13.- Dos princesas

Di adiós al mundo en el que pensaste que vivías

Inclínate, juega en el papel de un solitario solitario corazón

Di adiós al mundo que pensaste en que vivías (*)

Lo único que Ariel quería en ese momento era arrojarse al mar. Tenía varios días en ese barco y la necesidad de sentir el agua rodeando su cuerpo la estaba matando. Quería estar allá abajo, quería nadar, quería tener cola otra vez. La Bruja del mar le había puesto piernas, pero ella seguía siendo una sirena. Nunca debió aceptar ese maldito trato.

La cuestión fue que para cuando se dio cuenta de la estupidez que cometió, ya era bastante tarde. Ya había bebido la pócima, ya se le había caído la cola, ya le habían salido piernas. Y ya estaba en la superficie, sentada sobre unas rocas en medio de la nada. Intentó gritar, pero ya no salía nada de su boca. Solo podía llorar, y era un llanto muy extraño. Estaba segura que lo arruinó todo, iba a morir ahí. Tenía frío, hambre y estaba sola. Sintió deseos de morir en ese momento, quizá sería mejor.

Tan desolada estuvo que cuando se dio cuenta había un barco pasando no muy lejos de ella. Había hombres que le gritaban cosas, parecían llamarla. Pero ella solo lloraba y lloraba, no quería estar ahí. Y quizá fue su llanto de sirena, porque los hombres hasta parecían conmovidos. Como Abdel cuando lloró al verla triste. Entonces fueron por ella, unos hombres bajaron en un bote e intentaron llevarla con ellos. Al principio se resistió y no quiso, pero estaba tan débil y asustada que al final solo se dejó llevar.

Días después de todo aquello, podía decir que conocer a la princesa Lissaendra fue una de las mejores cosas que le pudo pasar. Era una muchacha linda, muy simpática. Ariel no podría decir que era "de su tipo", porque según Abdel las rubias eran de su tipo si paraba todo el día babeando por Linet, pero le gustaba porque era buena con ella. La princesa hasta le puso nombre, la llamaba "Lisa". Y bueno, como a Ariel también le gustaba usar diminutivos, en su mente la llamaba "Liss". Ojalá pudiera decirle todo lo que pensaba de ella, porque en serio sería muy bonito agradecerle y decirle que le parecía una chica muy buena.

No hablar era una de las cosas que más la desesperaban de su nueva condición. Ella que siempre fue tan "parlanchina", como le decía Eri, a las justas podía hacer señas para que la entendieran. Y estaba lo peor de todo, caminar. Las veces que lo intentó el dolor fue tan fuerte que apenas lograba dar unos pasos antes de detenerse. Caminar era extraño, tan limitado y doloroso que no lo podía soportar. La Bruja tuvo razón, el dolor era como si le clavaran mil cuchillos en los pies... Aunque nunca había sentido siquiera un solo cuchillo como para afirmar eso, pero con lo que dolía tenía que ser verdad.

¿Qué iba a hacer? Apenas caminaba con Liss dentro del barco, la princesa pasaba mucho tiempo en su camarote y no necesitaba andar por todos lados, pero cuando bajaran a tierra firme las cosas serían diferentes. No podía caminar todo el rato como si se estuviera muriendo, menos con esa cara de dolor que asustaba a cualquiera. Iba a tener que aguantarse, y también aprender a fingir que estaba normal, aunque cada paso fuera como morir.

De lo demás ya se encargaba Liss. También había pensado que tal vez eso no era coincidencia. Quizá era una especie de ayuda de la Bruja, solo se le ocurría eso. Antes de desaparecer, la Bruja le dijo que tenía que casarse con el príncipe de Theodoria o se convertiría en espuma de mar. Apenas había recordado esa parte del pacto, hasta que Liss mencionó que su prometido era justo el príncipe de Theodoria, y que estaba camino hacia ese reino para conocer a su futuro esposo y casarse con él.

Hasta ahí todo bien, iría con Liss hasta Theodoria y eso ya era bastante, porque ella no hubiera tenido idea de cómo buscar al príncipe. La cuestión era que iba a tener que quitarle el novio a Lissaendra, y eso no se sentía nada bonito. En realidad, la hacía sentir mal y culpable, aunque aún no había hecho nado. Liss parecía tan feliz e ilusionada con ese matrimonio que daba pena pensar que iba a tener que arruinar eso. Ariel tampoco entendía cómo podía Liss estar tan feliz si ni conocía a ese príncipe, ¿y si era un idiota como Kadal? Lissaendra no se había puesto a pensar en eso, y algo le decía que en realidad ni le importaba.

Pero a Ariel sí. Porque sea quien sea ese hombre, si quería vivir e ir al cielo, iba a tener que casarse con él. Después de pasar varios días sintiéndose asustada y miserable por el trato que hizo con la Bruja, ya se encontraba más tranquila y lista para hacer lo que tocaba. No tenía muchas opciones, se tenía que casar, nada más. Qué horrible destino. Ariel pensó que al ser humana siquiera tendría la libertad de ir a visitar a Linet, pero veía eso muy difícil.

La extrañaba tanto que a veces quería llorar. En realidad extrañaba todo. Su mar, su cola, su voz. A Erena, a Abdel. Y claro, a su amada sacerdotisa, a su Linet. No sabía cómo, pero tenía que encontrar una forma de ir a verla al templo aunque fuera un rato. Ni siquiera se había despedido, Linet debía de estar muy preocupada. Quería verla, abrazarla, sentir sus besos y sus caricias otra vez. No podría contarle como se hizo humana, pero al menos estarían a su lado y eso era lo importante. ¿Lo lograría? ¿Cómo podría ir sola al templo de la Diosa? ¿Cómo preguntar? ¿Cómo pedir ayuda? No sabía nada del mundo terrestre, aunque gracias a Liss iba aprendiendo algunas cosas.

No estaba segura de qué tanto le serviría aprender cómo comer con tantas cosas en la mesa, pero parecía ser importante. Lissaendra le llamaba "Clases de etiqueta", y ella seguía sin entender para qué servía todo eso, pero si una princesa le enseñaba entonces debía de ser útil. Ariel se dedicaba a aprender nada más, total, saber un poco del mundo terrestre era mejor a no saber nada.

Esa mañana Liss quería tomar aire fresco, por eso salieron a la cubierta. Lo bueno fue que les pusieron sillas para sentarse, hasta sombrillas para que estuvieran cómodas. Ariel miraba el mar como si estuviera hipnotizada. Se imaginaba nadando ahí, esa hermosa sensación de estar bajo el mar. Extrañaba mucho ser sirena, necesitaba el mar. Allá arriba su piel estaba seca y eso la desesperaba. Una vez aprovechó una distracción de Liss y se echó un balde de agua encima para sentir la sensación de mojado otra vez. La princesa le llamó la atención, le dijo que esas cosas no se hacían, que si tenía sed y calor solo tenía que usar paños húmeros y tomar mucha agua.

De pronto usaba más paños húmedos que la princesa, bebía agua todo el tiempo. Y también orinaba mucho. Qué feo era orinar. En el mar apenas lo sintió, allá arriba notaba como salía de ella, parecía como una cosa rara y olía peor. "Lo otro", lo que salía de "atrás", era más asqueroso aún. ¿Por qué nadie le contó esas cosas? Los cuerpos de los humanos eran muy extraños, debió preguntarle a Abdel antes. En fin, ya ni quejarse servía, solo quedaba aprender.

—¿Lisa? ¿Lisa? ¿Estás bien? 

La voz de la princesa sonó más fuerte. Ariel sacudió la cabeza, verdad que Lisa era su otro nombre. La miró y asintió, estaba tan concentrada mirando el mar que apenas escuchó a la princesa

—Creí que te habías quedado dormida, ¿quieres que pasemos? Yo quiero ir a descansar un poco antes de la comida. ¿O prefieres quedarte aquí? —Ariel asintió. Quería estar un rato más mirando el mar, su hogar. 

Se preguntaba si algún día volvería a ver a sus hermanas, o a Erena. ¿Cómo averiguaría ella que estaba en Theodoria? Eri nunca se acercaba mucho a las costas pobladas, así que eso estaba difícil. Ojalá pudiera encontrar la forma de verla, pensar que no volvería a estar a su lado le dolía más que caminar.

—Está bien, te dejo aquí. —Ariel volvió a asentir, y ahora miró al frente. 

Allá al fondo se veía algo negro. Le recordó a aquella vez cuando el cielo se puso negro, llovía y todo era horrible. Era como aquella vez que el barco del coso hombre se hundió y todos murieron. "Oh no... ¡Una tormenta!", se dijo asustada. Y ella estaba en un barco, si esa cosa las alcanzaba quizá podrían hundirse. Ariel señaló hacia el mar, la princesa Lissaendra buscó con la mirada a qué se refería y lo entendió pronto.

—Ah...eso. ¿Estás asustada por la tormenta? No tienes de qué preocuparte Lisa, acá estás a salvo. ¿Verdad, Arnaud? —La princesa se llevó despacio la mano a su collar. Acarició los bordes dorados, luego lo acomodó entre su ropa. A Liss le gustaba hacer eso, Ariel pensaba que era como un amuleto. Nunca se lo sacaba, y siempre lo tocaba, como si le diera seguridad.

—Claro que sí, mi princesa —habló aquel guardia, Arnaud. 

Ariel se giró a verlo, sus miradas se cruzaron y notó que él fruncía el ceño. Ya sabía que no le agradaba, lo había notado desde el primer día. También sabía que en el barco algunos creían que ella era un espíritu que podía hacerles daño, y quizá ese Arnaud pensaba que iba a lastimar a su princesa. ¡Qué tonto! Si eso no iba a pasar jamás, nunca le haría daño a Liss. Solo le iba a quitar el novio... Bien, eso sonó horrible igual. Pero así de lastimar de verdad, jamás.

—¿Ves, Lisa? Estamos a salvo aquí. La flota de Albyssini es la mejor del mundo, nuestros barcos no se hunden jamás.

—Así es, princesa —continuó Arnaud. Ariel apartó la mirada, ese hombre la asustaba. Estaba segura que a la primera que sospechara que ella hacía algo raro la iba a matar—. Nada le va a pasar en este barco, además estamos bastante cerca de la costa. Mañana al amanecer estaremos en Theodoria, llevamos buen ritmo y nada nos va a retrasar.

—Ya escuchaste, Lisa. Puedes quedarte tranquila, estás dentro de la mejor nave de la flota de Albysini. —Ariel asintió. Bueno, si ellos sabían de barcos y le decían que ese no se iba a hundir, entonces trataría de creerles. Pero, así como ellos sabían de barcos, ella sabía de mar y de tormentas—. Iré a mi camarote, si necesitas ayuda para caminar solo avisa, ¿sí? Debes estar puntual para el almuerzo —asintió otra vez. Era lo único que sabía hacer, ¿acaso no había otra forma de comunicarse? Ojalá que descubriera una manera de hablar aunque no tuviera voz, eso la estaba desesperando.

La princesa se puso de pie y empezó a alejarse con ayuda de una doncella que le acomodaba el vestido. Ariel volvió la vista al mar, pero entonces sintió que alguien la tomaba fuerte del brazo. Fue Arnaud quien estaba mirándola amenazante y apretaba su brazo.

—No sé lo que eres —empezó a decir el hombre—. No me interesa tampoco, solo sé que no eres humana. A mí no me engañas con tu teatro de dama indefensa. Solo te digo una cosa, si algo le pasa a mi princesa, si por cualquier razón no llegamos a Theodoria; serás tú la culpable. Y te juro que voy a matarte, ¿me has entendido? Así que ni te atrevas a hacerle daño.  —Ariel asintió rápido, quería que la soltara ya. Arnaud la dejó, ella se sobó el brazo que él apretó. Lo miró asustada, ¿qué había hecho para que la tratara mal?

Arnaud ya no dijo más, se apartó y fue detrás de la princesa. Ariel suspiró y volvió la vista al mar, aunque luego se quedó buen rato observando aquella negrura que parecía hacerse más grande poco a poco. Ojalá ellos tuvieran razón y no pasara nada malo, que ese barco no se hundiera nunca.


*************


De las muchas lecciones que Ariel aprendió en ese barco, la lección final fue la más contundente de todas: No te confíes en nada, menos de un hombre diciendo que algo no va a pasar.

Liss solo repetía lo mismo que decían todos en ese barco. Que era indestructible, que nada podría hundirlo. Incluso cuando las cosas empezaron a empeorar, Lissaendra pidió ver al capitán y este le dijo que él sabía todo sobre barcos y que nada malo iba a pasar. Todos le decían a Liss que las cosas estaban de lo más bien, pero Ariel sabía que estaban de lo peor. Incluso los miraba a todos con molestia y se cruzaba de brazos, ¿por qué no le decían la verdad? ¿Solo por calmar a la princesa? ¿O porque no querían admitir que se habían equivocado y que ese barco sí se iba a hundir?

Las cosas habían empeorado mucho. Ya ni siquiera se preocupaba por mantenerse de pie porque eso era imposible. Todo se tambaleaba, había agua por todos lados, hasta en el camarote de Lissaendra. La princesa lloraba asustada, sus doncellas también. Ariel se cogía de donde podía, el agua le llegaba a las rodillas, las cosas alrededor se caían, todo se estaba destrozando. ¿Cuánto tiempo duraría eso? ¿Resistiría el barco? Ariel estaba segura que no, esa tormenta era peor que la que hundió el barco del "coso". Si el barco del coso no resistió, ¿qué esperanzas tenían ellas? Tenía que prepararse.

"No voy a morir aquí", se dijo muy segura. Aunque no tenía idea de cómo sobrevivir a esa tormenta. Estaba asustada, Lissaendra lloraba, las doncellas gritaban, Arnaud apenas podía mantenerse firme. Cuando el barco se hundiera, porque se iba a hundir, tenía que intentar alejarse de todo el desastre. Y lo principal, tenía que sostenerse con madera, así podría flotar. No estaba segura si podría nadar, no lo había intentado desde la transformación. Quizá las cosas no irían tan mal, quizá...

Todo cambio en un instante. Estaba ahí intentando mantenerse de pie, y de pronto estaba bajo el mar, una ola los había cubierto. Y aunque la situación era crítica, por un instante se sintió feliz. Ahí estaba, en su ambiente. Se movió despacio, sonrió. Ella era una sirena. Una sirena con piernas, es cierto, pero sirena, a fin de cuentas. Y aparentemente podía aguantar mucho tiempo bajo el agua. No sintió necesidad de respirar hasta buen rato después de moverse en el agua, y cuando empezó a sentir que se le iba el aire supo que tenía que nadar.

Pero, ¿cómo podría hacerlo sin cola? Abdel nadaba, lo había visto. ¿Cómo iba a salir de ahí? Intentó imitar a Abdel, pero se le hacía muy difícil. Quizá era mejor nadar como si tuviera cola, juntar sus piernas y moverse como una sirena. ¿Serviría eso? No tenía una aleta, pero quizá podría funcionar. Y funcionó. Ariel salía a hacia la superficie mientras esquivaba los trozos del barco que se atravesaban en su camino. Hasta que al fin llegó, y hubiera preferido quedarse abajo.

Tomó una bocanada de aire, necesitaba respirar. Se cogió de un madero que había flotando cerca, pero apenas podía sostenerse, el movimiento de las olas no la dejaba. Arriba todo era un caos. Le parecía escuchar gritos, pero todo era acallado por el ruido de la tormenta. Ariel quiso gritar cuando vio que una enorme ola llevaba hacia ella una parte del barco, si eso la golpeaba podía morir. Se movió apenas un poco para evitar que eso la tocara y se salvó por un pelo. Lo bueno fue que su madera era resistente, solo tenía que encontrar la forma de salir de ahí.

Fue entonces que en medio de todo ese desastre escuchó con claridad un grito de ayuda. "¡Liss!" gritó por dentro cuando al girar vio a la princesa tratando de salir del agua. No muy lejos de ahí estaba Arnaud intentando llegar a ella, pero con tanto movimiento de las olas y la fuerte lluvia era bastante difícil. Ariel se alarmó cuando vio que el cuerpo de la princesa se hundía en el mar, y sin pensárselo mucho se arrojó de nuevo al agua y empezó a nadar hacia ella.

Era muy difícil, apenas podía nadar bien, si fuera una sirena completa ya hubiera llegado. Pero cuando al fin alcanzó a Liss ella aún estaba viva, luchaba por salir, por respirar, estaba desesperada. Ariel la cogió e hizo un enorme esfuerzo por sacarla de ahí y llegar a la superficie. Una vez arriba ambas tomaron un poco de aire. Lissaendra tosió, y cuando se dio cuenta que estaba a salvo se aferró fuerte a Ariel. "Liss, así no puedo avanzar... Liss por favor déjame respirar... ¡Liss!", gritaba internamente. Odiaba esa situación, nunca debió darle su voz a la bruja. Con gran esfuerzo llegaron hasta otro trozo de madera. Primero hizo que Liss subiera, luego ella.

Estaban a salvo de momento, la tormenta seguía. El aire soplaba con fuerza, la lluvia apenas las dejaba ver y esa madera no iba a sostenerse por mucho tiempo. Ariel miró alrededor, no había nadie en la superficie, ni siquiera Arnaud. Se le hizo un nudo en la garganta, todos estaban bajo el mar y ella no podía rescatarlos, apenas podía con ella misma y con la princesa. Tenían que moverse, si se quedaban en ese lugar los restos del barco las golpearía y se iban a hundir.

—¡Lisa! —Gritó la princesa con fuerza. Ariel se giró, la madera se estaba rompiendo. 

No sabía como pedirle que se tranquilice, porque la verdad ella tampoco estaba nada tranquila. Se estaba desesperando, tenía miedo de no sobrevivir a eso. Tomó de un brazo a Liss y la jaló a su lado, esa cosa no iba a soportar el peso de las dos. "Quizá yo deba bajarme, ella no sabe nadar, yo al menos puedo intentarlo. Si, eso voy a hacer..."

Pero otra vez el mar atacó. Padre del cielo debía de estar muy enojado, porque esa tormenta no tenía piedad con nadie. El viento seguía soplando con fuerza, las olas las cubrieron y Liss se estaba resbalando, no conseguía cogerse de la madera. Ariel la cogió de los brazos, intentó hacerla subir de nuevo y lo consiguió, la princesa se quedó arrodillada frente a ella un breve instante.

¿Cuánto tiempo duró aquello? Segundos quizá. Unos segundos eternos en los que la vio irse para siempre. Una ola llegó, pero esa ola no llegó sola, muchos restos del barco iban con fuerza hacia ellas. Hacia Liss. Ariel intentó cogerla y apartarla del peligro, pero ya la habían golpeado. Por un instante rozó la piel de su cuello, una de sus manos se enredó con algo. Un segundo estaba frente a ella, al otro Lissaendra había desaparecido, y en la mano de Ariel solo quedó enredado su collar, aquel que la princesa siempre cogía como si fuera su amuleto.

"¡No! ¡Liss, no por favor!", se dijo desesperada. Estaba llorando, y su primer instinto fue lanzarse al agua para rescatarla otra vez, pero fue imposible. Otra ola la hizo tambalear y arrastró la madera lejos de ahí. Ariel se cogió fuerte, apretó los ojos. Sus lágrimas se confundían con el resto de agua que la rodeaba. Lissaendra se fue, la tormenta la mató. Una mujer tan buena, una princesa tan generosa, una chica tan maravillosa... ¡Inocente de ella! ¿Por qué le tuvo que pasar eso? ¡Qué horrible destino! Pero al menos se iría al cielo, ahí sería libre. Al menos allá ya no iba a sufrir.

Aunque quizá debería concentrarse en sobrevivir. La tormenta la había arrastrado un poco lejos de la zona donde se hundió el barco, y tenía que esforzarse por salir de ahí. Solo nadando sería imposible, no podía soltar su madera. Cogiéndose de esta y pataleando, Ariel empezó a alejarse despacio. Era difícil, no veía nada, a cada momento las olas la arrastraban hacia otro lado. En lo único que se concentraba era en mantenerse despierta, porque podía hacer muy poco con tanto movimiento del mar.

No supo en qué momento se golpeó la cabeza con algo, solo sintió dolor y luego nada. Cuando abrió los ojos estaba aún sostenida en su madero, enredado en su mano estaba el collar de la princesa y alrededor de ella había algunas rocas. Ariel miró alrededor, se sentía mareada. El lugar se le hacía familiar, ¿de dónde lo conocía? Siguió buscando con la mirada, aún no amanecía, pero el cielo estaba aclarando y la tormenta había pasado. Había un islote cerca, y no muy lejos de ahí más de esas rocas. Cuando se dio cuenta sintió como si todo su cuerpo temblara de emoción. Eran las rocas que estaban cerca al templo de la Diosa del agua. Cerca de Linet.

Tenía que llegar ahí como sea, tenía que verla. En ese lugar estaría a salvo, la cuidarían. Y lo más importante, estaría con Linet. Ya ni siquiera le importaba que tenía que llegar a Theodoria y casarse con el príncipe, ¿qué tenía de importante eso cuando la personas que quería estaba tan cerca? Tenía que llegar a ella, tenía que nadar. Pero su cuerpo ya no daba más, estaba agotada. Apenas podía moverse, le dolía todo. Y aún así lo intentó. La marea la arrastró hasta ahí, eso ya era bastante ayuda en medio de la tragedia. No iba a rendirse cuando estaba tan cerca de ella.

Ariel iba a arrojarse al mar para nadar otra vez, cuando notó que el collar de Liss seguía enredado en su mano. Le estaba apretando, así que empezó a desenredarlo. Mientras se sacaba la cadena vino a su mente el recuerdo del último momento en que la vio. Sintió deseos de llorar. ¡Pobre Liss! Tan buena que era, tan linda y graciosa. Lo único que quedó de ella era ese collar, y Ariel no sabía qué hacer. Era bonito, la cadena brillaba, los bordes también. La esfera que tenía al centro era verde y brillante, muy lindo de verdad. ¿Debía arrojarlo al mar? Ella no era su dueña, no merecía tenerlo. Pero después de pensarlo bien decidió guardarlo. Liss fue buena con ella, así que guardaría eso como recuerdo para no olvidarla nunca.

"Ahora si, Linet, ahora voy por ti", se dijo decidida. Empezó a nadar, estaba exhausta y temía desvanecerse en el mar en cualquier momento. Ariel avanzó hasta llegar a la roca más lejana de todas. Desde ahí ya podía verse el templo de la diosa, a lo lejos la estatua se lucía imponente. Avanzó un poco más, se cogía fuerte de las rocas, su cuerpo no daba más, no podía seguir nadando. Se quedó ahí pensando si la encontrarían. Si Linet la vería. Estaba tan débil que quizá estaba muriendo. ¿Y si eso era morir? ¿Y si no abría los ojos nunca más? Su cabeza se quedó recostada sobre una roca, los ojos se le cerraban. Antes de desmayarse otra vez sintió las lágrimas deslizándose por sus mejillas.


*********


Ariel soñó. O al menos eso creyó.

En su sueño vio el rostro de Linet, pero no lo vio sonriente y hermoso como siempre. Lloraba, le decía cosas. También la besó, y ella en su sueño se sintió muy feliz.

En el sueño no caminaba, era como si flotara, y a su lado iba Linet. La tomó de la mano, pero ella apenas la sentía, ni siquiera podía apretarla.

Soñó que estaba en una cama, alrededor todo era blanco o al menos eso parecía. Tenía que ser un sueño, porque solo así Linet podía estar tanto tiempo a su lado. No era la única, había otras personas cerca también, otras mujeres. La atendían, le quitaron la ropa, le dieron de beber algo. Pero cuando no había nadie, Linet se acercaba a ella, le acariciaba el rostro y los cabellos, la besaba otra vez. Ariel no sabía si estaba sonriendo, pero quizá sí.

En su sueño sentía muchas cosas, y era extraño. Frío, calor, miedo, felicidad. Era feliz cuando Linet aparecía, pero también tenía miedo porque ese sueño no terminaba nunca. Quería despertar, quería estar con ella de verdad.

También soñó que estaba sola, y que alguien le puso el collar de la princesa en el cuello.

Pero lo más extraño fue que soñó que escuchaba la voz de Liss. Lissaendra le dijo que estaba viva.


Di adiós al mundo en el que pensaste que vivías 

Di adiós...

En cualquier otro mundo

Puedes decir la diferencia (*)


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(*) Any other world - Mika

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¿Qué pasó en verdad con Lissaendra? ¿Estará viva o no? ¿Teorías de conspiración? ¡Cuéntalo y exagéralo! 

Oficialmente Ariel está en tierra firme, ¿qué se nos viene? ¡No se la pierda!



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