23.- Beatriz de Yamir

Manan pipas qawanchu manan imatapas

Atinichu ruwayta, rimayta munani

Qhaparispanmi, tukuy runa

Manan uyarikunchu rimasqayta

Qinaspa nini: Qhaparisaqmi (*)

Aucari, hace diecisiete años

La gente gritaba mucho. No entendía lo que estaba sucediendo, pero parecía malo. No había que ser muy lista para diferenciar los gritos de enojo de los gritos de alegría. Y en ese caso tanto escándalo empezaba a asustarla y a ponerle los pelos de punta. No quería estar ahí, necesitaba irse. Pero no podía. No la iban a dejar.

Alguien le dio la mano. Al principio Linet la apartó asustada, pero pronto se dio cuenta que era Jarl, aquel guardia que siempre veía por ella. No lo reconoció al principio, porque ese día hasta él daba miedo. Todo cambió cuando Jarl le mostró una sonrisa y ella logró sentirse más tranquila. Se había quedado parada en medio del griterío y todos la habían dejado atrás, pero Jarl volvió para llevarla de la mano con el resto. Linet ya no estaba en medio de la gente, pero el ruido seguía siendo ensordecedor. Se preguntó cuándo iba a parar todo, y también quiso saber por qué la gente del pueblo estaba tan enojada.

Jarl la llevó a un lado, pasaron por una puerta grande que Linet reconoció pronto. Era la casa del gobernador, la que estaba en medio de la plaza principal. Avanzaron hasta llegar al segundo piso, pensó que desde ahí no volvería a escuchar los gritos enardecidos del pueblo, pero llegó hasta un amplio balcón donde esperaban todos. Una vista privilegiada al parecer. El guardia Jarl la soltó y le hizo una seña para que vaya con su nodriza. En cuanto la vio esta le hizo un gesto severo por demorarse en llegar. Sabía que luego la regañaría por distraerse y atrasar el paso, pero es que no pudo evitarlo. Tanto ruido la aturdió, Linet nunca había estado en medio de una multitud tan grande y por poco se pierde.

Tomó asiento, y luego buscó con la mirada pistas que la ayuden a entender lo que iba a pasar. Ellos estaban en lo alto, desde ahí podía verse a todo el pueblo congregado en la plaza. Y al medio una estructura de madera. Había cosas ahí, no sabía para qué servían, pero no parecía ser bueno. Porque había un hombre que llevaba una capucha negra, solo se podían ver sus ojos. La asustó, era grande, terrorífico, y tenía una espada enorme. No era solo la espada, sino que había algo cubriendo la hoja de esta. Algo rojo que se había secado y hasta brillaba. Sangre. Solo podía ser eso, y ver en un hombre con una espada sangrienta la asustó aún más.

Linet no esperaba que se hiciera el silencio de pronto y tan rápido, pero a una señal de Thaedon los demás se encargaron de cumplir su voluntad. No era silencio absoluto, pero significaba un gran alivio en comparación al ruido de hace un momento. Su hermano mayor estaba sentado al medio de todos y su autoridad incuestionable lograba cualquier cosa. Linet sabía que él podía hacer lo que quisiera, sabía que su palabra era suficiente para ordenar lo que sea y que su voluntad se cumpliría. No importaba si fuera algo imposible, porque esa palabra no existía para Thaedon. Lo imposible no existe cuando tienes magia, y su hermano contaba con un selecto equipo de hechiceros que cumplían todos sus deseos. Y ya que Thaedon había ordenado silencio, Linet se preguntó qué era lo que iba a pasar.

Alguien empezó a caminar entre la gente, los guardias abrieron el paso. Linet lo reconoció, era el gobernador. Ellos estaban en su balcón, pero a él parecía no importarle. De seguro lo había cedido con todo gusto a Thaedon. El gobernador llegó hasta aquella estructura de madera que estaba al medio de todo, y entonces Linet notó que lo seguían otros hombres. Todos le parecían terroríficos, y a uno de ellos lo reconoció como un hechicero. Estos eran fáciles de identificar, siempre llevaban túnicas con los emblemas de su casa mágica, o del escudo de la familia de sus instructores. Mientras más emblemas tuvieran, significaba que eran más poderosos. Ese parecía ser uno de esos, y aunque Linet había escuchado que los hechiceros servían al mundo y su deber era hacer el bien a todo ser vivo sin importar su condición, algo en la mirada de ese hechicero solo le inspiró temor. Quizá a Luz eterna no le gustaba nada eso, porque Linet tenía la seguridad que ese hechicero iba a hacer algo malo.

Pueblo de Aucari empezó a decir el gobernador—, estamos aquí para ser testigos de un acto de justicia. Como los guardianes de la paz del pueblo, en nombre de su majestad el rey Adaneril III de Aucari, hijo del legendario Thasnarg de la casa de los Car'adan y los hijos de la luz, ordeno la muerte de las acusadas. Hagan pasar a las brujas.

Apenas pronunció esa palabra y el pueblo estalló en gritos llenos de rabia. Brujas. Hasta ella sintió un escalofrío al escuchar aquello. Todos sabían que las brujas eran engendros de la oscuridad, mujeres malvadas que osaron desafiar el orden natural que impuso Luz eterna y decidieron practicar la magia para hacer daño. La magia no estaba hecha para las mujeres, eso había escuchado Linet.

Contaba la leyenda que hace siglos en el lejano continente sureño de Ettacari las mujeres en su capricho de practicar magia por poco destruyeron el mundo. Que fueron débiles y por eso se dejaron dominar por Oscuridad perpetua, la hermana de la creadora Luz eterna. Si no fuera por la raza de los caballeros sangre de dragón y por los hechiceros aquellas mujeres hubieran logrado la destrucción del mundo de Xanardul tal como deseaba el espíritu maligno. Desde entonces se les llamaba brujas con desprecio. Por eso la brujería estaba prohibida en Aucari, y sabía que no era bien vista en ninguna parte del mundo.

La gente gritaba, y hasta empezaron a arrojar piedras cuando hicieron pasar a las acusadas. Linet nunca había visto una bruja, solo sabía que existían y que estaban ocultas entre la gente. Las imaginaba horribles, deformadas por la maldad, con grandes jorobas, la piel pálida y los dientes afilados. Apretó sus manos asustada antes de verlas, y hasta apartó la mirada, pero segundos después la curiosidad pudo más pues se forzó en volver la mirada hacia las horrendas brujas.

Su decepción fue grande. Las brujas eran mujeres como cualquier otra, ni siquiera daban miedo. Al contrario, ellas eran las asustadas. La gente del pueblo seguía arrojando piedras, incluso algunos objetos. Les tiraban cualquier cosa que tuvieran a la mano y pudiera herirlas. Los guardias tuvieron que protegerlas con sus escudos para evitar que la gente se las lleve. Una a una subieron hasta la estructura de madera donde las esperaban el gobernador, aquel hechicero y los demás hombres aterradores.

La mujer que llegó primero le pareció a Linet una dama de sociedad, incluso le parecía haberla visto alguna vez, quizá en una fiesta o alguna ceremonia del templo de Luz eterna. No era mayor, Linet pensó que tendría unos cuarenta, no más. Y sí que era bella. Otras dos parecían mujeres más sencillas, pero tampoco lucían malvadas ni nada. Ellas eran más jóvenes, quizá de la edad de mamá. Había otra chica, una jovencita que apenas tendría quince. Y al final entró una niña de su edad. Una niña que lloraba asustada. La gente la insultaba, una piedra le dio en el rostro y esta chilló. Le hizo un corte en la cara, la sangre se notó pronto y ella ni se molestó en limpiarla. Linet quiso llorar también, porque eso no podía entenderlo. ¿Qué pudo haber hecho una niña? ¿Cómo podía una niña así ser una bruja?

Las brujas de Mourne las presentó el gobernador—. Se hacen llamar el aquelarre Mourne. Como bien saben, según las leyes de Aucari, la brujería está prohibida. Y asociarse para cometer este terrible y aberrante delito debe ser castigado con la peor de las muertes. Al anunciar aquello, el pueblo estalló en aplausos y gritos de aprobación. En su silla, Linet temblaba. Muerte. Las iba a matar. De pronto todo tenía sentido. El hechicero terrible, el hombre de la espada ensangrentada, esas cosas en la estructura de madera. Eran instrumentos de tortura—. ¿Cómo podemos acabar con ellas? ¿Acaso es correcto darle a cada bruja una forma distinta de muerte? ¿No es mejor hacerlas arder hasta que no quede nada de ellas y que el fuego purifique sus pecados? Eso pareció agradarle al pueblo. Linet escuchó que gritaban enardecidos. Querían quemar a las brujas.

Oh no dijo de pronto una de ellas. La que parecía una dama—. Ese es un castigo que solo yo merezco. Si alguien debe arder hasta la muerte, esa debo ser yo. Como líder de aquelarre es el final que demando, ellas deben perecer rápido y sin honor. Mis hermanas no merecen el fuego purificador. Nadie esperaba que la bruja hablara, la gente se calló y empezaron a murmurar entre ellos, como si tuvieran miedo de que ejecutara algún hechizo en contra de ellos. Linet contenía la respiración. La voz de la bruja no sonó malvada, todo lo contrario. Era suave, hasta amable. Miró a las otras brujas, a sus hermanas como las había llamado. No creía que fueran todas hijas de un mismo padre, pero aún así las llamó de esa manera. Hermanas.

¿Es todo lo que tienes que decir, bruja? dijo el hechicero con desprecio, hasta escupió al piso al pronunciar esa última palabra—. ¿Te crees digna del fuego purificador?

Creo merecer el fuego y el dolor, querido se burló ella. El pueblo estaba indignado. Linet miró de lado a su hermano. Thaedon había fruncido el ceño, no le hizo nada de gracia que la bruja sea desafiante—. Sé que disfrutarás verme arder, así que deja de fingir que no es lo que quieres y condéname de una vez exigió la bruja. Linet no podía creer que a pesar de saber que iba a morir tuviera el valor para enfrentar a todos. La miraba fijo, no podía evitarlo. Y miró también a las demás. A las jóvenes, a la niña. Ya no parecían asustadas, ellas solo miraban con orgullo a su líder. Hasta la niña había dejado de llorar.

Entonces así será sentenció el hechicero—. Y no tienes derecho a unas últimas palabras.

¿Quién dice? ¿Tú? Patético hombrecito, ¿por qué no le dices a todo Aucari que me han condenado porque no quise ceder a tus deseos carnales? En ese momento se escucharon más gritos. Y no solo eso. Risas. Burla, y no precisamente hacia las brujas. Se estaban burlando del hechicero. Lo notó porque algunos lo señalaron, porque hasta su hermano se carcajeó, y porque el hechicero enrojeció de vergüenza y rabia. Linet ni siquiera entendía qué tenía de gracioso eso, y menos el significado de lo que dijo. Deseos carnales. La bruja lo miró con una sonrisa de triunfo, pero eso se acabó pronto cuando el hechicero le dio una cachetada a la bruja que la hizo caer de rodillas. Todos dejaron de reír, y una vez más se hizo el silencio.

El momento de la ejecución ha llegado anunció el gobernador—. Y callen a la bruja, que nadie desea escuchar sus palabras infames otra vez—. "Yo si", pensó Linet, pero se controló para no decirlo. Ella si sentía deseos de escuchar a la bruja, quería saber quién era, cómo llegó ahí, por qué era la líder, por qué acusó con tanta facilidad al hechicero y se burló de él. Pero sobre todo, quería saber qué había hecho para que las mujeres que estaban a su lado la miraran admiradas aunque fueran a morir. Quería saber por qué esa niña que hace un momento lloraba de pronto se hacía la fuerte porque su líder también lo era—. El aquelarre de las brujas Mourne, liderado por Beatriz de Yamir, ha sido condenado a muerte por los delitos de brujería y asociación ilícita para practicar la magia. A Beatriz de Yamir se le acusa de instruir a mujeres en la magia. Se le acusa de lascivia, de provocar a los hombres con su belleza para hacerlos caer en el pecado. Eso Linet no lo entendió, hasta arqueó una ceja. ¿Es que la estaban condenando por bella también? ¿La condenaban por ser bonita y porque los hombres la miraban? La respuesta se la dio la misma bruja Beatriz. Linet llevaba buen rato mirándola, pero solo entonces la bruja la vio. Sus miradas se encontraron, y aunque al principio Linet tuvo miedo y no quiso mantener ese contacto, al final no fue capaz de apartar la mirada. Y como si la bruja hubiera notado su confusión y su interrogante, asintió despacio. Le habían cubierto la boca con un sucio trapo para que no hablara, pero eso no importó. Sus ojos lo decían todo—. Se le condena por abandonar sus deberes con la sociedad y los hombres. Por pagar por la independencia de sus doncellas e instruirlas en la magia. Por promover un mensaje pecaminoso entre las mujeres para arrastrarlas a la perdición. Beatriz de Yamir decía que las mujeres pueden gobernarse a sí mismas, y por eso abandonó los deberes propios de una mujer decente. Incitaba a la desobediencia, promovía ideas malvadas para destruir a la familia y corromper a las mujeres de Aucari. Linet seguía mirando a la bruja Beatriz. Esta la observaba y asentía leve, dándole a entender que todos lo cargos en su contra eran ciertos. Y aunque Linet entendía que todo eso estaba mal, no sabía qué querían decir.

Nana, ¿qué cosas malas decía esa mujer? le preguntó a su nodriza sin perder de vista a Beatriz.

No es una mujer como nosotras, Linet. Es una bruja. Es de otra raza, es diferente le respondió la nodriza—. No puedes confundirte. Las brujas son seres despreciables corrompidas por la oscuridad. No han entendido el lugar de las mujeres en el mundo, y por eso incitan a que seamos desobedientes, a que nos opongamos a los hombres y los despreciemos.

Ahhh...respondió despacio. Seguía sin entender qué era lo malo en eso. Ni Beatriz ni las chicas que la acompañaban parecían seres despreciables.

¿No lo has entendido, pequeña Linet? Esa voz la dejó paralizada. Ya no pudo seguir mirando a la bruja Beatriz, tuvo que girarse y observar a su hermano. Él le hablaba pocas veces, y en todas esas ocasiones sabía que se estaba burlando de ella. Miró a Thaedon con miedo, y claro que él lo notó. Sonrió de lado, sabía que la estaba asustando—. ¿Es que tu nodriza no te enseña nada? Hay que mejorar esas lecciones. ¿Ves a esas mujeres? ¿Sabes por qué las van a quemar?

Por brujas respondió aparentando seguridad, pero algo que le decía que esa no era la respuesta correcta.

Si, también. Pero no es por eso que sufrirán una horrible agonía. Beatriz es apenas una bruja sin mucho poder, no podría hacer daño real a ningún hechicero aunque quisiera. La verdadera razón por la que morirán es otra, pequeña hermana. Algo que debes tener muy claro si no quieres acabar así algún día.

¿Por qué las matarán? preguntó con la voz temblorosa. Y aunque temía a su hermano, aún así se giró a ver unos segundos a Beatriz de Yamir. La bruja la seguía observando, y Linet se preguntó si quizá desde donde estaba podía escuchar la conversación de alguna forma mágica.

Porque Beatriz les enseñó que podían ser libres. Fue todo lo que contestó su hermano en ese momento.

Linet seguía sin entender, no le parecía lógico. Ser libre no estaba mal, ¿o es que solo estaba mal si una mujer quería ser libre? No tuvo tiempo de preguntar, porque pronto empezó el griterío. El hombre de la espada ensangrentada cogió del cabello a la niña y esta chilló. La arrastró hacia un taburete de madera y la empujó, la forzaron a arrodillarse y a apoyar su cabeza ahí. Cuando la gente empezó a gritar "Corten la cabeza" entendió lo que iba a suceder. No quería ver, no iba a soportar ver cómo mataban a una niña como ella. Beatriz y las demás ahora parecían asustadas por el destino de la pequeña, no podían hacer nada para salvarla.

No quiero ver... murmuró ella—. Nana, me quiero ir.

Claro que si, pequeña. Esto no es algo que una niña deba ver. La violencia es del pueblo, no para niñas de tu clase.

Mujer, deja que mi hermana se quede ordenó Thaedon, y a ella le tembló el cuerpo al escuchar eso—. Que mire, ella tiene que aprender. Tiene que ver lo que les pasa a las mujeres que creen que pueden ser como nosotros. Así terminan todas las que se atreven a desafiar el orden natural de este mundo.

No... no quiero... no...La hoja de la espada de aquel hombre estaba sobre el cuello de la niña. El pueblo de Aucari quería verla muerta, aunque fuera inocente. Beatriz quería gritar, quizá lo estaba haciendo y no se escuchaba nada por la mordaza que le pusieron. Pero entonces, aunque estuvieran nerviosas y aunque lloraran, las demás brujas se atrevieron a hablar. Nadie las escucharía, eso Linet lo sabía. Por eso tenían que gritar para defenderse.

¡Estamos contigo, hermana! gritaron a la vez las otras tres condenadas. La niña que lloriqueaba a punto de ser asesinada empezó a balbucear algo.

¡Una vida de resistencia! gritó la niña con fuerza.

¡Una vida de resistencia! gritaron las demás también.

Pronto cada voz fue callada para siempre. Linet se llevó las manos a la boca para no gritar tan fuerte cuando vio la espada sobre el cuello de la niña, y luego su cabeza caer al piso. Sentía su corazón latir acelerado, estaba aterrada. Ninguna bruja se calló hasta que las mataron. Gritaron sin para mientras las ejecutaban, y a nadie le importó. A la muchacha más joven también le cortaron la cabeza. A las otras dos chicas las colgaron hasta que murieron asfixiadas. Y finalmente quemaron viva a Beatriz de Yamir. Linet la vio arder, y la escuchó gritar hasta su último instante de vida.

Una vida de resistencia.


********************


Linet podía recordar con claridad cada momento de aquel día. Era una niña, y su hermano la obligó a ver ese espectáculo para darle una lección. Algo que todas las mujeres en Aucari eran forzadas a ver. Una ejecución pública por adulterio, por abandonar a su familia, por no cumplir sus deberes con el marido, por no tener suficientes hijos. Cualquier excusa era buena para ejecutar a alguien en Aucari, y a todas se les acusaba de brujas. Linet sabía de muchas mujeres que fueron acusadas de brujería sin haber nacido con magia en la sangre, simplemente se añadía ese cargo para empeorar la condena y acelerar las cosas. Ella misma alguna vez fue acusada de brujería.

En ese entonces no entendió por qué Beatriz exigió ser quemada y libró del fuego a sus hermanas. Ya lo tenía claro, ella las salvó de una larga agonía. Era más piadoso morir de un solo corte que pasar varios minutos ardiendo en la hoguera. 

Mientras caminaba, Linet pensó que quizá ese fue el momento en que cambió todo para ella. Su hermano pretendió asustarla, y aunque lo logró, también incentivó su curiosidad. Quiso saber más del condenado aquelarre Mourne, ahora extinto. Supo que Beatriz de Yamir si fue una bruja real, que descendía de un antiguo linaje que se mantuvo oculto. Su nodriza le había dicho que las brujas no son mujeres, pero lo que quiso decir fue que no eran humanas. Eran una raza distinta en todo, incluso en la forma de percibir el mundo, de sentir. Era una niña cuando quemaron viva a Beatriz, por eso esperó con prudencia a que pasaran los años para averiguar más.

La mujer fue hija de un barón que estuvo bien relacionado con la corona, así que no fue difícil conseguir información sobre ella. Linet se enteró que en realidad la ejecución de Beatriz fue un hecho insólito, nunca antes se había condenado a una mujer noble. Quizá por eso su hermano acudió aquel día a ver su muerte, y quizá por eso se siguió hablando de eso muchos años después. Era una bruja, cierto. Y como bruja, tenía ideas diferentes al resto. No se sometió a la autoridad de los hombres, y contrario a lo que se esperaba, manejó por mucho tiempo la herencia de su padre. Aquello fue mal visto, pues demostró que las mujeres eran tan capaces como los hombres de hacerse cargo del dinero, así que la corona la forzó a contraer matrimonio. Ahí empeoraron las cosas.

Cuando se casó, Beatriz ya lideraba al aquelarre. Las reuniones se hacían en su propiedad, la mujer vivía rodeada de mujeres, en su mayoría brujas. Su esposo, quién se suponía llegaba a tomar el mando de todo y a ponerla en orden, terminó sometido a los designios de su esposa. Ella era la que mantenía el control de todo, quien además instruía a las brujas más jóvenes en el arte prohibido de la magia. Así se mantuvieron las cosas un tiempo, hasta que aquel hechicero que vio en la ejecución puso sus ojos en ella.

Intentó primero comprarla a su marido. Aquello era una práctica normal entre la nobleza de Aucari. Si alguien de mayor rango deseaba a una mujer podía pagar el precio adecuado a su marido para hacerla su amante. Pero como el esposo de Beatriz se negó, el hechicero empezó a sospechar. Beatriz era diferente a las mujeres de Aucari porque no era humana. En cuanto el hechicero supo que era una bruja, en venganza por su rechazo, emprendió la cacería hasta acabar con el aquelarre y capturar a Beatriz.

Así acabó la historia de la última bruja Mourne, pero no acabó la leyenda. Al menos no para Linet. Conforme iba averiguando cosas de la bruja, más deseaba ser como ella. Quería ser fuerte, quería ser lista como ella, quería ser capaz de demostrarle a todos que las mujeres si podían hacerse cargo de sus vidas. Se sintió identificada con ella, sobre todo cuando escuchó sobre sus gustos sexuales.

Las damas de Aucari solían bromear a escondidas sobre "ser una Beatriz" cuando aparentabas que te gustaban mucho las mujeres, o andabas solo con mujeres. Porque se supo que a Beatriz le gustaron tanto hombres como mujeres, y que además prefería a estas últimas. Que incluso varias de las brujas de su aquelarre eran sus amantes, vivían juntas y se entregaban en orgías para acumular energía sexual. Eso al menos era un rumor, pero Linet lo creía posible. Todos hablaban del gusto de Beatriz por las mujeres como algo malo y prohibido, por eso Linet se esforzó mucho tiempo en esconder lo que sentía. Porque ella podía ser la próxima Beatriz.

Para Linet, aquella bruja fue por mucho tiempo su modelo a seguir. Luego ella tuvo que aprender a ser una líder, tener un mensaje propio y a imponerse a su manera. Pero siempre recordaría la historia de esa bruja, su ejecución, y las últimas palabras que dijeron en el cadalso. Una vida de resistencia. Incluso tomó aquella frase para el lema de la revolución de mujeres de Aucari. Siempre le gustó que las brujas hablaran entre ellas como si fueran hermanas de verdad, y así empezó a tratar a las mujeres que la siguieron durante el levantamiento. Todas eran como hermanas, así se llamaban. Quizá no eran brujas, pero eso no importaba.

En la revolución no había brujas, y eso era algo que lamentaba. Desde la ejecución de Beatriz se habían mantenido ocultas, hasta se creía que las brujas habían desaparecido de Aucari. Las mujeres que la apoyaban en su lucha tampoco confiaban mucho en ellas. Les temían, Linet era consciente de eso. Ella pensaba que con brujas de su lado las cosas serían más fáciles para todas, pero tampoco estaba segura. Linet había sido escogida por una entidad ancestral para liderar esa revolución, era algo mágico después de todo. Puede que las brujas sean capaces de reconocerla como líder también. O puede que no, por eso prefería no arriesgarse.

Aún no anochecía, pero Linet aceleró el paso. Tenía una cita pactada con Idit, quería encontrarse con ella antes de que se haga más tarde. Había entrado a Theodoria hace unas noches, y antes de lanzarse a la búsqueda de sus compañeras prefirió recorrer la ciudad y averiguar algunas cosas. Quería saber de la situación de la capital del reino, quería saber de Aucari también. En el país de Theodoria no veían con buenos ojos el atraso de Aucari, Linet sabía que veían a ese país como el vecino pobre e ignorante de la región. Lógico, si cualquier ciudadano de a pie de Theodoria tenía más libertad que una mujer de la nobleza de Aucari. No podía encontrar noticias relevantes o de su interés en las calles de Theodoria, necesitaba informantes.

Linet recorrió la ciudad de arriba a abajo, identificó los barrios peligrosos, las zonas destinadas a la nobleza, los templos, las bibliotecas y las plazas. Pasó cerca al palacio real, y también lo más cerca que pudo de los castillos de los condes y duques. Sabía que eso no bastaba, aún había mucha ciudad por recorrer, pero al menos ya conocía lo suficiente para no perderse y poder concertar encuentros.

Caminó hasta una plaza ubicada hacia el oeste de la ciudad. A esa hora el lugar estaba lleno de gente. Niños, familias, comerciantes que ponían sus puestos de comida alrededor. En la fuente de agua que estaba al centro había algunas personas sentadas alrededor de la imagen ya gastada de la Diosa del mar. Sabía que hasta hace unos años ese espacio fue sagrado, pero en la actualidad era un lugar público donde cualquiera podía estar. Y ella, que había visto a la Diosa del mar en persona, no podía evitar sentir respeto al estar ahí. Por eso cuando llegó a las gradas del pequeño santuario en ruinas, dejó con discreción unas conchas como ofrenda a la Diosa. Se sentó ahí a esperar.

Hace unos días encontró a Idit justo donde pensó estaría, en los alrededores del templo de la Luz que se preparaba para la ceremonia de la creación. Aunque habían quedado encontrarse en el templo para el día de la festividad, su amiga pasaba por ahí seguido a esperarla, segura que llegaría en cualquier momento. Intuición o cosa del Dán, ella apostaba más por lo segundo. Se encontraron y conversaron con discreción, Idit le dijo que estaba segura que la tenían vigilada. Que si querían verse tendría que ser en otro lugar cuando logre despistar a los que la seguían. Por eso acordaron el día y la hora ahí, en la antigua plaza de la Diosa. Una zona comercial ahora.

Linet esperó tranquila mientras miraba hacia el mar. Comía algún dulce que compró para disimular, no había mucha gente cerca de ella, cada quien estaba en lo suyo. Ella no podía apartar la mirada del mar, porque eso le recordaba a alguien. Ariel.

—Hey —era la voz de Idit lo que la sacó de sus pensamientos. Se sentó tras ella, unas gradas más arriba.

—Hola —saludó despacio mientras se llevaba más dulce a la boca.

—¿Dónde te estás quedando, Linet? Queremos verte.

—Lo sé, ¿y crees que ya es seguro? Me dijiste que creías que te vigilaban.

—Claro que lo hacen, pero no son nuestros enemigos. Están de parte de nuestra aliada en Theodoria.

—¿Y qué es lo que quieren? ¿Te han pedido algo a cambio de la ayuda?

—Sabes que ese tipo de gente no da un paso sin conseguir nada a cambio, por algo quieren derrocar al gobierno de Aucari. Temo que si se enteran quién eres en verdad quieran precipitar las cosas, y la situación aún es delicada.

—Lo sé, hay que movernos despacio. A estas alturas mi hermano ya debe saber que salí del templo, pondrá gente a buscarme en Theodoria.

—Necesitaremos protección de todas maneras. No será difícil que contraten asesinos a sueldo, sabes que él es capaz —asintió. Su hermano la había librado de la muerte una vez solo para no mancharse las manos con sus sangre, pero eso no quería decir que fuera a perdonarle la vida después de escapar. Las líderes de la revolución estaban libres, pero eso no significaba que estuvieran a salvo. Tenían que actuar pronto.

—Toma esto.— Despacio, Linet sacó de entre su ropa una bolsita llena de monedas. Tenía ahí buena parte de lo que le dejó Francis, sabía que sería suficiente—. Compren armas, busquen otro lugar donde quedarse si es necesario. Prefiero no arriesgarme, si me acerco a ustedes solo las pondré en peligro.

—Pero Linet, te necesitamos...— La rubia se giró a verla. Notó la angustia en su voz, sabía que Idit hablaba en serio. Pasaron años lejos de la escogida, necesitaban de sus palabras de aliento, necesitaban creer otra vez. Pero no podía, no aún.

—Yo siempre las protegeré, no voy a hacerles daño ahora.

—Nos has protegido mucho tiempo encerrada en ese templo sin hacer nada, ya fue suficiente. Ven con nosotras.

—¿Acaso hay prisa?

—Más o menos —dijo Idit por lo bajo. Linet se giró otra vez para seguir disimulando—. Ya sabemos quién estaba detrás de todo.

—¿Cómo? —preguntó, contuvo sus deseos de girarse y verla otra vez.

—Sé quién nos enviaba el dinero y las armas para la revolución, la agitadora. Es la duquesa Carine Berbard.

—¿Cómo es que sabes eso?— No pudo contener su sorpresa, se giró otra vez. Sabía que Idit no mentía, lo que pasaba es que no daba crédito a lo que acababa de oír. Por años nadie supo quién era la persona que las apoyaba desde Theodoria, solo enviaba emisarias que hablaran en su nombre. Y ahora al fin todo estaba revelado.

—Me lo dijo una de sus mensajeras, y no creo que se juegue con eso.

—La duquesa es...

—Es la segunda mujer más poderosa del reino, Linet. No lo creo imposible.— La chica asintió. Respiró hondo y volvió a su postura anterior, mirando hacia el mar.

—¿Y acaso ha dado un mensaje?

—Quiere verte, eso es todo. Nos ha dicho que podemos concertar un encuentro en unas de sus propiedades en el interior. Sabes que para ella un viaje así no representa ningún problema.

—Claro que no, en cambio para nosotras...

—Puede ser arriesgado, pero confío en que irá bien.

—¿En verdad confías en ella, Idit?— Su amiga no dijo nada por un momento, solo la escuchó suspirar.

—Nos ha ayudado por años, se encargó de encontrar la forma de librarnos de la prisión para que puedas huir del templo. Se ha arriesgado tanto como nosotras, y no creo que a estas alturas quiera hacernos daño. Es obvio que no hace esto por nada, algo querrá. Ya depende de ti negociarlo por el bien de todas.

—Si, eso lo sé —dijo pensativa. Tal como veía las cosas ya no tenían más opciones—. Entonces dile a la duquesa que acepto la propuesta. La veré donde ella lo indique. Pero debes informar sobre el peligro que cae sobre nosotras, es probable que ya haya asesinos buscándonos por la ciudad.

—Descuida, le avisaré. En cuanto a nosotras...

—Las veré pronto —interrumpió—. Y debe ser un lugar público donde podamos mezclarnos sin llamar la atención.

—Pues por eso no debes preocuparte, no habrá problemas. Hay fiestas por todos lados con esto del aniversario de la fundación y la fiesta de la creación. Habrá una mañana en la playa. Es algo del pueblo, nada fuera de lo común.

—Entiendo. Si, creo que es un buen lugar. Estaré por ahí, nos veremos.

—Bien —dijo despacio, hasta podía adivinar que en ese momento Idit sonreía.

—Ya debes irte —le pidió—. Tú primero, yo iré hacia otro lado.

—Qué buena manera de asegurar que no te siga.

—Lo hago por tu bien, tonta.

—Lo sé —susurró Idit mientras se ponía de pie. Antes de irse, la chica se giró y le sonrió, Linet correspondió. La vio marcharse en silencio y se quedó observando el camino por donde desaparecía.

Linet esperó un rato más antes de ponerse en marcha. Así que la duquesa Berbard. Claro que sabía de ella, era bien conocida no solo en el país, también en Aucari y quizá el mundo entero. Y sabía que era prima de Francis.

Pensar en Francis le llevaba a pensar también en Ariel. A que, por una extraña razón que aún no entendía, ella estaba en el palacio real viviendo como Lissaendra de Albyssini. En teoría podía ir al castillo y preguntar por Francis, él le dijo que siempre sería bienvenida en Theodoria. Claro, bastaba solo eso para poder acercarse a Ariel y averiguar lo que pasaba en verdad. Pero no creía que eso fuera a funcionar, quizá ni siquiera la dejen entrar o piensen que era solo una loca andrajosa que quería ver al príncipe.

Se le ocurrió otra cosa. No solo tenía que ganarse la confianza de la duquesa Berbard por el bien de su gente. También la necesitaría para acceder al palacio real. Para llegar a Ariel.


Mírame, ahora soy más fuerte

Mírame, ya no tengo miedo

Ahora sí tengo esperanza

Warmikuna... quñusqa kasun (*)


--------------

(*) Tijeras – Renata Flores Rivera ft. Kayfex

Traducción del quechua, inicio de la canción:

Nadie mira nada

No puedo hablar, quiero hablar

Con mucha bulla, la gente

Nadie escucha lo que digo

Entonces digo: Gritaré

Traducción del quechua de la última línea

Warmikuna... quñusqa kasun - Mujeres... estemos unidas

--------------


**Ustedes en shuuk porque actualicé después de dos semanas y no después de 30 meses como siempre**

¡Hola a todo el mundo! Al fin regresé de vacaciones, y como tenía unos días libres me lancé a escribir el capítulo lo más pronto que pude. Como ya había contado en mi fanpage **Denle like cof cof Me faltan 8 para llegar a 400 likes cof cof kjfsjsk** de ahora en adelante las publicaciones de Maldita sirena serán una vez por semana SIN FALTA <3 Excepto cuando anuncie que se me ha complicado la vida, o viajaré por trabajo, o cualquier otra razón que se comunicará con tiempo. Al fin terminé una historia que me llevó mucho tiempo escribir, y la siguiente en la lista de mis prioridades era esta.

POR CIERTO, Maldita sirena está dentro del universo de Memorias de Xanardul. Esa historia también la estoy publicando, y se ubica temporalmente siglos después de los sucesos de esta historia. En el Xanardul moderno la historia de las brujas es muy importante, ya que  protagonizaron una revolución que cambió el mundo entero y dio inicio a una nueva era. La sociedad moderna de Xanardul es mi sueño de inclusión social, diversa, plural, y tolerante. Si les interesa, ahí la tienen y espero le den una oportunidad. Memorias de Xanardul y Maldita sirena son mis primeras historias de fantasía en un mundo creado de cero, tengo fantasía histórica y urbana que a mi parecer es más fácil de llevar. Así que si tienen sugerencias para mejorar o si hay algo en lo que crean que la estoy cagando XD avisen con confianza. 

PD. Puse el inicio del capítulo en el idioma original porque amo la canción. Si no lo sabían, yo bailaba y cantaba en una agrupación de música andina cuando vivía en Cusco, así que estas cositas me dan mucho sfkjvksfjks feelings

Y ahora si, me despido hasta la semana que viene <3





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top