Capítulo 5
Al caer la noche y mientras preparábamos la cena me dispuse a hablar con Joel y mamá sobre mi viaje.
—Ya que estamos los tres, quiero contarles que me iré de viaje el jueves por la tarde.
—¿De viaje? De que me estás hablando, Fabiola.
—Es un viaje de trabajo, Joel. —Apreté la mandíbula furiosa, respiré hondo e intenté tranquilizarme.
—¿Con Alcatraz, supongo? —Afincó los codos en la mesa y apoyó la quijada sobre sus manos.
—¡Claro! Algún problema —giré los ojos indignada.
—¡Basta! —protestó mamá de pronto—. Es un viaje de trabajo y nada más, hijo —dijo mirando a Joel.
—Y voy a ir, te guste o no —sentencié.
—Fabiola, ¡por favor!
—Por favor nada, mami, el prometió no interferir en mi trabajo y mira como se pone.
—Tienes razón, eso prometí y lo lamento, con permiso, Margarita —sonrió a mamá y salió de la cocina.
—Creo que debes ser más sutil con él, cariño —comentó
—No, mamá, Joel que deje de cuestionarme, si no le gusta, allí está la puerta.
Mamá hizo un gesto en desaprobación a mi comentario y continuamos cenando en silencio.
Joel no regresó al comedor y no me importó, finalmente, será a él a quien le truene el estómago del hambre a las tres de la mañana, no a mí.
Jueves 5:00pm
—Estamos por llegar a Seattle, prepárense para aterrizar
Se escuchó la voz de la azafata.
En el aeropuerto nos recogió una limusina y nos llevó al hotel donde nos hospedaríamos. Como era de esperarse, fue un sitio bastante lujoso, desde la recepción hasta los elevadores. Entramos en una suite de paredes blancas con cuadros floreados, la cama era amplia vestida con sábanas blancas y doradas, frente a ella un gran televisor de pantalla plana, en un lado tenía un mini bar y unas puertas de vidrio que daban paso a un balcón que tenía unas pequeñas mesas.
—Fabiola, en aquella puerta está tu habitación. —Se aferró a mi cintura y caminamos hasta allí.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al sentir sus manos en mi cuerpo y comencé a pensar si de verdad había sido buena idea viajar con él. Le di las gracias, tomé mi maleta y entré en la habitación que también era amplia, con la misma decoración de afuera y baño propio, rápidamente fui al baño saqué mi teléfono y llamé a Joel.
—Ya estoy en Seattle, me estoy instalando en mi habitación, avísale a mamá que todo está bien.
—Sí, Fabiola, se lo diré. ¡Cuídate!
Su tono de voz tan cortante me mostró, aun a través del teléfono, su molestia, fue extraño sentirlo tan frío conmigo, pero no le di demasiada importancia...
Toc, toc
Escuché el sonido de la puerta y caminé hacia ella.
—Señorita Fabiola, soy Micley; estaré a sus órdenes en sus días de hospedaje, debe estar lista a las ocho de la noche, cenará con el señor Alcatraz en el restaurante del hotel.
Asentí a la joven y volví dentro de la habitación porque debía lucir hermosa para la cena, saqué todo de mi maleta y comencé a buscar que ponerme.
Cuando el reloj marcó las ocho de la noche yo estaba lista observándome en el espejo. Había escogido un vestido rojo destapado en la espalda con una pequeña y discreta abertura en la rodilla.
Me sobresalté cuando tocaron a mi puerta, caminé con cautela para abrir y allí, como el mismísimo Dios, más guapo que nunca, estaba Leonardo, vestía totalmente diferente a como estaba acostumbrada a verlo a diario, llevaba una camisa azul clara de mangas hasta los codos, un pantalón negro ajustado y unos zapatos de gamuza azul oscuro; dando así, un aspecto más juvenil, se veía maravilloso...
—Luces muy guapa, será un placer que me acompañes a cenar esta noche —dijo de pronto examinándome de arriba hacia abajo desbordando toda su sensualidad. —Me le acerqué descarada y le dije al oído —. Lo mismo para usted, señor Alcatraz.
Bajamos hacia el restaurante sin decir una sola palabra, pero sentía el peso de su mirada penetrar cada parte de mi cuerpo. Cuando las puertas del ascensor se abrieron lentamente para darnos salida, Leonardo me ofreció su brazo con galantería, yo esbocé una sonrisa y me empalmé en él sin pensarlo.
En el restaurante, una joven nos guio a nuestra mesa, donde los presentes se levantaron a recibirnos, Leonardo me presentó ante el señor Santamaría como su acompañante y no como su secretaria, cosa que me extrañó, puesto que esas personas eran el motivo de nuestra presencia laboral allí; eso sí, para nada me incomodó, al contrario, me sentía sumamente halagada.
Los meseros se acercaron para servirnos un cordero asado acompañado con un vino tinto, pero lo cierto era que yo tenía el estómago cerrado por los nervios.
—Muchas gracias por esta cena, Leonardo, estaremos encantados de hacer negocios con usted.
—El placer es todo mío. —Alzó su copa—, se dice que ustedes son los mejores vendedores del mercado.
—¡Lo somos! Y nos encantaría formar parte de su equipo, disponemos del mejor catálogo con más de doscientas colecciones de tapizado, le aseguro que no se arrepentirá. —Chocaron sus copas.
—¡Eso espero! —indicó Leonardo.
Terminamos la cena y poco a poco nuestros acompañantes se fueron retirando de la mesa y cuando creí que también nosotros nos marcharíamos, Leonardo me hizo una propuesta.
—¿Te apetece tomar una copa conmigo, Fabiola? —Situó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
—¡Encantada! —Sonreí mientras él me ofrecía su mano como todo un caballero para salir hacia el bar del hotel.
La música sonaba con intensidad y la luz de ese lugar era casi nula, todo estaba repleto de mesas y, también personas bailando alrededor, tomados de la mano fuimos abriéndonos paso entre las personas para llegar a la barra, donde tomamos asiento y pedimos un par de whisky.
—Fabiola, cuéntame un poco más de ti, sé que estudias derecho, que ayudas a tu madre y, también que tienes pareja. —Me guiñó un ojo—. ¿Cómo es tu relación?, ¿cómo te llevas con él? Si es de tu agrado contarme sobre eso ¡Claro! —Levantó su vaso y dio un sorbo a su whisky.
Lo menos que quería era hablar de Joel, me tomé unos minutos hasta que dije...
—Bueno, para resumir, llevo varios años con él y se puede decir que lo quiero, pero no me veo a futuro con esa relación, ya que él se conforma con muy poco en la vida y yo soy de grandes aspiraciones. —Posé ligeramente la pierna derecha sobre la izquierda e hice mi cabello hacia un lado con coquetería.
—¡Es algo interesante! —exclamó y su voz varonil me excitaba—. Digamos que yo tengo mucho para ofrecerte, Fabiola.
Se levantó de su silla para acercarse a la mía, colocó sus manos melosamente en mis mejillas, me acercó a él y me besó. Fue un beso delicado, pero ardiente, una combinación de pasión y deseo que me dejó sin aliento, quería más de esos labios y más de él. Enredé mis manos en su cuello e hice bailar mi lengua en su boca mientras él me apretaba hacia su cuerpo. El beso que inició con delicadeza, fue volviéndose poco a poco un beso salvaje bañado en desesperación. Hasta que de pronto...
Cof, cof...
El chico de la barra nos interrumpió ofreciéndonos más whisky.
Nos incorporamos y recibimos los tragos, pero cuando quise dar un sorbo Leonardo me lo impidió.
—Ya es hora de irnos, Fabiola. —Se puso de pie, sacó su billetera y dejó dinero en la barra.
—¿Tan pronto? —Fingí estar sorprendida.
—Sí, camina. —Me haló por la mano obligándome a caminar y me dejé llevar por él.
Yo tenía claro lo que quería y estaba segura de que él también, pero no estaba dispuesta, no esta noche, yo quería hacerlo desear más de mí y que enloqueciera por tenerme.
Llegamos al ascensor y una vez dentro Leonardo me miró con malicia, con deseo e intensidad. Desvió su mirada de mí y pasó una de sus manos por su cabello, volvió a mirarme y acto seguido me arrojó bruscamente al fondo. Me devoró los labios y con rapidez fue subiendo mi corto vestido para tener acceso a la minúscula ropa interior que llevaba e introducir sus dedos en mí. Sus dedos jugaban en mi interior, su boca se apoderaba de la mía y cuando el ascensor abrió sus puertas nos separamos agitados, bajé mi vestido y caminé guiada por él hasta la habitación, en la cual, por supuesto, Leo quiso continuar, me tomó con decisión y presionó mi cuerpo contra la pared besando mi cuello, pero yo tenía otros planes.
—Leonardo, ¡détente! —Me solté de sus brazos, lo miré fijamente y me encontré con su expresión evidente de deseo y desconcierto.
—¿Por qué quieres que me detenga ahora?, ¿qué sucede? —siseó furioso golpeando la puerta, respiró hondo y se apartó unos centímetros de mí.
—No es correcto hacer esto, yo estoy en una relación y trabajo para ti. —Fingí sentirme avergonzada, porque sinceramente yo estaba loca por tenerlo y que me hiciera suya.
Leonardo se acercó nuevamente hacia mí y suspiró muy cerca de mi cuello, lo que provocó que mi corazón se acelerara hasta el punto en que creí que saldría de mi pecho.
—¿Tu relación? Dijiste que él era un bueno para nada, que no te daba lo que merecías. —Pasó su lengua por el lóbulo de mi oreja haciéndome estremecer—, yo concuerdo contigo y estoy seguro de que él no hace que tus manos tiemblen como lo hacen en este momento. —Me besó y se marchó de mi lado.
Yo me quité los tacones y di varios pasos con sentido a mi habitación, mas no terminé de llegar a ella, debido a que Leonardo me sujetó del brazo halándome hacia él y presionándome contra su cuerpo con las manos sobre mi espalda.
—Fabiola, entre hacer lo correcto o lo que mi piel y subconsciente me demanda, te elijo a ti. —Me escudriñó con la mirada y se alejó, pero ahora caminando hacia el pequeño balcón donde se sirvió un trago del whisky que había en la mesa—, sin embargo, respeto tu decisión. —Alzó su vaso frunciendo los labios y me dio la espalda.
Quedé desconcertada y totalmente confundida, caminé sin decir nada hasta la puerta que daba a mi habitación y estando dentro me retiré el vestido y me fui a la ducha. Me sentía agradecida de que el agua estuviera caliente y no helada, como la que tenía en casa, aunque yo necesitaba era hielo para bajarme la calentura, lo bueno fue que me relajé muchísimo y logré calmar mi cuerpo y emociones. Sequé mi cabello con una pequeña secadora que había en el baño, me coloqué un vestido de dormir y me fui a mi cama.
Acostada y sin conciliar el sueño, busqué mi celular y observé que eran las dos de la madrugada. La noche había pasado volando, programé mi alarma para unas horas más tardes y me fijé en que tenía un mensaje de Joel.
Fabi, me hace sentir mal que estemos distanciados, arreglaremos las cosas en cuanto llegues, te amo.
Leí cada palabra escrita dos o tres veces, me sentía mal por engañarlo, él no lo merecía; sabía que lo correcto era decirle que no quiero estar con él, aunque la verdad era que no tenía fuerzas para dejarlo aún, y tampoco estaba dispuesta a alejarme de Alcatraz, decidí no responderle, ya pensaría luego que hacer.
Mi despertador sonó temprano, tal como lo había programado, había dormido pocas horas y me sentía realmente cansada. Recordé a Joel y sentí la necesidad de responder a su mensaje.
Así será, lo arreglaremos a mi regreso, cuídate y cuida de mamá, ¡por favor! Te llamaré por la noche.
Mientras terminaba de arreglarme tocaron a mi puerta y las piernas me comenzaron a temblar, ¿sería él? Estaba nerviosa, pero me arme de valor para abrir.
—Señorita Castell, aquí está su desayuno, el señor Leonardo la espera en media hora.
Era la chica que vino a presentarse el día de ayer, asentí, le agradecí y ella se marchó. Por suerte no era él. No se aún como actuar cuando lo vea, supongo que profesional, ya que tendremos asuntos de trabajo, aunque lo que de verdad espero con toda el alma es poder controlar lo que ahora mismo estoy sintiendo por él.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top