15.- Una vida de resistencia

Has puesto en marcha un sueño en mí

Ahora, al hacerse más fuerte

¿Puedes escucharlo haciendo eco?

Toma mi mano, ¿vas a compartir esto conmigo? (*)


Linet pasó varios días preocupada por Ariel, hasta que apareció y la preocupó aún más.

Todas las noches iba a la playa esperando que ella llegara, pero la sirena ya no aparecía. Ella sabía que Ariel no iba a abandonarla de la nada y así no más, no tenía sentido. Tuvo que pasarle algo, y eso era lo que más la asustaba.

Todas las mañanas dejaba una ofrenda en el altar de la Diosa del mar y le oraba pidiendo que nada malo le haya pasado a la sirena, que regresara pronto, aunque sea para despedirse. No le importaba, lo único que quería era saber si estaba bien, que estaba viva. Incluso si Ariel regresaba para decirle que no podía verla más. Aún así agradecería a la Diosa porque su bella sirena estaba con vida, lejos de ella, pero a salvo. Después de todo no sería la única persona que quería que estaba alejada de ella.

Hacía días que Francis apareció en el templo para decirle que pronto tendría el permiso especial que le prometió, cosa que la alivió bastante. Linet veía muy difícil que eso llegara a concretarse, pero en caso el príncipe la sorprendiera con ese permiso no iba a dudar en aprovecharlo al máximo. Por eso rogaba que Ariel apareciera antes de que pudiera salir del templo. Jamás volverían a verse si ella se iba de ahí.

Una mañana despertó temprano como siempre, le tocaba limpieza de la playa junto con otras hermanas del templo. A veces la marea traía basura, o maderos viejos. También recogían algunas conchas, o piedras bellas bastante propias de esa zona costera, para llevar como ofrenda a la Diosa y hacer elementos decorativos para el templo.

Ella no estaba muy concentrada en su labor, Linet solo conseguía pensar que en esa playa conoció a Ariel, que fue ahí donde se besaron. Donde quizá se enamoraron. Amor era una palabra que no quería pronunciar, ella no podía permitirse algo como eso. ¿Entonces qué nombre le daba a lo que sentía por la sirena? ¿Era en verdad posible amar a una sirena?

Las dos venían de mundos diferentes, incompatibles en realidad. Tierra y agua. ¿Cómo podían unirse? ¿Por qué el Dán las juntó? ¿Por qué el Dán puso en su camino a una sirena a la que jamás podría amar de verdad? Suspiró. A veces Linet pensaba que el gran espíritu le jugaba sucio, y eso que era una de sus escogidas.

La primera vez que Linet escuchó la voz del espíritu ancestral llamado Dán tenía quince años. ¿Qué quería? Libertad, pero no era una misión fácil. La escogió para que iniciara un movimiento de libertad que algún día sería grande. Hizo un ritual de viaje astral, y así se le mostró en una visión cómo sería el mundo. Linet vio mujeres libres. Vio un mundo donde las mujeres no tendrían que vivir sometidas a los hombres, donde las cosas serían diferentes y la gente se reiría recordando las absurdas leyes del viejo reino de Aucari. Esas leyes que nadie se atrevía a cuestionar porque eran norma y mandato natural según ellos, serían la burla del mundo del futuro.

La joven Linet estuvo maravillada y entusiasmada por lo que vio. Aceptó con decisión y alegría esa misión de libertad, dijo que haría lo que sea para lograr aquel mundo. Aunque ese mundo no fuera para ella, aunque jamás viviera un poco de esa libertad, aunque pasara una vida entera de humillaciones. Porque eso le advirtieron, no sería fácil. Sería un camino largo. Pasaría mucho tiempo sola, sufriría, sería repudiada. Pero también tendría seguidores, también habría personas que la amarían y la seguirían donde quiera que vaya.

¿Y qué pintaba Ariel en toda esa historia? Una sirena que venía de un reino marino opresor, uno que se parecía bastante a su natal Aucari. Las dos compartían eso. Un reino dominante que las quería someter a sus normas, leyes injustas que las oprimían, la consciencia de que aquello estaba mal y el deseo de ser libres. ¿Acaso Ariel formaba parte de su destino de una forma que no podía comprender aún? Era difícil dar una respuesta a eso, sobre todo porque llevaba unos años encerrada en ese templo sin aportar nada para la revolución. A menudo pensaba que el Dán la había abandonado, pero también se convencía que tenía que ser fuerte y superar esa prueba. El gran espíritu que la escogió para liberar Aucari no jugaba, y eso que estaba viviendo tenía una razón de ser.

Linet andaba pensando en su misión y en el destino de su vida, cuando de pronto una de sus hermanas soltó gritos de alarma. Todas se fueron a un lado y señalaron un cuerpo. Había alguien inconsciente, estaba apoyada en el extremo del conjunto rocoso frente a la playa del templo. La sacerdotisa se impulsó y se subió sobre una roca para ver mejor, aclaró la vista y por poco se le escapa un grito. Esos cabellos rojizos se le hacían muy familiares, y desde donde estaba era claro que el cuerpo era de una mujer. O de una sirena. Era muy probable de que esa fuera Ariel herida, y no dudó ni un segundo antes de lanzar al agua.

—¡Linet, espera! —gritó una de sus hermanas del templo.

—¡Vayan por ayuda! —Les pidió—. La traeré a la costa, ¡rápido! ¡Muévanse! —Ordenó antes de empezar a nadar entre las rocas. Sabía que no tenía autoridad para ordenar que se movilicen, pero no le importaba.

La chica nadó tan rápido como pudo, ya estaba más cerca y distinguió pronto el rostro de Ariel. El corazón se le aceró, latía con una mezcla de emoción y temor, necesitaba llegar a ella. ¿Y si estaba muerta? No quería pensar eso, esa idea la llenó de miedo. Pero conforme se fue acercando notó cosas más raras. Ariel siempre estaba desnuda de la cintura para arriba, era su estado natural. Pero desde ahí podía ver ropa humana, un vestido en realidad. ¿Qué hacía Ariel vestida como una dama? Estaba confundida, ¿qué significaba eso?

Linet llegó al fin con Ariel. La tomó de las mejillas, estaba caliente a pesar de las frías aguas del mar, eso era fiebre. Y estaba viva, aquello le arrancó lágrimas a la sacerdotisa. Emocionada por encontrar a su sirena amada con vida, le dio un beso en los labios. Notó que Ariel tenía una especie de collar con un dije enredado en una de sus manos, la estaba apretando y le lastimaba la mano. Se la quitó despacio, lo importante era llevar a la sirena a un lugar seguro donde pueda curarse. ¿Cómo tomarían sus hermanas sacerdotisas que llegara a la playa con una sirena? Aquello no iba a terminar bien. La chica decidió fijarse si quizá era su cola la que tenía heridas, pero al mirar hacia el agua lanzó tremendo grito de espanto. Ariel no tenía cola, tenía piernas. No era más una sirena.

Ya no entendía nada de lo que estaba pasando, pero tampoco tenía que hacerlo en ese momento, lo importante era salvar su vida. La levantó, se acomodó con ella y con mucha dificultad nadó llevando a la chica a salvo hasta la orilla. Llevar a una sirena hubiera sido un escándalo, llevar una muchacha con un vestido fino era diferente. Porque hasta eso había notado, esa ropa que Ariel llevaba puesta no era para nada sencilla, era ropa digna de una princesa. Más raro aún.

Una vez en el templo las cosas fueron de cierta forma más fáciles. Podía cuidar de ella durante el día, hizo lo posible para que la dejen cuidar a la muchacha en su habitación. Pero era difícil porque Ariel no reaccionaba y Linet vivía con el temor de que no resistiera a la fiebre y muriera. Incluso la hermana mayor la revisó y dijo que quizá tenían que esperar lo peor. Linet pasó varias noches tomando sus manos, besando su frente, sus labios. Pendiente de bajarle la fiebre, de arroparla y de mantenerla con vida. Y al fin, una mañana al regresar de su servicio diario en el templo, la encontró despierta.

La felicidad de volver a verla se opacó cuando descubrió que Ariel ya no podía hablar. Que algún tipo de magia oscura la había convertido en humana y no había nada que pudiera hacer. Eso la entristecía, ¿por qué le tuvieron que hacer esa maldad a alguien tan buena? Ariel era una sirena maravillosa, bella y con deseos de libertad. Pero la habían atrapado en la tierra con dos piernas que no la llevarían a ningún lugar. Linet sabía que el mundo terrestre era tan difícil para las mujeres como el de las sirenas en el mar. Convertir a Ariel en humana solo significaba una nueva prisión.

Pero aún en la desgracia podía sacar algo bueno. Ariel estaba con ella, estaba a su lado. Juntas como había soñado alguna vez. Ella no tenía nada ni nadie en ese mundo terrestre, quizá se quedaría a servir en el templo. Y en ese caso podrían estar juntas. Podrían amarse a escondidas, y cuando llegara el momento, huirían. Ella sería su compañera de lucha en la revolución. Por un instante se permitió soñar con esa locura. Se vio de la mano con Ariel, las dos dirigiendo la lucha, las dos con las mismas convicciones y el deseo de lograr libertad para ellas y para todas. En el fondo de su corazón sabía que era imposible, pero soñarlo era muy bonito.

Hacía dos días que Ariel había despertado y hasta el momento no salía de la habitación. Linet insistía en que se parara de la cama y caminara un poco, pero las veces que lo intentó, la pobre ponía tremendo gesto de dolor a cada paso que Linet decidió no insistir con eso. Esa mañana solo tenía que apurarse en terminar sus labores en el templo antes de volver con ella, algo que esperaba con ansias todo el día.

Estaba en verdad ocupada. Era un día festivo en el templo de la Diosa. No era el día principal para rendir homenaje, pero aún así habían llegado muchos creyentes. Una vez más Linet se puso a recoger las ofrendas, se hacía tarde y la gente empezaba a retirarse. La sacerdotisa calculaba que todo aquello terminaría en máximo una hora, luego podría volver con su amada.

Linet se acercó a recoger la última bandeja con monedas en ese lado del templo, cuando de pronto escuchó una voz familiar que la llamaba. Se quedó paralizada, no fue capaz de moverse y no reaccionó por varios segundos. Luego giró rápido e hizo lo imposible por contenerse. Por no correr hacia ella y abrazarla con todas sus fuerzas. Por no ponerse a llorar ahí mismo de la emoción por volver a verla.

—Linet —repitió ella. La mujer tenía los ojos rojos, contenía las lágrimas también.

—Ven, Idit. Ven rápido —dijo la sacerdotisa en voz baja. 

A pesar de la capa que llevaba, reconoció el rostro de su compañera en la lucha. Sus cabellos negros y rizados, su piel morena, su rostro decidido. Una mujer que la siguió cuando fue necesario, alguien con el coraje y la fuerza para enfrentar lo que sea. Y que, por cierto, debería estar en una mazmorra en ese momento. Linet le hizo una seña y llevó a un lado a Idit, se escondieron detrás de una enorme columna.

—No hay mucho tiempo —dijo la mujer mientras miraba con temor a los lados.

—Lo sé. —Era consciente de eso, y aún así la tomó de las manos, las apretó fuerte. Idit hizo lo mismo, se miraron a los ojos y sonrieron. Pronto su vista estuvo empañada por las lágrimas de la emoción de volver a ver a su gran amiga y compañera—. ¿Qué ha pasado? —Preguntó Linet con la voz temblorosa.

—Tu tiempo aquí ha terminado, no puedes quedarte más. Debes salir, vamos a sacarte de aquí.

—Espera, ¿qué cosa dices? ¿Quiénes van a sacarme de aquí? ¿Cómo escapaste, para empezar?

—Escapamos —aclaró Idit para su sorpresa, y la chica tuvo que contener el grito—. Lo hemos logrado, Linet. Todas escapamos de la prisión.

—Por la Diosa... —Dijo despacio, no cabía en su emoción, si hasta sintió que las piernas le temblaban—. ¿Cómo? Oh cielos... Ustedes pudieron, ustedes...

—Ya no tienes que estar aquí, ya no tiene que presionarte. Él amenazó con matarnos a todas para que te quedes aquí tranquila. Él creyó que había terminado con la revolución. Pero no ha arruinado nada, esto apenas está comenzando —decía Idit con emoción.

—¿Se están reagrupando? ¿Dónde están ahora?

—En Aucari no, es peligroso. Estamos en la frontera, buscaremos apoyo en Theodoria. Linet, vamos a sacarte de aquí, debes estar preparada.

—No, no. Ustedes no se arriesguen, será peor. Yo saldré de aquí sola, mi permiso especial está en trámite. Pronto tendré un documento del reino de Theodoria que autoriza mi salida del templo. Yo los buscaré allá.

—¿Cómo? ¿De dónde has sacado eso?

—No importa ahora, luego te cuento. Los veré en el templo de la Luz de Theodoria.

—¿Para la fiesta de la creación? —Linet asintió, sería la mejor forma de huir aprovechando la multitud.

—Si para esa fecha no me encuentran, vengan por mí.

—Está bien, avisaré a los demás —Linet asintió. La gente empezaba a caminar cerca de ellas, ya no podían conversar más tiempo.

—Debo irme —le dijo la sacerdotisa—. Nos veremos pronto. La revolución va a seguir, nada va a detenernos. Ve y cuéntales a todas que estoy bien, que pronto iré con ellas.

—Si —dijo Idit mientras asentía—. Me voy ahora. Por un minuto de silencio.

—Una vida de resistencia —contestó Linet con voz firme.

Ese era el lema del "Movimiento Revolucionario de las mujeres de Aucari". Después de varios años lo dijo al fin en voz alta y sintió que se le hinchaba el pecho de emoción. Ese era su destino, esa era la vida a la que estaba destinada. Ya no más minutos de silencio, no más muertes, no más desaparecidas. Por cada voz que callaron, ellas lucharían como fieras. Tenía que volver a liderar la revolución.


**************


Ariel estaba tan aburrida que se sintió tentada a ponerse ese collar solo para escuchar un rato a Lissaendra, aunque sea para que le dijera estupideces. Linet se estaba tardando en volver y ella moría de ansias por su sacerdotisa. Quería dormir otra vez abrazada a ella, sentir sus labios, acariciarla despacio. Pero Linet no volvía, esa mañana antes de irse le contó que era día festivo y que estaría muy ocupada, así que no le quedó otra que aguantarse. Otra sacerdotisa le dejó comida al mediodía, y no había visto a nadie desde entonces. Estaba tan aburrida que decidió ponerse a caminar.

No quería, le dolía como mil cuchillos en los pies, odiaba aquello. Pero tenía que hacerlo, la vida de los humanos era caminar, era la única forma que tenían de moverse. Pensó que si quizá se acostumbraba al dolor, podría caminar sin poner cara de sufrimiento todo el tiempo. Ariel caminó buen rato, intentaba acostumbrarse y aún así era muy difícil. El dolor era el mismo siempre y no creía poder soportar eso jamás. Intentaba no concentrarse en el dolor, pensaba en Linet, en Aquaea, en Eri, hasta en Abdel. Cualquier cosa para olvidar lo que estaba sufriendo. Pero después de caminar buen rato alrededor de la habitación, Ariel cayó al piso de rodillas sintiéndose frustrada y con muchas ganas de llorar.

—¡Ariel! —Sintió más vergüenza aún, justo en ese momento cuando estaba en el piso, Linet llegó y la vio. Intentó pararse para ya no hacer el ridículo, pero Linet fue más rápida.

—Tranquila, amor. No te muevas, yo te ayudo. 

El corazón empezó a latirle emocionado. No podía creer lo que acababa de escuchar. "Amor, me dijo amor", pensó ella con ilusión. Linet acababa de usar esa palabra y eso la hacía muy feliz. Tanto que hasta logró olvidarse del dolor que sentía en las piernas mientras Linet la ayudaba a ponerse de pie y la llevaba hacia la cama. Se sentaron al borde, y antes de que Linet pudiera separarse, ella la cogió de las mejillas y la besó. La sacerdotisa correspondió de inmediato.

Estaba enamorada de Linet, eso podía asegurarlo y nada la haría cambiar de opinión. Esa mujer era lo que jamás soñó, y aún así la hacía tan feliz que podía olvidarse de todo. Sabía lo que tenía que hacer. Sabía que hizo un trato con la bruja del mar y que eso no iba a acabar bien. Toda su vida se había arruinado después de que aceptara el trato, sabía lo que iba a pasarle, un final como espuma de mar. Luego nada, adiós sus sueños, su existencia. Solo espuma que se desvanecería, algo sin importancia en este mundo. Y aunque le habían dicho que el cielo de los humanos era el lugar donde sería feliz y plena, Ariel creía que podía alcanzar el cielo mientras besaba a Linet. En momentos como ese lograba olvidarse de todo.

—Ariel —dijo despacio Linet. Separó sus labios de ella, quería decirle algo, pero la sirena solo quería besarla más. La sacerdotisa sonrió y posó despacio la yema de sus dedos en los carnosos labios de Ariel y los acarició—. Yo también adoro besarte, pero tenemos que hablar. Bueno, yo tengo que hablar ya que tú no puedes. 

Le sonrió. No le importaba, ella era feliz escuchando hablar a su amada. Hasta escucharla era un placer. Linet tomó sus manos y las besó, la miró y Ariel sintió que se estremecía. Aquello que dijo hace un rato no fue un accidente. Linet de verdad la amaba.

—No sé qué te pasó ni por qué eres humana, tampoco importa. Solo sé que no puedo dejarte sola, no podrás sobrevivir en este mundo sin ayuda. Por eso te prometo que no voy a abandonarte, siempre estaré contigo. —Ariel la miraba en silencio. Su corazón estaba acelerado por la emoción de escucharla decir esas palabras—. Pero yo tengo que irme de aquí.

Aquello la tomó por sorpresa. Ariel la miró asustada y apartó sus manos despacio, ¿qué quería decir con eso? ¿Cómo que se iba?

—Tranquila —dijo acariciando su mejilla—. Ya te dije que no voy a dejarte. Ariel, tengo que irme de aquí, ¿si? Y eso será pronto. En cualquier momento me darán un permiso especial para abandonar el templo y entonces podré huir. Cuando eso pase quiero que vengas conmigo.

No supo como sentirse con esa propuesta. Por un lado, quería arrojarse sobre Linet, abrazarla y hacerle saber que estaba muy feliz de que ella quisiera que huyeran juntas como dos amantes. Pero también sentía un nudo en la garganta, porque no podía hacer eso. No podía irse lejos, tenía que ir a Theodoria y encontrar la manera de casarse con el príncipe para poder ir al cielo. Más que eso, para poder vivir. Su tiempo en la tierra era limitado si no cumplía la condición de la Bruja del mar. Por más que la amara y lo deseara con todo el corazón, no podía huir con Linet. Y en ese momento no pudo evitar las lágrimas.

—No... Oh no, amor mío. No llores, Ariel. No tengas miedo, entiendo que estés asustada, pero todo va a salir bien. —Ariel se secó las lágrimas de inmediato. La llamó "amor mío"—. Escúchame, tengo que ir a Theodoria, allá me espera mi gente. —Aquello llamó su atención. Theodoria, eso sí que sonaba bien. Si ella iba a Theodoria con Linet estaría más cerca de su objetivo—. Ariel, quiero que vengas conmigo. Necesito eso, de verdad. Tengo un destino trazado, tengo muchas cosas por hacer. Pero no quiero estar sin ti, no quiero que nada nos separe. Estoy enamorada de ti, es eso.

Ya no pudo controlarse más. Buscó los labios de Linet a la vez que ella hacía lo mismo. Se besaron, todo lo sentía tan intenso que podía estallar de pura emoción. Si se separaron fue solo porque escucharon un ruido afuera, como si alguien pasara cerca de la puerta. Esperaron unos segundos a quien sea que anduviera por ahí se fuera, y al fin se sintieron a salvo. Sus frentes estaban juntas, ambas sonreían

—Te amo —repitió Linet—, y quiero que vengas conmigo, ¿aceptas eso? —Ariel se separó un poco y asintió. Suponía que la sacerdotisa tenía claro en ese momento que ella también la amaba. No podía hablar, pero ese beso fue la respuesta—. Solo hay algo que debo contarte. Es muy importante que lo sepas, pero tienes que jurar que no le dirás a nadie —arqueó una ceja. ¿Por qué Linet le decía eso? Ariel terminó soltando una risita extraña. Hasta su inteligente Linet podía decir cosas tontas a veces—. No te burles —se rió la sacerdotisa—. Ya sé que no puedes hablar, pero puedes comunicarte de otras formas. Asintiendo, señalando, ya sabes. Prométeme que nunca me vas a delatar. —Ariel asintió. Sea lo que sea, nunca pondría en riesgo a su amada—. Bien, entonces voy a contarte... —Linet suspiró hondo y empezó a hablar.

No estaba preparada para escuchar aquella historia. Cuando terminó, no supo si amarla más por la misión sagrada que tenía en este mundo, o si era mejor ponerse a llorar.

Si, a llorar. Porque la amaba con fuerza, pero no creía que estuviesen destinadas a estar juntas. Parecía que iban en sentido contrario. Que no importaba cuanto lo intentaran, en algún momento se tendrían que separar.

Ella tenía que ser reina de Theodoria. Y Linet sería la líder de la revolución.

No podía ser.


Porque cariño sin ti

Todo el brillo de mil focos

Todas las estrellas que robamos del cielo nocturno

Nunca será suficiente

Para mí (*)

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(*) Never enough - Loren Allred, del musical "The greatest showman" 

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