27.- Un espíritu llamado Annorah

No quiero lastimar a nadie

No disfruto lastimar a nadie

No me gustan las bombas, ni las sillas eléctricas

Pero a veces la gente simplemente no escucha

Así que tengo que usar persuasión... (*)

—¡Ya cierra la boca, idiota! —le gritó Erena molesta. Habían discutido todo el día, incluso mientras nadaban. La cosa no cambió cuando salieron a la superficie, fue todo lo contrario. En el océano al menos el sonido de las voces no era real, ahí en cambio se escuchaba todo con claridad y fuerza, sentía que la cabeza le iba a explotar.

—¡No me voy a callar hasta que me dejes hablar, pedazo de estúpida! ¿Qué te has creído tú, eh? No vas a venir a tratarme como te dé la gana, Erena —le reclamó furiosa Aurimar. Estaban gritándose frente a frente, Erena hasta pensó que en cualquier momento le daría un fuerte golpe con la cola y ahí si van a pelear muy en serio.

—¡Claro que eres una estúpida! ¿Acaso no escuchaste nada de lo que te dije? ¡Todos los malditos tratos con esa infeliz terminan mal! ¡Es que decirte estúpida es quedarse corto! ¡Es un insulto para los estúpidos!

—¡Mira quién habla! ¡La primera en caer en su trampa!— Erena abrió la boca sorprendida, esa idiota le quería dar un golpe bajo.

—No vayas por ese lado. Yo no sabía a lo que me enfrentaba, tú lo tenías muy claro.

—¡Por supuesto que lo tengo claro!

—¿Entonces te hiciste la estúpida a propósito o qué?

—Si me dejas explicarte...

—¿Qué me vas a explicar, Aurimar? ¿Lo idiota que eres? ¿Te dieron un golpe en la cabeza y te dejaron estúpida o qué te pasó?

—¡Que me dejes hablar, Erena!

—¡No voy a aceptar tus excusas!

—No las pondré —Erena abrió la boca para responder, pero alguien más se le adelantó. Abdel carraspeó la garganta para interrumpir. Las dos se giraron a la vez. Hace apenas unos minutos que habían llegado y el hombre estaba sentado en una roca a la orilla de aquella isla donde solían encontrarse. Ni siquiera pudo saludarlo, porque apenas salieron a la superficie empezaron los insultos entre las dos. Por un instante hasta se olvidó de él, pero por su mirada y esos brazos cruzados diría que estaba bastante irritado.

—¿Hola? Estoy aquí —les dijo con molestia. Aurimar lo quedó mirando fijo, él hizo lo mismo.

—Así que este es el humano que amas —dijo ella sin dejar de mirar a Abdel. La respuesta era obvia, pero Erena no quiso decir nada. Se le hacía muy incómoda esa situación—. No se ve mal, quiero decir, al menos luce saludable.

—Aurimar, por supuesto —le dijo él muy seguro mientras mantenía su postura seria. Parecía muy celoso en ese momento—. Tu hermana es más linda —le soltó el idiota ese. Claro que estaba celoso.

—¿Mi hermana?

—Ariel.— La sirena lo miró sorprendida y se acercó un poco más a la roca para hablar con él.

—¿Qué sabes de Ariel? ¿Dónde está ella ahora? —preguntó con interés.

—Abdel cuida de Ariel en la tierra por orden mía —le explicó Erena—. Y ya te lo dije, ahora mismo está a salvo en Theodoria.

—Te lo agradezco —le dijo Aurimar con bastante sinceridad. Abdel solo la miró en silencio y asintió despacio.

—Como sea, supongo que no me mandaste a llamar para que vea cómo sacas los trapos al aire con tu ex amante. O las escamas al aire, en este caso.

—¿Le has contado todo de nosotras? ¿A este extraño? —le reclamó Aurimar. Ella ya ni sabía qué cara poner, de lo único que sentía deseos era de salir nadando de ahí. Tener a esos dos juntos no era bueno para su salud.

—A ver, sirena. Extraño no soy, y muy difícil deducir lo de ustedes no es —contestó Abdel molesto. Y luego la miró a ella—. Dijiste que no pasaba nada con Aurimar.

—¡Y es la verdad! —se defendió Erena, ya hasta se estaba poniendo nerviosa—. Ni siquiera deberías estar aquí, Aurimar. El trato que has hecho es problema tuyo, no tenías que seguirme. No sé qué pretendes, pero no pienso mover ni un dedo para ayudarte. Y aunque quisiera, ella no me dejaría.

—Ya sé, idiota. Ya sé —contestó Aurimar con molestia—. Solo estoy tratando de explicarte mis motivos y no haces más que callarme con insultos.

—Te los mereces, ¿a qué clase de estúpida se le ocurre hacer tratos con la Bruja?

—Ehhh.... Yo podría responder eso, pero no va a gustarte —le dijo Abdel.

—¡Tú no te metas! —le gritó ella—. Y tú —dijo dirigiéndose a Aurimar—, será mejor que te ahorres las excusas.

—¡No son excusas! ¡Lo hice para salvar a mi hermana!

—No vas a conseguir nada. Lo único que tienes ahora es una historia que no te ayudará y un trato para conseguir el tridente de tu padre.

—¿El tridente del rey Tritón? ¿Qué? ¿En serio? —preguntaba Abdel incrédulo—. Sí que se puso intensa la cosa...

—No imaginé que ella fuera...— Aurimar no fue capaz de completar la frase, solo suspiró. Quizá estaba convencida de haber hecho lo correcto al arriesgarse, pero ya tenía claras las consecuencias y lo que podía pasar. Eso podría aterrorizar a cualquiera.

—Ahora ya sabes con quién te has metido. Debiste escucharme.— La princesa no contestó. Solo la miró a los ojos unos segundos antes de apartar la mirada. En realidad, ahora las dos tenían claro con quién trataban. Y sus oscuros planes.

La Bruja no tardó en empezar a cumplir una parte del trato que hizo con Aurimar. Ella le pidió la verdad de todo, y la Bruja se la iba a dar completa. O al menos la parte que les interesaba. La Bruja sabía que ellas jamás podrían hacerle daño, no estaban a su altura, no podrían detenerla aunque quisieran. Además, esa historia hasta le favorecía. A Erena ya no podía engañarla, disfrutó mucho contarle esas cosas a Aurimar porque le gustaba jugar el papel de víctima.

—¿Ha escuchado hablar de la era de los espíritus, princesa? —le preguntó la Bruja poco después de llegar al acuerdo con Aurimar. Para ese momento la Bruja ya había anulado el hechizo que la mantuvo inmovilizada durante la negociación con la princesa. Apenas Aurimar se dio cuenta de eso se acercó a ella y se mantuvo a su lado. Las dos se quedaron quietas sin saber bien qué iba a contar la Bruja.

—Algo —murmuró Auri—. Cuentan que fue hace muchos años, tantos que ya no se tiene memoria de aquel entonces.

—Bueno, yo no diría eso. Quizá aquí en el mar sea inexacto, pero la civilización terrestre lo tiene bastante claro. Si, princesa, fue hace mucho. Justo después de que Luz eterna pasara largos años creando este mundo.

—Eso he escuchado —contestó Aurimar—. Que en ese entonces Luz eterna creo a Madre de la tierra y Padre del cielo.

—Si.— La Bruja se acercó despacio a ellas. Sonreía de lado con malicia—. Y cuando la creadora vio que este mundo era bueno, abrió una brecha entre su plano y este. Entre Xanardul y el plano de los espíritus. De ahí llegó la Diosa del mar, por ejemplo. ¿Sabías eso?

—Sé que la Diosa no es de nuestro mundo, y que hubo un tiempo en que vivió libre por los mares y Xanardul.

—Pues sí, eso es verdad. Pero las cosas empeoraron hacia el final de la era de los espíritus. En aquel tiempo vivíamos libres por donde queríamos, pero cuando Luz eterna cerró la brecha que conectada su mundo con este, todo cambió. Unos tuvieron la suerte de regresar. Otros nos quedamos atrapados... Para siempre.— Su expresión había cambiado. La voz de la Bruja sonó fría, su semblante sombrío la dejó paralizada. Hasta Aurimar mostró temor en ese momento.

—¿Qué? ¿Qué quieres de... decir con eso? ¿Qué... significa?— Aurimar titubeaba. A esas alturas de seguro que había captado la verdad en las palabras de la Bruja, solo que no lo quiso aceptar. No todos los días hacías un trato con un espíritu ancestral atrapado en un cuerpo físico.

—Hubo una vez un bello espíritu llamado Annorah —le dijo la Bruja sonriendo de lado. Y, por increíble que pareciera, fue una sonrisa triste. Con la magia de sus manos formó una silueta gris. Esa era Annorah. Una versión más grande y hermosa de ella misma—. Ella existía. Existió desde siempre en su mundo, sin saber cuándo nació o si tendría un fin. De pronto otro espíritu le habló. Ella lo conocía, porque a veces tomaba forma de las cosas que a Annorah le agradaban. Quizá era que Annorah guardaba hacia él lo que los mortales llaman amor.

—¿Quién era él? —preguntó con interés la princesa.

Sin forma lo conocen, es la voz de otros tiempos —dijo con voz cantarina, imitando un poema humano que Erena escuchó una vez. Entonces Aurimar contuvo un grito de sorpresa. No había criatura viva en Xanardul que no supiera a quién se refería.

—El Dán —contestó Auri, y la Bruja asintió. De inmediato dio forma a otra silueta gris que podría asemejar a un hombre encapuchado.

—El Dán fue con Annorah y le dijo que aquel espíritu llamado Luz eterna había creado un mundo y que ella podía ir si quería. Que él viviría ahí por toda la eternidad sirviendo a Luz eterna. Annorah también podía ir, porque en ese mundo se existía de forma diferente. Y como ella quería al Dán y pensó que este la quería también, Annorah llegó a Xanardul.

—Llegaste a Xanardul...—murmuró sorprendida Aurimar. La Bruja negó la cabeza despacio.

—No soy yo exactamente, porque Annorah era libre. Ella decidió cruzar de su mundo a este y existió feliz por mucho tiempo. De todos los lugares del mundo escogió el agua como su lugar. Eligió acompañar a la Diosa del Mar cuando ambas se materializaban, recorría el mundo con el Dán. A veces, hasta lo ayudaba a seleccionar a los seres vivos que el Dán escogería para sus propósitos. ¿Sabes qué quiere el Dán en este mundo, princesa?

—La abuela me contó una vez —le dijo Aurimar— que el Dán fue el primer espíritu en cruzar desde el otro mundo y le contó a Luz eterna que su malvada hermana quería destruir lo que ella creo. Por eso le juró en ese entonces que le serviría por toda la eternidad.

—Y le sirve, por supuesto. Usando a los demás.— La Bruja dijo eso con desprecio—. ¡Cómo lo detesto! Ah, ¡pero cómo lo adoraba Annorah! En ese entonces ella no veía la realidad, ella solo existía y era lo que era sin mayores preocupaciones.

—Hasta que acabó la era de los espíritus —completó ella. Llevaba buen rato callada, por eso la Bruja la miró de lado y asintió.

—Pasaron cosas. En ese entonces ya existían las hadas de la isla de Issenis, las sirenas y tritones. La raza de los sangre de dragón al sur. Y por supuesto, la civilización de los hombres. Entre ellos existía gente con magia en la sangre, hechiceros y hechiceras. Había entre las hechiceras una muy poderosa. Y al ver en ella potencial, desde el otro mundo, Oscuridad perpetua llegó a Xanardul. Oh, queridas. No saben nada, ustedes no tienen idea de lo terrible que fueron aquellos años.

—¿Qué pasó? —preguntó Aurimar.

—Que aquella mujer poseída por el poder de Oscuridad ayudó a que entraran más espíritus malignos a Xanardul. Atrajo mujeres inocentes a su culto, era una legión de hechiceras oscuras al servicio de la malvada Oscuridad perpetua. El Dán estaba desesperado, sabía que tenía que solucionar las cosas.— La Bruja formó más siluetas de sombra. Hizo un círculo luminoso por el que salían siluetas amorfas que asemejaban a los malos espíritus. Más allá, la gran hechicera poseída que comandaba a otras como ella—. Así que antes de que la destrucción acabe con este mundo, escogió y favoreció a un grupo de caballeros sangre de dragón. Y hechiceros. También había mujeres entre ellos, pero eran pocas, la mayoría había sido arrastrada por el mal en contra de su voluntad. Aquellos lograron que el mal retrocediera y derrotaron a la hechicera. Pero ya no había forma de evitar que los malos espíritus entraran desde aquel mundo. Fue entonces que Luz eterna selló para siempre aquella entrada, y la era de los espíritus acabó.

—Y Annorah quedó atrapada...—murmuró Aurimar. La Bruja asintió y le mostró cómo. Las sombras de la hechicera y sus secuaces fueron derrotadas, y aquel portal luminoso empezó a cerrarse poco a poco.

—No fue la única que se quedó, desde luego. Hoy en día hay muchos espíritus atrapados por todo Xanardul. En las montañas, en los lagos, en las cuevas, en los ríos. A veces protegen a la gente de las poblaciones que los rodean, otras veces prefieren destruirlos. Ellos al menos se convirtieron en parte de las montañas, pero Annorah no tuvo ese destino. Ella quedó atrapada en sí misma. No llegó a tiempo para regresar a su mundo, y en ese momento ella no estaba cerca a ninguna montaña, río o lago. Ni siquiera estaba en el agua, porque en ese momento la Diosa del Mar batallaba con un espíritu maligno y esa energía le hacía daño. Y como Annorah no podía convertirse en montaña, se quedó a medias.

—¿Cómo a medias?— La Bruja solo extendió los brazos, mostrándose. Pero para ser más gráfica, hizo que aquel portal que se iba cerrando se extinguiera por completo. En ese mismo momento, la figura de Annorah empezó a empequeñecerse, se retorcía de dolor mientras su cuerpo se reducía y dejaba de ser un espíritu luminoso para ser solo ella. La Bruja.

—Entre dos realidades. Tenía un cuerpo físico, pero no era mortal. Podía existir en este mundo, pero su conciencia podía viajar a una especie de plano paralelo donde podía hablar con los otros espíritus que también quedaron atrapados en Xanardul. Pero jamás volvería a su mundo, estaba atrapada en sí misma.— La silueta de Annorah se veía desconsolada, hizo que se llevara las manos al rostro y llorara. Erena miró de lado a Aurimar, hasta parecía conmovida. Por supuesto, la inocente fue Annorah. Con la Bruja era otro cantar.

—¿Y qué hizo ella?

—Buscó ayuda, pero fue en vano. El portal que abrió Luz eterna se cerró para siempre, y solo una vez se liberó a un espíritu que quedó atrapado en un cuerpo físico. Hablo de la Diosa del Mar, protegida de Madre de la tierra y Padre del cielo. Ellos ya no podían ayudar a nadie más.

—¿Y el Dán? ¿Acaso no amaba a Annorah también? —preguntó Aurimar.

—Por supuesto que no —dijo con desprecio la Bruja—. Ese canalla no ama a nadie, no siente. Ustedes no entienden porque no saben nada de espíritus, pero yo sé lo que digo.

—Ya veo que no la ayudó a nadie — le dijo Aurimar.

—Empezaron años terribles para ella, y para el mundo también. Podía estar atrapada y sus poderes no eran los de antes, pero aun así tenía suficiente energía para usar magia primordial. Así fue que ella empezó a aprender de la magia de los hombres. Hechiceros, magos, druidas. Fueron muchos, y solo hombres. El mundo estaba cambiando.

—¿Qué le pasó al mundo terrestre? —preguntó ella. Sabía, como muchos, que cosas malas pasaron en la tierra y por eso solo los hombres controlaban la magia, pero nada más. Y en ese momento se enteraría la verdad.

—Se movieron por el miedo, querida Erena. El miedo, como bien sabes, lleva a mucha gente a cometer locuras. Miedo a morir, miedo a perder todo lo que amaban, miedo a la destrucción. Y ellos tenían miedo de que pasara otra vez. Sabían que las hechiceras tenían una esencia mágica más poderosa que la de ellos, y decidieron condenarlas. Por miedo a que una mujer sea poseída por Oscuridad perpetua una vez más, prohibieron a las mujeres el acceso a la magia.

—Eso no suena nada bien...—murmuró Aurimar.

—Claro que no lo fue, y pasaron años hasta que las cosas cambiaron por completo. El miedo empujó a los hombres a condenar el poder de las mujeres. Las atacaron, les quitaron los derechos, las limitaron. Las llamaron vehículo del mal, dijeron que por culpa de ellas el mundo casi fue destruido, que ellas eran indignas, unas herejes. Las llamaron brujas con desprecio. Eso pasó también en el mar, ustedes lo saben muy bien —ellas asintieron. Erena supuso que el mundo entero supo que algunas mujeres de ese entonces fueron responsables del fin de la era de los espíritus, y eso incluía a los reinos marinos. Si en la tierra los hombres tomaron el control, los tritones los imitaron en el mar.

—Pero Annorah vivía en la tierra en su forma física —continuó Aurimar.

—Pues sí, y no la estaba pasando nada bien. Ella se escondía siempre pues empezaron a llamarla bruja con odio. Los hechiceros quisieron cazarla y destruirla, ella se asustó y volvió a las profundidades del mar como cuando era libre.

—Ya veo...—murmuró Aurimar. Erena la observó, había estado muy entretenida con esa historia de la Bruja. Pero de seguro, al igual que ella, se preguntaba qué ostras tenía que ver todo eso con lo que le hizo a Ariel.

—En el mar, Annorah tuvo mucho tiempo para pensar. ¿Por qué tenía que vivir de esa manera? ¿Por qué le hicieron eso? Si nunca obró con maldad, ¿por qué era castigada? La pregunta más importante fue, ¿quién le hizo eso? Lo supo sin necesidad de meditarlo mucho. Fue Luz eterna.— Aquel halo de energía verde que siempre rodeaba a la Bruja fue cambiando de color. La energía era roja y sus ojos brillaban furiosos—. Ella era la responsable de todos los males de Annorah. ¿No fue Luz eterna quién abrió una brecha entre su mundo y este? Ella invitó a pasar a los espíritus, pero en cuanto le dieron problemas decidió deshacerse de ellos. ¡Los echó de este mundo! ¡Puso a su creación por encima de todo! —gritaba furiosa mientras el halo de energía roja se hacía cada vez más grande—. No le importo que nos quedáramos atrapados, para ella, su mundo era más valioso que el destino de todos los espíritus. ¿Y qué hizo con Annorah? ¡La dejó en este mundo condenada a una existencia vacía y desgraciada!— Erena y Aurimar retrocedieron asustadas, ella nunca había visto a la Bruja así de molesta—. Oh, pero la lista de culpables no termina ahí, ¿quién condenó a Annorah? ¿Quién la convenció de dejar su existencia pacífica y venir a este mundo a arruinarse? ¡El Dán! ¿Y qué hizo cuando Annorah quedó atrapada? ¡Nada! ¡La dejó! ¡La abandonó! Mostró su verdadera naturaleza, ¡un espíritu despiadado que no duda en servir a la miserable de Luz eterna sin importar nada más!— Las sirenas se alejaron. Ya no solo era esa energía roja que las cegaba, sentían calor. Algo parecido a estar en una corriente de agua caliente, pero aún peor. Eso empezaba a asustarla en serio. Tenían que huir—. Pero ahí no acaba todo. Porque la creación de Luz eterna, aquellos humanos sucios y miserables, obligaron a Annorah a huir al mar. Y en el mar ni siquiera la Diosa, su vieja amiga, pudo acogerla. Las criaturas del marinas le temían también. Si todos la despreciaban, ¿por qué ser buena con ellos? ¿Por qué tenía que aceptar su condena como si no le doliera? Si no podía ser libre, si la llamaban bruja, entonces lo sería. Definitivamente podía ser la Bruja del mar, ¡podía dedicarse a jugar con los sueños de otros y destruirlos tal como hicieron con ella! ¡Podía arrastrar a todos a la desgracia! ¡Podía jugar con sus miedos y divertirse viéndolos perder su libertad!— La Bruja empezó a reír. La luz roja se fue desvaneciendo poco a poco hasta volver a la energía verdosa que la caracterizaba.

—Ahora entiendo —murmuró ella con amargura. Así que era eso, una venganza contra toda la creación de Luz eterna. Por eso nunca dejaba libres a los desgraciados que caían en su trampa. Por eso ella se había condenado al servicio de la Bruja. No la dejaría libre, porque ella tampoco lo era. Si alguna vez tuvo esperanzas de que eso termine bien, acababa de perderlas. No tenía escapatoria. Y por lo temblorosa que lucía Aurimar de seguro que ella acababa de llegar a la misma conclusión.

—No podrías entender ni aunque quisieras, querida. Llevas apenas unos años a mi servicio, yo vivo la condena desde la era pasada —se hizo el silencio. La historia sin duda había sido reveladora, pero no les servía de nada para ayudar a Ariel. Por eso Aurimar tardó un poco en decidirse a hablar, estaba vacilando.

—Yo... bueno... es triste lo de Annorah —dijo con la voz temblorosa—. Pero quisiera saber qué relación tiene eso con mi hermana.

—Todo, princesa. Todo —contestó la Bruja sonriendo de lado—. Ya te dije, Annorah estaba atrapada en sí misma, pero podía enterarse de cosas al moverse entre ese plano paralelo de espíritus que quedaron en Xanardul. Así es como Annorah se entera de todo lo que pasa en el mundo, en especial en el agua.

—Es un poco perturbador que sigas hablando como si Annorah no fueras tú misma...—le dijo Erena despacio, a lo que la Bruja respondió con una risa risueña.

—Creo que así es más dramático. En fin, como decía, Annorah se entera de todo. ¿Qué puede hacer? Los chismes son buenos y entretienen. Así fue como se enteró que el Dán tiene un plan.

—¿Qué clase de plan es ese? —preguntó Erena.

—Quiere devolverles la libertad a las mujeres —dijo para sorpresa de ambas—. Quiere un mundo donde todas las leyes que las limitan no sean más que una burla. Lo hace por Luz eterna, desde luego. Ella creo a todos para que sean iguales, no para que unos sometan a otros. Solo que el Dán no puede simplemente hacer que las cosas pasen, él obra de manera misteriosa. Él debe escoger gente y controlar los hilos de sus destinos para que sirvan al propósito que quiere. Así que decidió empezar con algo simple pero significativo, al menos para el mundo terrestre. Una revolución.

—¿Cómo? —preguntó Aurimar con interés.

—Un levantamiento, ya sabes. Hay entre los reinos humanos uno que es en verdad una monstruosidad. Aquaea es un juego comparado a lo que hacen ahí, o al menos eso dicen los espíritus. El reino se llama Aucari, y el Dán quiere que las mujeres reconquisten el poder. Si lo logran ahí, aquello se extenderá por el mundo entero. Y ya ha escogido a algunas mujeres para el propósito.

—Ajá... —dijo Aurimar despacio—. ¿Y acaso Ariel forma parte del plan del Dán? Yo no lo creo...

—El panorama espiritual es tan difícil de explicar a mentes tan pequeñas como ustedes —se burló la Bruja—. Pero lo intentaré. Verás, querida, Annorah sabía de Ariel desde hace mucho. Acompañaba a Erena, y la veía como una criatura inofensiva. Cuando intentó huir de Aquaea por el zócalo, y por poco muere devorada por criaturas de las profundidades, la rescató para sacarle algún beneficio con Erena. Ya sabes, querida. Unos diez años más de servicio, nada fuera de lo común.

—Desgraciada —dijo Erena entre dientes.

—Como sea. A Annorah le han pedido todo tipo de favores en estos años, pero Ariel fue quien llegó más lejos. Un alma humana. Libertad. Un anhelo grande que ella conocía bien, y que por supuesto no le dejaría alcanzar a esa sirena —sonrió burlona. Las dos sirenas intercambiaron una mirada. Estaban molestas—. Así que aceptó el trato, pero puso condiciones. Oh, maravillosa sorpresa la que se dio cuando exploró en su cabeza gracias a la magia mental que aprendió a escondidas de los hechiceros cuando vivió en la tierra. Ariel había conocido a una escogida del Dán.

—¡Qué! —dijeron las dos a la vez. Al ver sus caras de sorpresa la Bruja empezó a reír.

—Una sacerdotisa llamada Linet —aclaró la Bruja, y eso solo dejó más sorprendida a Erena. No podía creerlo, Linet servía al Dán, eso era algo muy delicado. Solo sabía de ella gracias a las descripciones que Ariel le dio tantas veces. Sabía que de alguna forma ella dos se amaban, así como también sabía que aquello no podía ser—. Ariel ama a Linet, Linet también lo hace.

—No puede ser...—dijo Aurimar turbada por esa revelación. Era su hermanita después de todo, y acababa de enterarse de algo muy personal.

—Bah, no te hagas la escandalizada. No ha tenido buen ejemplo —se burló la Bruja en referencia a Aurimar. Ya iban dos sirenas lesbianas, como les decía Abdel, en la familia real de Aquaea. Apostaba a que las otras también iban por ese camino sin aceptarlo—. En fin, que apenas supe eso no fue necesario pensarlo mucho. Sabía lo que tenía que hacer.— La Bruja sonrió con malicia. Erena frunció el ceño. Ya lo tenía claro.

—Arruinar los planes de el Dán —le dijo y la Bruja soltó una risita.

—Por eso dispuso las cosas tal como están ahora, y lo que les falta ver... ¡Ah, queridas sirenas! ¡Si tan solo supieran! Yo estoy aquí apreciando el espectáculo a lo lejos. Todas las piezas están donde tienen que estar. La sirena con piernas en la tierra. La escogida cerca de ella, distraída con su amor, poniendo en peligro su misión por culpa de los sentimientos. El príncipe en medio de ambas. La duquesa, otra escogida, por cierto, a punto de desviarse del camino. La reina obedeciendo los designios de el Dán sin saber si triunfará. Todo a punto de arruinarse, y yo lista para ver cómo fracasa un plan de mi querido enemigo.

—Es solo eso entonces —le dijo Aurimar con amargura—, aceptaste un trato con Ariel que no podías cumplir para arruinar los planes de el Dán. No pensabas cumplir jamás con darle un alma inmortal.

—Por supuesto que no —contestó muy relajada la desgraciada.

—¡Dijiste que nunca mentías! —le reclamó Aurimar.

—Y tú como tonta lo creíste —se burló la Bruja. O Annorah. O lo que sea.

—¡Me dijiste que me dirías la forma de salvar a mi hermana!

—Y te la daré, pero eso nada tiene que ver con darle un alma humana. Ya la sabrás cuando cumplas tu parte del trato y me traigas el tridente de tu padre.

—¿No vas a decirme nada más? ¿Así acaba tu historia? —insistió Aurimar.

—Ya sabes por qué lo hice. Ahora dame lo que te he pedido y yo te daré la forma de salvar de la muerte a tu hermana. Te sugiero que te pongas en acción pronto. Ariel no tiene mucho tiempo —le dijo sonriendo de lado. Cómo lo disfrutaba. Arruinar la vida de las personas se había convertido en su más grande placer, y todo por algo que ni siquiera era culpa de Luz eterna o el Dán.

—Quiero la verdad —insistió Aurimar—. ¿Acaso hay forma de darle a mi hermana un alma? ¿No será que tanto sacrificio es en vano?

—Es cierto que para conseguir algo siempre hay que sacrificar otra cosa de igual valor, Ariel está cumpliendo con eso. La vida es un don de Luz eterna, como bien saben. Y el alma de los humanos es parte de su creación, ya que esta es inmortal y va a morar a otro plano espiritual. ¿Existe forma de darle a Ariel un alma? Si. ¿Se la daré? Jamás. Aunque no deberían preocuparse mucho por eso, no soy la única criatura que ha puesto los ojos en tu dulce hermanita.

—¿Cómo? ¿De qué estás hablando? —preguntó ella asustada. Eso no se lo esperaba.

—Ya te dije, los espíritus que quedan saben todo. El Dán anda enojado, esa es mi parte favorita —les dijo guiñando un ojo—. La Diosa del mar no puede creer hasta qué punto las ansias de libertad han empujado a una criatura de sus dominios a aceptar "una locura". Pero eso es su culpa, hace siglos que no se manifiesta y no ayuda a nadie. Eso pasa porque es una inútil —dijo con desdén—. Así que mandó a Aquaria a que se hiciera cargo, y a la otra se le ha ocurrido que Ariel puede ser la primera sirena con alma.

—¿Aquaria? ¿La sirena legendaria? —preguntó Aurimar sorprendida, ella estaba igual de asombrada —. ¿Cómo es que ha vivido más de trescientos años?

—Esa es una historia para otro día, si es que me da la gana de contarla.

La Bruja no dijo más, y ellas no insistieron, sabían que no valía la pena. Erena nadó molesta lejos de la guarida de la Bruja, y Aurimar empezó a seguirla. Estaban discutiendo desde ese momento, y ni siquiera salir a la superficie, o la presencia de Abdel, las había calmado.

—Sabía que aceptar aquello era una trampa, Erena —empezó a decirle la princesa—. No tenía idea de la clase de ser que era ella, lo admito. Y ahora sé que es más peligroso de lo que imaginé.

—No servirá de nada, sabes que ni siquiera lograrás entrar a Aquaea y salir con vida.

—No iba a poder volver a Aquaea de todas maneras. Kadal está muerto, pero habían otros tritones que me vieron cuando nos atacó. Todos me vieron contigo, y si me atrapan no volveré a salir de Aquaea jamás. O quién sabe si la justicia de mi padre me sentencie a muerte.

—Él no se atrevería a hacer algo así, eres su hija.

—En realidad si lo creo capaz —le dijo con tristeza—. Erena, estoy condenada igual, el trato con la Bruja siquiera me dará información para salvar a mi hermana. Es el mal menor, supongo. Por eso me arriesgué. ¿Y sabes qué? Ya no me importa. Yo ya no tengo nada que perder. La Bruja disfruta quitando la libertad a otros, y ya ni eso puede arrebatarme. — Erena suspiró. ¿Qué podía decir? Ya no había solución a eso.

—No le quedará de otra que robarle el tridente al vejete tritón ese —les dijo Abdel de pronto.

—Quizá ni la dejen regresar a Aquaea —le dijo ella. No quería ni pensar en qué iba a pasarle a Aurimar cuando se acerque al reino. Ya la habían humillado bastante antes, y quizá volverían a hacerlo. No hay segundas oportunidades en el reino de Aquaea. No quería que regrese, mucho menos saber que sufriría.

—Bueno, pero igual tendrá que intentarlo. Si queremos salvar a Ariel necesitaremos la información de aquella.

—¿Cómo estás tan seguro?

—¿Recuerdas para que fui al bosque? Pues tengo a alguien que puede ayudarnos, y solo necesita dos cosas. La presencia de Ariel y la clave del hechizo que la afecta —abrió la boca sorprendida, la noticia la tomó fría. De tanto discutir con Aurimar se había olvidado que citó ahí a Abdel para que le hable de sus hallazgos en el bosque, y él regresó con la mejor noticia del mundo. Por la Diosa, si no estuviera Aurimar ahí le pedía que se lanzara al agua para rodearlo con sus brazos y besarlo como si no hubiera mañana. Así de emocionada estaba.

—¿En serio? ¿De quién se trata? —preguntó Aurimar con interés.

—Un hechicero, es de confianza.

—¿Cómo lo sabes? —insistió la princesa, y Abdel la miró molesto—. ¿Estás seguro que es de confianza?

—Claro que lo es, ya les dije, ha prometido ayudar. Está interesado en el caso.

—¿Cómo podemos fiarnos de él? ¿Y si intenta hacerle daño a mi hermana?

—No lo haría...

—¿Cómo estás tan seguro? —preguntó Aurimar, y ella también empezó a desconfiar.

—Si, ¿cómo lo estás?

—Lo sé y punto, no pregunten más —dijo esquivo, apartó la mirada y se quedó callado como si quisiera dar por terminada la conversación.

—Abdel, ¿cómo sabes que no va a traicionarnos? —preguntó ella. A él no se le dio la gana de contestar, y como ella en ese momento necesitaba respuestas que salven a Ariel y no más misterios, simplemente se lo ordenó—. Dímelo.— La magia del dije que el hombre llevaba se activó, este hizo un gesto de desagrado y gritó la respuesta.

—¡Porque le gusto! ¿Ya estás contenta? —le dijo irritado, volvió a apartar la mirada. Parecía hasta avergonzado.

—¿Le gustas al hechicero? —preguntó con sorpresa—. Déjame ver si entendí. Le pediste ayuda a un hechicero que gusta de ti, y que nos ayudará solo por ti. ¿Esperas que esté tranquila?

—Pues tú has traído a tu ex amante acá y también la necesitamos para salvar a Ariel. Yo diría que estamos empates.

—¿El hechicero es tu ex?

—¡Claro que no! —le creyó, en ese momento no podía mentirle. Así que un hechicero, uno que además le había echado el ojo a su humano. No le gustó mucho la idea, y quizá por primera vez en mucho tiempo sintió celos.

—¿Y cómo se llama ese tipo? —preguntó tratando de disimular su molestia.

—Santhony Dulrá.— Los ojos de Erena se abrieron de sorpresa. Abdel había contactado con un alto hechicero oscuro.


Me tomaron. Me aceptaron.

¿Pero alguno de ustedes me amó?

Quiero decir, ¿amarme en serio?

Así que maté, así que mutilé

Así que destruí una vida inocente tras otra

¿Acaso no me duele y me siento mal, y compro?

¿Qué hay sobre mí? (*)


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(*) What about Debbie – Jinkx Monsoon

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Hello, hello,hello!! Esta semana logré publicar el capítulo un poco antes #yei. 

Mañana es el días del padre en Perú, y por eso adelanté la fecha. Y hablando de padre, siento que esta historia no existiría si no fuera por él. Fue él quién me regaló el libro con el cuento original. Quizá si lo hubiera leído en otro momento de mi vida no me hubiera impactado tanto. Él siempre me contaba historias de niña, y así empezó mi gusto por inventarlas y contarlas. Feliz día del padre, si alguien que me lee aquí lo es. Y a las demás, pásenla lindo con sus padres <3

Volviendo a la historia, capítulo de #fuertesrevelaciones que tuvimos hoy eh XD esperé mucho por escribirlo. Uno, porque habla de la era de los espíritus de Xanardul. Dos, porque a las personas que leen "Memoras de Xanardul" les ayudará a entender mejor la sociedad de la nueva era de ese mundo. Tres, porque al fin mencioné a mi Santhony divino XD ya lo conocerán. Cuatro, porque Abdel bisexual icon. Okno XD

¡Hasta la semana que viene!



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