Capítulo 3
Al día siguiente me dejaron salir del hospital, por suerte no fue nada grave y, a pesar del leve dolor que sentía en una de mis piernas, estaba de maravilla. Salí acompañada de mi madre hacia la puerta donde estaba Joel, con el auto lujoso de su jefe, esperándonos para llevarnos a casa.
—Mi amor, sube —indicó tomando mi mano y ayudándome a subir al interior del vehículo.
Mi madre subió junto a mí, con un bolso donde estaban mis cosas y una cara de felicidad increíble.
—Gracias por recogernos —le dije con toda sinceridad.
Le quería pero no soportaba que no tuviese dinero y que fuese un bueno para nada.
—Amor, eres mi novia y te amo. Como no he de venir por ti —contestó mirándome por el espejo retrovisor del auto que conducía.
—¿Volverás a casa? —pregunté deseando que su respuesta fuese un no.
—Claro que volveré, mi amor, pero mañana.
—Está bien —contesté con desgana y continúe el camino en silencio.
Al llegar a casa fui directo a mi habitación y la cesta con ropa de Joel no se encontraba allí, ignoré ese detalle y me fui a la cama, donde poco después me sumergí en un profundo sueño.
Desperté sin saber cuánto tiempo había pasado, busqué mi teléfono y lo encontré en mi mesita, me fijé en el reloj que solo habían pasado dos horas desde que me quedé dormida y tenía mucha hambre; caminé a la cocina y allí estaba una nota de mamá.
Vuelvo enseguida cariño
Me preparé unas frutas en trozos a ver si eso me ayudaba a pensar en que decirle a Leonardo, porque era seguro que lo llamaría ¡Pero ya! No podía dejar pasar otro día; unté leche condesada a los trozos de frutas y me senté a disfrutar del delicioso sabor en mi boca.
Bien Fabiola tu puedes ¡Ahora si a llamar!
—Buenas tardes, señor Alcatraz. Le habla Fabiola Castell —dije un poco nerviosa
—¡Fabiola que gusto! solo llámame Leonardo. ¿Te encuentras bien? ¿Necesitas algo más? —preguntó y se escuchaba preocupado.
—Está bien, Leonardo, solo llamaba para avisar que ya salí del hospital y quería agradecerte por todo.
—Era lo menos que podía hacer después de lo ocurrido, podemos tomar un café si gustas —respondió serio.
Me emocioné y mis ojos se iluminaron de alegría, ya que era la oportunidad que esperaba, casi grito de la dicha y comencé a dar saltitos en silencio.
—Por supuesto que sí, Leonardo, solo dime a qué hora y dónde.
—Mañana por la tarde, en la cafetería que se encuentra a unas cuadras del hospital ¡Si te parece bien!
—¡Sí, estupendo! Hasta entonces y una vez más, muchas gracias.
No sé si me había invitado solo por cortesía, aunque he de suponer que sí, pero yo iba a aprovechar esa oportunidad al máximo, no sé exactamente que tanto podía sacar de aquello pero ese hombre me interesaba muchísimo: bueno más bien su dinero y no iba a dejarlo ir. Escuché el sonido de la puerta abrirse y veo entrar a mi madre, con una cesta de compras en sus manos.
—Mi amor, qué bueno que despertaste, ¿cómo te sientes?
—Muy bien, mami, quiero volver a clases mañana.
—Hija, porque no esperas unos días más. —Me miró con preocupación mientras sacaba de la cesta los artículos de comida.
—No quiero atrasarme, mamá, no conozco a nadie quien me pueda facilitar apuntes; no quiero empezar mal —me sinceré, aunque omití por completo mi encuentro con Alcatraz.
—Te entiendo, hija, y me enorgulleces, solo promete llevar las píldoras para el dolor en tu bolso y si llegas a sentirte indispuesta me llamas de inmediato. ¿Entendido?
Me paré firme como un policía y contesté. —Como ordene jefa.
—Muy chistosa, estoy hablando en serio. —Me lanzó una mirada intimidante.
—No aguantas broma, mamá, claro que haré lo que dices. —Sonreí
Un nuevo día y me encontraba sola en mi habitación pensando en Joel, quien llegaría hoy, lo que significa que sería nuestra primera noche viviendo juntos y la verdad es que deseaba no pensar en eso. Me di una ducha y me coloqué un vestido ajustado color vino tinto con la espalda descubierta lo combiné con una chaqueta color crema y zapatos de tacón. Fui a la cocina a tomar un poco de café y salí a clases.
Llegue a la Facultad casi por inercia, pero allí estaba y deseaba enfocarme en mi clases, pero en mi mente solo había espacio para Leonardo Alcatraz, el hombre que ahora ocupaba mi mente al cien por ciento, sin poder evitarlo.
—Hola. ¿Cómo estás? ¿Eres nueva? No te había visto —comentó una voz animada a mi espalda, en la sala de clases.
Era una rubia de cabello largo y lacio, de ojos color miel y llevaba un vestido de flores desahogado, con unas zapatillas bajas. Todo lo contrario a mí. Yo llevaba el cabello a los hombros, de color oscuro y mis ojos color café, con un vestido muy ajustado.
—Hola, se puede decir que sí; hace unos días que estuve por aquí, pero tuve un accidente y no podía asistir —respondí tratando de sonar amistosa. —Me llamo Fabiola Castell.
—Un gusto, yo soy Carla Ferreti —dijo sin más... y comenzó nuestra clase.
Salí de allí poco después de las dos de la tarde y a toda velocidad tomé un taxi para dirigirme a la cafetería: que era un sitio súper elegante. Las paredes de un tono verde agua y mesas con manteles a juego. Entré observando un poco perdida en cuanto a donde dirigirme, y debió notarse porque en segundos una joven uniformada acorde al lugar, se acercó a mí.
—¿Señorita, tiene reservación? —me pregunta una chica amablemente.
Yo No sabía que la necesitaba, así que solo comenté.
—Me encontraré aquí, con Leonardo Alcatraz.
Quizás soné un poco fría y cortante, pero debía sonar seria en lo que hablaba porque realmente estaba a punto de risas ¿En serio reservación para la cafetería? ¡Qué absurdo!
—Pase por aquí y tome asiento, él vendrá en unos segundos —anunció y se retiró.
¿El vendrá dijo esta chica? ¿O sea ya sabía que vendría? y yo que mencioné su nombre solo por no quedar allí parada en medio, sin reservación y que me echaran. ¡Pero claro! que boba soy, si el propuso este sitio está claro que llamaría y lo arreglaría todo. Solo con pensar en que ya estaba por verlo sentía un calor apoderándose de todo mi ser, los nervios invadían mi cuerpo y mis muslos se tensaban. Esperando en mi mesa me dediqué a contemplar el resto del lugar, donde todo el mundo conversaba tranquilo, mientras se tomaban un café o quizás un té. Al fondo una madre limpiaba la boca de su hija pequeña, mientras hablaba entretenidamente con otra chica, y así cada quien en lo suyo; pero en cuanto giré la mirada hacia la puerta lo vi entrar.
Tan elegante como la primera vez que lo vi, Leonardo era un hombre fascinante. Mi pulso se aceleró y mi respiración se volvió superficial, no sé porque mis sentidos se descontrolaban al verlo.
—Señorita Castell, es un placer verla —dijo mientras me estrechaba la mano para luego tomar asiento en frente de mí, estiró su mano para llamar la atención de la chica que me atendió al entrar, ella se acercó con rapidez y él ordenó dos cafés con panecillos, cosa que agradecí internamente, ya que no había probado bocado.
—Señor Alcatraz, estoy muy agradecida de lo que ha hecho por mí. No sé cómo podría agradecerle. —Bajé la mirada un poco nerviosa.
—Llámame Leonardo y supongo que con una sonrisa sería suficiente para mí. —Soltó un botón de su saco y se acomodó en su silla—. Me alegra saber que estás bien y que no te he hecho daño.
—De acuerdo, Leonardo, entonces puedes llamarme Fabiola —contesté mientras sonreía para él.
Leonardo lograba ponerme totalmente nerviosa solo con una mirada, pero no podía desviarme de mi objetivo, su dinero. Aunque he de admitir que tiene una mirada que me pone de rodillas.
—Fabiola, quisiera saber qué hacías ese día tan sola y a esas horas de la noche, pude haberte matado de no detener el auto a tiempo —comentó frunciendo el ceño y mirándome fijo con esos ojos azules tan intensos.
La chica llegó con lo ordenado, con delicadeza dejó todo frente a nosotros y se retiró sin decir nada.
—Quería estar sola y despejar la mente, ese día fue muy duro para mí —admití mientras movía con una cucharita el azúcar en mi café para hacer tiempo y pensar que más decir—. Bueno, trabaje muchísimo y al llegar a casa tuve una discusión con mi novio y salí corriendo de allí, de verdad discúlpeme.
—¡Vaya! Tienes novio —agregó intentando hacerse el sorprendido—. Debe ser un completo tonto para dejarte ir. —Me guiñó y le dio un sorbo a su café.
Con ese comentario me ruboricé enseguida y él lo notó, porque una risita pícara se reflejó en su pálido rostro. No podía evitar sentirme nerviosa ante su presencia, esa manera de mirarme como si me escaneara ocasionó que me temblara el pulso y algo más.
—Bueno, no quisiera hablar de él, no es importante, yo solo quería agradecerle y hacerle saber que me encuentro mejor.
—¡Ya veo! y me alegro mucho, Fabiola ¿Puedo preguntar a qué te dedicas? —Se notaba realmente interesado al preguntar y yo no dude en responderle.
—Estoy estudiando en la universidad de leyes en el turno de la mañana, por las tardes me encargo de atender a unas gemelas de seis años —murmuré poniendo mala cara.
—¡Qué bien! me parece una gran elección, pero veo que poco te agrada tu empleo, ¿no es cierto? —Me miró arqueando una ceja.
—La verdad es que no mucho, aunque las gemelas son encantadoras. —Sonreí al recordarlas.
—Justamente estoy necesitando una secretaria solo para ordenar documentos y llevar mi agenda, si te interesa puedes acercarte a mi oficina mañana y si deseas estaré encantado de que trabajes para mí —agregó en un tono muy profesional.
Al escuchar esas palabras mi yo interior daba saltos de alegría, no podía rechazar esa oferta que me mantendría cerca de él y podría seducirlo, además, seguro que pagará más que los Wilson así que es fantástico....
—¡Muchas gracias, Leonardo! estaré encantada —exclamé con una extrema felicidad.
Terminamos nuestros cafés y al despedirnos me dio un beso en la mejilla; beso que ocasionó que todas las partículas de mi cuerpo vibraran inexplicablemente. Ofreció llevarme a casa, pero no acepté, no quería un problema con Joel si alguien me veía, por lo que tomé el transporte público, aunque poco me agradara. Por primera vez el transporte público no me amargó para nada, pues seguía feliz de que la vida comenzaba al fin a sonreírme y nada podía opacar este sentimiento.
Cuando abrí la puerta de mi casa el aroma a tocino proveniente de la cocina me hizo saber que mi madre ya estaba preparando la cena y mi estómago cobro vida haciendo vibraciones extrañas.
—Mamá, no tenía hambre hasta que pise la puerta, huele divino.
—Hola, mi amor, siéntate y ya te sirvo ¿Qué tal tu día?
—¡Increíble! Tengo algo para contarte.
—Soy toda oídos —respondió mientras dejaba frente a mi unas tostadas con tocino y huevos.
—Llamé al señor Alcatraz para informarle que no me debía nada, porque ya estaba recuperada y también le agradecí por su amabilidad.
—Hiciste muy bien, hija, en estos tiempos no hay quien se responsabilice voluntariamente.
—Sí, mamá por eso lo hice —dije casual esperando que no notase mi gran mentira—. Me hizo un ofrecimiento de trabajo el cual quiero aceptar.
—¿Y los Wilson? Yo avisé a Samantha cuando estuviste en el hospital —Se sentó a mi lado con su comida.
—Debo pensar en mí, en nosotras, mamá, seguro que alcatraz pagará mejor y eso sería maravilloso para esta familia ¿No crees?
—Sí, hija, tienes razón y te apoyo en tu decisión.
Respiré profundo aliviada de que mi madre haya creído todo mi engaño, aunque no estaba mintiendo del todo, porque trabajar para Leonardo si estaría mejor para esta familia. Terminé mi cena y fui a mi habitación donde después de un buen baño pensé en que debía llamar a la señora Wilson para notificar que me retiraba y así lo hice.
—Señora Samantha, ¿cómo le va?
—Fabiola, estamos bien, ¿Ya saliste del hospital?, nos enteramos por tu madre de tu accidente —indicó al otro lado del teléfono
—Sí, y estoy mejor; pero debo informarle que no podre continuar trabajando para ustedes.
—¿Por qué, Fabi? ¡Te necesitamos!
—Lo sé y la verdad lo lamento mucho pero me alargaron el horario en la facultad —mentí—. Y me es difícil continuar, ya que mi carrera me exige mucho.
—Entiendo, dame unos días para depositarte lo que te corresponde por los años que estuviste con nosotros.
—Está bien, no se preocupe; hasta luego.
Me sentí muy apenada con ella pues sabía que las gemelas me necesitaban, pero mi futuro era lo más importante para mí; y eso no era discutible. Me vestí con un lindo pijama y me estaba acomodando en mi cama con una sonrisa, cuando Joel entró.
—Hola mi amor, ¿cómo estuvo estado tu día? —Se acercó y me dio un beso suave en los labios.
—¡Estupendo! La facultad divina, y recibí una llamada para un ofrecimiento de trabajo, que no dude en aceptar —Debía mantener mi mentira también con Joel y volverla mi nueva verdad.
—¿Ofrecimiento de quién? —respondió quitándose su ropa y dejando ver sus maravillosos músculos y abdominales bien marcados.
—Del señor Alcatraz él se...
—¿Tú pretendes a trabajar con el hombre que casi te mata? —Interrumpió elevando la voz.
—Sí y no quiero discutir ese asunto, porque es una decisión tomada.
—Ok —respondió con mala cara saliendo de la habitación con una toalla alrededor de su cintura.
Maldije en silencio por haber permitido que Joel viviera en esta casa, porque ya no podíamos hablar sin tener que discutir, no sé en qué estaba pensando cuando acepte esa estúpida propuesta.
«EN DINERO»
—¿Quién dijo eso? —Me senté sobre la cama buscando la voz y me sentí estúpida luego de hacerlo porque estaba sola, aun así; un poco de miedo me invadió por lo que me cubrí con la sabana para resguardarme no sé, de qué.
Al cabo de unos minutos, sentí a Joel entrar a la habitación y acostarse a mi lado sin dirigirme la palabra, con mis manos busqué su cuerpo y lo sentí desnudo de la cintura para arriba, lo que provocó que humedeciera mi ropa interior por el deseo. Deslicé mi mano en su cabello y escuché como mencionaba mi nombre, pero lo ignoré; me deshice de la sabana que nos cubría para tener acceso a su cuerpo sin que nada me molestara y me subí sobre él, vi sus intenciones de decir algo pero lo callé invadiendo su boca con mi lengua provocándole un pequeño gruñido proveniente del interior de su garganta y sentí como sus manos comenzaban a acariciar mis muslos, unos segundos después con una destreza que me dejo muy excitada, me volteó dejándome en el sitio donde poco antes había estado él, me retiró con delicadeza el pijama al tiempo que con la mirada le pedía que me hiciera suya. Joel no dudó en complacerme con amor y pasión, mientras yo me dejé llevar por él y su dulzura al amar.
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