Capítulo 4


Me levanté muy rápido a preparar desayuno, era tan extraño tener que preparar desayuno para tres y no para dos, como de costumbre. Hice huevos revueltos, unas tostadas y café. Me arreglé lo más veloz que pude y me fui dejando una nota a Joel en la mesita.

Dejé listo tu desayuno, amor, nos vemos por la noche. Un beso, Fabi.

Tanto el camino, como la mañana entera en la facultad se pasaron muy rápido, entre tantos profesores y lecciones yo solo pensaba en volverlo a ver. En mi salida los nervios se apoderaron nuevamente de mí, solo de saber que ya pronto lo tendría en frente me llenaba de gran desesperación, era como si no pudiese controlarme. Asimismo, salí de allí y tomé un transporte hacia la empresa de Leonardo.

Me encontré con que Textile Business es un gran edificio y me encaminé hacia las puertas de vidrio donde una joven me recibió.

—Buenas tardes, señorita. ¿En qué le puedo ayudar? —Ella vestía con una falda roja, una camisa blanca y una chaqueta al tono, al parecer, un uniforme.

—Vengo a ver al señor Leonardo Alcatraz —anuncié examinando la recepción lujosa donde estaba la joven.

—Indíqueme su nombre para poder anunciarla. —Me miró sonriente.

—Fabiola Castell. —Sonreí.

Ella tomó el teléfono, dijo mi nombre junto a otras cosas y, luego se acercó a mí.

—Sígame, Señorita Castell.

Caminé tras ella hasta los elevadores donde marcó la planta dieciséis, y en cuanto llegamos quedé fascinada. Todo estaba cubierto de mesones llenos de diferentes telas y maniquíes con unos cuantos diseños; al final de la planta se encontraba una puerta en la que se leía: Leonardo Alcatraz Director. La chica abrió la puerta, me dio paso y se retiró.

—¿Cómo estás, Fabiola? —dijo poniéndose de pie y acercándose a mí agregó—. Tome asiento, ¡por favor!

Yo estaba perdida en aquella oficina tan grande y hermosa, era todo un lujo, jamás había pisado un lugar tan finamente decorado.

—Muy bien, Leonardo, gracias. —Me ubiqué en una pequeña silla justo delante de él.

—Tengo una Reunión en unos minutos, así que te explicaré un poco cuales serían tus funciones. Si estás aquí supongo que aceptaras mi ofrecimiento y te aseguro que tendrás buena paga. —Abrió un cajón con carpetas y los colocó sobre el escritorio. —Aquí están muchos datos de socios y proveedores, proyectos por reevaluar y nuevos proyectos, debes chequear toda la información, Fabiola, y apuntar las fechas y horas de mis reuniones para organizar mis días de acuerdo a eso y reportarme a diario todo lo que debo hacer durante el día.

Escuchaba detalladamente cada frase que salía de sus labios carnosos, mientras me iba perdiendo en esos hermosos ojos azules que me intimidaban.

—¿Fabiola, todo bien?

—Discúlpame, Leonardo. —Me sonrojé—, así lo haré, ya mismo hago todo lo que me pides, ¿cuál será mi lugar de trabajo? —pregunté tomando las carpetas con premura.

Él sujetó el teléfono y marcó un número. —Por favor, suban a mi oficina un escritorio con todo lo necesario para la señorita Castell, desde ahora será mi secretaria personal.

Al oír esas palabras mi yo interior brincó de emoción e hizo bailecitos de alegría, ya que trabajar a su lado facilitaría aún más, todos mis planes.

Leonardo salió de la oficina y el equipo fue más eficiente de lo que imaginé, no tardaron mucho en subir mis implementos de trabajo, que por cierto estaban preciosos y elegantes. Mi escritorio; lujoso, hacía juego con el de Leonardo, pero el mío tenía un vidrio con detalles plateado en las puntas y sobre él una laptop nueva, un porta bolígrafos y una agenda. Ordené las carpetas y trabajé toda la tarde en lo que él, me había pedido.

Poco después, él ingresó a la oficina sin mirarme y se instaló en su escritorio, en ocasiones sentía como Leonardo me miraba de reojos, pero yo traté de mantenerme concentrada, no quería que notara mi interés en él y, tampoco debía realizar mal mi trabajo, aunque tenerlo cerca era una maligna tentación.

Cuando salí de la oficina partí directo a casa, y me extrañó ver que todo estaba oscuro, parecía no haber nadie; sin darle importancia me fui al baño, me quité la ropa y me metí en la ducha. Mientras el agua fría recorría cada parte de mi cuerpo, mi mente viajaba a una vida diferente; imaginaba como sería mi vida con un hombre como Leonardo Alcatraz y mi entrepierna vibraba inexplicablemente al visualizarlo. Terminé mi ducha para caminar hacia mi habitación y cuando abrí la puerta mi sorpresa fue enorme.

Todo estaba iluminado con un camino de pequeñas velas y pétalos de rosas. Entré despacio y mis ojos se fueron de lágrimas; los pétalos y velas acababan al llegar a mi cama, donde estaba sentando Joel y junto a él, un corazón hecho también de pétalos, más una bolsa de papel con letras chinas que asumo, es ese arroz y lumpias que tanto me gusta. Era tan tierno de su parte todo eso, que me hacía sentir culpable y miserable por mis pensamientos hacia Leonardo.

—Gracias amor, es un gran detalle. —Posé mis manos en su rostro y le di un rápido beso en los labios para alejarme y colocarme un vestido de dormir.

—Te amo, Fabiola, no imagino mi vida sin ti, no quiero, ni puedo estar enojado contigo, mi amor.

—Quiero que sepas que no voy a permitir que cortes mis alas, yo quiero volar y lo haré me apoyes o no.

—Perdóname, yo no quiero ser tu ancla —respondió acariciando mi mejilla suavemente—. ¿Me contarás de tu nuevo empleo? —Se sentó sobre la cama y me ofreció su mano para que yo hiciera lo mismo.

—¿Qué quieres saber? —interrogué tajante.

—¿Te gustó?, ¿qué puesto ocupas? —preguntó con cautela, mientras servía la comida china.

—¡Me fascinó! Seré secretaria y tengo una hermosa oficina.

Cenamos bajo la luz de las velas y Joel ponía cara de fastidio mientras le seguía contando lo fabuloso de aquella oficina, pero preferí no decir nada ante sus malos gestos, ya que lo menos que me apetecía era discutir. Una vez terminamos la cena, vino hacia mí, me tumbó sobre los pétalos que formaban el corazón, en la que ahora era nuestra cama, para luego retirar de mi cuerpo el minúsculo vestido de dormir que llevaba y me dejó totalmente desnuda debajo de él, luego comenzó a besarme despacio, bajó por mi cuello dándome leves mordisquitos hasta llegar a mis pechos, donde paró sin aviso a juguetear con ellos por un buen rato, una vez que terminó de darme placer, se hundió en mí interior haciéndome estremecer...

Tres semanas más tardes...

Los días pasaban amargamente para Fabiola; entre los estudios, Joel, y su trabajo parecía enloquecer, eso de atender a alguien más que a ella no era de su agrado y la iba llenando de amargura. Las peleas entre Joel y Fabiola aumentaban cada vez que llegaba tarde a casa porque cenaba en ocasiones con el señor Alcatraz y eso le traía muchos problemas; mas no le importaba, porque estaba nada de lograr su gran objetivo. Por otra parte, Leonardo Alcatraz estaba fascinado con la belleza de Fabiola, quería tenerla para él y estaba por conseguirlo.

Fabiola

Estaba en la oficina ordenando unos documentos cuando sonó mi móvil, lo observé y era Joel.

—Joel, estoy en la oficina, ¿cuantas veces tengo que decirte que no me llames en horas trabajo? —contesté entre dientes.

—Amor, solo quería decirte que esta noche me llevo el auto de mi jefe a casa y puedo pasar a recogerte. —Me sobresalté con el rechinar de la puerta, volteé y vi a Leonardo acercarse—. Perfecto, Joel, a las seis en punto, tengo que colgar, adiós.

Leo se acercó a mí con un café y me dedicó una sonrisa, lo recibí y le sonreí de la misma manera.

—Gracias, pero eso debería hacerlo yo por ti. —Lo miré seductora, mientras mordía mi labio inferior de forma discreta.

—Ven a mi escritorio, debo darte una noticia. —Caminé detrás de él y tomé asiento en la silla de en frente—. El jueves por la tarde salgo de viaje a Seattle, debo ver unos asuntos de la empresa y quiero que vengas conmigo para que me ayudes con los apuntes en los días de las reuniones. Nos regresaremos el domingo por la noche.

Pasar el fin de semana con él y en Seattle, ¿quería volver allí? Vagos recuerdos de mi infancia vinieron a mi mente y me entró profunda tristeza y rabia a la vez, aunque eso me recordó que gracias a esos episodios tan dolorosos estaba persiguiendo un futuro perfecto y con él tenía la oportunidad de conseguirlo.

—Claro que sí, Leonardo, arreglaré todo y viajaré contigo.

Solo serían dos días sin asistir a la facultad que podría manejar; y ya me las arreglaría con Joel y mi madre, sonreí y me retiré de su lado.

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