asintió. Cumpliría el plan de Abdel. O al menos una parte de él.

Ariel se secó, se puso un camisón de dormir y se echó en la cama a esperar. Nadie fue a ver si en verdad se sentía indispuesta, y se suponía que eso estaba muy bien para los planes de Abdel. Pero eso a ella la entristeció. Cuando se sentía mal Carine siempre iba a verla, insistía y no se movía hasta que la dejaban pasar a comprobar su estado. Estaba en su castillo y ni había mandado a preguntar por ella, mucho menos se había asomado. Se puso de nuevo el collar para no sentirse sola y le contó a Liss de los planes, ella tampoco era la más animada. Sabían que tenían que irse, pero ambas sentían que aún había cosas pendientes en esa fantasía de vida que se inventaron. Lissaendra le comentó que le hubiera gustado dejar una carta para Arnaud, que ella pudo escribirla. Aunque no sabía cómo escribir un texto largo, eso hubiera estado muy difícil.

Por su lado, Ariel sabía bien cuál era el pendiente que tenía que resolver antes de irse para siempre. No tenía nada que ver con Francis, de él ya se había despedido, y además estaba segura que el príncipe sería mucho más feliz sin ella. Su asunto era con Carine. No quería irse sin despedirse de ella, y seguro que Abdel se iba a molestar mucho cuando se entere de lo que pensaba hacer. Por eso esperó hasta que sea de noche, y hasta se quitó un momento el collar de la princesa para que no le reproche. Se puso una bata de dormir, buscó el cuaderno y el coso para escribir que le regaló Carine. Con mucho dolor empezó a caminar fuera de la habitación. En la estancia exterior estaban dos doncellas, ni bien la vieron hicieron una inclinación y esperaron sus órdenes. No sabía cómo ordenarles algo, no se acostumbró nunca a eso. Era Abdel el que se encargaba de todo aquel asunto, ella solo fingía que era la que mandaba. Así que cogió abrió el cuadernillo y escribió lo que quería. "Carine".

—Alteza, ¿desea ver a la duquesa Berbard? —preguntó una doncella, y ella asintió de inmediato—. ¿Desea que le enviemos un mensaje? ¿Qué ella venga aquí? —negó, no podía recibir a Carine ahí y arriesgarse a que se quede justo cuando Abdel llegue para fugarse—. ¿Desea ir a verla? —asintió. Parecían algo temerosas, quizá no querían arriesgarse a que se haga daño en el camino, todas las personas a su servicio sabían de su problema para caminar.

—No se preocupe —le dijo la otra doncella—. Nosotras la llevaremos hasta allá.

Las tres salieron juntas de la habitación. Ariel se sostenía en el brazo de una de ellas, con Abdel y los demás se hacía la valiente para que no se preocupen tanto por ella, pero en ese momento ya no quería fingir. Seguía sintiendo los mil cuchillos en los pies a cada paso y lo que más le alegraba de acabar con esa farsa de la princesa Lissaendra era que quizá encontrarían solución para eso. Las doncellas la llevaron a paso lento hasta la zona del castillo donde se encontraban las estancias privadas de Carine. Ni bien la vieron los guardias avisaron de inmediato a una de las damas de compañía de la duquesa, y poco después la escoltaron adentro, uno de los guardias incluso se ofreció a llevarla cargada y ella aceptó porque era mejor acelerar todo eso.

Aparentemente esa fiesta de té de la que Abdel le habló ya había acabado y todas estabas en sus habitaciones, por eso encontró a Carine sola. Apenas la duquesa la vio notó su preocupación reflejada en su mirada. Ordenó que las dejen a solas y todos se fueron de inmediato. Ella hasta se veía algo nerviosa, quizá no se esperó que llegara ahí de pronto. Quizá no quería verla. Y pensar en eso le dio ganas de llorar, ¿por qué Carine ya no la quería más?

—¿Se siente bien, princesa? Escuché que estaba indispuesta. Lamento no haber podido ir a verla, soy la anfitriona de todo esto, y como comprenderá es difícil desprenderme de todos mis deberes para dedicarle todo el tiempo que se merece.— Para contestar a eso Ariel abrió el cuadernillo y buscó una hoja en blanco, y con la mano temblorosa empezó a escribir.

"¿Tú molesta con mí?", se lo mostró de inmediato y la quedó mirando fijo para apreciar su reacción con esas palabras. Quería comprobar que sus sospechas eran ciertas.

—¿Qué? ¡Oh no! ¿Cómo puede pensar en algo así? —respondió sorprendida, hasta un poco asustada. ¿De qué? ¿De que se haya dado cuenta de la verdad?—. No, querida, no estoy molesta para nada —agregó mientras se acercaba a ella. Tal como solía hacerlo antes, se arrodilló frente a ella para poder hablarle mejor. Para poder estar más cerca y mirarla a los ojos—. Es solo que he tenido algunos inconvenientes, cosas mías, no quiero abrumarte con mis problemas. Tengo muchas cosas en las que pensar, eso me tiene un poco preocupada, pero es todo. No eres culpable de nada, y lamento que mi pésimo humor te haya hecho sentir incómoda —le dijo con culpa. Así que era eso, problemas de la nobleza y nada más. Quiso creerle, no le quedaba de otra. Para darle calma, Ariel acarició despacio su mejilla, no quería que ella se sienta culpable. Y ese gesto, aunque simple y quizá un poco tierno, ablandó a la duquesa de inmediato. La notó enrojecer y sonreír un poco. Carine notó la mano que acarició su mejilla y la besó despacio—. Perdóname por no dedicarte el tiempo que mereces, amor mío. A partir de ahora soy toda tuya —tragó saliva. Ay... no debió ir hasta allá a solas. Quizá eso no iba a terminar bien—. Calma, mi cielo —le dijo despacio al notar su repentino temor—. Nunca te he hecho daño, nunca lo haré. Quiero que sepas eso. También sé y he aceptado que amas a Linet. Admito que eso me entristece, ¿pero qué puedo hacer? En el corazón no se manda, eso lo sabemos bien tú y yo. Tú, porque has escogido amar a una mujer tan lejana a ti cuando tienes deberes que cumplir con un príncipe. Yo, porque entregué mi alma a una mujer que nunca sería mía, no solo porque se casaría con mi primo, sino porque puso el corazón en manos de otra. Así son las cosas entre tú y yo —la notó tan triste al decir eso que hasta sintió que se le rompía el corazón. Cada una de sus palabras eran ciertas, ella ni siquiera estaba segura que lo suyo con Linet terminaría bien. Las dos tenían amores prohibidos y sufrían por eso. A ella le dolía hacer sufrir a Carine, sentía tristeza de tener que partir esa noche y dejarla atrás para siempre. Pero quizá así era mejor, porque eso no las llevaría a nada ninguna de las dos. Carine amándola sin poder tenerla, ella anhelando su compañía sin poder darle amor. Parecía hasta un juego malvado que no quería jugar—. No vas a llorar, ¿verdad? Porque en cuanto lo haces siento que se me desgarra el alma —confesó Carine, y Ariel se esforzó por contenerse. Se restregó los ojos e intentó sonreír. Si esa era la última vez que iban a verse quería que al menos fueran felices un rato—. Así me gusta verte. Eres preciosa así. En realidad, lo eres todo el tiempo —admitió Carine, ella también sonreía en ese momento. Pero ya tenía que irse, era mejor volver a la habitación para no arruinar el plan. Al parecer Carine no sabía nada sobre lo que dijo Arnaud, y si lo sabía no le importaba, no había dejado de quererla y no la odiaba de pronto. Eso era suficiente, ya podía irse. Y que la recuerde así, sonriente y feliz con su compañía.

A modo de despedida, Ariel se acercó para darle un beso en la mejilla. Fue uno largo y tierno, ella nunca se había acercado a darle un beso a Carine, siempre fue la duquesa quien tomó la iniciativa. Pero cuando quiso apartarse, ella no la dejó. Antes le dijo que nunca haría nada que ella no quisiera, pero quizá siempre deseó eso y Carine lo intuyó. Cerró los ojos cuando sintió los labios de Carine sobre los suyos, acariciándolos despacio, como si los adorara. Un beso tímido al principio, uno que luego fue tan intenso que la hizo temblar. Cuando se separaron las dos tenían las mejillas rojas, y sus labios aún anhelaban más. Por un instante le pareció ver a Carine arrepentida, temerosa de su reacción. Pero Ariel se inclinó a darle otro beso, uno más suave y lento. Estuvieron así buen rato. Esa sí era la despedida.


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Se había quedado dormida de tanto esperar a Abdel, y cuando al fin llegó era de madrugada. Estaba tan cansada y somnolienta que la tuvo que ayudar a ponerse un vestido más cómodo para poder escapar. Cogieron algunas joyas y un abrigo, no podían llevar más. La princesa no dijo nada mientras Abdel la llevaba cargada hacia algún lugar del castillo, para ella todo estaba en orden. Lissaendra no sabía lo que pasó con Carine. Y tampoco sabía que le gustó. Felizmente que esa fue la despedida, porque no podía volver a verla después de eso. Ni siquiera sabía cómo iba a mirar a Linet sin que se le cayera la cara de vergüenza y culpa. ¿Cómo fue capaz de hacerle algo así a su amada? ¿Cómo podía amar a Linet, pero desear los besos de Carine? Eso no podía estar bien, tenía que parar. No podía enamorarse de dos humanas cuando la idea era volver al mar.

Salieron al fin del castillo, vio a lo lejos dos caballos y reconoció a Linet. La culpa la invadió en cuanto la vio, y se volvió más intenso cuando ella misma se acercó corriendo a hacerle el encuentro. Abdel la dejó de pie un momento mientras iba por los caballos, en realidad quiso darles al menos un instante de privacidad. Linet la cogió de las mejillas y la besó, ella la abrazó y correspondió a ese beso que tan feliz la hacía. Pensó que quizá tenía que decirle la verdad, no quería ocultarle cosas. Y entonces recordó algo. Había olvidado el cuadernillo y la tinta sobre la mesa de noche. Ya era muy tarde para volver, pero sintió el verdadero terror en ese momento. Había escrito su nombre muchas veces ahí, había practicado con frases sobre las sirenas, Linet y Aquaea. Si alguien leía eso lo que dijo Arnaud sería confirmado.

—¿Estás bien? —le preguntó Linet preocupada al notar que de pronto se había puesto muy nerviosa. Ella negó con la cabeza, ni siquiera sabía cómo explicarlo. "Liss, por favor. Dile a Abdel, dile que se me olvidó el cuadernillo, ¡qué idiota soy!", se dijo al borde de las lágrimas. Se sintió muy tonta de pronto, por culpa del sueño olvidó algo importante que la ponía en riesgo. Nunca podía hacer nada bien, siempre tenía que arruinarlo todo con alguna de sus estupideces. Primero con la Bruja, luego metiéndose con Carine, y por último dejando en el castillo toda la evidencia de su identidad. Estúpida era decir poco—. Tranquila, tranquila. No pasa nada —le dijo Linet y la abrazó para calmarla al notarla tan inquieta—. Todo va a salir bien, ya estamos fuera, no tienes que volver a ese lugar. Ya no tengas miedo.

—¿Qué pasa? —preguntó Abdel al notar el alboroto. De inmediato Ariel se quitó el collar y se lo tendió para que Lissaendra le pueda explicar todo. El hombre estaba escuchando todo el drama en silencio y asentía despacio, hasta le notó el gesto de preocupación. Se quitó el collar y se lo devolvió, Linet los miraba preocupada a ambos, esperando respuestas—. Pues se ha olvidado el cuaderno donde escribía, hay cosas que la ponen en evidencia ahí. Que si, es preocupante, pero igual no vas a volver a ser Lissaendra de Albyssini, ya no tienes que fingir más. No hay forma de que volvamos, eso me incluye.

—Oh... ya veo —murmuró Linet—. Entiendo tu miedo, Ariel. Pero Abdel tiene razón. Ya no vas a volver, en cambio yo... yo si —admitió, y aunque Ariel sospechó que sería así, igual la miró sorprendida—. Tengo que hacerlo, es mi deber. Sabes a lo que me refiero —le dijo mientras la miraba, y ella asintió—. A... bueno... lo que yo...

—Si, si. Que eres una escogida del Dán, tengo el chisme completo, no tienes que guardarte nada —le dijo Abdel despreocupado—. Supongo que tienes que hacer algo de escogida que no puedes explicarnos.

—Ajá...—murmuró Linet. Entendía que no pueda contarles más, y tampoco iba a culparla por eso. Era lo que tenía que hacer, y no le quedaba otra que aceptarlo.

—Bueno, supongo que lograrás que te perdonen por robarte este caballo y desaparecer varios días. Pero nosotros tenemos que irnos ya, porque Ariel está jodida por todos lados. Ella ya no tiene alternativa, ese cuadernillo ha sido el remate —se sintió aún peor, pero sabía que era cierto. Solo le quedaba ir al bosque e intentar volver al mar. Casarse con el príncipe ya no era posible, tenía que encontrar la solución para no morir.

—Si, lo entiendo —contestó Linet. Al notarla más tranquila le dio un beso en la frente y la rodeó con un brazo—. ¿Y cuál es el plan? ¿Qué ruta tomaremos?

—Directo al bosque, tomaremos una ruta alterna. Luego a una canoa, iremos navegando río arriba hasta llegar a nuestro destino.

—¿Es muy lejos? Quiero decir, ¿ese Santhony vive en alguno de los centros de magia o en lo profundo del bosque?

—Oh no, él tiene su guarida principal en una zona casi segura.

—¿Casi segura?

—Ya sabes, Linet. El bosque no es un sitio seguro para nadie, hay que saber cómo cruzarlo y no internarse mucho si no eres de ahí. Si te soy sincero, nunca he pasado los límites, cuando negocio con algunos hechiceros de la zona son con los que salen de los centros de magia y sus aldeas, no sé lo que pueda pasarme si voy más allá.

—Claro, lo entiendo.— Eso le hizo recordar a Ariel las zonas prohibidas del mar. Ella y Erena habían explorado sitios permitidos y algunos no tan seguros. Pero no tenía idea qué había en el este. O en lo profundo del zócalo. Sabía que en algún lugar más allá del este había peligros. Le hablaron de calamares gigantes, de monstruos marinos, de tiburones enormes y ballenas asesinas. Por eso ni los tritones iban ahí, es más, ni siquiera se acercaban un poco a la guarida de la Bruja del mar. En el mar había sitios de miedo a los que no se podía ir, y en la tierra también. Ojalá no se estuvieran arriesgando mucho.

—¿Nunca has estado en el bosque, Linet? Sé que del lado de Aucari hay una extensión de él.

—Apenas la entrada. Nunca logré ir más allá, decían que no era seguro —admitió ella.

—Entonces disfruta tu primera vez.... Bien, eso sonó horrible —dijo y se le escapó una risita. Ella, como siempre, no entendía nada—. Solo voy a darles un consejo para sobrevivir en el bosque. No cojan los frutos de los árboles por más tentadores que se vean, sobre todo en lugares donde no hay nadie cerca. La única comida confiable es la que venden en aldeas humanas, y la que llevo yo. ¿Quedó claro?— Ambas asintieron. Ojalá Abdel les dijera la razón, ¿por qué no podían coger nada? Qué raro era.

—Pues andando, apenas se den cuenta que no está la princesa puede seguirnos la guardia real —advirtió Linet—. Sé que no se atreverían a entrar en lo profundo, pero la búsqueda será intensa. Theodoria se meterá en un gran problema luego de perder a la princesa, van a tener que inventar una buena excusa para el reino de Albyssini y evitar que las cosas se pongan turbias.

—Algo se les ocurrirá, y de seguro el vizconde Eric estará encantado de presentar a Arnaud como testigo para zafar del problema. Solo bastará decir que todo el tiempo se trató de una impostora que huyó cuando se vio en evidencia —respondió Abdel despreocupado, y aun así se notaba la antipatía que sentía por Eric. Desde esa vez que discutieron en el templo de la Diosa se llevaban terrible, se notaba la tensión entre ellos. Eric parecía intocable, y Abdel tenía que comportarse en su delante por más que lo detestara.

—¿Te parece que el vizconde Eric es una mala persona? ¿Qué sería capaz de ofrecerse para buscar a Ariel donde sea con tal de obtener evidencia? Como si fuera una cacería... —dijo Linet con preocupación, pero Abdel se apresuró a negar.

—Puede que lo piense, pero dudo que pase. Él hará lo que Carine quiera, y no creo que ella se preste para algo como eso. Además, si el tipejo ese intenta algo como venir hasta aquí se las tendrá que ver conmigo en el bosque, y créanme que no se la dejaré nada fácil. Sé que él estaría encantado de tenerme a solas y de someterme, es lo que quiere hacer desde que me vio.

—¿A qué te refieres exactamente? ¿Tanto te odia? —le preguntó Linet, y ella miraba fijo a Abdel. También quería saber.

—No me odia, cree que me odia o finge que lo hace para acabar convenciéndose de eso.

—Disculpa, no te estoy entendiendo.

—Pues que el vizconde me quiere dar vuelta y ya, así de simple.— Ariel abrió la boca con sorpresa. Dar vuelta como pollo a la brasa, así como Carine quería hacer con ella. O como ella y Linet hicieron hace unos días. O algo así. Estaba en verdad sorprendida, no tenía idea de que Eric le gustaba Abdel, o mejor dicho, que los hombres también se gustaran así como lo hacían las mujeres. ¿Y cómo lo hacían los hombres? ¿Por dónde?

—Ahhh... bueno. Ya entendí —dijo Linet, y parecía un poco avergonzada de escuchar eso.

—En marcha, ya veremos qué pasa. Que se las arreglen como puedan, nosotros tenemos que salvar a Ariel.— Aún confundidas por esa revelación, las dos asintieron y subieron al caballo. Abdel la ayudó a montar, iría con ella en el caballo. Linet cabalgaría sola, ojalá luego pudieran intercambiar lugares e ir con ella, ojalá...

"Ariel... ¿Tú también estás pensando en eso?", la voz de Liss interrumpió sus pensamientos de pronto, a Ariel se le escapó un respingo.

"¿Qué cosa, Liss?"

"Eso de Abdel y Eric..."

"Ahhh... ¿De cómo hacen los hombres para darse vuelta?"

"Si, bueno... eso", admitió Liss avergonzada.

"¿Harán algo con sus penes?"

"¡Ariel! Mejor ya no hablemos de esas cosas, me da miedo."

"Como quieras...", se dijo conteniendo la risa. Liss ya no se escandalizaba tanto como antes, pero en el fondo seguía siendo la misma, y eso de a ratos le causaba mucha gracia. Lo que sí pensó fue que quizá, así como no estaba bien visto que dos mujeres estén juntas, tampoco era aceptable que dos hombres se quieran. Ariel había pensado mucho en eso durante sus días en tierra. Si las mujeres podían amarse, y de pronto se enteraba que pasaba lo mismo con los hombres, ¿por qué lo prohibían? ¿Por qué tenían que esconderse? Nunca le contraría sentido a eso, a obligar a los demás a esconder sus sentimientos y deseos solo porque creían que era malo.

Cabalgaron por horas, solo se detuvieron poco después del amanecer para comer algo y estirar las piernas, luego continuaron hasta acercarse a un puerto en el río. Habían entrado al bosque hace buen rato y Ariel miraba todo con una mezcla de fascinación y temor. Los árboles eran altos y bellos, había sitios en los que cubrían todo y no se podía ver el sol. Se cruzaron con algunas personas en el camino, Abdel les explicó que ellos seguían la ruta tradicional que unía Umbralia con el resto del continente, pero que se apartarían para que no los encuentren. Conforme fue pasando el tiempo se le fue el miedo, porque no estaba pasando nada raro. Solo eran árboles, se cruzaban con gente a caballo de a ratos, y nada más.

Del puerto al que llegaron salían varias barcazas. A nadie se le hizo sospechoso verlos, tampoco preguntaron nada cuando Abdel pagó por la barca y las tres subieron. Ariel estaba encantada con ese río. Eran grande, profundo y tenía esos suculentos peces que una vez le invitó Abdel. Carine le contó leyendas de sirenas de río, de delfines rosados, de los cuentos sobre estos transformándose en humanos para raptar gente y llevarlos a las profundidades del río, donde existía un mundo acuático del que nadie volvía. Cierto o no, estar rodeada de tanta agua ayudaba a tranquilizarla. Y lo mejor era que se sabía cada vez más lejos de Theodoria y todo el drama que dejó ahí.

Navegaron todo el día y parte de la noche, hasta que tuvieron que acercarse a la orilla y descansar. Lo que más le gustó de esa noche fue que durmió al lado de Linet, la última vez que pasó eso fue en el templo de la Diosa, cuando ella estuvo a su cuidado. Se besaban de a ratos, acariciaban sus rostros también. A la mañana siguiente ambas despertaron más animadas y sonrientes, subieron de nuevo a la barca y continuaron el camino. Abdel le explicó que Erena, y quizá Aurimar con ella, estaban en camino. Lo sabía porque Erena tenía poder sobre él gracias al dije que tenía puesto, así que podía rastrearlo por el río. Él también podía percibir eso, así que le dijo eso para confortarla. Funcionó, porque saber que pronto vería a su amiga la animó bastante, ya quería que todas se encontraran.

Casi al mediodía se desviaron del río principal hacia un afluente, explicó Abdel. Este era un poco más estrecho que el río Orb, y se llamaba río Aenor. Después de buen rato de navegar por ahí, Abdel tomó otro desvío. Este era mucho más estrecho y por ahí sí fueron navegando despacio. Hasta que al fin se detuvieron y pisaron tierra firme. Todo ese sitio estaba inundado, pero no era lo suficiente profundo para que entraran con la barcaza. Había un sendero que las llevaría hasta Santhony.

Con lo entretenida que había estado todo el camino apenas recordó que el peligro se acercaba. O que ella se acercaba al peligro, todo dependía de ese momento. Abdel iba por delante, Linet y ella una al lado de la otra. El sendero las llevaba hacia una hermosa cabaña que logró ver al fondo. Por ese lado había otro riachuelo, hasta había un puente de madera muy lindo. La cabaña estaba rodeada de árboles más pequeños, todos con frutos rojos y...

Manzana. Ariel pasó junto a un árbol que tenía solo una manzana. Una grande, roja como la sangre, y hermosa. La miró fijo y se detuvo. Quería comérsela. Sin decir nada la cogió y se lamió los labios. Hasta Liss en su mente le dijo que le dé un mordisco. Sin pensarlo más abrió la boca para comer, pero sintió que le daba un manotazo que acabó por echar la manzana al piso. Había llegado Abdel, y de una patada echó la manzana a un lado. La miró serio, y entonces ella recordó sus palabras.

—¿Qué te dije sobre coger frutos del bosque? —le soltó molesto—. ¿Y tú no la vigilas o qué? —le reclamó también a Linet—. Los hechiceros oscuros dejan frutos embrujados en el bosque solo por molestar, lo hacen para ver caer a los hambrientos y desesperados en desgracia. Y esta manzana tan roja y suculenta solo puede ser obra de....

No completó la frase, porque algo los interrumpió. Un rugido o algo así. Un sonido extraño y a la vez aterrador que venía del cielo. Sintieron un fuerte viento, porque algo lo provocaba. Y al elevar la mirada por poco Ariel se cae de espaldas. Ahí en el cielo había un dragón, y no solo eso. Un hombre estaba montado sobre este. El dragón y el hombre empezaron a descender, y ella corrió a esconderse detrás de Abdel, ni siquiera le dolieron las piernas cuando hizo eso. Linet se había quedado paralizada, no fue capaz de apartarse de la sorpresa.

Ariel había visto ilustraciones de dragones en los libros de Carine. Se sabía que esos seres solo podían ser domados y montados por la raza de los sangre de dragón, aquellos que vivían en el continente sureño de Ettacari. Y que nadie en mucho tiempo había visto dragones. Pero ella tenía uno al frente, era igual a los de los dibujos. Solo que no era tan grande como esos, quizá era un bebé dragón o algo así. Igual eso no importaba, porque aquello la asustaba demasiado. Sus escamas eran gruesas y de un rojo oscuro, tenía también algunas escamas negras. El dragón volvió a rugir una vez llegó al piso, y el hombre aquel le acarició la cabeza.

—¿Te gusta mi nuevo bebé, Abdelito querido?

—Déjame ver si entendí. Les robaste a un sangre de dragón, ¿es eso? ¿Qué te pasa a ti? ¿Y en qué momento pasó esto? —le reclamó Abdel con molestia. Linet y ella miraban al hombre con atención. Parecía joven, y vestía todo de negro. Un pantalón y una camisa, pero también llevaba algunos adornos de oro. Tenía el cabello rojo y rizado, se parecía al de ella.

—No, me robé un huevo de dragón que es muy diferente. Yo lo he visto nacer, así que es mío, lo controlo con magia mental. Pero obviando esos detalles, ¿qué te parece? Está hermoso, ¿cierto? —decía sonriente—. Crece tan rápido, me siento orgulloso. Como sea, tengo un problema con él. Solo le digo "dragón", pero tengo una intensa duda sobre el nombre que le daré. He pensado en "Pasión", por el rojo intenso. O "Lizardo", para no hacerme drama. ¿Qué dicen las guapas mujeres aquí presentes? ¿Pasión o Lizardo? Te cedo la palabra, rubia —le dijo a Linet. Ella seguía asombrada y no fue capaz de contestar nada por varios segundos.

—Ahh... pues... yo....—titubeó ella.

—De verdad que ahora sí te pasaste de estúpido —le reclamó Abdel cruzándose de brazos—. ¿Si sabes que los sangre de dragón y estas criaturas son seres en peligro de extinción? Pero no, el señor tiene que ir y robar un huevo porque le da la puta gana. Mátate, en serio.— El hombre del dragón solo respondió con una fuerte risa, ni siquiera se lo tomó en serio.

—¿Y bien? ¿Algunas de las dos damas ya decidió el nombre para mi dragón? —insistió él.

"Ariel, este es Santhony", afirmó de inmediato Liss en su cabeza, y sonó bastante asustada. "No me gusta, parece malvado, viste de negro para adorar a Oscuridad perpetua. Vámonos de aquí, no quiero..."

"No lo sé, Liss. Yo..."

"¿Qué dices tú, cielo?", preguntó alguien. Una voz masculina sonó en su cabeza, y ambas princesas gritaron internamente. Liss estaba aterrorizada, y ella dio un salto hacia atrás. Miró al hombre del dragón. A Santhony. Era él, se había metido a su cabeza con magia mental. "Vaya, vaya... Abdel me había contado que no hablabas, no que tenías un enlace mental con otra persona que está aquí en este momento..."

"No, yo... es que no...", ya no sabía qué decirle. Estaba muerta de nervios mientras Santhony la miraba con una sonrisa desde su dragón. La miró a ella, miró el collar. Ya lo sabía.

"Cielo, nos vamos a divertir mucho tú y yo", afirmó el hechicero. Ella también quería huir en ese momento. Había algo de siniestro en él. Mucho, en realidad.


Ayer el amor era un juego tan fácil

ahora necesito un lugar donde esconderme

oh, creo en el ayer (*)

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(*) Yesterday – The Beatles

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¡Hola, hola! Lamento la demora, todo el día la señal ha estado terrible, no podía hacer nada desde la lap top. También la edición de hoy debe estar hasta las huevas porque #resaca, la mala vida me persigue xddd 

En fin... ¡Un capítulo para el team Cariniel! <3 ¿Tuvieron la despedida que merecían? ¿Carine se quedará tranquila después de lo que pasó? ¿KHA ESTÁ PASANDA ACÁ? Lo sabrán pronto, en la parte 5 de la historia. Porque ahora...

Ya llegó el Santhony aka secuestra huevos aka el mayor enemigo de los sangre de dragón aka el siempre fancy nunca infancy aka el que nunca muere y siempre jode XD

En fin, que acá lo importante es ponerle nombre al dragón. Santhony y yo compartimos esta duda mortal y necesitamos ayuda.

¿Qué dicen? Pasión o Lizardo

Les dejo la votación, no me decepcionen xddd

¡Hasta la semana que viene!




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