2.- El coso hombre
Si, mi cosa tan mas dulce,
quiero hacer todo,
qué hermoso sentimiento....(*)
No contó los días desde su salida de Aquaea, solo sabía que había visto varios amaneceres y atardeceres. Al principio no le gustó del sol, eran tan grande y brillante que tenía miedo que le cayera encima. Era una cosa impresionante, ¿cómo era posible que brillara tanto e iluminara cada cosa del mundo? Y cuando se iba todo quedaba casi tan oscuro como el fondo del océano. Decía casi, porque en la noche también salía la luna a brillar muy bonito, las estrellas tan lindas y pequeñas allá arriba. El mundo exterior era increíble, y ella solo quería saber más.
A pesar de sus ansias de conocer todo sobre el mundo terrestre, tenía que conformarse con las explicaciones de Erena, y algunas cosas que Abdel tenía que contarle bajo presión de la sirena esclavista. Además, Abdel también le preguntaba sobre el mundo de las sirenas, al parecer Eri nunca quiso explicarle mucho. Así que todo bien por ese lado, Abdel le contaba sobre los reinos de la tierra y ella sobre el reino del agua.
Todo era muy interesante, pero lo sería aun más si pudiera hablar con otros humanos, o humanas. Solo había visto a algunas mujeres a lo lejos, pero no entendía aún la diferencia entre los hombres y las mujeres. ¿Cómo serían sus voces? ¿Cómo la de Abdel? ¿Todos los humanos hablaban igual? ¿Cantaban también? Parecía que solo las sirenas le prestaban importancia al descubrimiento de la voz, para ellos no era la gran cosa. Y después de varios días seguía sin poder sacarle nada importante a Abdel, quien más preguntaba era él.
—Entonces tú tienes quince —le dijo Abdel.
—Ajá.
—Y Erena tiene...
—Ciento cinco —respondió su amiga.
—¿Y ustedes son inmortales o qué?
—No —dijeron a la vez.
—¿Y cuándo es que envejecen? ¿O se quedan así siempre?
—A partir de los doscientos —le explicó Ariel—. Mi abuela tiene doscientos ochenta, le quedan solo veinte años... quizá menos.
—¿Solo viven trescientos años? Igual es bastante —les dijo Abdel pensativo—. ¿Y qué pasa cuándo mueren?
—Nos convertimos en espuma —contestó Erena.
—¿Así nada más? ¿Solo espuma y ya?
—Si, solo eso —le dijo Ariel.
—No tienen, no sé, ¿un paraíso de sirenas? ¿Un lugar dónde ir después de la muerte?
—¿Para qué querríamos eso? Ya vivimos, no tiene sentido —respondió Erena con indiferencia.
—¿Por qué te importa tanto? —preguntó Ariel.
—Solo quería saber cuándo se muere esta zorra esclavista, pero ya veo que vivirá hasta que sea un viejo decrépito y le sacará el dije a mi cadáver para ir a buscarse a otro. Aunque ya sabemos, amor, soy irreemplazable —le guiñó el ojo, Erena soltó un bufido.
—No interpretes mi flojera de buscar a otro humano como que eres único que me importa.
—Ah, pero anoche...
—¿Anoche qué? —Preguntó ella mirándolos a ambos.
—Nada —dijeron a la vez y ni se miraron. No los entendía, pero sospechaba que tenían un secreto que jamás iban a compartir con ella.
—Eri, ¿puedo ir a la costa?
—Se acerca una tormenta, si se pone molesto solo refúgiate en el mar —ella asintió.
—¿Por qué no le dices "mami Eri" mejor? —se burló Abdel—. La esclavista no es tu dueña, puedes ir y venir cuando quieras, Ariel. No le pidas permiso.
—Solo pregunta porque no conoce y quiere saber si es seguro, ¿qué ánimos de joder son esos? Déjala en paz, ella sabe que puede hacer lo que le dé la gana, ¿verdad, Ariel?
—Si. —Lo sabía claro, Erena le dijo que podía ir y venir cuando quisiera, que era una sirena libre. Solo que a veces tenía miedo y la necesitaba a ella, pero ya tenía que dejar de hacerse la nena. Era hora de conocer más por su cuenta y aprender, ser la sirena libre que quiso ser.
—Bueno, entonces adiós.
—Vete —le pidió Abdel haciendo un gesto de adiós con las manos.
—Adiós, Eri. Adiós, coso hombre.
—¡Oye! ¡Que no soy coso! —Le reprendió Abdel.
—¡Sí eres! —Le dijo antes de sumergirse en el mar y empezar a nadar hacia la costa.
Hace buen rato que el cielo se había oscurecido, llegaba la tormenta. Ya sabía lo que era, hace unos dos días vio otra y ahí sí que se asustó por el ruido, los rayos, truenos y esas cosas. Lo que le gustó fue la lluvia, era genial. Agua que caía desde arriba pero por pequeños pedazos, ¡qué lindo! No le molestaba para nada, ojalá pudiera solo llover sin esas feas tormentas. En ese momento quería conocer un poco más la costa, por eso cruzó desde las islas de Theodoria donde siempre andaba con Eri y Abdel hasta el continente, como le contó Abdel que se le decía a ese enorme pedazo de tierra.
Días antes estuvieron por la costa de Aucari, un país al sur de Theodoria. Aucari también tenía islas, pero eran más cercanas al continente y por eso había más humanos. Erena prefería las islas de Theodoria, eran lejanas, seguras, había animales, y en la más grande de ellas había un río. No era un sitio muy habitado, así que podían estar ahí a la luz del día sin problemas. Pero lo que Ariel quería era pasar más tiempo cerca de la costa, poder ver los puertos y construcciones humanas, esos que llamaban edificios. Por eso iba nadando hacia allá aquella noche, era mejor observar todo a oscuras, así nadie podría ver con claridad su cola de sirena.
Ariel nadó bajo el mar por buen rato, cuando subió a la superficie la tormenta ya estaba empezando. Había una roca cerca de la bahía, ahí se subió y se sentó un momento. Estaba cerca de la costa, pero había otra cosa que llamaba su atención. Un barco, pero no cualquiera, nunca había visto uno tan grande y bonito. Barcos en el fondo del mar conocía desde pequeña, pero con lo deteriorados que estaban era difícil darse una idea de cómo eran allá arriba. Desde que escapó de Aquaea había visto unos cuantos junto a Erena, algunos grandes y otros más pequeños, a ella todos le gustaban. Pero ese era diferente, no podía dejar de mirarlo.
Se acercó un poco más, hasta podía escuchar ruido. Parecía una especie de fiesta, aunque no entendía qué celebraban. Lo que sí vio fue que había muchos hombres. Todos reían y cantaban, parecían muy felices. "¿Pero no se han dado cuenta de la tormenta?", pensó. El viento empezaba a soplar con fuerza, la lluvia ya caía sobre su rostro. Ariel se alejó un poco, no quería que la viesen. Eso, y además que la tormenta empezaba a ser molestosa. Al principio le gustó la lluvia, pero luego golpeó con tanta fuerza que le dolió. Antes de sumergirse en el mar vio que el barco intentaba avanzar hacia la costa, lo que en realidad debieron hacer hace rato. La tormenta pintaba fea.
Se quedó buen rato bajo el mar, quizá ya debería volver con Eri, de todas maneras no vería mucho de la costa por la tormenta. O podía nadar por ahí abajo para saber cómo era la zona, nunca se había acercado mucho. Después de estar buen rato en el mar sin hacer nada, fue que decidió salir a la superficie otra vez. La tormenta estaba peor, apenas pudo asomarse. El viento había provocado grandes olas, se sintió arrastrada y por poco choca con una roca. Iba a volver al fondo del mar, cuando de pronto miró en dirección hacia donde vio el barco por última vez.
—Oh... —Fue lo único que dijo. El barco se estaba hundiendo.
Quizá la tormenta no era lo que esperaron, quizá creyeron que podrían regresar a la costa a tiempo. Pero la mitad del barco ya estaba bajo el agua y no alcanzó a ver nada más. Una vez que regresó a su zona segura, se puso a pensar en qué sería de las personas que estaban dentro del barco. Los humanos sabían nadar, pero si ella siendo una sirena lo sentía muy difícil, seguro que para ellos sería un tormento. Seguro que muchos morirían.
"Bueno, eso les pasa por irresponsables, ¿quién hace una fiesta en altamar en plena tormenta? Pero hay que ser idiotas", se dijo muy convencida. Esos cosos hombres eran terribles. Y quizá esa era la razón por la que quería conocer a una humana, quizá ellas diferentes, así como los tritones eran diferentes a las sirenas.
Ariel había decidido que tenía que seguir con su camino a la isla donde Eri la esperaba, pero miró hacia donde estaba el barco. Vio pedazos de este hundiéndose, luego una parte más grande. Y aunque de verdad intentó contener su curiosidad, fue como si su cola se moviera sola. Pronto estaba ya cerca de la zona donde se hundía el barco, y la sorpresa más grande no fue ver esa enorme nave de cerca, sino ver a los hombres muertos. Estaba lo bastante profundo para que nadie pudiera sobrevivir ahí, así que solo veía los cuerpos flotando ya sin vida.
Se asustó, esas expresiones de dolor eran terribles. Murieron luchando hasta el final, hasta que la desesperación fue lo único que quedó, y luego la muerte. "Quizá más arriba haya otras personas vivas", pensó sin querer. Claro, quizá había hombres luchando por su vida, quizá debería subir a ayudar. Pero, ¿podría hacerlo? ¿Estaría bien ayudar? Ellos eran muchos, ¿qué tal si la capturaban? Abdel dijo que algunos hombres capturaban sirenas para venderlas, eso era de miedo.
Lo pensó unos segundos, pero luego recordó el terrible panorama de la superficie gracias a la tormenta. Aunque los hombres lograran verla, considerando las circunstancias, jamás podrían capturarla. Subió, pero lo único que encontraba eran pedazos del barco que la tormenta había destrozado. Llegó hasta la superficie, la tormenta seguía, pero al menos podía ver algo, y lo que vio no era muy alentador. No había personas, quizá todos estaban ya ahogados y muertos. Aún así se acercó un poco más, pero no vio a nadie.
Cuando ya estaba por regresar al agua, vio a alguien que apenas se sostenía de un madero. Su cuerpo se hundía de a ratos, pero aún se mantenía a flote. Se acercó rápido, quizá podría ayudarlo. Una vez al lado de ese coso hombre, se dio cuenta que estaba enredado con unas cuerdas, eso lo había salvado de hundirse.
Empezó a desatarlo, el viento seguía soplando sin piedad y la única forma de salvarlo era sacándolo de ahí, tenía que llevarlo a la costa. Ariel cogió el rostro del hombre, estaba desmayado. ¿Cómo saber si estaba vivo? Lo comprobó escuchando los latidos de su corazón. Era momento de irse. Lo acomodó detrás de ella, en su espalda. Lo cogió de los brazos y empezó a nadar.
Era difícil y cansado, el hombre sí que pesaba, además con esa lluvia no podía nadar más rápido. Debajo del mar sería más fácil, pero con el hombre ahí era imposible sumergirse. En fin, había que nadar y nadar hasta siquiera encontrar unas rocas donde recostarlo. Después de buen rato de avance al fin encontró un punto de apoyo. Recostó al hombre en las rocas y se quedó a su lado un momento, no iría muy lejos con esa tormenta.
Al fin Ariel notó que dejaba de llover, la tormenta estaba pasando. Había que decidir donde llevar al coso hombre, puede que sea más fácil con él despierto.
—Oye... Coso... Coso. —Lo llamó despacio—. Hombre, humano. —Nada, el tipo parecía muerto—. ¿Hombre? ¿Señor? ¡Despierta! —Sus llamados no funcionaban, Ariel solo suspiró. Quizá debería moverlo un poco.
Lo primero que hizo fue tocar su rostro despacio, luego lo cogió de las mejillas y lo miró bien. Era diferente de Abdel, pero no sabría decir si eso era bueno o malo. Lo que sí podía decir era que le gustó un poco más, quizá una parte de ella lo vio más lindo. Sus cabellos eran más claros, parecía que tenía la misma edad que el amigo de Erena. Su contextura era parecida a la de Abdel, o eso creía. Podía ver su cuerpo mejor, bastante mejor en realidad. Se le había rasgado la camisa y tenía el pecho al descubierto. Sin querer los dedos de Ariel se deslizaron despacio por su piel, marcando las formas de su pecho. Y siguió bajando hasta llegar al punto entre la parte de arriba y a de abajo, cerca de las piernas. Nunca había tocado piernas, quizá sería interesante y....
—Oh... —Dijo de pronto—. ¿Qué es esto? —Se dijo extrañada.
No entendía, era como una cosa blanda y extraña entre sus piernas. Ya había notado ese bulto allí, Abdel también lo tenía. Es más, estaba segura que eso hasta tenía nombre. "Pene". Lo tocaba sobre la ropa, no podía definir qué era. Metió la mano debajo del pantalón para palparlo mejor, torció los labios, aún no entendía. Cosa más rara, ¿qué rayos era eso? Quizá tenía que verlo para entender.
—No te vas a molestar, ¿verdad? —Le preguntó al hombre dormido—. No te voy a hacer nada malo, además te salvé de la muerte. Me lo merezco. —Sin esperar más empezó a desatar el pantalón. Cuando ese "pene" estuvo ante sus ojos apenas pudo observarlo unos segundos—. ¡Qué horrible! —Gritó espantada—. ¡Qué asco! ¿Cómo pueden tener eso? ¡Los hombres están atrofiados!
Aún asqueada por lo que vio, Ariel acomodó el pantalón en su lugar y fregó sus manos en el agua, la sola idea de haber toqueteado tanto ese "pene" le espantaba. Ya antes había dicho que los hombres eran raros, pero ya hasta le parecían horribles. ¿Para qué tenían esa cosa además? ¿De qué rayos servía?
—Ya te voy a devolver, y adiós para siempre, coso —le dijo al inconsciente. La tormenta ya había parado y no tenía idea de dónde estaban. Parecía haber pasado mucho tiempo, el cielo ya no estaba tan oscuro, iba aclarando. Seguro que en un rato más amanecería.
Ariel acomodó una vez más al hombre en su espalda, procurando que ese "pene" no la rozara, y siguió nadando hacia la costa. Supuso que seguían en el país de Theodoria, no pensó que quizá habían llegado hasta Aucari. Ya se estaba cansando, cuando al fin vio un buen lugar donde dejar al coso hombre. Mejor que eso, vio construcciones de cerca. Y no eran simples como los puertos que vio de lejos, esas cosas la dejaron boquiabierta. Grandes columnas, altas y con hermosos tallados. Desde donde estaba pudo ver una enorme estatua y entendió pronto. Era una especie de templo para la Diosa del mar.
Todos sabían que la Diosa del mar tenía el cabello largo hasta las rodillas, que montaba olas, y que siempre la acompañaban un tritón y una sirena. A su lado en esa estatua estaban las pequeñas figuras de los acompañantes de la Diosa del mar. Eso debía de ser una señal, la Diosa del mar protegía a las sirenas, quizá ella la guió hasta ahí.
Llevó al hombre lo más cerca que pudo del templo, no podía dejar que nadie la viera. Iba a avanzar un poco más, pero entonces le pareció ver la silueta de alguien acercándose, quizá la vieron. Estaba muy cerca de la orilla, no podía ir más allá. Dejó al hombre sobre una roca y se escondió bajo el agua, nadó lo suficiente para encontrar otra roca donde esconderse.
Ariel se asomó con discreción, fue entonces que la vio. Su boca se abrió de la sorpresa, había una mujer que avanzaba hacia donde dejó al hombre. La mujer parecía una hermosa sirena de la cintura para arriba, pero de abajo tenía piernas como un coso hombre. No, así no eran. Las piernas de la mujer eran más bonitas, delgadas, le parecieron más lindas. Lo mejor no era eso, sino sus cabellos. Eran los cabellos más hermosos que había visto jamás. Largos y dorados como el sol. Brillaban, o eso le pareció. Se le escapó un suspiro, esa mujer humana, esa bella criatura, era lo más lindo que había visto jamás.
No se dio cuenta que sonreía como una boba, que no podía dejar de mirarla. ¡Qué bonita era! Con sus lindos cabellos, su rostro tan bello, sus labios delgados. Debía de ser una sacerdotisa del agua, seguro que sí. La mujer llegó donde el hombre y empezó a moverlo un poco, Ariel seguía mirándola hipnotizada cuando se dio cuenta que el humano acababa de despertar.
—¡Ayuda! ¡Hay un hombre herido aquí! —Gritó la mujer más linda del mundo.
Solo entonces Ariel se dio cuenta que había más mujeres en la orilla del mar. No alcanzó a verlas bien, pero se dio cuenta que si seguía allí podrían descubrirla. ¿Qué hacer? No podía quedarse por mucho tiempo.
Se sumergió de nuevo en el agua, luego podría volver para visitar a la mujer más linda. Sonreía, incluso su corazón latía acelerado de la emoción. Lo que daría por estar un rato a su lado, por tocar esos cabellos, por cualquier cosa que sea al lado de ella. Volvería siempre, no quería olvidarse jamás de ella.
Ah, ahora apenas la conozco,
pero pienso que puedo amarla.
carmesí y trébol....(*)
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(*) Crimson and clover - Tommy James and the Shondells
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Me van a disculpar por el playlist tan old school xd PERO SI YA SABEN QUE MI VIDA PASADA ATACA NO SE SORPRENDAN XD Naa en serio, amo esa canción.
Bueno pues, Ariel acaba de conocer a su crush.
Los HT para esta semana serían.... #GoodLuckAriel #QueEstaPasandaConAbdelyErena Ok ese último no.
¡Hasta la semana que viene!
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